FanficsLandia Hellesen

Les agradezco a aquellas personas que se ofrecieron como mis personajes:

Inori, Master Jones, Pakkun, Vanne No Danne, FlameXCross, George Asai, Fredy, El Lobo EN, White Rock Shooter, Black Rock Shooter, Tzii, Zero Kuran, ToObi, Amanda, Nany Hyuuga y el pervertido [xD] NeoNeko.

​

Al final del fanfiction les daré la lista de personajes.

​

​

​

​

​

​

​

Prólogo​

—Nuevas noticias. Melissa y Andrew McBride han sido encontrados muertos en su residencia. Según los informes forenses, la pareja murió por decapitación. Sus cabezas no han sido encontradas, pero para poder hallarlas, los policías locales trabajan arduamente—anunció la mujer del noticiario. Un hombre apareció a su lado y le entregó un papel. La conductora Victoria Rives lo leyó y miró a la cámara—. Nuevas fuentes nos han informado que lahija de los McBride sigue con vida. Hasta este entonces se creía que había sido raptada por los asesinos, pero fuentes confiables nos han dicho lo contrario. Al parecer, todavía se desconoce su paradero.


—Según fuentes del Gobierno, en un pequeño pueblo llamado Hellesen, un par de científicos llamados Melissa y Andrew McBride, estuvieron experimentando ilegalmente en su casa. Tuvimos algunas declaraciones del Comandante Jackson, y nos contó que él había ido a la casa de la familia y, durante unas horas, estuvo allí para convencerlos de dejar el experimento. Luego de dos días, el Comandante habría retomado su misión de concientizar a éstos jóvenes científicos, pero los encontró muertos y decapitados en su sala. La casa estaba en condiciones para creer que una persona se había infiltrado y matado a los McBride—anunció el presentador del programa “Sábado de noticias”.


—En el pueblo de Hellesen se ha encontrado una… criatura escondida en el sótano de una familia de la calle Brooks. Las fuerzas militares han logrado controlarla y enjaularla. Se cree que puede estar vinculada al asesinato de los científicos que residían en el lugar. Por ahora, la
hija de once años de los McBride está desaparecida; aún así, un integrante de la guardia que vigila el lugar de los hechos, nos ha dado un pequeña entrevista y ha declarado que vio al Comandante Jackson y el General Bridgeston llevarse a la jovencita. Esperamos nuevas noticias—el noticiario matutino de Washington terminó con ésa información.



—La bestia encontrada en el sótano de la familia Arneston fue encarcelada en un sitio de máxima seguridad en las afueras de Hellesen por la seguridad de sus habitantes. Expertos han declarado que es una fortaleza impenetrable para cualquier ser humano que desee entrar, además es bastante segura para que la bestia no escape.


10 años después…




— ¡Atención! Estado de emergencia declarado en Hellesen. La bestia creada por los difuntos científicos Melissa y Andrew McBride, ha escapado del lugar de máxima seguridad donde se encontraba. El proceso de evacuación está por comenzar. Mientras tanto, el comandante Jackson ha reunido un grupo de militares y científicos para averiguar cómo destruir a la bestia. Esperamos noticias.


*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*_*



— ¿Están nerviosos? —preguntó Avril mirando a sus compañeros. Éstos se limitaron a emitir algo parecido a un gruñido, y miraron hacia otro lado—Pues… yo quería aliviar la tensión, sólo eso.



Siete personas viajaban en aquel helicóptero. Estaban sentados cinco en el lado izquierdo y dos en el lado derecho. Nadie hablaba, nadie se atrevía a mirar a sus compañeros. Tendrían tiempo para eso en Hellesen, no en el helicóptero.



—No te preocupes, Av. Están demasiado ocupados pensando en cómo se metieron aquí—le susurró Ariadne a su amiga por lo bajo. Ambas rieron y continuaron hablando. Eran muy sorprendentes los temas que podían salir a la luz entre dos mujeres en un helicóptero negro, bastante sombrío y con un piloto que tenía cara de malvado.



—Dicen que la hija de los que crearon aquella “bestia” que debemos destruir ha venido con nosotros. ¿Alguna la conoce? —preguntó una mujer de anteojos observando a las dos chicas. Ambas voltearon a verla con caras de: no es momento de esas preguntas—. Sólo preguntaba. Para aliviar la tensión—rió un poco y se subió sus anteojos.



