¡BTOOOM! El aire sopla fuertemente, algunos empiezan a despertar de su ensueño a causa de la anestesia, sintiendo un leve dolor en la muñeca a causa de la pequeña cirugía del radar que les fue incrustado en ella. Les es posible escuchar las hélices romper corrientes de aire mientras a lo lejos empiezan a reconocer que hay soldados rodeándolos. Si tratan de levantarse sentirán el peso de un maletín que guarda dentro un paracaídas en su espalda, pero no durarán mucho de pie a causa de la droga. Una pantalla se prende frente a los jugadores y el ruido inunda sus tímpanos de manera brusca. —¡Bienvenidos a este nuevo juego que podrá costarles la vida! —. Estaba sentado en un sillón de cuero con una copa de vino en su mano derecha, bebiendo un sorbo al ver sus rostros desentendidos sobre lo que sucedía en ese lugar, eso provocó otra risa traviesa de su parte, relamiéndose los labios—. Dentro de poco estaremos en el destino deseado, disfruten el viaje mientras la anestesia empieza a desaparecer, quizá alguno ni entiendan lo que estoy diciendo, y eso lo hace más divertido aún. El televisor se apagó y el tiempo continuó en marcha. Contenido oculto ¡Empezamos el rol! El propósito de este espacio es que sus personajes entren en todas las dudas, escepticismos, y desentendimiento posible al no saber a dónde se dirigen, por qué el dolor físico en su muñeca y si así gustan, preguntarse de lo que sucedió cuando estaban en el hospital. Esta zona es únicamente narrativa. Por lo tanto aquí no es necesario que pongan sus puntos de supervivencia [Hambre, sed, cansancio] Eso se posteará en las zonas de la isla. Cuando finalice esta parte que es el prólogo procederé a abrir las zonas de la isla, suerte <33 Contenido oculto Tarsis Fersaw Liza White Kurone Sekai Raiven Alisse Madness GigiBlanche The Pacman
Aisha Nakamura. Cada parte de su cuerpo le dolía, todo le daba vueltas y sentía las nauseas golpeando su garganta. Para una persona que nunca se enfermaba como ella, la situación era intolerable, no sabía como manejar la desesperación al sentirse completamente indefensa y sin el control de su propio cuerpo. Las figuras a su alrededor eran difusas y si intentaba enfocar su vista se mareaba aún más. Sentía que el cráneo le exploitaría, un peso desconocido la clavaba en el suelo como si llevase un yunque de 1 tonelada. Ni siquiera podía llorar, su cuerpo no le respondía ni siquiera para eso. Nunca en su vida se había sentido tan impotente y expuesta.
Mi cabeza da vueltas y mas vueltas, siento que bebí demasiado o me han golpeado con algo muy duro. Quisiera levantarme pero no tengo mucha fuerza. Junto a mi hay otras personas a las que en mi vida había visto, solo alcanzo a apreciar a unas cuantas chicas bastante preciosas y atractivas... y un maldito grupo de imbéciles apuntándome con sus armas. Deben ser muy inútiles o miedosos como para apuntar a con armas de fuego a un grupo de personas sedadas, solo sonrió mientras trato de despertar de esta pesadilla tan extraña. -Seguro estoy en el maletero de un vehículo y me van a llevar a un paraje desolado para ejecutarme. Debo decir que mis sueños son bastante bizarros, primero esa extraña mujer en el hospital, ahora esto...¿Creí que las drogas no me afectaban tanto? -susurro mientras miro el techo de la nave. ¿Alguna ves han sentido dolor durante un sueño? ¿No? Yo tampoco... ¿entonces por que me duele la muñeca? Lentamente mi estupidez habitual se iba despejando ante estas sensaciones impropias de un sueño. Levanto mi mano para ver que me causa tal dolor. -¿Q-que mierda es esto? -Maldita sea me han incrustado algo en la muñeca-. ¿Que es esto? -Trato de quitármelo pero el dolor agudo me lo impende hasta el punto de sacarme un grito-. !Hijo de puta¡ ¿Que carajos es esto? -me dirijo a los militares que me miran sin decir nada-. !Oigan, batallón de pendejos¡ ¿Que demonios está pasando aquí? ¿Quien mierda son ustedes? No hay respuesta por parte de esos sujetos. Con dificultad logro sentarme en el suelo y fijo esa pantalla, un extraño sujeto habla cosas que apenas logro entender. -Tú, Tú, copia barata del padrino -hablo al hombre de la pantalla-. Pedazo de mierda ¿Que significa esto? ¿Donde estoy y a donde vamos? ¿Que putas me incrustaron en la muñeca? !Pedazo de animal te estoy hablando¡ Trataba simplemente de levantarme pero mi cuerpo estaba demasiado rígido y pesado. Esto se sentía demasiado real era imposible que fuera una puta pesadilla. Miré una vez mas a las personas junto a mi, a los militares, al sujeto en la pantalla y todo el helicóptero. -Tiene que ser una puta broma de mal gusto !Carajo¡ -maldije molesto, desesperado y ¿por que no? asustado.
