One-shot Las bicicletas no son para Gensokyo

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por Angelivi, 8 Agosto 2017.

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    Angelivi

    Angelivi Bruja ordinaria

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    7 Febrero 2017
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    Escritor
    Título:
    Las bicicletas no son para Gensokyo
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    8202
    Se suponía que este relato iba a ser una breve anécdota para la actividad de ¡Agosto te desafía! donde debía escribir un relato que empezase y acabase con una bicicleta. Me hizo gracia pensar qué harían los personajes de Touhou si se encontrasen con una bicicleta. Mi intención inicial era escribir una simple anécdota con uno o dos chistecillos tontos, pero me emocioné y... Bueno, ya veis la longitud del relato. La historia se me fue un poco de las manos, pero siempre disfruto escribiendo cosas sobre Touhou así que supongo que habrá valido la pena. Espero que os guste y que no se me haya ido la pinza demasiado.

    Era un maravilloso día soleado en Gensokyo, tan tranquilo como siempre... Bueno, casi siempre... Está bien, algunas veces... De acuerdo, ocasionalmente... Vale, en algún que otro momento... ¡Bueno, era un día como otro cualquiera, indeterminado! Como decía, todas vivían felices cuando un maligno objeto creado por el diablo llegó a la Aldea de los Humanos. Circulaban rumores de que era un ser horrible, una bestia asesina atroz, un objeto endemoniado poseído por un tsukumogami. Cualquier habladuría sobre aquello no daba muy buena espina, todo señalaba a que había llegado una amenaza en potencia y, por supuesto, cuando la sacerdotisa Reimu Hakurei se enteró de semejante noticia no tardó en presentarse en la aldea.

    Todos los vecinos se habían escondido en sus casas, decían que no se había movido ni un centímetro desde que llegó, pero en cualquier momento saltaría para devorarlos a todos. Reimu se había enfrentado a muchísimos youkais durante toda su vida, éste no podía ser muy diferente al resto. Sin ningún miedo, la miko encaró a la bestia. Era tan tenebrosa como decían los rumores: estaba recostada en el suelo, totalmente quieta, se le podían ver las entrañas llenas de dientes afilados, dos esferas aplanadas atravesadas por multitudes de varillas giraban vacilantes; tal vez se tratase de algún tipo de núcleo energético o un arma usada por la criatura que se asemejase a una sierra circular. Para redondear la escena, dos sendos colmillos enormes reposaban en el suelo bajo la mirada apagada de su único ojo. La bestia parecía tener buen equilibrio: a pesar de estar apoyada por dos diminutos pies amorfos, podía mantenerse en pie incluso dormido.

    Reimu nunca había visto nada parecido, permaneció alerta ante cualquier movimiento de su contrincante. Era la viva imagen de una escena del Oeste: Reimu preparada para desenfundar su "revólver" en mitad de un pueblo desértico en el que las casas de madera estaban dispuestas conformando una gran avenida, aunque en este caso la avenida era recorrida por un canal, ambos arriesgando su vida cara a cara en un duelo a muerte.

    Reimu sacó levemente su gohei, iba a exterminar a ese espantoso youkai en ese instante, no podía demorarse ni un segundo más. Antes de que algún aldeano sea herido esa criatura sería extermi...

    —¡Cuidado que vooooooy! —alguien se estrelló como si se tratase de un asteroide, llevándose por delante al peligroso youkai con una mortal patada asesina descendente del dragón, o algo así—. Ay, ay, ay... Aterrizaje forzoso conseguido con éxito —la mujer estrellada miró a Reimu quien se había quedado perpleja por aquella entrada triunfal. Sin levantarse la guiñó un ojo y levantó su pulgar—. ¡Graze!


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    Marisa Kirisame, una bruja ordinaria

    La sacerdotisa suspiró llevándose una mano a la cara, conocía más que de sobra a esa mujer: era Marisa Kirisame, la bruja ordinaria más molesta de todo Gensokyo. Pero no se podía quejar, hoy Marisa acababa de salvar el día, aunque fuese por accidente.

    —¿Se puede saber qué diablos estabas haciendo? —regañó Reimu con los brazos en jarra.

    —Había oído rumores sobre un malvado bicho que acababa de llegar a Gensokyo y que se había cargado la mitad de la Aldea de los Humanos. Yo, como buena ciudadana que soy, vine aquí para ayudar a los desfavorecidos...

    —Y ya de paso ganar alguna recompensa —añadió Reimu.

    —¡Ey, que no soy tan materialista! Aunque tampoco le haría el feo si alguien mostrase su agradecimiento... —la miko carraspeó, Marisa rápidamente cambió el tema—. Pero bueno, a lo que iba. Cuando me estaba acercando te vi enfrentándote a un extraño monstruo, se veía que necesitabas mi ayuda desesperadamente —explicaba orgullosa la bruja.

    —En realidad el combate ni siquiera había empezado.

    —Calla. En ese momento se me ocurrió que podría poner en práctica una de las 7 Maniobras Fantásticas de la Bruja Estelar y hacer trizas al culpable; sin embargo...

    —Espera, ¿has dicho las siete maniobras fantásticas de... qué?

    —De la Bruja Estelar, pero estoy pensando en cambiarlo por "la Maravillosa Bruja Estelar". ¡Ay, no me despistes! Sin embargo, una desafortunada corriente de aire desvió la trayectoria de mi escoba, reduciendo la aerodinamicidad del placaje, aumentando el ángulo del descenso, lo que ocasionó una reducción en el rozamiento entre mi pie y la escoba y...

    —Y vamos, que te escurriste.

    —Esa es una forma muy fea de decirlo, queda mejor "fue una maniobra imperfecta".

    —Más bien "fue un estrellato imperfecto".

    —Cambiando de tema, ¿ésa es la bestia? —Marisa señaló al supuesto youkai que se había quedado ligeramente abollado por el impacto. Consideró que era mucho más importante hablar sobre la amenaza de la que acababan de librar a Gensokyo que de los matices lingüísticos de un hecho perfectamente olvidable.

    —Así es, pero al final no resultó ser gran cosa. Mucho ruido y pocas nueces, así son los youkais de hoy en día —respondió Reimu a la vez que asentía con la cabeza.

    —De hecho, ¿no crees que se mueve demasiado poco? Reimu... no me digas que realmente está frito. ¡Si solo ha sido una patadita de nada!

    —No sé a qué llamas "patadita de nada", pero sí es cierto que un youkai debería tener una resistencia física muy superior. Qué raro... —Reimu se acercó a la bestia, seguida por Marisa, pero no respondía a los estímulos externos. Entiéndase con estímulos externos a toquecitos con el dedo en los colmillos del youkai, empujones cariñosos, puntapiés despertadores, zarandeos con extra de gritos y estimulaciones a base de descargas eléctricas completamente moderadas y para nada mortales.

    —Sigue igual...

    —Nada, esta cosa está caput, la ha espichado. Que su alma descanse junto al resto de bichos raros del mundo —sentenció Marisa mientras rezaba con las palmas de las manos juntas.

    —O igual esa cosa nunca estuvo viva —inquirió una tercera voz.

    Reimu y Marisa se giraron hacia donde provenía la voz: se trataba de Hieda no Akyuu, acompañada por su mejor amiga, Kosuzu Motoori. El resto de los aldeanos también estaban saliendo de sus refugios ahora que veían que el peligro había pasado.


