Explícito Gris

Tema en 'Relatos' iniciado por Ruki V, 20 Marzo 2020.

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    Ruki V

    Ruki V Usuario popular

    Piscis
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    Escritora
    Título:
    Gris
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3693

    Milly Fitzpatrick era tan sólo una adolescente de 15 años de edad cuando se quedó ciega.

    Era más bajita y delgada que la adolescente promedio; por lo tanto, en un desafortunado accidente automovilístico en el que iba en el asiento del copiloto, la fuerza del impacto de la bolsa de aire golpeándola en la cara provocó que perdiera la vista permanentemente. Y su madre, su única familia en el mundo, quien conducía el auto, lamentablemente falleció.

    Al ser menor de edad aún, el sistema de Servicios de Desarrollo Infantil (SDI) del Estado en el que vivía la tomó bajo su cuidado. Apenas había terminado un semestre de estudio en la escuela preparatoria y anhelaba seguir estudiando, pero sería muy difícil para ella.

    No podía seguir yendo a la misma escuela, difícilmente volvería a ver a sus amigos, tendría que aprender a leer braile y probablemente incluso alcanzando la mayoría de edad tendría problemas para vivir sola. “Hubiera preferido una silla de ruedas eterna” pensaba Milly.

    —Buenos días, señorita Fitzpatrick.

    Gloria Hull era una enfermera practicante de solo 20 años de edad que cuidaba de Milly.

    El centro del SDI en el que Milly vivía tuvo que asignar una cuidadora personal, que podía tal vez ser temporal si encontraban una escuela de educación especial con dormitorios a los que pudiera mudarse. Pero era poco probable que encontraran una en la que hubiera cupo: desafortunadamente, esas escuelas eran escasas y las que había eran muy pequeñas.

    Mientras tanto, durante la semana que había transcurrido viviendo ahí desde que la trasladaron del hospital, Milly apreciaba los esfuerzos de Gloria en todo sentido. Era una mujer muy amable, inteligente, atenta, bondadosa; que sin duda escogió bien su vocación.

    Al mismo tiempo, Milly obviamente continuaba en depresión tras su accidente. Incluso si Gloria era con quien más hablaba (a pesar de que interactuaban con ella otros miembros del personal y oficiales del SDI), hablaba poco y con un tono triste, evasivo, hasta amargo.

    —Buenos días, Gloria— saludó Milly con un suspiro, sin siquiera voltear en dirección a donde escuchaba la voz de la enfermera, con sus ojos cerrados en todo momento.

    —Vamos, le he dicho que debería decirme “señorita Hull”— dijo la enfermera, pero no era realmente un regaño; lo decía con una amabilidad que lo hacía sonar como una petición.

    —Y yo te he dicho que me hables de tú y me llames Milly.

    —Podría meterme en problemas si la tratara con tanta familiaridad, mi niña.

    —Eres solo cinco años mayor que yo, por favor, no me llames “mi niña”. Y eso de "meterte en problemas", nunca nadie pasa siquiera cerca de mi habitación; debo darles demasiada pena.

    —¿Oh? Vaya que dices eso con seguridad. ¿Ya estás desarrollando el super oído?

    Eran las ocho de la mañana, por lo que Gloria le estaba llevando a Milly su desayuno y sus medicinas. A la enfermera le alegraba enormemente que su nivel de depresión solo la hizo rechazar toda comida por los primeros dos días. Gloria no diría que Milly le daba pena; se preocupaba por ella genuinamente desde que la conoció. Es verdad que de primera mano su situación le parecía triste, pero estando encargada de cuidarla no podía permitirse ser egoísta y entristecerse cuando lo que debía hacer era esforzarse por levantarle el ánimo.

    —No estoy segura de eso, pero creo que podría comer sola si me dejaras. ¿Puedo?

    —Si por “sola” se refiere a “usando sus propias manos”, sí. Pero si se refiere a “sin mí en la habitación”, no. Tengo que ver que no se deshaga a propósito de sus medicinas otra vez.

    —No siento que me estén haciendo nada. Solo me siento muy despierta durante el día.

    —Es probable que contengan cafeína.

    —Me tiemblan las manos cuando trato de leer el libro en braile que está en mi buró.

