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467 palabras​

Prólogo​

Giró la pequeña perilla y le subió volumen a la radio, era su canción preferida la que sonaba. Tarareaba levemente mientras manejaba con soltura a través de la avenida principal. «¡Al fin vacaciones!» No dejaba de repetírselo una y otra, y otra vez. Necesitaba un respiro, ¿y qué mejor que en una casa de campo, alejada de todo? Nada.

Taratatá, taratatá, taratatá…

Golpeteaba el volante al ritmo de la tonada. Su cabello se mecía con el poco viento, su Neon azul sin aire acondicionado le encantaba, podía tener las ventanas bajas y no poseía pagos en gas para el aire, oh sí, le iba a ir de maravilla en esa casa.

La canción acabó y luego pasó a oírse las noticias: «En el día de hoy presentaremos mucho Sol, nada mal para ir a la playa, ¿no es así?» Cambió de emisora, era aburrido oír eso. Día de playa, bah, a ella no le gustaban muchos esos días. Los odiaba. Evocó lo sucedido sin poder evitarlo…


El Sol despuntaba en el alba, y al horizonte venían unos cuantos carros negros, todos en formación. Ajenos a esto, la gente que había acampado en la playa gozaba de un espectacular amanecer; una niña de ojos azules miraba con fascinación las dos cosas, a los autos y a su vez al sol salir, parecería una de ésas películas que veía su papá en las noches.
Feliz corrió a buscar a su padre, no faltaba mucho para que llegaran y quería que vislumbrara semejante escena.

―¡Papi, papi! ―gritó agitando sus brazos.

―¿Qué sucede? ―El hombre salió con una cara adormilada, pero aún así pudo despeinar levemente a su hija.

―¡Mira allá! ―Y señaló de forma entusiasta a los autos.

En ese momento su padre reaccionó. Los ojos se le abrieron grandemente y el corazón aceleró su ritmo cardiaco, como pudo sujetó a su hija por el brazo y la escondió rápidamente en la caseta del salvavidas. «No salgas» Le ordenó, ella asintió con temor. Antes de que su padre marchara lo abrazó, no sabía que pasaba, pero a su corta edad su corazón estaba agitado como nunca.

―Te quiero, papi. ―Al hombre los ojos se le llenaron de lágrimas y la besó en la frente.

―Y yo a ti pequeña, y yo a ti. ―La abrazó con fuerza y salió rápidamente.

La niña se abrazó a sí misma, y con terror asomó su carita por sobre la madera de la caseta. Vio a su padre de espalda a ella, con las manos sobre la cabeza a forma de redención. Un hombre grande frente a él sujetaba algo metálico y brillante. Oyó un impacto, y luego todo se volvió borroso, las lágrimas no la dejaban observar nada.

Suspiró con fuerza cuando tuvo que frenar por el semáforo, en definitiva, odiaba la playa.

​

*~*~*~*~*~*​

N/A: Esta personita se integra al mundo de los originales, desde hace mucho trabajo la ideas, meses, quizás inconscientemente más, pero eso sí, me ha costado un mundo darle forma a todo. No los decepcionaré.

Decido este escrito completo a las personas más cercanas a mí en el foro: Infiela, Amanta, Amito, Gemela, Trilliza, Mikurin, Demian. Son especiales. ¡Saludos!

 

1157 palabras​

Capítulo 1​

Se secó una lágrima que surcó sin permiso su cara, aún con el semáforo en rojo se recostó sobre el volante, respirando con más calma. Abrió la guantera y sacó su inhalador, aspiró con calma y lo dejó de nuevo en su lugar.

Cuando ya faltaban quince segundos para que diera la luz verde escuchó el rugido de un motor al lado suyo, era un motociclista. Con algo de nervios por la cercanía ―un escaso metro―, volvió a cambiar la estación de radio y la emisora colapsó. Se vio con curiosidad y miró de nuevo al motociclista a su lado, ahogó un grito al ver una 9 milímetros apuntarle directo a la cabeza. Justo ahora odiaba a su Neon azul sin aire acondicionado.

―Sigue manejando a donde ibas, estás rodeada querida ―habló el hombre con casco.

Miró disimuladamente a todos lados, y efectivamente, varias motos iban cerca, todos con la misma ropa, y sí, la misma pistola. Si intentaba cualquier maniobra evasiva ―que no tenía ninguna―, iba a terminar con una bala en el cráneo, asique muy obedientemente siguió manejando y maldijo su suerte cuando en la estación empezó a sonar un rock estridente y no podía hacer nada por cambiarlo.

«¡Diablos!» Pensó al oír a un idiota gritando por la emisora.

