La vieja muñeca

La vieja muñeca​

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Se había vuelto de noche, de nuevo.​

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Mi dueña había cerrado desde hace horas la tienda y yo seguía aquí, como todas las noches.​

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No podía hablar, ni moverme, pero me habían confeccionado para que mis ojos siempre estuviesen abiertos, era de esta manera como yo podía ver lo que pasaba a mi alrededor.​

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Hacía años que no pasaba nada nuevo por la tienda, mi estantería seguía llena de polvo como la primera vez que me colocaron allí, los pisos seguían sin barrerse desde que mi dueña había dejado de poder agacharse, y los clientes cada vez iban disminuyendo más y más.​

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Yo me había vuelto un juguete sin novedad, habían pasado años desde la última vez que alguien me miraba con emoción y felicidad, pero nadie se atrevía a comprarme por el precio que mi dueña me había puesto.​

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Ahora vieja, mi precio se ha disminuido, pero nadie más se ha vuelto a interesar por mi, a excepción de un pequeño, hace 8 años, cuando me miraba con preocupación al ver mi precio, ¡qué tiempos aquellos... !​

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Todo había cambiado en mí; mi cabello largo y negro color azabache lucía menos brillante y opaco que cuando me lo habían puesto, mis labios rojos como la escarlata también se habían dejado su brillo años atrás, y mis ojos azules penetrantes, ya no lograban impregnar magia. Yo solo miraba cómo aquellas señoras que llegaban con prisa y sin saber qué regalar a sus hijas, se iban al juguete más nuevo y hermoso, pero nadie se atrevía a fijarse en mí.​

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Tenía trece años en esa tienda, y nadie me quería por vieja muñeca.​

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Hoy era la primera vez en la que mi anciana dueña me veía con lástima, seguro recordó aquellos días en los que era la que más destacaba de la tienda, la más querida por los clientes, pero sobretodo la más cara.​

Creo que al fin había entendido que el precio era lo que me había retenido allí, pero ya era todo demasiado tarde.​

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Me miraba con lastima, suspiraba delante mío con pesadez, pensando quizá que tal vez ya era hora de tirarme, yo la miraba como siempre, ella también era hermosa cuando la conocí, pero los años pasaban y la gente también cambiaba.​

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—Tan bella y tan vieja... —decía con pesadez, mientras me miraba de arriba a abajo—. Tal vez sea hora ya de que tu poca belleza deje de alumbrar este lugar, tal vez debas volver de nuevo de donde te trajeron, solo... solo no quiero que mueras aquí.​

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Me sentía triste y desechada, recordaba las veces en las que me miraban con alegría e ilusión, pero ahora me encontraba en el lugar que menos esperaba... qué injusticia.​

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—¡Espere! —gritó alguien desde la puerta de la tienda, pude oír su voz que por más que quisiera recordar, se me hacía desconocida.

—¿Qué se te ofrece, jovencito? —preguntaba con lentitud mi dueña—, ¿es que acaso quieres comprar la muñeca?, es muy vieja y ya no tiene valor.

Exacto. Ya no tenía valor alguno.

—¡Si, la quiero! —gritaba decidido mientras respiraba con pesadez, al parecer había corrido bastante.

—Qué sorpresa... —musitaba mi anciana dueña—. Es la primera vez que alguien decide comprarla, no te he visto por aquí, ¿Sabes cuánto cuesta una muñeca de este tipo?

—Sí, lo sé —decía con una sonrisa en los labios—, vine hace años atrás con mi familia, en ese entonces tenía tan solo ocho años, pero desde que la vi no despegué mis ojos de ella, para esos días su precio era demasiado para mí —decía cabizbajo—, pero he estado ahorrando durante años y ahora puedo comprarla.

—Es la primera vez que veo a un muchacho de tu edad venir aquí —decía mientras me miraba con ternura—, seguro que tienes grandes motivos para querer a una muñeca de tanta belleza, en su época costaba muy cara y ahora al mirarla, parece mentira que siga en esta tienda.

—Se parece mucho a alguien que amo —susurraba con alegría—, quiero comprar la muñeca.​

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¿Acaso era un sueño? Todo pasaba tan rápido que me parecía mentira.​

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—Entonces tenla —dijo mi dueña mientras me alzaba de la cintura y me entregaba a ese muchacho alto de tez blanca y hermosa sonrisa.​

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—Pero... ¿Y el dinero? ¿Cuánto quiere por ella?​

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—Se llama Ha —le decía mi dueña evadiendo la pregunta—, soy demasiado vieja para aceptar dinero y solo quiero que ella viva en otro lugar, no merece estar aquí junto a juguetes modernos que ahora a la gente le gusta comprar.​

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El chico de cabello azabache sin pensarlo dos veces me aceptó y con una sonrisa en su rostro me sacó de aquél viejo lugar.​

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—¿Ha, eh? —decía mientras me sonreía y salía de la tienda—, te llamaré Ha Yaegi, justo como esa persona se llamaba.​

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Era la primera vez que salía de la tienda desde hace muchos años, la oscuridad que invadía aquél lugar al que llamaba hogar ahora me parecía lejana, las luces del camino y las personas... Todo me parecía nuevo, y eso me gustaba.​

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Era la primera vez que esta vieja muñeca se sentía querida, pero sabía que no sería la última; aquél chico que recuerdo haber visto hace 8 años ahora estaba cargándome para llevarme a su hogar, y yo de agradecimiento le mostraría mi belleza todos los días que para que me mirara con ternura, mientras recordaba a aquella persona, a la que alguna vez amó.​

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Esta vieja muñeca... Era nueva para su reciente dueño.​

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Esta vieja muñeca... Había vuelto a nacer.​

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FIN​

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Contenido oculto

Dedicado para una muñeca en especial: Ha Yaegi