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    Akyuu y Kosuzu, dos humanas especiales

    —Eso mismo estaba a punto de decir yo —aseguró Marisa posando ambas manos en su nuca.

    —¿Qué quieres decir, Akyuu? —preguntó Reimu después de darle un coscorrón con el gohei a su vanidosa amiga.

    —Es algo vergonzoso reconocerlo, pero creo que éso no era ningún youkai, sino un objeto carente de vida —confesó Hieda no Akyuu frotándose tímidamente su corto pelo violeta.

    —Yo lo había notado desde el principio, pero no quería deciros nada —afirmó Marisa.

    —¿Ah, sí? ¿Y qué pasó con eso de "Vi que necesitabas desesperadamente mi ayuda"? —reprochó Reimu.

    —Una gran obra de teatro siempre necesita una gran introducción.

    —¿Y eso de "No me digas que me lo he cargado"?

    —La continuación de una maravillosa interpretación propia de una actriz kabuki profesional.

    —¡Aah, mírame! ¡Soy Marisa y no sé cómo llamar la atención así que me invento cuentos chinos para parecer guay, mehmehmeh! —se burlaba Reimu mientras ponía caras tontas.

    —¡Eh, deja de hacer eso! ¡Te recuerdo que tú también caíste como una pánfila!

    —¡No soy yo quien va por ahí montando numeritos!

    Las dos siguieron discutiendo a medida que se iba formando un círculo de espectadores a su alrededor. Akyuu y Kosuzu estaban avergonzadas por el espectáculo de las dos supuestas heroínas.

    —Chicas, no creo que consigamos nada si discutimos... —dijo Kosuzu tratando de suavizar la pelea.

    —¿Y a ti quién te ha preguntado? —gritaron Reimu y Marisa a la vez.

    —¡Eeek! —Kosuzu pegó un gritito y escondió el rostro tras el libro que sujetaba con las dos manos, dejando únicamente visible una mata de pelo anaranjada con dos coletas del que colgaban sendos cascabeles. Akyuu le dio un codazo y le echó una mirada de complicidad. Gracias a eso, Kosuzu recordó algo importante y se olvidó de la timidez para enfrentarse a esas dos temibles fuerzas de la naturaleza en pleno combate verbal—. El motorista fantasma.

    Las dos chicas dejaron de pelear para atender a lo que acababa de decir aquella muchacha.

    —¿Qué has dicho? —preguntó Reimu.

    —Será mejor que nos acompañéis a mi librería —contestó Kosuzu sin responder a su pregunta.

    Las cuatro entraron a la librería Suzunaan, regentada por Kosuzu. Estaba, para variar, repleta de libros raros. No por nada era conocida como "La coleccionista de libros". Kosuzu sacó un libro delgado más bien parecido a una revista y la tendió en el mostrador.

    —¿Qué es eso? ¿Otro de esos raros libros youkai que tanto te gustan? —sopesó la bruja apoyando los codos al lado del extraño manuscrito.

    —Se llaman "Libros Youma", y no, no es un Libro Youma. Lo compré hace poco en el Kourindou.

    —¿Qué hacías en la tienda de Antigüedades del Mundo Exterior? —curioseó la sacerdotisa.

    —Allí suelen encontrarse objetos extraños y de vez en cuando se puede encontrar algún Libro Youma, me gusta echar un vistazo regularmente.

    —Ya, ya. Muy interesante. Pero si esto no es un libro Youma, ¿qué es? —volvió a preguntar Marisa.

    —El tendero me dijo que en el Mundo Exterior se le conoce por "Cómic" —Kosuzu abrió el cómic por una página al azar—. Son libros ilustrados donde se narran las hazañas de los héroes más populares del mundo humano. Es parecido a nuestras leyendas, solo que en estas historias se destaca la acción por encima del resto.


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    El misterioso cómic del Mundo Exterior

    —¿Y qué tiene que ver ésto con el monstruo que nos acabamos de encontrar? —cuestionó Reimu.

    —En esto de aquí —Akyuu mostró la portada y señaló a la bestia mecánica que cabalgaba el hombre esquelético que estaba representado en el dibujo—. Es similar a lo que os acabáis de encontrar, ¿no?

    —Sep, solo que éste mola más —añadió Marisa interesada por el caballo de metal—. Si yo tuviera uno de éstos sería la envidia de todo Gensokyo.

    —Pues me parece que llegas tarde, no eres la primera. ¿Recuerdas el incidente de las Leyendas Urbanas? —dijo la sacerdotisa rojiblanca al recordar a cierta monja budista.

    —¡Oh! ¡Es cierto! ¿Crees que ella podría conseguir uno para mí?

    —¿Chicas? Creo que nos estamos yendo del tema. Tenemos que identificar ese objeto que ha aparecido en Gensokyo, no hablar de motos.

    —¿Motos? —Marisa no entendía el significado de esa palabra.

    —Sí, así lo llaman en el cómic. Por lo visto se usa como vehículo moderno, quizás esa cosa sea un prototipo antiguo de las motos a juzgar por el año de publicación —explicó Kosuzu esclareciendo el misterio.

    —Es posible, pero lo que me preocupa es el que está montado en la moto, parece un youkai del Infierno, quizás un espíritu vengativo. ¿Y si alguien parecido viniese a Gensokyo? —teorizó Reimu reflexionando la posibilidad—. ¿Qué opináis?

    —Que es feo de narices. Ah, no, de narices no que no tiene. ¡Jajaja! —bromeó Marisa.

    —Ahora que lo pienso, me recuerda a alguien que suele pasearse por la aldea —comentó Akyuu ignorando la tontería de turno.

    —¿Quién? —preguntó Kosuzu con una mezcla de curiosidad y miedo al pensar que un ser así podría vivir entre los aldeanos.

    —Ya sabes, la chica con la cabeza cortada. Las llamas espectrales que deja la cabeza a su paso se parecen a estas llamas. ¿Nunca la has visto? —respondió la chica de pelo violeta.

    —¡Ah! ¿Te refieres a Sekibanki, la rokurokubi? —adivinó la sacerdotisa.

    —Rokurokubi... Creo que ya sé a qué os referís. ¿No son esas criaturas que tienen el cuello muy largo? —inquirió Kosuzu.

    —Ehm... Sí y no. En realidad ella es más bien una nukekubi hecha rokurokubi. Una confusión de términos —detalló Marisa sin darle demasiada importancia.

    —¿Nukekubi? A ver... Si mal no recuerdo, un nukekubi es un youkai que se asemeja al Dullahan de la mitología irlandesa, es el cadáver de una persona que murió decapitada y que ahora es capaz de controlar el cuerpo y la cabeza por separado. Pensaba que en Gensokyo no había nadie así.

    —Pues si ella tiene parecido con el jinete de motos, tal vez sepa algo sobre este misterioso objeto —sentenció Reimu.

    —¿Eh? ¿En serio vamos a tomarnos tantas molestias por un cacharro que ni siquiera estamos seguras de que funcione? —protestó Marisa.

    —Puedes volver a casa si quieres, Marisa. Ya has aportado suficiente a la paz de Gensokyo, puedes descansar —propuso Reimu con una sonrisa exagerada.