​

~~~​

​

​

«Ve a tu lugar feliz, a tu lugar feliz» Se repetía Ann constantemente, claro que, en ese momento no tenía ningún lugar feliz. «Claro que sí» Se dijo mentalmente mientras tomaba con más fuerza e ira el volante. «La linda casa de campo, que alquilaste y que, ah sí:¡te van a secuestrar en ella!»
Golpeó con fuerza el volante y el carro emitió un alarmante chillido.

―¡Ups! ―musitó en cuanto el chico de la moto la miró de reojo. Sólo se encogió de hombros, había sido sin “ninguna” intención.

Con los ojos azules pegados en la vía y no en el chico que le apuntaba constantemente trató, de nuevo, de encontrar su dichoso lugar feliz. Respiró profundo y varias ideas le surcaron la mente: el parque que nunca terminaba de recorrer diariamente, la piscina a la que fue en las vacaciones pasadas, también tenía la terraza del edificio donde residía, una espectacular vista de Manhattan.
Frunció el ceño al recordar la situación en la que estaba: manejando hacía su propio secuestro, se estaba auto secuestrando.

Cuando ya iban a coger la autopista el chico que le apuntaba ―tenía que buscarle un apodo―, discutía airadamente por una pequeña radio con otra persona, quizás otro “secuaz”. Miró por el retrovisor y una moto le impidió la vista, y otra vez a mirar la vía, gris, y más gris cada vez.
Tamborileó sus dedos en el volante durante ese pequeño atasco por el semáforo.

―¡Te dije que no! ―gritó a media voz el chico que le apuntaba.

Paseó la vista por la acera, y no, nadie se daba cuenta que le apuntaban con un arma, y que unos tres motorizados la rodeaban, o era eso, o simplemente la ignoraban. Que buenos samaritanos, a ese paso iban a llegar muy lejos. Por una ventana de un restaurant pudo ver que no sólo los motorizados la rodeaban, unos tres carros negros perlados lo hacían igual. ¡Por Dios! Era una simple chica, pintora, que no sabía nada de nada, con solo veintitrés años, ¿qué ganaban ellos con eso? Por un momento pensó que era una broma, pero nadie gastaría tanto en hacerle una broma, ¿o sí?

―Adelante ―concedió el chico con voz de duda.

Ella parpadeó, ¿adelante con qué? Iba a emitir un sonido, pero justo entonces el chico la recordó. Que buen “apuntador” tenía. Le hizo un gesto con el arma de que pusiera la luz intermitente, justo entonces la luz pasó a verde y la gente detrás de ella empezó a tocar la bocina.

Un auto arribó al lado derecho del Neon y bajó el vidrio, iba a insultar a la chica en cuanto vio el arma brillar y apuntarle a él, cerró la ventana automática y salió como alma que lleva el diablo de allí. Eso lo rectificaba: la ignoraban. Con un suspiro atorado vio marchar al hombre en su auto, mientras que el “apuntador” hacía más señas que un mudo. Pudo ver que otro hombre se aproximaba trotando y se rascaba la nuca.

―Sube ―ordenó el apuntador y le dio el arma. El otro asintió, y como si el auto fuera suyo, entró junto con ella como copiloto, también apuntándole.

Otro “apuntador”, genial, ironizó.

―Hola ―saludó el nuevo chico. Ann miró de costado, abrió la boca y luego la cerró, de golpe.

―Ni se te ocurra hacer una locura bonita, estaremos al tanto. ―Dicho eso, el “apuntador uno” se retiró, arrancó su moto y siguió su propio camino.

Trató con muchas ganas en idear un plan de fuga: a) Manejar hasta intentar chocar y saltar en el proceso; b) Simplemente bajar del auto y correr; c) Ir por un camino distinto, hundiendo el auto en un lago y salir a la superficie.

Rápidamente descartó la C, no sabía cómo salir de un auto que se hundía. La A y B, fueron igualmente descartadas, la situación era simple, si intentaba alguna terminaría con una bala atravesándole la cabeza.

―¿Le cambio a la radio? ―indagó el chico que la acompañaba.

―¡Sí, por favor! ―exclamó con gran alivio. ¡Estaba harta de ese loco gritón!

Oyó como el chico soltaba cierta risa cantarina. Se sonrojó un poco, estúpidas hormonas las suyas. Afianzó con más fuerza sus manos, movió un poco su cuerpo para sentarse cómodamente. Miró de perfil al chico mientras manejaba: tenía el cabello negro, corto y despeinado; la nariz era normal, ni fina ni gruesa; labios delineados.

―Maldición ―dijo por lo bajo, ¡el chico era sexy! Si la iban a secuestrar, bueno, el trayecto no iba a ser tan malo.

―¿Por qué maldices? ―preguntó el chico mientras dejaba el arma a un lado. Sujetó el bolso de la chica y tomó el celular, se guardó la pila.

―No es tu problema. ¡Oye!, ¿y si llaman que digo?

―Que se dañó la batería, o se te quedó el cargador, así de fácil. ―El chico sin nombre sonrió de lado.

―En tal caso, ¿cómo diría eso si me estoy auto secuestrando? ―ironizó.


―Es un buen término. Bien, no será un secuestro como en las pelis. ―La miró de costado. Su cabello cobrizo se movía al compás del viento, sus pequeñas manos temblaban al tomar el volante; de perfil se veía su nariz respingada, tierna.

―Sí, claro. ―Iba a continuar hablando, pero no era momento. Quería que algo pasara, lo que fuese para salir de allí, ilesa.

La próxima media hora no cruzaron palabra, ella sólo manejaba, hubo un punto en que él dejó de apuntarle con el arma y no volvió a tomarla, ella ni se percató de esto. Sólo le restaba manejar, nada aseguraba que algo bueno pasara, quería distraerse en otras cosas.

―Me llamo Ian, Ian Fizt.

​

*~*~*~*~*~*​

N/A: Evitar personajes típicos, qué se sabe su psiquis y absolutamente cómo van a reaccionar es realmente difícil, es mucho más fácil hacer un escrito original semi anónimo con respecto a esto, sólo sabes lo que hacen los personajes, los ves en una sola ocasión y se acaba. Pero cuando es una historia larga, es difícil manejarlo, saber sus personalidades, qué les gusta, qué les disgusta, sus defectos y virtudes, todo de ellos y a la vez ocultarlo ante los lectores, y sí es posible ante miradas más críticas… No sé si cumpliré con lo que deseo, “no hacer personajes planos, predecibles”, haré todo lo posible. Gracias por leer. Dedicado a mi Amito :3
Kokoro: ¡Mi amantA! Las palabras fluyeron solitas.No había pensado en el término "magia", me gustó como sonó auqello. Es el primer escrito con continuación que hago aquí, la tabla no cuenta e,e . ¡Te dedicaré más cositas! *-*
Gabriele: ¡Mi trillizO! x'D No es un cisne malo e.e Conmigo es amor. Siempre me gusta dejar un hálito de misterio por allí, me agrada. ¡Esta vez no se me va a olvidar, lo juro!
Helene: ¡Gemelosa! Lol x´D Tiene sentido mi decisión, decidí dedicar el escrito. No divagaste con lo de la niña, oh vaya, muchas cosas se vendrán por allí : ) ¿No se me escapó nada? Genial.