Morgan O'Connor Sus sentidos comenzaron a volver uno a uno. Primero, su audición. El mundo permanecía negro mientras un constante bullicio se agolpaba en sus oídos. ¿Esas eran... las hélices de un helicóptero? Con el correr de los segundos, más sonidos se sumaron a la orquesta: resuellos, quejidos bajos, pisadas metálicas. Intentó mover sus manos, pero éstas no le respondían; tampoco lo hacían sus pies. Empezó a ponerse nerviosa. ¿Qué estaba pasando? Luego, su visión. El mundo fue adquiriendo colores oscuros y difusos. Había una voz clara cerca suyo; era una voz masculina que blasfemaba y comenzaba a oírse cada vez más irritada. Sus quejas, sin embargo, perdieron relevancia cuando Morgan enfocó su vista y pudo reconocer el lugar donde yacía de espaldas. Las piezas encajaron de golpe. Giró su cabeza en todas direcciones, lo más que pudo, ya que aún su cuerpo apenas le respondía. Vio muchas personas tendidas en el suelo, como ella, recobrando la conciencia lentamente. Divisó hombres uniformados dispuestos en hilera, de pie frente a las paredes. Todos armados. Cuando la tranmisión comenzó, todos sus sentidos se abocaron a ella y Morgan sintió algo extraño e insoportable escalando por su garganta. Tenía miedo, estaba nerviosa. Una vez pudo moverse alzó un brazo para observar su mano, allí donde sentía un dolor punzante. ¿Qué era... esa gema verde? ¿Por qué iba incrustada en su piel? El miedo comenzaba a ganarle y Morgan respiró profundo, buscando ordenar sus pensamientos. Recuerdos fugaces se agolpaban en su memoria. Un hospital, luces fluorescentes, un frío de muerte, una voz profunda y divertida. ¿La misma voz que acababa de oír? Más atrás. Salía de clases, estaba llegando a su casa, unos hombres la rodearon. Ella gritó y luchó, pero su fuerza era ínfima. La cargaron en un vehículo y el mundo se fue a negro. Comenzó a boquear y ahogó los sonidos con ambas manos, buscando erguirse, mientras un hombre a su lado le gritaba a los uniformados y el clima general se tornaba cada vez más denso y caótico. Se repitió lo mismo una y otra vez en busca de aplacar la marea de pensamientos y emociones que amenazaban con inundarla. Mantén la calma, mantén la calma, mantén la calma.
Katrina Akaisa. La cabeza me martillaba con una insistencia espantosa y el ruido de las hélices solo lo empeoraba. El estómago se me retorcía y sentía que iba a regresar hasta lo que no había comido. Joder, aquello parecía una de las peores resacas imaginables. Noté a las demás personas junto a mí y solo pude pensar en que debía tener la misma pinta espantosa que todos ellos. Mareados, confundidos y... con esa maldita cosa en la muñeca. El dolor era palpitante y asqueroso. El brillo de la pantalla al encenderse envió un martillazo de dolor nuevo y agudo. Nos daba la bienvenida, ¿pero a qué? ¿Por qué demonios podría costarnos la vida? Antes de que me diese cuenta el corazón se me aceleró en el pecho, vuelto loco sin razón aparente, y respirar me resultó de repente extrañamente complicado. Las náuseas que sentía aumentaron. En mi mente relampagueron imágenes sin sentido. Luz cegadora, suero, un tacto ajeno y aquel extraño tipo salido de quién sabe dónde. Casi pude sentir la presión de sus labios contra los míos nuevamente. A mi agitación se le sumó una ira repentina. Cuando hice el intento de levantarme, el peso de algo en mi espalda me lo impidió y maldije por lo bajo. Deseaba echarme a llorar. Tenía la vista empañada, pero noté al grandulón que perdió la paciencia. Sus gritos y maldiciones solo empeoraron todo. El dolor de cabeza, las náuseas. La ira fluyó. —Hey, rabioso —Me dirigí a él con evidente hartazgo. Sentía el corazón atorado en la garganta, pero a pesar de eso fui capaz de hablar más fuerte—. ¿Harías el favor de cerrar la boca un rato?
