Long-fic Quinceañera

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Clhoe, 30 Diciembre 2009.

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  1.  
    Daffy Duck

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    Re: Quinceañera

    Clhoe, te felicito por tu fic. Hace tiempo no leía algo que me llamará tanto la atención, más que nada por la manera de narrar.
    El tema que usaste me gusto, y como decís, el papel de "quinceañera" en caja perfectamente con Kagome. También debo falicitarte por las personalidades de los personajes, que las mantienes bastante bien, y las adecuas al momento y ambiente.

    Tus fallas son mínimas, sólo algunos errores de dedo con unos acentos. Vas muy bien, sigue así. :yay:
     
  2.  
    windmiko

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    Re: Quinceañera

    Hola, aqui de nuevo visitando tu FanFic. La verdad he estado muy impresionada con todo el capitulo; en verdad a veces somos muy exageradas bueno me parecio una exelente idea de que Houyo estuviera en el mismo instituto que la pobre de Kagome. Y ahora viene Kikyo. Pienso yo que sera otro problema para la chica quinceañera. Espero con ansias tu continuacion.
    Sayonara
    :adios:
     
  3.  
    Clhoe

    Clhoe Entusiasta

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    Re: Quinceañera

    Muchas, muchísimas gracias! La verdad es que me entusiasma que os guste como narro, porque la verdad es que yo siempre veo raro todo lo que escribo.
    Me tranquiliza que me digas lo de la personalidad de los personajes. En realidad, estaba bastante preocupada pensando en que me había metido de lleno en un Ooc... aunque bueno, es bastante difícil ceñir las características originales de los personajes de esta serie sancándolos de su contexto principal... más que nada por las circunstancias; por ello me alivia pensar que más o menos no he masacrado las personalidades de los personajes (por el momento...).

    De nuevo muchas gracias por pasarte. Intentaré revisar más los capítulos para advertir todas las faltas. Un beso!


    Muchas gracias por seguir apoyándome en esta historia, significa mucho para mi autoestima.

    Me alegra que te gustara el capítulo, y sí, la mayoría de los adolescentes (no solo las quinceañeras..) somos muy exagerados, me incluyo.
    Un besito para ti!

    Siberian: mi pobre, a ti te borraron el comentario según parece, pero lo había leido. También te agredezco tu lealtad a mi historieta de aficionada. Un besito!


    Bueno chicas, dejando los comentario de agradecimiento de lado, aquí está el capítulo cinco. Avisó que igual los capítulos siguientes son un poco desconcertantes, pero no desesperéis, me podéis preguntar todas las dudas que tengais. Espero que os guste!


    ________



    Capítulo quinto-
    Sospechas


    La noche era oscura. La luna llena reinaba altanera sobre la cúpula celeste. Un aullido descarriado inundó la estancia. Sango se estremeció, yo en cambio, disfruté de aquella mágica melodía. De nuevo silencio y más miradas. Estaba tranquila, ahora sí. No quería volver al pasado, es más, ¡mi cerebro lo tenía terminantemente prohibido! Ya era suficiente con tener quince años. No estaba dispuesta a abrir viejas heridas, no a estas alturas.

    La habitación de Sango era espaciosa —muy espaciosa, en realidad—, además, estaba perfectamente ordenada. ¡Cómo se notaba la presencia de una señora de la limpieza en esta casa! Aunque claro, en una familia de la talla de la de Sango no era para menos. Y es que el padre de mi amiguísima era ni más ni menos que uno de los peces gordos en lo que a empresas se refería. Tenía una amplia red esparcida por todo el país, además de las franquicias que poseía en el extranjero. Todo un mandamás, si señor.

    — ¿Me contarás de una buena vez que es lo que te pasa? —Preguntó Sango con su particular tacto. Siempre directa a la herida. ¡Menuda era ella!
    — ¿Acaso me tiene que pasar algo para venir a dormir a casa de mi inhumana mejor amiga? —Sango enarcó una ceja ante la ironía.
    — ¿Inhumana yo?
    — Ciertamente no podría ser otra. Aquí solo estamos tú y yo.

    Silencio. Miradas cruzadas. Al momento ambas estallamos en carcajadas, aunque Sango no se conformó con eso. ¡Se abalanzó sobre mí y comenzó a hacerme cosquillas!

    — ¡Tregua! ¡Por todos los dioses, quiero una tregua! —Pedí como pude. Las cosquillas eran (a parte de lo estudios, evidentemente) mi talón de Aquiles.
    — Tu me cuentas que te pasa y yo paro, es muy sencillo.
    — ¡Eres una mala pécora! —Acentuó las cosquillas. Ahora eran terriblemente insoportables—¡De acuerdo, tú ganas!
    — ¡Ja! Eso te enseñará a tratar con respeto a los mayores. —Y al fin, paró.
    — Realmente eres inhumana. —Hizo ademán de proseguir con su castigo. Enseguida me puse seria, todo era mejor que aguantar las cosquillas de Sango—. En realidad no me pasa nada… —Se acercó. Estaba lista para empezar de nuevo—. Eh, tranquila. A ver, no es nada, lo que pasa es que Inuyasha vuelve a las andadas, o por lo menos, eso parece.
    — ¿Cómo? ¿Qué ha pasado ahora? ¿Te ha levantado la falda otra vez? —Empezó a reírse. Esta noche se lo estaba pasando en grande a mí costa. ¡Viva la amistad!
    — ¿No ves como no era nada? De verdad, estas hecha toda una paranoica. —Sango se puso seria.
    — Venga ahora en serio, ¿qué ha pasado?
    — Ya te lo he dicho, creo que Inuyasha ha vuelto a las andadas. Aunque no tengo ni idea de porqué.

    El rostro de Sango se ensombreció. ¿Por qué tanto dramatismo? De verdad, ¡como eran todos! Siempre dramatizando. En casa mi madre y en la calle mi amiga Sango. Pero no podía culparla, seguro que temía que el pasado se repitiera, aunque, desde luego, esta vez no podría compararse; ni ahora ni nunca.

    — ¿Estás segura?
    — No, solo me lo ha parecido.
    — Bueno, esperemos a mañana antes de sacar conclusiones precipitadas. ¿Eso era todo? — Me lanzó una mirada perspicaz.

    Quisiera saber por qué a Sango no se le escapaba nunca nada. ¡Era mejor que un perro sabueso! ¡Lo sabía todo! Aunque quizá es que yo era demasiado fácil de leer, lo cual no es nada descabellado, soy más corriente que el agua. Cabello azabache, ojos chocolates, en fin, una chica del montón. Cara redondita y cuerpo espín, vamos, divina de la muerte —irónicamente, claro está—. Y la transparecia con la que mis emociones afloraban en mi rostro era extraordinaria. En cambio Sango era más interesante, inteligente y sofisticada —porque yo tenía de sofisticada lo que un perro comiendo—. Además, guapa y con un cuerpo atlético. Castaña y de ojos almendra, ósea, una digna belleza oriental.

    — Bueno… en realidad quería evitar pasar por mí casa. ¡Temía que mi madre me tuviera reservada otra sorpresita!
    — Jajá, ¡Kagome eres increíble!
    — Lo sé — Bromeé al mismo tiempo que intentaba imitar una de sus poses.
    — ¡No seas payasa, o si no atente a las consecuencias! —Y volvió a abalanzarse sobre mí.

    Definitivamente, había sido todo un acierto ir a dormir a casa de Sango aquella noche. Me olvidé de todo. De la que había montada en mi casa, de Inuyasha… ¡Desde hoy pondría a Sango en un pedestal! Y es que, aunque sea tan quejosa con ella, me sentía la chica más afortunada del mundo al tenerla como mejor amiga. Así, entre risas, cosquillas, alguna almohada rota y una silla en el suelo transcurrió la noche. Al menos una cosa era segura, mañana llegaría temprano al instituto.

    Historia. El martirio más grande para todo adolescente cuerdo. Como era de esperar, me quedé traspuesta durante la explicación, pero es que ¡¿A quién se le ocurre poner esa clase a primera hora de la mañana?! Solo a un idiota, eso era seguro. Y, si al menos el profesor estuviera un poco más vívido podría intentar atenderlo pero se trataba del último superviviente de la primera guerra mundial. Viejo, bajito, con el pelo más blanco que el algodón y una carrasposa voz apagada. ¿Quién sería capaz de no dormirse con semejante panorama? Nadie excepto Sango, que le encantaba la historia — y, como podemos comprobar, hablamos de un raro espécimen de adolescente —. Aunque claro, luego ella era capaz de sacar un sobresaliente mientras yo me quedaba en el suficiente raspado. ¡Dichosa asignatura mal colocada!

