One-shot Frío y sangre (Warhammer Fantasy)

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por George Asai, 28 Abril 2018.

  1.  
    George Asai

    George Asai Maestro del moe

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    Escritor
    Título:
    Frío y sangre (Warhammer Fantasy)
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    9212
    Frío y sangre


    Históricamente, las relaciones entre el Imperio y Kislev, han sido formadas por tiempos de necesidad, desde la época de Magnus, el piadoso, las incursiones del Caos incrementaron su frecuencia y brutalidad. El asunto de hoy no era diferente.


    Todo sucedió tan rápido que la Zarina de Kislev no pudo evitarlo, nadie habría podido, ni siquiera los más temerosos o precavidos estaban preparados para un asalto de esta magnitud.


    —¿Estamos listos? —Un hermano caballero me habló desde su montura, de inmediato, levanté mi bacinete y miré de frente al guerrero que me llamó. Su nombre era Hans, él era un hombre alto y fornido, cuyo rostro estaba repleto de heridas horrendas que le brindaba un aire de respeto y temor, que muy pocos se atrevían a cuestionar. A diferencia de mí, él no poseía piedad ni amabilidad con sus enemigos.


    No es que la merezcan tampoco.


    —Sí, Hans, vamos a despedazar a esos monstruos del norte. —Mi compañero tenía años peleando contra los incursores, sin embargo, en esta ocasión, todo era diferente, los norteños salvajes venían acompañados de mutantes horripilantes, seres que burlaban toda lógica natural y sembraban el miedo entre nuestras tropas.


    —Eso quería escuchar, Johan, los miembros de la Reiksguard no nos asustamos por nada, ¿verdad?


    —Por supuesto, además, en Praag hay alguien importante para mí, no solo peleo para honrar nuestra alianza con Kislev, también lo hago movido por mi corazón. Entiendo que un guerrero deba tener la cabeza fría para momentos como éste, pero soy humano también, quiero salvar a las personas que me importan. —En la ciudad maldita de Praag vivía una persona muy preciada, alguien cuya vida jamás podré reemplazar. Por eso sugerí al emperador enviar ayuda, después de todo, si Kislev cae, nosotros también lo haremos.


    —No hay nada de malo en luchar guiado por el corazón, joven Johan, mientras recuerdes tu juramento al Emperador Karl Franz y mates a varios mutantes, todo irá bien. Anda, ya casi llegamos, ve a formarte con el resto del regimiento.


    —A la orden.


    Hace 2 meses, hordas de invasores llegaron del norte, no eran las típicas fuerzas de expedición que Kislev derrotaba de cuando en cuando, al contrario, atacaron con tanta fuerza, que lograron aplastar a los defensores de la ciudad en poco tiempo. Por fortuna, las brujas de hielo aparecieron y gracias a sus esfuerzos repelieron a los enemigos varios kilómetros al norte, lo suficiente para mantenerlos lejos de sus murallas y ganarnos tiempo valioso. Enviar a la Reiksguard fue un gesto de apoyo incondicional por parte del Emperador, señal de que no dejaríamos solos a nuestros vecinos del norte.


    —Tenemos que llegar, vamos… —susurré, el frío de Kislev no era ningún chiste, muchos soldados a pie vieron mermado su rendimiento en estas condiciones tan hostiles, lo mismo pasaba con los caballeros montados, cuyas armaduras protegían muy poco de este azote natural tan amargado.


    Entonces, luego de semanas atrapados en el invierno eterno, las tropas de auxilio imperiales por fin llegaron al sitio de combate. Lo que vimos al llegar fue bastante deprimente, a las afueras de la ciudad había una pila de cadáveres gigantesca, proveían de soldados locales, mercenarios y saqueadores enemigos. A decir verdad, no quería verlos de cerca, el aroma de la muerte no era desconocido para mí, pero tampoco deseaba acostumbrarme a ello.


    Conforme nos acercábamos al cerco militar, un mal presentimiento llenó mi garganta.


    —Esto no tiene buena pinta. —Decidí mirar mi rostro a través del escudo que cargaba conmigo, justo como pensé, mis labios estaban agrietados por el clima y la falta de agua caliente en los últimos días. Mi piel blanca y cabellos rubios también lucían agotados, por el amor de Sigmar, lucía bastante mal y eso que apenas tenía 26 años —. Ya no estamos en Altdorf —volví a susurrar.


    Muertos en cantidades industriales llenaron mi campo de visión, cuerpos cercenados de mutantes y humanos adornaban este sangriento paisaje. No pude evitar sentirme triste por estas pobres almas, todos ellos lucharon hasta el final para proteger su patria y a sus familias, a pesar del amargo final, sus esfuerzos no fueron en vano.


    Aun así, la persona que buscaba no estaba entre ellos, para mi buena fortuna.


    —¡Genial, llegaron los refuerzos! —Un soldado local se acercó al líder del pelotón, el hombre medía cerca de 1.89 metros de estatura, joder, con solo ver el muñón de su brazo izquierdo me daba la idea de que tan sangrientos habían sido los combates en los últimos días.


    —¿Quién está al mando? —preguntó mi líder.


    —El Boyardo Stan, señor.


    —Bien, ¡soldados, en guardia!, hablaré con el Boyardo para que me de las últimas noticias del combate, estén atentos, podemos cargar en cualquier momento.


    —¡Sí, señor! —El soldado guió al comandante hacia una pequeña casa de campaña, lugar donde se reunían los líderes estratégicos y personas importantes. Hans caminó alrededor del campamento, en búsqueda de algo interesante para matar el tiempo, yo hice lo contrario, pues quizá no tenga otra oportunidad de moverme libremente.


    Debía encontrarla…


    La persona que buscaba era una mujer fría como la nieve, pero con un corazón tan cálido que no parecía ser una bruja del hielo.


    —¿En dónde estás, Natasha? —Cabalgué por todo el campamento e incluso pregunté a los soldados que me topé en el camino, ninguno la conocía, pero sí dijeron ver a muchas brujas de hielo participar en las encarnizadas batallas que se llevaron a cabo.


    No, Natasha no podía estar muerta.


    ¿Verdad?


    Ella misma me lo dijo: “Nos veremos cuando la nieve nos lo indique”


    Si la ventisca partió mis labios, pero no me causó ninguna enfermedad, entonces el frío estaba de nuestra parte, ¿verdad?, ¿verdad?


    Seguí buscando por dos horas más, entré a las casitas de heridos y rodeé el campamento con la esperanza de encontrarla, de hecho, hablé con otra bruja de hielo y me dijo que no conocía a una tal “Natasha”, pues muchas hechiceras de su clase vivían en constante movimiento y no se juntaban en reuniones grandes para conocer sus nombres.


    Me sentí incomodo, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, en ese momento, los cuernos de guerra empezaron a sonar y los soldados acampanes volvieron a sus puestos rápidamente. Yo hice lo mismo, total, a Natasha no le hubiese gustado que faltara a mis deberes como caballero.


    Hans me saludó cuando llegué a la cuña con el resto de los hermanos, al parecer, vamos a cargar contra los mutantes que asechaban más allá de las frías estepas. Lucharíamos codo a codo con los mejores boyardos y soldados de Kislev, toda una explosión de acero y frío a su máximo poder.


    —¿Encontraste a la persona que buscabas? —preguntó Hans.


    —No, pero no me he dado por vencido, cuando ganemos la buscaré y por fin seré sincero conmigo mismo. Anda, nos llama el general.


