Long-fic de Inuyasha - Pensé que era amor [Sesshome]

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Kourei, 5 Abril 2010.

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  3. Por favor, prefieron tus peleas con Yuuko

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    Blood Dupre

    Blood Dupre Usuario VIP

    Tauro
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    Verdaderamente me encanto, como ya te he dicho tienes talento en este género del misterio, ya que no logró descifrar algunas cosas lo cual es normal, volviendo al fic, me gusto la forma en Sesshomaru defendió a Kagome aunque fuera muy escondida esa parte, también has resuelto mi pregunta sobre ¿porqué Sesshomaru no dejaba salir a Kagome?, ahora mi actual pregunta es ¿qué relación tenían Naraku y Kikyo, al igual como ya mencionaste tienes errores, pero es comprensible ya que no tienes un programa para corregir (aleluya por los expertos en computación que se preocupan por los clientes -sarcasmo- ), en fin te deseo un ¡Feliz cumpleaños! y espero tu próximo capítulo. Adiós.
     
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    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

    Libra
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    jajaja gracias por la dedicatoria (ahora puedo ahorcarte ¬¬/ XD) ¿Cómo lo dejas en esa parte?

    Pues mis sospechas eran ciertas, esa personita si era Naraku, y por lo poco que revelaste el susodicho está muy involucrado en todo el problemade Kagome y Sesshomaru, y de paso conocia muy bien a Kikyo; mi estimado Naraku apareció como en cada fic, enigmatico y seguro de si mismo, todos lo odian y no pueden evitar que se salga con la suya y le joda la existencia hasta que se aburra, Kagome está en el medio y no se si sentir lastima o envidia XD (ok no, sentire lastima)

    Esperare al proximo capitulo, menos mal que contigo ya tengo paciencia y no me desespero tanto cuando nos enrredas con tus enigmas :rolleyes:
     
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  3.  
    Blood Dupre

    Blood Dupre Usuario VIP

    Tauro
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    Me encanto, fue totalmente sublime la continuación, bueno como siempre contestas algo y dejas mil preguntas nuevas con las que no puedo dormir en la noche, en serio que me había maquilado muchas posibilidades sobre la relación de Kagome con Naraku y la que planteaste fue una de ellas, en cuanto a lo del narrador en primer, segunda y tercera persona, se podría decir que para descifrar pistas se debe hablar con el narrador en tercera persona, ya que si utilizamos el de la primera persona, sólo vemos la perspectiva de ese personaje, en fin espero la continuación y las fotos de cuando les de la paliza a los de la tienda. Adiós.
     
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    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

    Libra
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    OMG O___O ojo cuadrado? casi se me salen cuando lei el final del capitulo (esta es la parte donde busco una escopeta, pero si la mato, no hay historia)

    Revelas mucho y al mismo tiempo nos dejas con ciertas intrigas, me parece que ese secretito que Inuyasha y Sesshomaru guardan celosamente pronto saldrá a la luz, tal y como ellos dijeron, Kagome es muy terca y no se dara por vencida hasta que sepa la verdad...solo espero que no enloquezca cuando se entere.

    Cobarde...una palabra interesante, pero ¿Quien no es cobarde al lado de Sesshomaru? y con tanto problema que ha tenido la pobre...hasta yo seria cobarde, mas bien creo que ha sido muy valiente hasta el momento...algo melancolica, pero igual valiente.

    Espero el proximo capitulo, si esto no es ni la 8va parte del fic, no me quiero imaginar qué otras cosas nos tienes preparadas xD
     
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  5.  
    Estrellita

    Estrellita Bel-Kuran

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    gracias por continuar este escrito cada vez se vuelve mas interesante y enigmatio, no te preocupes entiendo tus razones y gracias por acordarte de mi...bye bye cuidate, a si te queria decir que lo unico que te falta es un poco de descripcion y poner más detalles porque a veces me pierdo en la historia y hay fragmentos que no tienen nada que ver con lo que pusiste desde el principio pero bueno en cuanto continues podre comprender todo chauu cuidate...
     
  6.  
    Blood Dupre

    Blood Dupre Usuario VIP

    Tauro
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    Buena continuación ciertamente me encanta la forma en la que escribes y no te preocupes por la tardanza después de todo nunca hay tiempo suficiente para hacer las cosas o como mencionas anteriormente hay ocasiones en que si no pasa una cosa ocurre otra cosa que te lo impide, en fin a lo que vine, al parecer Naraku es un padre muy amoroso ( si como no), en realidad los sueños pueden lograr que una persona recuerde aspectos que quiso olvidar, aunque es un método tardado y algo confuso para la persona, como siempre Rin es una niña que va un paso adelante e Inuyasha a aparecido para ayudar en ciertas ocasiones, por lo que es interesante e innovador, espero el próximo capítulo. Adiós.
     
  7.  
    Indigo

    Indigo Lorde

    Piscis
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    Me leí todos los capítulos de un saque no podía quedarme con la duda del anterior. Me encanta como le imprimes a cada palabra un sentimiento, la narración impecable, más allá de algún que otro error de tipeo, con todo lo que logras transmitir ni se notan.
    Debo felicitarte, la verdad, desde el primero que me enganché y ahora quisiera que estuviera el final ahí . QUE crueldad que no lo termines, al menos una continuación de consuelo (?) Mi pobre e insignificante mente no va a poder aguantar tantas preguntas *se hace un bollo* Lo que pasa entre Inuyasha y Sesshoumaru CREO entenderlo del todo, me intuyo algo macabro. Los recuerdos de Kagome me dejan Petrificus Totalus (?) en algún punto llegué a pensar que ella y Rin eran hermanas, pero con el tema Kikyou me incliné por otra cosa... La actitud de los personajes me recuerdan mucho a ellos, me gusta, me gusta. La que me intriga (demasiado) es Rin, porque siempre se sale con algo nuevo, sin dejar de ser dulce y linda.
    ¿Qué más puedo decir? Simplemente me encantó. Muy original, además de que el uso de metáforas a mi personalmente me llama mucho la atención.
    Espero que te hagas algún tiempito para poder continuarlo, es un muy gran escrito.

    ¡ Saluuudos !
    ºuº
     
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  8.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

    Tauro
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    Título:
    Pensé que era amor [Sesshome]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    23
     
    Palabras:
    3235
    Título: Pensé que era amor.

    Ranking: M (Lemon al Final)

    Advertencias: UA/Posible OoC/Re-edición/Prologo de Yashi-verde eliminado/Saltos temporales/Primera Persona.

    Pareja: SesshKag

    Disclaimer: Todos los derechos de creación de InuYasha son de la maravillosa Rumiko Takahashi. Inu no me pertenece.

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    Cuando un matrimonio debe perecer

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    "Las luces de la ciudad fueron desplegándose lentamente tras el elegante e hipnótico ritmo de su andar. Mecer sus caderas con recatada naturaleza e inocencia le aseguró varias indiscretas miradas de transeúntes que no dudaron en admirarla, maravillados con su visión. Ella sólo sonrió algo culpable y avergonzada de atraer tales atenciones como solía ser su actuación, sus mejillas bulleron con la sangre que se esparció, decorándolas de carmín.

    Jamás se habría imaginado vagando a altas horas de la madrugada por las calles de la ciudad. Pero ahí estaba, tenía que hacerlo. Finalmente los errores del pasado le habían dado alcance y esa noche comenzaría a pagar. Aunque lo desea, sabe que no puede dar marcha atrás, ahí dentro en su corazón estaba su pecado, envuelta en un suave velo cuya transparencia revela más de lo que jamás llegó a creer.

    Sus cabellos, negros como carbón, tanto que aparentaban tragarse el brillo lunar danzaron junto a la brisa primaveral. Hilos negros que no llegaban ni a lacio u ondulado. Poseía un pequeño partido a la altura de un flequillo, cerca de la coronilla resaltaba los mechones en punta que enmarcaban su rostro de manera infantil.

    Preciosa como una cándida niña.

    El color de sus ojos se asemejaba al del cobre fundiéndose en el calor más intenso del verano; castaño oscuro que parecía colorearse con los cándidos rayos del Sol en tonalidades ámbar y los pigmentos de dorado que adornaban sus orbes cuando los veía estremecerse.

    Poseía indudablemente los rasgos de una hermosa mujer y sin embargo, su descripción no podría ser jamás perfecta. Su rostro que era redondeado por aquellas mejillas de blanca nieve, quizás por herencia, poseía las mejillas un poco más grandes a lo normal y sin embargo no causaba mal aspecto en su rostro. La nariz mediana en perfecta sincronía y sus ojos que desprendían candidez cuando no se provocaba el despertar de la ira latente que solía disimular.

    Una fiera como mujer.

    Y como en siempre en los cuentos de hadas, la villana debe perecer."

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    Un pequeño fragmento de un vago recuerdo viene a mi mente al momento de emprender mi viaje. Aquél corto relato que creí haber encontrado en alguna parte junto a una silueta y la melodía dulce que no puedo reconocer me remueve, llevándose mis emociones a un lugar dónde me es difícil rescatarlas. Se escapan como agua entre mis manos y me dejan sin sentir, sin vivir, en un cuerpo vacío de sentimientos que apenas puede mantenerse de pie, cansado de buscar.

    Estando exhausto osa contradecir a su propia mente, quedándose en silencio ante mi hundimiento en los mares de imágenes pasadas que suelen hacerme hundir.

    Desde que puedo recordar he vivido de ese modo, con vagos pensamientos acerca del lejano pasado y los trozos que solo causan dolor y confusión. La vida a partir de los diecisiete cambió para mí desde el momento en que perdí la mayor parte de mis memorias cuando recién era una adolescente inmadura, siendo obligada a sobrevivir en base a los pocos instantes que he puedo vislumbrar.

    A veces suelen venir a mí en sueños, situaciones que estoy segura de jamás haber vivido y sin embargo están conmigo, aquí, siempre presentes con el intento de un mensaje sin descifrar. A aquello que advierten, dejé de buscarle un significado desde hace mucho tiempo. Son tan vagos e imprecisos a veces son confundidos con los deseos que no puedo concederme.

    Curiosamente suelen parecerse demasiado a aquél viejo libro que guardo recelosamente con cuidado para evitar que lo puedan leer, hablando sobre un prohibido amor, en donde las coincidencias entre mi propia vida y sus páginas llenas de tinta me hacen cuestionarme si inconscientemente no he buscado interpretarlo en la realidad para huir a la pantomima familiar.

    Caminando por la ciudad en dirección a mi "hogar" después de una larga travesía las dudas siguen haciendo mella dentro de mi cabeza.

    Hogar. ¿Me es posible llamarlo así desde que todo cambió entre nosotros? Desde el mismo momento en que nos casamos nada ha resultado como pretendí.

    Discusiones, problemas, y la razón de esas ausencias que InuYasha no pretende decir. Y en medio de todo eso el simple recuerdo causa que me ardan las mejillas por el encuentro tan extraño con aquél hombre de ojos dorados, tan similares en tonalidades a aquellos que amo y sin embargo su frialdad y desencanto me siguen dando escalofríos.

    Suspiro y el camino me lleva de nuevo a él… InuYasha.

    Cada vez que pienso que podría volver a ser el mismo de antes él asesta con sus crueles acciones una nueva puñalada a mi corazón y esta inútil esperanza surge de nuevo. Odiándole, amándole. Porque cuando veo en sus ojos lo que deseo ver me profeso en mil oraciones llenas de devoción esperando que el amor pueda volver a suceder.

    Pero detengo mis pasos y me doy cuenta de que he llegado…

    ¿Qué pasará ahora con nosotros? Nada ha cambiado.

    ¿Te acordaras de esa mirada dulce me diste antes de dormir, o solo la borrarás de tu memoria? Es algo que suele hacer.

    Subo hasta el departamento donde vivimos y te encuentro aun descansando, en el mundo de sueños que te mantiene lejano a mí, muriéndome por conocerlo si tan solo desearas hablarme de él. Esperando que fueras siempre así, similar a mí ser amado. —Kagome —Escucho tu susurro llamándome y veo en tu rostro una sonrisa. Una que ocurre después de tanto tiempo, y no logré evitar contemplarla maravillada. Sonreí aún más alegre que tú y me acerqué a tomar tu mano, besando tus nudillos pues se siente tan cálida y áspera la emoción que me resulta imposible de asegurar que no he caído rendida al cansancio a tu lado en algún momento.

    Besas mi mano y levantas tu rostro con tus bellos ojos dorados resplandecientes que me hacen sonrojarme. Algo de la esperanza muerta regresa a endulzar mi abatido corazón. —Kagome, debo pedirte perdón por lo de anoche. —Mascullas entre dientes. —En verdad no sé qué me sucedió…

    —Descuida…—Exclamé yo, ignorando el persistente latido en mi sien producto de un mal presentimiento. —Estabas muy tomado.

    Las palabras se atrancan junto a la miseria en su boca, siguiendo de largo la conversación. Tus ojos se embravecen con distintos matices desvaneciendo todos los tontos pensamientos que se mantuvieron en torno a tu existencia desde mucho antes. Las falsedades y las mentiras se descubren finalmente ante mi mirada y puedo darme cuenta de lo que está a punto de suceder. —Kagome…

    —No.

    —Tenemos que hablar…

    No lo digas. Por favor, no quiero oírlo que de tus labios me duele más, porque sé que fui yo quien debió terminar nuestra relación desde el comienzo.

    Aunque luces preocupado no parece alcanzarte la verdad de tus actos, estás distraído, sometido un problema que te causa mayor temor que este mismo minuto. Gruñes de forma molesta como si todo esto te fastidiara, clavando tu fiera mirada en mis castaños ojos pero logro ver en ti que algo no está bien, como si estuvieras a punto de arrepentirte.

    Las lágrimas pugnan por acudir a mis ojos pero no me dejaré vencer, ya son suficientes como para seguirlas desperdiciando en vano, no servirá que me veas llorar, aunque este maldito corazón no me deja decir algo más que me contradiga. Algo que desmienta la verdad de mis palabras. Yo te necesito. Y maldigo la hora en que tú dejaste de hacerlo conmigo…—Yo soy un ser… indeseable… —Arrastras las palabras como si fueran un hecho concreto, tú no eres nada parecido a lo que tú crees. Yo te conozco. Sin embargo soy incapaz de decirlo, dejando que de marcha el final sin retorno al que teníamos que llegar. —Lo has visto a través de este tiempo, he hecho lo posible para que huyas y te alejes de mi como debió ser, sin embargo tú… —Te escucho bufar. —Esto es lo correcto.

    ¿Lo correcto? La ofuscación me hace perder los estribos… ¿Lo correcto? Que la persona que ha hecho de mi vida un infierno este consciente de ello me diga que está bien o mal es patético. —Esto que me haces no es para nada correcto ni lo mejor, es lo peor que podría pasarme en mi vida pues siempre tuviste la opción de cambiar y te negaste… ¡Nunca lo intentaste siquiera! —Grité furiosa con todas mis fuerzas sin importarme como te sientas, finalmente, el momento que tanto temí estaba a una frase y por mi propio orgullo prefería incitarla yo. — Dilo de una vez, InuYasha…

    —Puedes irte ya. Nuestro matrimonio no existe…

    Las palabras resonaron en mi cabeza intentando poder entenderlas, pero me es imposible, sencillamente no lo deseo comprender. El matrimonio terminó. Deseé golpearlo, gritarle en la cara todo mi dolor y sufrimiento, humillarlo diciéndole que ya no me importaba nada pero ninguna palabra quiso salir de mis labios, atrapados en mi garganta estaban todos mis lamentos de años atrás.

    Sollozos, lágrimas, esas palabras líquidas que siempre anhelaba decírtelas cada noche y demostrarte lo que siento. Pero tú solo estás ahí, mirándome con esa aflicción que me impide reprocharte algo.

    ¿Cómo puedo ser tan débil de voluntad? Yo soy quien lleva el alma lacerada por tus soflamas y es a ti a quien le tengo compasión. Soy una tonta.

    Por fin una gota de agua salada escapa de mis cuencas cafés. No salgo de la impresión y busco tu mirada, quiero saber qué es lo que piensas, que es lo que sientes tú. Si de verdad te arrepientes o simplemente te doy pena, pero tu desvías tus ojos, te ocultas bajo la máscara, pues seguramente estos ojos que alguna vez te adoraron han cambiado su dulce mirar, ahora son fríos y sin expresión alguna. — ¿InuYasha? —Vuelves la cabeza y otra vez me enfrentas.

    Fluye en mis venas el naciente rencor, sale a relucir esa obstinación tuya junto a tu orgullo demasiado altivo. Vuelves a ser indiferente a mi dolor. Engreído y pretencioso como eres tú.

    He caído en lo más bajo al creer que te dolía lo que me estabas haciendo, pero ya no más InuYasha, nuca más. Estas lágrimas que ves son las últimas que me haces derramar. —Puedes pensar lo que quieras ahora, solo recuerda que yo no quise lastimarte.

    —Lo haces al mirarme así, como una víctima. He tenido suficiente. —Me observas extrañado y te sonrío, el teatro dramático debe terminar de una vez. Podría asegurar que esperabas suplicas de mi parte y lloriqueos constantes y, tal vez, antes lo hubiera hecho.

    —Kagome, créeme que es lo mejor.

    —Lo mejor para ti, supongo…—Añadí cortantemente, no estoy dispuesta a aceptar tus palabras, el vano intento de consuelo que me das ¿Crees que con ellas puedes suplir la destrucción que dejas en mi interior? —Ya no…—Quiero decirlo pero no logra salir, no quiero derramar más lágrimas frente a ti, no quiero tu consuelo y lastima. Lo que yo soñé era que me amabas, es lo que deseaba y que aún deseo. Un sueño imposible. —No… no voy a seguir guardando mi amor para ti… —Mascullé lo más alto que pude. — ¡Te juro InuYasha que me voy a olvidar de este absurdo amor! —Expresé tan alto que por unos segundos dudé al ver tu expresión llena de horror, pero la culpa dio paso a la ira y has pasado a un segundo plano.

    — ¿Te arrepientes de haberme amado? —No sé porque reaccionas así, tu rostro varonil contraído por la amargura e impotencia. ¿Acaso te duele que sea verdad? Cuanto desearía que fuera verdad, responderte que sí para herirte, regresarte en algo todo lo que recibí— ¡Contéstame! ¿¡Te arrepientes!?

    — ¡Sí! —Le grité. Quería hacerle saber toda la verdad, que me arrepentía por cada lágrima sin sentido, que lamento no haber conciliado esas noches por pensar en ti, que maldigo aquella vez que juré amarte en el altar. — ¡Nunca en mi vida había sufrido tanto como contigo!

    —Lárgate… ¡Lárgate de una maldita vez, Kagome! —

    Tomé mis cosas y me marché en esa última noche. No iba a tolerar más de tus insultos y desplantes.

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    Caminé de nuevo sin rumbo con miles de sentimientos tomando posesión de cada fibra de mi ser. Sin darme cuenta de en qué momento comencé a dirigirme al parque de la vez anterior, a volver a aquella banca que encontré cómoda por casualidad y sentarme donde la noche anterior.

    Llegó fugazmente a mí el recuerdo de ese hombre sentado a un lado mío, después de todo ese pequeño período me había hecho olvidar. Un poderoso sonrojo comenzó a invadir mi cuerpo ante la imagen grabada a fuego en mi mente de ese hombre de tez tan blanca y ojos… dorados. Iguales a los de mi esposo. Lo que aun no entiendo es cómo será posible nuestra anulación de matrimonio. Sonreí melancólicamente al recordarlo, seguramente su familia adinerada intervendrá en esto, nunca se dignaron a conocerme…—Ya no quiero llorar…

    — ¿Por quién? —Una voz dulce e infantil me sacó de mis pensamientos, era una pequeña niña de cabellos azabache. Sus ojos grandes y resplandecientes de color castaño me recordaron a mi cuando era una niña. —Perdón por escucharla señorita, pero… ¿por quién ya no quiere llorar?

    —Eres muy perspicaz pequeña. —Le sonreí, llevé una mano su coronilla y comencé a acariciar su cabello. De verdad que éramos similares, ella cerró sus ojos y se dejó consentir por mi mano, a pesar de no conocerme. Confiar demasiado fue lo mismo que me hizo sufrir tanto por él. — ¿Cuál es tu nombre, linda?

    —Rin. —Llamó una voz grave y enigmática, en un timbre de voz que me era imposible no reconocer. —Regresa ya.

    No podía ser posible. La misma voz de aquel hombre, igual de fría y sin expresión. Era ilógico pensar que se lo volvería a encontrar en un parque que no frecuentaba a una hora ni a una hora distinta del día. ¿Verdad?

    —Papá, a ella no le molesto. ¿Verdad señorita? —Asentí y le di una sonrisa, no entiendo por qué, pero esta niña me da tanta paz y bienestar. — ¿Cuál es su nombre?

    —Kagome Higurashi, mucho gusto de conocerte Rin. —Al escuchar mi nombre fue muy extraño, la pequeña se alegró de sobremanera y saltó a mis brazos, yo correspondí pero me pareció algo extraño. Volteé a ver a ese hombre tan misterioso y lo descubrí sonriendo de una forma muy misteriosa, algo tenebroso. Esa misma sonrisa lasciva de avaricia y satisfacción unidas. — ¿Por qué tanta efusividad?

    —Mucho gusto de conocerla, tía. —Saludó cordialmente Rin mientras me abrazaba con más efusividad. Ya no entendí que era lo que estaba pasando en realidad. ¿Yo su tía? ¿De dónde? Que yo recuerde solamente tengo un hermano menor llamado Souta y no creo que tenga un hijo a la edad de ocho años, tampoco creo ser familiar de ese hombre.

    —Rin, déjala en paz. —Afirmó severo con sus ojos dorados mirando fijamente a la niña. Ella no se inmutó pero obedeció, se desprendió de mí con una sonrisa y corrió al lado de su padre. Al verla así pude apreciar mejor la estatura de su padre, él alto, demasiado alto. Incluso más que InuYasha.

    Ese nombre. ¿Por qué tenía que recordarlo en una situación así?

    Me puse de pie y llegué hasta ellos, observando como con mi estatura apenas alcanzaba la altura de su pecho, tuve que elevar mucho la vista antes de enfrentarlo cara a cara. Él parecía divertido con eso, me hacía sentir indefensa ante sus burlas. Un total y completo desconocido burlándose de cuán bajita era, maldito fanfarrón. Si no fuera porque aún me apenaba el incidente de ayer le gritaría en cara hasta de lo que se podría morir

    Con esos ojos crueles me examinó e arriba abajo, provocándome vergüenza. Mis mejillas comenzaron a dejar rastros de ese tinte rojizo que tanto detesto, no puedo creerlo, él me miraba de una manera tan mezquina y yo solo soy capaz de sonrojarme. —Tía, no te enfades tanto. —Intervino la niña pero era inadaptada para prestarle mucha atención. —Sé que mi papá puede parecer muy malo pero no lo es, siempre que jugamos él…

    —Rin, regresa al auto…—Acotó con autoridad. Sonreí al instante y él se molestó, no le agradaba la idea de que su hija relatara lo que hacía cuando nadie lo observaba. —Obedece a tu padre.