Whisper: Hasta ésa parte a mi me conmueve, dudaba si escribirla o no, pero fue la que le dio el toque al prólogo. ¿Libertad? No lo pensé x'D Así refuerzo que cada quien interpreta lo que desea de un escrito, es posible, sí.
HaNeko: ¿Injusto? Sí, lo ha sido. Pero lo necesario para dar inicio. ¿Por qué siempre hago llorar a la gente al escribir, o los conmuevo? Es interesante.

 

1436 palabras​

Capítulo 2​

Echó su cabeza hacia atrás con dolor, le estaba comenzando a molestar el cuello de forma grave. Sintió su celular vibrar en el bolsillo, miró por la ventana abierta y se dio cuenta que empezaba a llover. Tomó el aparato y leyó el mensaje:

​

“Busca las llaves, tendremos que remodelar” ​

Suspiró, seguir al pie de la letra órdenes no le agradaba, en lo más mínimo; pero nada podía hacer, de momento. Se estiró, tronó los huesos de su cuello y alargó el brazo izquierdo hasta la cartera de la chica, la tomó, ella lo miró incrédula y buscó, tranquilo, las llaves que le pidieron.

―¿Cómo son las llaves de la cabaña? ―Cruzaron en una intercepción y al auto se sacudió un poco. Ian se movía más de lo debido y el contenido de la cartera terminó en sus piernas.

―Idiota ―masculló, no sabía por qué pero lo era.

―Me llamo Ian ―dijo―, ya te lo había dicho Antoniette. ―Ella le miró por un instante, ¿su nombre, de verdad?―. Antoniette Margaret Cold. ―Ella se sorprendió la facilidad con la que dijo su nombre, con familiaridad, también se percató de que, tenía cierto aire inglés en su pronunciación.

―Nada de Margaret, sólo Ann ―gesticuló―. ¿Y tú Ian, por qué haces esto?

En ése instante vibró de nuevo el dichoso aparato. Él casi no la escuchó, aprovechó para leer lo que había llegado mientras ella maldecía en su contra.

​

“Primera fase lista”​

―¿El qué?, ¿buscar una llave? ―Se cortó con algo de la cartera―. Mujer, cose esto, puedes matar a alguien así ―bromeó.

Ella sonrió por esa cortada y alabó a su cartera, una que no sabía rota. Fitz estaba más concentrado en evitar que su dedo sangraba, ahora buscaba algo para la cortada. ¡Bingo! Una curita, amaba a las mujeres por su necesidad patológica de guardar de todo en sus carteras o bolsos; mientras se ponía la curita encontró unas tres llaves con una casita pequeña por llavero.

―¿Acaso a las de la caja del banco le pones uno más pequeño? ―preguntó.

―Vino así, ¿de verdad esto te agrada? ―Él parpadeó―. Secuestrar gente, a eso me refiero.

―Te auto secuestras ―aclaró―, no lo sé, ¿tú qué opinas? ―En cuanto vio una moto cerca de ellos lanzó las llaves, el hombre las atajó y se adelantó a ellos.

―Por algo te lo pregunto, no sé, no pareces ése tipo de personas.

―¿Ése tipo de personas?, ¿qué tipo de personas? ―inquirió.

―Ya sabes ―apretó más el volante―, de ésas…―La verdad, Ann no sabía que responder, supuso que sonaría inteligente la frase, que él entendería.

El chico de cabello negro alzó una ceja, mirándola. Analizó todo y rió a sus anchas, por unos minutos. Su teléfono vibró nuevamente mientras reía, ella juró que el chico evacuaría en sus pantalones ―aunque admitía que su risa era muy varonil―, mas no detuvo lo que hacía: manejar. Ian dejó que la risa disminuyera por si sola y leyó su mensaje. Respiró profundo para calmarse, la miró de reojo, era linda, sí que lo era.

―Gira en la próxima a la derecha, hay que hacer unas compras. ―Ella obedeció y fueron a lo parecía ser un mercado.

―¿Y qué harás si hay que comprar?, ¿amarrarme y meterme en el maletero?

Ian la miró con cierta simpatía, era cómica, sarcástica, quizás valiente. Aunque con su experiencia podía deducir fácilmente que era una máscara, algo poco común, pero era una manera que ciertas personas usaban para protegerse a ellos mismos del miedo; claro que, la idea de que en verdad ella fuese así le emocionaba de sobre manera, lo tenía aluciando la posibilidad.

―En absoluto. Simple, iremos como una pareja que va de vacaciones ―decía mientras revisaba la carga del arma―, te tomaré del brazo derecho con soltura mientras allí llevas la cartera, dónde irá mi mano con el arma, y compraremos como unos felices novios que se aman mucho. ―Ella emitió un “puag” en claro desacuerdo, repudiaba la situación.

―¿Y los secuaces no pueden hacer ellos las compras? ―indagó.

―No ―atajó―, ellos están decorando tú linda cabaña, para que te sientas más cómoda. ―Se estiró sobre ella para subir los vidrios, apuntándole desabrochó sus cinturones, cuando se replegó metió el arma en la cartera, se la deslizó a ella por el hombro y salió del auto; hizo que ella saliera por su lado, le quitó la llave en cuanto se situó cerca de él.

―No entiendo, yo ya llevo comida ―replicó.

―Para uno, durante dos días, no para tres.

―¿Tres? Oye, ¿qué más tengo qué saber de ésas condiciones de su secuestro? ―ironizó.

―Auto secuestro. ―La chica le miró con rabia―. Bueno, hmm, digamos que te lo diré al llegar. ―Le sujetó la mano repentinamente y se la besó―. Tranquila, “novia mía”. ―Ella sin evitarlo tocó su cabello, nerviosa. No dijo nada.

Pasaron más de una hora en ése mercado, comprando demasiadas latas para su gusto, demasiada comida chatarra para su gusto. Ella miraba con real fastidio todo, absolutamente todo; los estantes, la zona de verduras, la de carnes frías. Ian la tenía sujetada por el brazo derecho de forma firme, no la lastimaba ya que no había intentado escapar, sabía que si hacia esfuerzo para ello todo terminaría mal.

Allí sonaba una música de ascensor, deprimente y aburrida. Justo como se sentía, fastidiada. Trató de buscar algo que hacer con la mirada, leer etiquetas, ver los precios y compararlos con los de la ciudad, evidentemente más caros por la lejanía. Pasaron por el área de manualidades y allí se quedó estancada.

―Camina, vamos, ibas bien hasta ahora. ―Ian detuvo el carrito y miró a donde ella, habían varias libretas para bocetos e instrumentos de dibujo, decidió tomar un par y meterlo en el carrito.

Ann volteó el rostro un tanto agradecida, la verdad, no había pensado que estaba secuestrada, quizás le atribuía aquello a pensar que estaba siendo arrastrada contra su voluntad a hacer las compras, sólo a eso. Le pintaba mal que un “secuestro” fuera así. No le parecía ser un rapto hacia su persona.

―Ya está casi listo, paguemos y nos vamos ―dijo un chico robusto aparecido de la nada, ella le miró con la boca abierta y se dejó llevar.

​