Frederick Focker mi cabeza se sentía como si retumbase como si tuviera cerca mio rodeado de bafles con música. El dolor de la implantación era inquietante estaba totalmente mareado me tumbe al piso. Y recordé lo sucedido no entendía nada de lo que pasaba pero por lo que se me dijo en el hospital fui seleccionado pero no lograba recordar mas nada mi cabeza me mataba , había mas gente a mi al rededor con el mismo estado. -Donde estoy? que clase de prueba es esta? es un simulacro de mi tripulación?- aun trataba de entender el ataque sorpresa que me dieron al secuestrarme y poco a poco recordaba lo que había pasado . Me quise levantar bruscamente por que el ambiente no era bueno, pero algo pesado por detrás lo impidió y caí al suelo de culo eso me mareo aun mas . -Oye Soldado puedes sacarme esto de aquí soy Frederick Focker piloto de la fuerza de combate aérea del equipo Skull , creo que se han equivocado dentro de poco tendré el evento mundial para representar a mi país- Le dije al soldado que estaba mas cerca mio con algo de dificultas en el habla y tratando de acercarme a el.(Insane )
Elizabeth Rawlings Mis ojos se abrieron de nuevo gracias al estruendoso sonido de ... un elicoptero? Si, eso era, intente sentarme oara tratar de ver que era lo que pasaba, pero mi vista no era clara, escuchaba al rededor mas voces, al parecer discutian reflejando la misma situacion que yo. Mi cabeza no dejaba de doler y darme la sensacion de cansancio , busque en mi pequeña bolsa mis lentes y me los coloque dandome cuenta que en mi mano tenia una cicatriz, que era eso? Lo toque con la punta de mis dedos y un gran dolor recorrio mi brazo quejandome un poco —que interesante...— exclame para mis adentros, sacudi mi ropa delicadamente mientras veia como un sujeto estaba frente a mi apuntandome , no hice mas que verlo por unos segundos en silencio para despues ignorarlo sin importancia, que podria hacer en este estado? Las dudas me invadian mas a cada segundo ,que es lo que eran los objetos de mi bolsa? Quienes eran estas personas a mi alrrededor? El sujeto del televisor no era el de antes? Porque estoy yo aqui? Que deberia hacer?... Intente levantarme con mis debiles esfuerzos, pero no tuve exito, cai de rodillas, al parecer tenia sintomas de haber sido anesteciada y aun estaba bajo su efecto, solte un suspiro y no me quedo mas opcion que mirar y estudiar a la gente que estaba a mi alrrededor
Alexander Purchinov Pude escuchar un montón de voces gritando y chillando a mí al rededor, parecía que estuviera en un jardín de infantes, todavía estaba afectado por el ¿anestésico?, no sabía quién diablos era aquel enano burlón que me hablo y mucho menos entender sus cripticas palabras, ese no era el enfoque por ahora para saber la situación. Decidí esperar para abrir los ojos un poco más, dejar que mi sentido del oído se pusiera en orden — escucho hélices — muy fuertemente, el ciclo de movimiento y esa forma de cortar el aire la conozco, debe ser un CH-47, es la única forma en que me puedo explicar que entren tantas personas en un helicóptero. Abro los ojos lentamente para aliviar mi vista y me encuentro con... un montón de jovencitos tirados en el suelo junto a otro hombre que grita ser piloto y a un lunático insultando a un soldado frente a él. Soldados, están armados, nadie sabe lo que ocurre aquí, hay una pantalla frente a nosotros, a duras penas llegue a escuchar algo con tantas voces al