    Marchamos a la batalla sin rechistar, con nosotros había cerca de 5000 tropas estatales listas para entrar en combate, los soldados de Kislev eran 4000, pues las bajas y heridos evitaban por completo una marcha mayor. No me importó, después de todo, los caballeros de la Reiksguard brindamos nuestro apoyo.


    Éramos cerca de 400 jinetes acorazados, listos para romper las líneas enemigas a la primera orden de nuestro jefe. Tras caminar un momento por fin tuve una visión completa del enemigo, al fondo de la estepa, miles de incursores sanguinarios aguardaban nuestro ataque blandiendo sus hachas y escudos rudimentarios. Atrás, guerreros del caos montados en corceles oscuros y bardeados, preparaban sus armas para iniciar la carnicería.


    Sin mencionar a los malditos mutantes, seres atemorizantes que cargaban diferentes horrores de la carne, desde tentáculos en los brazos, dos cabezas, partes demoníacas en el abdomen o la espalda y demás cosas que la verdad, prefería omitir para mantener a salvo mi salud mental.


    —¡Llegó el momento de atacar!, hemos resistido como fieros guerreros sus constantes asaltos, pero ya no más, hoy… ¡Los adoradores del caos van a sufrir una aplastante derrota! —El boyardo líder soltó un grito lleno de pasión, pude sentir como la determinación llenaba mi cuerpo congelado, en efecto, esos bastardos probarán la furia del ejército imperial.


    ¡A la batalla!


    Nuestro primer movimiento fue disparar con diez morteros directo a las filas enemigas, bueno, por filas, me refería a una masa de carne maldita inconstante y desigual. Los disparos fueron efectivos, el poco orden que había dentro de ellos fue reemplazado por una furia asesina repleta de sangre. A pesar de que las bajas no fueron las que esperábamos en un inicio, sí rompieron ligeramente la moral en esos entes poco civilizados.


    Los alabarderos fueron los siguientes en marchar hacia el frente, emplearon la típica táctica de parar la carga enemiga con sus poderosas armas. Detrás de ellos, estaban los espadachines, listos para entrar en combate cuerpo a cuerpo contra los mutados del caos y temibles bárbaros.


    —¡A los flancos! —Seguí al resto de los caballeros justo al flanco izquierdo, dejamos que la infantería recibiese el impacto inicial, ya que ellos estaban entrenados precisamente para eso. Junto a los espadachines había soldados de Kislev armados con hachas y espadas a dos manos, lo suficientemente grandes para actuar como infantería pesada e incluso, de choque.


    Desde aquí pude ver la gran masacre que se estaba armando.


    Los malditos del caos, monstruos humanoides cuya forma no era más que un chiste de su antigua apariencia, fueron los primeros en entablar combate contra los alabarderos. La disciplina y el rigor de su entrenamiento les permitió resistir la oleada inicial de golpes y cortes improvisados, detrás de estos monstruos, los norteños lanzaron su ofensiva pesada, liderados por el caudillo nórdico Sven, espada maldita.


    —¡Espaderos, al frente! —Con la carga monstruosa detenida, los espadachines atacaron de frente a los bárbaros y no tardaron nada en despedazarlos con su entrenamiento superior. Claro, hubo numerosas bajas para ambos bandos, pero actualmente, las fuerzas combinadas del orden llevaban las de ganar.


    Combatir en regimientos disciplinados daba buenos frutos.


    Solo por un momento giré mi semblante hacia la derecha, traté de buscar a Natasha nuevamente, pero no tuve éxito, las brujas de hielo ya no se veían desde acá. Solté un suspiro lleno de resignación, no quería pensar lo peor, pero tampoco debería distraerme de este modo. Ya habrá tiempo de buscarla con mayor calma.


    —¡Fuego! —En la retaguardia, nueve cañones imperiales y 4 pertenecientes a los vecinos, dispararon contra los gigantes del caos que se veían a la distancia. Me sorprendió verlos desde acá, sus enormes cuerpos gordos recibieron las bolas de cañón con tanta potencia, que su mutada carne salió volando por todo el campo de batalla.


    Hubo un grito de guerra ensordecedor, al ver caídas a sus bestias, los soldados imperiales redoblaron esfuerzos e hicieron retroceder 500 metros a las fuerzas del caos, un avance significativo para tan mermado ejército. Finalmente, el comandante nos ordenó atacar, con las filas enemigas concentradas en el melee, una carga lateral será suficiente para ponerlos en desbandada, o al menos, eso creímos.


    —¡Reiksguard, a la carga! —La parte más importante de la batalla por fin llegó, los caballeros nos colocamos en formación de cuña y rápidamente, ordenamos a nuestros corceles cabalgar directo al corazón de la batalla. Sentí como la sangre me hervía, si bien, yo era una persona relativamente gentil y amable, ver a tantos buenos hombres morir por culpa de esos bastardos, me ponía de un humor terrible.


    Quería matarlos, masacrarlos, demostrarles que ellos no eran rivales para la civilización.


    El caos debía ser erradicado y yo mismo, colaboraré para ello.


    —¡Por Sigmar! —Coloqué mi lanza de caballería justo al frente, de inmediato, me lancé de lleno a la boca del lobo. Gracias a la velocidad de mi caballo blindado fui capaz de penetrar las defensas de un engendro del caos, el resultado me dejó sorprendido a mí también, pues un caballero más y yo, nos encargamos de ensartarle las armas y matarlo al instante. Creí que resistirían más, pero el monstruo deforme cayó muerto con sus tentáculos inertes al piso, ni siquiera la curación sobrenatural y sus extraños favores del caos, fueron rivales para el acero imperial, cuya fuerza venía del mismísimo Sigmar. Esto no terminó aquí, una vez muerta la bestia, redirigí mi caballo hacia el flanco derecho, en esta ocasión, volví a cargar junto a otro grupo de caballeros para asesinar sin piedad alguna a los bárbaros que intentaban retirarse a una posición más elevada.


    Menudos cobardes.


    Tanto hablaban de la guerra y la sangre, pero cuando las cosas se ponían contra ellos, eran los primeros en huir como ratas en desbandada. Mi corazón latía a mil por hora, no había tiempo de parar, continué cargando junto a estos compañeros por 4 minutos más, en dicho lapso acabamos con media docena de mutados que no sabían ni a donde mirar.


    —¡Mueran de una vez! —La repugnante sangre mutante manchaba mi armadura como pintura en pleno festival, su olor no me mareaba, al contrario, me dio la fuerza suficiente para continuar impartiendo justicia. Grandes tragedias habían ocurrido estos últimos años, todo por culpa de estos salvajes sin corazón.


    ¿Pensaban que iba a dejarlos ir?, ¡jamás!


    La Reiksguard se reincorporó a las afueras del combate, dejamos que la infantería diese otros pasos al frente, después de todo, ellos estaban más ansiosos de reclamar su merecida venganza contra el caos. Luchamos con valor y nuestros esfuerzos se vieron recompensados cuando el caudillo nórdico ordenó a sus tropas retroceder.


    Menuda ironía, los “imponentes” guerreros del caos, habían sido repelidos por los humanos “frágiles” que ellos tanto aborrecían. No pude evitar sonreír desde mi bacinete, incluso nosotros podíamos comportarnos como verdaderos bárbaros, cuando la sed de venganza nos alimentaba como un orco en pleno WAAAGH.