~~~​

​

Se sentía como animal de zoológico, escondida detrás de unos barrotes, con miedo de quienes le miraban con cuidado, examinándola con ojo clínico. Ése barrote tenía nombre, Josué Miller, o como Ian le había dicho Joe, la verdad, quizás el chico formara parte de los “secuaces” pero era lo suficientemente ancho como para esconderla de los ojos y no se quejaba de ello.

―Relájate, pareces gato mojado ―comentó Ian, con sorna.

―Ja-já. Muy cómico, no necesito que diez personas me expliquen algo obvio, estoy secues…auto secuestrada ―corrigió―, lo tengo muy claro, gracias.

―Señorita Antoniette Cold, el señor Fizt y el señor Miller se encargaran de usted, no será problema que se quede tranquila mientras contactamos a su familia ―dijo una voz digitalizada, desde un celular.

―¿Qué? ―No acreditaba lo que oía, bien, no era muy ilustrada, pero a estas alturas debería de estar amordazada, con unos moretones y con el grandote que la tapaba vigilándole con un rifle de asalto o algo así.

Ah claro, también debería de llamar a su familia, un video chat quizás en donde mostraran lo que podrían hacerle, torturarla era lo más probable.

Allí las cosas empezaron a tomar forma, a encajar como un rompecabezas, una pieza por una. Su mirada adquirió cierto temor cuando pensó de verdad la situación en la que estaba, ¡secuestrada!, por Dios santo, se auto secuestró. Se dejó caer al suelo, abatida. ¡Prisionera con unos hombres que podían hacerle cualquier cosa! ―¡cualquiera!―, empezó a sollozar en el suelo y los hombres se aliviaron, en parte por qué eso tenía que haber pasado hace mucho, tenía que haber colapsado.

Dejaron que llorara durante unos minutos, luego unos cinco hombres salieron, todos de jean’s oscuros y chaquetas también oscuras. Ella levantó un poco la vista cuando emergieron otros dos cargando una puerta, y luego a dos más; se secó un poco las lágrimas y abrió la boca para preguntar algo, eso no tenía sentido, ¿qué modificaciones habían hecho ésos mastodontes de hombres?

Se levantó y se quedó sentada en un sofá, vio en una esquina y había varias cajas allí, eso le extrañó. La cabaña se veía casi igual, pero tenía un aire totalmente distinto. Escuchó cosas moverse, y supo que no la habían dejado sola, Miller y Fizt estaban con ella, y lo supo más claramente al escucharlos reír, relajados. Se recostó en el sofá, y a los minutos se quedó dormida.

​

*~*~*~*~*~*​

N/A: ¡Los personajes salen por sí solos! Esto de verdad me encanta, espero a ustedes también, aún estoy armando las cosas, será creo que, más comedia que acción, pero esta la reservo siempre :3 ¡Saludos!
Dedicado a mi Infiela
Luego edito los comentarios y agradacemienientos

 

1591 palabras​

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Capítulo 3​

Los dos se miraron y suspiraron. Mientras uno de ellos volvió a comer con ansias, el otro no probaba bocado, empezó a juguetear con la comida, aburrido y falto de apetito. Fue a la cómoda beige de la cocina y metió el plato en el microondas blanco. Lo cerró con fuerza y fue por más jugo a la nevera.

―Come algo ―dijo con la boca llena―, no está envenenado, es la centésima vez que te lo decimos ―tragó la comida.

―Ni te esfuerces Joe, la niña malcriada no quiere comer sus verduras ―dijo con el vaso de jugo en la mano―, quizás esté a dieta, qué sé yo. ―Se encogió de hombros, restándole importancia.