unísono, escucho algo sobre una anestesia y estar llegando a algún lugar finalmente. Maldición, tengo la vista muy borrosa para siquiera diferenciarlos bien, mucho menos se diga identificar si pertenecen los hombres armados a alguna acción terrorista o algo parecido, no mencionaron nada de ello y si lo fueran, ya se hubieran presentado, recuerdo una lección de mis tiempos en la academia militar: "Principios de la Ley de las Guerras: Las guerras deben ser llevadas a su fin lo más rápidamente posible." Debo mantener la calma y esperar, estando aquí encerrado no puedo hacer nada ni aunque estuviera en buen estado, no se pilotear una de estas cosas y mucho menos si estamos en mar abierto o cuanto combustible le queda como para cambiar su rumbo a algún lugar conocido. Solo puedo mantener la calma y esperar a estar en tierra. Intento levantarme pero la pierna me falla y caigo de nuevo al suelo, estuve tirado aquí con el resto en una mala posición mientras estuve inconsciente y mi pierna ahora se reciente, me duele la muñeca pero sigo viendo borroso, utilizo mi otra mano para sentir con el tacto la zona que me duele, hay una gasa puesta en mi muñeca, al quitarla con cuidado siento una textura costrosa en mi muñeca, duele, pero no debo mostrar señales de debilidad, me quedo con los ojos cerrados e intento recostarme de un lado, mi corazón esta acelerado pero no tengo miedo, he pasado por infiernos peores aunque fue hace ya casi 20 años atrás. — Alexander, ya no eres un soldado ¿porque estas emocionado por algo como esto? — me repito a mí mismo dentro de mi cabeza, no sé qué ocurre pero... me siento bien, confundido, pero una pequeña parte de mí se alegra y eso me da miedo.
Rachel Gardner Cientos de sensaciones atravesaron su cuerpo en el instante en el que comenzó a recobrar la consciencia. Sentía el frío suelo contra su mejilla, sus cabellos acariciar con suavidad su rostro, esparcidos sobre el suelo, un peso sobre su cuerpo, y un dolor punzante e insistente en su mano derecha. Seguidamente, después de recobrar el sentido del tacto, vino el oído, y con ello decenas de voces se mezclaban en sus tímpanos sin orden ni concierto, cada vez más elevadas e irritadas por su tono de voz, camufladas por el fuerte ruido de unas hélices muy cerca de donde se encontraba. Con su cabeza aún martilleando con insistencia logró abrir sus ojos, dos orbes azules que divisaban sin brillo aparente la situación que tenía en frente, mientras la vista se acostumbraba al conjunto de luces y sombras que conformaban aquella pintoresca escena. Estaba tirada en el suelo, de costado, observando con rostro inexpresivo cómo varios extraños se encontraban en su misma situación, maniatados e intentando en un arranque de lucidez erguirse, siendo golpeados por la realidad al instante en el que las punzadas de sus cuerpos anestesiados los devolvían de nuevo al suelo. Rachel no recordaba nada, intentar despejar la bruma que dominaba ahora su memoria solo le traía más y más punzadas dolorosas, por lo que se limitó a permanecer tirada en el suelo, con calma, con sus dos ojillos observando una a una a las personas que se encontraban allí intentar escapar sin éxito. Ella, por su parte, no necesitaba imitar sus pasos. El impulso por tratar de escapar era inexistente. Y a los pocos minutos, desinteresada, volvió a cerrar los ojos, apoyando su mejilla en el suelo una vez más. "Ah, parece que sigo viva... Vaya".