    Antes de adentrarme en el fantástico mundo de los sueños pude advertir que Inuyasha no había asistido a esa clase. ¡Ese si que sabía! De seguro que se había quedado dormido, eso o… Bueno, era igual, de todos modos había decidido no preocuparme. En cambio Houjo si que había venido y, como era de esperar — quince, ¡maldito número! — le habían puesto en mi misma clase, ¡y eso que había hasta siete clases solo de mi curso!

    — ¡Higurashi! — Mierda, me habían pillado —. ¿Ha dormido usted bien?
    — No tanto como me hubiera gustado, pero agradezco su interés. — Se oyeron risitas.
    — ¡Silencio Higurashi! ¡Salga ahora mismo al pasillo! — La gente se calló de golpe, ¿vaya compañerismo, no?

    Bueno, era de esperar. Una chica con mi suerte no puede pretender quedarse dormida en clase y salir airosa aunque había que mirarle el lado bueno al asunto, de este modo no tendría que pelearme con mis párpados para que no se cerraran. Salí al pasillo de forma precipitada y me apoyé sobre un radiador que, por cierto, no estaba caliente. ¡Qué tacaños llegaban a ser los maestros o cualquiera que se encargara de estas cosas! En aquel momento llegó Inuyasha. Se notaba que venía corriendo, su respiración desacompasada lo delataba.

    — Vaya, ¿primera hora y ya la estás liando?

    Curioso saludo. En realidad, la gentileza de Inuyasha siembre brillaba por su ausencia.

    — No en realidad, solo me quedé dormida. ¡Pero no es culpa mía que ese hombrecito tenga voz de serpiente!

    Inuyasha se echó a reír y me lanzó una mirada en la que se leía un “no tienes remedio”. Respiré aliviada, después de todo eran imaginaciones mías. Se sentó a mi lado, junto al radiador.

    — ¡Joder, mira que son tacaños! No se dignan ni a encender la calefacción…

    Ahora fui yo la que se rió. En el fondo me parecía mucho a Inuyasha, tal vez ese era el motivo por el que me resultaba tan irritante, pero eso sí, yo no era ni la mitad de desconsiderada, estúpida y desagradecida que él — solo para que quede claro —. Así que ahí estábamos dos amigos de la infancia charlando de cualquier cosa sobre un radiador que estaba apagado, una bonita escena para lo que nosotros acostumbramos a representar. De pronto, como un rayo, acudió a mi mente el día en el que conocí a Inuyasha.

    Estábamos a seis de mayo y hacía calor, lo recuerdo perfectamente porque ese día mi padre me regaló una muñeca que aún conservo. Mis padres me habían llevado — como otra de tantas tardes pasadas — a jugar al parque que había al lado de mi casa; aunque ese día fue especial. Yo tenía cinco años y, para qué negarlo, era un poco rarita. Me gustaban las ranas, jugar con el barro y, por si eso no fuera poco, adoraba los balones. Era un caso extraño de niña porque si mi madre no hubiera sido siempre tan cursi (raro era el día en que no me vestía con un trajecito rosa) muchos habrían jurado que yo era una chico. Ni que decir tiene que mi padre adoraba esa faceta masculina que tenía. Justo cuando iba a emprender una fantástica búsqueda de ranas en una pequeña fuente le vi. Jamás había visto a un ser tan armonioso, tan sereno. Ahí se encontraba Inuyasha, dormido bajo un árbol con un libro entre sus manos. ¡Si tan solo hubiera quedado algún rastro de ese adorable crío en el hombre —bueno, hombre… más bien niño grande— que era ahora! Pero eso hubiera sido mucho pedir. Por alguna extraña razón que mi mente no alcanza a recordar me acerqué a él y, de pronto, despertó acusándome de ladrona. Típico en Inuyasha, judgar sin saber. Y, por capricho del destino, aquí estábamos, esperando a que acabara la primera clase para poder engancharnos de nuevo a nuestros compañeros. Entonces sonó el timbre.

    — Venga Kagome, ¡qué te alelas más que mi abuela! —¡Vaya! ¿Inuyasha tenía abuela?

    Si hubiera quedado algún rastro del mini Inuyasha yo jamás hubiera cumplido los quince porque eso hubiese significado suerte. Decidí ignorar esa “broma sin importancia” de Inuyasha y entré en clase. Sango, que no se le escapa una, corrió hacia a mí en cuanto me vio.

    — ¿Y bien? ¿Qué ha pasado? ¿Has confirmado tus dudas? —Parecía realmente preocupada. A la mierda también con el dramatismo, ¿no puede encontrar el mundo un término medio?
    — Falsa alarma. Ayer estaría colocada o algo, vete tú a saber.
    — Mira que eres payasa. Por cierto, don vejestorio te ha puesto un negativo.
    — Vaya, ¡qué peculiar!
    — No deberías tomártelo tan a cachondeo. Kagome, tienes que ponerte las pilas en historia. —Ahora Sango había sacado su lado responsable. Lo mejor en estos casos era mantener el pico cerrado y asentir con la cabeza.

    Y, como cuando se tienen quince años una no puede distraerse ni un segundo, pasó lo que pasó. Tropecé con quien sabe que cosa y aterricé en los brazos de la persona que más cerca — y más reflejos tuvo, por cierto. Porque lo que era Sango que estaba a mí lado… se quedó más plantada que un pino — estaba de mí, Houjo.

    — Jajá, menuda mañana llevas Kagome.
    — ¡Houjo te quiero! Has salvado mi nariz de una muerte segura. — Bromeé, aunque enseguida me arrepentí de mis palabras.

    Aquella mirada que volví a ver por el rabillo del ojo me aterrorizó. Malos tiempos estaban por venir, ya no quedaba duda alguna.
     
  4.  
    sangura

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    Re: Quinceañera

    Me gusto mucho

    NO tardes en subir el siguiente capitulo,

    me encanto lo de la amiga inhumana jajajajajajaja

    Sayo, te elo luego.
     
  5.  
    Kagome Cullen

    Kagome Cullen Entusiasta

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    Re: Quinceañera

    Ok no termine de enterarme pero bueno....u.u la vida es así....¿Quien la miro? y claro que gusta tu forma de narrar...me parece (a la vez de fascinantemente rara) absolumatente encantadora ^^ me divierto con cada palabra, por no decir que al leerlo se hacer rapido y fluido no un toston y lento (como muchos fics que al final (o libros) terminan aburriendo) la ironia utilizada me gusta y si Kagome pega mucho en el papel de quinciañera...Me hubiera gustado que narraras como llegaron a casa y que explicaras lo de inuyasha y sus andadas
     
  6.  
    KaSsUmIiI

    KaSsUmIiI Entusiasta

    Piscis
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    Re: Quinceañera

    :ANYWORD:!!! jeje bueno soy nueva en tu fic y quiero decirte que me encanto!!!, jeje me gusta el tema de la historia y la amistad de Inu y Kag ¡espero sean pareja XD) bueno que bien que Houjo sea el hermanastro de Kagome jaja genial! bien seguire tu fic por favor avisame cuando subas continuacion, espero seamos amigas, cuidate quiero saber quien es el que esta viendo a Kagome y Houjo jeje me despido....*GARU****
     
  7.  
    Chaos Lady

    Chaos Lady Usuario VIP

    Libra
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    Escritora
    Re: Quinceañera

    Disculpa no haber pasado. Pero el capítulo estuvo genial y me encantó. Continua :)
     
  8.  
    kunoichixxx

    kunoichixxx Iniciado

    Piscis
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    Re: Quinceañera

    tu historia me encanta... adoro en la manera en quenarras. y tienes un toque comico a parte de un no se que que me engancha a tu historia... ahora que lo pienzo, los quince si que son pateticos... a mi me pasaron un sin fin de cosas malas en ese miserable año. ahg ya recorde esa etapa de mi vida, por suerte ya la pase jajaja.
     