    —¡Muerte al caos! —Sin embargo, cometimos un pequeño error de cálculo, justo cuando nos preparábamos para otra carga demoledora, una hueste de trolls del caos aparecieron desde el fondo de la estepa, seguramente fueron atraídos por los gritos y el olor a sangre. Las bestias monstruosas igualaban la velocidad de un caballo y peor aún, iban armados con mazas gigantes que destrozarían a toda la línea en un santiamén.


    Debimos haber revisado antes el terreno, estas malditas estepas estaban repletas de monstruos y seres abominables. Maldije en voz alta su presencia, el hedor de los trolls podía olerse desde aquí, la marea café y negra parecía derretir toda la nieve que se formaba alrededor.


    Esto no pintaba nada bien, la infantería no era rival para esas cosas y no teníamos tiempo de reacomodar a los alabarderos.


    —Parece que tendremos que cargar —comentó Hans y en efecto, nuestro superior dio la misma orden solo dos segundos después. De ese modo, detendríamos la carga de los trolls y daríamos tiempo suficiente a los alabarderos de reagruparse y encarar a estos apestosos monstruos. Además, los artilleros también necesitaban recargar la munición antes de lanzar un nuevo bombardeo.


    Siendo sincero, me daba cosa tener que luchar cara a cara contra los trolls, de por sí, sus versiones normales ya eran difíciles de matar, mutados, la cosa empeoraba demasiado. Había monstruos que portaban laceraciones en el pecho, dos cabezas, enormes cuernos y demás rasgos aterradores que solo incrementaban su “encanto”.


    Los caballeros de la Reiksguard nos acomodamos justo al frente del ejército, las cargas frontales no eran una táctica inteligente contra enemigos civilizados, pero en esta ocasión, resultó ser el mejor método para asegurar la victoria del Imperio y Kislev.


    Cargar contra los trolls era relativamente suicida, necesitábamos calcular precisamente nuestro ataque y luego, retirarnos, de lo contrario, acabaríamos derretidos por los asquerosos fluidos que vomitaban alrededor del campo. Mi caballo espoleó mientras avanzábamos junto al resto del regimiento, lentamente la distancia que nos separaba se reducía y al mismo tiempo, me dio la oportunidad de levantar mi lanza de caballería.


    —¡Por Sigmar! —grité, frente a mí, yacía un terrible troll de 3 metros y enormes cuernos en la cabeza. No quería ni verlo de frente, su mera presencia me provocaba nauseas y el aroma casi me tumbó de la montura.


    Gracias a la velocidad de la carga fui capaz de clavarle mi arma justo en el pecho, por sí misma, la estocada no causó mayor daño en su resistente piel, pero otros caballeros hicieron lo mismo hasta que fueron capaces de tirar al monstruo directo al suelo.


    —¡No se confíen y remátenlos!


    Resultaba más fácil decirlo que hacerlo, en cuanto la bestia cayó, sus heridas comenzaron a regenerarse de inmediato. Esto no pintaba nada bien, sin el impulso de la carga ni una distancia prudente, yo y otros 5 caballeros estaríamos a merced del troll.


    Tratamos de retroceder con nuestros caballos, pero el troll caótico se levantó rápidamente como si nada y de un solo golpe, tiró a 3 compañeros de sus monturas, matándolos al instante por la fuerza de su garrote. La sangre me llegó a salpicar desde aquí, mi caballo entró en pánico y trató de correr hacia la izquierda.


    Ni siquiera su entrenamiento como caballo de guerra le preparó para enfrentar a semejante anormalidad.


    —¡Basta! —No todos los caballeros fuimos tan afortunados, otros ni siquiera lograron derribar a los trolls con sus lanzas y perecieron destripados o quemados por la bilis ácida que disparaban como mecanismo defensivo. El panorama empeoró para nosotros, una vez que recuperé el control de mi corcel, más trolls llegaron desde las cuevas heladas. También lo hicieron los norteños y mutantes del caos, cuyas fuerzas recuperaron moral cuando nos vieron morir de manera inútil contra estos desgraciados.


    La infantería imperial se reacomodó lo suficiente para continuar la pelea, por ende, decidimos retirarnos y reagruparnos también justo en los flancos. Al menos, ese era el plan, no conté con que otro de los trolls derribados arrojase su garrote directo a mí.


    —¡Imposible! —Salté del caballo justo a tiempo, un segundo más tarde, el enorme boomerang improvisado destripó a mi pobre animal como si fuese un globo repleto de agua. La caída me dejó aturdido, traté de reincorporarme tan rápido como pude, pero fue inútil, las terribles garras del troll amenazaban con destrozar mi armadura y de paso, mi piel.


    Levanté mi escudo para bloquear esta ofensiva, sin su garrote, el troll solo contaba con sus malvadas extremidades.


    Por suerte, el metal logró repeler el impacto y de ese modo, tuve la oportunidad de cortar sus dedos de un solo tajo. Ante la sorpresa, el troll retrocedió dos pasos e inútilmente, se quedó viendo como sus garras volvían a crecer. Para este momento, tenía dos opciones nada más.


    1- Pelear con el troll cara a cara

    2- Correr y reagruparme junto a la infantería.


    Mi caballo estaba muerto y si le daba la espalda, este desgraciado seguro me hará picadillo. No quedaba más alternativas, ¡llegó el momento de pelear!


    Solté mi escudo y me quedé solo con la espada, luego, lancé un corte diagonal contra la pierna derecha del troll. Mi intención era cercenarlo muchas veces para reducir su capacidad de combate y así, dejarlo a merced de los alabarderos que poco a poco, marchaban hacia este lugar.


    Obviamente, no funcionó.


    Por más heridas brutales y sangrientas que provocaba, este bastardo continuaba aumentando su furia y velocidad. Al principio, pude esquivar sus ataques con simples tajos al aire y desplazamientos laterales, pero luego, el troll se volvió más agresivo, su débil mente parecía estar teniendo algo cercano al “razonamiento”. La cuestión era simple, yo no podría enfrentarlo si el troll se daba cuenta de que podía quitarme la espada o vomitarme encima, pero misteriosamente, no lo hizo.


    ¿Acaso estaba confuso?


    En todo caso, su capacidad de combate no bajó, sino todo lo contrario.


    La situación alcanzó el punto crítico, un troll más pequeño, pero con mayor velocidad, terminó de romper la armadura de un hermano caballero y luego, centró su atención en mí. No podía luchar contra dos semejantes criaturas yo solo, necesitaba ayuda urgente, además, este nuevo enemigo si tenía su garrote consigo.


    —Parece que es el fin… —susurré con tristeza esas últimas palabras, a pesar de mi poco optimismo no bajé la guardia, ni me resigné a vivir, si esos monstruos desean mi sangre… ¡No la tendrán tan fácil!


    El troll pequeño intentó aplastar mi cráneo de un solo golpe, sin embargo, alcancé a desplazarme hacia la izquierda e inmediatamente, corté su estómago con mi poderosa espada. No contento con eso, retiré el arma y retrocedí para evadir el nuevo agarre del anterior troll.


    Estas bestias no eran muy rápidas, si me concentraba lo suficiente y atacaba con potencia, incluso ellos batallarán para golpearme. Soy un caballero de la grandiosa Reiksguard, perder ante estos repugnantes sapos bípedos no era una opción, por Sigmar, por el honorable emperador Karl Franz…


    ¡No podía perder este combate!


    —¡Bien resistido! —De la nada, las piernas de los dos trolls se congelaron, fue algo grandioso de ver, lo que antes eran dos poderosas masas de músculo y grasa, ahora yacían convertidos en copos de nieve, por así decirlo. Los monstruos eran tan estúpidos, que ni siquiera se dieron cuenta de este detalle hasta que fue demasiado tarde.