Andrea Dalcorvo — Cazzo di merde... La frente me palpitaba, y mis ojos se abrieron de a poco, intentando asimilar las imágenes que ocurrían frente mío, en una vorágine de colores, sonidos e incluso olores. ¿Resaca? No, no era resaca. Al menos, no tenía el fuerte olor a whiskey que me solía quedar después de una de esas. No, esto era una especie de droga o anestesia. Me froté la frente, mientras me sentaba en el suelo. Pararse iba a ser complicado en el estado en el cual estaba. No era la primera vez que me drogaban de esa manera, así que sabía mis limitaciones. Obviamente, el tipo que se encontraba gritando no lo hacía. Observé a mi alrededor, con los ojos entrecerrados, todavía grogy por los efectos de lo que sea que me hubieran inyectado. Estábamos en un helicóptero, al parecer. ¿Estábamos? Sí, estábamos. Al menos eso quitaba la posibilidad de que me habían llevado porque le debía dinero a alguien. Un segundo, ¿le debía dinero a alguien de aquí? Pasé la mirada rápidamente por los rostros con expresiones perdidas o confundidas. No, no le debía dinero a nadie de esos. Y tampoco a la fuerza militar que teníamos al frente, apuntándonos con armas. En momentos como estos, quisiera que me hubieran secuestrado por cosas tan simples como dinero. Una pantalla comenzó a mostrar luz y sonido, dejando ver a un joven no mucho más grande que yo, vestido como si quisiera imitar a algún villano del cine noir de los años 80. Dio sus amenazas, sobre un juego que nos iba a costar la vida, y que pronto estaríamos en nuestro destino. Muy bien, no podía hacer mucho más. Tenía un gran peso en mi espalda, mis piernas me fallaban, y soldados con cara de pocos amigos se encontraban con el cañón de sus armas apuntando directamente hacia nosotros. Suspiré mientras me rascaba la cabeza, pero ese movimiento hizo que una expresión de dolor que pude disimular a duras penas recorriera mi rostro. Miré mi muñeca, en donde una extraña gema o aparato verde yacía sobresaliendo de mi piel. Era bastante bizarro, la verdad. Volví a revisar a los involuntarios pasajeros que compartían mi misma suerte. Seis mujeres (un par parecían peligrosamente jóvenes, de no más de 20 años, ¿qué habrían hecho para que les ocurriera esto?), dos viejos (uno parecía ruso, de esos clásicos ex-agentes soviéticos de la KGB; y el grandulón que se había encargado de destrozarnos los tímpanos con sus quejas) y un joven que parecía tener mi edad, que se decía ser piloto, o al menos, es lo que creo haber escuchado. Un grupo variopinto. A pesar de todo eso, tenía la sensación de que algo me faltaban. Me estaba olvidando de algo...¡Ah, cierto! Revisé en mis bolsillos, y suspiré aliviado al ver que todavía conservaba mi etiqueta de cigarillos y mi encendedor. Prendí uno de los cigarros y me lo llevé a la boca, dejando que el humo me llenara los pulmones y me calmara. Me habían tomado por sorpresa mientras tenía un pequeño recreo, y no iba a dejar que el hecho de estar secuestrado por alguien que mencionaba que seguramente iba a morir y ser apuntado por armas de grado militar me detuviera de poder completarlo. Lo único bueno de estar secuestrado era que Amanda no me iba a reprender por fumar en lugares cerrados.
Morgan O'Connor Una vez sentada, percibió el peso en su espalda. Intentó ver hacia atrás sin éxito, y entonces reparó en las mochilas que llevaban todos puestas. Se meneó un poco, buscó los abrojos de donde quitársela, cuando un uniformado le apuntó directamente al rostro. Comprendió el mensaje y dejó el equipo en paz, con su mirada clavada en el hombre. Podría haberle preguntado qué eran esas cosas o por qué todos las llevaban puestas, pero supo que sería saliva malgastada. Esos tipos no estaban ahí para esclarecer dudas, sino para mantenerlos contenidos. Giró la cabeza en varias direcciones, inspeccionando a los demás. El hecho de que no fueran todas mujeres en cierto punto la aliviaba, puesto que eso descartaba la idea de una red de trata. Buscó ordenar los fragmentos de información en su mente. Un helicóptero, hombres armados, gemas en sus manos, mochilas para cada uno. Un sujeto hablando sobre un juego. El destino del viaje podía ser cualquiera. Eso realmente parecía la fantasía de algún multimillonario lunático. Los uniformados serían una pérdida de tiempo, pero decidió probar suerte con quienes parecían encontrarse en su misma situación. Los observó uno a uno: el grandulón gritándole a los guardias, la muchacha que le bramó con los nervios encrespados, otro sujeto buscando respuestas en los uniformados, algunos aún tendidos en el suelo. Se decantó por quienes parecían más tranquilos. —Oigan —le murmuró al muchacho del cigarro y a la morena de anteojos que había intentado incorporarse—. ¿Tienen idea qué son estos? —inquirió, señalando hacia su espalda.
