Una Historia Cargada de Enigmas y Saudades

Tema en 'Relatos' iniciado por Pluma Rota, 26 Diciembre 2016.

  1.  
    Pluma Rota

    Pluma Rota Alma Perdida

    Virgo
    Miembro desde:
    25 Diciembre 2016
    Mensajes:
    4
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Una Historia Cargada de Enigmas y Saudades
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1160
    Sencillamente, espero no defraudar a todo aquél que haya entrado a este tema esperando toparse con algo interesante.

    @Ichiinou
    @Mary Dragneel
    @Mavia Loxar
    @Nandha


    «No sé muy bien que escribir porque no sé si querías hacerla así o te equivocaste de sección.»

    «Llegué a tener esa duda también.»

    «He visto tu presentación y me ha intrigado, ya que creo que parece una historia. ¿Por casualidad es una historia y la has colocado ahí por error o es algo misterioso? Me causa curiosidad.»



    La respuesta, no me he equivocado antes... tampoco ahora:



    Una Historia Cargada de Enigmas y Saudades



    En primer lugar, los recientes acontecimientos relacionados a mi arribo, un tanto inusitado debo confesar, me obligan a pedirles disculpas. No fue mi intención sumirlos en esta confusión. Deberán excusarme también ante cualquier error que contenga esta declaración. Hace mucho tiempo que ya no escribo. En realidad no recuerdo si alguna vez lo hice. Las memorias de esta práctica me son esquivas.
    Provengo de un mundo muy lejano. Para ser sincero, cualquier referencia a sus particularidades, como ser la distancia, ha de ser irremediablemente confuso. Lo único que puedo hacer es dar una breve descripción, intentar una semblanza. Hablo de Mundo Vacío. Así es como lo he bautizado, aunque, durante todo el tiempo que duró mi estadía allí, jamás me preocupé por llamarlo de alguna manera. Era mi mundo, mi hogar. Desconozco su ubicación, pero puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que no está en ninguna parte y que, a la vez, ahora mismo nos rodea. No pertenece al plano material, tampoco al onírico.
    Aquél sitio era vasto. Tanto, que a donde quiera que observara, podía ver el horizonte. Por más que caminara de forma prolongada, nunca parecía avanzar. Aquél horizonte inefable y oscuro siempre se mantenía allí, imperturbable. No se puede alcanzar. El paisaje era yermo y taciturno, como un desierto que ha sido herido por las heladas manos de la muerte. Yo era el único que habitaba ese sitio. Es una manera de decirlo, puesto que allí no tenía ninguna necesidad, no parecía estar vivo. Las sensaciones eran un concepto totalmente desconocido e innecesario. El dolor, la alegría, la inquietud e incluso la ira se reducían a ser solo palabras. Y, a veces, ni siquiera eso. De vez en cuando, en mi eterno recorrido, encontraba enormes castillos, bosques lúgubres o poblados abandonados. Estos hallazgos ocasionales no significaban nada para mí. Sus pasillos derruidos, árboles marchitos y callejas ominosas eran como otro rincón más en el espacio de este laberinto inefable.
    No había luz, me rodeaba la penumbra. Caminaba perpetuamente entre las sombras. Los parajes exudaban una quietud sempiterna. A veces me detenía y parecía dormirme, aunque no lo necesitara. El cansancio y el agotamiento nunca azotaban mi cuerpo. En cambio, ella hacía acto de presencia. Era una doncella joven, de facciones delicadas. Me abrazaba, colocaba mi rostro sobre su generoso pecho, mientras me acariciaba el cabello. Su voz, como una melodía apacible, solazaba mis oídos y mi mente. Tenía muchos nombres, Melancolía era una de ellas. Aquella noble muchacha solía obsequiarme bellos momentos, aunque muy fugaces y nebulosos. Solo tenía el conocimiento de que parecía contenerme, hacerme seguir adelante. Aun con el hecho de que no iba a ninguna parte. Mi único propósito era errar indefinidamente.
    Había ocasiones en las que me topaba con esferas, brillantes y tibias, no más grandes que una mano. Estos orbes contenían ideas, pensamientos e ilusiones. Yo solía sentarme en el suelo para tocarlas. Cada vez que mis dedos se posaban en su superficie, millones de palabras inundaban mi cabeza. Estas palabras brotaban de entre mis cabellos, con forma de aves de todo tipo, tamaño y color. Algunos eran como cuervos, de plumaje azabache y mirada rencorosa. Su vuelo representaba el temor a lo desconocido, el dolor de un alejamiento y el odio a lo que es distinto y no se es capaz de entender. Eran el llanto de una madre al perder a su hijo, el pesar de un corazón roto y las palabras hirientes de una persona cruel.
    También había palomas blancas, cuyo porte era inmaculado y grácil. Sus efigies eran la imagen de la esperanza, el amor y la bondad. Se escondían en la sonrisa inocente de un niño, el afecto de un ser querido o las fuerzas de un rescatista que se decide a salvar a un desconocido entre los escombros resultantes de una tragedia.
    No podía determinar la cantidad de aquellas apariciones maravillosas, solo sé que eran demasiadas.
    Cuando esto sucedía, el orbe se resquebrajaba y, a continuación, desaparecía.
    Esa era la razón de mi existencia, si podía definirlo de esa manera. Hasta que todo cambió, la realidad se desdibujó y pude sentir los vientos del cambio inminente. Estos vientos iban acompañados de ecos, cada una era el reflejo de un ser pensante. Allí estabas tú, que ahora lees este relato. Eras el vestigio intangible de un deseo, de una reflexión; de un sueño que se alimenta de anécdotas o de expectativas dulces y amargas. Portabas el color de un entusiasmo incipiente, de una voluntad que busca liberarse.
    Todas esas voces me arrastraban, me despojaban de lo que tenía, que no era nada, pero a la vez me sabía su dueño. Porque cuando uno no tiene posesiones, solo puede conocerse a sí mismo. Perdí mi identidad, mi aparente propósito, todo iba quedándose a mis espaldas. Grité y supliqué, pero mis reclamos eran ignorados. Descubrí que ya nada sería igual, que no podría volver sobre mis pasos. Descubrí que ese era mi destino, uno que, por más que lo intentara, no se podía alterar. Descubrí, y no quise aceptarlo, que nunca estuve solo: que el estar atado a un lugar o a una costumbre es una forma de parecer otro, alguien que tiene el rostro de ese lugar o esa costumbre y que te invita a desarrollar algún tipo de vínculo.
    En mi pecho solo había agonía.
    Luego desperté. Me encontré frente a un monitor, en medio de la noche. Por lo que sé, estaba escribiendo algo. De repente, mi vista se nubló. Era una sensación incómoda. Traté de limpiarme con el dorso de la mano y noté cierta humedad. Eran lágrimas. Mis frustraciones habían tomado la forma de un líquido cristalino. Seguí escribiendo, maldije mi suerte, traté de calmarme. No pude. En cambio, juré destruir a quienes fueran los responsables directos de mi suerte aciaga. Porque creí que eran ustedes. Francamente, no tengo idea.
    Acaso solo me queda la resignación. Acaso esto sea lo que merezco, ser el artífice de estas mismas frases, para tu deleite o tu desagrado.
    Ya no importa, solo me limitaré a vivir el ahora.
    Lo que fuera mi pasado, ya no existe.