— ¿Cómo te llamas? Oí por ahí que eres una de las científicas—preguntó Ariadne sacando su arma del cinturón. Tomó un costado de su chaqueta y comenzó a limpiarla ya que estaba cubierta de una fina capa de polvo.



—Soy la científica Emma Hont, para tu información. ¿Y tú? Sólo has hablado con ella y nadie más—le espetó Emma.



—Ariadne, para tu información. Ella es Avril, mi compañera.



—Son bastante habladoras. Guárdense las palabras para cuando lleguemos al pueblo. Sí, sería mejor eso—habló un voz. Emma, Avril y Ariadne se voltearon y observaron a una chica. Tenía el cabello rubio platino, casi blanco y ojos rojos. ¿Rojos? Parecía una de esas ratas de laboratorio con las que Emma había experimentado varias veces.



—Oh, lo sentimos. ¿Quieres unos tapones para los oídos? —bufó Ariadne con enfado. Ella no se callaría sólo porque aquella chica se lo ordenaba.



—Basta. Dejen de pelear, con eso no resolverán nada—inquirió un joven que se encontraba del lado izquierdo. Tenía anteojos, al igual que Emma y poseía un cabello de color café.



—Está bien, Will. No pelearé—comentó Ariadne. Era a la única persona que obedecía, además de Avril.



— ¿Lo conoces? —preguntó Emma mirando a Ariadne. Volvió a subir sus anteojos y arregló su largo cabello castaño que se le había pegado a la cara debido a que sudaba mucho por el calor.



—Sí. Trabajamos en algunos casos, junto con Av y… ella—señaló a la mujer que tenía el cabello blanco—. Junto con Jean o como la conocen todos en el campo de batalla; nuestra querida White Rock Shooter. Abreviatura: White.



—Vaya, supongo que conoces a todos menos a mí—comentó Emma riendo falsamente.



—Pues eso es incorrecto. A él no lo conozco. ¿Quién eres, por cierto? —preguntó Ariadne. Observaba a un joven con cabello azabache y unos hermosos ojos celestes.



— ¿No lo conoces? Yo sí. Es John Senyo, tuve que hacer algunas investigaciones en México con él. Saluda John—dijo Emma señalándolo. Sus dedos de su mano izquierda repiqueteaban en el asiento, produciendo un ruido bastante cansador.



—Como digas—contestó el fríamente. Sus palabras parecían hielos, fríos y blancos. Su tono era algo indiferente, y hacía molestar un poco.



— ¿Saben un poco sobre qué haremos en Hellesen? —preguntó Will.



—Dicen que nos meterán en centros de investigación. Será bastante divertido—le contestó Avril con una sonrisa.



— ¿Y de dónde sacaremos provisiones? —preguntó Ariadne algo confundida. Abrió una mochila y sacó una cantimplora de agua y bebió. El agua goteó por sus labios y recorrió su cuello. Dejó de beber y guardó aquel objeto. Luego, con una mano, se revolvió el corto cabello con curiosas mechas rojas.



—¡Ariadne!, ¿acaso no leíste el folleto o el manual antes de venir? —preguntó Emma observándola. McBride negó con la cabeza y sonrió vagamente—. A los científicos se nos darán llaves para unos bunkers escondidos por toda la ciudad. Allí hay provisiones.



—Ajá. Cruzar la ciudad entera con una bestia suelta, nadie que nos ayude y sin contacto con los demás soldados y científicos. Genial—comentó Ariadne fríamente.



— ¿Acaso no era lo que querías?, ¿mucha acción, peligro y otras cosas? —le preguntó Avril a Ariadne. Ésta se limitó a encogerse de hombros.



De pronto, el helicóptero aterrizó, y el piloto los llamó para que bajasen. Afuera, estaba lloviendo. Las gotas de agua caían con fuerza y rayos surcaban el oscuro cielo del anochecer. Se escuchaban gritos provenientes de algunos árboles, que seguramente eran de pájaros refugiándose de la tormenta.



Las siete personas salieron y tuvieron que cubrirse con paraguas que les tendió un soldado. Observaron con detenimiento el lugar en el que se encontraban.



Pequeñas luces de los faroles titilaban, dando la apariencia de una ciudad descuidada. Las casas estaban vacías, causando el efecto de casas fantasmas. Las calles estaban cubiertas de papeles, basureros tirados y musgo. Ya habían pasado tres meses desde la fuga de la bestia.



