Guerrero (Thor vs la serpiente de Midgard)

Escrito para la actividad Batalla de Foros, gracias a Omegavantage y a Ashel por la misma.
Éste es el cuarto de una serie de seis fics, independientes entre sí, que escribo junto a @Dororosobre el Ragnarok, también conocido como “el destino de los dioses” o “la batalla del fin del mundo”, y que vendría a ser el apocalipsis en la mitología nórdica.

El tiempo destrozado, el firmamento quebrantado siendo consumido, carente de los guardianes celestes del sol y la luna ya devorados, el viento impregnado de caos y muerte, heridas de sangre y honor, la batalla del fin de los tiempos ha dado comienzo.



Observo los restos del Bifrost ahora infecto, lesionado por cada muerte entre hermanos, mancillado por cada traición. A lo lejos, se escucha el terrible rugir de los Jotnar con furia entre la destrucción, bestias monstruosas, mefíticos asesinos arcaicos, sombras torcidas entre la niebla se les ve descender de su navío inanimado atraído a estas costas por esa marea sombría, con decaimiento de saciar su sed como mi sangre y así alcanzar su retribución, escuche sus pasos bestiales arrastrándose hasta aquel valle y sobre mi carro jalado sobre Tanngrisnir y Tanngnjóstr, espero su llegada. Mis dedos abrazan con coraje y decisión aquel martillo que me ha hecho digno de su fuerza, lo elevo orgulloso a los cielos con honor. Mi grito impregna de fuerza el corazón de los presentes.

— ¡Soy Thor, hijo de Odín, señor del trueno!, ¡Sentirse afortunados por perecer ante mi poder!— prorrumpo a modo de grito de batalla.

Una de las criaturas da un rugido y se lanza hacia mí dando golpes brutales al viento con su masa, pero con un solo impulso y de un salto lo vi atravesado con mi cuerpo en su pecho con descomunal fuerza, una segunda criatura aún cuando el primero no había caído inerte al piso, furioso desata un golpe contra mí que devolví en ese momento con Mjolnir contra sí mismo y este sale expulsado con fuerza contra otros más. Mi corazón se extrémese al escuchar el alarido de mi muerte Freyr señor de los elfos, dios de la fertilidad y el sol, mientras Gullinbursti ataca en vano a su asesino, la tierra se ve marchitada y el día oscurece ante su deceso y aquella su espada de la victoria que porta se ve quebrantada. Un tercer monstruo surge ante mí y me golpea con fuerza estrellándome contra el piso, es claro que su fuerza y poder no son los mismos, aturdido me levanto nuevamente dispuesto a arremeter contra él, pero antes de que lo haga otro arremete con su pie aferrándome al piso. A lo lejos mi padre se dirige osado portando Gungnir ante las causes violentas y monstruosas del lobo Fenrir, me levanto para intentar alcanzarlo pero escucho aquel rugido, ese mismo que anuncia mi propio fin.
Desde tierras lejanas la inmensa y repulsiva cabeza de la criatura surge del agua, cautiva hasta ese momento como un ourobos turbada en Midgard, como había sido destinada a permanecer hasta este día, ansiando enfrentarme a mí, su némesis.
Soltada por Loki, dios del mal, sus atroces espirales se extienden por la tierra hasta donde la vista puede alcanzar, su interminable cuello sobresale por encima del todo como una columna escamosa de color ébano carmín como la sangre coagulada todavía pululando de una herida por el semblante mismo de la muerte, reflejando toda la miseria, oscuridad, injusticia y aberración que la ha nutrido, ruge imponente ante mi presencia mostrando sobresalir cientos de dientes pútridos imperados por dos gigantescos colmillos en los extremos y un aliento pestilente desde su embocadura dirigiendo esos terribles ojos amarillos de depredador hacía mí.
— Mi destino es el de ser un luchador y es como me defino mejor, diciendo que soy guerrero nato y que mi vida desde el principio al fin no es sino una batalla— pronuncié poniéndome de pie y haciéndole frente, mostrándome gallardo e invencible.

Cada tramo de su cuerpo excretaba un veneno mortal que ya contagiaba el cosmos y las tierras, las almas, las platas y las bestias, pereciendo al instante por el virus eterno de la bestia. El Yggdrassil agonizante perece un poco más.
Los nueve reinos se sacuden con la violencia del incesante asalto del dragón sobre mí, su adversario y los cielos se observaron la caricia de la luz por segundos cuando arrojo rayos inflamados, y esplendentes jabalinas de relámpagos contra la criatura, evocados por mi poderío hacía del firmamento como un último favor. La serpiente se retuerce por el dolor arrastrando sin piedad su corporeidad aplastado a desafortunados que se encuentran cerca, entre enemigos y aliados por igual, pronuncia un nuevo gruñido y se abalanza contra mí con suma rapidez y fuerza, sus caninos homicidas se encuentran a punto de alcanzarme un par de ocasiones, acecha incesantemente y yo contraataco con la potencia del mazo por forjado por los enanos, en mis manos.
Han pasado horas, tal vez días, el Gjallarhorn no cesa de sonar Heimdal, el antiguo guardián del puente anuncia la llegada de más tropas enemigas. Un desafortunado enano es alcanzado por el pie de un gigante de fuego mientras que este monstruo es acribillado por cientos de flechas de elfos, algunos de los elegidos ya yacen heridos y mi batalla continua. El dragón emana desde sus fauces un aliento mortal a forma de un rayo corrosivo que al instante de tocar algo lo destroza, un relámpago arremete contra los ojos de la víbora y por segundos le quita precisión, sacude su repulsiva cabeza hacia en el manto celeste teñido de un rojo oxido.

— Siendo un guerrero mi sentido de existir yace en la victoria y aunque la muerte me reclamé, lo haré venciendo al mal, pues caerá conmigo — Grito con brío, elevándome en los cielos.

Elevo el martillo con majestuosidad por encima de mi cabeza, dándole vueltas una y otra vez, hasta que el mismo infinito comenzó a girar en un vertiginoso torbellino, avasallador, vigoroso y luminoso, por segundos al menos éste, se vio libre de la posesión de la oscuridad. Entonces, el impetuoso huracán de truenos y viento sumergió en la huesuda cabeza del dragón como todo su cuerpo, la criatura fuerte y encolerizada buscaba liberarse. Próxima a sus fauces, frente a frente lance mi último ataque y ella también, con un golpe estrepitoso cuyo eco pudo escucharse en todo el universo, se destrozó partícula a partícula la cabeza el todopoderoso monstruo. La Serpiente Midgard emitió una ráfaga ensordecedora de rabia y dolor antes de caer sin vida en el suelo. Instantes después cae al piso también mi corporeidad, había vencido al enemigo más terrible que jamás se hubiera retado con los Aesir pero como precio debía mi propia vida.
Di paso hacia atrás y sentí el frio producido por la sangre que ahora manaba de mi vientre perforado del lado a lado por la terrible bestia, retrocedí tres pasos más y a mi mente vino el pensamiento de que es lo que pasaría después a qué lugar haríamos todos los caídos ahora que todo se desvanecía, convaleciente retrocedí dos más y a mis oídos vinieron los lamentos y sollozos de aquellos camadas de armas y familia que ahora me veían caer, con últimos tres pasos, de pronto sentí una gran paz, mi misión había culminado, breves recuerdos de Sif, Mooi, Magni y Thrúd sobrevivieron a mí y al caer al piso, con mi último aliento sonreí, pues después de todo, había vencido.