    Gloria colocó una mesa desplegable frente al sillón en el que Milly estaba sentada, para colocar su comida frente a ella. Era un plato de avena con pedazos de plátano, y un jugo de naranja servido en un vaso con tapa y popote para que no se lo vertiera encima.

    —¿Cómo le está yendo con el braile?— preguntó Gloria.

    —Me frustra bastante, si soy honesta— respondió Milly tomando firmemente su cuchara.

    Era evidente que Milly era una chica muy madura para su edad. De no serlo, era bastante probable que la depresión se hubiera apoderado de ella con mucha más facilidad. A veces parecía que inconscientemente estaba por aceptarlo, a veces parecía odiar al mundo.

    —Tal vez si me dejara ayudarla, podríamos ir aprendiendo a leer braile juntas.

    —Estoy bien con el audio libro. No es tan malo en realidad; yo soy terrible.

    —Vamos, sea optimista. ¿No me dará la oportunidad de ayudarla?

    —…Solo si me tuteas y me llamas Milly.

    —…De acuerdo.

    Y por primera vez en días, Milly sonrió.

    Era una sonrisa tímida y discreta, que podía ser un gesto muy pequeño pero apuntaba a la mejora lenta pero segura de su estado de ánimo. Gloria también sonrió, agradecida con la vida de no estar abandonando a su “paciente”. De no estar dejando olvidada a “su niña”.

    Esa mañana, después de que Milly terminara de desayunar y tomara sus medicinas, Gloria estuvo leyendo el libro de braile junto a ella. Era un libro didáctico con el que se podía aprender braile con o sin ayuda, pues venía con una versión en audio y además incluía impresas las palabras también en tinta. A Milly claramente le seguía frustrando no poder memorizar o reconocer letras o palabras que ya había sentido con sus dedos antes, pero a Gloria le parecía muy interesante y estaba tratando de ayudarla con la paciencia usual.

    Después ese mismo día, cuando llegó la hora de comida y Milly se rehusó a comer, Gloria le propuso una ducha en su lugar (ya que era otra cosa a la que no accedía todos los días). Era entendible, ya que hasta que se acostumbrara definitivamente necesitaba algo de ayuda para desvestirse, entrar a la ducha y ubicar dónde estaban las cosas que necesitaba, y qué era cada una. Se sentía demasiado expuesta e indefensa; la idea de estar desnuda ante una extraña solo empeoraba con el hecho de no poder ver a la otra persona.

    Al salir de la ducha, el poco ánimo que Milly pudo haber recuperado en la mañana volvió a bajar. Gloria no pudo evitar sentirse algo derrotada, pero decidió que lo mejor era que no le insistiera. Y Milly realmente estaba agradecida de que Gloria entendiera que no podía tratar constantemente que estuviera contenta. No podía simplemente superar lo que le pasó en una semana: perdió la vista, perdió a su madre, perdió la normalidad en su vida. Tenía todo el derecho a estar deprimida, o sentirse indiferente, o ponerse furiosa incluso.

    Poco antes de la hora de la cena, estaba acostada en cama, sola con sus pensamientos. Y de pronto se le ocurrió abrir sus ojos, como si todo hubiese sido un sueño y pudiese volver a ver el mundo como lo había conocido toda su vida. Pero la aplastante verdad era que nada había cambiado. La única diferencia era que podía percibir un poco mejor la luz del sol que se ocultaba al otro lado de su ventana, sin poder apreciar por completo la belleza del atardecer. Empezó a temblar y las lágrimas la vencieron como a una niña pequeña.

    Cuando Gloria fue a intentar ofrecerle cena, escuchó como Milly sollozaba en voz baja.

    —¿…Señorita? Ah, quise decir, ¿Milly?— preguntó la enfermera acercándose a la cama.

    —E-estoy bien— respondió Milly inmediatamente cubriéndose toda con sus sábanas.

    —¿Estás segura?— insistió Gloria yendo a agacharse junto a su cama.

    —S-sí, sí… No v-voy a cenar…

    —¿Quieres que me vaya?

    —…No— dijo mientras lentamente se sentaba.