Ann los miró feo y cruzó las piernas, le echó una mirada de inspección a la cocina, las ventanas tenían barrotes que no recordaba, cortinas oscuras que antes tampoco tenía, y claro, tampoco tenía cubiertos de metal en la mesa con ella, sólo de plástico.

―¿Creen que una chica como yo, tan menuda, pueda empuñar un cuchillo y matarlos? ―habló―. En tal caso dudan mucho de su capacidad ―dijo, mordaz.

Ian le ignoró y fue al baño, Joe sonrió de costado y fue a lavar los trastes, le quitó el plato a la chica y también lo acomodó en el microondas. Ella se sintió muy ignorada, eso le molestó un poco, a ella le gustaba la soledad, pero completa, no con dos idiotas vigilándola y sin poder siquiera pintar algo.

Para distraerse miró a Miller, era de espalda amplia, quizás era nadador de más joven; su cabello marrón lo llevaba algo largo, amarrado. Los brazos se tensaban por sí solos al lavar los platos, era más alto que Fizt y quizás más fuerte, pero se le veía, cuando quería, más reservado que el otro chico. La verdad en personalidad los dos eran muy similares, al menos los pedazos que había recogido de la misma.

―¡Antoniette, ven! ―Le llamó Ian desde la sala; ella algo enfurruñada fue al lugar.

Joe la siguió de cerca, con una sonrisa en el rostro, eso iba a ser divertido. Mientras Ann detallaba la casa se dio cuenta de pequeñas cámaras en todo el lugar, el pequeño pasillo que llevaba de la sala a los cuartos y al baño. También vio que una habitación y el estudio no tenían puertas, se alarmó, quería respuestas, las necesitaba.

Se quedó parada a un palmo del chico, Miller se sentó al lado del que ya ocupaba parte del sofá, arrimaron la mesa de té cercana y la despejaron. El ambiente del lugar se hizo pesado por sí solo, la tensión era fácil de cortar si de disponía a ello. Antoniette estaba disgustada, tenía los brazos cruzados debajo de su pecho, pensando en quien podía haberle hecho ésa “broma”, es que, si no era una broma, ¿por qué unos secuestradores la trataban tan bien? Allí había gato encerrado. Aguardó un poco a qué ellos dijeran algo, pero no, tuvo que ser ella quien hablara, y decidió que si quería obtener respuestas debía ser amable, por lo mínimo.

―¿Qué sucede? ―preguntó con pausa. Ambos chicos se miraron.

―Quieres saber algo ―dijo Ian―, por eso te comportas sumisa.

―Es normal hacerlo ―susurró el otro―. Juguemos ―invitó Josué.

―Un momento, me tienen secuestrada, ¿y creen que voy a jugar con ustedes? ―Se descruzó de brazos y esperó a que ellos hablaran. Algo que no pasó; volteó la mirada y estaban entretenidos barajando unas cartas.

―¿Póquer? ―indagó Ann. Ellos sonrieron un poco y voltearon a verla.

―A Joe no se le da bien, ¿a ti? ―cuestionó con las cartas sobre la mesa, para que ella las picara.

Algo recelosa se acercó, seguían siendo sus captores, pero admitía que estaba aburrida y las cartas era lo más entretenido que tenía cerca. Se sentó en el suelo, a la altura de la pequeña mesa y partió las cartas en tres. Ian las agarró mientras Josué iba a la cocina.

―Será simple, póquer cerrado; sólo par, trío y full. Cada vez que me ganes tendrás oportunidad de preguntarme algo, lo que sea. Serán cinco manos, cinco oportunidades para preguntar ―puso las cartas sobre la mesa, para que ella cortara―, ¿te atreves?

En ese momento llegó Miller con tres vasos y una botella de refresco, dejaría que la chica escogiera dónde tomar y servirse por sí misma. Ella lo miró con algo de ternura, al menos no dejaría que muriese deshidratada. Volvió a ver a Fizt, picó las cartas en tres sin dudarlo, no podía haber trampas en ello, y si las había no tenía nada que perder.