No se veía ni un perro callejero andando. Todo estaba deshabitado a causa de la evacuación inmediata que se solicitó. Desde un punto que en medio de la noche no se podía ver, comenzaba un alambrado de siete metros de altura, que rodeaba toda la ciudad.



—Ejem, ejem—se escuchó. Un hombre de unos sesenta, setenta años de edad avanzaba a paso lento. Vestía un uniforme verde oscuro, con botines negros y una boina. Sus ojos estaban cubiertos con unos lentes para sol. Tenía tez blanca y una marca de barba recién afeitada se reflejaba en su barbilla y mejillas.


—El comandante—susurró Emma. Estaba muy nerviosa y con miedo. Todavía no sabía cómo se había metido en todo ese embrollo. ¿Acaso habían sido sus ganas de sobresalir en la comunidad?, ¿o el deseo de no ser siempre la científica que no quiere acción en su vida? No lo sabía. De por sí ya estaba confundida.



—Científicos y militares. Han sido convocados para exterminar a la bestia que acecha el pacífico pueblo de Hellesen. Ustedes serán los miembros del centro de investigación B. Tendrán a sus cuatro militares—hizo una pausa y continuó: —El señor John Senyo, la señorita Avril Yomiro, Ariadne McBride y Jean Grey. Tenemos también a nuestros científicos, quienes ayudarán a los militares con nuevas tecnologías e información sobre la bestia. Emma Hont, Willbert Mainz y la señorita Esmeralda Sauret.



Una chica bajó del helicóptero. Nunca la habían visto. Más no dijeron nada y se limitaron a asentir. Le dieron espacio entre el grupo a Esmeralda y así permanecieron.



— ¿Qué pasará con los otros centros de investigación?, ¿tendremos contacto con ellos? —preguntó Jean. Era la segunda vez que hablaba en todo el viaje.



—No podrán mantener contacto con ellos. A excepción si se encuentran en una situación de extremo peligro—respondió el Comandante—. Supongo que lo demás lo leyeron en los folletos y el manual. No hay nada más que explicar. Allí está el centro A—dijo señalando una alcantarilla.



Caminó hacia el helicóptero y subió. El transporte arrancó y al cabo de un momento se perdió en la oscuridad.



Las siete personas se dirigieron hasta la alcantarilla y la abrieron. Una escalera de metal descendía hasta abajo, donde los esperaba algo parecido a un pasillo. Uno por uno fueron bajando hasta llegar.



El sitio era bastante amplio, y tenía cuatro puertas con diferentes carteles. Una decía “laboratorio”, otra “dormitorios”, la siguiente tenía un cartel de “cocina” y la última “cuartel”.



Cada uno fue abriendo puertas y encontrándose con la habitación interior. Esmeralda y Ariadne se quedaron en el pasillo, casi inmóviles por la sorpresa que se habían llevado.



—Oye, ¿cuándo crees que volverán por nosotros? —preguntó Ariadne a la joven que estaba a su lado.



—Nunca volverán a buscarnos. Nos han traído aquí para morir y cumplir su sucio trabajo—respondió Esmeralda.

_________________________

La lista de personajes:

-Inori: Nombre: Avril Yomiro
-Penny Lee: Nombre: Ariadne McBride
-El Lobo EN: Nombre: EN
-White Rock Shooter: B. Nombre: Jean Grey
-Black Rock Shooter: Nombre: Lita LockHart
-Tzii: Nombre: Mitsuko Dazai
-Zero Kuran: Nombre: John Senyo
-ToObi: Nombre: Jisura
-Master Jones: Nombre: Aaron Thompson
-George Asai: Nombre: Willbert Mainz
-Pakkun: Nombre: Peter Black
-Fredy: Misión de rescate. Nombre:
-Nany Hyuuga: Nombre: Esmeralda Sauret
-NeoNeko: Nombre: Neo Vanenhain
-Vanne No Danna: Nombre: Yami White
-FlameXCross: Nombre: Alex Grand Cross
-Amanda: Nombre: Emma Hont


EDIT: El primer cap. estará cuando vuelva de mis vacaciones. O antes, si se puede :)

 

​

​

​

​

​

​

​

​

​

​

Capítulo 1: ​

​

Tener un pequeño aire acondicionado era una suerte. El centro de investigación era muy caluroso, pero con aquel pequeño artefacto, todos podían tener un poco de fresco. En especial esa noche.