Andrea Dalcorvo "Oigan. ¿Tienen idea de qué son estos?" Me giré con mirada despreocupada en dirección a la voz que me hablaba, mostrando a una muchacha que no era más que una niña. ¿Qué diablos hacía allí? ¿Con que razón estaba junto a todos nosotros? Mi mente comenzó a ir por distintos caminos posibles. Si estaba aquí, era porque alguien la quería muerta. De mí no era de sorprenderse, considerando el estilo de vida que llevaba, ¿pero una chica que recién entraba en la adultez? ¿Acaso sería por un ajuste de cuentas entre familias, o habría alguna herencia en juego? Tal vez la niña era mucho más peligrosa de lo que dejaba ver, así que habría que ir con cuidado. No se podía confiar en nadie en estas situaciones. — La verdad no tengo idea, preciosa. Aunque por como se ven y lo que pesan, puede que sean paracaídas. Y si es así, quiere decir que esperen que saltemos desde este helicóptero hacia vaya uno saber dónde. El problema (o la solución, dependiendo de para que lado lo mires) es que no se cuantos de ustedes saben saltar en paracaídas.— dije, soltando una bocanada de humo al aire y mirando a la joven directamente a los ojos.— Y tal vez ese grupo te englobe. Si el objetivo de ese figlio de putana del traje y la sonrisa sardónica es matarnos a todos, tirarnos en paracaídas es una muy buena opción para empezar. Lo mejor que te puede pasar es que te rompas las piernas, y el dolor y la adrenalina te mantengan lo suficientemente consciente como para ir a conseguir un refugio o ayuda médica. En el peor de los casos, pues... Hice un ademán con las manos, que significaba que uno iba a estrellarse contra el suelo, acompañándolo por un silbido y un ruido húmedo con la boca, para enfatizar todavía más lo que iba a ocurrir. Me encogí de hombros y le di otra chupada a mi cigarro, mientras exhalaba el humo por la nariz. Sería una pena que alguien lindo y joven como ella termine como una pulpa sanguinolenta en el suelo, pero si esas eran las opciones, no podía hacer mucho más. Bah, en realidad si podía. Podía ver la cara de Amanda, en un gesto de reprimenda, retándome por no ayudar a la gente. Intenté borrarla de mi mente, pero la maldita vieja era muy insistente. Tiré la cabeza hacia atrás y exhalé, exasperado. — Maledetta arpia...— susurré en voz baja, y volví a posar mi mirada en la niña.— No sé cuanto te sirva, pero...para abrir el paracaídas tienes que tirar de estas agarraderas, ¿las puedes ver? Si no se abre, no te preocupes, suele haber uno de emergencia, que se activa justo aquí. Ahora bien, lo más importante es que caigas con los pies, ¿sí? Así que siempre apunta hacia abajo con las piernas. Anche, no sé a cuanta altura estaremos, pero no debes esperar más de un par de segundos para abrir el paracaídas. Los cuerpos caen muy rápido desde grandes alturas. Y por último, fíjate de caer siempre o en árboles, o en nieve o en montículos de paja, no sé, lo que merda haya ahí abajo. Tendrás más chances de romperte las piernas que de morir, si es así. Di la última chupada y arrojé la coletilla hacia los soldados, mirándolos con expresión aburrida, mientras dejaba que el humo se escapase por mis fosas nasales y la comisura de mi boca.
Morgan O'Connor Vaya, a ese extraño sí parecía gustarle hablar. Permaneció atenta y seria, absorviendo cada una de sus palabras, mientras divagaba un poco sobre las razones de los paracaídas que llevaban en la espalda. Sus ojos se dirigieron a su juego de manos cuando imitó el ruido de un cuerpo deshaciéndose contra el suelo y frunció ligeramente el ceño. Se lo veía despreocupado, quizá demasiado. Cada fibra de su cuerpo le gritaba que no confiara en nadie, ni siquiera en aquel sujeto que, en un repentino ataque de misericordia, se puso a explicarle el funcionamiento del paracaídas. Lo observó serena, sopesando las posibles respuestas. —Gracias —murmuró bajo, luego de asegurarse de memorizar sus indicaciones, y sonrió—. Posiblemente habría acabado como predijiste. ¿Cómo te llamas? No tenía idea qué rayos estaba pasando allí, sólo sabía que dentro de ese helicóptero no encontraría las respuestas que buscaba. Su mejor opción, de momento, era comenzar a jugar las cartas que le habían tocado.