    —Está bien, otro día le contaré a mi tía de lo bondadoso que eres cuando estás solo…—Esa chiquilla se fue cantando y bailando, a lo lejos pude verla abordar un coche lujoso que me causó espanto por su apariencia llamativa. Espero volverla a ver, ella logró que la tristeza que tenía se me olvidara por completo.

    —Mi nombre es Sesshoumaru Taisho…—Comenzó de pronto el idiota que seguía enfrente. Estuve por decirle cuanto me interesaba como se llamara hasta que me percaté de un enorme detalle. —Supongo que mi apellido te suena familiar…—Inquirió frío, con esa actitud cortante. ¿Acaso sería así todo el tiempo? Pero su pregunta distrajo mi mente con la perturbadora realidad. — ¿InuYasha?

    —Nunca habrá lugar para un bastardo como ese.

    —Tú lo odias, de eso no cabe la menor duda, pero ¿qué es tuyo? —Le pregunté con la mano en la cintura, vi desde la distancia a Rin enviándome señas y la saludé, ignorando un poco a ese Taisho. Ahora más que nunca me resultaba tan odioso y pedante, más aún si era un familiar de él.

    —Mi padre lo considera un hijo suyo, yo jamás aceptaré a alguien tan inepto como familiar de sangre. —Abrí los ojos de más al escuchar destilar tal veneno en contra de su propio hermano. La familia, era tal para cual. Pero atisbé un brillo inusual de maldad en sus ojos serenos, un temblor violento sacudió mi cuerpo. —He oído que te estás divorciado de él y te propongo un trato…

    Dios, aun con una pésima hermandad entre ellos la noticia ya había llegado. ¿Lo habría planeado desde hace tanto?

    — ¿Qué clase de trato me ofreces? —Pregunto por curiosidad pero su expresión vacía, el color dorado impregnado en rabia y dolor junto a ese porte de tensión causan que me quede sin palabras.

    —Me ayudarás a conseguir venganza contra ese bastardo.

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    N/Kou:Tan, tan, tan… Las que han leído esto antes se darán cuenta de que hubo muchos cambios respecto al divorcio entre Inu y Kag, he incluso en la manera de llegar a este. Me pareció mejor de esta forma, y mucho más lógica respecto a las personalidades de ambos. Bueno, de nuevo quiero reiterarles mi petición de perdón por haber tardado tanto, pero prometo que no volverá a suceder, esta vez estaba en un concurso y tengo que leerme veinte historias sin contar la mía y comentar para seguir. Les deseo un buen día y gracias por seguirme apoyando a esta, la traidora del inuxkag xD
     
  9.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

    Tauro
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    Título:
    Pensé que era amor [Sesshome]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    23
     
    Palabras:
    4571
    Título: Pensé que era amor.

    Advertencias: UA/Posible OoC/Re-edición/Prologo de Yashi-verde eliminado/Saltos temporales/Primera Persona.

    Pareja: SesshKag

    Disclaimer: Todos los derechos de creación de InuYasha son de la maravillosa Rumiko Takahashi. Inu no me pertenece.

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    Mentiras

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    Suspiré con pesadez, tratando de entender el significado de lo que acababa de escuchar.

    Justo frente a mí un orgulloso un hombre me observaba severamente, quizás deseando evaporarme con la mirada. El velo claro oscuro sobre su tono dorado me causó temor pues nunca nadie me había dedicado unos ojos tan profundos que provocaran esa sensación abrumadora de peligro y exaltación. Todo mi ser me advertía alejarme de su presencia enigmática, del significado oculto tras sus palabras y la misteriosa invitación para jugar con los sentimientos de quién más daño me causó pero simplemente no podía.

    Esa persona, que dice conocerme por mi nombre, su apariencia exterior es tan parecida al hombre que amo, pero a la vez es completamente diferente. Su extremo opuesto. La estatura es mayor a la de él, tanto que el cuello me duele por la incómoda posición para verlo, esa frialdad en la mirada que denota su carácter intransigente y despectivo, sumado a la arrogancia de su porte masculino que lo hace ver tan arrogante e inalcanzable.

    Giré el rostro, tratando de buscar una explicación lógica a sus intenciones en algún lugar dónde no fuera capaz de verlo. No soportaba ver sus ojos de ámbar reprochando mi mutismo, recordándome tanto a su hermano. Me encontré con la pequeña niña que lo acompañaba, quién seguía lanzándome saludos y besos con sus pequeñas manos, sus gestos tan amorosos me causaron una sonrisa y el sentir mayor libertad en mis actos. Su alegría ocasionaba que me sintiera segura. No podía dejarme vencer ante el padre de la pequeña. ¿Verdad? —Responde. —Masculló Sesshoumaru con hostilidad, impaciente. — ¿O es que acaso tu insignificante nivel te impide comprender? —Sonrió con irritante burla.

    — ¿Insignificante? —Respondí, mientras sentía hervir la sangre dentro de mi cuerpo por causa de la furia. Nunca nadie se había atrevido a llamarme de esa manera y mucho menos salir ileso. Por un momento me preocupé de que mi instinto asesino, natural de todos los humanos, se hubiese despertado y esa persona fuera a morir entre mis manos. Aunque si era sincera, me encantaría que él fuera mi primera víctima, tal vez después pasaría a buscar a mi adorado ex-marido y no sería necesario nadie más. Quedaría satisfecha con ambos. —Si tú crees que por tener dinero eres alguien superior…

    —Te equivocas. —Me interrumpió abruptamente de forma grosera, ¿además de insultarme se atrevía a impedirme hablar? —Yo no creo, sé que lo soy. —Acotó con voz inflexible, creyendo firmemente en sus palabras. — Alguien como tú jamás podría entenderlo.

    Vaya el tipo de familia con la que me fui a encontrar.

    Entiendo bien el carácter del otro imbécil pues lo conocí mucho antes y así lo acepté, pero a este idiota no tenía porque soportarlo. Debía estar en la sangre, este simple ser humano me estaba fastidiando tanto que estaba olvidando por completo la tristeza que me provocaba el otro tonto. Elevé el rostro con los ojos enardecidos, tratando de intimidarlo, pero este hombre ni se inmutó. Sí que es un tipo frío y sin emociones. Debido a mi estatura solo llegué a observar sus labios, algo atrayentes, atenta a su explicación para su falta de modales.

    —Sí esperabas una disculpa, deberías resignarte tía. —Esa voz. Ladeé el rostro para descubrir a la pequeña niña aferrada a la tela de mi corto vestido. Si lo pensaba mejor, mi ropa no era la mejor vestimenta con la que debí decirle adiós a un año completo de mi vida. La pelinegra me sonreía con aparente ternura pero yo podía leer en ella algo más. — Es más aburrido que un color neutro.

    —Rin. —La llamó Sesshoumaru mientras yo reía con más naturalidad, su hija era muy peculiar para su edad. — Te di una orden directa de regresar. —Espetó indiferente. — ¿Por qué has vuelto a desobedecerme?

    —No te molestes papá. —Explicó restándole importancia con un gesto de manos. Tuve que contener la carcajada al notar cómo poco le importaba lo que opinara el mayor. —Sabía que tú no podrías pedirle de manera cordial que fuera mi institutriz. —Debo decir que me sorprendí, presiento que ella sabía de antemano lo grosero que llegaría a ser su padre y había acudido a neutralizarlo. Casi, como si tratase de medir su conducta.

    — ¿E-en verdad Rin? —Cuestioné sorprendida de la proposición. Las palabras de ella no eran lo mismo que él me había dicho minutos antes sobre una supuesta venganza. ¿Cuál era la verdad? Todo resultaba muy confuso. ¿Y si en realidad me había jugado una broma pesada para ponerme a prueba? ¡Casi había caído en su trampa!

    —Vete al auto en este instante, más tarde hablaré contigo.

    La azabache asintió y se marchó muy feliz y mi presentimiento acrecentó; no había maldad pero si malicia, del mismo tipo de haber hecho alguna travesura en ese instante. De la curiosidad que sentí miré al adulto a los ojos directamente aun con las limitaciones de mi altura, descubriendo la sorpresa, oculta en la inexistencia de brillo en sus ojos de ámbar. La serenidad que los mantenía soberbios se vio perdida por cuestión de instantes. ¿Cómo podía recuperarse tan rápido de una impresión? Pero sobretodo, ¿ocultarlo tan fácilmente? —Aún no has respondido mi pregunta, niña.

    —No es verdad. —Contesté segura, no quería que notara la vergüenza que sentí cuando descubrió mi mirada tan persistente sobre él. También noté la manera despectiva en que me llamó pero era preferible ignorarlo, si le doy el gusto de ofenderme quedará complacido por su victoria, una victoria que no pienso otorgar. —No me ha preguntado nada, al contrario, me ha hecho una propuesta que no puedo aceptar si no sé en qué consiste. —Contesté con desafío.

    —Cuida mucho lo que te atreves a decirme. —Amenazó rudamente, algo siniestro en el tono de su voz me hizo desistir de cualquier reclamo. En verdad sentí escalofríos de ese sujeto. —Es tan sencillo que no pensé que tuvieras problemas para entenderlo. —Le fulminé. —Si tú cooperas conmigo obtendrás una satisfactoria venganza sobre InuYasha.

    —Pero, ella dijo algo sobre ser su institutriz. ¡Y sigues sin decirme nada! —Exploté, ese era otro punto muy importante a aclarar: Las palabras de Rin. Él me sugería una venganza que a mi parecer es inconcebible, no soy de las personas que llevan el odio y rencor a tal extremo o hasta el punto de querer destruir a esa persona, por más tentador que suene. Se me ha enseñado desde pequeña que cargar tales pesos sobre el alma es dañino tanto para el ser odiado, como para mí. Demasiado tengo con su recuerdo como para enfocarme por completo mi alma y mis pensamientos en él.

    —Esa niña es demasiado lista para su edad. —Asentí en total acuerdo. —Ella sabía que yo no me andaría con estúpidos protocolos de amabilidad. — ¿En verdad? Si no me lo hubieras dicho jamás lo hubiera notado. La realidad es que no entiendo cómo es que tu hija no ha huido aún de la casa, en verdad debe quererte demasiado como para soportarte y hasta tratar de arreglar tus asuntos.

    Él continúo hablando y yo ignorándole. Seguramente dijo eso creyendo que su padre le seguiría el juego, buscando ayudarle y quizás hasta su propio interés. Le veía mover sus labios en un ritmo lento, cada silaba pronunciada como en una pausa causando que profundizara más en el subconsciente de quién le escuchara. Insensible, frívolo y huraño, ahora tengo más conocimientos de su carácter. Me pregunto si sería buena idea aceptar acompañar a la niña, no sé, tal vez conocer la verdad detrás de esa actitud tan agria. Junto a un trabajo, que pensándolo bien ahora me hará mucha falta, si solo tenía que verla a ella, mucho mejor. —Emm, Sesshoumaru… —Llamé levemente, cansada de ignorarlo. —Sobre la venganza, yo… —Asombrada vi como él me prestó atención, bajando un poco su cabeza para poderme observar. Un vigoroso calor se acumuló en mi rostro y mi corazón se aceleró enviando demasiada sangre a mi cara. No podía creer que yo estuviera tan avergonzada de saber su interés sobre mí.

    —Aceptarás, es lo que más te conviene. Te aseguro que recibirás una suma millonaria por tu participación. —Agregó cortante.

    Hablaba como todo un magnate de negocios.

    ¿Él pretendía que yo aceptara por dinero? Menudo idiota tenía frente a mí. Era verdad que lo más conveniente era aceptar, el dinero me hacía falta y me encantaría darle una lección al otro imbécil que se burló de mí, pero a ciencia cierta no sé cómo actuaría este hermano tan despiadado ni lo que podría esperar si acepto. ¿Y si resultaba ser peor quién me ayudaría?

    ¿InuYasha? Ja, claro.

    —No lo haré. Y aún menos si tú eres quien lo dice. —Exclamé. No pareció importarle mi respuesta en absoluto y menos el desafío a su autoridad. Ya no necesitaba más de esa absurda plática, le sonreí dulcemente para fastidiarlo como último recurso pero eso sí pareció incomodarlo, como si lo detestara.

    — ¿Y mi propuesta de institutriz, tía? —Tuve ganas de reír a carcajadas por la insolencia de aquella vocecilla tan juguetona. Era la de Rin, quien estaba de regreso para intervenir por su padre, ¿Cómo puede ser esta criatura tan adorable y su padre tan indiferente e inhumano? —A mí no me rechazarías ¿o sí? —Retiro lo que pensé, esa niña en verdad es su hija… Es una pequeña manipuladora en potencia, tan solo hizo su pregunta e inmediatamente me puso una carita tan tierna y dulce que me indicaba claramente un chantaje.

    —Lo siento Rin, pero no puedo. —Para su mala suerte lo hice. Conseguí negarme. —Por cierto, ¿por qué sigues aquí?

    —Nunca me fui. —Contestó tranquilamente. —Estuve sentada en aquella banca desde hace rato. —Finalmente no podía culparla, la pobre de seguro se sentiría muy sola en casa pero quizás debería decirle: "dale las gracias a tu padre por hacerme odiar la idea." —Por favor, acepta… —Me acerqué y puse la mano sobre su mejilla, no deseaba verla llorando, me daba tanta pena. Pero de verdad no puedo aceptarlo, ya el absurdo trato que me proponía su padre era demasiado por un día y ni siquiera sabía si era real. Alzó su dulce carita y buscó ver a su padre. — ¿Al menos me acompañarías al auto? Quiero estar lo más posible contigo, tía.

    A eso no pude negarme, por más que lo intentara.

    Me tomó de la mano y me guió corriendo hasta el automóvil de donde venía. Uno lujoso de color negro, abrumada lo único que podría opinar es que debía valer una fortuna. Pronto empecé a notar las miradas que intercambiaban padre e hija, él sonreía de forma maliciosa, pero disimuladamente, y la pelinegra definitivamente no lo ocultaba.

    Un mal presentimiento me erizaba la piel.

    Cuando llegamos al coche un hombre de edad avanzada y estatura baja abrió la puerta de lado izquierdo, por donde debía entrar la pequeña. —Fue un gusto conocerte Rin. — Sonreí para calmarla y ella me devolvió la sonrisa, siendo esta demasiado extraña.

    —Tía… —La noté algo seria, y nerviosa a la vez, me gustaría decirle que en realidad yo no era más su pariente político pero los señas que intercambiaba con su padre se volvieron más insistentes. La pausa de varios segundos me hizo sospechar que algo estaba a punto de suceder. —Quisiera que me acompañaras.

    —Pero, yo…—En ese instante sentí que alguien con fuerza mayor me empujaba dentro del vehículo, y después Rin se subía detrás de mí, bloqueando la salida a propósito para no dejarme escapar. —Rin, déjame salir por favor. —Le supliqué muy nerviosa. El coche arrancó siendo conducido por el mismo que me empujó, de Sesshoumaru Taishou no había ni huellas y eso me alertó aún más.

    —Sé que usted está triste porque el bastardo de mi tío la hizo llorar, al menos eso me dijo mi papá. —De verdad Rin era de lo más descarada, hablaba como toda una adulta, pero se comportaba como una chiquilla malcriada. ¿Y qué clase de vocabulario usaba su padre frente a ella?

    Se abalanzó sobre mí con un fuerte abrazo por el cuello, me vi forzada a separarla un poco porque sentí ir mi vida por instantes, tenía demasiada fuerza. —Rin…

    —Solo… ven conmigo, tía.

    O

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    Los pensamientos se arremolinaban a una increíble velocidad en mi mente, nada funcionaba para evitar que todo se entremezclara el desconcierto, la alegría, el amor, odio y resentimientos emergidos en tan pocas horas. No tengo la menor idea de que rumbo tomará mi vida de ahora en adelante, ni que es lo que tengo que hacer. Lo único que tengo claro es que jamás debí haber cedido ante la insistencia de Rin y entrar.

    El camino a la mansión de los Taishou fue rápido, en un instante estábamos en el lugar. Me maravillé del gran lujo con que vivía aquella familia, una mansión de color blanco, con un extenso patio delantero, simple diseño occidental, con una fuente en el medio. Esa moda tendencia excéntrica de los millonarios de rodearse con agua me resulta muy curiosa.

    La pequeña me sonrió con ternura y el corazón me dio un vuelco… por un instante creí ver reflejado en sus facciones la misma sonrisa que yo tenía a su edad. Con su mano que apenas abarcaba unos dedos de la mía, me tomó y guió hasta dentro de la casa, subiendo primero por una escalinata cubierta de losa fina, pero muy resbaladiza.

    Ella ya estaba acostumbrada a esa superficie pero yo no, y las consecuencias fueron las esperadas, mis zapatos de tacón bajo se desplegaron a través de uno de los escalones obligándome a caer dos más hacia abajo, Rin ya había soltado mi mano y me miraba realmente preocupada, ahogué un grito al sentir que chocaba contra el barandal de mármol sólido dando el impacto directo contra mi estómago. — ¡Tía! —Gritó desesperada. Se acercó a mí intentando tomarme con sus débiles manos para tratar de detener mi caída, pero no lo consiguió. No era una altura considerable, pero cerré los ojos esperando el golpe que no llegó, antes de perder la conciencia por el impacto tan repentino.

    Al abrir los ojos nuevamente me encontraba yo en una gran habitación de colores neutros. Paredes blancas al igual que las cortinas, columnas de madera que adornaban con exquisitez y ambientaban un poco el lugar tan… ¿Cómo decirlo? Aburrido. Sí, era la palabra para describir, es fácil pensar que la decoración la habría hecho un hombre tan inexpresivo como él. Sesshoumaru Taishou. —Me duele mucho el estómago. —Llevé la mano al lugar y encontré algunos vendajes que ejercían presión en la parte baja. — ¿Qué es esto?

    —Es para acomodar bien tu cuerpo…—La voz de ella se escuchó tan cercana y triste, la aflicción me embargó cuando recordé su rostro, hice mal al preocuparla tanto. —Lo indicó el doctor como medida preventiva.

    Percibía su voz pero no la veía en ningún sitio, cuando ella se dio cuenta soltó una pequeña risita que la delató, en ningún momento esperé encontrarla en ese lugar, justo a mi lado en la misma cama.

    Alzó las sabanas y se acercó a mí, estrujándome todo lo posible con su cuerpo de niña. Me sorprendió que tuviera tanto cuidado de no lastimarme, y vi unas lágrimas rodar por sus mejillas arreboladas. — ¿Estás bien,} tía?

    —Perdón por preocuparte Rin. —Limpié su rostro con el dorso de mi mano, su piel tan tersa se comenzaba a sentir algo pegajosa, por culpa de las lágrimas de horas atrás, mezcladas con las nuevas que adornaban su infantil rostro. Mi voz pendía de un hilo y las palabras se me acumulaban en la garganta, esa niña tenía el poder de transmitirme todas las emociones, tanto la tristeza como la felicidad. — ¿Qué es lo que me sucedió?

    —Un fuerte golpe en el estómago que desniveló tu columna, como dijo Rin, los vendajes son para asegurar el correcto alineamiento de tu espalda. —Rolé los ojos para descubrir a la mujer que me hablaba con despotismo y desinterés. Sonaba como una mujer de clase, con su voz seductora de mujer adulta. Al fin la vislumbré en el marco de la puerta, con un hermoso kimono de geisha, con un fondo completamente negro debajo y la parte superior en tonos rojizos con flores negras de centro blanco, a juego con el fino collar de perlas blanquecinas y aretes. —Me sorprende que Sesshoumaru se haya tomado la molestia de traerte, aun cuando siempre terminas saludándolo de esa manera…

    —No me digas que…—El sonrojo se arreboló en mis mejillas y la mujer enarcó una de sus cejas delicadamente delineadas y cubiertas de maquillaje, ella estaba sorprendida porque yo, una simple mocosa ante sus ojos de rojo sangre, me avergonzara de algo tan simple. No la veía molesta, pero si divertida. ¿Se burlaba de mí?

    —Al caer del barandal, fue sobre mi padre. —Rin bufó de mi vergüenza al igual que la geisha de labios carmines. De nuevo había tenido un mal encuentro con aquel hombre de ojos ámbar y cabello claro. Y mis pensamientos en ese instante se desviaron hacia el recuerdo de su melena de largas hebras, se veía tan clara, tan brillante que podría jurar que el cabello estaba hecho de plata, destellaba como tal. —Él está molesto, se encerró en su despacho murmurando algo sobre "sus planes arruinados" por una tonta. —Fue la voz dulcemente modulada de Rin que me sacó de tajo de aquél abismo de sentimientos que comenzaba embargarme, de ver a ese hombre en mi mente estaba pasando a ver a el que poco antes me destrozó el corazón. Pero las palabras de Rin, seguro se refería a mí y el hecho de que no acepte su ridícula venganza.

    —No deberías ser tan comunicativa, niña. —Reprendió la mujer, quien en ese momento se recargaba en el marco de la puerta soltando un suspiro. Entrecerró sus ojos, seguramente cansados por la luz de Sol que entraba a través de la ventana frente a ella, los tonos anaranjados denotaban más sus ojos cuando los abría parcialmente y los volvía a cerrar. —Ella no tiene por qué enterarse de lo que hace tu padre.

    —Perdóname mamá…—Creí escuchar mal. Rin llamaba a esa mujer madre, incrédula. Los rasgos, las facciones, las actitudes son totalmente diferentes, y era imposible que fuera herencia por parte de su padre.

    —Te he dicho infinidad de veces que no me llames así…—Su voz se tornó seca, fría. Vi las lágrimas acumularse en los luceros de color castaño y el corazón se me acongojaba ante la escena. Suaves sollozos emanaron de sus delgados labios, parecía a punto de llorar. Pero era una niña fuerte, por más que le hirieran las palabras contuvo estoicamente el llanto, ayudada por el dolor de morderse el labio inferior que quedó algo amoratado por la fuerza empleada. —Sabes que debes llamarme por mi nombre, Kagura. —Acotó con mayor fuerza, pero suavizando la voz. —Rin, no soy tu madre, debes entenderlo.

    Separó su cuerpo esbelto y retrocedió para cerrar la puerta tras su salida, esa geisha de corazón endurecido me hizo hervir la sangre al hablarle de una manera tan despectiva, como si enfrentara a un adulto. La crudeza y crueldad de sus palabras me causaron tantas preguntas, pero no quería preocuparla más.

    Simplemente alcé mi brazo y rodeé con él la totalidad de su cuerpo. Sus orbes de marrón oscuro se encontraban cristalinos debido a la humedad de las gotas saladas que contenía. Observaba sus facciones inamovibles por culpa de la tristeza y comprendí porque aquella que nombró Kagura le enfrentaba de tal modo. Rin era una adulta madura dentro del cuerpo de una niña. Pero es tan dulce e inocente como una, me cuesta trabajo creer que tuviera tanta madurez a tan corta edad.

