Fuerza ante la lluvia y el dolor.

Hola esto sólo se me ocurrió.

Advertencias: Se desarrolla en varios tiempos.

Dedicado: Kohome, George Asai, Volker y White Kitty, mis mejores amigos.

Notas de la autora: Espero les guste.

Fuerza ante la lluvia y el dolor.​

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Miraba con angustia desde la ventana de mi cuarto, cómo siempre observaba con detención el portón de mi casa, siempre sueño con que algún día mi padre llegue al fin a casa, que abra esa puerta abandonada y que vuelva a abrazarme cómo solía hacerlo, lo extraño mucho, siempre que pienso en él ese recuerdo me atormenta y apapacha.

─ Papá, yo no quiero que te vayas a la guerra, quiero que te quedes a jugar conmigo.​

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─ Sami, sabes bien que no puedo, debo ir.​

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La niña de rizos azabaches no pudo contener algunas lágrimas traicioneras que escaparon de manera fugas.​

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─ Princesita mía, no llores, hija volveré pronto, ya verás, mira, tú bien sabes cuanto me importa este taller, yo te pediré que me lo cuides, deberás prometerme que este taller lo cuidarás.​

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La pequeña niña tan sólo asintió con lágrimas en los ojos y abrazando al hombre que era su padre.​

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─ Yo quiero ir contigo─ dijo de manera dulce y enternecedora la pequeña niña.​

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─ Pero mi princesa, quien cuidará de tu madre y de Lucas.​

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La niña continuó llorando, eso le rompía el corazón a su padre.​

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El padre rebuscó en sus bolsillos y sacó del derecho una cadena de plata muy hermosa con ambos nombres, el del padre y el de la niña grabados, y la fecha de ese día.​

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─ Esto es tuyo, jamás me olvidarás con esto, quiero que lo conserves.​

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La niña asintió mientras el padre le colocaba con dulzura la cadena y terminaba por besarle la frente con un cariño paternal.​

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La joven de ahora dieciséis años, toda una mujer, sacó de debajo de su camisa la cadena que permanecía intacta, miraba la fecha, data de 1805, hace más de 10 años, una lágrima traicionera rodó por su mejilla, extrañaba más que a su vida a su padre, acto seguido escucha la maternal voz de Anna, su madre, enseguida sale de sus pensamientos y le presta mayor atención se le hacía difícil oírla desde el segundo piso, por ende decide bajar, baja presurosa mientras se coloca un abrigo.


─ Disculpa madre, ¿Qué me decías?


─Que deberé mandarte por comida a la ciudad, necesito un par de cosas.


─ Oh, claro me vestiré.

Enseguida sube con prisa a ponerse ropa, acaba con una falda y una blusa con encima un abrigo largo, el pelo suelto y unas botas.

Baja las escaleras deseando que no sean muchos los pedidos de su madre, al recibir la lista sale cómo alma que lleva el diablo, apenas y si alcanzó a escuchar cuando su madre le dice saliendo del hogar “No olvides pasar por el correo Sam”, a lo que responde secamente con “Claro”, mira con reproche hacía el taller de su padre.

Si tardas demasiado en regresar no me importa, seguiré manteniendo mi promesa padre.​

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Sin más demora apresuró el paso hacía la ciudad, sentía algo punzante en el pecho, un mal presentimiento, algo iba a andar fuera de línea, siempre que estaba por ocurrir algo así podía sentir esa sensación punzante en su pecho, a veces llegaba a arder, cómo ahora, sería algo grave, restándole importancia apresuró el paso.

Continuará…

¿Les gustó?

¿Qué se esperan del próximo capítulo?

 

Hola, bueno me tardé así que aquí está.

Advertencias: Lamento si me equivoco porque es 1805, como lo de blusa (Sorry).

Dedicado: Al ver el ataque de *baba* de Volker, jajaja, se lo dedico feliz.

Capítulo 1: "Malas noticias".​

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─Entonces sólo me falta ir por el correo y estoy lista, perfecto.​

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─Dios, es demasiada correspondencia, tardaré una eternidad en responderla toda ─me llevo una mano a la cabeza, no sé cómo le haré para llevar todo esto de vuelta a casa, pero… ¿Qué es eso?, ¿es, es un telegrama?​

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Siento como si se me fuera el alma, es un telegrama de la oficina de guerra, deben ser noticias de mi padre, no sé porque ahora este me parece el momento menos adecuado para recordar mi malestar anterior y ese mal presentimiento que ahora no me puedo sacar de la mente, quisiera tomar el sobre y leerlo, pero no tengo las agallas.​

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─Cerraremos en cinco minutos, dese prisa señorita.​

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─Claro ya no tardo ─con mano temblorosa toma la carta bajo presión, apenas si controla en frenesí dentro suyo, dejando toda la demás correspondencia de lado se va a toda prisa de la oficina de correos, sin siquiera saber a dónde se dirige, y menos aún importándole, corre a toda velocidad a algún lado, generalmente es el mejor lugar en situaciones así.​

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Ya estando tan lejos que perdida no era nada, cansada y con el sol poniéndose tras de sí, estaba en medio de un campo abandonado, antes era la granja de un amable viejo llamado Joe, amigo de Sam, hasta que una enfermedad fatal y malos cuidados, dieron por acabada su buena vida, del campo no se hizo nada, de todo ese terreno nada más hay un recuerdo, está tan aislado de la ciudad que sería difícil que se le diera mucho uso decir verdad.​