    —Bah, me quedaré un poco más. Me gustaría saber cómo acaba todo esto —repuso Marisa como quien no quiere la cosa.

    —En ese caso no perdamos más el tiempo. Después de hablar con Sekibanki deberíamos hablar con Byakuren a ver si sabe algo sobre ese objeto.

    —Si necesitáis más información, nosotras estaremos por aquí —ofreció Kosuzu.

    —Bueno, pues en marcha —antes de salir, Marisa cogió hábilmente el cómic del mostrador.

    —¡Eh! ¡Devuélvemelo! —se quejó Kosuzu.

    —¡Lo cojo prestado, luego te lo doy! ¡Quiero tener un poco de lectura por el camino!

    —Ay... No tiene remedio —suspiró Akyuu.

    Reimu y Marisa salieron de la librería y se pusieron a la búsqueda de Sekibanki. No fue difícil encontrarla, destacaba bastante entre la multitud. Estaba sentada tomándose un té mientras disfrutaba del paisaje primaveral. Era una mujer de estatura media, pelirroja, ataviada de ropa que le cubría por encima de la boca con un cuello exageradamente alto y llevaba un lazo azul. Su piel pálida resaltaba con su capa roja.


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    Sekibanki, youkai que nunca sabe dónde deja la cabeza


    —¡Ey, Seki! ¿Cómo lo llevas? —saludó Marisa dándole una fuerte palmada en la espalda. Sekibanki tuvo que sujetarse la cabeza para que no se le cayera con el golpe. Parte del té se derramó en su ropa.

    —Totalmente seca hasta que llegaste, muchas gracias —dijo refunfuñando la rokurokubi—. Bueno, ¿y qué queréis de mí? No es que acostumbréis a venir a hablar conmigo muy a menudo, algo querréis.

    Reimu iba a hablar, pero Marisa se adelantó.

    —Hemos encontrado a tu primo, mira —le enseñó la revista con el jinete de la moto.

    —¿Y ése quién es? No le conozco de nada. Si es una broma no tiene ninguna gracia —dijo Sekibanki molesta.

    —No la hagas caso, venimos por otra cosa. ¿Ves la montura de tu primo? ¿La reconoces? —preguntó Reimu con amabilidad.

    —Ya os he dicho que no lo conozco de nada, y no, tampoco sé qué es esa cosa rara. ¿Puedo seguir con lo que queda de mi té? —respondió Sekibanki cada vez más harta de la conversación.

    —Anda, venga, mírala con más atención. ¿Seguro que no te suena de nada? —Marisa acercó demasiado el cómic, Sekibanki se echó ligeramente hacia atrás, haciendo que su cabeza se tambalease peligrosamente.

    —¡Que no, pesadas! ¡No tengo ni idea de lo que me estáis hablando!

    —¡Bah, no sirves para nada! ¡Al diablo!

    En un arrebato, Marisa cogió la cabeza de Sekibanki y la arrojó al canal. El cuerpo de Sekibanki se levantó alarmada y empezó a corretear en cualquier dirección buscando desesperadamente su cabeza.

    —¿¡Qué haces!? ¿Estás loca? —reprendió Reimu a gritos.

    —¡Me estaba poniendo de los nervios y se me ha ido la cabeza! Bueno, a mí y ahora a ella... Je.

    —¿Pero por qué lo has hecho?

    —Mira, Sekibanki es una youkai que no le importa a nadie. ¡Nadie la conoce! Ni si quiera Kosuzu la conocía, y para una vez que se necesita su ayuda y podría ser relevante en una trama, ¿va y no nos da ni una pista? Pues al agua patos y al menos pasamos un buen rato.

    —Eso no está nada bien, Marisa. No haces más que crearme problemas. De hecho mira, todo el mundo nos está observando. Será mejor que nos vayamos de aquí, ya hemos llamado la atención lo suficiente —Reimu huyó de la zona y Marisa la siguió, perseguidas por un furioso cuerpo decapitado que se chocaba una y otra vez con todo. Durante la huida, Reimu se percató de la cabeza flotando por el canal, burbujeando penosamente—. ¡Oye, Marisa! ¿Y qué hacemos con su cabeza? ¡A ver si se va a ahogar de verdad!

    —¡No te preocupes, está tooodo controlado! —de pronto se oyó el grito de alguien y una cabeza enganchada a una caña salió volando—. ¿Ves? Ya han pescado la idea.

    —Hoy te has levantado especialmente graciosa.

    —Soy una graciosa especialmente ordinaria.

    Cuando se alejaron lo suficiente de las calles habitadas, o lo que es lo mismo, cuando regresaron al punto de partida, las dos tomaron un respiro.

    —La próxima vez, buf, que me metas en otro lío, buf, te mato —jadeó Reimu.

    —No te quejes, me seguiste la broma del primo. En el fondo te gustó, ¿eh? —respondió Marisa arqueando las cejas.

    Reimu ignoró su último comentario y se apoyó en los muros del Suzunaan. Mientras ella recuperaba el aliento, Marisa comenzó a leer el cómic. En algún momento de su lectura, recordó algo importante.

    —¡Ay va! ¡Nos hemos olvidado la minimoto!

    —¿La minimoto?

    —Sí, así es como he llamado a la cosa esa fea. ¿No es apropiado?

    —A falta de un nombre es un buen apaño, pero ya podías haber sido un poco más original.

    —Los detalles te los dejo a ti, ahora vayamos a buscarla.

    Regresaron al lugar donde habían vencido a la "bestia mecánica". La calle había vuelto a recobrar la vida habitual, como si no hubiese pasado nada. En realidad los cataclismos son cosas muy normales en Gensokyo: terremotos de origen nuclear, cielos teñidos de sangre, estaciones del año y lunas robadas como si nada, invasiones florales... Gensokyo era un lugar genial donde poder pasar unas vacaciones inolvidables.

    Llegaron donde se suponía que estaba la minimoto, pero no estaba por ningún lado. Alguien se la había llevado.

    —Estupendo, ahora la hemos perdido —se quejó Reimu.

    —¿La han robado? Parece que alguien está siguiendo mis pasos, me enternece el corazón —comentó Marisa con una falsa emoción orgullosa.

    —Déjate de tonterías y vamos a buscar la minimoto. Mira, parece que ha dejado un rastro cuando se la llevaron. Si lo seguimos nos llevará hasta la culpable.

    —¿"La" culpable?

    —Claro. ¿Cuántas probabilidades hay en Gensokyo de que el culpable haya sido un chico?

    —Oh, cierto. Fallo mío. Vamos.

    Y después de unas suposiciones tan lógicas y normales, las dos siguieron el rastro. Varios metros más adelante, una mujer algo baja arrastraba la minimoto que estaba chirriando escandalosamente y dejaba una marca en el suelo. Por lo visto, aquella chica se había llevado la minimoto tal y como se la había encontrado, sin pensar que quizás habría sido más sensato darle media vuelta y hacerla rodar. Pero ya no importaba, ahí seguía ella empujando su trofeo hacia donde sea que la estuviese llevando. Durante el trayecto iba susurrando cosas para sí misma.