    Gloria decidió entonces sentarse a su lado; y aunque supuso que cabía la posibilidad, no pudo evitar sorprenderse cuando Milly se abrazó de ella y (aunque con menos intensidad) volvieron a ganarle las ganas de llorar. Gloria la rodeó con sus brazos, dejando que Milly se recargara contra ella y se desahogara. Aunque le daba gusto que se dejara consolar, al mismo tiempo detestaba verla llorar. Sabía muy bien que era muy pronto para verla más feliz que triste, pero inevitablemente deseaba que ese fuera el caso: quería verla sonreír.

    La enfermera no dijo nada y Milly simplemente continuó aferrándose a sus ropas, poco a poco calmándose, y quedándose recargada contra ella. Por primera vez pudo darse cuenta de lo alta que era Gloria en comparación a sí misma. De hecho, teniéndola así de cerca también se dio cuenta de que usaba el cabello suelto, y que era mucho más largo que el suyo. Y estando abrazada de ella, también de pronto fue consciente de lo que eran cinco años de diferencia entre sus cuerpos. Se sonrojó al pensar en ello y fue cuando se apartó.

    —L-lo siento— dijo y se aclaró la garganta. —Cielos, ya hasta se metió por completo el sol— añadió al percibir el cuarto más oscuro que antes de abrazarse de la enfermera.

    —No te preocupes, Milly— dijo Gloria con la amabilidad de siempre. —¿Te sientes mejor?

    —Ya dije antes que estaba bien— respondió, como queriendo fingir que no había llorado.

    —Cierto— se rió. —Bueno, dime, ¿vas a querer cenar el día de hoy?— preguntó tomando una de sus manos, que Milly inmediatamente apartó, aún sonrojada.

    —No… sí… es decir…— mantenía su mirada apartada de la vista de Gloria. —¿De verdad no puedo comer a solas?

    —Lo siento mucho, tal vez no debí…— empezó a decir Gloria levantándose de la cama.

    —No es eso— replicó Milly de inmediato. —…Gracias. Creo que de hecho lo necesitaba.

    —No tienes nada que agradecer— Gloria sonrió. —Que comas o cenes sola es menor problema, porque no tengo que preocuparme de medicinas que no te quieras tomar.

    —Oh, ya veo. Entonces… ¿podría cenar sola hoy?

    —Si eso es lo que quieres, está bien. Ya vuelvo.

    Gloria no tardó en volver con la cena. Milly estuvo a punto de decir que había cambiado de opinión y que quería que cenara con ella, pero se resistió. Sintió que ya había sido muy extraño de su parte abrazarse de su enfermera de la manera que lo hizo, luego de haber pasado día tras día siendo un tanto fría con ella. Y además de que había sido extraño, muy probablemente había sido también inapropiado de su parte. No se trataba de que ambas fraternizaran una con la otra; Gloria estaba ahí para cuidar de Milly, ni más ni menos.

    O eso era lo que Milly pensaba hasta que los días se convirtieron en semanas y cada vez pasaba más y más tiempo con Gloria. Estaban avanzando en sus sesiones de estudio de braile, Milly continuaba pidiéndole que la ayudara a ducharse, y Gloria comía con ella las tres veces al día. No sólo eso, sino que, a pesar de que el humor de Milly mejoraba de forma gradual, evidente porque estaba más dispuesta a comer y estudiar y se le veía más sonriente, seguía teniendo pequeños episodios en los que simplemente quería llorar bajo sus sábanas en la cama; o, mejor aún, acurrucada cómodamente en los brazos de Gloria.

    Cuando ya había pasado más de un mes desde su accidente, Milly se dio cuenta de dos cosas. La primera de ellas era que definitivamente iba a perder un semestre completo de estudio, si no es que perdía también validez el semestre que ya había cursado al tener que cambiar de escuela, de educación especial o no.

    La segunda cosa era que tal vez, y solo tal vez, se estaba enamorando de su enfermera.

    Probablemente Milly debía preocuparse un poco más por ese segundo… problema. No tenía duda de que seguramente era un problema. Pero tal vez lo veía como un problema por la razón equivocada; la cual era que no había forma de que Gloria sintiera lo mismo.

    Y aún así, una noche, después de cenar con ella…

    —Oye Gloria.

    —¿Sí, Milly?

    —¿Cómo es que nunca me has hablado de ningún novio que tengas actualmente?

