Hakuouki Shinsengumi Kitan Sonríe [Hakuouki Shinsengumi Kitan]

Título: Sonríe
Fandom: Hakuouki Shinsengumi Kitan
Personajes: Harada Sanosuke & Yukimura Chizuru
Nº de palabras: 737
Nota: Este fic lo publiqué en otro foro con el nombre Lowenthal/LacrymosA, así que no es plagio.

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Sonríe​

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Recuerdo exactamente que ése día fue el más triste que había vivido. Me había enterado por las frías palabras de Kazama de que mi padre estaba en contra del gobierno y que se había aliado con los Oni, ayudándolos con el respaldo de aquella despreciable medicina llamada Ochimizu que él mismo había creado.

Aunque los muchachos me decían constantemente que no debía creer ni una palabra de Kazama, yo no podía deshacerme de la idea de que mi padre estuviera causando tanto daño. Una parte de mi estaba segura de que era verdad… y me hacía sufrir mucho.

Después de eso no volví a ser la misma por unos días. Estaba demasiado angustiada como para que mi ánimo volviera… y los chicos lo sabían.

Heisuke-kun se mantenía a mi lado tratando de devolverme la alegría junto con Nagakura-san: ambos fingían pelearse para divertirme, pero no lo lograban. Okita-san me prometía que la próxima vez que se encontrara con Kazama lo destruiría por completo, siempre con una sonrisa dulce en su rostro, como si dijera algo bonito.

Saito-san era diferente, pues tenía su propia forma no tan expresiva de ayudarme. Cuando salíamos a patrullar él les preguntaba a los aldeanos si sabían algo sobre el paradero de mi padre, siempre con su rostro serio y distante. Hasta Hijikata-san, a su manera, trataba de protegerme.

Y les estoy muy agradecida. Seguramente, sin ellos, no hubiera podido salir adelante.

Sin embargo, jamás olvidaré las palabras de Harada-san.

Recuerdo perfectamente ese día, yo seguía triste por lo de mi padre. Me encontraba terminando de lavar los uniformes del Shinsengumi, y estaba tan sumergida en mis pensamientos que no noté la presencia de Harada-san a mi lado. Di un pequeño salto a causa de la sorpresa que me dio ver sus manos tomar los uniformes que ya estaban listos para que secaran, yo solamente tenía que colgarlos al sol. Pero él tomó la iniciativa e hizo la tarea por mí.

—Necesitas descansar un poco, Chizuru-chan —me dijo con serenidad, mientras terminaba de hacer mi tarea.

Yo me mantuve en silencio y cabizbaja. Harada-san tenía razón. Desde que supe esa noticia, creía que si me esforzaba en hacer mi trabajo me distraería y podría olvidarme de eso, o por lo menos hacerlo más llevadero. Pero no lo logré.

—Estás muy pálida, ¿no te estás alimentando como deberías, verdad?

Me asombré mucho al oír esas palabras. ¿Acaso yo era muy obvia? ¿Cómo Harada-san notó algo de lo que ni yo estaba enterada?

Tampoco respondí a esa pregunta, supuse que ni él esperaba una, en verdad.

—Ah, Chizuru, Chizuru… —susurró mi nombre varias veces, mientras negaba con la cabeza—. Ven, siéntate conmigo.

Eso fue más una orden que una sugerencia. Tomó mi mano con delicadeza y me guió hasta unos bancos que se encontraban en el jardín. Allí nos sentamos. Nos mantuvimos en silencio por unos minutos. Harada-san esperaba que yo hablara primero, pero como sabía que eso no ocurriría, él comenzó.

—No tienes que creer en todo lo que ese individuo diga. De alguna forma él quiere que decaigas y te les unas por una razón que nosotros desconocemos. No caigas en ese juego, recuerda que Hijikata-san dijo que muy pronto habrá información más confiable, ¿si?

—¡Lo sé, Harada-san! Pero… ¿Qué ocurrirá si, en verdad, mi padre…?

—Nosotros estaremos allí para protegerte, Chizuru-chan. Nunca vas a estar sola, te lo prometo —afirmó, y colocando su mano sobre mi cabeza me sonrió con ternura.

En ese instante no pude evitar dirigir una mirada de asombro al muchacho que estaba a mi lado. Observé sus ojos detenidamente por unos segundos, cosa que nunca había hecho. Fue ahí que noté los hermosos orbes color miel de Harada-san. No podía dejar de verlos, me transmitían la seguridad y sinceridad que necesitaba.

A causa de eso, también le regalé una sonrisa.

—¿Ves, Chizuru-chan? Lo único que necesitabas era sonreír un poco.

—¡Muchas gracias, Harada-san!

Jamás olvidaré ese momento. Era tan grande mi felicidad que mi reacción fue abrazarlo, y lo hice. Él quedó estático, seguramente estaba tan sorprendido como yo. Lo solté de inmediato al notar lo que había hecho y me sonrojé.

—Ah… Harada-san, yo…

—Descuida, Chizuru-chan. Ve, seguramente Hijikata te está buscando.

—¡S-sí!

Y corrí alejándome de él.

Nunca olvidaré esa conversación. La próxima vez tomaré en cuenta las palabras que Harada-san me obsequió en días posteriores a ese.

La felicidad llega a aquellos que sonríen.

Fin.​