    —Menuda joya he encontrado, no hay mejor regalo para Toyosatomimi-sama que esta hermosa escultura. ¡Qué belleza, qué elegancia! Ya verás cuando lo lleve al Gran Mausoleo del Salón de los Sueños, cuando ella lo vea me felicitará por el increíble hallazgo y me recompensará como es debido. ¿Qué será? ¿Qué será? ¿Me perdonará la deuda por los más de 300.000 platillos que rompí durante aquel incidente? ¿Me otorgará un nuevo poder que ampliará mis habilidades de feng-shui? ¿Me ascenderá de rango y dejaré de ser por fin una shikaisen? ¡Seguro que mi recompensa será grandiosa! ¡Pero qué increíble que eres, Futo! ¡Jujujuju!


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    Mononobe no Futo, la no tan problemática culpable


    Mientras que la chica de pelo grisáceo vestida con un kariginu y un eboshi en la cabeza seguía en sus ensoñaciones, Reimu y Marisa se acercaron a su posición.

    —¡Ey, mira Reimu! ¿No es esa nuestra minimoto?

    —¡Sí! ¡Y se la está llevando ese gnomo cabezón! ¡A por él!

    Las dos corrieron directas a por el gnomo ladrón quien se giró al oír como si una estampida estuviera a punto de embestirla. Con horror observó a dos temibles mujeres que se acercaban hacia ella con cierta agresividad.

    —¡Socorro! ¡No os acerquéis! —gritó la chica aterrada.

    Reimu y Marisa frenaron en seco nada más oír la voz de la maleante. En cuanto oyeron sus gritos la reconocieron al instante y perdieron todo el interés.

    —Ah, pero si sólo eras tú, Futo —dijo Reimu aburrida.

    —¿Cómo que "sólo"? ¡Soy la grandiosa shikaisen del Gran Mausoleo del Salón de los Sueños, la sirvienta de la gran santa Toyosatomimi no Miko! ¡Un poco de respeto!

    —Cuántas cosas grandes para una niña tan pequeña —respondió Marisa con tono sarcástico.

    —¿Cómo te atreves? Os voy a... Bah, dejadme en paz. Estoy en mitad de una misión importante.

    —¿Una misión...? —empezó Reimu.

    —¿...importante? —acabó la otra.

    —Sí, debo llevar esta escultura a nuestro templo para aumentar la influencia del Taoísmo y hacer que nuestra religión predomine sobre el resto de las creencias en Gensokyo —explicaba Futo altanera.

    —¿Y de qué escultura estamos hablando exactamente? —aun habiendo dicho eso, Reimu sospechaba la respuesta.

    Futo dejó de empujar la minimoto para responder a esa tonta sacerdotisa mirándola a la cara, obviamente de puntillas.

    —¿Estás ciega? ¿No ves lo que estoy empujando? ¡Claramente es una estatua que representa el Taoísmo en todo su esplendor!

    Reimu y Marisa se miraron incrédulas, en pocos segundos fueron incapaces de aguantar la risa y empezaron a reír a carcajada limpia.

    —¿A eso llamas estatua? ¡He visto cagarrutas de youkai más bonitas que esa! —exclamó Marisa sin parar de reír.

    —¡Jajaja! ¿Éso representa al Taoísmo? ¿En todo su esplendor? ¡Así os va, jajaja!

    Futo miraba a los lados, avergonzada por semejante humillación. Todo su orgullo se había evaporado con la llegada de esas dos tocanarices. Ya lo tenía, ahora lo entendía todo: ella no era el problema, sino esas dos que no entendían nada.

    —Ay... Estos jóvenes de hoy en día. No entendéis vuestro propio arte. ¿Acaso no sabéis apreciar la belleza del arte contemporáneo? Estáis ante la mayor pieza de arte de todo Gensokyo. Lo que pasa es que una boba sintoísta como tú sería incapaz de entender qué es lo que atrae a los fieles. Dime, Reimu. ¿Cuántos visitantes has tenido hoy? No, mejor. ¿Esta semana? No, mejor aún. ¿Este mes? ¡Si no eres más que una mendiga de tu propio templo! ¡Juajajajajaja!

    Reimu se puso seria de golpe: podían meterse con su religión, podían meterse con su trabajo como exterminadora de youkais, podían meterse con cualquiera de sus amigas, podían meterse con su integridad como ser humana, pero jamás, y repito, jamás, con las donaciones a su templo. Ese tema era sagrado y acababa de ser profanado.

    —¿Ah, sí? ¿Qué te parece si te doy una demostración del poder de una "mendiga"? —amenazó mientras hacía crujir sus puños.

    —¿Ah? ¡Jaja... ja...ja...! ¡Y-ya sé! ¡Ti-tienes miedo de que nuestra religión supere a la tuya! ¡Estás asus-sus-tada! ¡Enf-fréntate a m-mí! —farfulló entre tartamudeos temblando de pánico ante la vista de la encarnación absoluta de la ira de los pobres sin un duro.

    —Ey, ey, pues yo tengo una idea mejor. Y más sana —sugirió la bruja para evitar la tragedia, susurrando la última frase—. Voy a demostrarte lo imponente que es esa escultura tuya —Marisa esperó a que pasase un aldeano por la zona—. ¡Ey, holaaa! —el aldeano la miró con la misma cara que pondrías si te parasen para venderte una crema para las arrugas—. Mira, estamos pensando en vender esta cosa que acabamos de crear. Díganos, ¿qué le parece?

    El buen hombre, del que no tenemos muy claro cuán versado estaba en el arte de la escultura, inspeccionó la extraña maquinaria. Por alguna razón no la relacionó con el monstruo que había atacado la aldea hacía una escasa hora, pero a estas alturas de la historia ya poco importa. El hombre se sorprendió al reconocer lo que le estaban mostrando.

    —¡Oh! ¡Qué bonito pulidor de zuecos! ¿Puedo probarlo?

    A Reimu se le escapó una risilla y Marisa temblaba a punto de romper a carcajadas, Futo estaba totalmente colorada. No podía creer lo que acababa de oír.

    —¡Lárgate, tipejo! ¡Eres un infiel! ¡Se te caerá el pelo y tendrás un bigote feo! ¡Vamos, fuera, fuera! —maldijo Futo cabreada. El señor se alejó de mal humor.

    —¡Bah! Estas niñas de hoy en día no tienen ninguna educación.

    Marisa miró a Futo que estaba tan roja que parecía que iba a explotar en cualquier momento.

    —¿Y bien? ¿Quieres otra demostración? —Futo no respondió—. Vale, como quieras. ¡Disculpe, señ...!

    —¡Está bien, de acuerdo! Vosotras ganáis. Puede que no sea la mejor escultura del mundo, pero os vais a enterar. Buscaré una escultura mucho mejor que esta y cuando lo haga nadie sabrá ni qué significa la palabra sintoísmo. ¡Ya lo veréis! ¡Aún no he demostrado mi verdadero poder! ¡Jujujuju!

    Y sin añadir más, la Futo salvaje huyó de la aldea. Reimu y Marisa chocaron las manos: cuando trabajaban en equipo no había ser en Gensokyo al que no pudieran desmoralizar. Se llevaron la minimoto, no sin antes darle la vuelta para no tener que arrastrarla como cierta despistada, y continuaron su camino. Antes de salir de la aldea, Marisa le hizo una pequeña pregunta a su compañera.

    —Oye, Reimu. ¿No habría sido más sencillo quitarle la minimoto sin rodeos? Vamos, digo yo.