    La gran entereza que poseía era digan de admirarse, yo en su lugar ya me habría secado de tantas lágrimas que derramara. Era en verdad una niña muy especial para mí, lo sentí cuando la vi por primera vez, y ahora sé que ella me necesita tanto, o más de lo que pedía, así como yo a ella. Porque al estar a su lado se me olvidaban los problemas, junto a la pequeña me sentía liberada de mis propios temores, dudas, dolores y solo la miraba la niña, a la dulce Rin que necesitaba ayuda, que pedía un consuelo, no más de tristezas y penas.

    No pude evitar creer que si ambas cargas fueran comparadas, ella saldría ganado… o tal vez es mejor decir que perdería. Perder un amor tan puro como el que le tengo a… él… que aunque me cueste nombrarlo, es menor a tener que vivir sin al custodia de una madre y en su lugar tener una mujer llena de desplantes, además de un padre para nada expresivo y poco cariñoso. —Puedes preguntar si quieres tía…

    —Rin, yo…

    —Lo que Kagura dice es cierto, ella no es mi verdadera madre. —Antes de hacer cualquier declaración ella me interrumpió. Fue una enorme sorpresa cuando me soltó aquellas palabras tan serenas, sin atisbo de la alegría tan característica de ella. ¿Tanto daño le causaba? —Mi padre se casó años atrás con una mujer de piel pálida y ojos marrones, era realmente hermosa su figura delgada y estilizada, el cabello largo y liso del tono de la noche. Al menos eso repetían siempre…

    — ¿Tu madre? —Le interrogué, interrumpiendo su relato. O eso creí. No sabía a ciencia cierta si la pausa que realizó fuera por falta de más palabras o que le era imposible continuar.

    —Sí. —Afirmó bajando la cabeza, delineando en sus labios una sonrisa melancólica. —Pero ella murió cuando yo apenas tenía cuatro años… Tiempo después mi papá se casó con Kagura, pero no los entiendo del todo. —Escuché con atención sus palabras y me reí divertida con la mueca de puchero entremezclada con ternura. La sonrisa divertida iluminaba de nuevo su carita dulce, contagiándome enseguida.

    — ¿Por qué dices eso, Rin? —Pedí respuesta ya de manera más tranquila. No entiendo porque me hace tanto bien estar cerca de ella, cuando con una sonrisa lo ilumina todo. Absolutamente todo. Incluyendo mi alma adolorida que yace ahora sin recuerdos del malestar de ojos ámbar, junto al pequeño cuerpo que me brinda tanta paz como calor que me reconforta por completo.

    —Según sé, ellos se casaron por medio de un contrato que beneficiaría a mi abuelo con mucho dinero, pero veo entre ellos un sentimiento único. —Un brillo singular se adjuntó al rostro soñador de Rin. —Creo que se quieren, aunque no se dan cuenta.

    —Eres muy pequeña para saber de esas cosas…—Suspiré. Esta nena estaba mucho más viva que yo en esta edad, rebasándola por varios años ella puede ver mucho que yo niego a mis ojos.

    —Sé más que cualquier adulto a mí alrededor. He crecido yo sola, para aprender a ver esa manera extraña que tiene Sesshoumaru Taishou de quererme como su hija. —Se abrazó más a mi pecho y me dolió un poco, pero ahogué el dolor en mi garganta. —Por eso quiero que tú estés a mi lado tía, porque quiero que alguien me mime y me consienta como si fuera una niña.

    —Lo dices como si no lo fueras. —Ella abrió sus ojos marrones de par en par y buscó mi mirada. Sentí el dulzor de mis ojos derretirla por dentro, estaba la pobre tan necesitada de cariño. Y yo la necesitaba tanto a ella para olvidar. —Para mí, eres más que una sobrina, eres alguien especial para mí… y te confesaré un secreto. —Ella se emocionó y dejó su oído muy cerca de mi voz. —Tú eres mi única familia, Rin.

    —Kagome, tu más que mi tía… Eres una persona muy especial para mí.

    Su tono tan triste me conmovió. Fue entonces que lo comprendí, había algo mucho más oscuro y profundo detrás de sus palabras y yo lo averiguaría, esa familia parecía rodeada por los misterios y problemas.

    Esta noche platiqué con ella, fue algo inoportuno, porque quedamos dormidas hasta muy tarde. Alrededor de las tres de la mañana, fue lo último que vi antes de caer rendida, aún abrazada a la pequeña que ya había caído unos minutos antes. Besé su frente y cerré los ojos, me dejé vencer ante el inminente sueño. Pero fue peculiar que en todo el día no se nos haya molestado, ni siquiera supe más de su padre, ni de aquella mujer.

    Fue a la mañana siguiente que me detuve a pensar en eso. Nadie me había venido a ver, lo que hace suponer que Sesshoumaru estaba usando a su hija para retenerme, pero sin querer ahuyentarme me había dejado a solas con ella. —Rin es persuasiva, pero ahora ya no puedes retractarte. —El timbre de voz tan conocido me hizo exaltar con furia que no reconocía. Tal vez el hecho de que ahora estuviera más unida con la infanta que era ella me hacía hervir la sangre de pensar que la utilizara como si de un objeto se tratase, él, su propio padre. Detenido sobre el umbral de la puerta permanecía observándonos con expresión indescifrable. —Como podría decir ella, la sangre llama…

    — ¿A qué te refieres con eso? —La mueca que registré en su rostro fue parecido a una sonrisa burlesca. Los labios masculinos delineaban con sutileza una elevación del labio superior, de manera arrogante. Una sonrisa discreta, pero más corroída que las que me daba InuYasha… No, ya no quiero dejarlo entrar en mi vida, ni en mis pensamientos.

    —No deberías hablarme así, niña. —Era difícil de entender ese hombre. Su sonrisa engreída pero su voz pasiva, calma, sin emoción. Era como ver a ambos lados al mismo tiempo. —Fui yo quien te salvó cuando caíste…

    —Por pura casualidad. —Me apresuré a decir. —Cuando te tengo cerca la mala suerte me ronda. Siempre que te veo pasa algo.

    —Y esta vez, volverá a suceder. —Algo cambió en un instante, como si una especie de aura negra e intimidante comenzara a rodearlo, dándole más poder a sus palabras. Sabía que el llegar a esa casa me iba a traer malas consecuencias. La tonta Higurashi se preguntó un día antes si podría pasar algo malo, y la respuesta le llegó directamente a sus ojos. Llamé a la puerta de la mala suerte y ahora estoy siendo recibida en la sala con todo el gusto del mundo. —Levántate y ven. —Llamó. —No intentes negarte que es una orden.

    —Tengo curiosidad, sólo iré por eso. —Acordé tratando de parecer calma, pero en realidad estaba temblando del miedo. Su voz inflexible, su actitud tosca y la mirada fulgurante, mezclada con un cierto insulto. Ese oro fundido en soberbia y menosprecio me doblegaba la voluntad y las intenciones aunadas de reclamar algo.

    —Te aseguro que esto te será de gran interés mocosa, es la venganza perfecta contra aquél imbécil de tu marido. —No pude evitar escuchar con atención sus palabras, me causaron gran inquietud, ignorando con gran esfuerzo el insulto recibido.

    —Pero… yo te he dicho antes que no deseo vengarme de él…

    —Verás una razón para desear hacerlo.
     
  10.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

    Tauro
    Miembro desde:
    3 Abril 2009
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Pensé que era amor [Sesshome]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    23
     
    Palabras:
    3283
    Título: Pensé que era amor.

    Ranking: M (Lemon al Final)

    Advertencias: UA/Posible OoC/Re-edición/Prologo de Yashi-verde eliminado/Saltos temporales/Primera Persona.

    Pareja: SesshKag

    Disclaimer: Todos los derechos de creación de InuYasha son de la maravillosa Rumiko Takahashi. Inu no me pertenece.

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    Los segundos de un desliz

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    Antes de salir de la habitación di una última mirada a aquella pequeña niña, que dormía plácidamente en la cama. Había pasado la noche entera junto a ella, con su delicada y efímera silueta entre mis brazos, acunándola con cariño. De alguna manera su sola presencia parecía algo tan maravilloso, como alcanzar un milagro, me era incomprensible el por qué Rin despertaba tantas sensaciones en mí.

    Incluso me resultaba extraño pensar que antes nunca conseguía alcanzar el máximo estado de sueño en una casa ajena, pero esta vez, no sólo fui capaz de dormir sin preocupaciones, sino que además aún quedaba una pizca de ese deseo persistente de olvidarme del idiota de cabello blanco y tirarme en el mullido colchón. Enredarme entre las sabanas frescas sería fácil, y finalmente cerrar los ojos con una última imagen de él siendo ignorado, para guardarla en mi memoria.

    No.

    Me reprendí e inmediatamente sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos. Era verdad que Sesshoumaru Taishou era un hombre bastante molesto y frívolo, pero aún no hacía nada tan idiota como su hermano… Creo.

    Solo esperaba que nada se reflejara en mi rostro cuando tuviera que verlo. Ya se había marchado de la habitación varios minutos atrás, fastidiado de algo que llamo "mi torpeza e ineptitud natural" Claro que me enfurecí por ese comentario y estuve a punto de saltar a defenderme, pero me vi forzada a detenerme ante su mirada.

    Recordar su gesto inexpresivo, junto a esos álgidos ojos de ámbar oscurecerse causó conmoción en todo mi ser. Un sentimiento desconocido brotó de mi interior, era el miedo en su forma más pura. Jamás había sentido eso ante nadie, ni siquiera ante InuYasha cuando se enfadaba conmigo de forma brutal. Ni siquiera había recurrido a la violencia y sin embargo fui incapaz de seguir adelante en ese instante.

    Los gélidos hielos de color ámbar me clavaban una sensación de desasosiego, vulnerabilidad, de ser una simple humana que no podía defenderse de un demonio como ése. A pesar de ya había transcurrido un buen tiempo desde aquello, yo seguía nerviosa.

    Cuando por fin estuve preparada mentalmente para verle, proseguí con mi camino hasta la puerta de entrada. A pesar de que no prestaba atención a nada, ni a nadie, y que ni siquiera sabía como llegar hasta allá, me encontré finalmente en el sitio, en cuestión de segundos, o tal vez minutos. La verdad no importaba. Supuse que la tensa atmósfera alrededor de esa puerta caoba anunciaba a todos cuál era el lugar. —Me sorprende que una mujer pueda verse tan mal como tú. —La crueldad de sus palabras me hizo disgustar, pero aún así no objeté nada. Sospechaba de las intenciones de ese hombre para fastidiarme.

    —No tengo tu tiempo, Rin despertará pronto y quiero saludarla. —Hasta yo me sorprendí de la indiferencia de mis palabras, pero él no. Su sorpresa fue una ilusión aparentemente, casi creí verlo frustrarse por la rabia, ladeé el rostro, ignorando su actitud tan engreída y molesta. —Muéstrame esa razón y acabemos con todo esto.

    —A mi nadie…—Escuché su voz acercarse demasiado, como si se arrastrara. Tuve un escalofrío inmediato como reacción a su mano, que me sujetaba con mucha fuerza, me estaba lastimando. Una mueca de dolor fue lo único que hice, antes de que me jalara hacia él. Quería enfrentarme cara a cara. —Tu no puedes ignorar nada de lo que yo diga…—Me estrujó más el antebrazo y sentía la sangre de esa zona paralizada, un dolor agudo me recorrió todo el cuerpo. Su sonrisa lasciva y sádica me hundió en el pánico. El aire empezaba a faltarme.

    —Su-suéltame…—Le pedí entre jadeos. Con tantas emociones recorriendo mi cuerpo mi visión empezó a nublarse, nunca imaginé encontrarme tan atemorizada por culpa de un hombre. Un maldito como él, que empezaba a dejarme un moretón. Uno que me costaría semanas en eliminar y demasiadas preguntas de Rin. —Por favor… suéltame… me lástimas.

    El llanto comenzó a nacer en mis ojos pero el infeliz seguía sosteniéndome con la misma fuerza. Ni siquiera ante mi dolor se doblegaba un poco. Practicamente me arrastró hasta cruzar la puerta y salir al patio frontal.

    Dio la media vuelta y me jaló hasta su auto con el motor encendido. Sin sutileza abrió la portezuela del asiento trasero y literalmente me arrojó adentro del carro. Ágilmente alcé las piernas antes de que esta se cerrara, ni siquiera esa consideración tuvo, de un portazo así me hubiera amputado las piernas.

    Sesshoumaru se dirigió al lado contrario para entrar por la puerta, sin entender que había pasado aún, el coche arrancó y en un instante estuvimos fuera de los terrenos de su propiedad. El malestar que me regresó a la realidad de la situación, en mi antebrazo un moretón se estaba gestando con violencia, tuve miedo de mirar, pero tenía que hacerlo. De algún lado reuní el valor suficiente y el pavor me invadió por dentro, inclusive la sangre brotaba de pequeños surcos en mi piel. ¿Acaso tenía garras?

    No me atreví a más, quise hundirme en el silencio mas profundo. No sé que pensar o creer, si este hombre es igual de sádico todo el tiempo. Tengo miedo por mi vida, por Rin, por la señora Kagura. Jamás pensé que alguna vez fuera a temer tanto aun sólo hombre por culpa de una acción tan simple. —Deja de lamentarte y sígueme.

    —S-si. —Respondí con la garganta irritada. Tan absorta estaba en mi misma que no supe el momento en que llegamos a una edifico de gran tamaño. El color neutro lo dejaba ver tan elegante y sofisticado, pero a la vez tan sombrío y oscuro. Digno de tal hombre.

    El marco de la entrada era una escala de grises, con tonos blancos. La puerta hecha de cristal fino, y a los lados decoraciones en madera. Cruzamos la puerta y las recepcionistas saludaron con amabilidad, una de ellas notó el moretón en mi antebrazo que vanamente intenté ocultar. Pero la intimidación que les daba su jefe bastó para que ignoraran lo que acababan de ver. Suspiré pesadamente detrás de los pasos de mi verdugo. Ahora sé que haber aceptado venir desde un inicio fue mi peor error.

    Subimos por el elevador y llegamos hasta el decimoctavo piso del enorme edificio. Era el último de todo el lugar y la oficina principal del líder de la empresa Taishou. Él caminó hasta su escritorio y de uno de los cajones frontales, más precisamente el de la derecha, sacó un pedazo de papel que colocó sobre el escritorio. Con su rostro contraído en una mueca siniestra se recostó en su asiento de piel. —Tómalo, esa es tu razón.

    — ¿De la venganza? —Pregunté suavemente, sin recibir una respuesta. Los sentimientos se arremolinaban en mi mente, dejándome sin posible respuesta ante ese silencio. Como quisiera obligarlo a dejar de lanzar esa mirada tan insistente, como si me diera una orden. Una orden que no deseo cumplir, por el temor de la verdad. Cautelosamente tomé el documento, era un papel notariado donde hablaba acerca de mi matrimonio con Inuyasha. — ¿Qué significa esto?

    —Es tu acta de matrimonio con él…—Agregó fríamente, su expresión se mantenía impasible. Ni rastro quedaba ya de la sádica mirada que me dio cuando lastimó mi brazo. Ahora sus ojos ambarinos me clavaban un jamás has estado divorciada.

    —No…No lo entiendo…—Parafraseé confundida. ¿Para que me mostraba aquello? Juntó a ese papel otro más fue colocado, resaltando entre toda la tinta negra la palabra testamento.

    —InuYasha te engañó…—Se levantó de su asiento para colocarse frente a mi, de forma amenazadora. El ambiente comenzaba a cargarse de una sombría aura que emanaba ese hombre, cada vez estaba más nerviosa. Juré que podía ver las chispas de fricción en el aire tenso. Como si se incomodara tanto como yo. Sesshoumaru se inclinó hacia, quedando sus labios a unos milímetros de mi oído, su aliento era frío, helado y por la proximidad conseguí leer esa sonrisa en sus labios, la que me robaba el aliento para dejarme sin pulso. —Por dinero…—Susurró débilmente.

    InuYasha… Él… Es un maldito traidor. ¿Por dinero?

    — ¿¡Que diablos tiene que ver mi matrimonio con ello!? —Pregunté furiosa. Nada tenía sentido, no era capaz de hilar la historia detrás de ese documento maldito.

    —El testamento de mi padre. —Acotó rápidamente. —La herencia que le correspondía es la razón por la que te pidió matrimonio en primer lugar.

    Los latidos de mi corazón se acrecentaban a tal punto, que ya era posible escucharlos resonando por todo ese elegante edificio sin necesidad de enfatizar el oído. La vergüenza se apoderó de mis mejillas cuando pensé en la posibilidad de que ese sonido retumbara en el hombre frente a mí que me veía con una expresión tan intransigente.

    Inexplicable, una mezcla entre dicha e inexpresividad por el rostro tan desencajado y desconcertante del que era víctima en ese ataque de miedo, pánico. Las palabras me herían y laceraban menos que ese sentimiento de podredumbre emergiendo de mí, algo que hacía que mi alma fuera cubierta de un manto negro e inmenso que la atrapaba, no quería dejarla marchar.

    Los colores neutros a mi alrededor comenzaban a girar, simplemente no conseguía mantenerme de pie. Con una inclinación leve de mi cuerpo me apoyé en el escritorio delante de mí, ocultando el rostro para no ser descubierta.

    Jamás había sentido tal tipo de emociones, haciendo el efecto de su fuerza aún mayor sobre mi cuerpo, delicado por los incidentes anteriores. Al ver la madera de caoba apareció en mi mente la imagen de un reflejo, el mío, como si estuviese frente a un espejo en aquellos instantes. El café rojizo que yo reflejaba por la rabia y el llanto contenido de mi ser, la boca en una contractura desagradable, la mejilla derecha hundida por la misma acción. Parecía en realidad como un demonio en transformación.

    Lo sabía, era la rabia del momento y sin embargo no era capaz de detenerme. —Sesshoumaru…—Sentí la garganta rasposa, la hiel impedía dar salida a mis palabras, pero aún así. Aún así lo diré, lo que pienso sobre ese maldito traidor que no le importó jugar con mis sentimientos por algo tan insignificante como el dinero. —Quiero ayudarte.

    Esto era aquello a lo que llamaban comúnmente, un alma envenenada de rencor. El odio que todos sienten en el fondo contra quien los hiere, los irrefrenables deseos de venganza para la persona aborrecida… ¿Todo eso entraba en mi alma así, tan fácil?

    Si me hubiera detenido a pensarlo solo un segundo, quizás me habría dado cuenta de que mi reacción era la peor en esas circunstancias. Mi boca solo dictaba lo que mi mente pensaba, alguna especie de venganza, la que fuera, por tan vil engaño, pero ni siquiera me detuve a ver si la información era falsa o las razones de él para tenerme a su lado. Si lo hubiera pensado…

    Pero no lo hice.

    Gracias al movimiento involuntario de la caída de mi cabello, él no podía observar aquello. De hacerlo en ese momento sentiría que había una necesidad insistente de desahogarme con la persona frente a mí.

    Alcé un poco más el rostro para descubrir frente a mí una rosa de excéntrico tono carmín, de un voluminoso tamaño y pétalos tan relucientes como las joyas. Una rosa tan suave que desprendía un inigualable olor, pero era sostenida por ese hombre, del cuál no supe en que momento estuvo frente a mi con un inexpresivo rostro, como una indiferente amabilidad. El significado de este movimiento iba más allá de lo que yo jamás pude imaginar…

    Abrí los ojos de completa sorpresa, mientras el insistente aroma de la rosa cada vez me parecía más a un suave veneno que me consumía las entrañas. —Tómala de una vez… ¿O es que te has arrepentido? —Son desconcertantes las actitudes que tiene. Mi dorso quedó completamente erguido para confrontarlo.

    — ¿Una rosa? —Pregunté desconcertada. —Creí que buscabas conseguir que aceptara tu venganza. —La misma sonrisa retorcida con la que me imaginé a mi misma fue la mueca de su rostro, sus ojos enardecidos y brillando de una manera tan agresiva, arrogante y engreída, era como leer aquellos pensamientos oscuros de los que su mente se regía.

    —Nunca he dado un paso sin saber el motivo. —Retiró su penetrante mirada, girando su cabeza a la puerta de la entrada de la oficina, como si esperara algo en cualquier instante. —Considera esa rosa como nuestro pacto sellado. Piensa en ella como la relación que llevaremos de ahora en adelante…—Aún sin mirarme podía deducir los inusuales destellos de sus ojos fríos, de algún modo, en tan poco tiempo, aprendí a interpretar esos imperceptibles gestos con alguien más…

    Un pasado oscuro que gobernaba todo mi ser me enseñó a leer esas siniestras emociones de los ojos. Una mano debilitada llegó hasta mi rostro para apretar entre mi pulgar y el índice la barbilla, pensando en la razón de mi tardanza para comprenderlo a él.

    —No creo que hubiera una persona que llegara a comprender tus palabras, sin embargo…— Asombro. Fue la siguiente expresión que intuí, eso por no querer mirarlo a los ojos. Con la cabeza baja me expresé con algo más de libertad, o al menos eso creía. En cuanto una extasiada sonrisa se concibió contra mi voluntad, mi rostro fue elevado por la mano varonil y cálida de él, quien me escudriñaba sin contemplaciones, seguramente extrañado por esa tranquilidad, de la que yo misma no era consciente.

    —Termina lo que ibas a decir…—Su expresión era como la de unas horas atrás, seductiva, impactante, tenebrosa, parecido a un emperador de la noche, un rey demonio. Entrecerré los ojos al descubrir el suave tacto que ejercía sobre mí, sin rastro de la violencia con la que me trató antes de subir a su auto. — ¿Qué has entendido por mis palabras?

    —Quieres que seamos iguales. —Su voz fría, a pesar de sus actitudes del momento, me sacó de es hundimiento en mis pensamientos que me volvía llevar lejos. Pero sus ojos se vieron envueltos en una manifestación desconocida para él, la incertidumbre. El oro opaco colisionaba violentamente con el destellante color ámbar que luchaba por liberar esa expresión en sus ojos. —Esta rosa tan suave es inofensiva a la vista, hasta puede ser tomada como algo "favorable" para quien no es cuidadoso… Pero las espinas que contiene en su tallo…—El agarre fue descendiendo lentamente hasta que su mano se desprendió totalmente del tacto con mi piel, su mano continuó hasta colgar en el aire.

    — ¿Eso es todo? —Preguntó vagamente interesado, aparentemente, pero sus acciones lo traicionaban. Rió instintivamente. —Interesante reacción la que tienes ahí…

    — ¿Eso crees? —No creí que lograra algo más allá de desprecios con ese hombre, pero estaba completamente equivocada. Mis ojos llenos de determinación, enmarcados en el sentimiento de rabia y sufrimiento fueron su deleite personal por instantes, parecía disfrutar con mi dolor.

    Estaba aceptando una venganza que no me pertenecía. Y los límites que podría cruzar jamás fueron contemplados. Creí que realmente no seria algo serio. Creí que no es que fuera a lograrlo, pero al menos quería intentar mostrarles a los hombres de esa familia que podía defenderme.

    Las espinas son una defensa de la rosa, pueden ser tan hirientes… Más aún cuanto más grandes sean éstas. Entre más crezcan más daño causan y, por consiguiente, más engaña la belleza de la rosa.

