Ciencia ficción Gusanín gusanón

Tema en 'Relatos' iniciado por Elliot, 9 Diciembre 2020.

  1.  
    Elliot

    Elliot Usuario común

    Tauro
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    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Gusanín gusanón
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2383
    Desde que naciste, todo ha estado oscuro y muy apretado. También muy movedizo, pues lo que te apreta son tus incontables compañeros con los que compartes el lugar, en el que afortunadamente siempre había comida suficiente para todos. Por desgracia eso últimamente ha empezado a cambiar, y ahora que la comida empieza a escasear y en su lugar empiezan a abundar visitantes más hostiles que atacan y devoran a los demás te ves forzado a abandonar la comodidad de lo conocido aventurándote al exterior.

    Ahora nadas a través de un frío océano de arena. Instintivamente vagas por ahí sin sentido de la dirección, guiándote solo por dónde vas encontrando la mayor cantidad de presas. Este método te acaba guiando hacia un área más cálida. Subes tanto que inadvertidamente sales a la superficie, recibiendo los abrazadores rayos solares directamente por primera vez en tu existencia. Sientes como esa nueva experiencia cambia algo en ti.

    Más importante, en la superficie encuentras grandes cantidades de comida esparcida en forma como de pequeños trozos de masa cálida por todo el suelo. Al principio se te hace complicado alimentarte de esta, pues el sol te impide sacar tu fusiforme cuerpo completamente a la superficie, pero pronto te fijas en como de repente te sientes más energético de lo que jamás has estado. Empiezas a escarbar hacia adelante, cerca de la superficie, moviendo la arena insípida para ti hacia tus costados y haciendo que la deliciosa arena de arriba, mezclada con la comida que viste, caiga directo al alcance de tu boca. Haces esto sin descanso hasta que cae la noche, en la que por algún motivo te sientes menos energético. El aire del exterior te da una sensación de frío desagradable, así que vuelves a enterrarte al fondo, en un hueco acogedor donde retienes algo de ese precioso calor de arriba mientras duermes. Luego de unas horas, un leve aumento de temperatura sumado a una leve sensación de estar apretado te despiertan, y retomas tu festín.

    Así es tu rutina durante un tiempo. Al principio la sientes genial, pero poco a poco vas sintiendo como cunde cada vez menos. Ya casi no quedan trozos de masa, y la parte deliciosa de la arena es una muy fina. Cuando eras pequeño esto último no era un problema, podías hasta cubrirte enteramente en ella para protegerte de los soles si así lo necesitabas, pero has crecido mucho desde entonces, cuando cavas hacia adelante tiras la deliciosa arena lejos o te tragas mucha arena insípida con ella, y como tu cuerpo está demasiado expuesto a los soles ahora no puedes pasar largos ratos en la superficie comiendo como antes. Para empeorar las cosas, la excesiva hambre por la que has pasado últimamente ha provocado cambios en tu cuerpo, cambios que parecen perjudiciales. Tus varias extremidades, tanto las que usabas para desplazarte como las de excavar, se te han ido moviendo progresivamente hacia adelante, poco a poco rodeando tu boca. Tu cuerpo cada vez más alargado ha desarrollado protuberancias parecidas a esas pantas, y en mucho mayor número además, pero también de mucho menor tamaño e incapaces de trasladarte a través de la superficie a suficiente velocidad por periodos prolongados. Terminas con una forma con la que se te hace de plano imposible continuar con tu estilo vida.

    Tras pasar casi todo un día sin comer debido a las complicaciones, intentas a la desesperada una última vez. Debido a tu falta de fuerzas ahora mismo, no eres capaz ni de volver a acomodarte de forma horizontal, por lo que en tu posición vertical acercas con cuidado tu boca hacia la superficie sin llegar a salir. Sacas tu larga y fina lengua para saber a que punto exactamente empieza la arena deliciosa. Una vez la detectas y te posicionas, instintivamente extiendes tus brazos a tus lados como antaño, solo que ahora en vez de ser miembros individuales están unidos entre si y con tus otrora patas traseras mediante una extensa membrana. Usualmente las sentías flácidas, pero al prepararte para recolectar comida sientes como las extremidades de tu boca se expanden y tensan fuertemente, como preparándose para una tarea intensa. Y no solo ellas. Para asegurarte de que esta salida valga, comprimes tu cuerpo hacia adelante y presionas tus numerosas patas pequeñas de este hacia los muros de tu túnel. Una vez listo, te eyectas hacia la superficie de un gran y potente salto. La capa de arena sabrosa sigue siendo pequeña, pero aún así logras juntar un gigantesco montón de esta de un solo bocado gracias a la enorme membrana que rodea tu boca. Bajo la gentil luz del atardecer del último sol en el cielo que extiende tu alargada sombra a través de este vasto mar de arena que es tu hogar, cierras tu membrana y engulles todo el sabroso botín que obtuviste con esta, manteniéndote en todo momento erguido a lo alto para ayudar a que la arena baje a tus entrañas más fácilmente. Por primera vez en mucho tiempo vuelves a sentirte lleno, satisfecho, casi habías olvidado lo bien que se sentía. Quedarte en esta posición por un periodo más prolongado o tratar de seguir consumiendo arena deliciosa pero moviéndote horizontalmente no valdría la pena, así que, a gusto tras tu cena, vuelves a enterrarte para protegerte del frío y aprovechar a dormir durante la digestión.