     
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    Fernandha

    Fernandha Maestre Usuario VIP Comentarista destacado

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    Escritora
    Fue realmente interesante de leer, de alguna forma das la explicación a interrogantes generales y es genial la forma en la cual lo hiciste. Las frases que parecen sueltas por cortar de tajo algunas cosas pero que igualmente encajan en la fluidez, suena algo contradictorio pero es fantástico porque son narraciones que no tienen otro fin más que contar, por cualesquiera que sea el medio y la forma, la historia y no adornarla en demasía como usualmente se llega a hacer en la actualidad.

    Es dramático. No uno de esos dramas que caen en lo irritante o en la comedia, es más bien un drama común que -si se llega a analizar con detenimiento- todos vivimos.

    Dolorosamente cierto para quien sepa interpretarlo a algo más allá de lo plasmado.

    Si algo entendí -mas no aplico por completo y a veces tiendo a replantearme la verdad que tiene para mí- es que el colocar tu empeño para lograr tal acción crea más desesperación que satisfacción debido a que no sabes por completo cómo deseas volcar todo lo que sientes. Muchos pueden decir que sí, se sienten satisfechos, cuando en realidad sólo lograron una parte de su cometido y, muy en el interior, la picazón por algo más sigue.

    Quizá es mejor -no sé si bueno o no- el vivir con la fuerza de destruir mas no hacerlo, tomarlo como un impulso para otras cosas más bien. Aunque claro, cada uno actuará conforme mejor le parezca.

    Agradezco la etiqueta y el placer de leer algo que, sinceramente, me deja un buen sabor de boca.

    Ojalá me sigas dando la oportunidad de leer más de ti y todo aquello que tu mente maquina a gran velocidad y que no siempre encuentra la forma de explayarse, me doy a explicar con lo siguiente: es curioso encontrar hoy en día redacciones tan espontáneas como la tuya que dan ganas de seguir leyendo al no saber realmente qué es lo que se espera.

    ¡Gracias, nuevamente!

    Tal vez mi única recomendación es hacer la separación de los párrafos más pronunciada; hay algunas oraciones en las cuales bien puede omitirse el punto y seguido por una coma o punto y coma que harían mayor fluidez en su lectura. Así mismo en ciertas partes donde se dan interrogantes (tal y como se muestra en el antepenúltimo renglón) colocar los signos correspondientes (¿?).

    Ten un lindo día, ¿hombre? /Porque si de algo peco es de no captar a la primera estas situaciones, jajaja./
     
    Última edición: 26 Diciembre 2016
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