Fuerza de atracción

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por Gabrieluchini, 22 Febrero 2012.

  1.  
    Gabrieluchini

    Gabrieluchini porque voy renovandome día con día...

    Leo
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    Hi, Moliry... I'm back.

    Sí. Me encanta involucrar a Renée en todo este embrollo. Y menos cuando no tiene ni idea de nada.
    ¿Jacob?.. ya lo leerás.
    Y por Nahuel no te preocupes, no se pasará de la raya... i think.
    Besitos, nos leemos.
     
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    Gabrieluchini

    Gabrieluchini porque voy renovandome día con día...

    Leo
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    Título:
    Fuerza de atracción
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    3193
    Capitulo XVI: Como si ya no había hecho suficiente, ¿Tenía que seguir molestando?
    (Jacob)

    — ¿Por qué no? Tú lo hiciste, también. Bella me lo contó — me acusó, molesta.

    Era un reproche estúpido.
    Nada de lo que decía, tenía lógica, o señales de sentido común.

    — Eso es diferente — escupí, exasperado — Crecías a una velocidad aterradora, así que decidí buscar respuestas ¿Qué querías que hiciera? ¿Sentarme a estudiar para lo exámenes finales?

    No me di cuenta de cuando dejé de hablar como una criatura normal, para empezar a lanzar chillidos furiosos de protesta.
    En lo único que estaba claro, era en la sensación iracunda, que invadía cada tendón y hueso de mi cuerpo, haciendo que mi visión se empañara con un fuerte color rojo.
    Venía de buscar a Nessie de la gran cripta.
    Había llegado a mis oídos, que la apestosa garrapata aprovechaba de mi ausencia para llevarla a la cabaña.

    Idiota.

    — Es casi la misma situación. Sólo que ya soy adulta, y ahora puedo buscar respuestas yo sola — razonaba, como si existiese la mínima posibilidad de que semejante arrebate se llevara a cabo.

    ¿Es que no se daba cuenta, que desde el comienzo, llevaba la batalla pérdida?

    — Si crees que te dejaré parar los estudios, estás desvariando —repuse obstinado, de continuar con este absurdo.

    Se detuvo a observarme indignada.
    Su hermoso rostro se desarmo de la rabia.

    ¡Y ahí viene otra pataleta!

    — Pues te informo que no vine a pedirte permiso — rugió, bruscamente.

    Rodee mis ojos, manteniendo el paso.

    Bien, señorita "soy independiente" — bufé — veamos que piensa Edward de todo esto.

    Ya casi nos acercábamos a la cabaña.
    En pocos minutos la locura pasajera de Ness, se acabaría.

    — ¿Y supones que eso ocasionará un cambio en mi decisión? — indicó.

    Me detuve al instante en que reconocí ese timbre suyo de terquedad.

    Vacilé un segundo antes de decir cualquier cosa.

    Me cuidaba de no resbalar nuevamente, en el circulo vicioso "exploto - me calmo".

    — ¿Tan entusiasmada estas de pasar tiempo con él? — demandé, quejumbroso.

    Traté de no sonar molesto.

    No lo logré.

    — No se trata de eso ¿ok? — gruñó, en un tono mordaz — Es el hecho de aprender más sobre mi polo dominante.

    No pude aguantar troncharme de la risa.

    — ¿Tu qué? — logré decir, entre carcajadas — ¿De dónde sacó eso? ¿De un libro de metafísica?

    ¿Cómo no se percataban de que el tipo era un disfraz?

    Se veía tan evidente, que dudaba el que le creyeran una sola palabra a ese farsante.

    — Escucha, Jacob — replicó, disimulando el enojo en su voz. La conocía lo suficiente, como para saber que hervía de impotencia por dentro — Continuaré con las clases, al terminar el estudio con Nahuel. No es como si fuese a abandonar la universidad perpetuamente. Te prometo que las reiniciaré.

    Su intento de voz calmada, aunque era falsa, iba bañada de una seducción deliciosa, que casi destruye mis argumentos.

    Odiaba sentirme tan frágil, ante sus encantos.

    Vamos, Jake. Tú puedes, amigo — me mentí, esperanzado.

    — No esta bajo negociación. La respuesta es no — sentencié, orgulloso de poder negarme a algo que ella me pidiera.

    ¿Por qué, entonces, me sentía infeliz con lo que había hecho?