    A la mañana siguiente, tan ansiada por ti, vuelves a repetir aquella acción buscando un punto distinto al anterior. Sin embargo, esta vez al engullir el nuevo lote de arena sabrosa, tu cuerpo excreta la que ya contenía, vuelta insípida tras la digestión, expulsándola violentamente hacia el cielo a través de orificios en la parte expuesta de tu torso. La mayoría de la arena vieja vuelve a caer pronto al suelo cubriendo una gran área a tu alrededor, pero te parece notar que parte de ellas, algunos de los montones que llegaron muy alto, se mueven por las corrientes de aire de manera no muy distinta a como tú a través de la arena. Mientras observas los montones flotantes de arena alejándose, notas como a diferencia de la primera vez, ahora no tienes la sensación de estar digiriendo la nueva arena. Permaneces quieto un rato, hasta que los soles te empiezan a irritar y decides volver a enterrarte. Ya protegido en la arena y con el cuerpo cálido, ahora sí vuelves a sentir como tu interior comienza a trabajar. Descansas hasta volver a tener hambre y frío antes de volver a la superficie.

    Has vuelto a tener una rutina que seguir a lo largo de tus días con la que subsistir y hasta continuar creciendo, y sabes que no eres el único. Aunque en muy raras ocasiones y normalmente desde largas distancias, a veces cuando sales puedes ver como otros como tú realizan tus mismos saltos y expulsan arena de la misma manera, de la que también sale siempre polvo viviente que viaja al cielo, el cual a lo largo de tu vida se ha ido poblando de nubes de diversos colores formadas de colonias de estos polvos. Son vistas sumamente preciosas, al punto de que a veces, mientras esperas a calentarte, lanzas mordiscos hacia arriba como intentando inocentemente dar un bocado a las inalcanzables nubes, pero luego siempre sientes repugnancia al respecto tras recordar que estas están hechas de lo que tú mismo expulsas. Un día, sin embargo, divisas algo distinto en el cielo. Sin saber lo que es, sabes que no se trata de una nube, pues tiene una forma redonda muy prolija, y en lugar de deformarse mientras recorre una ruta irregular en el cielo, se queda más o menos estático en su punto mientras crece bastante, llegando a ocupar buena parte del firmamento. Y tan misteriosamente como llegó, se fue, desapareciendo poco a poco del cielo. Aún con la brevedad de ese curioso evento, sientes en tu interior, con un órgano que ni siquiera conocías hasta ahora, como algo en tu en ti a cambiado para siempre.

    A tu siguiente salto por comida ocurre algo que nunca te había pasado. Al expulsar la arena vieja por los orificios de tu torso, estos por primera liberan junto a esta unos bellos sonidos sumamente agradables a lo que tienes por oídos. Durante tu subsecuente espera al sol te entretienes silbando, cosa que decides repetir siempre de ahora en más. Al día siguiente, al hacerlo, escuchas muy a lo lejos el canto de otro de los tuyos, y por como este se sincronizó con tu propio cuando empezaste a silbar tú, sabes que este también te oyó a ti, así que al volver a enterrarte decides ir hacia su dirección zigzagueando bajo tierra.

    Es un largo camino, tanto que al encontrarse están ambos con frío y hambre, por lo que antes de hacer nada ustedes deciden salir a por una buena bocanada de deliciosa arena. Saltan casi al mismo tiempo pero tú un poco antes, permitiéndote por primera vez ver como luces al realizar esos saltos. Ves como un montón de arena cerca de ti es levantada del suelo del cual sale la hexagonal membrana blanca que se cierra mientras es elevada por un largo y robusto cuerpo de color como el de la arena que los rodea pero algo más naranja, en el cual resaltan los verdes ojos vidriosos en la cabeza del ser. Sin embargo, esos bonitos ojos son pronto ocultados por negros párpados al ser impactados por tu chorro de arena vieja al tragar la nueva, y lo mismo ocurre instantes después con los tuyos al recibir el de la criatura que estabas mirando. Ambos abren los ojos poco después, ninguno recibió un gran daño, pero la irritación que se provocaron los ha vuelto más hostiles ahora. Sin darte tiempo a reaccionar, recibes un cabezazo al costado del torso por parte de el otro individuo, quien tuvo que desenterrar una mayor parte de su cuerpo que de costumbre para alcanzarte. Tú haces lo mismo, y ahora ambos están enfrascados en un intenso encuentro en el que balancean sus macizos cuerpos para golpear al otro. Tras un rato enfrentándose bajo los intensos soles, tu tamaño algo mayor al de tu oponente te acaba dando la ventaja, haciendo que este caiga agotado al ardiente suelo arenoso antes que tú. Una vez así, te abalanzas sobre la criatura y clavas las garras de las extremidades de tu cuerpo en donde estarían sus orificios de escupir arena, ahora mismo cerrados por extraños párpados pálidos inflamados que, a diferencia de las patas que también atacas, no sangran al ser dañados. Tras esto, inicias tu retirada de regreso a las profundidades, pues el agitado y agotador enfrentamiento hizo que te sobrecalentaras allá arriba.

