Habitación Alan "Crow" Jordan

Antes de entrar en la habitación puedes notar que posee una pequeña especie de tarjeta en la que está una pequeña figura de ti, pixeleada. Al entrar puedes encontrar un baño, sin bloque, osea, no se puede cerrar con seguro. Además, una cama, un escritorio con su respectiva silla y en los cajones un juego de herramientas que podrás utilizar como lo desees.

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@GalladeLucario

 

--Hmpf --fue lo único que alcancé a decir cuando abrí la puerta de mi habitación. A decir verdad, no estaba mal, pero tampoco era gran cosa.
Al curiosear por los cajones, encontré una caja de herramientas, nueva y sin utilizar. Me pregunté para qué podría querer utizilar esas herramientas, pero bueno. Tenerlas a mano nunca puede venir mal.

 

Entré en mi habitación y me recosté en mi cama. Saqué de mi maleta, que aún no había organizado, el primer libro de todos los que traía, dispuesto a leer. Era "Diez Negritos", de Agatha Christie.
Ya había leído ese libro varias veces, pero siempre me apetecía volver a hacerlo. Pensé por un momento en el argumento; varios desconocidos encerrados en una mansión, y uno a uno van muriendo todos los presentes.
Sería muy gracioso que a nosotros nos pasase lo mismo. Después de todo, el ambiente parecía ser ese: desconocidos, encerrados en una academia. Solo faltaban los asesinatos.

Dejé a un lado mis pensamientos y leí un poco.

 

Upupupupu. -Dejó un periódico sobre la cama del super ladrón de secundaria.
En él se podía ver que los super robos que se habían cometido no habían sido cometidos más que por un "ladronzuelo novato", alguien que nunca cometería un robo perfecto. "No es más que un idiota dicho ladrón. A final de cuentas, lo atraparemos, y en su propio juego, perderá".

Monokuma salió de la habitación riendo. ¿Los estudiantes estarían dispuestos a matar cuando se enterasen de aquellas cosas?

 

Entré en la habitación, y me fijé en un periódico que estaba sobre la cama. Lo cogí y leí los titulares de la portada.

—¡¿Pero qué cojo...?! —exclamé, con mis venas a punto de estallar de la irritación.

Abrí el periódico y leí el artículo dedicado a mis robos. En uno de los fragmentos aparecían todas y cada una de las mansiones y demás lugares que había robado, ¡todas! ¿Cómo era posible? ¿De verdad habían descubierto todos mis robos?

—¿Ladronzuelo novato...? —murmuré mientras apretaba el periódico con fuerza.

Con ira, partí en dos el CD que tenía allí guardado y troceé el periódico en pequeños trozos. Ni quería ni debía mantener eso allí.

—¿Así que estás obsesionado con que mate a alguien, eh? ¡Muy bien, Monokuma, muy bien! —dije mirando a la cámara—. ¡Pues tengo que decirte que no pienso hacerlo! ¡Necesitarás darme un motivo mejor para que lo haga! ¡Después de todo, si estos periódicos son reales, y salgo de aquí, me pillarán! Permanecer aquí por el resto de mi vida es una opción válida que me protegerá del fracaso, y lo sabes. Y sabes que no me importa quedarme aquí años, décadas o siglos.

Dicho eso, me dejé caer en la cama, y cerré los ojos. Necesitaba dormir aunque fuese solo un poco.

 

-¿Y quién ha dicho que la policía no te ha pillado aquí, Crow, o en otro lado? Debes saber que un perdedor no sólo pierde vivo y ellos ya te dieron por muerto cuando descubrieron tus robos. Upupupu. Eres sólo un ladronzuelo novato que, obviamente, perdió ante las autoridades. Y ni se molestarán en buscarte; te lo repito: han de pensar que te atraparon y te mataron. Novato. Upupupupupu. -Dijo la voz de Monokuma, riéndose, en la cabeza del chico. Extorsión, eso era lo mejor. A pesar de que al final no asesinara a alguien, volverlo loco era una opción muy viable.

 

—Hmpf —dije, aún tumbado en la cama con los ojos cerrados—. Es una forma diferente de comprender la derrota. Pero yo no he perdido contra las autoridades, sino contra ti. Mis robos son perfectos, eres tú el que ha hecho que dejen de serlo, con tus pruebas incriminatorias. Ya me encargué de que culpasen y encarcelasen a inocentes por mis robos, así que si es cierto lo que dices, mi derrota ha sido contra ti, no contra la policía —sonreí—. Pero solo has ganado esta batalla, no la guerra.

 

-Jajaja, bonita manera de pensar, aunque sea poco cierta. ¿Super Ladrón de Secundaria? No deberías de llamarte así. Tus robos siempre son fallidos, hasta el ser más tonto puede notarlo. Pero como el ser humano es tan iluso, siempre busca pistas complicadas, y no obvias.-El osito sonrió aún más de lo que podía- Gané la guerra, porque tú, novato, no eres más que un ladronzuelo de tercera clase. -Dijo aquello y se dejó ver.

Se encontraba no en la mente del chico, sino debajo de su cama.

-Que ni has podido notar que siempre he estado debajo de ti. Siempre voy un paso adelante. -Se rió con aquella risita diabólica y salió de la habitación de lo más tranquilo, las reglas no permitían que los estudiantes insultaran ni hirieran físicamente al director.

Era intocable.

 

—Bah —dije, cuando ya había salido—, ya veremos quién gana realmente —y, tras decir eso, al fin logré dormir.

 

Me tumbé en mi cama, ojos abiertos, y miré a la cámara que me apuntaba.

—Venga, señor director. Dame una alegría y dime que ya podremos ir a la segunda clase de juicio. Me aburro.