    —¿Qué? ¿Y perderme la oportunidad de machacar a la competencia? ¡Ni loca!

    —A veces eres terrible.

    —No tanto como tus chistes. Será mejor que ahorremos fuerzas, todavía queda un largo camino hasta el Templo Myouren.

    Y así iniciaron su camino hacia el templo budista Myouren. Reimu estaba llevando la minimoto durante todo el camino mientras que Marisa leía el cómic. De pronto la sacerdotisa se paró en seco y Marisa, que no miraba por dónde iba, se chocó contra su espalda.

    —¿Ocurre algo? —preguntó Marisa mirando al frente buscando el motivo de la parada.

    —¿Por qué no llevas un rato la minimoto? ¡Ya está bien que yo lo tenga que hacer todo mientras tú estás tan tranquila leyendo!

    —No te quejes tanto, estoy informándome de lo que podríamos estar enfrentando. ¿Sabías que en el mundo humano hay un tipo llamado "El Motorista Fantasma" que va por ahí montado en su moto cargándose demonios del Infierno? Es el que sale en la portada.

    —¿Quieres decir que es un exterminador de youkais como yo?

    —Exacto, pero él mola más. Va en moto, va todo vestido de cuero, tiene fuego en la cabeza y lucha con cadenas, a lo Suika —Marisa echó un vistazo al atuendo de su amiga e hizo un chasquido de desaprobación—. Deberías cambiar de look.

    —¿Quieres que cambie el uniforme de las sacerdotisas sintoístas que han llevado desde hace generaciones?

    —Ni yo misma lo habría dicho mejor. Va siendo hora de actualizarse a los tiempos modernos.

    —Lo dice la que va disfrazada de bruja occidental. ¿Eso de cuándo fue? ¿De hace mil años?

    —Las brujas nunca pasan de moda. De hecho tengo entendido que hay un día en el Mundo Exterior en el que los humanos se visten de brujas.

    —Deben de tener muy mal gusto. Y bien, ¿llevarás ya la minimoto?

    —¡Pero si te estoy haciendo un favor! Necesitas hacer ejercicio, se te ve muy escuchimizada.

    —¡Marisa!

    —Vale, vaaale. Ya la llevo.

    Reimu le pasó a Marisa la minimoto y siguieron su camino. Anduvieron un par de horas hasta que llegaron a la entrada del templo. Era un templo budista clásico, con los típicos tejados orientales y demás ornamentos, pero sin la estatua correspondiente a dichos templos. En la entrada había una youkai de pelo verde con orejas y cola de perro, barriendo con esmero el suelo del patio mientras canturreaba algunos sutras.


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    Kyouko Kasodani, una barrendera cantarina


    —El viento no puede agitar una montaña. ¡Montaña! El elogio ni la culpa mueven al hombre sabio. ¡Sabio! Libérate de los apegos. ¡Apegos!

    Reimu y Marisa entraron al recinto del templo, lo que hizo que aquella chica con aspecto de perro dejase sus quehaceres a medias.

    —¡Señorita Reimu! ¡Señorita Marisa! ¡Qué sorpresa verlas por aquí! ¿Qué os trae al Templo Myouren?

    —Hola Kyouko, venimos a ver a Byakuren. ¿Está por aquí? —preguntó Reimu.

    —Sí, enseguida sale. ¡Un momento!

    Kyouko entró corriendo al templo. Mientras que esperaban a que llegasen, Marisa paseaba pensativa por el patio del templo cuando hizo un comentario.

    —Reimu... ¿Un perro montado en escoba podría convertirse en bruja?

    —¿Y a mí qué demonios me importa? ¿A qué viene esa pregunta ahora?

    —Solo me preguntaba qué haría Kyouko cuando está sola y aburrida sin nada que hacer.

    —No todo el mundo tiene tanto tiempo libre como tú, Marisa.

    —Oye, yo tengo tantas tareas como cualquier habitante de Gensokyo: regento una tienda, busco provisiones en la Mansión Escarlata, cuido mis contactos del Bosque de la Magia, establezco relaciones entre los kappas y los tengu y, por supuesto, me encargo de la seguridad de los hogares de mis mejores amigas.

    —Si realmente fuese tal y como dices, Gensokyo sería el lugar más hermoso del planeta.

    —Me tratas como si me pasase el día armando jaleo.

    —Te pasas el día armando jaleo.

    —Lo recordaré para el próximo incidente.

    —¡Pero si también fastidias durante los incidentes!

    —¡Dime tú cuándo fastidio!

    —¿Por qué hay tanto alboroto en este santuario de paz?

    Reimu y Marisa se giraron nada más escuchar la serena voz de la líder de aquel templo: Byakuren Hijiri. Era una mujer alta, de aspecto muy maduro, con un degradado natural púrpura en su rubio cabello y de ojos violetas. Llevaba su habitual vestido negro y blanco con largas tiras de tela negra y un collar de perlas verdes. Había salido acompañada por dos de sus discípulas: Kyouko Kasodani y Shou Toramaru.


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    Byakuren Hijiri, la santa budista del Templo Myouren


    —Oh, perdón, Byakuren. No te habíamos visto llegar —explicó Reimu.

    —¿Y eso justifica vuestra pelea? La maldad es tuya, el pesar es tuyo. Mas la virtud y la pureza también son tuyas. Tú eres el origen de toda pureza e impureza —argumentó Byakuren con parsimonia.

    —Ya... claro. Muy bonito discurso, pero veníamos para consultarte una cosa —respondió Marisa.

    —Ten más respeto hacia las enseñanzas de Byakuren-sama —aclamó Shou con ímpetu empuñando su lanza con fuerza.

    —Tranquila, Shou. No seas tan agresiva con nuestras invitadas —sermoneó la santa sin perder la calma.

    —Discúlpeme, mi señora.

    —¿Qué era eso que teníais que consultarnos? —indagó Byakuren.

    Reimu y Marisa le mostraron la minimoto.

    —Ha aparecido este artefacto en mitad de la Aldea de los Humanos. Tiene cierto parecido a la moto que conseguiste hace un tiempo así que nos preguntábamos si sabrías algo del tema —explicó Reimu.

    —Vaya, qué interesante. Sin duda guarda parecido con mi moto, sí; pero su esencia es totalmente distinta.

    —¿Su esencia? —Marisa empezó a reír—. Vamos, si esto no es más que un cacharro viejo, Unzan tiene más esencia que esto.

    Shou estaba a punto de saltar sobre Marisa, pero la mirada de Byakuren la detuvo. En lugar de reprender a la bruja, ordenó a Kyouko que sacara su moto. Cuando lo hizo, Marisa y Reimu soltaron una ovación. Era una Harley-Davidson, brillante y con sus ruedas mucho más voluminosas que su minimoto. Resultaba hasta amenazante, casi se podría decir que esa moto era el padre o el abuelo de lo que encontraron en la aldea. Era chocante pensar que ese monstruo de dos ruedas estaba en posesión de alguien como Byakuren.

    —¡Retiro todo lo dicho, me siento iluminada! ¡Iluminadísima! —exclamó Marisa impresionada por aquella cosa que tanto le atraía.

    —¿Ves, Shou? Sé diligente para hacer el bien. Si eres lenta, la mente, deleitándose con su maldad, te atrapará —afirmó Byakuren.

