Heart and Soul

Prologo



Su corazón se aceleraba. Ya no sentía los pies de tanto correr, y el sudor de su frente le empañaba la vista. Maldijo por lo bajo al darse cuenta que, el utilizar su última carga de energía en aquellos guardias, fue una mala elección. Ya que ahora tenía a la mitad de los Cazadores de Magos detrás de él.

No debió haber robado aquella pieza, no de haber sabido que le tendrían preparado una emboscada. Él, que era el ladrón más buscado por todo El Consejo. Se dejó caer en aquella trampa y para ellos fue, como entregarse en bandeja de plata. Se sentía agotado. Podía sentir la proximidad de los cazadores pisándole los talones. Debía de hacer algo, y rápido. De lo contrario sería capturado y llevado ante el Ministerio de Magia, para luego ser ejecutado por sus crímenes.

Un haz de luz se atravesó en medio del camino, envolviéndolo como una cuerda. Detuvo el paso y cayó al suelo de rodillas. Soltó un pequeño quejido al sentir la presión de aquella especie de soga luminosa aplastarle los órganos y las costillas.

– ¡Diablos! – maldijo cuando noto que su respiración se entrecortaba. Llevo su frente hacia el frio piso de la calle. Unos hombres llegaron a donde estaba y lo rodearon completamente; el que aparentaba más edad se arrodillo frente a él.

– ¿Pensaste que te librarías del Consejo? –Hablo Francis Constantine, el líder del escuadrón de Cazadores del Sur. Un hombre entrado en años, de complexión delgada, pero firme. El cabello blanco, característico de su familia, junto a su mirada oscura y profunda, le daba un aspecto sereno y calculador. – No eres muy listo al parecer, Daniel. –le levanto el rostro para verlo a los ojos y dedicarle una sonrisa burlona. Daniel Evans gruñía por lo bajo, mientras se retorcía entre las cuerdas.

–Agh. – se quejaba, algo muy extraño en él. Ya que siempre tenía una carta bajo la manga. Algo planeaba, porque; Daniel apodado “El lobo azul” no se dejaba capturar tan fácil. Busco entre sus bolsillos, evitando que la cuerda le cortara la circulación, una pequeña pieza de metal, plateada con una especie de cruz y algunas piedras incrustadas en él. La tomo entre sus dedos y dirigió una sonrisa de lado a su captor.

– ¿Sabes una cosa, Francis? –se irguió, pero sin ponerse de pie, enfrente del líder de aquel escuadrón, para luego comenzar a reír y pronunciar estas palabras: –Ninguno de ustedes, podrá jamás, ponerme un dedo encima. Porque yo… –Hizo un ademan con la cabeza y trono los dedos, a lo que Francis retrocedió al ver que una especie de luz brotaba de la mano de su prisionero. –Soy el mejor ladrón que existe y ante ustedes, voy a desaparecer. – el brillo que provenía de su mano se expandió, por su brazo, esto alerto a los demás que, por instinto, se abalanzaron contra él.

–Abracadabra– y pronunciando estas palabras, desapareció ante todo el escuadrón. Dejándolos asombrados y aun líder bastante enojado.

–Maldita sea Daniel. Cuando te ponga las manos en cima…lo lamentaras–.


En medio de una calle oscura, una joven paseaba algo desorientada mientras leía, de repente una luz de color azul la envolvió abriendo frente a ella una especie de hoyo en el aire. Un muchacho de cabello oscuro y ojos del mismo color salió de esa especie de portal, sorprendiendo a la chica y cayendo sobre esta.

– ¿Qué demonios?.... – chillo la muchacha al ver que sobre ella se encontraba un chico inconsciente. Sin saber que hacer se quedó observándolo…su día no pudo haberse puesto más interesante.