  9.  
    razon

    razon Usuario común

    Tauro
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    Re: Quinceañera

    te aoro o no lo hago no se
    me dejaste intrigada denuevo :s
    yo y mis duditas
    bueno la verdad me gusta mucho como va quedando pero quiero que pongas verdana 3 pliss *ojitos*
    bueno houjo le salbo esta vez, un momento salbame a mi houjo ok esto no funcionara xD

    atte:razon
     
  10.  
    Clhoe

    Clhoe Entusiasta

    Capricornio
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    Re: Quinceañera

    Bueno chicas, aquí, tras un cierre inesperado de la discursión (que como podreis apreciar conseguí soslayar) vengo con el capítulo 6! Ante todo mil disculpas por haber tardado tanto en actualizar... Pero es que las clases me tienen totalmente absorvida, además, ahora estoy en el climax de los exámenes finales...
    En resumen, espero no tener más problemas en actualizar. Sin más aquí os dejo el capítulo seis. Espero que os guste, un besito a todas!

    PD: he leído por ahí que no sabíais quien miró a Kagome. Fue Inuyasha.:)



    Capítulo sexto- Un encuentro fortuito

    De nuevo, ignorancia. Ahora era un echo, pero, a pesar de saberlo, decidí dejarlo correr. ¿Para qué darle vueltas a algo qué ya era inevitable? No sabía las razones que tenía, tampoco me importaban. En su momento decidí que no volvería a pasarlo mal, no como aquella vez… Aunque ya fuera totalmente imposible repetirlo. Supiera bien el destino que jamás volvería a presenciar a una Kagome rota, no ahora que las aguas habían retomado el cauce —en sentido figurado, no hay que olvidarse de cierta boda—.

    El ensimismamiento es un arma peligrosa para aquel que tiene quince años. Y yo, para qué negarlo, lo tenía en su grado más alto. Después de pensamientos inoportunos y un balón mal dirigido volví en mí. Era demasiado bonito soñar con que mi nariz se hubiera salvado una segunda vez —y, a este paso, acabaría perdiéndola—. Por tanto, ahí estaba yo, Kagome Higurashi, la de la vida perfecta, tirada en el suelo con la cara más roja que un tomate. Y, si antes estaba ensimismada, ahora veía estrellitas. Unos brazos fuertes me alzaron y se apresuraron hacia algún lugar. Hubo unos segundos de niebla y cuando volví en mí estaba en los brazos de Houjo. Luego todo volvió a nublarse.

    —¡Kagome despierta!

    Era una voz conocida. Aún había niebla. Cuando por fin comenzó a disiparse pude vislumbrar lo que juraría eran personas. No me equivoqué. De pronto todo volvió a ser nítido, ya no había rastros de niebla. Estaba en la enfermería del instituto y a mi lado se encontraban Sango, Houjo y una enfermera con cara de mala leche.

    —¡Kagome menos mal! Me tenías preocupada… ¿Cómo pudiste desmayarte con un balonazo? ¡Tú ya estas acostumbrada a esas cosas!— Parecía preocupada, aunque su última frase dejaba mucho que desear.

    La enfermera gruñó y, aunque le costó lo suyo —Sango es de armas tomar— consiguió echarlos de allí. Luego se acercó a mí con expresión grave.

    —Señorita Higurashi, ¿está soportando mucho estrés últimamente?
    —¿Qué? ¿Por qué lo pregunta?— Eso sí me pilló por sorpresa.
    —Bueno, es evidente que por un balonazo no se ha desmayado— gruñó sin disimulo.
    —No. Será porque no he desayunado como debía— mentí. No era plan de contarle todo el jaleo que había montado en mi casa, ¡se quedaría flipada si lo supiera!
    —Bien, en ese caso cuídese más. Es mejor no dar paso a que suceda algo peor, ¿de acuerdo? — Asentí ligeramente y me volví a tumbar en la cama.

    Después de lo que me dijo la enfermera fui víctima de tres reacciones. Primero: me aterroricé. Esto no era la primera vez que pasaba, y el echo de que hubiera ocurrido no presagiaba nada bueno. Segundo: me tranquilicé. Podía ser porque ciertamente estaba soportando mucho estrés, aunque, ¿qué día no soportaba estrés? Y por último: decidí ignorarlo. No había motivos para volverse una paranoica —vale que con el rollo del mal fario del quinceañero lo parezca, pero en realidad no lo soy, ¡la mala suerte de los quince años está más que probada!— Así que, pasado un cuarto de hora volví a clase.

    —Inuyasha, hoy tengo que ir a recoger a mi hermano a la escuela así que no me esperes.
    —No pensaba hacerlo, tranquila—. El tono fue cortante, demasiado.

    Por primera vez en mucho tiempo me sentí cohibida para hablar con él, pero mi determinación acabó siendo más fuerte.

    —Bien. Tanto mejor para ti— mi tono hizo eco al de Inuyasha.

    Aunque fue muy ligero y casi perfectamente disimulado pude ver el asombro dibujado en su rostro. Sonreí ante aquella noticia y me apresuré hacia donde Sango me estaba esperando.

    —¿Todo bien? Aquello parecía un funeral—. No lo parecerá, pero Sango dijo aquellas palabras en tono grave.
    —¡De maravilla! Solo estaba preocupado por lo del balón—. Ella me miró incrédula—. Esta bien, estaba enfadado. ¡Pero solo porque dice que soy demasiado patosa! Está cansado de que siempre me este haciendo daño— y, a juzgar por la cara que Sango puso después pareció haber colado, ¡bien!
    —En fin, una manera extraña de demostrarte su afecto— hizo una mueca y yo me reí.

    No penséis mal de esta mentirosa, solo quiero ahorrarle una preocupación a mí amiga. Ella tenía más cosas en la cabeza, además, Sango era demasiado dramática en cuanto a este tema, ¡y Dios sabe que odio el drama! De todas maneras no había pasado nada. Así que, ¿para qué darle tantas vueltas? Aunque en aquel momento mi subconsciente sabía perfectamente lo que estaba pasando, el problema es que la verdad estaba encerrada en lo más hondo de mi ser y no estaba dispuesta a salir, más bien, me negaba a que saliera; me había echo creer que tal idea era imposible.

    Dejando a un lado todo este dramatismo, Sango y yo íbamos a recoger a nuestros hermanitos. Llegamos antes de la hora y, ¿quién estaba allí también? El hermano de mi gran amigo Inuyasha, Sesshoumaru. Hacía mucho que no lo veía y, para que engañarnos, sigue tan guapo como siempre. Aunque es todo fachada. Ese individuo es la persona más fría y sin escrúpulos que he conocido nunca, excepto con la niña, claro. Y es que el señor frío-por-excelencia, un día se presentó en casa con una pequeña que desde entonces vive con él e Inuyasha, o por lo menos esa es la versión que me han contado, ¿por qué lo hizo? Eso no lo sé, pero tratándose del príncipe de hielo —así era conocido popularmente, pues tiene la elegancia de un príncipe y la frialdad del hielo— seguro que sus razones tendría. Jamás hacía nada que no le beneficiara, bien lo sabía yo, la mejor amiga de su hermano y por tanto, su confidente —cuando a Inuyasha le venía bien, claro—. No me molesté en saludarle, nunca le caí bien y mucho menos le gustaba que le fuera saludando por la calle.

    Comenzaron a salir todos los niños y enseguida divisé a mi hermano, Sango, por el contrario, comenzó a ponerse nerviosa.

    —¡Souta estoy aquí!

    Me vio y puso cara de terror. Era la reacción que esperaba, pero por alguna razón mi madre quería que hoy le viniera a buscar —y eso no presagiaba nada bueno—. Y es que claro, supongo que mi queridísimo hermano de trece años se avergüenza de que su hermana lo venga a recoger al colegio como a un niño pequeño. ¡Y lo entiendo! No me quiero ni imaginar a mi madre a la salida del instituto. No, decididamente era mejor no imaginárselo, pues al destino seguro que aquel martirio le parecería acertado para esta pobre chica de quince años.

    Con el rostro rojo como un tomate y la ira reflejada en su mirada se acercó a nosotras. Un momento, ¿qué nosotras, Kagome? ¡Sango se había esfumado! Me puse de puntillas con intención de buscarla entre el tumulto de padres que se había formado en un momento. No sirvió de nada, se había marchado. Bueno, tampoco es que quisiera que se hubiera pegado a mí como una lapa, pero no hubiese estado de más que me hubiera avisado de que se iba. Desde luego, esta chica siempre estaba igual; a veces se me pasa por la cabeza que con lo fría que puede llegar a ser, haría buena pareja con Sesshoumaru —mejor no pensarlo, sería tentar a la suerte—.