Elizabeth La gente ahí no paraba de actuar como ratones enjaulados, tratando de averiguar como librarse de esta situación cuando evidentmente no teníamos oportunidad, quizás no por el momento, la anestesia se me pasaba a cada segundo permitiéndole pensar más claramente y analizar con más complejidad a mis aparentes compañeros, sí así se les puede llamar, estábamos en una espece de juego en las manos del sujeto de la televisión, eso era obvio, pero ¿porque eramos tantos ? Hasta que una voz no muy lejos pareció dirigirse a mi y a un joven quien tampoco estaba muy lejos, los escuche hablar y una pequeña risa salio de mi —opino que hay que simplemente esperar... Pero no deberíamos estar interactuando tanto ¿ no les parece raro que estemos juntos en esto? Digo es un secuestro y estamos rodeados por armas, no creo que se trate de una fiesta de té para conocernos — pronuncie acercándome a la chica de cabellos cortos azulados disimuladamente, ya que ella había sido la primera en hablarme y muy discretamente me senté a su lado, extrañamente los soldados de al lado no me detuvieron. Senté mi cabeza en su hombro y le susurre —te has dado cuenta ¿no? Que son estos objetos en tu bolsillo?— con una voz apenas audible para ella, necesitaba información ya sea en contra o a favor, no se sabía que intencined tenían con nosotros, pero no iba a esperar a que atacarán primero. GigiBlanche Reual Nathan Onyrian
Aisha Nakamura. Se llevó la mano a la cabeza que parecía a punto de explotarle, mientras se incorporaba con dificultad, sentándose a duras penas. Dejó que sus ojos recorrieran su cuerpo, examináandose, movió sus extremidades corroborando que todo estuviese correctamente funcionando, se dio cuenta que la anestesia hacía que sintiera sus miembros pesados, pero estaba bien "relativamente". Las voces a su alrededor la sacaron de su introinspección. Aún abría y cerraba las manos para recuperar su completa movilidad, ya que sentía la desagradable sensació de tenerlas dormidas mientras observaba a su alrededor. Viendo a las personas irse despertando y examinándose como ella, sus expresiones le dejaban claro que tampoco sabían porqué. Escuchó la pregunta de la chica cerca de ella. Y se llevó la mano a sus propios bolsillos. Sintió la forma conocida de su teléfono celular y su caramelo, eran las cosas que había puesto allí luego de salir de la piscina. Evaluó la situación. Estaba rodeada obviamente de personas secuestrada como ella, custodiados por guardias que se limitaban a estar apostados allí, armados. Así que sus posibilidades de escapar y con el cuerpo en esa condición era un completo y gran CERO. El ruido de la hélice parecía arrullarlos. Estaban en un helicóptero... realmente estaba jodida.
Andrea Dalcorvo "Gracias. Posiblemente habría acabado como predijiste. ¿Cómo te llamas?" — Wow, bambina. Otro consejo gratuito. El tipo de la tele dijo que íbamos a jugar un juego, y probablemente íbamos a morir. Esto parece esa extraña película con el muñeco ese que encerraba a la gente y la torturaba. Si es así, quiere decir que todos o la gran mayoría moriremos. No creo que quieras saber el nombre de alguien que está sentenciado a muerte.— dije, sin mirarla a los ojos. Lo bueno es que no tuve que relacionarme mucho más, pues la chica de los lentes de sol se...¿apoyó en su hombro? Vaya, tomaba confianza rápidamente. Le dijo algo sobre revisar sus bolsillos, buscando algunos objetos. Al parecer, todos habíamos sido transportados con algo. El hecho de que me hayan dejado con mis cigarrillos había sido un alivio. El problema iba a ser cuando se me acabaran. Ahí comenzaría todo el quilombo. La chica morena de las gafas se mostraba especialmente interesada en los objetos de la otra. O era alguien a quien le gustaba levantar jovencitas y aprovechaba el momento de apuro, o su razón era más simple: quería conocer con que ventajas contaba el otro. Y si era así, quiere decir que veía todo esto como una especie de enfrentamiento. Lo cual podría ser verdad. Una razón mayor para no darle mi nombre a nadie. Nunca sabía que vida podría haber arruinado de forma indirecta debido a mis acciones, así que lo mejor era mantenerse callado. Simplemente me quedé observando alrededor, evaluando y examinando al resto de los pasajeros. Si íbamos a ser rivales, tal como la anteojuda parecía suponer, un exámen rápido de cada uno iba a servir bastante.