​

~~~​

La Sra. Hard subió las escaleras con calma, a pesar de sus ya sesenta años tenía una gran resistencia, es más, podía hacerlo todo el día, y eso alargaría más su vida. Entró a su apartamento, desembaló lo que había comprado y se dispuso a cocinar algo para cuando vinieran sus nietos.

Una vez todo listo limpió la cocina, decidió que era mucho pastel para sus nietos, así que tomó un buen trozo y lo puso sobre una pequeña bandeja de cartón, agarró sus llaves y salió al pasillo.

Llegó al ascensor y decidió tomarlo, entró en el aparato, marcó el número cinco y esperó a que se moviera. Tarareó una tonada, luego se dio cuenta de que el objeto bajaba en vez de subir, quizás alguien había llamado el aparato antes de ella tildar el cinco. Esperó, las puertas se abrieron y entraron dos hombres y una mujer, todos vestidos de colores oscuros, la chica llevaba un vestido tipo cóctel de color gris oscuro, casi negro. Los hombres vestían similar, y uno de ellos llevaba una maleta de cuero. Nunca los había visto en el edificio, quizás eran invitados de unos de los jóvenes, también tildaron el piso cinco.

―Hola ―saludó un hombre―, ¿vive aquí?

―Claro ―respondió―, ¿y ustedes mis queridos?

El que había preguntado se quedó callado, con un semblante extraño, el otro lo abordó.

―Oh, no. Venimos a visitar a una amiga, pintora. ―La mujer del vestido le miró con ira, levemente le pisó el pie con su tacón―. ¿Pero qué…?

―Ups, fue sin querer. ―Le lanzó una mirada envenenada.

La Sra. Hard se alarmó un poco, la única pintora era la joven Cold. Oh bueno, le llevaría el trozo de torta luego, no quería interrumpir entre sus amistades, la verdad se alegró, la chica casi no llevaba amigos, eso era nuevo, le agradaba. Las puertas del ascensor se abrieron frente a ella, los chicos salieron y marcó el número tres, con una sonrisa.


―¡Serás idiota! ―regañó la chica una vez que el ascensor marcaba el piso cuatro―. ¿Y si la conoce, qué hacemos?

―Bueno, es una señora mayor, medio senil, no confiaran mucho en ella si algo pasa ―sonrió.

―No quiero que salgan heridos, sólo ella, ¿no? ―Los otros dos que discutían le miraron incrédulos―. Es decir, son inocentes, no se merecen nada de eso.

―No seas quejica y vamos, son órdenes, y nosotros las cumplimos.

Los tres asintieron y fueron al apartamento número cincuenta y tres, en la puerta de madera había una nota en papel amarillo que decía:

​

“Salí de viaje, regreso el Lunes. Saludos, Ann”​

―¿Qué? ―exclamó la chica―. Según nuestro horario tenía que salir mañana, por lo que nadie sospecharía nada. ―Pateó el suelo con ira, las cosas se desmoronaban.

―Bueno, igual podemos entrar y revisar, quizás no salió. ―Se encogió de hombros el chico sin maleta, era posible.

―Sí, y dejó la nota para despistar, por favor…―ironizó la mujer.

―Entremos, teníamos que hacerlo de todas formas, démosle un susto, sólo eso. ―Sacó del maletín unos guantes y una tarjeta, iba a forzar la puerta pero ésta se abrió con nada más tocarla.

Se echaron para atrás, extrañados. Entraron al lugar, todo estaba… pulcro. Eso no les agradó, si la chica era pintora, bueno, tenía que tener algunas cosas fuera de lugar. Miraron de arriba abajo el sitio, todos se colocaron guantes, unos de ellos cerró la puerta.

―Revisen el lugar, esto me da mala espina.

―Claro ―dijeron al unísono.

Pasó media hora, los tres estaban sentados en la sala, estupefactos. No había nada en esa casa, prácticamente, lo que era pinturas, ropa, útiles de cocina, cosas de baño… ¡Nada! Parecía que se hubiese esfumado, pero estaban seguros de que sólo era de vacaciones y que eran mañana, las cosas se le complicaba en cuestión de segundos.

El chico del maletín fue a revisar el único lugar que debía estar intacto, con cierta esperanza que les diera indicios de cuando se había ido: la nevera. Se dirigió hasta allí, la abrió y sonó un pequeño “clic”.

―Eh, ¿desde cuándo las neveras hacen “clic”? ―preguntó.

―¿Qué, qué hizo qué? ―indagó otro.

―¿Clic?, ¿por qué iba a hacer clic? ―cuestionó la chica. Se levantaron del suelo de la sala y fueron a la cocina.

―Es imposible que una nevera haga clic, por favor ni que fuese una…

―¡Bomba! ―completó el otro.

―Exacto, no puede ser una bomba.

―¡Sí, sí lo es! ―Los tres se asomaron por la puerta de la nevera, que estaba vacía pero sonaba insistentemente “bit, bit, bit”. Se miraron, salieron corriendo al mismo tiempo, se llevaron consigo los muebles que se atravesaban en su camino, entorpeciéndolo aún más.

―¡Abre la puerta! ―vociferó la mujer―. ¡Quítate, yo lo hago!


La Sra. Hard oyó algo seguido de una sacudida, proveniente de arriba, un “bum o ka-bum”. Sin pensarlo mucho descolgó su teléfono y llamó a la policía. La alarma de incendio sonó en ése instaste. Anunciando que todos tenían que desalojar.

*~*~*~*​

Ningún comentario, ¡yey! ._.

Oh bien, recordé la historia por cosas locas, no sé, la estaba viendo en mi ficha.

Dedicado a mi AmantA *---*

 

2088 palabras.

Capítulo 4​

Josué sonrió alegre. Si bien tenían que estar con la chica, que fuese divertido mientras tanto, la detallaba, sí que lo hacía: el camisón se ajustaba en su cintura, y la hacía ver más adorable, el jean se ceñía a sus torneadas piernas, deliciosa. Quizás no era modelo pero era muy tierna. Su cabello cobrizo le llegaba hasta los hombros, lo tenía con ondas y la pollina rebelde, curiosa.

Y no importaba el gesto fruncido que tenía al mirar sus cartas, admitía que era pésimo con ellas, pero, ¿no se supone qué la cara de póquer es no tener ninguna expresión? A ella se le fruncía la nariz, y con ella, las pecas. Era encantadora. Miró a Ian, que tenía una sonrisa socarrona en los labios, éste sujetó su vaso y bebió del refresco, mirándola con superioridad.

