Basado en el cuento, El Gigante Egoísta, de Oscar Wilde. Algo más, moderno. Pero haciendo alusión a esos hechos. ----- El llanto iba cada vez en aumento, se había extraviado, y ya no encontraba a su madre, ni a ninguno de sus familiares. El pequeño de hermosos rulos dorados, y ojos tan claros como la miel deambulaba por los alrededores dando pequeños gritos en sus palabras aún mal pronunciadas, no debía tener más de 4 años. Pero nada le daba resultado, estaba solo en medio de la nada, alejándose cada vez más de todo aquello que le era conocido. Intentó correr a todo lo que le daban sus pequeñas piernitas, tal vez así avanzaría más rápido. Tropezó y cayó, raspándose la rodilla dejando entrever la brillante sangre infantil. Y se asustó aún más. Sintió la cosquilla bajo su mano de una flor al crecer, ahí justo frente a sus ojos abrir sus capullos coloridos como por arte de magia. Y el gorgojeo de la risa infantil hizo eco con el viento en la colina, las flores al abrirse a su alrededor le hacían cosquillas en la piel y el viento primaveral acariciaba delicadamente su nívea piel. Su madre lo tomó en brazos desesperada, acunándolo contra su pecho y a medida que el niño se alejaba las flores iban pereciendo y marchitándose nuevamente. Y dicen que ahí, estaba enterrado un gigante. Que hace muchísimos años tuvo un jardín hermoso dónde los niños pasaban sus horas abrazados por la primavera, rodeado de flores encantadas.