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Realmente era un campo precioso, bien cuidado, una gran casa, huerta abundante, hermoso jardín, un granero bastante grande, cercas resistentes y estéticamente lindas, aún habían algunos animales, realmente estaban flacos, tanto que daba pena, los caballos necesitaban ser sacados y la granja ser cuidada, tanto era el descuido obvio que logró enternecer el confundido y abatido corazón de Sam, más como un escusa para no afrontar el hecho de que dentro del sobre podían haber terribles noticias de las cuales aún no estaba segura de si quería enterarse, sólo la guardó en su bolso y su dirigió a las cercas de los animales, les dio de comer, paseó un poco a los caballos, y los guardó nuevamente, ya estaba completamente obscuro el cielo.​

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Mirando con algo de indecisión su alrededor, Sam entra a la casa del difunto Joe, se quedaría esa noche allí, mañana por la mañana se iría, aunque su madre imaginaría lo peor pero no había de otra.​

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Los pasillos eran enormes y muy empolvados, definitivamente los sucesos que acontecieron esa tarde le sacaron el sueño desde donde ya no lo tenía, se levantó con los ojos como platos aún y como nada mejor que hacer comenzó a asear la casa, realmente sólo buscaba que hacer para no quedar desocupada y que la consumiera la incertidumbre, pese a lo que fuese no deseaba abrir esa carta aún, cuando para el alba la casa estaba impecable ya no había nada que hacer, ahora muy cansada se recostó en un viejo y empolvado colchón en la esquina de un cuartucho abandonado, aunque el polvo le cubrió cada recoveco del cuerpo estaba muy agotada y la venció el sueño, despertó unas dos horas más tarde con el cacareo de un gallo escuálido y malhumorado, apenas abre los ojos ya es seguro que no podrá volverlos a cerrar, era odioso eso de no poderse dormir de nuevo, se levantó y con la nada o menos de víveres que dejó Joe si hizo un “desayuno” poco contundente, salió y alimentó nuevamente a los animales, sacó un rato a los caballos y los dejó libres unas horas, si bien el plan era irse a primera hora el campo ese era tan relajante y aislado, y al parecer no le faltaba que hacer, realmente no tenía mucho ánimos de volver, se fue en una linda yegua blanca a los límites del campo, más allá seguía la extensión de pasto y plantaciones pero no le pertenecían a nadie.​

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El sol le daba a las espaldas, no hacía frío, el viento soplaba levemente en su rostro dándole frescura y templando su acalorado y cansado cuerpo bien cuidado, se quitó el abrigo y el calzado, estaba nada más con un simple vestido amarillo, se soltó el cabello y se quitó los restos de maquillaje, estaba completamente libre ahora, se tendió sobre la hierba suave, el sol se ponía ahora dándole en la cara, pero sin cegarla por completo, sin fastidiarla, era completamente perfecto, hasta que la punta de algo débil pincha suavemente su cintura, se lleva la mano para ver y la carta arrugada estaba allí, en su bolsillo, ni recordaba cuando la cambió de lugar pero allí estaba, esperando ser abierta, abierta por sus hermosas manos, era ese el momento, era definitivo que debía abrirla en ese momento, tomó con temor el sobre y sacó de adentro un papel bastante arrugado, estaba dándole la espalda al texto lo volteó y comenzó a leer.​

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Las lágrimas corrieron por sus mejillas traicioneramente, se sintió devastado en cuanto sus ojos toparon con el texto frente de ella, dejó caer el papel y su cuerpo al mismo tiempo, se llevó las manos a la cara y enrolló todo su cuerpo para quedar en posición fetal, realmente no podía pronunciar palabras, no podía simplemente, se quedó en esa posición un buen rato hasta que se quedó dormida, apareció en medio del sueño, a la mitad de una guerra, bombardeos por doquier y soldados caídos, montones de cadáveres y chozas arruinadas, todo el ambiente era desolador, hasta que lo vio, a su padre, cargando un arma a sangre fría, apuntando y disparando, hasta que sale del asombro y corre a él, una bomba se cruza en la trayectoria entre ambos y los separa, Sam despierta de un solo golpe.​

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─ ¡Papá!, ¡no papá, no me dejes! ─se lleva las manos a la cara, continúa llorando un buen tiempo, hasta que se pone de pie, toma la carta y sus demás pertenencias, se sube a su yegua y se va galopando de vuelta al punto de inicio, le da de comer a los animales y los guarda, se prepara con todo lo que encuentra y se come prácticamente todo en la humilde vivienda, toma papel y pluma y escribe una carta, breve pero directa, toma un buen caballo y lo que queda de comida, sale de la casa dejando todo impecable y una papel sobre la mesa.​

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…Lamentamos informarle que el soldado, Damian Hernesto Soul Caballero, se encuentra perdido en acción…​

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La joven a toda prisa no tarda en llegar a un pueblito que estaba de camino cuando llegó hasta la granja de Joe, fue hasta la oficina de correos y ordenó mandar una carta a casa de su madre, enseguida se fue por el camino de salida del pueblo y se perdió en la vista.

Continuará…

¿Cuál creen que sea el propósito de Sam?