One-shot Herida | Natsu x Konoe | Gakkou Rolplay

Título: Herida
Personajes: Natsu Gotho & Konoe Suzumiya.
Fandom: Gakkou Rolplay
Summary: "Konoe pensó que era como un animal salvaje atrapado por un cepo de caza. No podía huir estando herido pero tozudamente rehusaba el contacto y el cuidado ajeno, incluso si era por su propio bien. Qué hombre tan terco."

N/A: Insane gracias por el comentario linda <3 Acá lo dejo entonces. Nada más que decir.

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El algodón blanco se tiñó parduzco a medida que se deslizaba cuidadosamente sobre la piel maltratada. Natsu Gotho arrugó los gestos, frunció el ceño. Y su hosquedad, ya reseñable de por sí, se tornó aún más áspera.

Joder.

El contacto del ungüento frío sobre la herida le corroyó los nervios y la sintió arder. En la ceja, sobre el puente de la nariz, en el pómulo derecho. Apretó la mandíbula y mantuvo los ojos cerrados.

"Gotho-kun, ¿qué ocurrió? ¿Te peleaste? Pensé que ya había dejado de meterte en problemas"

Ah, qué incordio podía ser esa niñita perfecta.

Sencillamente era mucho mejor si no podía verla. Si solo podía sentir su presencia casi etérea yendo de aquí para allá. Si mantenía lejos del sentido de la vista ese lustroso cabello oscuro, azulado, que tornaba casi negro con la luz anaranjada del ocaso. Esas hebras delicadas que le enmarcaban el rostro de facciones delicadas y maduras como un fino manto. Esos insondables pozos violetas, como galaxias indescifrables, que no lo miraban directamente y que, con diligencia y metodismo, se afanaban fielmente en su tarea.

El peróxido de hidrógeno. El algodón y las gasas. Algo de pavidona yodada para los cortes más profundos.

Un trabajo perfecto.

No era enfermera. Ni siquiera estaba en su lista de deseos dedicarse a la medicina. Pero tenía una inconmensurable devoción por el prójimo.

Había entornado los ojos, hosco, tratando quizás de aparentar ser más amenazante, cuando lo cierto era que no surtía el más mínimo efecto. Suzumiya Konoe seguiría ahí, hiciera lo que hiciese, porque estaba herido. Porque un tipo cualquiera había decidido tocarle un poco los cojones y tirar, tirar y tirar de la cuerda hasta que se le deshizo en las manos. En un principio lo había ignorado como si se tratara de un mísero insecto pero el capullo tuvo que mencionar a Violet y todo explotó. Podría haber ignorado incluso los golpes y haberse largado con las manos en los bolsillos y los audífonos en las orejas pero... mierda.

Mierda.

Bufó. Y se disponía a replicar cuando Suzumiya ya estaba abriendo armarios y tomando todo lo necesario para sanar sus heridas.

—Estoy bien.

Gruñó más que habló, áspero, con aquellos ojos afilados brillando extrañamente. Eran como filosas dagas o secas advertencias.

Konoe pensó que era como un animal salvaje atrapado por un cepo de caza. No podía huir estando herido pero tozudamente rehusaba el contacto y el cuidado ajeno, incluso si era por su propio bien.

Qué hombre tan terco.

—Por supuesto que no lo estás— había replicado ella sin alterarse. Firme pero cálida, con ese tono que era una mezcla entre reproche y cuidado maternal.—Estás lastimado. Y los cortes, aunque superficiales, pueden infectarse si no los atiendes debidamente y a su tiempo.

Natsu entornó aún más los ojos. El ámbar de su mirada se afiló y la atravesó con la contundencia de una cuchilla.

Claro que lo sabía. Él mejor que nadie sabía todo eso. Escucharlo de labios ajenos era sumamente molesto... y aún así le recordaba ese día lluvioso, en ese mismo sitio, cuando se había afanado en tratar su fiebre.

Fiebre que se había transformado en un incendio.

Exhaló por la nariz y la siguió con la mirada como si tratara de descifrarla. La vio tomar un algodón y humedecerlo con el líquido de un bote color pálido.

—Si usas alcohol en lugar de peróxido sanará más deprisa.

Konoe pareció sobresaltarme ligeramente. Quizás no esperaba el tono casi resignado en aquella voz ronca, hosca y profunda. Quizás no esperaba que hubiera empezado a poner un poco de su parte.

—Te arderá.

Sí, iba a arder. Iba a arder como la mierda. Pero ese no era el problema. Se reafirmó en su postura irguiéndose y ambos se sostuvieron la mirada por un segundo.

—Dame eso. Puedo hacerlo yo.

—No.

Natsu estuvo por chasquear la lengua.

—Eres demasiado brusco—prosiguió con calma y la vio exhalar con lentitud deslizando un mechón tras su oreja con su mano libre. Natsu arrugó el ceño y tensó sus facciones cuando el gesto le recordó el ardor del corte en su ceja—. Gotho-kun, por favor quédate quieto. Vas a lastimarte y no terminaré nunca de ser así.

Como un niño pequeño regañado por su madre, Natsu gruñó. Como un perro atado mostrando los últimos rastrojos de rebeldía antes de resignarse y dejar de intentar soltarse. Se quedó quieto, tenso, apenas mostrando señales de molestia mientras Konoe Suzumiya trataba sus heridas.

Una a una.

Sanándolas con ese mimo y cuidado que ponía en todas y cada una de las cosas que hacía.

La había visto desnuda. Habían tenido sexo en esa misma enfermería. En una de las camillas, quizás en la que él se hallaba sentado ahora. Pero eran situaciones como esas las que le llenaban el pecho de calor. Las mejillas. Situaciones en las que aquella chica perfecta lo cuidaba con el mismo cariño y la misma atención que Violet. Momentos en los que parecía ser la única persona en esa puta academia que no lo veía como una mierda pegada al zapato.

"Tonta"

Desvió la mirada.

Eran tardes cómo esas, en las que reinaba el silencio, el ambiente frío y aséptico de la enfermería se mezclaba con el aroma del jazmín y la luz se colaba por las ventanas, la brisa ondeando suavemente las cortinas.