    —Pues porque no tengo ningún novio actualmente.

    —Pero has tenido novios, ¿no?

    —Bueno— se rió. —He tenido un par de relaciones, pero cuando la primera era un poco más joven que tú así que no era nada realista. Era más bien como un juego de niños.

    —¿Y la segunda?

    —Esa empezó hace unos dos años, y terminó el año pasado. Fue una de esos tontos casos en los que acabas diciendo “todos los hombres son iguales” y abrazas la soltería.

    —Ya veo…

    —¿A que vino la curiosi…?

    Pero antes de que Gloria terminara de hacer su pregunta, Milly había llegado a su rostro con ayuda de sus manos, atrayéndola hacia sí para plantar un tímido beso en sus labios. La enfermera se sonrojó e intentó apartarla con gentileza; pero la primera vez que lo hizo, Milly simplemente volvió a unir los labios de ambas, dejando a Gloria más que perpleja e inmóvil. A los escasos segundos, Milly se apartó por su cuenta, pero Gloria estaba muda. A la adolescente se le escapó una risita triunfal y el sonrojo de la enfermera se incrementó.

    —M-Milly…— Gloria empezó a titubear como si sintiera lástima por ella.

    —No lo digas— fue la respuesta firme e inmediata de la otra chica.

    —¿Q-qué?

    —Por tu tono de voz ya sé lo que vas a decir y no quiero que lo digas.

    —Pero…

    —Vas a tratarme como a una niña pequeña y no quiero que lo hagas.

    —Por favor escúchame…

    —No quiero, Gloria.

    Si hubiera sido posible, Milly se hubiera levantado y se hubiera ido a otro lado; pero aún no tenía esa clase de libertad de movimiento (había estado aprendiendo a caminar con un bastón en los jardines del centro del SDI, pero no podría llegar a ellos desde el tercer piso en el que estaba su habitación). Entonces, solamente le volteó la mirada a Gloria, y eso pareció ser suficiente para que la enfermera permaneciera igual de inmóvil y sin palabras. Consideró irse, pero se preguntó si eso sería peor que tratar de hacer que la escuchara.

    —Bueno, si no quieres escucharme, solo déjame hablarle al aire y no me pongas atención.

    Milly no dijo nada.

    —Esto no sólo se trata de que seas menor de edad. Se trata de que eres mi “paciente”.

    Milly ni se inmuta.

    —Podría perder mi trabajo. Lo que significa que podrían separarme de ti.

    Milly voltea hacia Gloria.

    —¿Y estás diciendo que no querrías eso?— pregunta Milly con cierta esperanza.

    Gloria vuelve a sonrojarse.

    —Y-yo… me importas muchísimo, Milly.

    —No lo digas así, Gloria— los ojos le empiezan a lagrimear.

    —Pero esa es la verdad. Me importas, me preocupas, quiero ser quien cuide de ti.

    —Yo también quiero eso. Pero… también quiero que me quieras.

    —No es lo correcto, mi niña.

    Lágrimas de tristeza y de rabia se apoderaron de Milly, quien se llevó las manos al rostro en un intento inútil de que Gloria no la viera ni la oyera. La enfermera empezó a temblar de impotencia: ¿cómo se suponía que fuera ella quien la consolara si fue ella quien la hizo llorar en primer lugar? ¿Cómo se suponía que funcionara su relación ahora? ¿Acaso había arruinado todo el progreso que había hecho para mejorar el ánimo de Milly? Todo se iría por la basura después de esa confesión. Gloria estaba atrapada sin importar qué decidía.

    Pero, si se detenía a pensarlo, ¿la detenía algo más que el hecho de que estuviera literal y legalmente prohibido que tuviera sentimientos por Milly? Porque Gloria la adoraba. Verla sonreír la hacía infinitamente feliz. Disfrutaba mucho aprender a leer braile junto a ella. Conversar con ella durante cada comida del día era siempre un rato agradable. Y poder consolarla entre sus brazos era un privilegio que no se imaginaba a nadie más teniendo. Y todo eso dejaba de lado lo que más le costaría admitir: que Milly le parecía algo atractiva.