Tres días habían pasado desde la llegada a Hellesen, pero nada habían encontrado. Habían investigado unas tres casas marcadas en un plano que habían encontrado, lo único que encontraban al entrar era olor a putrefacción, mezclado con un aroma dulzón muy extraño.



Las tres casas pertenecían a familias que habían sido evacuadas del pueblo, y dos de ellas habían sufrido ataques por la bestia. Esto se podía ver en marcas encontradas en las paredes laterales de afuera. Las casas contaban con sótano, los cuales eran oscuros y amplios, llenos de muebles viejos y adornos de navidad rotos. Allí la concentración del olor putrefacto era asombrosa, pero por más que trataron de buscar el lugar de donde provenía no lograron encontrarlo.



Descubrieron que Hellesen había sido un pueblito bastante agradable. Todas sus calles tenías luces que funcionaban, era anchas, limpias y sus casitas era iguales y acogedoras. Perfectas para familias poco numerosas. Ninguna vereda estaba rota, y todo se encontraba en perfecto orden. Las zonas comerciales estaban alejadas de los barrios y eran pequeñas, apenas contaban con un centro comercial en un estado bastante bueno, aunque se notaba que era viejo. Todas las tiendas de ropas, librerías, restaurantes, hospitales y demás estaban cerrados. Tablas cubrían las puertas y ventanas, y el silencio estaba presente.



Ya no quedaba nada de aquel lugar feliz y hermoso que una vez fue Hellesen. Ahora todo había cambiado. Ya no había niños que jugaran en las calles, no había madres que se preocuparan por lo que harían de cenar. Hellesen era el pueblo fantasma. Sin personas, salvo unos cuantos militares y científicos que lo investigaban.



Hellesen era solitario, y ocultaba una gran oscuridad. Una oscuridad que se movía por la noche, una oscuridad que se ocultaba, evitando esas personas que habían venido a detenerla. Se ocultaba, sí, pero esperaba el momento perfecto para atacar. Aguardaba silenciosa, planeando su estrategia. Mientras ella lo hacía, sus subordinados harían un poco de trabajo sucio. Nada de qué preocuparse. Todo sería a su tiempo.

























—Mmm… ¿no hay nada divertido que hacer? —preguntó Ariadne, mientras se recostaba en su cama.



—¿Y si vamos a hacer una ronda? Eso es divertido. Tal vez encontremos alguna pista—gritó Avril desde el baño.




Se encontraban en una de las tres habitaciones del centro de investigación. El lugar era amplio y contaba con tres cuchetas equipadas con sábanas y acolchados. El piso tenía una alfombra negra, y ésta estaba llena de pelusas. En las cuchetas estaban los bolsos de cuatro chicas. Uno más grande que el otro, según las necesidades de las mujeres.



—¡Bah! Hace tres días que no encontramos nada. ¿Crees que ahora lo haremos? Pues yo no. Ah, me olvidé de decirte: Esme se fue. Dijo que quería ir a una casa que encontró por ahí.



La puerta del baño se abrió y de ella salió Avril con una toalla en la cabeza y otra rodeándole el cuerpo—. Bien. Espero que por lo menos ella encuentre algo. —Se sentó en la cama y se masajeó los pies—¿Y entonces qué quieres hacer? No se me ocurre nada más. Ahora, si tienes la amabilidad, quiero cambiarme. Ve al pasillo.



—Ya, ya, ya voy—le respondió su amiga. Se levantó de la cama y se dirigió hasta la puerta. Salió de la habitación y caminó por un largo pasillo de paredes azules. Al llegar al final, volteó a su izquierda y tocó a una puerta que daba a la habitación de los chicos.



—Pase—dijo una voz desde adentro.



Ariadne pasó y se encontró con una habitación casi igual a la suya, sólo que el único detalle era la alfombra azul oscura. En una de las camas de arriba estaba sentado un chico examinando unos papeles. Los lentes los tenía en la punta de la nariz y no se había molestado en subirlos.



—Will, ¡al menos tú tienes algo que hacer!—le gritó la joven. Subió por la pequeña escalerita que estaba a un costado de la cama y se sentó al lado de Will—. ¿Me contarás que lees? Pareces bastante ocupado—. Tocó la nariz de Will y le subió los anteojos.