    La yema de mis dedos fue suficiente para acariciar uno de los pétalos suaves y desprenderlo, poco a poco, descendí el mismo hasta el tallo, rozando las espinas filosas. Un pequeño corte con ella me causó una débil punzada de dolor que ignoré por completo. Algo tan minúsculo nunca más volvería a detenerme.

    —Exactamente…—Sentenció con su cortante voz. El ambiente tenso entre ambos se había despejado, pero dejó en su lugar un viento gélido cargado de odio y veneno que amenazaba a todo ser viviente que tan siquiera lo aspirara por segundos. Una creación que sólo dos personas como nosotros podríamos soportar. Volví a jurar que sería solo por ese momento. —Al menos una niña como tu logró entenderlo.

    Extrañamente no me enfureció eso de ningún modo. Una joven que se casó a los dieciséis años con una persona de veinte no era un adulto por el simple hecho. Aunque si las edades se comparaban, yo era alrededor de diez años mayor que este, el hermano mayor. Que para mi pesar nunca había escuchado de él ni por error de "mi marido" —Aunque, no es solamente por eso…

    Las palabras quedaron al aire en cuanto Taishou se marchó, con una última sonrisa.

    Lo seguí en cuanto me di cuenta de ello, pero al cruzar el umbral el pasillo parecía solitario. El miedo sucumbió mi cuerpo entero de forma atroz al pensar que me dejó atrapada en un lugar como ése, sin saber a donde más ir. No sabía la dirección de la oficina, ni la de la casa, todo por culpa de ser una foránea de esta enorme ciudad. Mis brazos se aferraron uno al otro, acunándome en la soledad de la indiferente oficina.

    No, la posibilidad de que me abandonara en este instante, justo después de cerrar un pacto era improbable… Sabe bien que si se atreve a hacer tal cosa los acuerdos entre nosotros quedarían afectados deliberadamente.

    Fue así que la preocupación en mí se disipó y me dejó pensar en las últimas acciones más detalladamente. La sonrisa y las palabras que claramente evidencian un significado oculto, algo que se supone no debo descifrar. Algo que no me había dicho aún.

    ¿Cómo sabía él la situación de mi matrimonio?

    La rosa entre mis manos fue presionada levemente por mi palma, al sentir que la frustración carcomía mi ser. Tantas noches de llenarme de amargura por un tipo como ése y ahora soportar lo peor, una venganza que acepté por la ira del momento, como si todas mis emociones negativas fueran alentadas por las simples palabras y efectos que tenía ese hombre.

    Esos sentimientos nocivos se adueñaron de la situación, aunque de alguna manera… La rara percepción de compartir algo con él, aunque fuera la venganza, me llena de un estremecimiento inusual.

    El meterme tanto en esos pensamientos me impidió darme cuenta del sonido del ascensor llegando hasta el piso donde yo también me ubicaba.

    El lugar era enorme y lleno de oficinas, en el extremo derecho del pasillo podía ver a su secretaria. Una buena señal, a ella podría preguntarle como largarme en caso de que Sesshoumaru me hubiera dejado tirada. El timbre del ascensor sonó al tiempo que las puertas se abrían de par en par, dejando ver entre ellas a alguien familiar…— ¿InuYasha?

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    N/Kou: ¿Acabé? ¡ACABÉ! Yep, lo siento. Este capítulo fue taaaan complicado de editar, puesto que quería hacer la molestia de Kagome más creíble, y puesto que cambié completamente la situación de su divorcio me lié toda. Por si alguien aún tiene dudas, resumiré: Kagome, en un arranque de rabia momentánea aceptó ayudar a Sesshoumaru. Ella quería vengarse, solo que su idea es bastante infantil, lo que no sabe es que aceptar a yudar al hermano mayor será peligroso y peor de lo que se imagina.
     
  11.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

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    Título:
    Pensé que era amor [Sesshome]
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    Género:
    Romance/Amor
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    Título: Pensé que era amor.

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    Disclaimer: Todos los derechos de creación de InuYasha son de la maravillosa Rumiko Takahashi. Inu no me pertenece.

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    El veneno de la Flor

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    ¿Ha existido algún recuerdo que se desvanezca en la nada? Algo doloroso y presente, tan intrínseco que forma parte de la realidad, y aun así, la sensación de que esa memoria desapareció hace mucho tiempo atrás. Atrapado detrás de la máscara, oculto en un tenebroso lugar, dónde resulta imposible ver nada más allá de la tenue oscuridad, asfixiando las luces en agonía que eran incapaces de escapar.

    La desbordante sensación me embriagaba de melancolía. Con esos bellos ojos dorados como último pensamiento.

    Las situaciones de una vida que intenta reacomodarse son inexplicables, y tarde o temprano todo llega a caer por su propio peso. Dios tiene una particular manera de manejar al Universo para poder reírse de mí. La vida parecía ser algo así, un intento de recrear los momentos, el punto de quiebre en el que me vería forzada a decidir un camino a seguir.

    El destino se empeñaba arduamente en darme tragos amargos constantes.

    Antes el sonido del ascensor giré precipitadamente, no fue una reacción que planeara. Miré con detenimiento cada detalle metálico, teniendo la tonta duda en mi mente acerca de la figura que atravesaría esas puertas. Pensé, que si esas eran las oficinas del dueño como suponía, sería alguien importante que podía darse el lujo de ser recibido en persona por el mismísimo Sesshoumaru, o bien era ése demonio.

    Un mal presentimiento me invadió de inmediato. No tardé mucho en obtener a la respuesta exhibiéndose con descaro frente a mis ojos.

    La gruesa capa de metal, poco a poco, empezó a separarse, y lo primero que pude distinguir fueron esos mismos ojos tan brillantes como el oro que una vez me juraron amor. Su mirada coincidió con los mía, exactamente en la misma expresión de desesperación. Sus pupilas tan dilatadas como las mías, por la impresión, el gesto torcido de desagrado, las cejas enarcadas dando énfasis a aquella realidad implícita en el aire, ninguno esperaba vernos nuevamente.

    Al menos, en ese preciso instante y lugar. — InuYasha…

    —Idiota…—Escuché salir de sus labios, sin creerlo. La tristeza cedió lugar ante la rabia abundante que fluía de mi interior. Ese engreído pedante, además de ser un mentiroso y excelente actor, hasta el punto de hacerme sentir culpable por él en vez de mí, se atrevía a llamarme idiota.

    —Jodete imbécil. —Exclamé. No pareció importarle demasiado mi respuesta.

    — ¿Qué rayos haces en este lugar? —Con agresividad me tomó del antebrazo, en la misma maldita zona donde tenía la lesión. Un gemido de dolor se escapó de mi boca, lo que provocó que él me soltara con rapidez. Sus labios formaron un silencioso perdón que me atreví a ignorar.

    Lo aparté de inmediato.

    Antes de saber la verdad, hubiera creído por un momento que mis palabras podrían haberle afectado, pero ahora todo era distinto. Me crucé de brazos, teniendo cuidado de no espinarme con la rosa que traía, y di media vuelta para no encararlo. Debía evitarlo a toda costa, e incluso, aunque en el lejano caso de que estuviera volviéndome loca y fuera a quedarme con él, no estaba segura de que consecuencias tendría con el hermano mayor si me veía a su lado.

    —Me lastimaste.

    —Feh. —Masculló. Hizo un gesto indignación. —Apenas te sujeté. —El sonido de sus pasos me hizo temblar.

    InuYasha se acercaba a mi cuerpo con lentitud. Sus manos grandes y cálidas se colocaron con delicadeza sobre el moretón, me mordí el labio para ahogar el grito de dolor que quería salir de mi garganta. Sus dedos tomaron el borde de la manga de mi blusa, misma que me coloqué para ocultar la marca morada que quedó expuesta. —No lo hagas…—Murmuré. Era tan vergonzoso, ni siquiera mi voz sonaba intimidante.

    — ¿Quién te hizo esto, Kagome? —Preguntó con suavidad. Él estaba apelando por ese lado tierno y protector con el que me hacía suspirar. Respiré profundamente, tratando de controlarme, debía recordar la manera en que usó, debía repetirme que todo era una farsa.

    —No creo que te interese. —Respondí, tajante. Mordiendo las palabras con recelo, queriendo retirarme de esa posición tan vulnerable. No, era una gran mentirosa. Aunque estuviéramos a miles de kilómetros de distancia yo seguía siendo vulnerable a su presencia y su figura porque lo seguía amando. Para mi desgracia el amor no se disuelve de la noche a la mañana. —Me repetiste hasta el cansancio que lo nuestro ya había terminado. —Reclamé, sus ojos se oscurecieron, mirándome tan fijamente.

    —Era necesario…—Musitó, un tono demasiado ronco para mi gusto. Había algo muy extraño en la forma que lo expresaba, su expresión era sombría y confusa, como si ocultara algo más detrás de aquella frase sin sentido.

    Traté de soltarme en vano. Sentía que en cualquier momento podría llorar. Aquellos brazos seguían tan cálidos como los recordaba y su cuerpo seguía regalándome la falsa sensación de ser amada. Estaba completamente aterrada, mis emociones podrían traicionarme, quedarme en ese lugar era la mayor imprudencia que había cometido en mucho tiempo.

    No tenía ganas de hablar. A veces es mucho mejor dejar de hacer preguntas, porque las respuestas pueden hacerte cambiar la forma en que ves el mundo y las situaciones. Y no quería ser consciente de que mi corazón se negaría a borrar este sentimiento. —Kagome… Sé que no me puedes creer, pero de verdad te he extrañado…—Me atrajo hacia su cuerpo con cuidado, como si no quisiera romperme. Justamente así me sentía, hecha de cristal, como si al momento en que me soltara me destrozaría en mil pedazos, una vez más. —Dime quien te lastimó… Por favor.

    — ¿Me crees estúpida? —Mi voz salió fuerte, desconocida. — ¿O eres tan imbécil como para pensar que yo vuelvo a caer tan fácilmente?

    El ansía de vengarme nació de mi alma, cuando el temor de creer que todo estaría bien estuvo a punto de devorarme. A un instante de volver a caer. Pero oírlo hablar era demasiado doloroso, porque seguía dándome esperanzas y ya no podía tolerarlo, no permitiría que volviera a jugar con mis sentimientos, tratándome como si me quisiera de verdad.

    — ¿De qué hablas? —Sus manos comenzaron a aferrarme más, tenía que encontrar la manera de liberarme antes de caer. Mi mirada se encontró con la rosa que residía escondida entre la tela de mi ropa y una idea cruzó mi mente rápidamente: enterrarle las espinas de la flor. Con la poca fuerza que pude ejercer, elevé la rosa hasta por debajo de su antebrazo y ejecuté mi plan. — ¡Maldición, Kagome! —Exclamó molesto, las espinas se enterraron en su brazo.

    —Tranquilo…—Sonreí, antes de quedarme en blanco. Su expresión… Tenía tanto de no verlo en ese modo, como un niño malcriado. Pero no duró mucho, su rostro se transformó en algo tosco y lascivo, los ojos dorados se hicieron inescrutables y fríos, el hombre que se erguía frente a mí me mostró una expresión de desconfianza y un brillo que bien conocía, pero esta vez de una manera más salvaje y encolerizada. —Sólo es una rosa.

    —Una rosa roja… Tu favorita.

    — ¿Y qué con eso? —Bramé enojada. Ni el hecho de que hubiera tanta distancia y dolor entre ambos cambiaba mi carácter frente a él. InuYasha se veía extraño, esa sensación tan familiar que ya conocía. Pero el recuerdo de aquellas ocasiones no se parecía en nada, triste, pero a la vez furioso… Capaz de moler a golpes a los hombres a mi alrededor… Apegándome a su cuerpo cada vez que alguien me miraba… Celoso. —No tienes derecho a reclamar nada.

    — ¿Quién te la dio? —Preguntó cerrando el puño. Obtuvo silencio de mi parte— Te pregunté algo, Kagome… ¿Quién te regaló esa maldita flor?

    —Te he dicho que no tienes derecho a reclamarme… —Se acercó a mí con altivez, recordándome con esa burla en el rostro que su estatura me amedrentaba. Maldije entre dientes por estar intimidada frente a un tipo que no valía la pena. —Nada…—Volví a pronunciar la palabra, esperando dar énfasis a esa situación.

    — ¡Eso no es verdad! —Estalló él, causando incertidumbre en mi mente. No iba a confesarle la verdad, pero si el sacaba el tema, mi autocontrol fallaría y mi carácter impulsivo me obligaría a gritárselo en cara. —Tú me perteneces, eres mi Kagome…—Dijo desesperado. — ¡Y eso no va a cambiar porque yo…!

    — ¿Te mentí sobre el divorcio…? —Pregunté con ironía. Tal como imaginé, el control de la situación no era mío, sino de él. Alcé la mirada para ver su reacción, imaginaba una sonrisa burlona y arrogante, como las que siempre utilizaba para defenderse, sin embargo era todo lo contrario a lo que pensé. Su semblante lucía opaco y sin vida. — Eso era lo que ibas a decir, ¿no es verdad?

    — ¿Cómo lo sabes? —Cuestionó con su voz apagada, seca. Le vi tragar duro, seguramente su garganta estaba reseca por la impresión. Me presionó en la zona del moretón, y nuevamente el dolor me invadió, no contuve la mueca de dolor e InuYasha lo notó. — ¿Fue el mismo que te hizo esto o el infeliz que te dio la rosa?

    —Es el mismo…—Reté. —El moretón, la rosa y lo más importante…—Su atención se concentró en mí, y no pude evitarlo, me sonrojé. La misma estúpida reacción de siempre. —La verdad. —InuYasha sonrió con satisfacción a lo que me provocaba, pero sus ojos aún se veían tristes, mezclados con un tinte de amargura.

    — ¿Y quién es ese imbécil?

    Negué con la cabeza y él se enfadó más, pero yo no le daría la respuesta. Parecía ser aún más celoso y posesivo de lo que soportaba meses atrás, sus brazos buscaron mi fina cintura y la apresaron de esa manera que me provocaba tanta ansia de besarlo.

    El contacto de su piel áspera y caliente en mi cuello fue torturante y delicioso, sus dedos delineando el recorrido hasta mi clavícula, dejándome al borde un abismo. Ni todo el odio, rencor y desprecio me hacían volver a la realidad, o tal vez yo no quería hacerlo. Porque pensar tan sólo por esos momentos que el amor estaba ahí, que sus mentiras tenían una razón de ser y que sus caricias sanarán la herida de mi corazón me parecía una mejor idea.

    El ardoroso aliento que emanaba de sus labios me hizo pensar más allá de la situación, un débil temblor en mi cuerpo fue la señal que lo detuvo por instantes.

    Repasé en mi mente las consecuencias de que todo eso sucediera…

    Dejándome llevar por la situación tan sólo me lastimaría aún más de lo ya sufrí. Su mano tomó mi mentón, guiándome hasta su boca. Por estar hundida en las dudas no me di cuenta de cuando él ya me había dado la vuelta y apresado en sus brazos, apegándome a su pecho.

    Abrí los ojos desmesuradamente al saber lo que pretendía, y lo estúpida que era yo al dejarme llevar tan fácilmente, intenté empujarlo con mis manos, pero era demasiado fuerte, sus labios estaban a unos milímetros de rozar los míos…—No, InuYasha…—Supliqué con la voz dudosa, ni siquiera yo estaba segura de querer rechazarlo. Pero él parecía no escucharme.

    —Kagome, yo…—Me susurró antes de acercarse más, pero algo extraño sucedió entonces…

    El beso nunca llegó y sentí mi cuerpo siendo jalado con fuerza bruta, en la misma área del moretón. Debía hacer algo pronto o todos podrán aprovecharse de esa herida. Cerré los ojos, agradeciendo mentalmente a mi salvador, aunque… Debía admitir que no me hubiera importado que me dejara atrapada. —Maldito idiota…

    — ¿Por qué, InuYasha? —Escuché la voz tan fría y distante que reconocería en cualquier lado, por el agarre de mi antebrazo ya sabía de quien se trataba. ¿Qué pensaba hacer ese hombre? No quiero abrir los ojos. ¿Me dejaría escabullirme por algún lado, lejos de los dos? — ¿Interrumpí en un mal momento? —El sarcasmo era notable en su voz, y la furia también.

    —Lo sabes perfectamente. —Un gruñido se escapó de su garganta y quise huir, sabía lo que se aproximaba, una pelea entre hermanos. Pero yo no quiero ser la causante de algo así, reuní el valor y abrí los ojos, justo en el momento que ambos caminaban para encararse. — Tú fuiste quien le hizo eso… —Señaló mi brazo. — ¿Verdad, Sesshoumaru?

    —Aunque no debería importarte, hermanito…—Y la palabra fue escupida con odio y veneno. Me pregunté a cuánto llegaba el rencor entre ellos como para tratar de asesinarse sólo con el pensamiento. ¿Qué sucedió entre ellos para mirarse con tanto resentimiento? —Te lo diré… Un accidente.

    — ¿Eso es verdad, Kagome? —Me cuestionó, con desconfianza.

    —Sí. —Asentí de manera automática, meneando la cabeza de arriba a abajo.

    —Fue por eso que le regalé la rosa. —Al escuchar esas palabras ladeé el rostro, para ver que expresión tenían ambos en ese momento. Sesshoumaru sonreía arrogantemente, y entendí que era una provocación directa a InuYasha, que en cambio, enarcaba sus cejas totalmente frustrado. ¿Tanto le afectaba? — ¿debería disculparme con ella?

    — ¿Disculparte? —Pronunció confundido, tanto incluso más que yo por el repentino interés de ser amable. — ¿Con ella?

    —Con mi prometida.

    Ni el sonido de los malsonantes gritos y reclamos, los objetos que fueron arrojados al suelo y una voz que me reclamaba una explicación que ni yo tenía me trajeron de vuelta a la realidad.

    El sinfín de maldiciones e improperios al no recibir respuesta y la puerta azotándose con violencia desmedida apenas y logró un poco de mi atención.

    — ¿Prometida?

    Dios, empezaba a arrepentirme tanto de aquél trato…
     
  12.  
    Kourei

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    Pensé que era amor [Sesshome]
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    Romance/Amor
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    O

    Trato corrupto

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    —Reacciona mocosa, no tengo tiempo para tus estupideces. —La cruel voz que me llamaba a la realidad apenas consiguió hacerlo.

    —Yo… no entiendo. —Las palabras salían susurrantes de mi boca. La impresión era mayor de lo que alguna vez pude imaginar. —InuYasha…

    —Ese idiota ya se largó. —Su sonrisa triunfante me enfureció.

    — ¿Por qué le dijiste algo como eso? —Reaccioné. Quería respuestas. Si algo tan venenoso como eso iba a ser la venganza, estaba arrepentida. Maldije mentalmente aquella extraña oscuridad que recorría mi cuerpo cuando estaba junto a él, estaba haciendo justo lo que él quería. Aquél el hombre me utilizaría bajo cualquier situación, y yo de idiota se lo facilitaba más.

    —Es la verdad. —Sentenció de manera frívola. ¿Qué era lo que estaba ocurriendo? El oro que desprendían sus ojos se veía opaco, sin vida. Era de tonalidades negras, como si en ellos se mostrara la maldad que residía en su interior. —Y tú no tienes nada que reclamar, has aceptado esto.

    — ¿Yo? ¿En que momento acepté ser la prometida de un hombre casado, por venganza? —Fruncí el entrecejo, ya recuperada de la fuerte impresión. Hombre sin escrúpulos, sin corazón, muerta tu alma y vacío tu interior. Tus ojos roban la vida que necesitas para subsistir, pecado el mirarte y admirar el exterior. —No puedo creer que seas tan distante a lo que aparentas.

    —Créeme que, contrario a lo que piensas, me es grato oír eso. —Su posición se mantuvo igual, de pie frente a mí, observándome como una insignificante basura que sólo en ese momento le era algo útil. El desafío que me lanzaba consistía en mirar el ámbar de esos crueles ojos, que penetraban tanto en mi maltratada y ensombrecida alma. Debía mantenerme firme ante él. —Te casarás conmigo, porque así lo quiero yo.

    —Te recuerdo que ya tienes una esposa, no creo que te convenga hacer todo esto fuera de la ley. —Lo desafié, y anteponiéndome a la situación, lucré con mis emociones escondiéndolas en un profundo rincón. Ellas no se mostrarían en mis cuencas cafés, él no me vería menos que lo que ya me sentía entre esos hermanos.

    —Mi matrimonio con Kagura está por terminar.

    — ¿De que manera? ¿Ya han tramitado los papeles del divorcio?

    —Hablas demasiado…—Sonrió lascivamente. La sangre me hirvió en las venas, el calor se apoderó de mi rostro. Nunca había experimentado tanta rabia e ira acumulada por un simple hombre, ¿Qué tenía él que me desquiciaba tanto? —Ella lo sabe perfectamente, que nuestro matrimonio fue un convenio. El tiempo estipulado en el contrato está por terminar, al igual que el matrimonio.

    —En tu mundo, todo son negocios… —Mascullé entre dientes. — Lo más importante para ti es el dinero… —Pensar en lo idénticos que eran esos hermanos, a pesar de su temperamento tan distinto era realmente frustrante. Abrí los ojos un poco más de la cuenta al notar mi grave error, Sesshoumaru me miró intrigado. —Yo… Creí por un momento…—Callé inmediatamente, mis pensamientos no debían exteriorizarse.

    —Eres una mocosa interesante, lo supe desde la vez que te conocí…—Se acercó, tomando con su mano mi mentón. La fuerza que empleó para ello me lastimó un poco, pero no quise demostrarlo. Era más atrayente escuchar sus razones para odiarme, de la misma manera en que yo lo hacía con él. Su mirada dorada me escrutaba con firmeza, las piernas me temblaban con violencia. —Lo mejor de ti es, que me eres completamente manipulable.

    —No voy a seguir, buscaré mi manera de hacer las cosas. —Una sonrisa vacía me fue dedicada, a pesar de toda esa fuerza que me obligaba a retirarme aún persistía, a pesar del miedo. El terror. La humillación. —Si piensas que puedes controlarme, estás muy equivocado.

    —Entonces, demuéstramelo…—Inquirió con sus afilados orbes, oscurecidos por la soberbia. —Acepta lo que te propongo y hazme saber que puedes manejarme. —Me soltó con brusquedad, pero ya no sentí nada. No sabía que era más lamentable, que unas horas de conocerlo ya me parecían normales esas conductas tan agresivas conmigo o el hecho de que yo las soportara.

    —No puedo, ni quiero. Sigo casada, ¿lo recuerdas?

    —De eso ya me he encargado, el veredicto el divorcio se da mañana. —Avanzó hasta el ascensor, ignorando mi incomodad por quedar con respuestas tan cortas. —Tu divorcio está garantizado por el juez, quien es un amigo mío. —Presionó el botón del ascensor, las puertas se abrieron por completo. Se adentró en él, evitando encontrar el contacto visual que yo intentaba.

    —Dinero…—Susurré. — ¿Lo has sobornado? —Dije más para mí, que para ese hombre.