    —¡Sesshoumaru! ¿Tardé mucho?
    —Lo importante es que nos marchemos enseguida— y al momento se alejo con la niña pisándole los talones. ¡Menudo bloque de hielo!

    Rin era una niña de lo más alegre, demasiado para los hermanos que le habían ido a tocar. Aunque la criatura no destacaba entre ellos, también era guapísima — quiere decir eso que admito que Inuyasha también lo es? Bah…— y tenía la sonrisa más tierna y dulce que jamás había visto. Por lo menos, las pocas veces que yo había hablado con ella me había regalado unas cuantas. ¡Ya podía pegárseles algo a sus hermanotes! Pero bueno, si la niña está siempre tan radiante es porque está feliz, que es lo importante.

    Y, como de costumbre, mientras pensaba en que tal sería la vida de la pequeña Rin —es decir, grado de ensimismamiento al máximo—, choqué contra algo. Luego descubrí que ese "algo" se trataba de un "alguien".

    —Ey, ten más cuidado. ¿Sabes que es malo ir así de empanada por la calle?

    ¡Menudo corte! Aunque tampoco hacía falta ser tan explícito. En cuanto alcé la vista para pedir disculpas me quedé muda. ¡Era un chico guapísimo y que, además, estaba cañón! Alto, piel tostada, cabello oscuro e impresionantes ojos azules. Bueno, el físico era sencillamente de matrícula —vamos, que estaba cuadradito—.

    —Em… eh… lo siento. No estaba prestando mucha atención a lo que había a mí alrededor.— Soné sencillamente patética.
    —Tranquila, no hace falta que lo jures—. Guapo era, pero un poco borde también.

    Un gruñido de Souta me hizo recordar que seguía allí y claro, no me iba a poner a ligar delante de mi hermano pequeño.

    —Pues nada, lo siento de verás—. Hice ademán de marcharme pero su voz me detuvo.
    —¿Cómo te llamas?
    —Kagome — respondí enseguida, quizás demasiado. Era evidente que el ser interesante no iba conmigo.
    —Pues hasta que volvamos a chocar, Kagome.

    Se alejó —y para qué negarlo, me fijé en que tenía un buen trasero—. Me quedé unos segundos con la mente en blanco, hasta que un nuevo gruñido de mi hermano me devolvió de nuevo a la realidad.

    ¿Qué acababa de pasar? Había chocado con un chico guapo, guapísimo —aunque algo borde, pero en fin, eso era secundario—, ¡¿y ni siquiera le pregunto su nombre?! ¡Maldita seas Kagome! En fin, quince años, eso lo explica todo.
     
  11.  
    windmiko

    windmiko This is war

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    Re: Quinceañera

    Hola.
    ¡Valla! Me perdí de dos capítulos y apenas vengo leyéndolos que vergüenza; bueno lo que te quería decir es que tienes una forma única de narrar, muy profunda por cierto. Kagome es una picara fijándose en el buen trasero del chico XD — admitámoslo, ¿Quién no hace eso? — bueno la única duda que me quedo es ¿quien era aquel tipo? Me gustaría saber su nombre… pienso que es Koga, es el alguien que no ha salido en tu FanFic; o tal vez… no, no se me ocurren. Me esperare a la siguiente continuación y perdona que me halla pasado la continuación anterior.
    Sayonara
    :adios:
     
  12.  
    Clhoe

    Clhoe Entusiasta

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    Re: Quinceañera

    aajjaja, sí, ¿quién no se fija en el culo de los chicos? Y es que reconozco que la Kagome de mi Fic es un tanto (bastante) más picarona que la de Rumiko, ¡pero una quinceañera que no mira los traseros de los chicos no es una verdadera adolescente!
    Me alegra que te guste mi forma de narrar, aunque a veces se me vaya la olla xDD
    Y en cuanto al chico misterioso, enseguida descubrirar quien es!
    Aqui dejo el capítulo siete. Espero que os guste y asdf... un besito!






    Capítulo séptimo
    - Amor platónico

    ¡Maldición! ¡Maldigo al despertador, a las sábanas, al pijama calentito, al tío bueno con el que choqué ayer… pero sobretodo, odio la capacidad de mi madre para dar sorpresas desagradables! Pero bueno, recapitulemos, que tanta maldición de buena mañana no iba a sentarle bien a mi estrés — o por lo menos eso decía la enfermera —.

    Ayer, mi querida mamá me mandó a recoger a Souta al colegio, y claro, ello solo podía esconder un oscuro propósito. ¡Había organizado una nueva reunión familiar! — aunque esta vez sin Houjo, lástima —. Y, ¿adónde nos llevaron los viejos a mi hermano y a mí? ¡A un parque de atracciones! ¡Toma ya! Lo que nunca hice con mi verdadero padre ahora me era impuesto hacer con un ex-playboy. ¿Pero es que una madre no entiende que a una chica de quince años ya no le gusta hacerse fotos con el pato Donald? Porque lo que era la mía no parecía haberlo entendido. En fin, fue una de las peores tardes de mi vida y que espero olvidar cuanto antes.

    Aunque el hecho de que hoy también tuviera que correr para llegar a tiempo al instituto no se debía a aquello. ¡Eso hubiera sido el colmo de los colmos! Y es que ayer conocí al hombre de mis sueños. Pero claro, como se trataba de mí y de mi fabulosa suerte, no sabía ni siquiera su nombre; así que solo podía conformarme con su recuerdo — que por cierto, era una grata manera de ensimismarse —. ¡El problema es que por culpa de mis fantasías, ayer se me olvidó ponerle pilas al despertador! Y en fin, si a eso le sumamos un pijama calentito y unas buenas mantas, obtenemos un oso en proceso de hibernación. Aunque no se le puede echar en cara a una adolescente de mente sana que no fantaseé con tíos buenos. Dile a alguna chica de mi edad que un tipo moreno, de ojos azules, fuerte — para entendernos, cachitas —, alto y con una cara de ensueño no es digno de pensamientos impuros, ¡se morirían de la risa en tu cara si lo negaras! Así que estoy mas que disculpada, a pesar de haber sido tan estúpida de no haberle pedido su nombre, dirección y talla de calzoncillos — bueno, quizás eso último era un tanto excesivo —.

    Y, puesto que no era para menos, tenía la cabeza aún en el culo del tío de ayer, lo cual hizo que tropezara con algo — siendo mi nariz la principal afectada, como de costumbre —. ¡Una piedra del tamaño de una hormiga! Parece increíble, pero era cierto, había tropezado con eso.

    — ¡Malditas piedras! — Y la lancé rabiosa. Mi nariz era la que estaba sufriendo las mayores consecuencias de mi mala suerte y a este paso acabaría por perderla.
    — ¡Vaya humor de buena mañana!

    Enmudecí de golpe. Aquella era la voz de Houjo. ¡Menuda vergüenza! Si no me tenía ya por una energúmena, mi último acto debía de haber despejado sus dudas, aunque él tampoco se quedaba atrás en cuanto a tener un carácter extraño se refería.

    — Venga, que llegamos tarde — me tendió la mano. Gesto que agradecí, aunque más roja que un tomate.
    — Vaya, ¿tú también te has dormido?
    — Sí bueno, se me olvidó programar el despertador.
    — Joder, eres incluso peor que yo.

    ¡Y tanto que lo era! Dijo aquello sonriendo y como si no pasara nada, ¿no le preocupaba llegar tarde? ¿A qué clase de estudiante no le preocupa aparecer en el parte de retrasos? A ninguno que estuviera cuerdo, claro.

    Me toqué la nariz. Fuera de guasa, me dolía bastante.

    — ¿Te has vuelto a golpear la nariz? — Asentí. Era evidente que su color habitual no era el rojo que ahora mostraba —. Tengo un ungüento de hojas que sirve para aliviar el dolor, suerte que llevaba un par encima. Toma, échate un poco.

    ¿¡De dónde narices salía este tío!? Era muy majo — y estaba bueno, no hay que olvidarse de ese detalle —, pero se le iba demasiado la pinza, o mejor dicho, tenía unas ideas bastante desconcertantes. Los adolescentes normales no guardan ungüentos de hojas en sus mochilas ni tachan a su padre de playboy. Pero dado que este individuo iba a formar parte de mi familia, no podía ser normal.

