Generosidad

Generosidad.​

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—Gracias —me dijo aquél pequeño luego de que yo le entregara un par de monedas, respondiendo a su petición de ayuda. ​

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Sus pies descalzos llevaban horas recorriendo los vagones del metro por el que yo viajaba, yendo y viniendo sin parar, suplicando alguna colaboración para poder comer esa noche, él y su familia. Maldije a los malnacidos padres por dejar a aquella criatura a su suerte, sin siquiera tener la cara para acompañarle, esperando pacientemente en quién sabe dónde, que ese pequeño volviera y entregara todo lo que con mucho esfuerzo había recolectado.​

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Me bajé indignado del metro, caminé con pasos firmes hasta mi trabajo, en el noticiero del canal más prestigioso de mi país. Discutí este asunto con mis superiores, compañeros e incluso con el chico que nos llevó la correspondencia.

—¡Cuánta pobreza! ¡Cuánta miseria que hay en este país! —exclamaba cada vez que hablaba con alguien. Todos asentían, me comprendían perfectamente. Vi muecas de disgustos, caras de asombro, y coincidí con ellos en el hecho de que era algo que no podía seguir así.

Llamé a mi hija, que ahora estaba en sus clases de baile en esa prestigiosa academia que está de moda, la cual promociona la novela que a ella y a todas sus amigas les encanta ver. No se alegró mucho que la interrumpiera, pero no importaba, yo sólo quería decirle que la amaba y eso fue lo que hice. Me colgó al instante, de seguro la profesora le pidió que apagase el teléfono y ella no pudo no obedecer. Tan linda mi niña.

Ese día como cualquier otro informe a mi país sobre los hechos acontecidos en la semana. Hurtos, asesinatos, política, incluso me metí un poco en el tema del fútbol a pesar de que no sea de mi mayor agrado. Pero pese a demostrar tranquilidad, por dentro la sangre me hervía de la impotencia, ¿cómo alguien puede darle más importancia a un casamiento de una celebridad, que a la propia realidad? Habiendo tantos niños como aquel, muriendo afuera, teniendo que limosnear, robar, sufrir, y habiendo tantas personas que con un poco de sacrificio podrían lograr ayudarlos sin problemas.

Ese mediodía apenas probé bocado de mis Agnolotis de espinaca y pollo con salsa de champiñones, el plato estaba casi lleno cuando me retiré del lugar.

Por la tarde, al salir del estudio, fui directo a mi hogar, necesitaba desahogarme con alguien que en verdad me entendiera. Mi mujer estaba horrorizada ante mi anécdota, y me dijo que hablaría con el club del cual éramos socios para ver si podíamos hacer alguna reunión para recaudar fondos. De seguro organizarían una cena en ese hotel tan costoso, y por cierto, tan hermoso, que suelen rentar para ocasiones así, y en el cual hay que pagar un pase de ciento veinte dólares por cabeza para la cena. ¡Lo que sea por esos niños, esto no puede continuar así!

Esa noche dormí más tranquilo que nunca. Mi conciencia estaba tranquila, sabía que había hecho lo correcto, la cena sería un éxito. De seguro hablaríamos del tema, y a algún acuerdo llegaríamos, quizás no inmediato, pero el club nunca dejaría pasar algo tan grave como eso. Menos con la cuota tan alta que pagamos para ser socios. En mi opinión, el nuestro era el club más prestigioso y bueno de todo el país. No cualquiera era parte de él, no.

Me lamenté por aquellos que vivían el día a día sin mirar más allá de su nariz, sólo fijándose en lo material, sin tener en cuenta que hay cosas más importantes que el dinero. Realmente estaba satisfecho. Recordé al niño del metro, y sonreí al saber que había hecho todo lo que estaba a mi alcance para ayudarlo, e incluso más.

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Que tenga un muy buen día~​