    Gloria suspiró, inclinándose de nuevo hacia ella, haciendo que apartara las manos de su cara y volviendo a plantar un suave beso en sus labios. Milly intentó apartarse, segura de que Gloria solo la estaba besando de nuevo porque no quería verla llorando; pero si era honesta, quería continuar con el beso. Se acercó más a ella, dejándose llevar, notando y quedando maravillada por la obvia experiencia que tenía la enfermera con sus labios. Al separarse, jadeó un poco ante la falta de aliento, y luego se rió por lo bajo, sonrojándose.

    —Vaya— Gloria se rió. —Si tu reacción inmediata es reír siempre que te besan…

    —Deberías hacerlo más, por supuesto.

    —Tienes que entender que no hay forma de que sea tan seguido como lo quieres.

    —Lo sé.

    —Tenemos que ser cuidadosas.

    —Lo sé.

    —Y no puedes decirle a nadie.

    —Lo sé.

    —…En verdad eres muy importante para mí.

    —Y yo te adoro y te necesito, Gloria.

    “Te necesito”. Esas dos palabras persiguieron a Gloria por varios días después de tener esa conversación. No estaba segura si Milly las había dicho con la intención de que sonaran tan pesadas como sonaron. Le preocupaban un poco más de lo que le avergonzaban, y le avergonzaban un poco más de lo que simplemente la hacían feliz. A resumidas cuentas, Gloria adoraba a Milly, pero inevitablemente estaba aterrada de que alguien se pudiera enterar de su relación. Sabía que las cosas serían muy difíciles desde ese día en adelante.

    Mientras tanto, Milly había llegado a una conclusión muchísimo más optimista. Gloria era una amable mujer que había llegado a enseñarle a disfrutar la vida otra vez a pesar de su ceguera. No tenía ni la menor duda de que su vida podría volver a ser perfecta a su lado.

    A Gloria le tomó varias semanas alcanzar una mentalidad que fuera la mitad de positiva que la de Milly; pero tenía que admitir que, eventualmente, parecía estar tan igualmente enamorada que bien podría ser otra joven adolescente de 15 años. Todo era color de rosa.

    El problema era que de verdad no se podrían permitir guardar ese secreto para siempre.

    El problema era que literalmente no se podían permitir cerrar la habitación con candado.

    Y que aunque el oído de Milly ciertamente se estaba agudizando, ese lamentable día, para cuando finalmente apartó sus labios de los labios de Gloria, ya era demasiado tarde.

    —¡Enfermera Hull!— exclamó una agente del SDI que entraba a la habitación.

    —¡No! ¡Espere!— Milly se puso de pie. —¡N-no es lo que usted cree, por favor!

    —M-Milly, será mejor que…— Gloria la tomó del brazo, temiendo que cayera.

    —¡Será mejor que le quite las manos de encima a la señorita Fitzpatrick!— volvió a alzar la voz la agente, tomando ella a Gloria del brazo para apartarla de Milly. —¡¡Seguridad!!

    —¡¡No!! ¡Por favor! ¡No se la lle…!— Milly intentó alcanzar a Gloria o a la otra mujer, pero dio un paso en falso y chocó contra su cama, casi cayendo al suelo. —¡No se la lleven!

    —Milly, mi niña, por favor no insistas…— a Gloria se le llenaron los ojos de lágrimas y no pudo evitar quejarse cuando los guardias de seguridad la sujetaron con rudeza.

    —¡¡No la toquen!!— a Milly también comenzaron a escapársele las lágrimas, desesperada.

    —Señorita Fitzpatrick, por favor, mantenga la calma— la agente del SDI trató de hacer que se quedara quieta mientras sacaban a Gloria del edificio. —Todo estará bien…

    —¡¡No!! ¡¡Nooooo!! ¡¡Gloria!!

    Como no había pasado en semanas, Milly resintió enormemente la impotencia total a la que estaba sometida debido a su ceguera. Sin importar qué le dijera la agente, Milly siguió gritando el nombre de Gloria con todas sus fuerzas, deshaciéndose en lágrimas, peleando con todas sus ganas por correr hacia Gloria a pesar de que sabía perfectamente bien que no sólo no se lo iban a permitir. No podía hacerlo. Físicamente no podía ir hasta ella. Y la destrozaba saber eso; no quería aceptarlo. No quería aceptar el no poder estar a su lado.