    Miró el reloj y se le puso cara de espanto. ¡Bien, parecía tener un poco de sangre en las venas! Aunque se le volvió a ir la pinza. Gruñó algo ininteligible, me agarró de la manga y me obligó a correr a una velocidad desmesurada. Ni que decir tiene que mi nariz volvió a topar.

    ***

    — ¡Y me lo cuentas ahora! Kagome, eres una mala amiga.
    — Venga Sango, deja de gruñir. ¿Crees que podría acordarme con todas las sorpresas que me da mi madre? — Hice una mueca.
    — Ya, como si el hecho de que el tal Houjo vaya a ser tu nuevo hermano no estuviera bien presente en tu cabeza — alegó Sango con fingida indignación.
    — Que más da, ahora ya lo sabes — dije haciendo un mohín.
    — ¿Se lo has contado a Inuyasha? Más vale que lo hagas, conociéndole seguro que se mosquea si se acaba enterando por terceros — especuló con la ceja en alto.
    — Cómo voy a contarle nada si… — Mierda —. Eh… si no le he visto —. Por los pelos, aunque Sango puso su habitual cara de póquer.
    — Pero si es tu vecino, tía.
    — Lo sé, pero ayer mi mamá me llevó al parque de atracciones con papá —. Sango frunció el ceño ante aquella noticia.
    — ¿Ves? ¡Nunca me cuentas nada!
    — ¡Te lo acabo de decir! Aunque, hablando de contar cosas, ¿qué pasó contigo ayer? Me distraje un momento y te largaste —. La cara de Sango se alteró una fracción de segundo, algo raro en ella.
    — Bueno, eh… es que vi a Kohaku y luego eh… como todo se llenó de gente te perdí —, no sonó muy convencida. ¡Y luego era yo la que no contaba las cosas!

    Estaba a punto de replicar cuando el hombre de mis sueños entró en el gimnasio. Ignoré el respiro de alivio de mi mejor amiga, algo que a día de hoy aún lamento. ¡Malditos quince años!

    ¿Cómo era esto posible? ¿Acaso había venido a buscarme? Enseguida deseché la idea, era el nuevo profesor de educación física. Definitivamente estaba gafada. Contó en pocas palabras que el profesor habitual — que para ser profesor de gimnasia tenía un físico de horror — se había roto una pierna y estaría un tiempo de baja. Las chicas de la clase se volvieron locas, nunca las había visto tan entusiasmadas. Yo las hubiera acompañado pero, ¿se puede tener más mala suerte? Ayer conocí al chico más guapo del planeta y hoy se convertía en mi profesor. Si una posible relación hubiera sido difícil, ¡imagínate si él era mi profesor! ¡Maldita edad! — hoy estaba saturando el cupo de maldiciones —.

    — Bueno chavales, mi nombre es Kouga y soy vuestro nuevo profesor de gimnasia… — El pobre hombre no había terminado de hablar cuando un conjunto de groupies se le echaron encimas con preguntas del tipo: “¿cuántos años tiene profesor?” “¿Tiene novia?” “¿Podemos llamarle Kouga?”… Pobre, estaría un buen rato prisionero.

    A pesar del chasco que me llevé con que mi príncipe azul fuera ahora mi nuevo profesor, me alegré. Gracias al jaleo que se montó no dimos prácticamente clase, ¡menos mal! Realmente odiaba la educación física, y es que imagina a una chica con mi suerte — y patosería — jugando a cualquier tipo de deportes, ¡exacto! Era un riesgo extremo.

    — Tocado y hundido. El claustro de profesores no debería contratar a este tipo de personas, ¡acabarán por destronarme! Aunque Sango, me alegro de que sepas que yo sigo siendo el hombre de tu vida — dijo una voz masculina.

    La cara de Sango hablaba por sí sola: “El que faltaba”.

    — ¿Kagome oyes algo? Creo haber sentido una mosca por aquí.
    — Sango no seas tímida, ¡tengamos un hijo! — Una sonora bofetada acabó con la conversación.

    ¿Qué que es lo qué ha pasado? Sencillo, Miroku, el mayor pervertido que había visto jamás le había vuelo a tocar el trasero a Sango. Y, aunque era el prototipo de playboy, tenía una fijación especial por mí amiga, por mucho que ella se negara a creerlo. Aunque, a pesar de ser un cerdo, Miroku tenía muchísimo éxito con las chicas, por no decir que era considerado un auténtico Adonis en el instituto. No es que estuviera mal, aunque más que guapo, podría decirse que tenía sex appeal; porque tampoco era nada fuera de lo común, ojos y pelo negros y de estatura media. Y, ¿quién es su mejor amigo? Exacto, Inuyasha. Si es que, Dios los crea y ellos se juntan. Y hablando de Inuyasha, ¿dónde se había metido hoy? No había aparecido por el instituto en toda la mañana.

    La clase de gimnasia se había acabado y cuando me dispuse a salir, algo me retuvo. Algo realmente guapo, he de decir.

    — Vaya, ¡el mundo es un pañuelo! ¿No te parece eh… Higurashi?
    — Guau, te has aprendido rápido mi apellido. Que aplicado —. De cerca era aún más mono.
    — Ya ves, tengo que ganarme la vida. Y dime, ¿tendrías la bondad de ser la guía turística de este pobre profesor? — Acentuó demasiado esa última palabra, que irritante. Aunque, ¿me estaba pidiendo a mí que le enseñara el instituto? Una oportunidad así no podía desaprovecharla.
    — Solo si me prometes un sobresaliente.
    — Confórmate con ganarte mí simpatía si me haces el favor —. Bueno, tenía que intentarlo.

    Era sorprendente la facilidad con la que podía hablar con él, ¡y eso que era un profesor! Pero no debía ser mucho mayor, su aspecto y forma de hablar lo delataban.

    La magnificencia de este hombre me había deslumbrado, ya no había vuelta atrás. Desde ahora sería: profesor “amor platónico” Kouga.
     
  13.  
    siberian

    siberian Usuario común

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    Re: Quinceañera

    Excelente capítulo! Tu forma d narrar es única y, debo admitir, muy cómica lo cual convierte tu fic en algo sencillo d leer, entendible y sumamente interesante. Me gusta el rumbo q va tomando y eso q Kouga sea el profesor d Kagome lo hace más interesante aún -si es posible-. Espero q continúes pronto xq me dejaste picada; estaré pndiente d tu continuación ;)
     
  14.  
    Kinary

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    Re: Quinceañera

    Me gusto mucho tus capitulos, la narracion la tienes muy bien hecha, pero no he leido algho de mi gran lord Seshomaru, seguire leyendo la conti, mas la parte me gusta cuando kOga tienes un gran traseroXD, aunque no ests fuera de la realidad XD.
     
  15.  
    windmiko

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    Re: Quinceañera

    Clhoe, me recordaste a mi queridísima madre XD, creo que ellas no ven que ya crecimos aun si te hacen una gran fiesta de quince años donde estuvo presente todo el tiempo. Bueno hablando del nuevo profesor si me cayó de sorpresa, era la persona que menos me imaginaba: Koga, así que tiene bonitas pompas *o* ahora no apareció Inuyasha, pero no lo vi como si hubiera sido falta, me gustan cada vez mas tus capítulos, tu narración la tienes exquisita, eres experta en eso. Esperare la continuación.
    Sayonara
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  16.  
    Clhoe

    Clhoe Entusiasta

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    Re: Quinceañera

    Hola chicas! Ante todo quiero agradeceros vuestros comentarios y vuestra fidelidad al fic, enserio, muchas gracias, me dais ánimos para seguir escribiendo.