—Ayer salí para buscar pistas con John y mira lo que encontré en una casa a tres cuadras de aquí—le mostró un delgado cabello rubio rizado, sosteniéndolo con la punta de los dedos.



—¿Un pelo?, ¿qué tiene de interesante eso? —preguntó Ariadne arrugando la nariz.



—Hice un análisis de ADN. Y…—tomó los papeles que tenía en la mano y los sacudió—tengo los resultados. Imprimí la ficha de la persona a la que pertenecía el cabello.



—¿Pertenecía?, ¿no será pertenece?



—No, pertenecía es lo correcto. Según esto, el cabello es de Jennifer Milligan, cuarenta y cinco años, pelo rizado y rubio; trabajaba de conserje en el centro comercial—comentó Will mientras le señalaba la foto de una mujer sobre los papeles. Era un rostro demacrado y con demasiadas arrugas para una mujer de esa edad. Presentaba un semblante serio y aterrador—. La mujer murió el 7 de mayo del 2000. ¿Causa de muerte? Ataque cardíaco y una fuerte pulmonía.



—¿Y eso en qué nos ayuda?



—Según recortes del diario del pueblo, el 23 de mayo de ese mismo año fueron allanadas 3 tumbas; entre ellas la de Jennifer—contestó Will. Miró a Ariadne con los ojos brillantes—. ¿Todavía no lo entiendes? —. Al ver la cara de perplejidad de su acompañante explicó: —Según lo que sabemos tus padres saquearon tumbas para poder hacer a… esa cosa. Una de las tumbas que saquearon fue la de esa mujer.



—¿Lo crees? Mira, no quiero desilusionarte, pero si buscamos en los archivos del pueblo te darás cuenta que mis padres no eran los únicos saqueadores de tumbas para experimentos de científicos locos—hizo una pausa y continuó—. Habían personas bastante cucucu, —giró el dedo índice sobre el parietal de su cabeza y rió un poco— y, según lo que contaba el dueño de la tienda que estaba enfrente de mi casa algunos iban al cementerio a hacer sus “cosas”, algo por el estilo. Un día la policía descubrió que, en una tumba, faltaban partes de un cuerpo. Brazos, o algo así. Luego atraparon al tipo, pero resultó que no tenían tanta evidencia como para encerrarlo. Así que lo soltaron.



—Sigo creyendo que fueron tus padres, estoy seguro de eso.



—Vamos al cementerio entonces. Busquemos en el cajón de esa mujer, y si le faltan partes de los brazos, yo tengo razón. Si el cuerpo no está, tú tenías la razón y ganamos un gran aporte a la investigación—saltó al suelo y sacó su arma—. Además, puede que encuentre algo a qué dispararle. Pero una cosa es segura: debemos llevar acompañantes. Solos no podemos ir.



—¿Y quién querría ir?



—¿Qué tal Jean? O ese chico: John. El que tú nombraste. Seguro querrá ir con nosotros—guardó su arma y se dirigió a la puerta. Miró a Will y le preguntó: —¿Vienes o qué?



—¿Ya?



—No, mañana. ¡Por supuesto que ya! No podemos darnos el lujo de esperar —le contestó la joven.

















—¿Has visto a Emma? —preguntó Avril a Jean. Ésta se limitó a asentir con la cabeza.



—En la cocina. Creo que trata de hacer una cena—contestó Jean y se alejó dando grandes zancadas hacia la habitación.



Poniendo los ojos en blanco, Avril se dirigió hacia la cocina. Tenía que pasar por otro pasillo, esta vez pintado de verde. Allí habían muchas puertas, una de ellas daba a la cocina, las otras eran del cuarto donde guardaban las armas, y la última, al final de pasillo, era la del laboratorio. Los que pasaban más tiempo allí eran Emma y Will. Investigaban arduamente, hasta algunas veces no dormían. Pero ahora Emma estaba en la cocina, la habitación más frecuentada por Ariadne.



Llegó a la cocina y abrió la puerta. Adentro, todo era casi un desastre. Habían muchos platos sucios, vasos arriba de la mesa, agua y otros líquidos que Avril no podía reconocer en el piso, sartenes engrasadas y ollas con comida sobrante.



Emma estaba allí, preparándose un café y esperando a que sus tostadas estuvieran lista. Miró a Avril y le sonrió.



