Faux Vulgar Todo pasó en la noche más corta. No. Nada es verdad (y todo está permitido), dijo una vez un drogadicto sodomita. Y era tarde, pero el sol seguía incendiando cabezas y retorciendo fierros. Febo Apolo masturbándose sobre el hemisferio tercermundista hasta el fin del mundo, por ende el calor, la fiebre y el chivo que ahogaban Buenos Aires, por ende las calles como escenas post accidente nuclear de imitación pripiática. Antes de encontrar Germán al amor de su vida por siempre jamás, e incluso antes de que iniciara la rapsodia que lo llevó, agrediendo las paredes con su cabeza y al grito vivo de "¡Pornografía!", hasta ese burdel berreta, preguntándose en los breves alivios del disturbio mental por que nadie lo detenía. Antes. Solo antes, quien soy para reprimir lo inmedible. Mucho antes, pero tampoco tanto: la estatua. '¿Tenés hora?' 'Mirá, las estatuas no hablan' '¿Tenés hora?' '¿Vos sos de los que leen el futuro?' La estatua admitió que a veces si, que ya no era fácil ser una estatua de la Grecia Antigua. También le confesó que a veces hacía de estatua romana en la calle X. Germán le contó de sus inquietudes esotéricas y de la vez cuando toda su familia fue reemplazada por marcianos y él tuvo que huir. La estatua le profetizó amor o muerte para esa misma víspera, le vendió estimulantes efedrínicos y se quedó sin saber la hora. Dos horas más tarde Germán atravesó las puertas al pasillo del trolerío, viéndose a sí mismo por un embudo luminoso, sudando ácido, escupiendo placer por cada uno de sus dígitos. ¿Lo sentiste alguna vez? Tu cuerpo se pierde en la percepción, tu mente duerme la siesta en una hamaca paraguaya, ¿lo sentís? la impotencia de ese encierro en la consciencia, la potencia infinita del inconsciente; y cuando volvés en sí, volvés a ver tus manos, ver en el enfrente de la realidad, ves que de hecho estás masticando las tripas de un ciruja que acabás de descuartizar, o estás violando un crío, que de paso, también acabás de matar. Así. Germán pateó tres, ocho, once puertas, y sólo se abrió esa. El dos por dos ordenado, estructurado, metódico, exacto, puntual, meticuloso, con olor a amoníaco y lejía donde ella se prostituía. La cama, la horca y la rubia de tus sueños como residuos intoxicados del asco porteño. El asco. La puta se acomodó el vestido y los calzones sin pudor ni asco y no hablaron de coger ni de precios. Tampoco del clima. ‘¿Todavía no es de noche?’, no era, la luz entraba por una ventana redonda. ‘Hoy es la noche más corta’ ‘¿Ya es de noche?’, no era, en la ventana, una paloma muerta. ‘Todavía no es de noche, es por un coso astrológico de las estrellas’ ‘Cuando sea de noche me voy a morir’ ‘…Mi nombre es Israel’, dijo ella, él pensó: ambulancias, explosiones, milagros, Israel, ¡Israel!, ¡ISRAEL!, y supo que era ahora o nadie. Fue coincidencia. Pero las coincidencias no existen en el mundo mágico dijo una vez el mismo puto drogadicto. Germán se tiró a sus pies, temblando y la boca abierta, intentó llorar pero las violentas contracciones lo hicieron vomitar. Lloró un ratito. Después se sintió mejor. Se subió a la cama, o Israel lo subió a la cama y le limpió la cara con su vestido, o ella lo ayudó a subir a la cama y él se limpió la cara con las sábanas y ella encendió la radio, pero no en ese orden. En la radio sonaba jazz, Germán se acostó entre las piernas de Israel, el vestido estaba húmedo y expelía un olor agrio a sudor estancado y leche cortada. Hablaron sobre caballos de cartoneros y sobre el ruso que vendía novelitas de William Jaquespare en el tren. Ella le contó del hombre negro con traje negro que la miraba desde un segundo piso, y el dijo ‘ah’ y después que ‘aplaudir con churrascos en las manos es pornografía para zombies’. A Israel le dio una punzada repulsiva por todo por el cuerpo con la palabra churrasco, sus codos se movieron involuntariamente y se acordó de su primer novio, Jesús. A Jesús le daba cosa la frase "hacer el amor" y si alguien la decía se ponía nervioso y temblaba como un hijo de puta. Israel creía que su viejo se lo había cogido o algo, pero nunca le preguntó. Un día a Jesús lo cagaron matando. Germán solo se concentró en su propia mente, en sus últimos pensamientos, pensó. Pornografía. Soñó a la Coca Sarli llamándolo canalla y llegó a un orgasmo de fantasía. De repente, se incorporó en la cama y se miraron a los ojos. El empezó a subirle el vestido. No. Israel cerró