    Bueno, no tengo mucho más que decir. Espero que este capítulo os divierta y, como siempre, espero vuetras criticas! Un besito a todas;)



    Capítulo octavo-
    Joya


    No hay nada más dulce que el azúcar, nada… excepto mi profesor “amor platónico” Kouga — y sí, ese es el mejor apodo que se me ha ocurrido —. Nunca había creído en el amor a primera vista, pero claro, nunca antes se me había aparecido un ser tan maravilloso como el mismísimo Apolo. Y si alguien creía que la perfección humana solo podía existir en algún recoveco olvidado de nuestras mentes, se equivocaba, pues Kouga era el claro ejemplo de lo contrario. Ya no era solo por su apariencia física: un soplo de fuerza, una canción misteriosa, el color carmesí del crepúsculo, el olor a regaliz… En sí, su esencia era perfecta, más incluso que un canturreo de querubines. Así que, a ver quien me quitaba semejante delicia de la naturaleza de la cabeza porque, evidentemente, no podía seguir consintiendo que la señora de la limpieza tuviera que limpiar mi estela de babas diarias.

    Vaya, me estoy dejando llevar. Toda esta admiración hacia la persona — belleza más bien — de mi profesor “amor platónico” Kouga no estaba infundada. Todo este despliegue de estupefacción venía de antes; desde el día en que te enseñé el instituto… Y, aunque mis intentos en convertirme en una chica interesante, sensual, decidida, hábil… fueron el mayor de los desastres, no desistiría; no sabiendo que tenía oportunidades. Yo tendré quince años y muy mala suerte, pero no soy tonta y sé perfectamente cuando un tío está interesado en mí — en teoría —. Aunque bueno, empecemos por el principio.

    El primer día de Kouga en el instituto fue, a pesar de todo, especial. Me pidió que le enseñara el recinto y así lo hice, ¡cómo para negarme! Aunque enseguida me arrepentí de mi decisión. Caminar por un instituto lleno de cuestas, escaleras, ventanas y demás objetos que acentuaban mi patosería no era precisamente lo que se dice una gran idea. La tensión me dominó en cuerpo y alma, mis pasos eran exageradamente mecánicos y me sentía incapaz de hablar. Si me distraía, aunque solo fuera un instante, acabaría estrellándome con algo o rompiendo cualquier cosa.

    Andamos un rato en silencio. Le había mostrado las instalaciones por encima, y con gestos mal hechos le indiqué donde estaban sus lugares de interés: sala de profesores, consejería, departamentos… En aquel momento meneó la cabeza y por un instante sentí que mi corazón colapsaría. Cuando encuentras a una persona que te parece guapa, te embriaga un sentimiento de bienestar y de admiración, pero no dura demasiado y a los pocos minutos aquella cara que viste desaparece de tu mente. Ahora, cuando aprecias armonía en estado puro — y físico —, la sensación de abrumamiento no desaparece — o por lo menos no lo hace fácilmente —. El advirtió mi nerviosismo y pareció divertirle.

    — Higurashi estás como un tomate, ¿tienes calor o algo?

    ¿Qué si tenía calor? ¡Me estaba abrasando!

    Me dedicó una sonrisa torcida. Tenía los colmillos puntiagudos. Me excité, ¿para qué negarlo? Estaba demasiado tremendo.

    — Tú en cambio tienes sonrisa de lobo — mascullé en un patético intento de hacer una contestación ingeniosa. Fracasé.
    — Eh… si tú lo dices — concluyó un tanto desconcertado. Definitivamente había quedado muy mal.

    Justo en ese momento ocurrió. No estaba prestando atención y me tropecé. Basta decir que aterricé con la nariz.

    — ¡Joder! ¡Estoy hasta el mismísimo de las piedras, los escalones. De la madre que los…! — Había estallado delante de la persona equivocada, que me miraba petrificado. En la siguiente fracción de segundo comenzó a reírse a carcajada limpia —. Yo no le veo la gracia —, musité indignada.
    — Dime, ¿siempre eres así de patos… despistada?
    — Venga ríete, que lo estás deseando — gruñí. Luego me llevé la mano a la nariz que me dolía horrores. Kouga pareció percatarse de que ya no era momento para más risas.
    — ¿Te has hecho daño?
    — Mucho —. Esta vez, ladré.

    En vez de tenderme la mano como cualquier persona normal lo hubiera hecho, se tiró a mi lado. Estaba extremadamente cerca, y eso para un profesor era cruzar la línea de fuego. A mí me importó tres narices. Pude sentir que la sangre inundaba mis mejillas, que para entonces, ya debían estar en perfecta armonía con el rojo de mi nariz; mi respiración se entrecortó ligeramente y de manera instintiva mis labios quedaron semiabiertos. Aunque lo mejor de aquello fue poder observar a menos de veinte centímetros la profundidad de sus ojos azules, iguales a dos zafiros.

    Él se acercó más y plasmó sus labios en mi nariz, dibujando un besito. Yo, evidentemente, me quedé congelada. No todos los días un profesor-sustituto-amor-platónico-extremadamente-atractivo te besa la nariz — ¡y mucho menos con esta edad! —.

    — ¿Ya te duele menos? — Su sonrisa lobuna apareció de nuevo. Rezumaba una mezcla entre arrogancia y misterio.

    No contesté. No podía. Había perdido la capacidad de hablar, de moverme, de pensar… un bloque de madera no se diferenciaba mucho de mí en aquel momento.

    — Tierra llamando a Higurashi — bufoneó.

    Yo seguía en mi salsa, más tiesa que una vara. Pero hice el intento de mascullar algo más o menos descifrable.

    — Bien-ahora-menos-sí — tartamudeé patéticamente.
    — Eso está bien, supongo — hizo un gesto de extrañeza. En aquel momento me sentí como aquellas chicas que escribían a la sección de tierra trágame. (1)

    Esa caída solo fue el comienzo del Apocalipsis. Mi ya de por sí imposible sueño se iba resquebrajando más a medida que avanzaba la mañana. Tropecé con todo lo inimaginable, me enzarcé con piedras, plantas, alumnos… En fin, había mostrado el lado más patoso que se puede imaginar al chico de mis perversas fantasías. Él, a su vez, parecía pasárselo en grande a mi costa. Que vale que sea una pava, pero tampoco era para reírse como él lo hacía; que más que una risa parecían aullidos.

    Mi único deseo se había transformado; ahora solo quería acabar cuanto antes aquella visita guiada. La azotea era el único lugar que mis caídas no habían bautizado aún. La libertad comenzaba a brillar cada vez más cerca y una brisa de desasosiego danzó en mi vientre. Ya quedaba poco. Y no es que despreciara la compañía de aquel ser bañado en magnificencia… el problema era yo y mi mala suerte. El termómetro del autoestima y entusiasmo yacía congelado a temperaturas insospechablemente bajas… me sentía patética y, gracias a mi fantástica forma de estamparme la nariz contra el suelo, la loca idea de que pudiera resultarle interesante a Kouga se había desvanecido.

    La azotea estaba desierta. El fulgor de la mañana la tomaba, diluyendo en los oxidados barrotes los rayos de sol. El suelo tostado estaba ligeramente despostillado en algunos rincones donde la luz se reflejaba con mayor fuerza. La ciudad se alzaba hacia el horizonte como un mar de ladrillos, un caos de gentíos, edificios, árboles desordenados, calles enserpentadas… Las montañas se vislumbraban de forma vaga en la línea del horizonte y un cúmulo de nubes se había precipitado sobre sus picos. El sol culminaba aquella estampa como el auténtico protagonista, cual rey del cielo.

    Kouga siseó lo que yo deduje una muestra de admiración. Se acercó a la barandilla y dejó que el viento ondeara su corta melena, dejando que su esencia inundara el aire y transportara un olor de agua salina hacia mí.

    — Este es el mejor sitio de toda la escuela, ¿sabes por qué? — El tono fue serio. Dudé un momento mi respuesta y, finalmente me decanté por una milonga personal venía a menos con los años.
    — Sin duda el paisaje es precioso, pero la verdadera estampa pertenece a las luces violáceas que descienden de las montañas, como una lluvia de cristales púrpuras… una joya rota cuyos fragmentos estás escondidos por toda la ciudad — contesté en tono suave, hipnotizaba por la vista.

    El se quedó mudo. Enseguida me arrepentí de lo que había dicho. Aquella idea de una joya hecha pedazos era un juego al que Inuyasha y yo jugábamos de críos, una fantasía que había creído olvidada…

    — ¿También puedes verlo? — Ahora la sorprendida fui yo. Creí que me tomaba el pelo, pero su aspecto serio confirmaba lo contrario. Por una vez decidí ser sincera, sin evaluar las consecuencias.
    — Sí.