    —Lo tendré en cuenta, Hijiri-sama. No volveré a pecar —se disculpó Shou.

    —Me satisface saberlo. Para enderezar lo torcido primero debes hacer algo más difícil: enderezarte a ti misma.

    —Bueno, volviendo al tema. ¿Sabéis algo de la minimoto o no? —acució Marisa impaciente por tanta palabrería.

    —Siento decirte que no sé nada sobre ese aparato. Mas es posible que las kappas sí puedan saber algo.

    —¡Cierto! Cuando se trata de artilugios con tecnología dudosamente fiable, las kappas siempre están detrás —exclamó Reimu posando un puño sobre la palma de la otra mano.

    —Ok, esto es mejor que nada. Habrá que hacerle una visita a Nitori. ¡Nos vemos! —dijo Marisa como despedida.

    —Un momento, Marisa. Me gustaría darte un obsequio —Marisa se detuvo nada más oír la palabra "obsequio"—. Déjanos ofrecerte un sutra que alimente tu corazón y lo puedas usar para el regocijo de tu alma: Los sabios no dañan a nadie, son maestros de sus cuerpos y se dirigen al país sin límites, van más allá de la pena. Sabio no es el que sabe mucho sino el que comprende mucho. No es el instruido sino el consciente. Transfórmate en sabio. Cuando vivas tu vida, usa la sabiduría no la erudición. Que sea el corazón el que te guíe, no la mente.

    Marisa se decepcionó al ver que su regalo era un sermón incomprensible.

    —Aquí va otro sutra: "reduce tus palabras."

    —Es "Controla tus palabras" —corrigió Byakuren Hijiri, imperceptiblemente molesta.

    —También se puede interpretar así.

    Después de ese intercambio de sutras, las dos heroínas se despidieron de las habitantes del Templo Myouren. Antes de abandonar el camino del templo se cruzaron con Ichirin y su nyuudou, Unzan, un espíritu con forma de nube. Marisa saludó a Unzan entre risas mientras que Ichirin y Unzan se miraron sin entender bien a qué se debían las risas.

    —Te juro que por un momento pensé que me vería envuelta en una sucesión de duelos danmaku con las chicas del Templo Myouren —confesó Reimu a Marisa de mal humor.

    —¿Por? Si yo las vi muy tranquilas.

    —Si prestases más atención habrías sentido el aura asesina de Byakuren.

    —Ya sabes, yo soy más de "Dispara y me muevo" y la conversación no se movía, así que disparé.

    —Pero resulta que a mí también me iban a disparar.

    —Daños colaterales.

    Reimu prefirió dejar el tema por zanjado y se dirigieron a la Montaña Youkai en busca del refugio de Nitori Kawashiro. Ella era la kappa más famosa de Gensokyo, y también la más problemática. Era muy posible que todo este lío hubiese sido originado por ella. El camino fue muy largo, dio tiempo a demasiados comentarios de Marisa, encontronazos con algún que otro youkai y a que la bruja terminase de leer el cómic.

    —Pues la historia me ha gustado —opinó Marisa al leer la última página—. Parece que éste es solo un capítulo de la leyenda completa. Por lo visto lo distribuye una editorial llamada Marvel. ¿Crees que la llevarán los tengu?

    —No creo que queden tengus en el Mundo Exterior. Aunque cada vez me sorprende más las cosas que hay allí, ya no sé ni qué pensar.

    —¡Entonces definitivamente Marvel debe de estar dirigida por tengus! Le pediré a Aya que me traiga más números.

    —Veo varios problemas en ese plan, pero no es cosa mía.

    Finalmente llegaron al río donde solía encontrarse la disparatada kappa. No parecía haber nadie.

    —Quizás si esperamos un poco... —sugirió la sacerdotisa.

    Pero no necesitaron esperar mucho. De pronto, el agua del río se elevó y cayó sobre ellas como un torrente. Reimu sacó su gohei y lanzó una bola de energía espiritual hacia el lugar donde había una distorsión óptica. De la nada salió una columna de humo que se estampó contra la orilla y entonces apareció Nitori como si se hubiese quitado una cortina invisible.


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    Nitori Kawashiro, kappa ingeniera autogestionable


    —Cómo no, tenías que ser tú. ¿Qué se supone que estabas haciendo? —reprendió Reimu a la kappa.

    —Ay... Lo siento, chicas. Estaba probando un nuevo invento que simulaba el viento que produce el abanico de esa tengu reportera. Tengo que realizar algunos ajustes más, pero parece que funciona de maravilla.

    —Podría decirse que va viento en popa —añadió Marisa.

    —¡Así es! ¿Y qué hacen las dos exterminadoras de youkai más populares de Gensokyo por la Montaña Youkai? ¿Estáis de peregrinaje hacia el Templo Moriya? ¿Vais a visitar la Exposición de los Kappas? ¿Queréis hablar con los tengu? ¿O es que por fin vais a apoyar el desarrollo de la Central Nuclear?

    —Nada de eso. Venimos a que nos digas qué sabes acerca de ésto —respondió Reimu mostrando la minimoto.

    —¡Anda! ¿Qué hace aquí Yamato-chan? —dijo Nitori sorprendida mientras se ajustaba su gorra verde.

    —¿Yamato-chan? —las dos heroínas se miraron—. Vas a tener que explicarnos muchas cosas...

    Nitori les explicó que, efectivamente, ese aparato había sido construido por ella a partir de un libro que Rinnosuke, el encargado del Kourindou, le había dado. De hecho, había sido un encargo que él mismo pidió, ya la había pagado por su trabajo y se lo había llevado. Reimu y Marisa a cambio le contaron a la kappa el incidente de la minimoto en la Aldea de los Humanos, a lo que Nitori se echó a reír.

    —¡De verdad que los humanos sois tan ignorantes! ¡Jajaja!

    —Pero lo que no me explico es cómo pudo haberse perdido si supuestamente ya tenía dueño. ¿Es que Rinnosuke la dejó allí abandonada? —se preguntó la miko.

    —¿Tal vez se la robaron? Parece que hay mucha ladrona suelta, como Futo —comentó Marisa.

    —Mira quién habló. En cualquier caso deberíamos visitar a Rinnosuke. Vamos a aclarar de una vez qué ha sucedido.

    —Bueno... Pues si no me necesitáis para nada más creo que me voy a ir...

    —¿Y tú adónde crees que vas, pequeña kappa alborotadora? —profirió Reimu agarrando el traje celeste de Nitori— Te vendrás con nosotras, al fin y al cabo tú tienes parte de culpa.

    —¡Pero si no he hecho nada, jooo! —protestó Nitori.

    —Es lo que hay, a veces pringa el justo y a veces el pecador. Esta vez te toca pringar por los dos —parafraseó Marisa.

    Reimu y Marisa se llevaron a Nitori a rastras entre pataleos y quejidos. Les tocó dar un último paseo hasta el Kourindou bajando la Montaña Youkai, atravesando el Jardín del Sol y cruzando buena parte del Bosque de la Magia. Cuando llegaron ya estaba atardeciendo. La tienda, que ya de por sí era poco frecuentada, estaba completamente vacía, salvo por su dependiente que estaría en el interior. No iban a esperar fuera, así que las tres entraron, incluso Nitori entró de buena gana ya que hacía tiempo que había aceptado aquel viaje sin sentido.

