Hechizo de prisión

Tema en 'Relatos' iniciado por Thithalia, 18 Junio 2013.

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    Thithalia

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    Aries
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    Escritora
    Título:
    Hechizo de prisión
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    824
    Escrito basado en "Me enamore de ti" de Chayanne.


    Hechizo de Prisión



    Despertó a mitad de la noche aproximadamente se paró a mitad de la celda mirando la pared sin ventanas.

    —¡Brios! ¡Hey, Brios! —la oficial la llamaba, luego de unos segundo volteó. —¿Qué carajos te pasa?

    —Nada, no se. —la mujer parecía confundida y desorientada.

    —Vuelve a dormir —dijo y ella acató la orden de la oficial.


    Esto sucedía todos los días, desde que llego ese nuevo reo. Se rumoreaba sobre él, se decía que era un hombre poderoso y que sucumbió a la locura de la grandeza. De lo que si todos estaban seguros es que había matado a treinta y dos mujeres en tres años. Encarcelado en lo más profundo de aquella prisión. Le quedaba una semana de vida y solo pidió dos cosas, la primera salir de su celda a ver el amanecer y la segunda la pidió el tercer día: Conocerla a ella.


    —¿A quien desea conocer? —preguntó el Alcalde.

    —A la mujer que todas las noches me espera.


    Solo dijo eso, pero la oficial Mayers sabia de que hablaba, así que con gran consternación los reunieron en el patio. Cuando ella lo tuvo en su campo de visión se detuvo, sus ojos se encontraron y conectaron, ninguno de los presentes pudo respirar. Ella avanzó a el lento, el avanzó un paso y con dificultad puso su mano derecha en la mejilla izquierda de ella, mientras recostaba su mejilla de la mano de él.

    Cuando el oficial de él reaccionó tiró de su cadena y él perdió el equilibrio cayendo al suelo. Y la mujer soltó un chillido y corrió hacia el, cayendo en la tierra, le toco la frente con ambas manos.


    —¿Estas bien? —preguntó con expresión afligida.

    —Preciosa. —dijo y ella se sonrojó furiosamente.


    Al cuarto día ella se sentó a su lado y recostó su cabeza en las piernas del hombre, el acarició sus cabellos y con una sonrisa de confusión le quito su diadema –que raro, un objeto personal. Los oficiales miraron con sorpresa eso.


    —¿Cómo lo hiciste?

    —Nada, solo lo jale ¿Qué es tan raro?

    —No se le sale…

    —Estas roja, Brios —dijo la oficial Mayers.


    Tomo a la mujer de los cabellos volteándola pare ver su rostro, el hombre sonrió sensual y malvadamente. —Me… ¿Perteneces?


    —Desde siempre, Dante. —dijo ella roja. El sonrió calmadamente. Talvez el amor si era para él.


    El alcalde estaba reunido con el fiscal. Según el único testigo sobreviviente, cuando conocía a una mujer la miraba con frialdad, la seducía, se la llevaba a la cama, la botaba y luego llamaba para verse y la mataba. Pero con esa niña era distinto.


    —¿Qué tramará?


    Quinto día, pidió una cena de mariscos para dos, cosa que terminó en el comiendo y ella azul. Ella odiaba los mariscos.

    Sexto día. Ella lloraba, sus lágrimas inundaban su camisa y bañaban su cuello. No sabía que le pasaba con esa mujer, pero la quería para él. Cuando la oficial se la llevaba volvía a sentir ansiedad, volvía a emitir una aura oscura –cosa que se daba cuenta el pobre guardia. Ella lo sintió cuando el salió de su celda y pasó frente a su piso, y él la sintió despertar.

    Era una niña, juzgada como adulto.

    Séptimo día, pidió que estuviera presente en su muerte. Allí estaba a un metro de los familiares de los muertos, estos lo miraban con odio y otros lloraban.

    —¡Maldita sea! ¡Cierren el puto hocico! ¡Ya se murieron. No ganas nada con llorar! ¡No va a regresar! ¡Mírenlo con odio, hagan realidad los deseos de los caídos! ¡Pero dejen de mostrar tanta debilidad ante un pobre imbécil sufrido! —gritó su mirada azul, frívola y amenazadora que callo a los presentes.

    —Así que esa es la tú normal —dijo con suavidad el hombre. Ella lo miró, su mirada era triste. —Nos veremos de nuevo, no pongas esa cara.

    El cura hablaba y ellos solo se miraban, mas todos lo miraban a él. El cura se alejó y la trampilla se abrió.

    —Me enamoré de ti. —Lo miro hasta que ya no pudo respirar. Ella cayó al suelo, sus piernas no respondían.

    Los días fueron pasando y ella parecía marchitar con los días. El 26 de septiembre hubo una revuelta de los prisioneros hombres, luego atacaron la prisión femenina desde afuera, y lo único que se llevaron su un reo. Annabelia Brios.
    prision
    En la habitación de un viejo Chalet están reunidos siete hombres de feroz apariencia y elegante apariencia, los mayores midiendo al menor. —Ya paren, parecen leones a por la comida que las leonas han conseguido. —dijo una mujer de cabellos negros y sonrisa dulce.

    —Cariño, cállate. —ordenó.

    —Cállame —retó. Él sonrió y ella cayó en un hechizo, caminó hacia él y se sentó a sus pies pegando su cabeza a su rodilla.


    —Bueno, puede que si puedas con esto, Dante…
     
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