Morgan O'Connor No respondió a las palabras del sujeto del cigarro, simplemente lo observó mientras hablaba en profundo silencio y lo descartó mentalmente. No tenía sentido hablar con alguien que ni siquiera quería confiarle su nombre. Entonces, la castaña se acercó a ella y sin preámbulo alguno se apoyó sobre su hombro mientras le susurraba algo al oído. Morgan la vio de reojo, preguntándose qué rayos le pasaba, pero prefirió aplacar su descontento de una perfecta desconocida invadiendo su espacio personal. Se llevó las manos a los bolsillos, y por la forma y sonido que recibió, supo qué había dentro. Pudo recordarlo, eran las cosas que llevaba encima cuando aquellos hombres la abordaron en la calle. Sabía que tenía que tomar una decisión rápida. Inspeccionó a la gente a su alrededor, cuántas personas realmente estaban prestándole atención, y extrajo el móvil de su bolsillo izquierdo. —Es mi celular... —murmuró, analizándolo—. No le quitaron el chip ni nada. —Frunció el ceño. ¿Por qué le habían permitido conservar una herramienta de comunicación? Sólo se le ocurría una respuesta—. Lo más probable es que estemos yendo a un lugar sin señal móvil. Las posibilidades comenzaban a reducirse en su mente, pero eso no las hacía más tranquilizadoras. ¿Espacios naturales, quizá? Tendría que ser alejado de cualquier antena repetidora. ¿Una selva? ¿Una montaña, quizás? ¿Una isla?
Aisha Nakamura. —Querrás decir que ya no tenemos señal —corrigió Aisha a la chica que tenía también un celular y le mostró la pantalla del suyo donde se leían claramente las palabras "Sólo llamadas de emergencia" que indicaba que aunque tenían aquel aparato estaban completamente incomunicadas. Dejó escapar un suspiro cansado, tratando de mantener la calma y pensar qué demonios estaba pasando aquí. Parecía sacado de un libro de crimen y terror.
Morgan O'Connor Le lanzó una mirada fría y serena a la chica que le había hablado. Genial, más gente sumándose al club de divagaciones deductivas. Esto comenzaba a adquirir color. —Ahora mismo, la señal podría estar siendo bloqueada por el helicóptero en el que viajamos, o podríamos estar sobrevolando un océano y haber perdido la comunicación momentáneamente —explicó, en voz neutra—. Sea de la forma que sea, te recomiendo apagarlo o ponerlo en modo avión. Quién sabe cuánto necesitemos las pocas cosas que tenemos encima. Cuando terminó de hablar, desvió su mirada para hacer con su móvil lo que acababa de recomendar. Lo devolvió a su bolsillo y exhaló por la nariz lento y pausado.
Elizabeth Vaya parece que no era la única a la que le habían dejado sus pertenencias, ahora aquí la cuestión era ¿para que? Y ¿en que podrían servirme mis cosas para sobrevivir? Volví la mirada al océano, íbamos sobre el océano que extrañamente me hacía sentir calma, sí, apesar de la situación, solté un suspiro y voltee a mirar a la demás tripulación , parecían buenas personas, digo si esto se trataba de hacerles daño en algún momento, quizás no podría, esa chica de cabellos blancos por ejemplo, se ve tan frágil e inocente, ¿como es que le pudieron hacer esto?. Con excepción del sujeto que se identificó como militar, quien sabe aunque sea piloto, uno nunca sabe como lidiar con alguien cuyo entramiento se basa en formar una actitud fuerte para tener la sangre fría, no me imagino con posibilidad contra el. En todo caso aquel chico se tornaba tranquilo fumando unos sigarrillos como si la vida no le pasara, indispuesto a soltar información personal, quizás resulte ser el más peligroso o en todo caso in gran aliado... No dejaba de analizar a mis compañeros e idearme ideas en la cabeza, quizás no estaba tan tranquila después de todo, el observarlos de pies a cabeza a cada uno era mi manera de no exponer mi intenzo miedo a no saber que nos espera al bajar de aquí..