    —Bienvenidos al Kourindou. ¿En qué os puedo ayudar? —saludó la grave voz de Rinnosuke, un hombre de pelo blanco con lentes vestido con una especie de yukata negra y azul—. ¡Ah! Si son mis dos clientes favoritas. ¡Y venís con Nitori! ¡Qué agradable visita!


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    Rinnosuke Morichika, extravagante vendedor de artículos inusuales


    —Ey, Kourin. ¡Qué pasa! —devolvió Marisa el saludo, aún más informal de lo habitual.

    —Necesitamos que nos aclares una cosa.

    Reimu explicó con detalle toda la aventura que habían vivido: el encuentro fortuito con la minimoto, la información obtenida en el Suzunaan gracias a Akyuu y Kosuzu, el pequeño desliz con Sekibanki, el encontronazo con Futo, la reunión en el Templo Myouren, la excursión a la Montaña Youkai y la conversación con Nitori antes de llegar al Kourindou.

    —Y eso es todo —terminó de relatar Reimu—. Y ahora, ¿qué te parece si nos cuentas a qué ha venido todo esto de la minimoto?

    —Bueno, en realidad no fue más que un simple descuido. Nunca pensé que fuese a traer tantos problemas...

    —¡Arranca, Kourin! —apresuró Marisa.

    —Está bien. Veréis, cada día recibo muchos objetos del Mundo Exterior y vienen muchos clientes de todas partes de Gensokyo a por estos artículos tan valiosos. A veces me toca hacer algunos viajes a lugares considerablemente lejanos para entregas especiales y, sobre todo, para comprar suministros en la Aldea de los Humanos. Ya sabréis que para un humano sin ningún poder útil en combate como yo es muy peligroso hacer semejante viaje, así que necesitaba algo que me ayudase en el camino sin necesidad de contratar una escolta. Tuve la solución cuando, un día, una kappa llegó a la tienda en busca de materiales y dispositivos del Mundo Exterior.

    —Ésa fui yo —añadió Nitori.

    —Exacto. Era consciente de la fama de buenas inventoras que tienen las kappas, así que le pedí si podía fabricarme algún tipo de vehículo que agilizase mis viajes. Buscamos un libro de inventos del Mundo Exterior y nos encontramos con algo que llamaban "bicicleta". Nitori aseguró que podría hacer una réplica de aquel diseño así que, tras realizar nuestro acuerdo, se fue a construir la bicicleta.

    —Pero aún no sabemos cómo llegó a la Aldea de los Humanos y causó esa confusión entre los aldeanos —consideró Reimu.

    —Ahora llego a esa parte. Esta mañana, Nitori volvió con la bicicleta y aproveché para estrenarla. Me costó bastante cogerle el punto, pero cuando conseguí pedalear sin caerme, el viaje lo hice enseguida. Dejé la bici en la entrada de la aldea y fui a hacer las compras; sin embargo, cuando volví la bicicleta había desaparecido. Iba a buscarla cuando oí gritos y unos hombres me dijeron que había llegado un monstruo a la aldea. No podía correr el riesgo de quedarme allí, no me quedó más remedio que volver a pie hasta mi tienda.

    —Así que todo fue por culpa de un simple robo, otra vez. Estupendo —objetó Reimu deprimida después de haber desperdiciado todo el día yendo de arriba a abajo.

    —Todavía queda por determinar quién robo mi creación —mencionó Nitori.

    —Buf, podría haber sido cualquiera: un youkai, un hada, un espíritu, una lunarian, una divinidad o incluso otro humano. ¿Realmente a quién le importa quién ha sido? —aseguró Marisa.

    —No podríamos decir lo mismo si se tratase de un incidente —rebatió la sacerdotisa.

    —Esto no llega ni al grado de accidente.

    —Lo importante es que ya hemos resuelto este problema. Rinnosuke, aquí tienes tu bicicleta. Espero que no te la roben la próxima vez.

    —Muchas gracias por tu amabilidad, Reimu; pero creo que ya no me servirá de mucho —respondió Rinnosuke.

    Todas miraron la bicicleta. Con todo lo que había ocurrido tenía magulladoras, abollones, la pintura de la parte superior se había raspado por completo, uno de los mangos estaba considerablemente torcido, el cristal del faro estaba algo resquebrajado y algunos radios de las ruedas se habían salido. Estaba hecha un desastre.

    —¿Y entonces qué hacemos? ¿Lo tiramos? —preguntó la miko sin saber muy bien qué hacer con aquel desperdicio.

    —En realidad todavía puede seguir usándose. Y por un módico precio te la podría reparar —sugirió Nitori frotándose las manos.

    —Creo que pasaré, gracias.

    —Es una pena. Sin embargo, estoy segura de que el señor Rinnosuke seguirá interesado en tener otra bicicleta —ofreció la kappa como buena mujer de negocios que era.

    —Mentiría si dijese que no me interesa...

    —Perfecto, entonces hablemos de los detalles. Voy a crearte una bicicleta aún mejor, con recubierta de titanio y con neumáticos más ligeros. ¡Ah! Y debemos pensar en un sistema antirobos, para que no vuelva a pasar lo mismo. ¿Qué te parece un candado que lance rayos láser?

    Rinnosuke fue secuestrado al interior de su propia tienda mientras Nitori hacía un sinfín de explicaciones sobre cosas técnicas. Reimu y Marisa se quedaron solas. Había muchos objetos valiosos en el Kourindou demasiado tentadores para un alma tan "inocente" como el de Marisa.

    —Ni lo sueñes.

    —Jajaja... Me has pillado. ¿No puedo coger ni un librito de nada?

    —Ni hablar —contestó Reimu tajante.

    —Qué sosa eres... Bueno, ¿y qué hacemos con esa cochambrosa bicicleta?

    —Tirarla, ¿no te parece?

    —Es que pensándolo bien, es una pena tirar un aparato del Mundo Exterior, aunque técnicamente lo haya fabricado una kappa. ¿Por qué no te lo quedas? Además va a juego con tu estilo de mendiga.

    —¡Al final te la comes! ¿Y por qué mejor no te la quedas tú? Al fin y al cabo estás acostumbrada a viajar sobre vehículos.

    —¿Desde cuándo has visto a una bruja montada en bici? ¡Las brujas de siempre han ido en escoba! ¡Es la insignia de una bruja junto con su sombrero!

    —Pero seguro que a ti te quedará mejor. Venga, te la doy por ser tú. Yo tengo que volver al templo, he dejado muchas cosas por hacer. ¡Uy! ¡Tampoco he revisado la caja de donaciones! Mejor me voy, ¡adióooos! —dijo Reimu a toda prisa antes de que su amiga tuviese tiempo para replicar.

    —¡Pero qué donaciones ni qué leches! ¡Si a ti no te dan ni un yen! ¡Eey! Tsk, ya se ha ido... —Marisa contempló la bicicleta que milagrosamente seguía de una pieza—. Qué le vamos a hacer, habrá que llevarte a casa, Yamato-chan.

    Marisa salió con la bicicleta y, delante de la tienda, probó a subirse. A la primera pedaleó sin caerse ni tambalearse.

    —¡Pues no es para tanto! Es muy parecido a montar en escoba... aunque aquí se usan más las piernas —pensó Marisa después de varias pedaleadas.