    Una sonrisa lobuna tomó su rostro. Me lanzó una mirada que no pude descifrar, se acercó lentamente y nos fundimos en un abrazo — más bien, él me abrazó por alguna razón desconocida y yo me quedé plantada al suelo —. Después me fui a clases y él se quedó allí con la mirada perdida en el horizonte.

    Ahora bien, ¿qué coño había sido eso? Aunque mi mente se negaba a realizar aquel evidente pensamiento… ¡Era imposible! ¡A mí, a Kagome Higurashi, cuya vida era una locura y todo el mundo estaba en su contra! No podía tener tanta suerte.

    ***

    Unos brazos musculosos bailaban al ritmo de una gran variedad de golpes secos; la espalda ancha y bien curtida se torneaba de izquierda a derecha, permitiendo una amplia visión de hombría. Los perfectos abdominales dibujados bajo la camiseta relucían cual tableta de chocolate. El pecho se movía desacompasado como resultado de la fatiga, varias gotas de sudor se deslizaban por un cuello tostado, probablemente a causa del sol; y el fulgor de dos zafiros me envolvía en un mar de fantasías. Sus negros cabellos danzaban al son de sus movimientos y un perfecto rostro se crecía bajo el sol de la mañana. Kouga.

    — ¡Cierra la boca que se te cae la baba!
    — Cállate idiota — gruñí ligeramente irritada.
    — Venga Kagome, no pagues conmigo tu insatisfacción sexual.
    — Sango, deja de tocarme las narices.
    — ¡Jolín! Mira que estas irritable hoy — se llevó la mano al mentón —. Es evidente que no podemos seguir así, ¡da el paso de una vez o lo daré yo!
    — No puedo… Es imposible que diga que sí, Kouga es un adonis de veintidós años. Yo, sin embargo, una don nadie de quince — repliqué
    — ¡Y eso qué importa! Venga Kagome que hasta yo he notado que te tira ficha (2) — Agregó con un tono de convicción que, evidentemente, no hizo demasiada mella en mí.

    La conversación se quedó ahí. Sango se marchó molesta, lo cual era lo más natural del mundo, le llevaba dando la paliza con el tema de Kouga demasiado tiempo… Yo continué unos minutos más allí, contemplando a Kouga practicar el frontón.

    Andaba precipitadamente por el pasillo cuando, de pronto Inuyasha se cruzó en mi camino. La mirada de indiferencia se hizo notar y, después, sin mediar palabra, continuó su marcha. Sin pararse ante nada ni nadie, arrollando cuanto hay en su paso porque, ¿qué importaba? Nada, como siempre.


    &

    (1)El Tierra trágame es una sección muy conocida en las revistas de adolescentes en España. En ella las chicas cuentan experiencias bastante vergonzosas que podrían calificarse como el mismo título de la sección.
    (2)Tirar ficha es una expresión que se usa mucho donde yo vivo. Significa ligar con alguien, o más bien, lanzarle indirectas de que te gusta.
     
  17.  
    siberian

    siberian Usuario común

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    Re: Quinceañera

    Verdaderamente me gusta mucho como va tu historia; tu forma d narrar simplemente es excelente. Aunke stoy un poco confusa pues no sé q dirección stá tomando ste fic... si es InuxKag o KouxKag.... en fin, stá muy interesante y hubo una part q me hizo reir:

    "Ahora bien, ¿qué coño había sido eso?"

    Jajajaja! q contraste d paz y armonía a insatisfacción y maldiciones xD!!! Buenísimo, en fin, spero q lo continúes pronto :D
     
  18.  
    windmiko

    windmiko This is war

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    Re: Quinceañera

    Aunque esas expresiones se usan mucho en España también son escuchadas muy a menudo por las chicas de aquí en México. Lo admito, yo también las he dicho. Concuerdo con siberian, creo que le diste un giro inesperado con el guapísimo de Koga yo también creí que al principio era la pareja principal Kagome e InuYasha, pero no se, creo que van a dar muchos giros esta historia. Tal vida como una adolescente.
    Sayonara
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  19.  
    Kagome Cullen

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    Re: Quinceañera

    Hahahaha Yo conozco a un tío k esta tan bueno como describes a Kouga ahi xdxdxd lo malo esk nisikiera sabe k existo solo para insultarme xD xD xD xD tio amo tu fic, me entretengo tanto leyendo, y pensar k me perdi dos caps...jo...jajaja muy bueno ¿Que chica no sueña con...? dios jajajaja pobre Kag...¿Inuyasha? ¡¡¡QUE es lo que pasa!!! DI!!! quiero conti no seas mala!!! ¬¬ ooooo que pasara con Kouga?
     
  20.  
    Clhoe

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    Re: Quinceañera

    Bueno chicas, por fin encuentro un momento de paz para poder subir el capítulo nueve. He estado tremendamente liada con exámenes, trabajos y demás historias... así que nose cuando podré subir el siguiente capítulo, pero os pido que tengáis paciencia.
    Como siempre, quiero agradeceros que continueis leyendo la historia. Y, bueno, he visto por ahí que no tenéis claro de que pareja trata la historia. Solo decir que no saquéis conclusiones precipitadas, aún tienen que ocurrir muchas cosas y la pobre Kagome tendrá que sufrir mucho más el echo de tenr años.

    En fin, no me enrollo más. Espero que os guste y que como siempre me dejéis críticas, un besito!


    Capítulo noveno
    - Una nueva sorpresa

    El tiempo puede llegar a correr exageradamente rápido cuando te dejas arrastrar por la corriente de la vida, ajena a todo. Pero claro, yo gozaba de mis quince años y no tenía consciencia de las consecuencias que acarreaba dejar a un lado las dificultades y centrarse en un mismo. Por mucho que mi intención fuera inocente, el resultado acabó siendo el contario; aunque mi único deseo siempre fue ser feliz — aunque ello significara ser una cobarde — . Pero ya se sabe, solo recordamos lo que queremos recordar; sin tener en consideración la ola negra del pasado que siempre regresa.


    Hacía un mes que Kouga se había trasladado al instituto y, desde entonces, las cosas habían cambiado bastante. Por alguna razón, desde aquel día Inuyasha y yo nos distanciamos, aunque si era sincera, ya llevaba unos días actuando de manera extraña. Hablábamos de cuando en cuando y cada vez de cosas más triviales. Ahora siempre estaba irritado — más bien, esa era la impresión que a mí me daba desde fuera — y se saltaba muchísimas clases. También había notado que Kikyou le venía a buscar casi todos los días, al final de mes acabó por venir todos. Rara era la vez que volvíamos juntos a casa, ahora solía regresar con Houjo — sí, el tipo rarito que va a ser mi hermanastro —, que le pillaba de camino . Nuestra amistad se había secado por algo desconocido a mí pero, ¿qué podía hacer? Decidí dejarlo correr y, aunque mi interior gritaba con todas sus fuerzas la respuesta a mis preguntas, yo estaba sorda; hacía tiempo que se me había olvidado como escuchar a mis fantasmas. Así que, como me daba miedo afrontar los problemas, dispuse hacerme la indiferente, total, desde que ocurrió la tragedia, la relación entre Inuyasha y yo nunca volvió a ser la misma; por todo ello, lo que ahora estaba ocurriendo no me pillaba desprevenida.

    Por alguna extraña razón Sango se había mantenido al margen de esta historia. Era más que evidente que sabía que entre Inuyasha y yo pasaba algo raro, pero no quiso meter baza en el asunto — por el momento —. Ella siguió actuando como si no pasara nada, aunque eludía siempre que podía hablar sobre Inuyasha.

    Todos hicimos oídos sordos a nuestro corazón y quizás, si no hubiéramos cometido tantos errores, el desenlace hubiera sido diferente.

    Pero volvamos al presente. Kouga, la divinidad hecha mortal. En el tiempo que había transcurrido desde que le conocí, nuestra relación se había hecho más y más cercana, ¡pero ojo, no hay que sacar conclusiones precipitadas! Mi queridísimo amor platónico no era un profesor con todas las de la ley. Estaba estudiando ciencias del deporte y, justo cuando le tocaba venir a dar las prácticas, mi actual profesor de educación física tuvo que darse de baja debido a una lesión. Pues bien, tras una larga charla con el director, éste, decidió darle a Kouga la oportunidad de poder sustituir como un diplomado a mi antiguo maestro.