    Sin extremidades para moverse o caminar, tuve la libertad de darme la vuelta y correr hacia la infantería que marchaba contra los trolls.


    —E-Eso ha estado muy cerca —comenté en voz alta.


    —¿Johan?, ¿eres tú? —Entonces, la voz que tanto deseaba escuchar, finalmente llegó a mí.


    Estaba tan concentrado en la pelea contra los trolls, que no vi el rostro de mi salvadora. Una sonrisa repleta de alegría se formó entre mis labios, por un instante, el tiempo a mi alrededor se detuvo, la guerra y la masacre sangrienta que ocurría a pocos metros de distancia parecían eventos ajenos.


    —Sí, Natasha, soy yo. —Me quité por completo el bacinete, de inmediato, la hechicera abrió sus ojos en par, como si hubiese recibido la sorpresa más grandiosa de su vida —. Ya estoy aquí.


    —¡Johan! —Esa piel blanca y cabello del mismo color era inconfundible, si bien, casi todas las brujas de hielo compartían algunas características, ninguna poseía una mirada tan gentil como Natasha. Sus ojos violetas como las joyas de mi hogar, rebosaban una emoción intensa, que sentí un agradable viento acariciándome.


    Con las bestias paralizadas, los artilleros imperiales retomaron su bombardeo, no les resultó difícil matarlos a base de disparos precisos. Por más resistentes que fuesen esas alimañas, incluso ellos eran vulnerables al fuego y las explosiones.


    —Natasha, retrocedamos un poco, los cañones retomarán la salva.


    —De acuerdo. —El resto de la infantería hizo lo mismo, deseábamos ganar distancia nuevamente para continuar la marcha de manera ordenada, pues todavía vimos regimientos desbandados y caballeros desplazándose sin ninguna dirección. Acomodar las fuerzas era la prioridad principal del general en este momento.


    —Gracias por salvarme, de no ser por ti, habría terminado como comida de troll. —Una vez que nos alejamos de la batalla, por fin pudimos empezar una conversación adecuada, había tantas cosas que deseaba decirle, pero no debía dejarme llevar por la emoción del momento.


    —Descuida, luchaste bien contra esos trolls por tu cuenta, yo debería haber llegado antes, pero estaba ocupada en las murallas de Praag. Levantamos un escudo de hielo por sí los invasores avanzaban a la ciudad, por suerte, no fue necesario. —Natasha acomodó su cabello hacia atrás, la chica vestía un abrigo azul con lana blanca saliendo del cuello y la cintura, bastante mona como siempre.


    —Me alegro de haberte encontrado, ¿has estado bien?, tenemos dos años de no vernos.


    —Han sido dos largos años, pues sí, he estado viajando por Kislev y ayudando a mi pueblo contra los incursores. —El sonido de los cañones continuaba sonando a la distancia, sabía muy bien lo que significaba, una vez que el bombardeo termine, mi tiempo con Natasha llegará a su fin, pues tendré que volver con la Reiksguard y retomar al combate.


    —Típico de ti, desde que eras una aprendiz has estado ayudando a la gente, ojala hubiese más personas como tú en el Imperio. —Mi comentario provocó una dulce sonrisa en Natasha, posteriormente, la chica se acercó a mí y sin pensarlo dos veces, me dio un abrazo.


    Pude sentir el frío de su cuerpo recorriendo mi piel, a pesar de tener la armadura puesta, no había forma de olvidar esta hermosa sensación.


    —En verdad adoras hacerme sonrojar, Johan, ya sabes bien que no se me dan los halagos.


    —Yo solo digo la verdad, ¿o acaso miento? —Correspondí su abrazo de la misma forma, esta sensación fría era muy distinta al clima duro que Kislev ofrecía. Si tuviese que describirlo, sería como la pequeña nevada que junta en invierno a las familias para contar historias a lado de una fogata, o a la gentil brisa que anunciaba el final del otoño.


    Porque Natasha me demostró que el frío iba más allá de la dureza o la soledad.


    —Ya extrañaba tus frases vergonzosas. —Los dos estuvimos abrazados unos segundos, quería decirle más cosas, felicitarla por haber ayudado a los imperiales en el pasado, pero nada vino a mi boca, simplemente me quedé ahí, disfrutando este bello instante que no durará por siempre.


    ¿Y por qué tenía que ser así?


    ¿Por qué no podíamos sonreír más tiempo juntos?


    —Oh, ¿ella era la persona que buscabas? —Hans sobrevivió al combate contra los trolls, su rostro ensangrentado no podía estar más ansioso por querer combatir otra vez.


    —Sí, ella es Natasha, una persona irremplazable para mí, haberla encontrado hizo que esta vil carnicería valiese la pena. —Sostuve a la chica un poco más fuerte, ella no opuso ninguna resistencia, al contrario, también incrementó levemente la fuerza de su abrazo. Por el amor de Sigmar, este momento era tan vergonzoso que ni siquiera el inmenso frío de su cuerpo y el ambiente podía quitarme el rubor de las mejillas.


    —Bien por ti, Johan, pero no bajes la guardia, la guerra no ha terminado, en cuanto esos cañones terminen de sonar, volveremos al combate.


    —Lo sé, por eso disfruto este pequeño instante, una pausa a mitad de la batalla.


    —¿Tú también eres un Reiksguard?, gusto en conocerte, soy Natasha. —La joven hechicera le sonrió a mi compañero caballero, éste simplemente asintió y de inmediato, se volvió a colocar el bacinete.


    —Te veré en la cuña, Johan. Ha sido un placer conocerla, señora Natasha. —Hans volvió con los demás soldados, a pesar de sus palabras duras y realistas, el hombre no me deseaba ningún mal. Él siempre fue así, una persona dura que solamente encontraba placer en el calor de la batalla, sentimientos como el amor y el romance no tenían cabida en su endurecido corazón.


    —Los cañones están a punto de terminar —susurró Natasha —. Cuando lo hagan, yo volveré a combatir y tú también, que irónico, ¿no es así?, antes siempre te quejabas de la artillería imperial y ahora estás aquí, deseando que su bombardeo no termine nunca.


    —Bueno, la gente puede cambiar de opinión, ¿no lo crees?


    —Sí, es cierto, lo mismo me dijiste cuando nos conocimos, ¿lo recuerdas? —Natasha me miró a los ojos con cierta melancolía, al hacerlo, miles de recuerdos llegaron a mi mente.


    ¿Cómo podía olvidarlo?


    El día en que conocí a Natasha, mi mundo cambió, yo solo era un alumno del pistolkorp y me encontraba registrando las fronteras del Imperio en un simple ejercicio de reconocimiento. Aquel día estaba nevando, quise descansar en una posada putrefacta de Wolfenburgo, pero no hubo suerte, por lo que salí al bosque para levantar un campamento.


    La nevada no incrementó su fuerza, siguió constante, como un canto silencioso en la oscuridad. Fue entonces cuando la vi…


    Natasha estaba danzando debajo de unos árboles congelados, a pesar del frío y lo desolado del lugar, ella estaba sonriendo. Alrededor suyo, una pequeña capa de hielo se iba formando conforme sus pasos se encaminaban en el preciado saber helado.


    —Lo recuerdo, sí, eso fue hace 9 años, ¿verdad?