—¿Quieres uno? —preguntó Emma señalando una taza blanca y con corazoncitos.



—No, gracias. Venía a preguntarte algo… Más bien a proponerte una cosa—comentó Avril. Se sentó en una silla y tomó un vaso entre sus manos—¿Quieres ir a hacer una ronda o a investigar?



—¿No irás con Ariadne? Siempre salen juntas ustedes dos—le espetó Emma mientras la miraba fijamente.



—Es que no sé donde se metió.



—Mmm… está bien. Iré contigo. Últimamente no sé qué hacer; estoy demasiado desocupada—. Dejó el café a medio preparar y se arregló la bata. Sonrió y se alejó hasta la puerta.



—Bien. Partimos en unos quince minutos, ¿te parece? Tengo que juntar botellas de agua y buscar algunas armas. Nos vemos en la salida—. Dicho esto, Avril salió de la cocina, y detrás de ella salió Emma.















—¿Entonces vienes? —preguntó Ariadne. Estaba parada enfrente de John, y lo miraba con detenimiento.


—Vamos—contestó él, y se alejó hacia el pasillo verde, a buscar armas al armario.



—Bueno, somos tres. ¿Crees que será necesario preguntarle a Jean, Av y Emma?



—¡No será necesario! —gritó Avril desde el pasillo. Tenía su rifle en mano y a su lado estaban Emma y Jean. Las tres chicas parecían listas para irse.



—¿Se van?, ¿ustedes también? —preguntó Ariadne sonriendo. Se acercó hasta Av y le dio un paquetito—. Sé que te quedaste sin esto. Es mi regalo.



—Gracias… realmente los necesitaba. ¿A dónde van ustedes? —dijo su amiga mirándola mientras recibía el paquete.



—Al cementerio. Creemos que…—se escuchó un débil carraspeo proveniente de Will—bueno. Will cree que ha descubierto algo, y John y yo vamos a acompañarlo.



—Bien, nosotros vamos a investigar otras casas. Tal vez encontremos algo. ¡Nos veremos! —comentó, y se alejó hacia la compuerta. Emma inclinó la cabeza en gesto de saludo y Jean simplemente pasó sin observarlos.



—Iré a prepararme—dijo Ariadne y se fue hacia su habitación, dejando a Will solo en el comedor, leyendo un archivo.



Al cabo de un rato, Ariadne regresó con el cinturón de su pantalón atiborrado de armas. Llevaba granadas, sus dos pistolas y otras cosas más. En su espalda, cargaba una mochila negra. Se había colocado un pañuelo en la cabeza y tenía sus guantes puestos.



—¿Listo? Yo llevo agua, algunas galletas y muchas armas—comentó ella riendo.



—Sí, sólo hay que esperar a John—pero al decir estas palabras, John apareció por la puerta, también con una mochila.



—Estamos listos. ¡Vámonos! —dijo Will, y tomó un bolso del suelo.



Los tres salieron por la puerta caminando lentamente. John y Ariadne tenían sus armas en las manos y colocaban arriba de ellas una linterna para iluminar el camino. Las calles estaban desiertas, y parecía que Avril, Emma y Jean ya habían recorrido un buen trecho del camino. Se encaminaron lentamente hacia el cementerio, tratando de ser muy sigilosos.



Los quince minutos que pasaron transcurrieron tranquilamente. Pararon sólo para ver el mapa y orientarse. La noche se alzaba tranquila ante ellos, y la luna estaba en lo alto, alumbrando el pueblo fantasma.



No había pasado nada. Ningún ataque o algo por el estilo, pero las tres personas tenían la misma sensación. Esa sensación de que los observaban.













—Peter, ¿has encontrado algo? —preguntó Lita acercándose al joven que se revolvía el cabello. Parecía frustrado y unas ojeras se notaban en sus ojos.



—No, nada. T-todavía no. Pero estoy seguro que la encontraremos. Cueste lo que cueste—dijo Peter débilmente. Se sentó en la silla que había a su lado y echó la cabeza hacia atrás.



—Jisura y EN han salido a buscarla. Estoy seguro de que la van a encontrar. No debe estar muy lejos. Además, no tuvimos ataques de bestias ni nada por el estilo desde el primer día. Creo que está bien—lo tranquilizó Lita.