    Las puertas se cerraron, pero en el último instante pude apreciar una sonrisa que me heló la sangre. La explicación de ese sentimiento que me embargó no estaba en mi mente, todo estaba mezclado en una serie de sucesos, satisfacción, orgullo, maldad… ¿Y melancolía?

    Eso era lo que más me intrigó al final, ¿acaso también se mezcló la melancolía?

    O

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    El agua fría que resbaló por la piel amoratada, dolió mucho más cuando cayó el alcohol de una gasa remojada en él. El olor me llegó hasta la nariz, asfixiándome por segundos. La voz suave y aterciopelada que me llamaba parecía feliz, no entendía la razón.

    Desde que regresé de la oficina los trances en que caía mi mente eran más frecuentes, no tenía idea de lo que pasaba por mi cabeza. Los instantes de felicidad y penas se balanceaban en la báscula que no daba el favor a nadie. Las memorias de los días difíciles parecían un sueño borroso que me hacía preguntarme si en realidad había sucedido.

    Y dentro de todo, siempre estaban esos dos. InuYasha contrapuesto a Sesshoumaru. Un hermano reemplazando al otro en casa visión. ¿Quién de los dos era peor? —Kagome, tienes suerte…—Comentó la pequeña niña que me atendía.

    — ¿Porque lo dices? —Pregunté con la voz tortuosa. Dolía demasiado la curación de la herida, pero era necesario. Nadie debía seguirme mirando de esa manera, con lástima ni vergüenza.

    —Mi padre fue muy considerado contigo. —La pelinegra colocó una gasa sobre las pequeñas cortaduras, donde las uñas de ese idiota se habían enterrado como garras. —Creo que le agradas mucho. —Sonrió feliz, por terminar su labor.

    —Yo no lo pienso así y la prueba es este moretón. —Señalé la tan mencionada herida. Estaba harta de verla y acordarme de lo ocurrido.

    —Al contrario, esta lesión es la prueba de lo que digo. —La miré desconcertada, ella asintió muy feliz. Nunca vi a una niña sonreírme con tanta ternura como la que ella me brindaba, era la sensación de paz que me mantenía lúcida en medio de tanto caos en mi vida.

    —Eres demasiado buena Rin, amas mucho a Sesshoumaru.

    —Si mi padre lo hubiera querido, incluso pudo romperte el brazo. En cambio, el moretón fue la única consecuencia. —Tomó entre sus delicadas manitas la zona herida, alzando sus brillantes ojos cafés. —No debería decírtelo, pero si enterró sus garras fue a propósito. Quería que la sangre circulara y el moretón no fuera tan grave.

    — ¿Quieres decir que tuvo culpa? —La pequeña meneó la cabeza afirmativamente. — ¿Estás segura, Rin? Es decir, ese Taishou es un hombre que no tiene corazón…

    —Es molesto que pienses que miento, tía…—Se cruzó de brazos, realizando un berrinche. Era verdad, no tenía porque decirme mentiras, pero ese gesto de inflar sus cachetes me provocó una risa espontánea. — ¿Y acaso recuerdas que estás hablando mal de mi padre?

    —Perdón. —Se arrojó a mis brazos, escondiendo su rostro en mi pecho. El aroma frutal de la niña invadió mi nariz, llenándome de recuerdos del pasado, cuando hacía lo mismo con mi madre.

    —Kagome, me recuerda tanto a mi madre. —Paseé la mano por su cabello negro, tan sedoso y exquisito como la seda. —Ella era algo inexpresiva, pero siempre decía que me quería mucho. — ¿Quién sería su madre? Verla a ella, esas palabras, me recordaban a una persona especial que yo tuve hace mucho tiempo. Una mujer que, decían, se parecía físicamente demasiado a mí, pero su conducta era inexpresiva. —Tú… ¿Quisieras ser mi madre?

    —Rin…

    —Por favor. —El matiz sonrosado que cubría sus mejillas me causó ternura. Suplicaba con la voz tan delicada, estaba tan necesitada como yo.

    Repasé las posibilidades de aceptar esa oferta. Estaba comentiendo una increíble locura por el simple hecho de pensármelo. Es decir, yo era demasiado joven para una responsabilidad de ese tamaño, y mucho más sobre el destino de una pequeña niña desconocida.

    Era cierto que me hacía sentir de una manera que jamás habría esperado. El cariño que le tenía a tan pocos días de encontrarnos superaba los límites que creí tener, por otro lado no podía imaginármela sola en esa enorme mansión, mientras la dejaba atrás. —Rin, no sé que decir.

    —Sólo di que sí…

    —Rin, podría se tu hermana…

    —No, mi madre. —Reclamó. —De verdad necesito que lo seas.

    —Que posesiva. —Exclamé con tono divertido. —No puedo prometerte nada, pero dejaré que me llames de esa manera mientras nos mantengamos juntas.

    — ¡Sí! —Gritó feliz, estrujándome más.

    Un poco de aire salió de mi pecho, pero no le di importancia. En ese entonces todavía no era consciente de la magnitud del problema que me esperaba y las dificultades tan grandes que vendrían más adelante, a su debido momento. Me conformé con pensar que el momento valía la pena solo por esa pequeña, pero tal vez demasiado pronto sería que descubriría la verdad detrás de todo.

    Había aceptado mi condena a cadena perpetua, la idea llegó demasiado tarde a mi cabeza y Rin era inocente de todo. Al menos, eso quise pensar entonces. Pero eso jamás cambió el hecho de que había algo detrás de todo, una razón siniestra que sellaba mi destino, desde antes de encontrarme con esa familia.

    Un secreto que guardaba oculto en mi mente y en las personas a mí alrededor. Tal y como lo había dicho esa persona… fui manipulable, por culpa del afecto que tenía por Rin. Aceptar ser como su madre era una forma más de manejarme a su antojo.

    Ahora existía un lazo que nos unía más allá de las profundas coincidencias en nuestras emociones, en nuestras vidas. Al aceptar a Rin, acababa de aceptar ser la esposa de Sesshoumaru Taishou.
     
  13.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

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    O

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    Las memorias del ayer

    O

    La pálida luz de la Luna solía perderse entre las sombras vagas e indefinidas de la lujosa habitación en que me encontraba, reflexionando. Los segundos del reloj mostraban su seguimiento con cada palpitar apresurado de su sonido. Por suerte, parecía que aún no se habían detenido.

    Porque esa era la sensación del ambiente, que podría palpar el tiempo con mis manos, apreciar cada instante, pensar miles de preguntas a la vez, y tan sólo en todo eso, avanzaba el reloj, un segundo más a la vez.

    Contrario a muchas otras personas, a mí no me resultaban molestos esos momentos en los que tienes todo el tiempo del mundo para pensar, recapacitar cada una de tus acciones, y sentir que la vida puede ser tan lenta, causando el placer de imaginar que vives más.

    Seguía siendo difícil aceptar que toda esta situación se había producido en apenas un par de días. Mi separación, mi encuentro con aquél tipo, su propuesta, el conocer a Rin y sentirme extrañamente encariñada con su manera de ser…

    Todo resultaba tan repentino.

    Lo más curioso era que, a la vez, de algún modo el entorno me resultaba vagamente familiar.

    Giré a la derecha, postrada en mi enorme y cómoda cama. Recordaba con claridad cómo, después de nuestro pequeño encuentro familiar, Sesshoumaru me había ordenado encerrarme aquí. Si me iban a tener como una prisionera más de aquella enorme mansión de locos, lo mejor era aprovechar todo lo que pudiera.

    Incluso, debería asaltar el refrigerador. Ir a robar todos los postres y ver la cara del idiota en la mañana cuando vea que…

    Un momento.

    ¿El señor demonio comerá dulces?

    Podría ser el tema de mi próxima investigación nocturna, cuándo no tuviera nada que hacer cómo en este momento. No sería una venganza si resultaba que a él no le interesaban.

    Vaya, tener tiempo de sobra mientras no puedes dormir es realmente fascinante, me siento como si fuera más libre que nunca, aunque en realidad estaba en una jaula de oro.

    Quizás podría dar un paseo. Asustar gente. No lo sé, cualquier tontería infantil que pudiera ayudarme a descargar algo de mi enojo. No quería pensar demasiado en las consecuencias que habría hoy por la tarde, cuándo ese hombre se enterara que había cedido torpemente a un contrato con el demonio por el capricho de una niña.

    Miré por la ventana con intenciones de detallar más allá. La vista de los multimillonarios era genial, cuándo comprobé, hasta en el cuarto de baño eran capaces de admirar enormes jardínes bellamente decorados.

    Tuve ganas de levantarme y seguir aquél sendero de luz de luna. El claro sin color era cómo un cuadro mágico, pasaje a lo extraordinario. El cuarto menguante era la fase lunar presente en esa noche donde los pensamientos llenaban el lugar.

    Nada de eso resultaría desfavorecedor, si no permaneciera con los brazos entumecidos. Ahora recordaba por qué no había intentado ponerme de pie antes.

    Sentía con cada fibra de mí ser los pequeños espasmos de mi cuerpo acalambrado sosteniendo a otro más pequeño, que me aferraba como si su vida dependiera de ello. Era una sorpresa que la mano con la que mecía sus cabellos en una lenta caricia a pesar de saberla unida al cuerpo, se sintiera ausente.

    Rin había quedado dormida desde hace unas pocas horas atrás, en mi cama, sobre mi cuerpo, y ya sufría las consecuencias de tantas horas de aprehensión. Pero, realmente no podía culpar a nadie, yo misma había tomado una decisión que involucraba esta clase de consecuencias y debía aceptarlo.

    Nang…—Llamó ella, seguramente en un descuido la había hecho despertar. — ¿Qué es lo que piensas? —Su vocecilla socarrona era suave, tenía ese timbre especial de picardía aunque no fuera su propósito. — ¿Nang? —Volvió a llamarme, con aquella palabra tan curiosa, por lo que no pude evitar preguntar.

    Si podía recordar bien, significaba madre, en el idioma chino.

    —Rin. —Respondí. Ella alzó su cabeza para verme con firmeza, soltó una sonrisa y luego retrocedió a su sitio anterior. — ¿Qué ha sido esa expresión? —Cuestioné, intrigada.

    —Es que…—Hizo una pequeña pausa. Parecía incómoda. —Es mi madre, quien vivió casi toda su vida en aquel país. —Sonrió dulcemente, incorporándose de inmediato, el entusiasmo por su siguiente respuesta me hizo curiosear en los brillos de color marrón que se asomaban en sus ojos, clareando en miles de tonalidades del café. —No le gustaba que le dijera madre, porque era demasiado inapropiado para mi educación.

    — ¿Tu educación? —Intervine. —Eso es algo extraño. Nunca he conocido a nadie que le moleste ser llamada madre.

    Al menos, una persona que de verdad quiera a su hija, deseé agregar.

    Pero eso sería demasiado hiriente para ella.

    —Supuse que le gustaría por ser su idioma natal y así fue. —Se acurrucó contra mí, con una expresión triste. —Nunca lo entendí bien, pero respetaba mucho las formalidades. Ella misma me educó para hablar de esta manera que la mayoría de los niños de mi edad no entienden, piensan que soy una rara.

    —Tu madre es la rara. Prácticamente es lo mismo. —A pesar de lo acalambrado de mis brazos tuve el impulso de acariciar su cabello, me inspiraba tanta ternura que me considerara lo suficiente como para llamarme de la misma manera que a ella.

    —…Wo dē xīn gān…—Le escuché susurrar.

    — ¿Pequeña amada? —Cuestioné. — ¿Sabes hablar chino?

    —No. —Negó rotundamente, demostrando su respuesta energéticamente. Ese gesto inocente me arrancó una pequeña sonrisa. —Ella siempre me llamaba de ese modo, wo dē xīn gān, pequeña amada y también wo xiao nui, mi pequeña niña. Sé muy poco sobre el idioma. ¿Y tú, nang?

    —Algo…—Respondí. —La verdad, no lo domino muy bien.

    —Kagura nunca me dejó llamarla de ese modo…—Masculló de repente. Su rostro se ensombreció un poco, pero rápidamente disfrazó su expresión. —Ni siquiera mamá, pero creo que ya no importa. Tú eres mi madre ahora.

    —Bueno, será mejor que te vayas a dormir a tu cuarto. —Con la mirada le señalé la hora del reloj. Exactamente las cuatro de la madrugada. —Te quiero mucho, pero no creo que mi cuerpo aguante más.

    — ¡Lo siento! —Se mostró apenada. —Es que me sentí tan bien que me quedé dormida sin pensar en ti, nang. —Hizo una semi reverencia, y dibujé una sonrisa para tratar de calmarla. En verdad estaba abochornada, y una presión se ejerció en mi pecho, contra el corazón. ¿Nunca recibía cariño de esa manera? —Buenas noches, nang.

    Salió corriendo de inmediato, sin esperar mis palabras para desearle dulces sueños. Aunque por la hora, pensé que prácticamente debería darle los buenos días.

    Suspiré pesadamente, acomodando mi cuerpo sobre el colchón de plumas, sí, era muy suave y cómodo… pero no tenía vida. Era frío, sin sentimientos…

    Por algo dicen que las cosas se parecen a su dueño.

    Las tonterías que imaginé partir de ese entonces me llevaron a sentir la percepción del tiempo más rápida. Aunque, en realidad, unas pocas horas que faltaban para la salida del Sol no eran nada para sentirme apresurada. En días lejanos, cuándo solía asistir al colegio y desvelarme por culpa de las tareas era común que mi cuerpo no se sintiera cansado o pesado si cerraba los ojos unos minutos, a pesar de que no pudiera dormir.

    Cuando el amanecer llegó, apenas los rayos solares abarcaron mi rostro, un fuerte sonido de afuera me causó extrañeza. No era como si tocaran la puerta, más bien era como si simplemente le empujaban con fuerza para abrirse paso, entrando sin permiso y haciendo resonar ecos entre las maderas que conectaban la habitación con el resto de la casa.

    Si, todo era lujo y comodidad hasta que el pasillo de madera vieja daba la impresión de estar encantado.

    El crujido estalló en mis oídos, mientras una silueta travesaba el umbral de la puerta.

    Una hermosa silueta femenina de ojos carmines entró, con una pose arrogante. Vestía un kimono de color rojo, como sus intensos ojos y sus labios, teñidos del mismo color, su cabello arreglado en un sencillo peinado, sostenido por un par de tiras cubiertas de cuencas verdes, rojas y blancas, para acompañar a las dos solitarias plumas que determinaban su estilo oriental.

    La tela estaba decorada con flores del mismo tono verdoso, y miles de tonalidades en los extremos, ramificándose. Su obi se ajustaba a la cintura, delineándola, con las diferentes flores en capullo o recién nacidas. El abanico blanco, con líneas carmines se entreabría, expresando la molestia y la incomodidad por mi presencia, o tal vez por mi mirada tan asfixiante.

    Yo no solía prestar mucha atención a la ropa, pero de verdad, aquella mujer lucía realmente bella con ese atuendo. Sentí un poco de curiosidad de verla en mi "habitación".

    — ¿Señora Kagura?

    —He traído algunas ropas para ti. —Contestó molesta. Una mueca de fastidio se suprimió a la fuerza en sus labios y ladeó el rostro hacia la puerta abierta. Pude observar al resto de trabajadores que la seguían. —Pasen… —Una mujer de mayor edad pasó a mi lado, colocando las ropas que decía ella. Le lancé una mirada interrogante, que pedía respuestas, y que ella logró interpretar muy bien. —Órdenes del señor Taishou, no preguntes más.

    — ¿Eh?

    ¿El demonio? No me atrevía a comentarle a esa mujer mi forma de pensar.

    —Pronto serás la señora de esta casa. Es normal.

    Y así como apareció se fue, avanzando con elegancia hacia la salida. No pude responderle nada debido al impacto de su oración, mi boca aparecía trabada en un tic de balbuceo que me impedía hablarle con seguridad.

    Quería cuestionarle tantas cosas, indagar principalmente sobre su opinión al respecto. Es decir, ella era la esposa actual, ¿cierto? ¿No iba a oponerse? ¿No le diría nada? ¿No iba a gritarle que era una arrastrada, aprovechada, una mentirosa, arribista, o una seductora? Algo, lo que fuera, que pareciera una mujer que estaba dispuesta a defender su matrimonio…

    Sería terriblemente molesto ser catalogada como una mujer fácil y oportunista, pero si ellos no se divorciaban podría escaparme de cualquier plan maligno en el que me tuviera ese hombre ya.

    Otra opción sería abandonarlo todo e irme inmediatamente pero… No estaba segura. No tenía un hogar ya, ni suficientes recursos pues InuYasha pagaba todo y yo…

    Dios, cada vez me siento más idiota.

    En medio de mis vacilaciones la pelinegra ya estaba lejos de mi alcance y me resigné a quedar de esa manera. Intrigada y molesta. Por un pequeño instante creí ver el brillo en su mirada, triste, confusa y… algo más. En el fondo de mi alma, por un instante deseé ver el amor, pero eso era imposible.

    Me estaba volviendo una completa paranoica con tantos misterios que rodeaban a la casa y a esa extraña familia. Al parecer, todos tenían algo que ocultar.

    Me apresuré a tomar las ropas y vestirme con ellas. No debería perder el tiempo en líos que no me correspondían. Miré con detenimiento aquello que me habían traído, la señora de la casa parecía buena en interpretar los gustos de los demás.

    La camiseta era un tono de azul muy bajo, como el cielo, de tirantes y me quedaba como un blusón ajustado a la cadera. De la blusa caían dos capas de la misma tela, cosidas para quedar en ondas que adornaran la sencillez de ésta. Un pantalón apropiado, cómodo, no ajustado pero tampoco demasiado holgado.

    Eran bastante sencillas, justo para una adolescente de mi edad. La idea me dio un poco de tristeza.

    —En verdad parece ropa como la que vestía antes. —Mascullé en un hilo de voz.

    Cuando me casé tenía apenas los dieciséis años cumplidos. Había sido demasiado tonta al creer que había encontrado al amor eterno y que no debía dejarlo escapar, cuando ese hombre me lo propuso. La ingenuidad de la edad.

    Ahora que estoy a un paso de los dieciocho, un año después de aquellos días donde era feliz me pregunto con frecuencia cuánto puede tardar el amor en marchar. Intentar olvidar mis sentimientos resulta doloroso y solo consigo recordarlo mucho más, y en cambio, si no lo fuerzo y sigo adelante sin dejarme llevar por las emociones al menos puedo sentirme en paz conmigo misma.

    Intento olvidar esos sentimientos definitivamente, pero sigue siendo demasiado difícil. Yo, de verdad lo amaba. Pero para mí desgracia el amor no se desvanece de un día a otro.

    Salí del cuarto, necesitaba dar una vuelta.

    Me sentía desorientada respecto a mi posición en casa.

    Según la mujer, Kagura, yo sería la nueva señora, pero ni siquiera estaba segura de querer aceptar un matrimonio que no tenía fecha, ni duración expresas. Vamos, ni siquiera había razones suficientes para que el idiota mayor me dijera que era realmente importante el casarnos para vengarme. O si era suficiente daño como para querer hacerlo, me había dejado dominar por la rabia un instante cuando en realidad, me parecía sorprendente el hecho de que pudiera seguir mi vida sin él.

    No sabía si debía quedarme en ese lugar horrible, si podría estar junto a Rin de ahora en adelante, si tenía que esperar al divorcio del imbécil número dos, o por qué motivo estaba considerando la oferta.

    Todo era incierto para mí. La inseguridad me hacía sentir indecisa.

    — ¡¿Quieres que te diga la maldita razón?! —Escuché a lo lejos. Esa voz tan profunda e irritante lastimó mis tímpanos, a pesar de estar en otro lugar de la casa, por un momento temblé de miedo al escuchar como si lo tuviera atrás de mí. InuYasha era la persona que gritaba. — ¡Eres un bastardo que te aprovechas de lo tonta que es ella!

    — ¿Cuál es la diferencia de lo que has hecho tú? —Esa manera de referirse a la tonta me molestaba. Podría meter las manos al fuego por asegurar que era yo de quien hablaban. Corrí de inmediato escaleras abajo para acercarme a la puerta de dónde salía tal discusión. Caminé por el largo pasillo, dando vuelta la izquierda, guiada por las voces. Él sonaba tan calmo, pero a la vez frío y cortante. InuYasha sonaba desesperado, hasta podría decir que preocupado…—El único bastardo eres tú, y lo sabes, medio hermano menor.

    — ¡No intentes cambiar el tema! —Bramó furioso. Las voces se escuchaban claramente, pero quise acercarme un poco más a ver que sucedía entre ambos. — ¡Tu interés en todo esto es perjudicarme de algo que no tengo la culpa!

    —Compórtate por una vez en tu vida como una persona decente, y deja de molestar.

    —Alguien decente no usa a una niña para manipular a la gente. —Su voz estaba tensa, apenas salía en un hilo de voz. Esas palabras me hicieron interesarme más en la conversación que ahora espiaba. —Le hiciste creer a Rin que ella sería su madre si la convencía, sabías de antemano que ella no podría negarse…

    —Ella podía aceptar lo que quisiera, no la obligué. —Un ruido de una silla moviéndose me alertó a estar preparada. Los pasos se acercaban más y más a la salida, haciéndome temblar de miedo. Un golpe seco contra la pared, algo elevándose por ésta. Y mi maldita curiosidad que no me dejaba alejarme. —Yo no la engañe, la mocosa tonta sabe de antemano las condiciones.

    — ¡Feh! —Exclamó el idiota. Estoy segura de que él es quien esta en problemas, o causó algo. O los dos. Meterme en problemas era casi mi especialidad y en esta ocasión, había sido con la persona incorrecta. —No puedo creer que mi hermanito mayor sigue molesto por lo que sucedió hace tantos años…

    —InuYasha…

    —¿No puedes olvidar que te haya ganado?

    Tuve un poco de miedo por él, quizás ya no estaba cegada por mis sentimientos perso conocía de sobra su carácter explosivo, arrogantemente lo provocaba, buscaba una pelea.

    Y Sesshoumaru, sorprendentemente parecía responder. Pero eso me confirmaba que había algo entre ellos que les hería muy profundo.

    —Voy a matarte… —Ese tono tan cruel, el miedo se apoderó de mí.

    No conocía suficiente de él para saber si era serio.

    Llegué a creer que de verdad podría hacerlo.

    Pero, sí él intentaba algo, yo…

    Crujieron mis dientes, en un acto de rabia. No pensé demasiado lo que iba a hacer, avancé corriendo hasta el cuarto, empujando la puerta que yacía entreabierta con la suficiente fuerza para que esta saliera despedida contra la pared más cercana.

    El corazón me latía desbocado, sin control alguno y mi sangre era como agua en las venas. A pesar del ruido, ninguno prestó atención a mi entrada desesperada. Seguían enfrascados en sí mismos, pendientes de los movimientos del otro y cada vez se acercaban más.

    Vi las dos siluetas arremeter juntas, al mismo tiempo que advertí del puño que se formaba en el brazo de Sesshoumaru y no pude soportarlo más…

    — ¡InuYasha…!