    —Sí, en ese entonces tenía 16 años, apenas me iba a convertir en una dama de hielo, que recuerdos. —Natasha volvió a remontarse al pasado, en efecto, por algún motivo fuera de mi alcance le hablé. Ella misma se presentó como una aprendiz de bruja que realizaba su último viaje antes de ser promovida a dama, sin embargo, había algo en ella que no le permitía estar cien por ciento de acuerdo con el resto de las brujas.


    No deseo convertirme en una persona fría” fue lo que me dijo.


    No sabía nada de cómo funcionaba la magia de hielo, aparentemente, debías volverte dura como el invierno y fría con los demás. Pero ella no quería apartarse de la gente, amaba viajar y conocer personas nuevas, ayudarlas y comprender sus más preciados sentimientos.


    En mi inocencia o ignorancia como tal, le dije las siguientes palabras.


    La gente puede cambiar de opinión”


    Si ella no deseaba volverse fría y solitaria, ¿por qué debería hacerlo?, la magia de hielo consistía en el dominio de los vientos mágicos o algo así, nunca fui muy bien versado en ese aspecto, quizá me equivoco, quizá no lo hago. Incluso los magos imperiales resguardaban sus secretos con capa y espada, en fin, ella me explicó que su camino era uno solitario y sin esperanza.


    Pero yo no lo veía de ese modo.


    —Y sigo pensando lo mismo, hiciste bien en crear tu propio camino, volverte una bruja de hielo sin perder tu corazón. Al contrario, cada vez que te veo, siento como si el invierno me estuviese dando un dulce abrazo. —Luego de nuestro encuentro, participamos muchas veces en misiones y combates contra los hombres bestia e incursores del caos.


    Nos hicimos cercanos y sobre todo, formamos un lazo de amistad que poco a poco, fue evolucionando en algo más profundo…


    —S-Sabes algo, gracias a mi talento he sido promovida a bruja, lo que significa que ya he abandonado mi voto de castidad. —Ok, esas palabras no las esperaba, ella mencionó algo al respecto la última vez que nos encontramos, pero decirlo ahora, tan repentinamente me provocó un sonrojo inmediato —. Gracias a ti logré dominar la difícil magia de hielo sin alejarme de nadie, este poder, mi poder, lo utilizo para salvar a mi pueblo del mal, soy como la nieve que protege a los osos del calor, el hielo que le da forma a Kislev. Por eso, yo… ¡Te amo, Johan!


    ¿Eh?


    ¿No debería ser al revés?


    —¡Ah!, te me adelantaste, justo iba a confesarme yo primero —bufé, totalmente apenado por haber sido superado en ese aspecto.


    —¿Ya ves?, me daba miedo hacerlo, pues muchos consideran de mala suerte confesar tu amor en medio de una batalla.


    —Pero de todos modos lo hiciste.


    —Claro que sí, soy una poderosa bruja de hielo y tú, un caballero de la Reiksguard, la guardia real del Emperador, un poco de mala suerte no debería ser rival para nosotros, ¿verdad? —Natasha me guiñó el ojo muy feliz por su comentario, al mismo tiempo, sus mejillas pálidas, casi azules, se tornaron levemente rojas por la vergüenza del momento.


    —No lo será…


    —Oye, yo me confesé y no he recibido respuesta. —Se quejó mi preciada bruja de hielo.


    —Por supuesto que te amo, vine hasta aquí para ayudarte y confesar mis sentimientos por ti. Claro, también como parte de mi deberes como caballero, pero ignoremos ese último detalle por un momento. —Para desgracia nuestra, los cañones dejaron de sonar y el cuerno de guerra imperial, volvió a resonar alrededor del lugar —. Parece que ya es hora, el deber me llama.


    —Espera un segundo. —Antes de poder correr hacia un caballo cercano, Natasha me sujetó de la mano —. Dirás, nuestro deber, yo también voy a pelear a tu lado, nuestra historia de amor no será ninguna tragedia.


    —De todos modos no me gustan las tragedias, el viejo mundo está repleta de ellas, ¡vamos a la carga! —Mi dulce Natasha y yo nos tomamos de la mano, a pesar del ligero frío que recorría mi armadura y lo helado de su piel, no la soltaría por nada del mundo. Total, ¿quién necesita manos calientes?


    Este corcel no se parecía en nada a la poderosa bestia que monté antes, pero esto era mejor que nada. De inmediato, desenfundé mi espada y la elevé por los aires, Natasha se acomodó detrás de mí, su peso no molestó en lo absoluto a la bestia norteña. Según las leyendas, los caballos de guerra imperiales descendían de ponis kislevitas, por ende, la fuerza de estos animales debía compensar su falta de velocidad y poder.


    —Iremos a la cuña. —A los otros caballeros no les molestó que cabalgase con una mujer a mi lado, ciertamente, cada quien estaba preocupado por sus propios asuntos. El único que dijo algo al respecto, fue Hans.


    —Tener a una bruja de hielo como aliada debe tener sus ventajas, ¿verdad?


    —Ya lo verán, ¡derrotaremos a esos invasores! —Los nórdicos y sus mutantes volvieron a cargar, ¿acaso estaban mal de la cabeza?, los estuvimos bombardeando con todo nuestro acero y ni así retrocedieron.


    El orden enemigo estaba conformado de la siguiente manera: La primera línea ofensiva se componía de puros mutantes carentes de razón, monstruos deformes cuyas descripciones quedarían perfectas para una novela de terror, en segundo lugar, yacían los guerreros nórdicos armados con hachas y escudos, finalmente, en la línea final, marchaban los guerreros del caos. Hombres cubiertos en armaduras de placas negras y con favores extraños de sus asquerosos dioses, verlos me repugnaba, pero al mismo tiempo, me daba un deseo ferviente de asesinarlos a todos.


    Sven estaba justo en medio, rodeado de sus guardaespaldas más temibles y grandes.


    —¡Ballesteros, fuego! —Una ráfaga de virotes cayó sobre los aterradores mutantes, si bien, logramos derribar a muchos de ellos, la gran mayoría alcanzó a sobrevivir lo suficiente para entablar combate cuerpo a cuerpo contra el honorable cuerpo de lanceros. Sus mutaciones venían en todas formas y tamaños, sin embargo, el único rasgo que todos compartían era la locura colectiva, producida por los temibles espectros del caos a los que rindieron culto alguna vez.


    —¡Por el Emperador!, ¡por Sigmar! —Los caballeros sobrevivientes ganamos algo de distancia mientras los nórdicos entablaban combate, confiábamos en la capacidad de las tropas estatales y los hombres de Kislev para mantenerlos a raya, pues nuestro objetivo eran las tropas de élite.


    No alcancé a contar cuantos jinetes acorazados quedábamos luego del combate pasado, pero sí logré divisar a varios hermanos en condiciones de cargar decentemente. Dejamos pasar 4 minutos de combate melee, aún no era tiempo, debíamos esperar lo suficiente para atravesar las líneas enemigas.


    —¡Al ataque! —grité, vimos la oportunidad perfecta cuando unos bárbaros del caos huyeron en desbandada, entonces, los caballeros y yo cargamos contra los hombres del norte con una fuerza atronadora, hicimos trizas sus huesos y sin piedad alguna, fuimos destazando sus cuerpos semidesnudos. Pero los caballos no se detuvieron, en lugar de regresar a la parte trasera del ejército, continuamos avanzando alrededor de las líneas enemigas, directo a los guerreros del caos.


    —¡Detengan a sus caballos! —exclamó Sven, severamente preocupado por el curso de la guerra.