—No lo entiendes… ¡Ese día yo la dejé! Tendría que haberme quedado con ella. Ahora Yami está sola. Y-yo… me quedé con sus armas. ¡Ella me dijo que se las llevara en la mochila antes de salir! Ahora está indefensa—contestó Peter con la voz entrecortada. Se levantó y salió del laboratorio arrastrando los pies.



En ese momento Alex entró. También parecía cansado, pero a él se le notaba menos. Al ver a Peter así, le dio unas palmaditas en el hombro y le dijo que todo estaría bien.



—Sigue mal, ¿verdad? —preguntó Alex a Lita. La chica asintió y se fue de la habitación. Alex la siguió en silencio.



El día en que habían llegado a Hellesen, Peter, Yami y Mitsuko decidieron hacer una expedición a una casa que parecía “sospechosa”. Según el testimonio de Peter y Mitsuko, algo los había atacado por la espalda al llegar a la casa, dejándolos a ambos inconscientes. Cuando despertaron, Yami no estaba.



Todavía seguían buscándola, pero no encontraban rastro de ella. Todos estaban preocupados por Yami, pero los más afectados habían sido Mitsuko y Peter. Se les notaba en el rostro.



—Alex, Jisura y EN volvieron. Parece que traen noticias—dijo Lita apareciéndose por una esquina del pasillo. En sus ojos brillaba la esperanza.

 

​

Para UzumakiiSennin... que mi deuda esté saldada.​

​

​

​

​

​

​

​

​

​

Capítulo 2, primera parte: ​

​

Con una mano se apoyó en el piso y con la otra agarró la barra de la escalera. Había estado a punto de caer. No sabía cómo fue, pero había sentido un empujón; no muy fuerte, pero suficiente para poder sentirlo. ¿Qué o quién habría sido?




Se levantó pero antes recogió su cuchillo militar. Se sentía un poco insegura después de la caída. Pensaba que alguien la pudo tirar del final de la escalera, y empujarla hubiera sido fácil: ella estaba de espaldas y confiada de que en la casa no había nadie.




Miró hacia los costados, procurando revisar que todo estuviera en orden. Los muebles seguían como ella los había visto antes, y el silencio reinaba. Parecía que la casa estaba abandonada, pero Esmeralda sabía que eso no era verdad.




Caminó lentamente por el vestíbulo, observando los cuadros que estaban colgados de la pared. No se escuchaba ningún ruido, todo era silencio.




A la izquierda del vestíbulo había una hermosa puerta con un león tallado en madera. Esmeralda tomó el picaporte y abrió la puerta. La habitación que había descubierto era muy hermosa: tenía una gran cama matrimonial llena de almohadones, dos mesas de luz, una gran alfombra roja y dos ventanales que estaban cubiertos de madera.



En una de las esquinas se hallaba una puerta. Era parecida a la que daba a la habitación, pero ésta sólo era de un color verde manzana. ¿Qué estaría detrás de esa puerta? Sin pensarlo dos veces, Esmeralda, se dirigió hasta la puerta.



Su corazón latía muy fuerte. Sentía que detrás de esa puerta aguardaba algo grande que beneficiaría enormemente la investigación. Cuando su mano tocó el picaporte se preguntó si debía abrirla.



Dos partes de su mente peleaban. Una decía que era muy peligroso, y la otra que debía hacer todo para averiguar pistas. Aceptando que la segunda voz era mucho más poderosa que la primera, Esme, abrió la puerta.



No tuvo tiempo de tomar su cuchillo, ni de alejarse. Una mano se extendió sobre ella y en ese mismo instante, Esmeralda, cayó con un pesado ruido al piso.



Se oyeron unos pasos provenientes desde las escaleras y con un golpe, la puerta de la habitación se abrió. Entraron dos chicas con un pasamontañas en la cabeza.



—¿Está viva o… muerta, Allen? —preguntó la joven de la derecha señalando a Esmeralda. Tomó la punta de su pasamontañas y se lo sacó.



—Viva. Necesitamos interrogarla —contestó Allen saliendo del baño. Al igual que sus compañeras llevaba un pasamontañas, pero no se lo sacó—Phía, Violeta, traigan las sogas que están en la mochila. Vamos a llevárnosla junto con la otra.



—Allen, ¿podemos ver su nombre? Mira, tiene una identificación en el bolsillo—señaló Violeta atándose el largo cabello negro.



