KND: Los Chicos del Barrio P.r.o.m.e.s.a [knd: los chicos del barrio]

Se me ocurrió hacer una pequeña historia de esta caricatura,es un pequeño fragmento luego el final, que lo disfruten.


Un niño pequeño de piel trigueña jugaba con una pequeña niña rubia que muy entusiasmada lo perseguía en el parque, de manera inesperada detrás de una banca surgía un hombre robusto y bonachón dando un rugido como imitando un oso, a los niños se les paraba casi el corazón pero luego se reían divertidos y este comenzaba a perseguirlos a carcajadas.

— ¡Rooooar!, ¡los voy a atrapar! — decía amenazante.

De pronto un segundo par de niños mellizos y de pelo negro salía de entre los arboles le saltaban encima casi al mismo tiempo de un hombre de rubio que curiosamente bestia con una sudadera, los niños corrían entre ellos divertidos mientras se lanzaban hacia dos mujeres que lo esperaban en una de las bancas.

Una tenía el pelo negro y era asiática, la otra tenía la piel oscura recogida en una cola. Con un beso en la mejilla se saludaron entre ellos alegremente.

—Guillermo amigo ¿cómo has estado? — preguntó alegremente el adulto rubio mientras le daba una palmada.

— He estado ocupado pero siempre hay tiempo para los chicos, fue una suerte encontrarlos aquí. —respondió el señor de gafas sonriendo mientras pasaba la mano por la mujer de color abrazándola.

Su hijos se abrazaba a ellos sonriendo.

—Recuerdo que cuando éramos niños veníamos muchos aquí ¿recuerdas Kuki? —preguntó la mujer morena.

—Claro, era maravilloso, por eso me encantaría hacer aquí el promocional de los simios arcoíris. —respondió la mujer asiática mirándola por debajo de las gafas destellando cierto brillo.

Uno de los mellizos jalaba de su falda y alzaba las manos ella soltaba su bolso y lo tomaba entre sus manos lanzándolo hacia el cielo.

—¿Qué dicen pequeños quieren que si mamá también se una a nuestro juego? —preguntó el rubio entusiasmado.

Ella negó varias veces hasta que terminó desistiendo y se sacó los tacones para poder correr.

El hombre robusto miró a su mujer como invitándola también, ella sonrió asistiendo, pero de pronto la expresión de su rostro cambio por una de ligera consternación.

—¿Dónde está Miguel? —cuestionó la mujer volteando hacia todos lados.

El niño moreno estaba en los hombros de su padre quien jugando propuso:

—¡Ay que ir a buscarlo!—gritó levantando su brazo como quien dirige un ejercito con un sable en la mano.

Su esposa fue tras ellos cuando corrieron, les sorprendió ver que a los pocos segundos su hijo aparecía dando un salto mientras reía.

—Vamos, ven, juega con nosotros amigo. Realmente eres muy divertido— indicaba el niño riendo.

Todos se detuvieron frente a él, curiosos e intrigados por lo que decía.

—¿Con quién hablas Miguel? —preguntó cariñosamente su mamá mientras se inclinaba hacia él.

—Pues, había un niño como de mi tamaño que se llamaba como yo, era muy gracioso, me dijo que los conocía, yo le dije que podía venir a jugar con nosotros pero ya no estaba—explicó el chico.

—¿Miguel? —preguntó su padre miró a sus amigos sonriendo pensativo. — nos conocía, ¿de verdad?.

Ellos lo miraban con la misma expresión en su rostro, tenían esa agradable sensación muy en el fondo de ellos, que lo recordaban. No lejos de allí mirando toda la escena, había un niño con gafas, que sigiloso se las había arreglado para subir a la cima del árbol, él tenía la misma edad que ellos, había sido su líder, él había decidido no crecer y en ese momento con sus ojos cristalizados y una amplia sonrisa se percataba que sus amigos tampoco, habían cumplido con honores su última misión juntos, su última promesa.

“Siempre sean niños”.

P equeños
R azonan
O bsevando
M aravillosas
E xperiencias
S oñando con el
A ayer...