    —¡No lo harás! —Natasha lanzó un poderoso conjuro desde la montura, ser capaz de concentrarse en medio de esta carnicería fue sorprendente, incluso los magos más hábiles del Imperio necesitaban algo de tiempo para recitar sus poderosos hechizos. De repente, las alabardas y hachas de los primeros guerreros del caos se congelaron, sin su armamento para detenernos, la carga penetró 15 metros en las filas de guerreros acorazados.


    Mi compañera creó una espada de hielo y entre los dos, fuimos acabando con todos los soldados que intentaban detener a nuestro caballo, si bien, los golpes de Natasha no eran tan fuertes como los míos, sí poseían la dureza suficiente para herir o hacer a un lado a los sirvientes del caos.


    —¡Volvamos a cargar! —Sven cerró las filas de sus guerreros para evitar que los Reiksguard restantes volviesen a ganar distancia, dicha maniobra fue inteligente, de este modo, no podríamos aprovechar bien la fuerza de nuestras monturas. Al vernos atrapados en un mar de guerreros de élite, Natasha y yo decidimos bajarnos del caballo y combatir a pie.


    —¡Mueran! —Un guerrero con armadura negra intentó atacarnos con su pesada hacha, sin embargo, su cuerpo fue congelado de la cintura para abajo en menos de un parpadeo. Natasha en verdad daba miedo, menudas habilidades más potentes.


    —¡Johan! —exclamó la bruja de hielo.


    —¡Claro! —Decapité al sirviente del caos de un solo tajo, congelar a una persona entera requería tiempo y esfuerzo, por ende, la hechicera solamente empleaba la mitad del hechizo y me dejaba a mí terminar el trabajo, de ese modo, ahorrábamos tiempo valioso.


    Repetimos el mismo procedimiento cuatro veces más, incluso los aguerridos guerreros del norte se la veían dura contra una bruja de hielo totalmente entrenada. Dos enemigos más intentaron atacarnos mientras Natasha creaba cuatro estacas de hielo, ellos cargaron con sus hachas de mano y sin temor alguno, intentaron golpear a mi compañera primero.


    Grave error.


    Si deseaban hacerle algo, primero debían pasar sobre mí.


    Bloqueé el primer golpe del guerrero caótico, luego, de un solo movimiento, penetré su armadura con una estocada al corazón, matándolo instantáneamente. No tuve tiempo de regocijarme, un segundo después, el otro norteño ya tenía el filo de su arma a pocos centímetros de mi pecho.


    —¡Eres mío! —gritó él.


    —¿Estás seguro? —Flexioné mi pierna izquierda justo a tiempo, al hacerlo, incliné mi cuerpo entero hacia atrás y usé el mango de mi espada como un escudo improvisado, lo suficientemente fuerte para retroceder dos pasos y así, tener un margen de contraataque aceptable. Ni siquiera su armadura bendita por los dioses o enanos del caos, fue capaz de resistir un tajo vertical directo a las costillas —. ¡No subestimes a la Reiksguard!


    Con las estacas terminadas, Natasha disparó hacia enemigos cercanos, permitiendo a los caballeros montados continuar cargando y destrozando las líneas enemigas. El panorama general mejoraba conforme pasaban los segundos, por primera vez en muchos años, podía decir con toda confianza que las fuerzas del orden llevaban la delantera segura contra el caos.


    ¡Ni siquiera sus dioses serían capaces de quitarnos la victoria!


    —¡Yo me haré cargo de la bruja! —La voz del caudillo pudo escucharse alrededor de sus soldados, Natasha disparó un rayo de hielo directo a su corazón, pero el servidor caótico desvió su hechizo con su espada de filo rojo —. Tonterías, tu estúpida magia no es rival para la reliquia que recibí de Khorne, si quieres matarme tendrás que venir tú misma.


    —Maldición, mi magia no tendrá efecto en el caudillo nórdico, debemos retroceder y buscar a los demás caballeros. —Natasha sabía su propia inferioridad, no estaba bien versado en los efectos de las armas antiguas, sobre todo, aquellas pertenecientes al caos, pero sí conocía muy bien al Dios de la sangre. Aquel cuyo odio por la magia iba más allá de una rencilla personal.


    —No, yo lo enfrentaré, tú cubre al resto de aliados que veas, tu magia es fuerte.


    —¡Ok!, ten mucho cuidado, Johan, ¡no vayas a perder! —exclamó Natasha, la chica se dio la vuelta y empezó a disparar distintos rayos y estacas congeladas a todos los enemigos que vio. Posteriormente, me puse frente al caudillo, los dos no teníamos nada que decir, las palabras eran para gente civilizada y él, definitivamente no entraba en dicha categoría.


    Hubo un silencio incomodo antes de empezar el duelo.


    A pesar de su inmensa armadura y musculatura intimidante, Sven no era el tipo de enemigo que debía subestimar. Los caudillos nórdicos eran la prueba viviente del caos sobre el mundo de los mortales, toda una masa de muerte lista para pelear en cualquier momento, creer que este sujeto estaba a la altura de los tipos que maté hace rato, podría llevarme a la tumba.


    Finalmente, Sven decidió hacer el primer movimiento, el caudillo lanzó un tajo directo a mi cuello con toda la intención de volarme la cabeza, por fortuna, bloqueé su ataque con un simple movimiento de mi espada. La colisión de nuestras armas liberó chispas candentes alrededor del hielo, ¡esto apenas iniciaba!


    Contraataqué con una estocada frontal directo al estómago, ni siquiera su armadura bendita sería capaz de resistir mi golpe a tan corta distancia. No obstante, Sven se adelantó a mi jugada, antes de que pudiese cortarlo, el caudillo dio un salto hacia atrás y salió por completo de mi alcance. Vaya forma de moverse, incluso con esas placas de acero recubriéndolo, no había perdido agilidad alguna.


    Su constante poder y mirada destructora no me hizo retroceder, sino todo lo contrario. Respondí a todos sus ataques con ferocidad cegadora, golpe a golpe, el encuentro avanzó hasta llegar a un punto muerto, ninguno era capaz de matar al otro, por más fuerza y determinación que poníamos.


    —¡Sangre para el Dios de la sangre! —Sven agitó su espada con mayor potencia, luego, lanzó una serie de estocadas y cortes directo hacia mis partes vitales. Seguirle el ritmo fue doloroso, izquierda, derecha, al centro, atrás, abajo, arriba, izquierda… ¡Derecha!


    Todo un concierto de impactos que parecía no tener fin, su resistencia sobrehumana estaba guiada por los dioses oscuros, en cambio yo, solo resistía con el poder de mi fe y técnica individual. No necesitaba algo tan bajo como las mutaciones o la bendición del caos para ser un guerrero, ¡aquel era el camino de los débiles!


    —Juras derramar la sangre para tu estúpido Dios, pero al final, no eres más que un peón para ellos. Esa espada y tu resistencia no son diferentes a las ilusiones de un hechicero, ¿o no me equivoco? —Quise provocarlo con un poco de guerra psicológica, sonaba absurdo, pero este tipo de caudillos orgullosos era sensible a las palabras bien argumentadas.


    —La voluntad de los dioses oscuros es también la mía —respondió Sven, con cierta inteligencia sobre su voz, me resultó sorprendente que este bastardo fuese capaz de iniciar una conversación en medio del combate, quizá, él también tenía ganas de hablar conmigo. O al menos, eso supuse.