las piernas, miró a un costado, volvió a sus ojos, volvió a abrirlas. Y sacó un revolver. Férreo, caliente y húmedo como su propia piel. Ahora, este revolver no era de los comunes. Por lo menos no para Israel. Había estado en su casa desde que ella tenía memoria, no sabía de quien era y ni siquiera estaba escondido. Solo estaba ahí. Cuando ella cumplió 12 años empezó a hablar. No contaba verdades absolutas ni epifanías místicas, no intentaba convertirla a nada, ni siquiera intentaba que matara a alguien. Solo hablaba de fútbol y de minitas. A veces también de política, aunque no entendía nada. Era medio facho. El revolver aterrorizaba a Israel hasta los insomnios más nocivos. Lo odiaba, si, pero no podía ignorarlo. El día en que se fue de casa se sintió obligada a llevárselo. Así de unidos eran. Germán lo miró fascinado, su corazón frenó por medio segundo y se llenó de vértigo. A su mente volvió la profecía. Bajó la cabeza y besó la punta del fierro, hubiera querido seguir, ir más allá, meterlo en su garganta y tragarlo entero. Israel lo acarició, enredó sus dedos en su cabello. Germán estaba temblando otra vez. Los dos sabían de que la iba todo esto. Germán se levantó y se paró bajo el haz de luz. El juego de William Tell, ‘si no me matás voy a tener que amarte para siempre’, Israel asintió y levantó el brazo, el revolver empezó un canto de cancha “vamo’ Velez ponga huevo, vamo’ Velez…”. Ella no lo sabía, iba a callarlo para siempre, quería amarlo para siempre. Fuego… y se hizo la noche. La noche más corta de la puta existencia. Un minuto más tarde, amaneció. Israel suspiró. William Tell una mierda, el juego era de William Burroughs y los pedacitos de cerebro de Germán firmaban las paredes como prueba. ------------ ahi lo tenés mon cher, la peor mierda en existencia.
Re: Faux Vulgar Abejitas, honey, abejitas. No es en absoluto malo, darlin. Sólo hay partes que quedan forzadas y no acostumbró verlo en ti. Igual me gustó. Exageras como siempre, exageras. El problema no es el cuento en sí, sino que hay frases frozadas y te cagan el ambiente . Es lo malo de las putas, si algo está forzado se te cae el ambiente Esta frase está buena y Burroughs rompe todo. Putas.
Re: Faux Vulgar Pues un escrito muy interesante. Últimamente me topo con escritos muy interesantes. Reflexiones, quejas, deseos, realidades, con eso y con más me topo en este foro. Por eso me gusta, mas allá de las tonterías y las babosadas, siempre hay mentes activas buscando expresar lo inexpresable. ¿Pero que rayos viene eso al tema? No se, me gusta divagar. Solo quería que supieras que historias como esta son las más interesantes de todas. Realidades crudas y rutinas absurdas. Reflexiones simples que no lo son y realidades complicadas que tampoco lo son. No se como explicar lo que sentí leyendo, pero definitivamente me gusto.
Re: Faux Vulgar Concuerdo contigo. Y es algo que se consigue mucho en tus historias, siempre (en mi caso) logras atrapar al lector con una idea tan descabellada, horrorosa y simplemente maravillosa. Me gustó mucho la frase final, como decirte, ese tono tan tranquilo después de haberlo matado y la descripción visual casi sádica de ver su cerebro en la pared, muy, muy, conmovedor.
Re: Faux Vulgar Muy pocas veces tengo que releer más de un par de veces un texto para llegar al fondo. Al tuyo superó ese par de veces... Con creces. Y, sinceramente, me divierte la incomprensión. No lo sé, en un mundo donde todo lo comunicado enuncia sus mensajes de manera tan evidente, en un mundo de ideas que se prostituyen; es bueno leer ideas recatadas. Siempre me resulta más seductor un corset que un par de tetas al aire.
Re: Faux Vulgar Wow, cada párrafo es una historia... Es como los hombres que se visten de estatuas y se mueven sólo cuando les dejas caer dinero en una lata o símil, si no pueden quedarse casi inmóviles un buen rato. Ese diálogo de la estatua y Germán se va de aquí derechito a la posteridad. ¡Y tenías que hacer la referencia sexual del revólver! ¡Y tenías que usar a Burroughs! Touché.
Re: Faux Vulgar Me encanta como escribes. Adoro leer y sentir lo que describes, los olores, los colores, todo, eres tan... expresiva. Me perdí un poco al comienzo, en la parte de la estatua y luego con la prostituta, pero bueno, nunca habrá un día en que entienda completamete algo que escribas. En fin, me gustó, seguro hubieras ganado, siempre me dejas con la boca abierta.