    En el estado en el que se encontraba la bicicleta, iba mucho más despacio que cualquier otra y por cada vuelta que daba el pedal emitía un chirrido muy molesto, además de un traqueteo producido por el chocar de las piezas de la bicicleta. La imagen era algo ridícula.

    Por el camino oyó el fragmento de una conversación de tres hadas muy particulares.

    —¿En serio? ¿Y nadie te persiguió? —preguntó el hada de azul.

    —¡Qué va! ¡Seguro que sería de algún crío tonto que dejó su mascota abandonada! —respondió orgullosa la de rojo.

    —¿Y qué hiciste con ella? —indagó la de blanco.

    —La dejé en mitad de la aldea y creé una ilusión para que pareciese un enorme monstruo. ¡No veáis qué risas me eché cuando la vieron los aldeanos! ¡Qué pena que no estuvieseis!


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    Tres inocentes hadas muy particulares


    Marisa dejó atrás a aquellas hadas mientras el insistente chirrido seguía taladrando sus tímpanos. En algún momento del viaje de regreso al Bosque de la Magia, la bruja se bajó de la bicicleta.

    —¡¡¡Aaaaah!!! ¡Al diablo, no lo aguanto más! ¡Piérdete, estúpida chatarra!

    Alzó la bicicleta con todas sus fuerzas y la lanzó colina abajo, desapareciendo entre la maleza.

    —No sé en qué momento decidí cambiar de vehículo. Una bruja siempre debería ir en escoba, cualquier otra cosa es antinatural —Marisa sacó su escoba con un hechizo y se montó en ella—. Ahora sí, mucho mejor. ¡Vámonos, preciosa!

    Y así Marisa volvió a su choza en mitad del bosque. Mientras tanto, la pobre bicicleta abandonada a su suerte seguía rebotando una y otra vez, abollándose cada vez más y más. Al final, dio un último bote en un terreno llano y sin tanta maleza. Ahí se había quedado la bici, torcida, totalmente inutilizada, con una rueda girando vagamente sin control.

    Pero una figura había oído el estruendo producido por la bicicleta y se había acercado. Era una niña de baja estatura, con aires de grandeza, ojos y pelo de color café, con una camisa blanca, pantalones marrón claro y un cinturón negro. En su hombro llevaba la versión en miniatura de su antigua obra maestra: el Ojo Diabólico Sigma.

    Se paró ante los restos de la bicicleta, contemplándola detenidamente. Sus labios dibujaron una diabólica mueca de felicidad.

    —Por fin he encontrado la inspiración que culminará mi plan maestro. Con esto crearé el tanque definitivo que conquistará Gensokyo. Ya me lo estoy imaginando: ocho cañones por banda, triple coraza de adamantium, con un cañón de pulsos antidanmaku. Esta vez te derrotaré, Reimu Hakurei. ¡No me volverás a humillar!

    Aquella muchacha cuyo nombre era Rika se llevó a duras penas lo que quedaba de la bicicleta. Aún no se sabe si Rika consiguió llevar a cabo su plan maestro, solo se sabe que nadie ha oído hablar de ninguna Rika ni se conoce ningún tanque-bicicleta. Tal vez ése fuese otro incidente que involucró a otros habitantes de Gensokyo. O quizás sólo fue una pérdida de tiempo más para la lista. A fin de cuentas, ésta es la clase de cosas normales que solo ocurren en Gensokyo.

    FIN

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    ¡Gracias por leer!
     
    Última edición: 6 Diciembre 2018
  2.  
    Lady Azulina

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    Es apreciable que en Gensokyo los días tranquilos son una vez por siglo.

    Me basaré exactamente en lo que te interesa: si me hizo reír. Sí y no. Al principio sí tuvo su gracia, pero a medida que la historia avanzaba era más complejo encontrarle el humor, aunque fuese absurdo. Por momentos me pareció que el escrito tomaba las mismas características que Marisa: se forzaba a contar un chiste; Marisa me dio la impresión de ser alguien que se cree graciosa sin conseguirlo la mayor parte del tiempo, porque en la menor cantidad de veces sí me hizo reír con sus extraños comentarios.

    Sí tuvo su humor, a veces evidente, a veces absurdo, a veces forzado. Pero también se pierde esa comedia que buscaste crear con muchas de las escenas o diálogos forzados. Casi como si se estuviese pidiendo a gritos desesperados ese humor –cofcofmiradereojoaMarisacofcof-.

    Al final me quedo en eso: sí y no. Porque no solo depende de mí, sino también de cómo le cae la gracia al otro.

    No comprendí la razón de ser de la palabra ‘indeterminado’ aquí:
    No sé si fue mala mi interpretación, pero esta oración me hizo salirme bruscamente de la lectura. No estoy muy segura de qué quisiste decir aquí.
    Que la descripción de la bruja fuese exactamente a la información debajo de la imagen fue muy... no sé, desmotivante.

    Etc (?).
    En lugar de un punto y coma, una coma.
    La coma está de más.
    aumentando el ángulo del descenso, lo que ocasionó [...]
    Oh, esto no es una corrección. Simplemente me encantó xD Yo preferiría hablar sobre los matices lingüísticos de un hecho perfectamente olvidable (?).
    ^ Amén (?)
    eso no va acentuado en esta ocasión.
    esto no va acentuado en esta ocasión.
    ese no va acentuado en esta ocasión.
    Ese sí va acentuado.
    Eso no va acentuado en esta ocasión.
    Parsimonia no lleva acento.
    esto no va acentuado en esta ocasión.
    Esos dos puntos no tienen ninguna razón de ser en ese sitio.
    Esa no va acentuada en esta ocasión.
    Esta soy yo en ese momento: "Eeeeeeeeh... ¿Y cuándo le pasó todo eso? D:"
    ese no va acentuado en esta ocasión.
    esta no va acentuada en esta ocasión.
     
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  3.  
    Angelivi

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    ¡Hola! Lo primero de todo muchas gracias por haber aceptado hacer la crítica, muy elaborada por cierto. Los errores ortográficos y de puntuación que has comentado los corregiré ahora mismo, no me perdono estos errores. XP Aunque las tildes que puse en los pronombres demostrativos los mantendré, es una reyerta personal que tengo con la RAE.

    Sobre las dudas. El indeterminado que uso en el primer párrafo es para indicar que el día no se puede considerar ni bueno ni malo, una pequeña sátira de la indescriptible vida diaria de Gensokyo. Mi mayor error es a la hora de describir escenarios y personajes, es algo en lo que tendré que trabajar de cara a futuras historias. En cuanto al estado final de la bicicleta es el resultado del maltrato que sufrió a lo largo de todo el relato: el primer contacto con Reimu y Marisa, la forma en que Futo transportó su preciada "estatua" y el repentino ataque de pruebas de Nitori. Quizás debí haber señalado en su momento esto mismo que acabo de decir.

    Como dices, el humor es algo muy subjetivo. Cuando terminé temí que acabase teniendo demasiados chistes forzados, cosa que creo que así ha sido. Aunque el mundo de Gensokyo (en particular la encantadoramente insoportable de Marisa) es llanamente absurdo, puede que me haya pasado con el absurdo.

    Gracias por tu crítica. ^-^
     
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