    —No entiendo a los de tu clase, les dan terribles mutaciones por luchar para esos dioses enfermos, no lo puedo entender, ¿qué ganas tú?, ¿cuál es el verdadero propósito de todo esto?, hemos derramado sangre a través de generaciones por esas creencias tan enfermas.


    —Ciertamente, tú y yo somos incompatibles, imperial, la voluntad de los dioses va más allá de tu razonamiento lógico. Ustedes, los hombres del sur, siempre nos han visto como bestias salvajes, gente incapaz de razonar, pero no podías estar más equivocado. Luchamos para sobrevivir y los dioses oscuros nos cuidan, nos dan regalos, lo que tú consideras como una maldición, para nosotros es el mejor regalo que podemos recibir. Este es el poder del caos, he matado a miles como tú y he recibido esta grandiosa espada como recompensa, mi cuerpo es mucho más resistente que el de un humano común. ¿Si esto no es un propósito, entonces qué es?


    No pude responderle, su razonamiento salvaje y caótico me pareció demasiado complicado. En teoría, los seres humanos veníamos al mundo para ser felices, pero vivir rodeado de sangre y muerte todo el tiempo, era absurdo, una idea estúpida que no podía entender de ningún modo. Esta forma de vida tan primitiva y destructora era lo opuesto a cualquier sueño real creado por el hombre.


    —Tienes razón, tú y yo jamás podremos comprendernos. Vamos a terminar esto de una buena vez. —No había nada de que hablar, continuar argumentando con él era innecesario, como si estuviese hablando con una pared, fui un tonto al creer que podía usar la guerra psicológica.


    Mi cuerpo no resistirá un combate más prolongado, mi siguiente movimiento será el último en este duelo.


    Flexioné mi rodilla derecha y luego, la puse por detrás, esta postura era conocida por todos los esgrimistas como la muerte rápida, llamada de ese modo por el grado de riesgo que había al emplearla. Sven tomó ese movimiento como un signo de hostilidad, entonces, el caudillo nórdico y campeón del caos, cargó contra mi persona con un potente tajo directo al pecho.


    No me moví, ni siquiera parpadeé, simplemente dejé que la fuerza de mi instinto se hiciese cargo del ataque final. Cuando Sven estaba a tan solo 2 metros de distancia, tiré un golpe potente para bloquear el corte que amenazaba con matarme, como resultado, nuestras armas colisionaron fuertemente, al punto de salir volando por los aires de un lado a otro.


    Quedamos desarmados, por un momento, los dos no supimos cómo reaccionar, el arma grandiosa que tanto presumió yacía en el suelo e ir por ella, significaría darme la espalda.


    —¡Muere! —En un intento desesperado, el caudillo trató de taclearme con sus potentes brazos, por suerte, un caballero nunca iba a la guerra sin un arma de emergencia. Antes de que él pudiese estrangularme hasta la muerte, saqué una daga de mi cinturón colgante. Sven estaba tan concentrado en mi espada, que olvidó por completo las otras armas que traía consigo.


    Ese momento de distracción le costó la vida.


    —¡Es el fin! —Sin tentarme el corazón ni la mente, maté al caudillo con una puñalada en el cuello, de inmediato, sentí como una gran cantidad de sangre cayó sobre mis manos y manchó mi armadura. De un momento a otro, el caudillo norteño se convirtió en una masa de carne repleta de órganos disfuncionales y olores apestosos.


    Los soldados no pasaron por alto mi victoria, en cuanto vieron el cuerpo de Sven caer, sus corazones se llenaron de valor y empujaron todavía más a las fuerzas del caos. Ni siquiera los trolls restantes o la jauría salvaje de mastines del caos, fueron capaces de parar este entusiasmo ciego. Al cabo de media hora, el ejército enemigo huyó en desbandada total y el resto de caballeros Reiksguard terminó por limpiar la zona.


    Esta fue una victoria definitiva para el Imperio y Kislev.


    —¡Lo conseguimos! —Uno de los capitanes soltó un grito pasional, haber sobrevivido a tan largo asedio y luego, derrotado a los nórdicos en su propio juego, era una hazaña que pocos podían presumir.


    Y no fue el único que celebró.


    Cuando la batalla terminó, Natasha vino corriendo directo hacia mí, su expresión cansada, pero feliz, me llenó de orgullo. Ella, junto al resto de soldados kislevitas sobrevivientes, habían salvado a la golpeada Praag, cuyo espíritu todavía no se recuperaba de la gran guerra contra el caos. Esta victoria no sanará por completo esa herida, pero sí traerá sonrisas necesarias a los desesperados habitantes, un motivo para vivir y sentirse honrados por la victoria.


    —¡Hemos ganado! —exclamó Natasha —. El caos ha sido vencido, por hoy.


    —Exactamente, ganamos… —susurré, mi anterior victoria fue vista por varios testigos, pero realmente no me sentía un héroe ni nada parecido, cumplí mi deber y sobre todo, conseguí lo que deseaba: Declarar mis sentimientos a Natasha, el resto, era solo un agregado.


    —Bien hecho, Johan, supongo que hoy la Reiksguard demostró porque son los mejores caballeros del Imperio, aunque a los lobos blancos no les agrade esa última declaración. —Natasha me volvió a dar otro abrazo, solo que esta vez, sus brazos me rodearon suavemente, permitiéndome sentir el frío de su piel sin estarla tocando realmente.


    —En efecto, somos los mejores —respondí mientras la rodeaba con dulzura, tener a Natasha cerca de mí, luego de haber masacrado a los perros del caos, me provocó un placer gigante. Ni siquiera en mis sueños más optimistas visualizaba una situación así, pues el viejo mundo no era un sitio amigable con los humanos.


    —Oye, Johan. —La voz de Hans nos interrumpió un momento, sin embargo, mi compañero negó con la cabeza cuando nos vio abrazados, otra vez —. Sabes que, olvídalo, hoy lo hiciste bien, disfruta el resto con tu mujer. —Esas últimas palabras nos hicieron sonrojar a los dos, a pesar de haber declarado nuestro amor, nunca nos comprometimos a nada serio ni formal.


    Aun así, no me desagradaba esa idea.


    Ya perdí la oportunidad de confesarme, ¡debía pedirle matrimonio ya para restaurar mi honor!


    —Sabes algo, Natasha, he estado pensando en ti desde la primera vez que nos conocimos, al principio, creí que me había maravillado tu control sobre el hielo, pero luego, conforme pasamos misiones juntos y nos conocimos mejor, me di cuenta de que eras tú la que me fascinó, estos últimos años han sido como un sueño, una visión hermosa en medio de este mundo tan cruel. Por eso… —Mientras decía aquellas palabras, la abracé más fuerte, pegué su cuerpo al mío, hasta el punto de sentir su respiración helada sobre mi cuello —. M-Me gustaría que fueses mi esposa, quiero estar contigo toda mi vida, hasta que Morr se lleve mi alma. Será difícil dada nuestras posiciones, pero luego de vencer al caos en una brutal guerra, una historia de amor no debería ser rival para nosotros, digo, si quieres.


    Mi declaración no fue la más romántica de todas, pero sí logré decir el contenido más profundo de mi corazón. Algunos soldados, tanto de Kislev, como del Imperio, se detuvieron a ver nuestra escena, pues parecía algo sacado de un cuento para niños.


    Natasha mantuvo el silencio unos instantes, sus ojos se fueron llenando de lágrimas y éstas, se convirtieron en finos trozos de hielo una vez que tocaron el piso.