    No vuelves a encontrarte a aquel individuo, pero sabes que se ha de haber enterrado como tú cuando sales a por otra bocanada de arena cerca del sitio y no lo ves tirado en la superficie. Sin embargo, al día siguiente si que te comunicas con otro mediante cantos, y ustedes se acercan como hiciste con el otro. Vuelven a ocurrir el incidente de la arena en los ojos y la posterior lucha, pero esta vez tu oponente es considerablemente mayor en talla, por lo que eres derribado rápidamente y la criatura clava sus garras en los párpados que protegen tus orificios de expulsión de arena. El gran individuo pronto se retira a las profundidades. Tú te quedas unos momentos echado por el cansancio, pero pronto el ardor de los soles te llega a incomodar más que el agotamiento de arrastrar tu macizo cuerpo, casi totalmente expuesto, de regreso bajo la tierra. Este descanso es algo más largo de lo usual, pero una vez recuperado te sientes muy hambriento, mucho más de lo normal. Tanto, que ahora tus saltos a la superficie los haces con mucha mayor frecuencia, sobrecalentándote en extremo por tanta exposición a los soles y tanto esfuerzo físico. Pero eso no solo no te detiene, sino que te ayuda a seguir tomando bocanadas de sabrosa arena hasta por las heladas noches en las que antes solo solías dormir, cosa que ya no has vuelto a hacer desde el descanso tras tu último enfrentamiento. Tampoco has desde entonces vuelto a producir esos silbidos al escupir la arena.

    Tras menos de una semana manteniendo este frenético ritmo de vida sientes que ya no puedes más, y tras una última bocanada colapsas hacia al fondo de tu agujero, golpeando el suelo tan violentamente que la arena de al rededor colapsa y te sepulta casi en tu totalidad, dejando solamente uno de tus ojos sin tapar. Te pones a dormir por lo que se sintió como una noche entera, pero al abrir tu ojo ves como el cielo está más oscuro que en las medias noches más sombrías que has vivido. También notas que en todo este tiempo tus energías no solo no se han recuperado, sino que te sientes más débil que nunca. Decides admirar unos últimos momentos el cielo antes de continuar con tu sueño. Antes de cerrar tu ojo, te parece notar a unos montones de polvo cayendo lentamente al suelo, algunos de ellos continuando moviéndose por un rato antes de colapsar como tú. Al verlos reconoces su similitud con el que expulsabas de tu cuerpo después de cada bocanada, pero cuando algunas "gotas" de este polvo caen en tu ojo regresan a ti recuerdos muy antiguos. Se trata de esa misma nieve que te encantaba devorar cuando aún eras una diminuta criatura conociendo por primera vez la luz de los ahora ausentes soles, y de la que no habías vuelto a ver desde que creciste un poco. No puedes esperar al siguiente amanecer con el que volver a gozar de ese manjar. Cierras tu ojo y comienzas tu largo descanso. La falta de actividad alguna sumado a la constante obscuridad y constante frío destruyen tu percepción del paso del tiempo.

    Lo último que sientes es como dentro de tus entrañas se mueven cientos de miles de diminutos seres, para luego caer en el más profundo de tus sueños. Uno tan absoluto que, sin darte cuenta, dejas de ser una criatura y pasas poco a poco a formar parte de las peculiares arenas de este desierto que te albergó a lo largo de tu extenso año de vida en esta luna.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Fue bastante entretenido de leer, la verdad. Tuve un poco de dificultad en imaginarme al gusano, pero creo que eso es más cosa mía que culpa del relato en sí. Pensaba que la criatura se iba a reproducir tras juntarse con otra por el tema del silbido y eso, pero no ha sido así y por lo menos a mi parecer, gracias a eso me generó más sorpresa el final.

    No tengo mucho más que agregar, aparte de reiterar que fue una lectura bastante amena.
     
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