Sin contestar, Allen se acercó hasta Esmeralda y le revisó los bolsillos. Sacó una pequeña tarjeta, que era la identificación de la chica.



—¿Qué y quién es, Allen? —preguntó Phía acercándose a él con mucho cuidado.



—Científica, Phía. Dice que pertenece a un centro de investigación. Lo mismo que la otra. Su nombre es Esmeralda Sauret—contestó con indiferencia Allen. Se levantó con cuidado y tomó la soga que Phía le había dejado—. Vamos a atarla.








+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-







—Bonito. Muy bonito y cómodo—dijo Emma sentándose el sofá de la casa a la que habían entrado.



Después de una hora caminando las mujeres habían decidido descansar. Encontraron una casa que no había cerrado sus puertas con tablas, así que empujaron para abrir la puerta y entrar.



La casa estaba en buenas condiciones, un poco mejor que las otras que habían encontrado. Como las demás casas, ésta estaba cubierta con tablas en las puertas y ventanas. En los marcos de las puertas colgaban telas de arañas, y adentro los pisos estaban llenos de polvo.



—Iré a investigar un poco—dijo Avril un poco triste. Era la casa número tres a la que entraban, y en las otras no habían encontrado nada.



—Te acompaño—habló Jean siguiendo a Avril, que se dirigía a la cocina.



Emma quedó sola en la sala, sentada en el sillón. No le molestaba estar así, y solo se relajó, cerrando los ojos. Trataba de dormir un poco, ya que la caminata había sido larga, y no habían parado en ningún momento para descansar.



Pensó en los demás, que habían ido a investigar al cementerio. ¿Qué les habría pasado? De seguro no habían encontrado nada, como ellas. O, tal vez, sí habían encontrado una pista importante o algo significativo para la investigación.



—¡Emma!—se escuchó desde el fondo. La alegada volteó la cabeza y vio a Jean y Avril agachadas bajo una ventana. Ambas habían abierto un hueco entre las tablas y observaban a través de él.



—¿Qué sucede? —les preguntó Emma acercándose. Se agachó como sus compañeras y Jean le tendió unos binoculares. Ella miró a través de ellos y vio que tres personas salían de la casa de atrás. Luego los bajó, mostrando una cara de sorpresa y terror—. ¿Qué… son otras… personas?



—Sí. Creemos que son otro; además, si te fijas bien, verás que no llevan uniformes como nosotros. Deben haber quedado de… —no pudo continuar porque Jean levantó una mano y les señaló que miraran.



Avril volvió a tomar los binoculares y observó. Una de las tres personas llevaba a una persona arrastrándola. Con sorpresa, Avril distinguió una bata blanca tirada en el suelo.





+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-++-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+



—Dios mío, ¿por qué tenía que ser un cementerio? —exclamó Ariadne quitándose la bota llena de barro podrido—. ¡Podría haber sido un centro comercial o cualquier otra cosa menos un cementerio!

—Para tu suerte, ya llegamos—dijo Will señalando una tumba cubierta de musgo—. Supongo que hay que excavar. ¿Alguien trajo palas? —Ariadne y John se miraron. Ninguno había traído palas ni nada por el estilo. Pensaban que quizá ya encontrarían allí—. Entonces… excavaremos con las manos.



Los tres comenzaron a cavar, y de vez en cuando se escuchaba una queja de Ariadne. Parecía que la tumba era muy profunda, pero se debía a que con palas el trabajo hubiera resultado más sencillo.



—Ay, a este paso tardaremos mucho. ¿Y si descansamos y comemos? Creo que en cualquier momento me desmayo—suspiró la chica limpiándose el sudor de la frente.



—Está bien. Cinco minutos de descanso, nada más—dijo Will y se sentó. Se sacó la mochila y comenzó a buscar agua y comida.





+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-++-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+-+




—¡Despierta! —le gritó una voz—. ¡Y tú cállate!



Esmeralda abrió lentamente los ojos. ¿Qué había pasado? No recordaba muchas cosas de lo ocurrido, y la mayoría eran confusas y borrosas. A su lado escuchaba débiles lamentos, cosa que le provocó escalofríos.



—¿Dónde… dónde estoy? —murmuró por lo bajo. Nadie le contestó. Trató de levantarse, pero con un solo movimiento se dio cuenta de que estaba atada. Atada a una silla.









Próxima parte: El regreso de los teletubbies x'DDD