    —¡Acepto!, ¡quiero convertirme en tu esposa! —exclamó, a los cuatro vientos.


    Los dos separamos nuestros cuerpos levemente para vernos directo a los ojos, en seguida, compartimos un beso apasionado. Sus labios eran fríos, pero nada distantes, al mismo tiempo, empecé a tomarla de la cintura mientras continuábamos el beso. Queríamos que este momento fuese eterno, la justa recompensa luego de haber vivido el infierno en carne propia.


    Pudimos escuchar algunos aplausos y felicitaciones alrededor, este tipo de eventos no sucedían muy a menudo en tiempos oscuros. Vernos tan felices y sonrientes, a pesar de estar rodeados de sangre, hizo creer a los soldados sobrevivientes en un futuro mejor, donde cualquiera con esfuerzo y determinación podía lograr la felicidad.


    Y en verdad, yo compartía dicha noción.


    —Nuestros días felices están por comenzar.


    Luego de la victoria, Natasha y yo decidimos casarnos en la ciudad de Praag, aquel evento fue gigantesco, cientos de personas acudieron a nuestra boda como señal de reconocimiento por nuestras hazañas. Mi duelo contra Sven y la entrada heroica de Natasha tampoco pasaron desapercibidas, incontables soldados contaron historias acerca de lo sucedido y eventualmente, estos relatos llegaron a oídos de personas importantes.


    Entre ellos, el Emperador Karl Franz y la Zarina Katarin.


    De hecho, ellos también asistieron a la boda, el galante emperador vino montado sobre su impresionante montura, Garra de la Muerte, un grifo gigante capaz de luchar cara a cara contra dragones y otros monstruos épicos. La Zarina, en cambio, fue más discreta, ella se presentó en la gala con su respectivo atuendo formal y la espada mágica “Muerte Glaciar” que la acreditaba como gobernante de Kislev.


    Jamás olvidaré ese día.


    Natasha vino portando un vestido de novia blanco, cubierto de pieles en las mangas cortas y cerca del encaje, una apariencia poco usual para una mujer de Kislev. Yo me fui por el típico atuendo de gala que usaban todos los nobles en el Imperio, ya saben, pantalones holgados cafés y un camisón negro de piel. Este atuendo me venía de maravilla, pues yo no tenía un bello facial tan llamativo como los hombres imperiales. Y la verdad, me gustaba lucir así.


    Un bigote imponía respeto en el campo de batalla, pero no en una boda, por el amor de Sigmar.


    —Johan, de Altdorf, felicidades por tu matrimonio, hombres como tú me hacen sentir orgulloso de tener a la Reiksguard bajo mi mando. Eres el vivo ejemplo de cómo debe actuar un caballero en acción, valiente y sin retroceder ante las fuerzas del mal, ¡siéntete orgulloso, hijo de Sigmar!, nuestro Dios seguramente honrará tu matrimonio y te protegerá hasta el fin. —Antes de empezar el intercambio de votos, Karl Franz se dirigió a mí con respeto, me sentí orgulloso, ojala mis padres estuviesen vivos para ver este momento.


    La persona más importante del imperio había felicitado mis esfuerzos en batalla y mejor aún, aprobó mi matrimonio con una hechicera, algo que otros emperadores no hubiesen hecho en tiempos pasados. Katarin también intercambió algunas palabras con Natasha, pero estaban tan lejos que no pude escucharlas.


    Luego de felicitarnos, los grandes monarcas tomaron asiento en sus sitios de honor y dieron paso al sacerdote que tenía autoridad divina para llevar a cabo el matrimonio. En verdad, este hombre lucía conmovido por nuestra historia, pues se tomó un sermón gigante que duró casi 10 minutos, siendo sincero, no escuché mucho, estaba embobado viendo el rostro sonrojado de Natasha, que, a diferencia mía, si escuchó cada palabra.


    —Para terminar, Natasha Kozlov, ¿aceptas a Johan Krut como tu legítimo esposo?


    —Sí, acepto —contestó mi prometida, con una sonrisa deslumbrante que hizo suspirar a casi todos los presentes.


    —Y usted, Johan Krut, ¿aceptas a Natasha Kozlov como tu legitima esposa?


    —Acepto —respondí, algo nervioso por la ceremonia. Suspiré tranquilamente para sacarme la incomodidad del cuerpo, esta iglesia era grande y cubierta de extrañas plataformas en el techo, anteriormente, sirvió como fuerte para proteger a los civiles en la gran guerra contra el caos, pero ahora, por fin estaba siendo usada para lo que realmente fue construida.


    Llevar celebraciones y alegría a las personas.


    —Muy bien, que los dioses bendigan este hermoso matrimonio y los conduzcan a un camino feliz, estarán unidos hasta que la muerte los separe. Por ello, los declaro marido y mujer, puede besar a la novia.


    Natasha y yo volvimos a besarnos, solo que esta vez, lo hicimos frente a decenas de personas que nos coreaban y cantaban en nuestro honor. Entonces, como sello final, pequeños copos de nieve comenzaron a caer dentro de la iglesia y los alrededores. Fue una visión hermosa, tanto que la mismísima Katarin evocó una leve sonrisa de satisfacción, incluso una persona distante como la Zarina actual se vio contenta por algunos instantes.


    —Te amo —susurré a Natasha, luego de terminar el beso.


    —Y yo a ti —respondió la bruja del hielo.


    El viejo mundo siempre ha sido un lugar duro y lleno de adversidades, por lo mismo, incontables tragedias sucedían en él.


    Historias de personas buenas que perecieron ante las fuerzas del mal, pueblos desolados por hombres bestia o ciudades saqueadas hasta la pobreza por pieles verdes, sin mencionar a los sirvientes del caos. En definitiva, casi todos los viejo mundanos vivían acompañados de la tragedia desde sus nacimientos, hasta el amargo final.


    Sin embargo, mi historia no es una de ellas.


    El épico relato de Johan y Natasha rápidamente se convirtió en tema para muchas canciones, sonadas tanto en el Imperio, como en Kislev. Nuestro amor era la prueba viviente de que podíamos vencer al caos y las fuerzas terribles del mal.


    Pero sobre todas las cosas…


    La nuestra era una historia de esperanza y alegría, un faro de luz en medio de la desolación que producía un mundo tan cruel.


    El resto de mi vida fue bastante feliz, Natasha y yo formamos una familia, a pesar de nuestras responsabilidades en ambos países, logramos equilibrar el tiempo y criar a cuatro hijos exitosos. Este cuento no tuvo tragedias ni tampoco visiones oscuras a futuro, si alguien llegase a leer mi historia en unos años o quizá, siglos, podría cerrar el libro mientras sonríe con la siguiente frase.


    “Y vivieron felices para siempre”


    FIN
     
    • Fangirl Fangirl x 1
  2.  
    wasabi

    wasabi Flamer Comentarista empedernido

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    Me encantó, tenía mucho miedo de que Johan muriera durante el combate antes de encontrar a Natasha, y después que Natasha fuera herida por la espada del caos o que esa maniobra final saliera mal. Afortunadamente nuestro héroe salió victorioso y obtuvo lo que deseaba en realidad, el corazón helado de su amada.

    Ambos son increíbles y, además, tan tiernos que sólo quería verlos darse un beso. Por fortuna conseguí más, honor, canciones, boda e hijos. Muy merecido para ellos dos.

    Una historia preciosa de principio a fin, estoy muy feliz de que todo resultara tan bien para Johan y Natasha.
     
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