One-shot Hair [Pokémon Rol Championship]

#PrayForMimilyToBeCanon

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Sus dedos se movían ágiles y ligeros, deslizándose con cuidado por su cabello dorado ahora suelto.

—Tienes el pelo muy bonito, Mimi—susurró—. Deberías dejártelo suelto más a menudo~

Mimi, con la cabeza apoyada sobre su regazo le dirigió una mirada de circunstancias. La suavidad con la que Emily tocaba su cabeza y el ambiente cálido e íntimo la habían sumido en una atmósfera profundamente relajante.

Incluso si en un principio se había rehusado, avergonzada, a apoyar la cabeza sobre sus muslos cuando Emily se lo pidió ahora se sentía tranquila y en paz con el mundo.

Casi como... si no hubiera lugar mejor. Adoraba esa sensación de intimidad y conexión aunque no se atreviese a admitirlo.

—¿Tú crees?—cuestionó. Se llevó su mano derecha al flequillo—. No me gusta llevar el cabello completamente suelto. Pero quizás recogerlo en dos coletas sea un poco infantil...

Emily se llevó un dedo a los labios, pensativa. Era un gesto que solía hacer a menudo. Se llevaba el índice a los labios y alzaba la mirada como si buscara las ideas dentro de su cabeza.

—Hmm... ¿quizás? La verdad es que a mí me gustas no importa lo que lleves.

Oh.

Oh.

Su rostro enrojeció como una chispa. Aquella respuesta fue tan inesperada que no pudo evitar que su corazón saltase en su pecho ante lo que se sintió como un golpe bajo y directo a su barrera. ¿Pero por qué siempre tenía que hacer esas cosas?

Lograba ponerla nerviosa sin ni siquiera molestarse demasiado en actúar.

—¿A-a qué viene esa confesión tan repentina?

Emily la miró con curiosidad. Las mejillas de Mimi hervían. Y aquella imagen la hizo sonreír. En general le gustaba verla sonrojada. Ver como se enervaba, como sus mejillas enrojecían, como su labio empezaba a temblar.

Era divertido.

Especialmente si ella era la causante de ese rubor.

—Es la verdad~—dijo. Se llevó la mano a su propio cabello y observó uno de sus mechones negros con interés—. De hecho me gusta el cabello rubio. ¿Quizás debería decolorármelo...?

—¡Ni se te ocurra hacer eso!—fue ella la repentina esta vez. La mirada sorprendida que Emily le dirigió la hizo darse cuenta de su error. Y avergonzada y orgullosa se apresuró a apartar la vista—. Q-quiero decir... eso sería un desperdicio. El mejor tono de cabello que puedes tener es el natural. Y... a mi gusta tu pelo negro ¿sabes?

Quizás era ese instante de intimidad lo que le hacía ser tan honesta. Debía ser eso. Quizás Emily la ayudaba a sincerarse. Quizás era porque la situación no era muy normal. O era todo lo normal que pudiese ser estar tumbada sobre las piernas de Emily en un banco de un parque de Témpera.

En cualquier caso Emily clavó en ella sus profundos ojos morados.

—¿Te gusta?—inquirió— ¿De verdad?

Mimi le dirigió una mirada de soslayo, preguntándose internamente si aquello era buena idea. Quizás sería más sencillo responderle con palabras. Decirle que sí, que de hecho amaba su cabello. Que de hecho, siendo sincera, amaba todo de ella.

Que no quería que cambiase nada.

Pero actuó de forma muy distinta.

—¿Eres tonta?

—¿Eh—?

Antes de que Emily pudiese replicar, alarmada, Mimi acercó sus dedos, pasándolo con suavidad sobre sus mechones negros. Se deslizaron entre sus falanges como obsidiana líquida, sueltos, libres. Sin nudos ni enredos.

Su voz enmudeció.

Quizás la situación por sí misma, el mero hecho de acariciar su cabello no era tan íntimo. Pero la forma en la que Mimi la miraba mientras lo hacía sí lo era. Porque ella no tendía a hacer esas cosas. No era una persona física.

Sus ojos azules tenían un brillo extraño. Parecía profundamente fascinada, abstraída por la forma en la que sus delgados dedos de pianista se deslizaban con soltura, acariciando aquellos mechones negros a los que tenía alcance desde su posición. La luz del sol de la tarde se reflejaban en ellos como una catarata ocre e intensa.

Y repentinamente fue como si su orgullo y su pudor dejasen de existir. Se hundieron, desapareciendo. Quizás ni siquiera pensó sus palabras, quizás sí lo hizo. Quizás solo se dejó llevar por la situación.

—Me encanta.

Sus palabras sonaron brutalmente honestas.

Y a pesar de que solía pasar justo lo contrario, quizás porque la situación era atípica o quizás porque su carazón dio un salto, fue Emily quien enrojeció.