―Tengo un par del reinas, ¿y tú Cold? ―desplegó las cartas sobre la mesa, para que viera que no mentía.

La chica pareció abatida por un instante, casi decepcionada. Extendió la mano hasta el vaso que contenía el líquido gaseoso, se lo llevó a los labios y tomó de él, en cuanto retiró los labios del borde devolvió el vaso y una sonrisa la abordó en ese momento.

―Full, dos reyes y tres ases. ―Lo miró con una sonrisa superior en la cara, había ganado tres de las cinco preguntas.

―Oh vaya. ―Se apretó el tabique de nariz, desconcertado―. ¿Josué? ―indagó, mirándolo.

―No hizo trampa, imposible hacerla. ―Se levantó del sofá y metió las manos en sus bolsillos―. Pregunta Ann, yo…

―No ―interrumpió Fizt―, yo le responderé. Son tres preguntas, adelante.

Antoniette se sentía victoriosa, había acorralado al chico, había hecho que se confiara con su cara, algo que había aprendido de su papá desde muy, muy pequeña. Incluso la mentira podía figurar como habilidad adquirida de su padre, en esta situación le iba a ser realmente útil.

―Las haré luego ―anunció mientras se levantaba―. ¿Dónde queda mi habitación, si es que poseo alguna?

Los hombres cruzaron miradas con cierta complicidad, algo que la chica no advirtió.

―La que segunda a la izquierda del pasillo ―respondió Fizt mientras adentraba las manos en sus bolsillos.

―Te quedan dos preguntas ―aseguró Miller.

Ann iba a protestar en cuanto Ian la tomó por la cintura y se la colocó en el hombro, ella pegó un grito y le mordió, él ni se inmutó por aquello. Blasfemó unas cuantas cosas en su contra antes de darse cuenta que en el cinturón del chico, en la espalda, descansaba una 9milímetros, casi con familiaridad. Entró en un estado de indecisión, si tomarla o no, el objeto de por sí le daba temor, y no sabía que tantas oportunidades iba a tener ella contra ellos dos, si bien podía inmovilizar a Fizt en ése momento, ¿qué haría contra un armado y corpulento Miller?

Justo cuando decidió arriesgarse fue dejada en un suelo frío, ni se había dado cuenta que las sandalias las había perdido en el pataleo. Le dio un codazo al chico, que en ése momento si dijo algo como «sucia» Y sonrió por ello, eso sí le había dolido al chistoso.

―A la próxima que tengas un plan para escapar con mí pistola ―hizo ademán de tomarla por el cuello pero sólo le acarició el mismo―. No te quedes callada, es fácil descubrirte.

Sintió de forma descarada la respiración de Fizt en su cuello, los nervios la atacaron de forma silenciosa, las manos empezaron a temblarle. Oh por Dios, ¡la podían violar cuando quisieran! Y ella no podría hacer nada al respecto. Luego sintió un resoplido; para concentrarse en otra cosa ya que su cuerpo no respondía, miró el baño, tal cual y como lo recordaba, sólo que, la ventana había sido tapada con unas fuertes tablas de madera, genial.

―¡Ian!, ¡la chica pensará que la vas a violar, déjala en paz!

Ann sintió cierto alivio en el tono jocoso de Joe, siendo que ése no era el plan que tenían para ella.

Un resoplido le golpeó el cuello, él seguía allí pero aguantando las carcajadas. El chico respiró profundo para luego echar su cuello hacía atrás y reír un poco. Ella quiso patearle en donde más le duele pero aún no podía moverse.

―Debes admitir que ha sido cómico ―dijo dándole la espalda a ella y señalándola.

―Sí, sí, lo ha sido Ian, lo ha sido. ―El otro le miró con una mueca y se marchó―. Toma, date un baño y luego a dormir, tienes quince minutos. ―Le lanzó un juego de ropa, incluida la interior y una toalla, cerró la puerta y ella atajó las cosas con la boca abierta.

Aparte de la madera en la ventana nada más había cambiado. La bañera seguía igual, bueno, la ducha-bañera; los estantes y el color, nada fuera de lo común. Se quitó la ropa rápidamente y en menos de un minuto ya estaba dentro de la ducha con agua caliente. La verdad desde hace mucho había descartado la posibilidad de escaparse por la ventana del baño, algo cliché había pensado.
«Tonta» Se dijo, cualquier oportunidad de escapar era buena, pero por ahora, sólo quería darse el dichoso baño y dormir.

Oyeron cuando la chica se metió a la ducha y luego se miraron, serios. Concentraron su mirada en las cajas y un silencio incómodo se implantó, si bien eran los mejores amigos, no contarían todo lo que pasara por su cabeza.

―Tenemos las maletas así que…

―No Joe, algo pasa y lo sabes, no me eludas. ―Fizt lo miró de arriba abajo, justo cuando llegó a sus ojos lo vio, un brillo.

―¿Qué? ―indagó Josué recobrándose.

Ian sólo negó con la cabeza y no dijo nada, bien, si el chico fuerte se iba a enamorar, que supiera en que embrollo se estaba metiendo, ése no era problema de él, ni un poco. Esperaba que aquello no le acarreara problemas con sus jefes. «Sólo unos tres días Ian, sólo 72 horas» Se dijo. Soltó un suspiro y tomó una de las cajas, sin mucho afán la llevó al cuarto que no tenía puerta y le hizo una seña a Miller para que hiciera lo mismo con otra de las cajas.


―Allí están tus cosas, siéntete cómoda y no trates de escapar ―anunció como orden el chico de cabello negro mientras señalaba su arma.

―Bien, si mis cosas están aquí luego sabré cómo es eso posible, y segundo, déjame sola ―demandó.

Fizt rodó los ojos ante la clara orden y el desatento de ella. Bien, si así quería las cosas, que así fuera. Salió de la habitación y si esta tuviese alguna puerta, juraba que la habría azotado con todas sus fuerzas.