    Grité. Jamás imaginé que aquello podría pasar.
     
  14.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

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    Rebelión

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    Las milésimas de segundo que tardé en reaccionar me parecieron demasiado, a pesar de mi aprecio tan inusual al lento transcurso del tiempo, maldije mentalmente todas esas importantes fracciones de segundo que demoraba en atravesar el umbral de la puerta.

    No tenía la capacidad de posar algo de mi atención en las palabras que aún seguían rondando en el aire entre aquellos hombres, fue cómo la conversación se desvaneciera en la nada. Toda mi atención se encontraba en uno solo, y cuánto tardaría en poder llegar. Quería salvarlo. Aún si realmente no eran más que unos simples golpes no podía razonar. Y eso no ayudaba demasiado a mi cordura.

    Las dos sombras masculinas apenas advertían mis movimientos.

    Sesshoumaru se erguía frente a su hermano menor con arrogancia efímera, no era capaz de sostener su máscara de superioridad, porque el dolor era expreso en sus ojos fulgurantes de oro, la rabia y ese sentimiento de odio desenfrenado, fundidos en su mirada, una mezcla muy peligrosa. Sostenía por el cuello de la camisa gris a InuYasha, quien le desafiaba, estúpidamente, a mí parecer.

    Comenzaba a asfixiarme con tanta tensión en el ambiente.

    Su nombre salió de mis labios sin querer.

    — ¡InuYasha…!

    Unos minutos más y no necesitaría el divorcio, quedaría viuda, porque la camisa comenzaba a amoratar el rostro de mi esposo, y sentía verdadero terror. Más el que me ocasionó el idiota mayor aquella vez, con mi pobre brazo, más que la sensación de desconocer de conocer lo que ocultaban ambos…

    Me sentía completamente paranoica. Si InuYasha moría, ahí, frente a mis ojos y por culpa de su hermano…

    No, la idea era repugnante.

    Si eso ocurría, yo misma me aseguraría de matar a su hermano mayor, aún si me costaba la vida en el proceso. Sería tan imbécil de acabar con mis propias manos con él, en vez de llamar a la policía. A ese nivel de de desesperación me hallaba.

    Mi cuerpo comenzó a reaccionar lentamente, tan sólo había permanecido unos segundos estática, de piedra observando lo que creí fervientemente detener en cuanto entrara a la habitación, pero ahora no sabía que hacer.

    Busqué la mirada ambarina de él, esperando algo que no tenía sentido, que me notara. Sin embargo así fue, sorprendiéndome otro tanto. Sus ojos rolaron por la habitación, encontrándose de frente con los míos, ya enrojecidos, expectantes al momento de que me olvidara del mundo y fueran capaces de liberar su llanto.

    Se mostró preocupado por mí. ¿Qué el imbécil no se daba cuenta de quién estaba en verdadero peligro? Quise reír como tonta, tan alterados estaban mis nervios que poco faltaba para afectar mi cordura, volverme loca.

    ¿O quizás ya lo estaba? Me preocupaba por alguien a quien se supone debía odiar…

    El mayor notó la desviación de su mirada desafiante, tal vez creyendo que ahora se acobardaba. Él, definitivamente no se había percatado de mi presencia, o quizás ni le importaba, porque su puño estaba muy ocupado a punto de arremeter contra la súplica silenciosa que eran los ojos dorados de su hermano menor.

    "No veas… márchate."

    Pero eso me pareció ofensivo. ¿Acaso creía que era capaz de abandonarlo, simplemente por evitarme ver algo desagradable? Era más estúpido de lo que ya era si creía en eso, con sólo verlo en esa situación, sería capaz de…

    Adelantándome a la acción de ese hombre tan venenoso, caminé hasta él, a pocos instantes de que su puño se estrellara con lujo de violencia a la mejilla izquierda de InuYasha. Y aún con las recriminaciones de mi mente y las lágrimas bañando mis mejillas, después sería el tiempo para peleas conmigo misma, interminables en medio de la noche, hasta caer al mullido colchón rendida…

    Es mi InuYasha, mi esposo, la persona a la que amo, y sólo yo sería quien lo destruyera por completo…

    Me abalancé contra Sesshoumaru.

    Los ojos de él se abrieron de par en par al no sentir nada, esperaba ya el impacto, que nunca llegó por lo temerario de mi acto.

    Corrí deprisa al entender que el tiempo jugaba a mi favor, y me lancé con todo el peso de mi cuerpo, esperando ser suficiente para moverlo de su sitio por lo menos. Pero fue mejor que eso, estaba desprevenido y mi cuerpo parecía haberse reforzado de algún acero porque, aunque intentó mantenerse en pie, le fue imposible. Como si toda mi fuerza de voluntad se materializara y deseara ayudarme, creando una capa para reforzar mi peso.

    Me sentía, poderosa por mover a un hombre que parecía pesar una tonelada, a pesar de que las manos me temblaban e incluso fallaban cuando me apoyé en ellas para levantarme, desafiarlo como si le advirtiera sobre no dañar lo que era mío fue divino.

    —Ka-Kagome… —Pronunció mi amado, sin poder creerlo.

    — ¡Sesshoumaru Taishou! —Grité encolerizada, sin atreverme a mirar su rostro porque seguía encima de él.

    Sentí como se tensaba su cuerpo, su camisa estaba empapada de agua salina, y mi aliento le rozaba en el oído, por lo que el grito se intensificaba. Tenía que aprovechar la extraña situación que se me presentaba, porque sabía que con sólo verlo mi corazón se encogería, el alma se resquebrajaría y esa fuerza inaudita me abandonaría, a su merced.

    Estaría indefensa.

    —Kagome…—Pronunció suavemente, llamándome por mi nombre como pocas veces lo hacía.

    Pero no era lo que pensé que escucharía, su voz parecía sorprendida, y un leve toque de algo que se parecía al miedo. Y eso era absolutamente imposible. ¿Qué sería lo que le causaría miedo a Sesshoumaru Taishou? ¿Acaso yo?

    Armándome de valor, por fin apoyé las palmas de mis manos, y me elevé hasta quedar a la altura de sus ojos, sin quitar mi peso por sobre todo. Él se tensó aún más.

    —Escúchame bien, Taishou. —Con un esfuerzo sobre humano, me apoyé sobre una de las manos, la derecha para ser exacta, y la izquierda acarició su mentón, guiándolo hasta que me hiciera frente. Sus ojos brillaban en una extraña llama que no pude reconocer… O tal vez, no quería reconocer, limitada por el miedo. —Nunca vuelvas a intentar algo así… No puedes lastimar o destruir lo que es mío. —Me acerqué peligrosamente, a su oreja, para susurrarle. —De eso, personalmente me encargo yo.

    Ante el silencio incomodo, por fin realicé algo de lo que mi cuerpo quería. Huir.

    Fue parcialmente una huída desesperada, porque me levanté a la velocidad del rayo, dejándolo tumbado sobre el suelo, su cabeza reposaba en parte de la alfombra…

    ¿Eso podía considerarse un consuelo? Es que, repentinamente me sentí culpable por su estado… Tal vez se había dado un fuerte golpe en la cabeza y por eso no me había asesinado ya, quizás esta atontado por el dolor que había sufrido, quizás y lo había hecho mucho más idiota… Pero ese fuego en sus ojos me decía que quería mandarme directo al infierno.

    Ni siquiera pude irme de ahí.

    ¿Por qué era tan masoquista con mis pensamientos?

    No tenía porque torturarme, lo hecho, hecho estaba. Además por fin me enfrentaba a mi agresor de días atrás, ese miedo descomunal que me causaba ahora se mitigaba un poco. Se lo merecía ¿no?

    Aunque el inútil de mi marido también. El hecho radicaba en qué, yo no podía soportar hacer daño a los demás… Por eso me preocupaba Sesshoumaru.

    Una mano callosa y familiar, me tomó por el mentón para alzar mi vista. InuYasha seguía frente a mí, y yo acababa de decir aquello frente a sus ojos incrédulos. Mierda. Un extenso rubor cubrió mis mejillas hinchadas, algo pegajosas por las lágrimas derramadas, pero no sabía la causa exacta, si era culpa de la vergüenza o de rabia encendida por mí enorme descuido.

    Me observaba incrédulo, cómo si le sorprendiera realmente que yo lo amara. ¿Es que nunca se dio cuenta de eso, hasta ahora? La decepción se abrió paso en el sobre poblado mundo de pensamientos que ahora era mi mente, sabía tan amarga, mucho más al pensar en lo que acababa de suceder.

    Ahí estaba yo, defendiendo algo que creía era de mi pertenencia, haciendo el más grande ridículo de mí vida, quedando como una tonta frente a él y aquella persona apenas se enteraba. Mi dignidad estaba en un nuevo límite, por los suelos.

    Sorprendentemente, sus brazos fuertes se aferraron a mi cintura, con desesperación, me acunaba. Instintivamente, busqué refugio en su pecho, el hogar que él me había arrebatado… Eso si alguna vez me perteneció. —Kagome, perdóname…—Susurró, mientras me apresaba más. Acariciando frenéticamente mí cabello azabache.

    Estaba perdiendo el juicio, debería despertarme ya, no podía creer que a pesar de lo que habíamos vivido juntos, aún pudiera sentirme tan feliz contra su pecho, escuchando el tranquilizador sonido de su corazón.

    Un sonido molesto, como de una garganta aclarándose, me irritó. Abrí los ojos canelas, de los que me sabía poseedora, y encontré a otra persona que ocupaba la habitación con nosotros. Pero no era Sesshoumaru.

    Un elegante traje de media marca en color negro, su corbata de empleado del gobierno y zapatos lustrosos eran lo que ataviaban a la persona. De edad avanzada, aproximadamente en la época de los cincuenta, cabello cano y estatura interesantemente pequeña nos miraba incómodo.

    El escrutinio de sus ojos oscuros me acercó involuntariamente a InuYasha, que sonreía arrogantemente, como si nada le pasara en este instante. Sin embargo, sabía que no era así, esos soles que poseía estaban nublados. Quería protegerme, sin saber yo si de ese sujeto, o de su hermano que no había abandonado la habitación.

    El hombre de traje no mostraba malas intenciones, más bien extrañamente alegrado.

    — ¿Esto significa la reconciliación?

    — ¿Reconciliación? —Repetí automáticamente, sin entender a que se refería. El señor esbozó una sonrisa sincera, aliviado por algo que aún no me enteraba. —No entiendo a lo que se refiere.

    —Hizo una buena elección. —Se dirigió a InuYasha. —La señorita es una joven muy inocente y linda, no le conviene perderla. —Me ofendí un poco, e hice un puchero que advirtió. Aunque me sonrió divertido, no parecía burlarse, y eso lo salvó de mi ira latente. —Disculpen mi descortesía, me presento. —Extendió su mano. —Soy Akira Nanikawaga, abogado con más de treinta años de experiencia en divorcios.

    —Mucho gusto, InuYasha Taishou, ella es mi esposa Kagome Taishou.

    InuYasha estiró su mano, por simple cortesía, mirando de cerca puedo asegurar que ya odiaba al hombre por su profesión. Y si eso era verdad, yo me estaba perdiendo una parte muy importante de la historia. Asentí sonriente, cuando caí en la cuenta de algo…

    Experto en divorcios, Sesshoumaru planeando nuestra boda, InuYasha presente queriendo asesinar con la mirada al pobre hombre… Reconciliación.

    —En unos minutos volverá a ser Kagome Higurashi. —Intervino la molesta voz del mayor. Antes me había dicho que el divorcio se efectuaría en este día, pero no le creí en verdad. —No se preocupe, el divorcio sigue en pie, por favor tome asiento…—Su tono impasible me exaspero, en verdad él creía que lo obedecería.

    —InuYasha. —Apenas logré escuchar mi voz, me preguntaba si ese susurro tan débil lograría ser captado. — ¿Nos vamos a divorciar…? —Cuestioné, aún sin poder creerlo.

    —Es tu decisión…—Fue lo único que mencionó, dolido, dándome a entender que no era lo que él quería.

    Cada vez me sentía más perdida. Él había sido la primera persona que mencionó la palabra maldita, y estaba dispuesto a llevarlo acabo, sin embargo ahora parecía que sus intenciones cambiaban, y no se veía con ánimos para continuar.

    No estaba segura de nada. No sabía en quién o en qué creer.

    InuYasha huyó de mi lado, hasta llegar al escritorio donde nos esperaba el hombre abogado y el medio hermano al que amenacé. De sólo pensar en eso me ruborizaba.

    Aquél señor ahora se veía preocupado. ¿En realidad le interesaba que un matrimonio hubiera fallado?

    —Lo único que tienen que hacer es firmar esto. —Nos extendió la hoja legal, que terminaría con un año entero de mi vida. No, con más que sólo eso, no soportaba verla. —Y legalmente se disolverá la institución que es su matrimonio.

    La primera en tomarla fui yo, la hoja llegó a mis temblorosos dedos. Busqué de nuevo, el apoyo de alguien que no estaba, sentía que todo estaba en mi contra. Sesshoumaru me miraba impaciente, con el rencor desfigurando su rostro desde el sitio más alejado al escritorio, y quedaba descartado por completo.

    El amable abogado cumplía con su trabajo, no podía tener esperanzas en que en algún instante me gritara que no, que me arrepentiría de por vida. Miré a mi aún esposo.

    "Es tu decisión…"

    Alejé la hoja, ante la sorpresa de todos, y la alegría disimulada del abogado… la alegría inexpresiva de InuYasha…

    —No. —Reforcé mi negativa con un movimiento de mi cabeza, no me permitiría verme indecisa. El mayor de los hermanos me miró impasible, pero la crueldad afloraba por sus ojos dorados. Lástima para él, era mi decisión por InuYasha, sabía que no lo recuperaría, pero por lo menos… también le asestaba un golpe a Sesshoumaru. Debía entender que no soy tan fácil de manipular como presumió. Aprovechaba de, tal vez, el último, momento de valentía que tendría por mucho tiempo. —No me voy a divorciar, me retracto…

    OOO

    N/Kou: ¡Kya!
    ¡No me maten! *Suplica de rodillas* Total, no sé si alguien siga leyendo esta historia porque de verdad, parece un foro desierto pero bueno...

    ¡Los amodoro con todo mi kokoro fangirl!
     
  15.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

    Tauro
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    Título:
    Pensé que era amor [Sesshome]
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    Romance/Amor
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    Título: Pensé que era amor.

    Ranking: M (Lemon al Final)

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    Disclaimer: Todos los derechos de creación de InuYasha son de la maravillosa Rumiko Takahashi. Inu no me pertenece.

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    Fotografía

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    Sentí la inmediata necesidad de cerrar los ojos ante la presión visual que ejercía el idiota mayor. No, me creía incapaz de seguirlo llamando de ese modo. Al menos, en voz alta. Teniéndolo tan cercanamente peligroso, mis absurdos temores se volvían toda una realidad.

    Sesshoumaru estaba molesto, muy molesto, y yo no tenía el suficiente valor para enfrentarme directamente en un duelo de miradas que sabía que perdería. Aún apreciaba mi vida. Si trataba de provocarlo más no estaba segura de que cómo podría reaccionar; sí, le consideraba un verdadero ser inhumano, pero hasta ahora no me había dado motivos para poder pensar lo contrario.

    Traté de relajarme observando los alrededores, el rostro de sorpresa del abogado y su aparente felicidad me animó un poco, nublando la sensación incómoda de tener a un demonio como ése tratando de asesinarme sin la necesidad de ensuciarse las manos. Un mal día para él, pues las miradas, hasta dónde sabía, aun no provocaban ningún daño mortal.

    Ese pequeño hombre en particular debía ser demasiado amable para agradarle que una pareja no se divorciara, a pesar de que era su trabajo. Me resultaba un poco lamentable que él pensara que mis razones para detener el proceso fueran por causa del "amor", pero no podía culparlo cuando mi decisión era tan fácil de malinterpretar.

    Sin embargo, ese no era, ni sería jamás el motivo por el cuál renunciaría a mi palabra.

    Era cierto que, en medio de tantas emociones turbulentas, finalmente me había dado cuenta de algo que no quiero volver a tener presente, y eso era que mi amor a InuYasha aún es demasiado grande como para ser libre por completo. Seguía enamorada, y eso me tenía harta.

    Estaba cansada de tener que ceder por culpa de este sentimiento venenoso. Y lo primero que tenía que hacer para recuperar la razón era empezar a actuar como yo misma. No me dejaría manipular de ninguna manera por un ridículo rencor infantil al que había entrado por cuenta propia.

    Estoy completamente segura que ese hombre pedirá mi cabeza como alimento o trofeo al salir de este cuarto. Podía verlo de reojo, gesticulando en su rostro algo parecido a la ira y rabia entremezclado, sentía que incluso podía ver sus ojos tan rojos como la sangre, pero realmente era solo mi imaginación.

    Pero estaba a salvo con personas alrededor, al menos de momento, no podría intimidarme y lograr nada de mí si yo no lo deseo de verdad.

    Había sido guiada por la corriente durante todo este tiempo, formando parte de los problemas familiares de esos hermanos. Si no demostraba mi coraje ahora, sería imposible hacerlo más adelante, cuándo ya sea demasiado tarde y estuviera comprometida con su situación. Contradeciría su seguridad de poderme manipular a su antojo, e impondría mis condiciones.

    No obedecería ciegamente a todo lo que Sesshoumaru me dijera. Si me iba a divorciar, sería cuando yo lo quisiera y no siendo obligada por él.

    El incómodo silencio se vio predominante por varios minutos, en donde nadie supo que responder ante mi disposición. Los tres hombres en la sala me miraban sin palabras, esperando que yo determinara si había sido una broma o no.

    InuYasha me miró, parecía de cierta forma alegre con mi respuesta, e incluso se atrevió a intentar un tacto suave con mi mano derecha, pero inmediatamente la retiré. Retrocedió, confundido. Que siguiera siendo mi marido por causa de un papel no significaba que volvería a ser la misma tonta de antes.

    Intenté mirarlo, tratando de mantener una expresión serena que no funcionó. No me divorciaría, pero rechazaba a mi esposo. Contuve la risa ante las miradas confusas entre el mayor y el menor.

    — ¿Está segura de lo que dice, señora? —Por fin el abogado rompió el silencio, confirmando mi voluntad. Estuve a punto de gritarle que sí, que diera por concluido el proceso y me diera tiempo suficiente para huir lejos de ahí. Una semana de ventaja no sería suficiente para escapar de las garras del empresario obsesionado con la venganza. — ¿Y qué es lo que opina la otra parte involucrada? —Se dirigió a InuYasha, quien buscó una mirada mía que le negué.

    Si acaso creía que lo dejaría verme suplicante y deseosa de que se negara, estaba muy equivocado. Seguía molesta, y no desaprovecharía ni un instante para hacérselo saber.

    —Si ella no lo desea, tampoco yo. —Hizo una pausa dramática y sonrió con su estúpida arrogancia que nunca abandonaba. Sus ojos de ámbar se veían únicos, con un singular brillo en ellos que me recordaba los tiempos de antaño. Sacudí la cabeza ligeramente para lanzar lejos esos pensamientos, eran lo que menos necesitaba en esa situación.

    —Entonces, si ambas partes han llegado a un arreglo, no tengo más que hacer aquí. —El hombre se levantó de su sitio y me tomó de la mano para depositar un suave beso de caballerosidad, dos mal disimulados gruñidos de parte de los hermanos le sonsacaron una sonrisa al señor que luego estrecho la mano de InuYasha con efusividad. —Felicidades por conservar su matrimonio con tan agradable señorita.

    —Gra-gracias… —Asintió él, y bajo mi incredulidad observé que parecía un poco… ¿Sonrojado? Por no hacer evidente mi interés sólo lo miraba por sobre el hombro. No podría decir que lo estaba, pero seguramente fue mi imaginación, no tiene motivo para avergonzarse. —Veo que le alegra, a pesar de que estropeamos su trabajo.

    —La verdad es que soy abogado de casos familiares, sólo estoy en divorcios cuando son necesarios. Pero me alegra cuando una pareja es capaz de resolver sus problemas.

    Hizo un ademán y llegó hasta el otro Taishou para disculparse.

    Mientras ellos discutían y "mi esposo" estaba distraído aproveché la ocasión para escaparme de un posible regaño que no merecía, y consecuencias en las que no quería pensar. Era una verdadera lástima el haberme comprometido con la misma niña que era hija del dueño de la casa y no tener la autonomía para largarme de este sitio.

    Recorrí varios pasillos casi al azar, no conocía demasiado de la casa y tampoco presté atención en el breve recorrido nocturno que había hecho junto a Rin, lo único que me había interesado en ese entonces era la manera de salir. Observé con insistencia el estado de las paredes antes y después de darme de topes contra ellas, para ver si así llegaba alguna señal a las neuronas muertas que debía tener por semejante hazaña.

    Haber traicionado un pacto con el demonio mayor y defender al idiota número uno no era nada alentador para mi futuro…

    Caminé pensando en las posibilidades que habría de escapar, Sesshoumaru parecía del tipo capaz de asesinarme por no respetar su voluntad, sino fuera por Rin yo ya estaría de vuelto, por lo menos, en el templo donde me habían criado.

    Sin darme cuenta llegué a una habitación preciosa, estaba decorada en su totalidad por colores neutros, al igual que el resto de la casa, pero había un toque diferente, algo elegante y sofisticado.

    Una amplia cama, seguramente matrimonial, residía en el centro, con colchas blancas en bordados de color plata y oro. Los velos que caían de la parte superior eran de seda con incrustaciones de pequeños cristales que destellaban en la luz, colocados justamente bajo el ángulo de la ventana que daba a un lujoso balcón.

    Abrí los amplios marcos de madera que rodeaban al vidrio para tomar un poco de aire, después de todo, si mi vida iba a terminar, quería por lo menos disfrutar de aquello. Apenas era el segundo piso. ¿Cuánto daño podría causarme saltar desde ahí?

    Suspiré como forma simbólica de sacar esas extrañas ideas que me rodeaban desde que saliera de la habitación, no podía parar de pensar en tonterías…

    —Siempre te distraes con extraños pensamientos para olvidar lo que te preocupa.

    Mis ojos se abrieron de par en par al darme cuenta, tenía mucho tiempo sin recordarlo. El hecho de solo había una persona que conocía ése mal hábito.

    —Me sorprende que lo sepas, debido a que nunca te interesaste demasiado por mí. —Mi voz salió áspera, sin ápice de sentimientos y creo que él se dio cuenta, cuando mi cuerpo se tensó involuntariamente de rabia y resentimiento. — ¿Cómo me encontraste, InuYasha?

    Creí que solo me había perdido por ahí.

    —Te vi salir intentando que nadie te viera. Deberías aprender que nunca podrías pasar desapercibida para mí. —Se acercó más y su cuerpo se apegó al mío, estremeciéndome. Traté de dar unos pasos al frente para evitar el contacto. —Mala elección. —Pronunció.