    Era tanta la desesperación de Milly, que al final la mujer que la sostenía tuvo que pedir ayuda a otros enfermeros para tranquilizarla con el último método que querrían hacerlo: un calmante médico. Durante los primeros días, no había alternativa más que tratar de ayudarla a permanecer despierta y activa por medio de medicamentos, en un intento por darle energía artificial hasta que recobrara la propia. Nadie en el centro del SDI esperaba aquel giro en los acontecimientos. Y la culpable inmediata era la infame enfermera Gloria.

    A la mañana siguiente, cuando Milly finalmente despertó de los efectos del calmante, aún se sentía noqueada. No se sentía con fuerzas para moverse, pero estaba consciente. Y fue cuando empezó a escuchar los “murmullos” al otro lado de la puerta de su habitación. El personal de piso se la pasaba hablando de Gloria, haciéndola ver como toda una criminal, como una mujer abusiva, como una pervertida. Y Milly no podía sino llorar, de nuevo con una mezcla de tristeza y rabia. “Mi Gloria no es nada de eso… todo esto es mi culpa…”

    Como Gloria había temido que pasaría cuando pensaba en rechazar los sentimientos de su niña, con el paso de los días fue evidente Milly había reiniciado por completo su progreso, y empeoró incluso. No comía a ninguna hora, mordía a las otras enfermeras cuando la querían obligar a tomar sus calmantes (más suaves que el primero que tuvieron que inyectarle por la fuerza), se ponía agresiva cuando trataban de meterla a la ducha, y la oferta de salir a los jardines o leer un nuevo libro en braile tampoco le parecía atractiva.

    A cualquier otra adolescente le dirían que lo superaría, que no era el fin del mundo.

    Pero Milly sentía que le habían arrebatado su mundo entero una segunda vez.

    Y por eso, aunque no había nada con lo que pudiera hacerse daño en el cuarto, tampoco había nadie que la vigilara las 24 horas del día; y la vista no le impediría hacer algo tan relativamente sencillo como estrellar su silla contra su ventana sin protectores.

    Y arrojarse del tercer piso.
     
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    Keilani

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    Ok, hace tiempo que no leo; pero estoy en cuarentena. So...

    Decir que cuando comencé a leer tu historia la sentía monótona, cosa que me permitió simpatizar con el personaje y como llevaba los sucesos de su vida. Luego, cuando se enamoro me dije "no lo va a hacer ¿cierto?... cierto... ¡Oh, por dios! Sí lo hizo". Jajaja lo sé, lo sé. Sobraba decirlo, pero es lo que pensé.
    Al final todo termina en drama y pues ¿Qué decir? Me hubiese gustado ver algo más de Gloria, pero a como acabo seguro la culpan del suicidio de Milli. Por otro lado ¿En dónde tomaste ese apellido? Jamás lo había escuchado.

    No voy a comentar de ortografía, ni nada de eso porque básicamente no preste atención a ello, en general me pareció buena.

    Gracias por compartir.
     
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    Ruki V

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    A mí misma me hubiese gustado ver más de Gloria JAJAJAJAJA para ser completamente honesta. El problema es que le dediqué dos días casi completos (bendita y maldita cuarentena) y más de tres mil palabras en casi diez páginas de Word me estaban volviendo loca. Tal vez en el futuro me anime a una de dos cosas: editar el escrito o convertirlo en un two-shot, enfocándome más en Gloria en el segundo capítulo (el cuál sería probablemente la mitad de largo que este, algo me dice...).

    En cuanto al apellido, es gracioso: tengo la mala costumbre de usar los mismos personajes para muchas de mis historias, y luego solo les cambio el nombre. Así que, decidí que para hacer mi vida más fácil, me inventaría nuevos personajes por completo para cada historia a partir de, literalmente, un generador de nombres. Debo decir que es algo divertido de usar: también lo estoy usando para nombres de lugares para inventar mis propias leyes (si es que las necesito) en lugares ficticios.

    Gracias por leer mi escrito uvu
     
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    Keilani

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    ¿Qué te estaba volviendo loca, mujer? Esta bien así como está. Disfruta de tu trabajo.

    En fin, buen trabajo y sigue escribiendo.
     
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