    Kouga, a pesar de parecer un tópico, era peculiar. Parecía un chico con mucho temperamento, que hacía las cosas a lo loco y sin pensar demasiado — un ejemplo de alguien así sería Inuyasha, claramente —, pero en realidad era bastante observador y atento; aunque fuera en el fondo. Tampoco era tan seguro como se hacía ver. Yo había tenido el privilegio de comprobar que así era, él mismo se había descubierto muchas veces.

    Por alguna misteriosa e inexplicable razón Kouga se había acercado a mí. Fui consciente de todo desde el primer día, desde aquel abrazo en la azotea; aunque mi tozudez se negaba a creerlo — más bien mi sentido común, recordemos, quince —. Me contaba como era la vida del universitario, las peleas con sus amigos, las reconciliaciones, lo dura que podía llegar a ser la vida de un profesor; a veces se ponía melancólico y me contaba cosas que quizás luego se arrepentía haber dicho aunque nunca lo dijera. Me negaba a pensar que aquello pudiera llegar a algo más que buen rollo o incluso, amistad; aunque yo no era una persona fuerte, y lo que empezó como una satisfacción personal — su presencia era sencillamente abrumadora. El solo hecho de hablar con él me volvía loca — acabó convirtiéndose en algo más profundo, perfilando un sentimiento de amor.

    ***

    — Kagome, ¿te vienes esta tarde con nosotras de tiendas?
    — Lo siento Eri, esta semana estoy de delegada. — Suspiré, después de todo, me apetecía horrores salir de tiendas.
    — Bueno, ya iremos otro día. ¡Hasta mañana!
    — ¡Adiós, y no arraséis todas las tiendas!

    Respondieron con una risilla y enseguida se marcharon.

    El festival escolar estaba a la vuelta de la esquina y como yo tengo tanta suerte, me habían elegido a mí de delegada para este mes, así que tenía que organizarlo todo para entonces — es decir, lo que se dice un auténtico plomazo —. A veces, Houjo se quedaba y me echaba una mano por compasión pero hoy “tenía asuntos urgentes que atender” — vamos, que no le apetecía quedarse —. Sango también se quedó alguna que otra tarde pero, en realidad prefería que no lo hiciera; empezábamos a parlotear sobre cualquier cosa y se nos iba la tarde sin hacer nada. Por lo tanto, hoy me tocaba a mí todo el trabajo.

    Estaba concentrada — increíble pero cierto — en el planning que me habían dado los delegados de las otras clases, poniéndolos en consonancia con el de la mía propia, cuando algo — o más bien alguien — hizo que todo se fuera al garete. De haber sido cualquiera me habría importado tres narices y hubiera seguido a lo mío como si nada; pero tratándose “ese alguien” de Inuyasha, fue imposible.

    Tenía el rostro contraído por el cansancio, respiraba pesadamente (como si hubiera estado horas corriendo) y ligeros toques de impotencia se dibujaban en sus manos; contraídas de forma forzada. El dorado de sus ojos era intenso. La sorpresa se adueñó de su semblante al verme. Torció la mirada hacia algún punto perdido del aula y se quedó callado.

    Yo estaba confundida, ¿qué demonios esperaba que hiciera? Ya me estaba cansando de las paranoias de Inuyasha, y sí, nuestra amistad no es lo que era antes de… bueno, antes de sucesos poco agradables de recordar que sucedieron en el pasado; pero aún así me dolía — ligeramente, no vayamos a dramatizar — que actuara así. Aunque… a pesar de mis remordimientos no dije nada.

    El silencio se hizo eterno. Después no ocurrió nada. Como si el aula hubiera estado vacía, se marcho una vez hubo recuperado el aliento; sin dirigirme más mirada que la que obtuve cuando entró sofocado. ¡Esto es el colmo! ¡Este idiota se había fumado alguna hierba que lo había dejado majara! ¿Acaso había hecho algo para merecer esto? Vale que estamos distanciados y que ya no hablamos casi nada, pero un simple adiós habría estado bien. En fin, tratándose de este peculiar individuo no se podía esperar menos.

    Una punzada me oprimió el pecho y me sentí desvanecer. Reaccioné rápidamente y liberé mi cabeza de todo pensamiento relacionado con Inuyasha. Mi consciencia había empezado a reencontrarse con sus fantasmas, el pasado volvía a dibujarse ante mis ojos, y mi cuerpo — y mente — aún no estaban preparados. De nuevo cerré con llave mis recuerdos y volví a dejarme arrastrar por la corriente. Estaba evitando un enfrentamiento, más bien, me daba miedo enfrentarme a la verdad; era más fácil ser una quejosa de quince años con mala suerte. Una vez más, dejé escapar mí oportunidad de esclarecer las cosas.

    El día había sido agotador, tal y como iba sucediendo tiempo atrás — más bien, desde que fui elegida como delegada… —, así que mi cuerpo en vez de caminar se arrastraba. Últimamente, más que vivir, languidecía sobre las paredes, ¡pero es que la vida del estudiante es tan dura! Y más aún cuando tienes una boda-mudanza-profesor-amor-platónico de por medio — y algún que otro amigo idiota —. Aunque, ¿qué le íbamos a hacer? La autocompasión era ya tan rallante en mi cerebro que acabó convirtiéndose en resignación.

    Mi cuerpo se resintió. Decidí que lo mejor sería sentarse en un banco porque sino, con mi suerte, acabaría siendo atropellada o algo por el estilo; me sentía tan cansada… Acabé en aquel parque que poblaba mi memoria de gratos recuerdos. Me senté en un banco cercano y me recosté hacia detrás. El cielo estaba despejado. La noche había caído sobre la ciudad pero ninguna estrella había echo aún acto de presencia. El viento moldeó mi rostro y, por un momento me sentí viajar con él…

    — ¿Kagome? — Llamó una voz sorprendida aunque con un trasfondo pasivo — ¿Se puede saber que haces ahí dormida?
    — Moribunda, más bien — mofé. El rubor se adueñó un poco de mis mejillas, ya que no es precisamente elegante que la encuentren a una dormida en un banco.
    — Sí, no hace falta que lo jures — se acercó. Se debatió unos instantes en si debía o no sentarse; al final optó por hacerme compañía —. Creo que últimamente estás demasiado estresada.

    Hice una mueca. ¡A la porra con el estrés!

    — Houjo, espero que no me saques algún ungüento de los tuyos que lo rebata… — ironicé con la intención de eludir el tema —. Por cierto, ¿qué haces por aquí tan tarde?
    — Vengo de la academia.
    — ¡Ah, es cierto! ¿Ese era el asunto que tenías que atender?
    — Entre otras cosas —. Su expresión despreocupada se tornó tristona durante una fracción de segundo; fue todo lo que necesité para advertirla.

    La conversación murió ahí. Hablamos de cuatro tonterías más y, ya que había recuperado algunas fuerzas decidí volver a casa. Houjo se empeñó en acompañarme y no hubo manera de negarse… En fin, tanto mejor para mí, así no acabaría empotrándome contra algo por ir dormitando.

    Al llegar encontré la casa excepcionalmente tranquila. Peligro. Algo malo se acercaba. Y, bueno, debía de haberlo esperado, hacía bastante que mamá no me deleitaba con alguna de sus singulares sorpresitas. Así que claro, ¡no se hizo más de rogar! Junto con mi abuelo, me estaba esperando en el salón; mi abuelo con cara de indiferencia, y mi madre con el rostro encendido. Tal y como sospechaba, algo iba a pasar.

    — Kagome, ¿puedes venir? — Preguntó mi madre con la excitación grabada en la garganta.

    Gruñí. Tenía sueño y lo que menos me apetecía era otra de sus sorpresas. Pero bien sabía yo que negarse era batalla perdida.

    — Mi niña, te tengo una sorpresa que te va a encantar —. Ahora estaba cantando de alegría.
    — ¿Ah, sí? Permíteme que lo dude —. Mascullé en tono casi mudo.
    — ¡La semana que viene nos vamos de viaje a un balneario! ¡Con los Houjo!

    ¡Toma ya! Volvemos al rol de “mamá se las ingenia para martirizar a su pobre hija de quince años”. En fin, ¿qué podía esperar? En realidad, mí única opción era dejarme arrastrar por la corriente, porque en estos momentos mi vida era tan absurda que no merecía la pena ni quejarse.

    ¡Suerte con tus quince! Porque la necesitarás…


     
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