    Y descubrí el significado de esa frase demasiado tarde, pues para cuando reaccioné el barandal metálico que resguardaba el balcón me apresaba por el frente y su cuerpo musculoso por detrás. Mantuve mi mirada al frente, pero recostando mi cabeza sobre su pecho. Disfrutaría del momento de debilidad, y ya después me ocuparía de buscar una excusa para mi comportamiento, pero jamás le daría el gusto de verme asustada.

    —Eres un idiota, InuYasha. —Sus labios buscaron mi cabello azabache, que besó con fervor. Pensar que alguna vez me trató de ese modo y había sido por dinero… El escozor en mis ojos era clara advertencia de las lágrimas que querían escapar. — ¿No paso desapercibida porque soy tan torpe? —Intenté bromear. Pero la situación empezaba a rebasarme lentamente y era frustrante, justamente cuando me había hecho al propósito de no volver a caer, aparecía frente a mis ojos y lo derrumbaba todo.

    —Claro que eres torpe para todo. —Gruñó. —Incluso para resistirte a ese imbécil de Sesshoumaru.

    Con sus labios tan cercanos y el aroma de su aliento mentolado flotando por todos lados sentí que me mareaba. Su actitud era desconcertante, posesiva y mascullaba cada palabra con rabia.

    ¿Estaba celoso? Cada vez lo entendía menos, a él y a mí misma. Él no tenía motivos para estar celoso y yo no debería disfrutar tanto del abrazo si se suponía que lo odiaba. Mis sentimientos eran demasiado confusos, no podía seguir ni un momento más ahí.

    ¿Por qué mi cabeza estaba al revés? A pesar de mi amor por ese hombre, tenía que admitir que la mención de su hermano me había perturbado más que su confesión.

    ¿Yo, con ese hombre?

    —Tengo que irme…

    —Kagome, ¿Por qué te negaste?

    —Suéltame por favor. —Quería huir de la pregunta menos deseada en esos momentos. Pero sus brazos eran tan cálidos y me apresaron por la cintura, haciéndome vacilar.

    —Dime Kagome, por favor, lo necesito… —Suplicó con esa voz tan profunda y llena de deseo. No lo soportaba. Ni siquiera era capaz de voltear a verlo porque estaba segura de que me desarmaría ante sus ojos de miel y quizás lloraría, incapaz de controlarme más. Lo miraría, anhelando un beso de su boca, uno que me devolviera la vida y al mismo tiempo me destrozara el alma y el corazón. — ¿Por qué me defendiste de ese idiota?

    Finalmente, mi cerebro reaccionó.

    —Porque soy la única… con derecho a hacerlo. —Más que una excusa, lo que salió de mis labios era una verdad. —Sólo yo tengo las razones suficientes para herirte, porque tú me has lastimado demasiado… —No recibí respuesta, pero su desconcierto era palpable en el aire. Él esperaba una respuesta diferente de mi parte. Pero no volvería a doblegarme. —No pretendo que lo puedas entender con ese cerebro tan pequeño que posees. —Me arrastré como pude, deslizándome a un lado para escapar. —Ahora si me permites…

    Avancé, dejando atrás mi tonto drama. No me explicaba el cómo, pero que InuYasha haya insultado a Sesshoumaru había causado molestia en mi ser. Está bien, de verdad ese bastardo era un idiota. Pero la sensación de escucharlo de otra persona era realmente extraño y causaba que sintiera posesividad ante esa "muestra de cariño" particular.

    Tenía tantas ganas de reclamar…

    ¡Yo era la única que podía decirle idiota!

    Antes de salir de la habitación tropecé en mi camino con un mueble rústico, totalmente fuera de sitio. No lo había notado antes, pero sobre la madera pulida había una foto de una hermosa mujer que me pareció un poco conocida, llamando mi atención.

    Curiosa, me acerqué para tratar de mirar la imagen con mayor atención, hasta llegar frente al mueble que contaba con un espejo, donde mi reflejo delató algo de lo que no me había dado cuenta hasta entonces. Estaba llorando.

    Lágrimas que descendían por mis mejillas abundantemente, el escozor en mis ojos convertía el blanco puro en un tono algo rojizo, y el café de mis orbes se difuminaba hasta ennegrecer. La imagen más deplorable que hubieran visto mis ojos hasta ahora, era yo. Era repugnante esa sensación.

    Unos pasos detrás de mí me alertaron. InuYasha me había alcanzado.

    Su figura se reflejó en el espejo, con un aire de superioridad. Pero la tristeza era infinita en sus ojos, como si le doliera verme de ese lamentable modo.

    Podría asegurar que ahora pensará en el amor que aún le tengo, que él es el culpable de causarme el dolor, pero no se haría responsable de aliviarlo. Cerré los ojos con un deseo en mente, que se borre su figura en el espejo, que diga las palabras que maten finalmente la ilusión, que desapareciera y no fuera más que un sueño que duró demasiado.

    Pero en vez de ello, siento su cuerpo que choca contra el mío en un delicado roce, mientras sus brazos me atrapan por la cintura para poderme dar la media vuelta. Sigo con los ojos cerrados pero mi respiración se hace dificultosa al sentir su cálido aliento chocando contra mi piel más sensible. Y rezo con fervor para que se marches antes de que me rinda a tu voluntad, porque no sería más que un momento de felicidad, a cambio de unos años más de llanto por tu amor.

    Segundos de tortura me diste antes de tomar con suavidad mis labios en un beso, que nos unió de una manera magistral, nunca olvidaré el sabor de tu boca contra la mía, ni la embriagante sensación de tu aliento mentolado. La miel que pruebo me hace perder parte de mi conciencia y mi ser, pero más gruesas gotas descienden al saber que esto me hace imposible olvidarte.

    —Dímelo. —Profiere contra mis labios. —La verdadera razón…

    —No…—Suspiré. — ¡Por favor déjame!

    Lo empujé, tratando de alejarlo con la mayor fuerza disponible y esa simple acción bastó para desconcertarlo. Instintivamente llevé las manos a mis labios, aún húmedos y rojizos por el beso. El cuerpo no me reaccionaba por más que deseara, la mente ordenaba una cosa y mi organismo desobedecía completamente el mandato, haciendo todo más humillante. No quería reaccionar así, indefensa y temerosa, teniendo temor que pueda intentar probarme de nuevo porque podría caer por completo.

    —Yo…

    — ¡Te dije que me soltaras! —Reclamé.

    Si quería una respuesta, era esa, no permitiría más humillaciones. Porque si aún buscaba que le dijera esas palabras que son malditas para mí perdía su tiempo, pues el "te amo" ya no forma parte de mi vocabulario.

    —Perdóname. No me pude contener. —Me miró culpable y sentí que el corazón se me encogía, pero en mi rostro no hubo ni asomo de ello.

    Sus ojos, que habían permanecido fijos en mí hasta ese instante, se detuvieron sobre la misma imagen que yo había contemplado antes. El color dorado de sus orbes se oscureció profundamente, y sus manos se movieron erráticamente por pequeños espasmos, reprimiendo la rabia. Su gesto se volvió algo siniestro, casi demente mientras se acercaba lentamente al mueble de madera.

    Volteé inmediatamente, comprobando que su atención la había captado esa fotografía antigua. Era una mujer de largos cabellos oscuros que sonreía suavemente, pero su expresión se mantenía demasiado serena para poder considerarla alegre; no lo había notado, pero entre sus brazos cargaba a un pequeña bebé de pocos meses de edad.

    —Ella es…

    —Kikyou. —Sentenció, endureciendo su tono de voz.

    ¿Esa mujer era la madre de Rin?

    Había muchas cosas que quería preguntarle, su edad, como era en vida, si alguna vez había visitado el templo o si de casualidad la había visto alguna vez. ¿Por qué me resultaba conocida?

    La presión que mi corazón ejercía sobre mi pecho era demasiada, llegué a pensar que pronto explotaría y todo mi interior se derramaría en el suelo. Una sádica escena, lo sé. Me concentré en aquella mujer, intentando descifrar el sentimiento que me cautivaba de su belleza pálida. Era realmente hermosa, de piel demasiado blanca y cabello largo, tan negro como el ébano. Sus ojos, de un hermoso color marrón claro, delataban la clase y sofisticación que poseía la mujer.

    Se veía realmente feliz al contemplar a la niña, sus ojos eran resplandecientes, pero la sonrisa melancólica me embargaba en el mismo sentimiento. Mi primera impresión fue acertada, no podía decir que era una mujer realmente feliz.

    Tomé el marco con cuidado para señalar a la madre frente a al hombre que me acompañaba, pero tarde me di cuenta de que me hallaba sola, pues esa persona estaba a tres metros de distancia, a unos momentos de girar el pomo de la puerta y desaparecer.

    — ¡InuYasha! —Le grité. Mi voz había salido demasiado desesperada para poderlo creer.

    —Antes de irme…—Musitó, sin mirarme, lo que solo me causó una rabia mayor. —Quiero decirte que esperes un poco, en cuanto todo tenga solución, te aseguro que yo mismo te diré la verdad.

    Y se marchó sin decir más.

    OOO

    N/Kou:
    Holiwis :3 No sé si alguien en verdad esta leyendo esto pues el foro prácticamente esta abandonado. Me da pena, pues con todo y lo que nos han hecho, cemzoo y FFL les tengo mucho cariño. Solo quiero decirles que no me importa obtener comentarios, debo mucho con esta historia y en realidad mi vida ya está hecha en fanfiction net, por lo que no estaba esperando nada de aquí, pero deseo subir la y terminarla por todas aquellas personas que en su tiempo me apoyaron y defraudé, esos comentarios que están atrás. Por eso no boror la historia y la recomienzo en un nuevo tema, pues esos comentarios me recuerdan a la gente que quería tanto. Su Izayoi-sama-senpai los recuerda con nostalgia.

    Recuerden que las amodoro con todo mi kokoro fangirl corazonas ;D
     
  16.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

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    Incidencias

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    O

    Permanecí inerte por largos segundos antes de reaccionar desconcertada, completamente arrebatada de mis sentidos me dispuse a salir de esa dañina habitación. Por mi cabeza solo moraban las maneras más variadas para huir lejos, lo más humanamente posible a un sitio donde nadie sea capaz de encontrarme. No podía dejar de decir que todo era extraño en mi vida y el pensamiento se repetía cada vez con mayor frecuencia. No entendía que había dentro de mí que aún no escapaba de ahí, aún la cruel esperanza de que fuera un sueño difuminaba el mundo.

    He perdido mucho más de lo esperaba, pero he encontrado aquello que tampoco buscaba. No solo mi pasado del que poco recuerdo desde siempre arremete, ahora incluso mi presente se distorsiona sin sentido. InuYasha acababa de decirme adiós en una situación tan extraña que era imposible comprender del todo y sólo dos cosas quedaban claro en mi mente: el peligro que significaba estar cerca de ese hombre al que me mecía en busca de apoyo y el hecho de que fui una tonta que nunca supo ver más allá de sus emociones.

    El mundo de ambos estaba al revés y yo había quedado atrapada entre ellos.

    Alguien a quién no recuerdo me dijo que tuviera cuidado con esa ingenuidad de la que era víctima, pues un día me arrepentiría de mis actos pero los ignoré, me sentí astuta, inteligente y difícil de engañar sin embargo desde que conocí a Sesshoumaru todo el tiempo hace que poco a poco quiera retirar esta venda de los ojos que me cubre e impide ver lo que sucede a mi alrededor.

    —No quiero saber nada…—Repliqué en un bajo eco, escuchando vagamente el suave sonido de aquellos pasos tranquilos, acercándose discretamente a mí. —Él… ¿de verdad es un peligro para mí?

    Mi mano derecha fue llevada hasta atrás de mi nuca y devuelta en un movimiento rotatorio alrededor de mi cabeza, bordeando mis ojos. Estaba simulando retirar algo, como si llevara una venda. Alcé la mirada para ver su expresión, ansiaba ver que era lo que se reflejaba en el espejo de su alma oscura… Si en realidad era tan negra como siempre aparentaba. —Este es el movimiento, no creo que seas tan tonta como para no poderlo hacer por ti misma.

    Dejó mi mano ir y esta cayó a mi costado sin llegar a lastimarme, contrario a todos mis recuerdos anteriores con ese hombre. Por alguna razón estaba siendo considerado, haciéndolo todo peor. La realidad se distorsionaba tanto como un ideal, paralela a un sueño, pero tan absurdo que era complicado de diferenciar. Estaba ansiosa, la situación me engullía dentro de un agujero negro, ambos terminarían por volverme loca junto a esa mujer que también habitaba en mis recuerdos.

    ¿Quién era…? En el fondo no quería recordarla. Ignoré la presencia de ese hombre siniestro y salí de la habitación.

    Un pronto descanso para aclarar mi mente ayudaría a establecer mis emociones en una línea fija.

    Tal como una vez me mostró esa misma mujer de cabello negro…

    —Siempre debes manejar tus emociones al punto de poder utilizarlas, evita toda situación donde controlarte sea imposible, Kagome…—Repetí intentando usar el mismo timbre de voz que recordaba, inesperadamente venían a mi momentos de los cuales no reconocía nada, como si fueran sellados y ahora estos se escaparan lentamente.

    Encontré al final del pasillo una escaleras que supuse me llevarían a algún lado de la terraza. Considerando mi escenario tan desalentador sé que es necesario investigar un poco la casa o siempre terminaré perdida dentro de ella, en cambio si aprendía a explorarla no sería necesario que dependa de nadie para que me mostrara las instalaciones.

    Una pequeña sombra detuvo mi paso. —No deberías subir sola, nang.

    — ¿Rin? —Cuestioné. Fruncí un poco el ceño, mostraba su sonrisa deslumbrante como siempre y no pude sentirme más que aliviada por un poco de compañía agradable para variar.

    Se acercó para poder colgarse de mi brazo derecho, su estatura era lo suficientemente buena para una niña de su edad, pero aún le faltaba por crecer. Aunque yo tampoco era muy alta, mi condición era más bien menuda, cosa que siempre me hace sentirme algo en desventaja. — ¿Intentas jugar las escondidas conmigo? —Algo picara me sonrió y luego cruzó sus brazos por detrás, mirándome como si de un regaño se tratase. Parecía que era yo la malcriada.

    —No entiendo a qué te refieres. —Repliqué. —No me pierdo a propósito, ¿sabes?

    —Y aun así no me dejas acompañarte nunca. —Hizo un ligero puchero y luego dio una media vuelta; había tambaleado un poco por lo que chocó contra mi cadera y alzó la vista sonriente, en verdad parecía una niña muy feliz. ¿Un padre como el de ella era capaz de criar a una niña así de inocente? Ante mis ojos esa jovencita era una maravilla, y hacía latir mi pecho con una extraña calidez familiar, similar a lo que sentía al pensar en mi hermano menor Souta antes de que falleciera. No podía recordarlo claramente, pero al menos, eso me han dicho de mí. —Vamos, te llevo…

    —No, espera, yo…—No hubo modo de oponerme, me tomó de la mano y empezó a arrastrarme casi literalmente hasta el primer escalón. Me extrañó que de pronto se detuviera y volteara a verme con expresión de reproche.

    —Nang, no soy capaz de cargarte ¿Sabes? Tú caminas…—Me sentí algo avergonzada por esa niña, en verdad que la incauta era yo. Rin tenía poco de inocencia y sólo su rostro era por completo de ingenuidad.

    —De acuerdo…

    Esta vez la que guío el ascenso fui yo, junto a una señorita realmente feliz de poderme tener a un lado y disfrutar de mi compañía. Las escaleras estaban por finalizar y podía visualizar la luz nocturna, aparentemente subiríamos a un balcón. La escena, con Rin tomando mi mano era, nuevamente, conocida.

    — ¿Mencionaste algo, nang?

    —Nada. —Suspiré y dejé a mi mano izquierda moverse en un gesto de restarle importancia, cosa que pareció funcionar pues esa pequeña pelinegra devolvió la vista al frente. —Sólo es algo que no puedo recordar…—Ese último susurro no fue audible y agradecí por ello, una presión extraña en mi cerebro se formaba al no tener lúcida aquella memoria de la mujer que una vez le mencioné a Rin.

    Llegamos a un pasillo estrecho que contenía una sombría decoración, realmente antigua y casi en estado de inservible. Las cortinas corroídas por la humedad de las paredes aledañas, no era mucho pero si encerraba el aroma, se notaba a simple vista que ese sitio no se utilizaba a menudo.

    A la joven no pareció importunarle la mala vista de esa sucia madera que pisábamos conforme avanzamos a una única puerta de perilla oxidada. Había huecos por todos lados dónde se filtraba la luz de luna. Rin la tomó y giró con algo de esfuerzo debido a su estado, la madera tronó haciendo un ruido espantoso que me irritó al instante y me instó a taparme los oídos.

    Una preciosa luz de tonos marrones y rayos naranjas apareció frente a nosotras, como si los rayos del Sol llegaran a tocarnos a pesar de la noche, provenía de una ventana bastante colorida directamente colocada por encima una cama de finos trazos y muy bien conservada a pesar de los años. El cuarto era algo sencillo pero con un toque elegante, las cortinas transparentes estaban por encima de otras de color plateado.

    Pensé que esa persona debió haber sido de muy buen gusto por la decoración entre plata y oro con sencillos muebles, pero enormes, donde residían varios marcos con fotografías que no alcanzaba a ver. Separé las manos para empezar a caminar hasta ellas, Rin me miraba con algo de nostalgia y supuse que ella conocía a las personas de las fotografías. Tres hombres de cabello plateado, tan similares pero distintos a la vez eran frecuentes en todas ellas. —El mayor es mi abuelo. —Me explicó. —Los otros dos que se miran con rabia son mi papá y mi tío. —No sabía si sonreír o lamentarme por eso, hasta en las fotografías peleaban.

    — ¿Y de quien es esta habitación? —Pregunté con sutileza, ella se mostraba algo triste. Quizás esta era mi oportunidad de conocerla a ella como debía, a Rin le entristecía que su única familia siempre estuviera peleando. Los malcriados de su tío y su padre.

    —Era de mi abuelo, él murió hace algún tiempo. —Me acerqué a ella y le sonreí dulcemente para aliviarla un poco, correspondió y volví a mirar la foto. —Por eso el pasillo está en mal estado, nadie viene aquí.

    —Eso es malo.

    — ¿Por qué? —Preguntó curiosa.

    —Si ellos no vienen aquí no creo que puedan sentirse cerca de su padre, tu abuelo. ¿No lo crees tú? —Y el techo podría caérseles encima, pero ese pensamiento lo guardaré para mí.

    —Mi padre dice que hay una razón por la que nadie viene aquí.

    Posiblemente alguien moriría si pisaba en el lugar equivocado…

    El cristal de una de ellas estaba completamente empolvado por lo que soplé y con el dorso de mi mano retiré los sobrantes. Un apuesto hombre de ojos dorados sostenía a dos niños de orbes iguales que se miraban con resentimiento mientras él sonreía. Parecía no importarle que sus hijos trataran a toda costa de zafarse de su abrazo y seguirse golpeando.

    InuYasha se veía algo amoratado de la mejilla izquierda, probablemente un golpe. Sesshoumaru, de mayor tamaño y edad, solamente tenía roja la mejilla en un seguro intento de herida que sólo terminó en roce. El hombre mayor los tomaba por el brazo en una extraña forma de inmovilizarlos, suponiendo que sería para lograr la foto.

    Al lado de ese mueble con las fotos un pequeño aparato de color blanco empezó a sonar, un teléfono. Rin contestó con una sonrisa como si supiera de quien se trataba, después de unos monosílabos y mirarme entretenidamente me pasó el auricular y la miré con duda.

    —Es para ti. —Me aseguró, poco convencida lo tomé.

    — ¿Quién habla? —No hubo respuesta inmediata, tan sólo un respirar muy agitado que me pareció de mal gusto. Como una broma pesada de alguna película. —Voy a cortar…

    —No, espera… no me cuelgues. —Su voz me sonsacó algunas lágrimas. Después de oír que era el final no esperaba que tan pronto volviera a escuchar su voz. — ¿Kagome?

    —Perdón, sólo… Me sorprendió. —Logré controlar mi voz, no permitiría que él supiera que me sentía dolida. De ser una tonta, de no darme cuenta a tiempo que no debía tomar tan a pecho cada cosa que decía, que si me amó fue algo difícil para él y tenía una razón desconocida para negármelo. Como una estúpida novela barata, dónde no podemos estar juntos porque su familia nos lo impide.

    —Tío, no esperaba que me llamaras. —Se apresuró a contestar Rin, pegada a mi mejilla para que la escuchara. — ¿No ibas a tomar un vuelo?

    —Estoy descendiendo…—Ladeé el rostro para ver intimidante a Rin, pero ella no me miraba, se divertía cantando una canción a todo pulmón y se cubría los oídos. ¿Se supone que así no escucharía? —Sé que la ves, le pedí a Rin que no escuchara… ¿Qué está haciendo?

    —Canta y se cubre los oídos. —Pude escuchar su risa suave y fresca de burla, la que siempre detesté y adoré tan contradictoriamente. —No había necesidad de pedírselo, tú mismo me has dicho que no queda nada entre nosotros.

    —Nunca cumples lo que te pido, sigues en esa casa. —Hubo un silencio tortuoso que me alertó de pronto, pero tranquilizándome me forcé a una sonrisa que salió más sencilla de lo que imaginé. Estaba preocupado y me alegraba, pero molesta porque siempre fue un sobreprotector. De alguna manera, ya no dolía tanto. —Kagome, hablaba en serio…

    —Siempre has sido algo escandaloso, no entiendo cómo puedes hablar así de tu hermano…

    —No exagero. —Interrumpió demasiado serio. —Sesshoumaru me odia más de lo que te imaginas por una idiotez. Si me quiere dañar empezará por ti.

    —InuYasha, iré de esta casa. —Refuté molesta. Aunque aún se oprime el corazón no era tan molesto, pesado y denso el sentimiento como lo imaginaba hasta hace unas horas, poco a poco la presión se va desvaneciendo. —Además, no entiendo porque dices que me herirá a mí si ya no tenemos nada que ver.

    —No te diré nada, no te incumbe.

    — ¿No me incumbe? —Formulé sarcástica, subiendo mi voz dos octavas más altas. —Si no me incumbe no entiendo porque me tengo que ir de aquí.

    — ¡Precisamente porque no te importa debes largarte! —Agregó molesto, importándole poco la gente que pudiera haber a su alrededor en aquel aeropuerto, estúpido idiota. Si él quería gritar, yo no tenía problema en hacerlo.

    — ¡Haré lo que quiera hasta que me lo digas! —Corté la llamada sin darle tiempo a reprochar. Sé que es capaz de regresarse en este instante a reclamarme en persona pero ya no me importa, esta vez o me lo diría o me lo diría, no tendría ninguna opción y esperaba que estuviera consciente de ello. —Rin, puedes dejar de cantar. —Toqué su hombro para llamar su atención y me sonrió cómplice. — ¿Cómo sabías que era él?

    —Este número es privado, sólo el tío lo conoce y es aquí donde me llama para que papá no se entere. —Curiosa me miró a mí y después al piso, donde se entretuvo en un papel que contenía algunas letras trazadas a mano. —La foto.

