Three-shot Fraude [Masuyo Kobayashi|Murai Sugita|Takeda Minamoto][S.S]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 17 Febrero 2021.

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  1. Threadmarks: Suzume [Masuyo y Takeda]
     
    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Escritora
    Título:
    Fraude [Masuyo Kobayashi|Murai Sugita|Takeda Minamoto][S.S]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    505
    Gorrión

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    Uno, dos... desde el día del sol... pasaron dos más. Por lo cual... estábamos en... el día del agua. Y mañana sería para la madera; mi día, según mi madre, vaya a saber uno por qué. Estábamos en un absoluto silencio, por lo menos por mi parte; no le decía nada a Murai, nada que no fuera más que palabras sueltas para asegurarme de que seguía vivo; de que aún podía hablar. Efectivamente, hablaba y a veces reía sin aparente motivo alguno, vaya a saber una las historias e ilusiones que padecía ahora que estaba ciego.

    Dejé salir un suspiro pesado, meciéndome con el paso calmo del caballo; mirando más hacia al cielo, sin perder el horizonte boscoso: Recordando días oscuros, en extremo angustiantes.

    Mi propia segura, mi propia insensibilidad; mi muerte...
    Mi renacimiento
    reencarnación...


    Ahora iba entendiendo... cosas que antes no podía explicarme; dioses, mitos, leyendas; mentiras, engaños, verdades: Sintoísmo y taoísmo, quisiera o no, era ambas; ambas convivían en mí, eran inseparable, tan fusionadas que yo era incapaz... de entender qué era aquello en lo que creía.

    Otro suspiro pesado, volviéndome a centrar en el camino frente a mí, tarareándole un par de indicaciones al caballo, para que apresurara el paso; ya habíamos descansado bastante.

    Y mientras veía como mi alrededor se tornaba veloz, el trote de mi caballo constante; mi centro estoico, mi mirada atenta: Lo pensé, pensé en Takeda, apreté los labios y solté un buen par de lágrimas.
    —¡Vamos, tú puedes, anda! —grité, ordené a mi caballo, dándole significado a los que, en realidad, el animal solo entendía como gritos y acciones; comunicación, me comunicaba con un animal y Murai, tras mi espalda, a la vez.

    Andamos a un buen trote, un trote constante... mientras pensaba en cosas desagradable, mientras mi nudo subía y bajaba, incordiaba mi garganta; mientras mis ojos ardían, mis respiraciones se volvían profundas...

    Me...
    sentía viva...
    luego de mucho tiempo.

    Por fin me sentía viva otra vez; tenía miedo, metas y razones.
    Había dejado de ser ese fantasma...​
    que salvó Kenzaburo.​

    Esa frágil muñeca que protegió Kenzo; esa pobre criatura desvalida que conoció Takeda.

    ...Minamoto no Takeda; Ryouma,
    Ryouma existió solo por y para él.
    Mi ceño fruncido con determinación, acompañado antes con una fina línea horizontal de labios, fue ahora acompañado por una amplia sonrisa confiada.

    No sabía qué sentir, dolía sentir, pero algo era seguro:
    Nada de tú pasado se esfumaba por completo,​
    y los Minamoto siempre irían tras mi espalda.
    Para bien o para mal.






     
    Última edición: 17 Febrero 2021
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  2. Threadmarks: Shika [Murai y Kobayashi]
     
    Kaisa Morinachi

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    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
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    Ciervo

    Nos habíamos bajado en medio de otro bosque, para poder estirar las piernas y de paso que descasaran los caballos, obviamente todo a base de mis decisiones; mi responsabilidad. Yo me había bajado primero y luego me siguió Murai, una vez estuve al costado de su animal, en caso de cualquier inconveniente. Una vez abajo, yo con las sogas de ambos animales en mis manos, apoyó sus manos sobre mi hombro; afianzando el agarre.

    —Hm —solté un quejido apenas audible, efímero, y no demoré en notar el ceño algo fruncido de Murai.
    —¿Todo bien? —preguntó directo, sin rodeos, aunque su voz era tan seria como calmada. Apatía... o así lo interpretaba.
    —Si...— "Nada de que preocuparse", no, eso me expondría—; todo bien —solté sobria y monocorde. No se veía para nada convencido, a pesar de que su expresión apenas y cambió un poco; terminó por asentir suave—. Suéltame los hombros, por favor —agregué apática, el entrecejo del hombre tan solo se arrugó más, pero no dijo nada al respecto mientras separaba sus manos de mis hombros lastimados—. Tienes que acostumbrarte a no tocar nada, Sugita no Murai.

    Dio un suspiro pesado, seguramente hastiado, y respondió con un monosílabo afirmativo.
    —Voy amarrar a los caballos, tú vigila que nadie se acerque, que nadie se lo lleve; escapa con ellos antes de que siquiera intenten llevárselos...— Me quedé cabizbaja, pensativa, para terminar murmurando—; no importa sí me dejan atrás, me las arreglaré para encontrarlos—. Alcé la vista, encarándolo, el miraba al frente, como empezaba a acostumbrarse de a poco.

