Microrrelato Monólogo Sobre los Desamores

Uno es el destino de cada hombre. Uno es su nacimiento y uno será su final. El amor verdadero, el auténtico, también se presenta una sola vez en toda su existencia. En ese momento crucial, se determinará si la dignidad se conserva o se pierde, dependiendo de la respuesta de quien recibiera la obligada declaración.
Acto seguido, las posibilidades se bifurcan: nace el triunfo o la mustia iteración de tener que buscar otras respuestas más permisivas, más piadosas, en otros cuerpos.
Una sola es la vergüenza, el oprobio. Y ésta es eterna.
La felicidad otorgada por los amores ulteriores resulta ser una nefanda apariencia, una mentira deleznable que nos incita a abrazar el olvido, la distracción, el alivio.
Porque ningún labio ferviente, lecho amable o caricia solícita será capaz de borrar el rastro de aquella atroz derrota, de lo que pudo ser y ya no es… ni lo será jamás. Mienten los que afirman que es imperante caer en el desamor incontables veces hasta hallar la persona indicada; porque además de razonar, el hombre es el único ser capaz de engañarse a sí mismo.
Uno es el destino de cada hombre. Uno es su nacimiento y uno será su final.
También una es la verdad que, irrebatible, se exhibe entre estas palabras.