La joven, a pesar de estar en aquella situación se lanzó a la cama en un claro intento de sofocar todo lo que le estaba aconteciendo, o sofocarse a ella quizás. Tosió un poco ante la clara falta de aire en sus pulmones, luego rodó un poco por la cama, aclimatándose a ella y se quedó profundamente dormida.


A las 5am, en la habitación contigua a la de la joven Cold, Fizt y Miller se levantaron con aplomo. Sin pereza alguna, el más corpulento de los dos se quedó limpiando algunas armas mientras que el otro iba a la cocina. Tomó dos vasos de agua y regresó a la habitación.

―Gracias ―susurró Joe al recibir el vaso, el otro sólo asintió. Se acabó el líquido que contenía el vaso y se asomó por el marco de la recámara de al lado, un bulto en la cama se movía acompasadamente.

Para cerciorarse de aquello caminó sigiloso por la alcoba y efectivamente, la chica estaba allí dormida. Con sumo cuidado verificó todos los seguros de las ventanas, con un buen candado. Sus labios se curvaron al oír un leve ronquido de los labios de la joven, tuvo que reprimir una carcajada ante ello y salir pitando del lugar, rápidamente se encerró en su propio cuarto y miró, aún conteniendo la risa, a su compañero. Éste miraba muy entretenido la pistola que estaba puliendo, en eso el chico de hebras negras encendió pero sin sonido, una pequeña portátil que tenían, buscó las noticias en el aparato y allí, leyendo lo que decía se ahogó con su propia saliva.

―¿Qué sucede? ―cuestionó Josué al verle tosiendo de ésa forma.

―¡No, que va! A mi gusta toser por gusto. ―Casi le taladró con la mirada, pero luego se calmó―. Sucede que la vivienda de nuestra huésped explotó ―pasó una mano por su cara, ya tenía una leve idea de a quienes culparían.

―No pudo ser algo espontáneo ―meditó el otro―, pero, ¿quién lo haría?

Ian parpadeó, ¿Miller estaba en su misma sintonía o dormía con los ojos abiertos? Dejó que el chico meditara un poco la situación, mientras él le marcaba a su ‘jefe’, había algo allí que no le pintaba bien.

―Ya escuché las noticias. ―Se oyó al otro lado de la línea―. Tenemos dos posibles sospechosos, a parte de los tres que están presos por el incidente.

―¿Presos? ―indagó curvando una ceja.

―A la próxima lee completa la noticia ―recriminó―, habían tres individuos en el apartamento cuando llegó la policía, están detenidos y son los principales sospechosos. Aunque sé que ésos tres no fueron ―meditó.

―Ahora el asunto es, ¿quiénes son ésos tres, no? ―completó el chico.

―Así es, debo colgar. Procura cuidar a la chica éstos dos días restantes, dile hoy lo que sucede, a medias. ―Y colgó.

Pensó en cómo decirle a la chica el asunto.

Josué aún no atinaba quién había sido, ni lo sospechaba, en ello miró a Ian para que le respondiera, mala idea, al joven de cabello negro el rostro adquirió una mueca cómica, considerada como que tenía una idea que no terminaría bien. Un escalofrío le recorrió. Tocó el hombro del joven para que espabilara un tanto, en eso lo miró y mudamente le preguntó por la respuesta que no obtuvo con su propio raciocinio. Éste le respondió como si tuviese 5 años, y el ‘niño’ sólo emitió un: «Ah» En señal de entendimiento.

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Hizo una lista mental de lo que ya había realizado. Desayuno: listo, se encontraba sobre la mesa. Bañados: sí, todos, a la chica la lanzó de nuevo en el baño para que espabilara, pero al final se había bañado. Comido: la joven no había probado bocado por tener aún la idea de que la fuesen a envenenar. Y allí se quedó, Ian respiró de forma profunda, Joe viendo eso venir se retiró de la mesa y miró el gesto fruncido de la joven. Le darían un buen rato de risas, se subió al mesón y se puso cómodo.

―No soportaré ver que no comes por simple capricho ―riñó el chico dejando su propia comida a un lado y entrelazando sus propias manos sobre la mesa.

Ella le miró por un breve instante y no se dignó en responder, pudo, sin embargo capturar la imagen de unos simpáticos hoyuelos en cuanto al joven Fizt una sonrisa sórdida se formó en sus labios.

―¿Por qué te sonríes? ―indagó la joven al verle de costado―. ¡Espera!, ¿¡qué haces?! ―gritó levantándose de su asiento en cuanto el chico de cabello negro hizo lo mismo.

Ella le siguió con la mirada, sobre todo cuando abrió las cajas que retozaban en la sala, parpadeó aturdida al ver sus cosas allí, la gran mayoría de ellas. La joven abrió enormemente sus ojos al ver pinturas allí, sus pinturas, sus cuadros. Pegó un pequeño gritico en cuanto el chico las soltó en el suelo, luego se perdió en la cocina y regresó con el plato de comida y una pequeña lata de benzol en su mano.

―¿No te atreverías? ―gesticuló mientras le señalaba acusadoramente.

―¿Ah no? ―El joven Fizt abrió la rosca de la pequeña lata y la guardó en su pantalón, mientras hacía eso con una mano la otra dejaba el plato de comida sobre un mueble―. Eso depende de ti preciosa.

La chica hizo el intento de quitarle la lata, pero él, más rápido arrojó un poco de la sustancia muy cerca de un cuadro de una casa inglesa. Ella retrocedió de inmediato, Ian le hizo un gesto con la cabeza de que tomara el plato y comiera, ella negó también con la cabeza y el joven hizo el ademán de volcar la lata. Enseguida la joven tomó el plato y empezó a comer lentamente, el chico sonrió y se quedó allí, hasta que ella terminara de comer.

Ahora sí, todos habían comido.


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N/A: Es interesante, pues, no pensaba hacer un capítulo así de largo al empezar el fic, el promedio no iba a pasar de unas 1300 palabras. Pero, han pedido mayor descripción, espero haber cumplido. Y sí, me demoro, pero son cosas de momentos. Sí, sí, aún no saben por qué tan amables, dentro de poco, dentro de poco.