    Y sostuvo ambos de mis brazos, y yo solté otro quejido de resentimiento. Su ceño se frunció con severidad, y entendí que ya sospechaba más de lo que debería; pues repasó mis brazos con sus grandes manos, apretando. Yo solo me quedé en silencio, respirando profundo, monótona; solo sacando los sonidos esenciales del movimiento humano. En un momento se detuvo, separando de una buena vez las manos de mi cuerpo; desfrunció un poco el ceño, yo solté un suspiro pesado, entre aliviada y adolorida.
    —¿Me ocultas algo, Kobayashi? —musitó serio, sin ninguna emoción relevante. Yo ni siquiera me inmuté.
    —Nada de tu interés —respondí con simpleza, para luego llevar las manos a mi cadera y darle la espalda, un paso lejos de él—. Y bueno, ¿estas de acuerdo con el plan? —cuestioné mirándolo por sobre mi hombro, con una seriedad absoluta en el rostro y la voz calma—; tú descansas, proteges a los caballos, mientras yo voy a buscar algo de comer.

    Murai asintió.
    >>Oh, y sí necesitas algo, puedes intentar silbar; tal vez pueda encontrarte sí estoy cerca, a tiempo—. Algo de entusiasmo se coló en mi voz, otra vez cara a cara, frente contra frente. Le hice dos chiflidos, explicándole luego los significados—; el que parece el canto de un pájaro, es para cuando necesites ayuda; el que se asemeja al aullido de un lobo, es cuando estés en una situación riesgosa, que ponga a juego nuestra identidad o vida, ¿entendido?

    —Si —respondió con simpleza—, ¿puedo ir a descansar ya?— Sonreí con suavidad y ternura por la respuesta, dándole un leve toque en el hombro al pasar a su lado.
    —Claro, descansa bien —pedí con suavidad, ojos cerrados para empezar a adentrarme apacible al bosque...

    Pero entonces habló, habló con una voz... de una forma... que casi nunca sentía;
    Fraternal.
    —No vuelvas a dañarte a ti misma, Kobayashi —sobrío, monocorde; tan estoico como solemne, espalda contra espalda. La inhalación ahogada por mi parte fue imperceptible.

    Apreté los puños, fruncí el ceño y apresuré el paso.
    —No prometo nada, Murai.



     
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  3. Threadmarks: Ryouma [Masuyo "Mao" Kobayashi]
     
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    Caballo dragón








    .​
    El sol caía sobre el mar, sobre las montañas, y la luna surgía a lo lejos; pero en ese instante llamado atardecer, todos los campos amarillentos resplandesían con naranjos y dorados, mientras el sol se teñía de rojo, morados y azules. Murai, o Kagayaki, a pesar de que no podía ver se encontraba sentado sobre un cajón para la cosecha, atento a cualquier estimulo sonoro ajeno a los niños y la pequeña Kobayashi. Las risas, las palabras entusiastas; por sobre todas ellas se alzaba una voz suave, pero potente: Solemne, pero piadosa.

    Y cuando quisieron darse cuenta, todo se sumió en el silencio del ocaso, todo menos las brisnas y el susurro de un viento inexistente; Murai nunca sería capaz de verlo, pero los pequeños y niñas se encontraban algo asombrados de las cualidades de Masuyo, la ex integrante de los Kobayashi bailaba de una manera inaudita. No tan solo se dejaba guiar por la brisa, haciendo movimientos sutiles y agraciados; el instinto nacía, sus músculos se estiraban, y nunca se quedaba por más de dos segundos en la misma escena. Donde otros podrían ver caos, donde maestras podrían ver desorden, donde los cuerdos podrían ver locura; las pequeñas almas presente tan solo eran capaz de percibir unas asombrosas habilidades.

    Porque no solo era baile, belleza visual; desde que ya no tuvo algo llamado hogar, cada pequeño conocimiento se volvió esencial. La belleza un engaño, el engaño la verdad, y aquella solo se expresaba con los movimientos insonoro de la chica a través de la brizna seca; era un baile de lucha, un método de huida, una se. Cuando acabó fue mirando hacia el horizonte, brazos extendidos hacia los costado; reflejando la silueta del sol ocultándose detrás de los montes, más allá de la planicie. Seria, se quedó observando los últimos rastros de luz con el pecho subiendo y bajando sinuoso, mientras muchas imagines ilusorías invadían su mente; pero solo era capaz de ver aquel horizonte frente a ella.

    Kohaku, Heya, Kuroki; Rengo, Kenzaburo, Takeda; Fuji, Matsuda... y hasta ahí llegaban. Se dejó caer de espaldas, y un par de niñas gritaron, otro par de chicos exclamaron su nombre, pero todo se calmó cuando ella, recostada en el suelo mullido de brisnas secas, soltó una sonora y melodiosa risa; alegre, risueña, genuina.

    Y entonces todos los pequeños se acercaron, rodeándola, unos riéndose, otros preocupados. Unos, simple y llanamente, en un silencio dudoso.

    Pero poco importaba;
    Ella estaba feliz,​
    y Murai sonreía a lo lejos.








     
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