    — ¿La tiré? —Me pregunté a mi misma, quizás con la agitación no me percaté de momento en que se había resbalado del marco. Me incliné al suelo para recogerla, detrás estaban escritos unas cuantas palabras que me sorprendieron de sobre manera. —Aquí dice: "InuYasha y sus dos hijos"

    —Creo que era el nombre del abuelo, a papá realmente no le gusta que tío se llame igual porque dice que es algo demasiado importante para ese tonto…

    Rin me acababa de dar una de las respuestas a las muchas cuestiones que surgían precipitadamente. ¿Cuál era la razón para el odio de los hermanos? El padre de ambos se llamaba InuYasha, y ya que Inu-no-Taishou simplemente era el título del jefe de la corporación, ahora lo portaba Sesshoumaru según llegué a escuchar en sus oficinas. Pero una simpleza como esa no debe ser la única causa de su odio, aunque significa algo importante…

    Normalmente, a quien le designan a llevar el nombre del padre debe ser el mayor, pero si lo lleva el menor…

    Si quizás, la importancia de InuYasha para su padre fue mayor que la de su primer hijo, lo que simbolizaba el traspaso del título de Inu-no-Taishou a InuYasha y la delegación de la responsabilidad de todos sus bienes, además de la herencia que mencionó el amargado…

    Una de las causas de ese odio oscuro se me presentaba a través de una simple foto.

    OoOoOoO

    Ese día tardamos un poco más en salir de la habitación. Rin estaba jugando a lanzar una pelota cuando golpeó la antigua chapa y nos dejó atrapadas. Era obvio que nadie nos vendría a rescatar si la gente nunca iba a esa habitación, así que tuvimos varias horas antes de decidirnos a salir por la ventana.

    Dentro de mis sueños las siguientes noches la dulce sensación del viento de aquella ocasión me embargaba hasta el delirio de todos mis pensamientos, en cada uno de ellos existía un anhelo perdido. Deseos que imaginé y sueños que guardé en las profundidades de mi mente regresaban dentro de una caja de Pandora donde el único sello era una palabra mía, la que más anhelé desde mi infancia hasta los tristes e incomprensibles días de hoy: amor.

    Recité las cuatro letras que componen una canción, tanto de dolores y sinsabores como de alegrías y nuevos sueños. Como tales los guardo otra vez para dejarme llevar ante la calidez, la suavidad y el dulce sabor de una piel ajena a la tuya que te roza con caricias infinitas en tus labios sensibles. Ya no me pregunto si estará bien conservar esperanzas para dejarlas romper en mil pedazos cada vez, sin llegar a recoger todas para volver a ser quien era.

    En medio de la locura me sentí desfallecer de nuevo por un poco de aire, oxigeno que no llegaba mis pulmones por más súplica de mis labios entreabiertos. Un punzante dolor en la sien y la palpitación de mi boca que despertaba al organismo del cuerpo indicándole bombear sangre sin freno hasta esa zona.

    La luz caló mis sentidos al entrar directo por mis pupilas. ¿Artificial o natural? Ya no conseguía distinguir el negro del blanco debido al panorama giratorio de múltiples colores y sombras. Una vaga imagen, alterna a mi realidad, se me presentaba; tanto Rin como yo intentábamos salir de la habitación donde encontré la foto.

    — ¿Nang?

    Otro cuadro le secundó al anterior, esta vez ambas nos acercábamos a la ventana y salíamos por esta. Extrañamente la baranda estaba muy ancha y caminábamos perfectamente sin el riesgo de caer, un barandal de aspecto delicado pero de fortaleza inverosímil resguardaba nuestros cuerpos de una caída al vacío.

    —Señorita Kagome…

    Un extraño sabor se impregnó en mi boca como si se tratase de hielo sobre mis labios, un frío que quemaba. Dulce pero cada vez más amargo…

    —Creo que al fin está despertando.

    — ¿Qué sucedió? —Extraño. ¿Era mi voz? No me sentía capaz de reconocerla, la cabeza me dolía.

    —Pues creo que lo usual… Mang y sus accidentes. —Comentó con un deje de burla la persona a mi alrededor. Sonaba a una niña, y creo que la conozco… ¿La misma de mis recuerdos? —Nang, creo que esta casa está embrujada ya que sólo te la pasas desmayada o inconsciente…

    —Rin…—por fin recuerdo, la niña que me habla es ella. Abro los ojos con reticencia, es más cómodo vivir entre sensaciones y recuerdos fragmentados que me trae de vuelta mi almohada, son más dulces, más irreales. Son sueños. Y de ellos no me quiero alejar. — ¿Qué ha…? —Mi pregunta es inconclusa, un mareo me obliga a frenar mi labia y llevar las manos a la coronilla de su cabeza. —Siento que el cráneo me crece y en cualquier instante reventará desperdigando mi cerebro por todos lados.

    —Asco…—Acotó con un gesto de repugnancia. No me había percatado de que lo dije, creí que sólo lo había pensado. —Kagome, creo que te afectó más de lo que debió ser.

    —Rin, deja de agobiarla. —Ah, ahora me viene el timbre de una voz cándida pero muy avejentada, también ella me llamó entre sueños. Por cierto, sólo recuerdo que he despertado ¿Qué soñaba? ¿Qué pasó antes de este momento y cómo fue que a él llegué? —Señorita ¿Ya se encuentra mejor?

    —Kaede, es obvio que ella está bien. —Sonrió con una mezcla de malicia y alegría. Su mirada denotaba el brillo de quien trama un plan maestro a punto de ser ejecutado, casi podría decir que ése supuesto plan ya tenía asegurada su efectividad. Rin, eres una niña de cuidado. —Después de lo que hizo —Sus mejillas se tiñeron de rojo y suspiró, ahora parecía fascinada. Acabábamos de perder a una… Un minuto. Tardé demasiado en analizarlo pero ¿Lo que hice? —…hasta yo estaría encantada.

    —Mi niña, tú eres muy pequeña aún. Además sabes que el señor…

    —Es mi padre, lo sé. —Replicó molesta. Prácticamente me sentía aislada de su conversación, no entendía el tema pero me intrigaba saber que era lo que yo hice. Rin mencionó a su padre, algo que hice… Mi cuerpo inició en delicados espasmos de temor ante lo que podía haber hecho. ¿Gritarle? ¿Abofetearlo? —pero a un hombre tan guapo yo también querría besarlo…

    — ¡¿Be-besarlo!?

    Enrojecí brutalmente. Con las sábanas me tapé e intenté hundirme en el colchón, quizás encontraría una salida o alguna especie de escape que me llevara al interior de la tierra. Seguramente ahí nadie me encontraría.

    OOO

    N/Kou: Y finalmente estoy al corriente con fanfiction net :3
     
  17.  
    Kourei

    Kourei Acosando a Gray-sama (kagome-chan) ;D

    Tauro
    Miembro desde:
    3 Abril 2009
    Mensajes:
    782
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Pensé que era amor [Sesshome]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    23
     
    Palabras:
    2704
    Título: Pensé que era amor.

    Ranking: M (Lemon al Final)

    Advertencias: UA/Posible OoC/Re-edición/Prologo de Yashi-verde eliminado/Saltos temporales/Primera Persona.

    Pareja: SesshKag

    Disclaimer: Todos los derechos de creación de InuYasha son de la maravillosa Rumiko Takahashi. Inu no me pertenece.

    O

    Mujer de la soga

    O

    No podía creerlo, en absoluto. Lo último que recordaba era haber estado en la antigua habitación del abuelo de Rin y después… Nada. Oscuridad, una voz, la misma que solía hablarme a veces dentro de mis sueños y me guiaba dentro de la inconsciencia a fragmentos de memorias despedazados, al pasado que tengo problemas para recordar. No puedo recordar prácticamente nada de mi niñez y desde que había entrado a la mansión ni siquiera puedo retener el presente. ¿Acaso…? ¿Me estaré enfermando? Es extraño tener tantos problemas de memoria a corto plazo, incluso los desmayos están llegando a un nivel preocupante, y los dolores de cabeza…

    Recordé entonces que el cuarto se había cerrado. Una imagen de la pequeña castaña sonriendo incómoda frente a mí, y tratando en vano de abrir la madera atascada. Ese día tardamos un poco más en salir de la habitación, Rin estaba jugando a lanzar una pelota cuando golpeó la antigua chapa y nos dejó atrapadas. Era obvio que nadie nos vendría a rescatar si la gente nunca iba a esa habitación, así que tuvimos que durar horas antes de decidirnos a salir por la ventana…—Nang, debemos salir por aquí. —Ella fue quien lo había sugerido.

    — ¿No es peligroso? —Cuestioné preocupada. Con una caída desde esa altura sería incapaz de salvarme, moriría desangrada en el suelo y seguramente nadie lloraría mi muerte. Bueno, quizás exageraba un poco, pero realmente era peligroso y no era solo yo, llevaba a la niña, además con la mala suerte que últimamente me persigue dentro de esta casa creo que de verdad podría pasar. —Tiene que haber otra forma.

    —No. —Respondió ella. Fue lo único que le escuché decir antes de que alzara el pie derecho y emprendiera su camino por el inseguro borde de la ventana. Era alto, realmente alto, no quería ver hacia abajo y asegurarme si era un segundo o tercer piso por temor a la altura, prefería imaginar que estaba cercana al suelo.

    — ¡Espera! —Grité desesperada, tratando de frenarla pero era imposible sin lanzarla primero. Armándome de valor decidí seguirla, si caíamos por lo menos podría cubrirla con mi cuerpo. Di dos leves golpes al borde para asegurarme que fuera sólido, mi vista se impresionó al ver una ancha tabla del mismo color blanco de la casa con un barandal de protección que no dejaba ningún peligro a la vista. Si me lo hubiera dicho primero podría haberme ahorrado los pensamientos heroicos.

    Rin avanzaba alegremente, admirando el mismo paisaje que yo hasta que sus ojos se concentraron en un punto fijo, perdiendo todo color. Duró un largo tiempo observando a ese lugar hasta que la alcance y traté de verlo también, me daba curiosidad saber qué era lo que le llamaba tanto la atención. Frente a mí la figura de un hombre de ojos ambarinos e inexpresivos estaba a punto de entrar por la puerta principal.

    — ¡Papá! —gritó ella, sin darse cuenta que yo estaba muy por encima de la reja y ese empujón me descolocó lo suficiente para bambolear sobre ésta…

    Me tambaleé. Por suerte era lo suficientemente resistente para sostenerme de ella y volver a controlar mi equilibrio, aunque ver por un instante el suelo en el que puedes caer y destrozar tu cuerpo no es nada alentador. Suspiré pesadamente y seguí a Rin que no se había percatado de mi pequeño accidente, cuando ladeé el rostro tampoco estaba la silueta de Sesshoumaru tratando de atravesarme con sus ojos. Si las miradas mataran quizás estarían velándome por quinta ocasión…

    Muerte.

    Esa palabra acudió a mí con un escalofrío indescriptiblemente abrumador, como un horrible presentimiento. ¿Qué es lo que me perturbaba? Seguramente me habré golpeado con el marco de la ventana al salir de la habitación y por eso ahora pienso cosas tan raras.

    Tras retrasarme unos segundos me apresuré a seguir a la pequeña que ahora me llamaba con un ademán en su mano. Extraño, pero este sitio de alguna manera siempre me resultaba tan familiar. Una pequeña terraza con una mesa bellamente decorada aunque vieja y una sombrilla parecía recibirnos, lista para una tarde perfecta con el almuerzo servido, sólo que aquí faltaba algo de limpieza. — ¡Nang! —Gritó ella. — ¡Mira, es esa cosa que ustedes llaman radio!

    — ¿Nosotros? —Cuestioné sintiéndome ofendida. —No soy tan vieja ¿sabías? Apenas voy a cumplir los dieciocho años. Y tampoco es que ahora no existan…

    — ¿Dieciocho? Creí que eras más pequeña. —No sé si sentirme ofendida o halagada en este caso ¿Pequeña? ¿Por mi actitud o mi rostro? Definitivamente algún día habría de preguntárselo. —Yo tengo diez años…—Comentó como cualquier casualidad, quizás para ella no significaba mucho pero yo a los diez años dejé de visitar China junto a mi familia, algo que nunca entendí la razón.

    —Diez años…

    —Sí. —Caminó alegre al pequeño aparato de pilas que hasta a mí me resultó antiguo e intentó encenderlo. —Escuchemos algo de música.

    OoOoO

    De nuevo escucharé esos alegres lamentos hoy.

    Aún si renaciera estaría condenada a amarte

    Porque las leyes son asuntos del amor

    Esa joven yo la conozco… Su cuerpo se mueve constantemente e intenta escapar pero no puede, porque ese hombre la sujeta del cuello y aprieta. Inquiere toda su fuerza… Ella grita desesperadamente por ayuda. La vida se alejaba de su cuerpo segundo a segundo, pero el hombre no estaba satisfecho. Quería más, lo deseaba todo, sus ojos la recorrían con un brillo siniestro que la paralizó. Soltó su agarre para permitirle respirar un momento y depositó un beso, uno suave y calmo en sus labios que ya no daban resistencia, se dejaban ser. El brillo siniestro de esos ojos ámbar relucía en los orbes marrones de ella, a quien yo conozco. Con quien me han comparado miles de veces porque dicen que somos idénticas…

    Esa mujer que conozco mira indiferentemente al hombre que la tiene presa pero puedo distinguir la decepción; en cambio él no sonríe, no tiene expresión. El engaño se ha terminado.

    —No eres él…

    —Y tú no me importas. No necesito de los sentimientos, sólo debes obedecer.

    —Alguien como tú no puede darme órdenes. Solo buscas atarle, conmigo. InuYasha no…

    Voltea y encontrarás una belleza incomparable

    Lo hermoso muere joven, reina de la noche

    Su conversación se silencia, aunque ellos siguen moviéndose frenéticos en una acalorada discusión. No me agrada, esa persona no la quiere, no la ama como yo lo hago. Le hace daño, la hiere y solo le importa el dinero. Siento que en cualquier momento algo terrible pasará. Mi escondite es debajo de una mesa presenciando toda la escena, en la terraza donde tranquilamente tomaba el desayuno antes de ver que estas dos personas llegaran. Mi cuerpo de niña impide que pueda hacer algo más, aunque tenga miedo de lo que le pueda pasar. Todo se oscurece… La piel de esa joven brilla preciosa con las sombras.

    Pásame ya la cuerda

    La muerte está por llegar,

    Se acerca por mi espalda

    El cuerpo femenino se mece de un lado a otro sostenido únicamente por una cuerda atada en su cuello; ya sin vida. Mis ojos derraman lágrimas amargas por esa persona que no recuerdo y sin embargo quiero mucho, demasiado.

    Un hombre se acerca a la escena y conmocionado retira la soga que la hace pender del techo. No suelta lágrimas pero sus ojos sollozan sin ellas; es seguro acercarme a él. Y me abrazo a su pecho a llorar, él me recibe sorprendido pero inmediatamente me acoge y suelta murmullos conmigo. Él es cálido y tiene el mismo color de ojos que la persona que vi antes discutiendo con esta mujer, pero él no es malo… Doy un inocente beso buscando calor…

    Y hoy vuelvo a escuchar los lamentos

    De hombres pecadores que no dejarán de amar

    Ellos ya pagarán.

    OoOoO

    Y abro los ojos aquí, postrada en esta cama. Ahora podía recordarlo. Después de salir del cuarto y caminar a la terraza me desvanecí, teniendo un episodio abrupto de memorias pasadas. Transpiraba a mares, sintiendo mi cuerpo afiebrado.

    ¿Por qué olvidé muchas cosas a partir de los diez años? Mi madre me había llevado a una terapia con alguien que me dijo que nunca recordaría nada de todo aquello. De la muerte de esa mujer y el beso con ese hombre a tan corta edad sólo, ¿esa tonta canción había activado esa parte de mí? ¿Algo tan extraño como eso podría suceder?

    —Y… —Logré mencionar débilmente, tratando de hablar. — ¿Cómo fue que pasó?

    El beso. El maldito beso que sigo sin recordar.

    —Bueno, de pronto cuando empezaste a escuchar la canción te detuviste. —Mi sonrojo era progresivo pero ganaba el sentimiento de inquietud sobre mi recuerdo. Dos hombres de ojos color ámbar… Uno frío e inexpresivo y otro que me inspiraba confianza, una mujer idéntica a mí. ¿Quién era quién? —Cuando comenzaste a llorar me asustaste mucho, corrí a buscar a mi papá y te cargó.

    —En ese momento, aún en medio de las lágrimas le diste un beso…—completó Kaede. Ella era una mujer rechoncha de agradable aspecto, según me contaron, la ama de llaves y nana de los hermanos Taishou.

    —Has despertado…

    Miré alrededor y me pareció ver el mismo resplandor de aquel entonces observándome, frío e indiferente.

    Sesshoumaru…

    Aquellos ojos de tonos ámbar, el mismo color de un pedazo petrificado, recorrieron la superficie completa de mi cuerpo como buscando cualquier indicio de gravedad. El cuarto estaba exclusivamente ocupado por dos personas: ése hombre que me intimidaba y mi temerosa persona que rogaba por la intervención de alguien más, busqué a Rin y a la señora Kaede.

    —Se han ido. —Inquirió la voz. Debido a su extraña habilidad para leer la mente, aunado a mi rostro tan expresivo como si se tratase de leer un libro.

    Y de nuevo la atmósfera tensa gobernó. Aquellos recuerdos sobre un hombre de ojos idénticos a él y una mujer de cabellos negros que decían sería su viva figura al crecer. ¿Sería a quien olvidé? Seguramente pertenecía a los recuerdos perdidos a mis diez años que mi madre nunca se preocupó por mencionar. Estaba muy confundida, quizás… también podría ser InuYasha.

    Lo que vi fue extraño, nada conciso. Una pelea entre un hombre y una mujer, como este la sofocaba lentamente sin embargo se detuvo para darle un beso, el cuerpo femenino pendiendo de la cuerda casi hecha un hilo por su finura. Por último a alguien que me brindó consuelos en sus brazos y a quien, a pesar de ser mucho mayor, di el primer beso de mi vida con el propósito inocente de decirle que era su amiga. — ¿Por qué sigues aquí? —Pregunté al vacío. En realidad sólo exteriorizaba mis pensamientos ya que por obvia razones no esperaba contestación.

    —Es mi casa, tengo el derecho de estar donde se me dé la gana…—No la esperaba y sin embargo llegó. Aunque no una cortante y sencilla que hubiera preferido mil veces a ésta tan agria, atípico de él.

    —Algo temes… — Profesé. Tarde me di cuenta de mi gran error; Sesshoumaru caminó hasta posarse a mi lado y me miró lo más frívolo que consiguió. —Sé que me vigilas. —Seguí, a pesar de que él intentaba atemorizarme la verdad no hacía falta, mi cuerpo se convulsionaba levemente ante la posibilidad de que él fuera a quien yo recuerdo.

    —Las cosas no son lo que parecen…

    Y su mano, cual vil garra de un demonio, se movilizó hasta la piel que conforma mi cuello tanteando suavemente hasta cerrarse sobre éste. El dorado de sus ojos se hizo neutro asemejando al gris y generó una sonrisa torcida que me atemorizó. Apretó un poco más, el aire me faltaba. Pero rápidamente me soltó y retrocedió hasta marcharse del cuarto dejándome con el latir desbocado del corazón como único ritmo sonoro en la soledad.

    ¿Qué pretendía al decir eso? Cuando pienso me confundo más cada instante. Recuerdos perdidos, personas que aparentemente en mi vida jamás había visto ahora retornan y comparten el secreto que yo no recuerdo. La clave que todo lo enlazaba era la mujer de la fotografía, madre de Rin y primera esposa del Taishou mayor. Una persona que yo quería. La flor de campanilla china, proveniente de un país que yo siempre visité cuando niña pero la familia no me dejó ir más después de una noche olvidada a los diez años.

    Comprendo ahora quien era, Kikyou fue quien me cuidó en mi estadía en el país chino cuando mi padre había fallecido. Ella es la mujer que me sostiene en mis efemérides. Siempre me dijeron que sería la viva imagen de aquella que compartía lazos sanguíneos; porque ella fue mi tía y yo presencié la noche de su muerte.

    ¿Suicidio u homicidio? En aquél entonces no comprendía la magnitud. Sin embargo la reacción de Sesshoumaru ante mis palabras indicaba que algo de lo que yo sospechaba, él ya lo intuía; quizás hablé de más cuando me desmayé y ese hombre ya estaba consciente de que recordaba… —Las cosas no son lo que parecen…—Musité mientras recordaba diferentes hechos.

    ¿Qué es lo que parecía y que era aquello que no?

    InuYasha muchas veces me advirtió que su hermano era peligroso y en sus peleas siempre le exigía que no se me acercase. Sesshoumaru decía que nada es lo que aparentaba pero en el medio de la confusión quien pagaba consecuencias resultaba ser yo. Si todo era tal y como parecía, si el Taishou que habita en esta casa resulta ser el asesino probablemente mi vida estaría en peligro. Pero si no…

    —Debo salir de aquí…

    OoOoO

    N/Kou: Ya, sé que no es sábado. Es domingo a la 1:30 am xD Hubo muchos detalles que arreglar. Bien, aunque ya traté de explicar que sucedió al inicio y en la historia lo volveré a decir para aclarar las cosas. Kagome estaba con Rin en la azotea, salieron por una ventana que afuera tenía un pequeño pasillo, Kagome comienza a recordar el pasado y sufre una conmoción, por lo que se desmaya. Sesshoumaru la carga y en el momento en el que ella recuerda el abrazo y el beso está con él, inconscientemente le da un beso. Dejo a su decisión dónde fue el de niña, mejilla o labios xD después despierta sin recordar nada, lo que sucede en el capítulo anterior, y conversa con Sesshoumaru.

    Esta es una historia en primera persona por lo que es normal que se confundan, no se angustien. Ustedes solo saben lo que sabe Kagome, nuestra protagonista, si ella no ve algo fuera de la trama ustedes no lo verán tampoco, si ella no recuerda algo no les voy a mostrar el recuerdo. Se enteraran tarde o temprano de todos modos, pero la idea es que ustedes vayan descubriendo los misterios junto a Kagome –me siento como si hablara de una novela visual xD- Habrá más adelante partes en narrador omnisciente para que se vayan enterando de pequeñas pistas. Este vendría siendo un romance mezclado con crimen y misterio, pero como no es totalmente del género no lo he puesto en las categorías. Mmm, espero que no me quede más que aclarar, siento mucho las confusiones. A futuro si a Kagome le pasa algo y no recuerda algo ya saben que en la historia no estará porque es primera persona, no puedo escribir sobre algo de lo que la narradora no sabe nada. Y al contrario, si ella piensa que pasó algo pero no… Esa es una pista :3

    Los y las loveo corazonas y corazones –por si hay hombres aquí xD-. Mil gracias por los reviews, favoritos y follows. Les aviso que ya estoy publicando también en fanfic es, ao3 y fanficslandia y en cuanto me haga una portada decente en wattpad. –Tengo las cuentas hace años pero hasta ahora empecé a usarlas xD-
     
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