    — Ya te dije que no me importa lo que piensen — refunfuñó — He tomado mi decisión.

    Todo mi sistema nervioso se estremeció, reaccionando a la verdad que chocó contra mi cara.

    Fue más como un puñetazo.

    Nuevamente, su voz tomo ese doble timbre autoritario del Alpha.

    ¿Qué parte de mi cerebro no funcionaba como debía?

    ¡Nessie no era un licántropo, por Dios santo!

    Esto, seguramente, tendría una solución.

    Sin embargo, por ahora, estaba perdido.

    — Wow, ya veo que si funcionan las tácticas del hibrido — exploté, con sarcasmo, sin poder seguir oponiéndome — Casi no parece que te está manipulando.

    Parpadeo sorprendida.

    — ¿Qué estás diciendo? — Protestó, al rato — Y no le digas de esa forma, Él tiene un nombre.

    — ¡Oh! Perdón — solté tenso — Prometo no meterme más con tu preciosa aberración. Lo que me deja tiempo para darme cuenta de lo mucho que todo ha cambiado.

    Comencé a hacerme esclavo, del calor que bajaba por mi espalda.

    Error.

    — ¡Jake, nada cambio! — discrepó Ness, enfurecida — ¡Sólo son tus ideas locas las que tergiversan todo!

    No me di cuenta de que tenía los puños cerrados, hasta que senti las uñas encajandose en la palma de mi mano.

    Respiré profundo una... dos...tres veces.

    Nada paso.

    — Te equivocas — escupí, con acritud — Si han cambiado las cosas. Todo era mucho mejor cuando no pasabas tanto tiempo con el semi-parasito. Tú sabes, cuando seguías asistiendo a clases, dejándome el único tiempo a tu lado, en el trayecto en que te llevaba de ida y vuelta.

    Alguien más controlaba las palabras que saltaban por mi boca.

    Imparables.
    Venenosas.

    — Entonces, ¿es por eso? — Demandó, entornando sus ojos chocolate con recelo — ¿Por 5 horas de ida y vuelta?

    ¿Acaso, no se daba cuenta de que para mí era indispensable pasar tiempo a su lado?

    ¿No era suficientemente evidente?

    ¿No significaba lo mismo para ella?

    Apreté los dientes con excesiva fuerza, por la frustración.

    Ya no sentía el fuego, fluyendo sobre mí. Ahora, me golpeaba la decepción.

    Lo siento, Nessie. Tal vez no sea tan valioso para ti, como el tiempo que pasas con tu querido Nahuel — mascullé, ofendido.

    Me tragué el asco, que me produjo pronunciar a la asquerosa sanguijuela.

    ¿Por qué dices eso? — se quejó.

    — ¿No fue eso lo que me pediste? ¿Que lo llamara por su adorado nombre? — le recordé.

    Me fulminó con la mirada, mientras que la rabia se acumulaba en sus mejillas.

    Si no fuese porque le reclamaba su falta de cordura, hubiese caído rendido ante el rubor de molestia que embellecía su rostro.

    — No fue exactamente así como lo dije, y... ¡Arg! ¿Por qué tenemos esta ridícula conversación? — gritó.

    Me llegó el olor de Edward y Bella, a pocos pasos de donde nos encontrábamos.

    No me importó.

    Para mi eran tan irrelevantes, como las cortinas musicales en los programas radiales.

    Gruñí, al pronosticar que toda la plática (riña) terminaría en cuanto ellos llegaran.
    No quería que todo acabara en una disputa.
    Pelearme con Nessie, sería como golpearme a mi mismo.

    — No te comportes de esa manera tan infantil — exigió, malinterpretando mi bramido.

    — Lamento no ser tan maduro y añejo, como tu maravilloso hibrido — contesté, respirando con irregularidad — Sólo soy Jacob, Ness. Sólo Jacob. Tu novio, ¿recuerdas? El mismo que una vez quisiste.

    Bella y Edward entraron al espacio donde nos encontrábamos, mientras que yo le daba la espalda a toda la audiencia.

    No estaba de humor, para soportar nada más.

    Corrí a través del espeso bosque, dirigiéndome hacia el oeste, dejando que mi piel se encendiera de impaciencia por un desahogo que no le daría.

    Detestaba cambiar a cada momento, en un lobo furioso y descontrolado.
    ¿No se supone que ya tenía la experiencia suficiente, para entrar en fase a mi antojo?
    ¿Sin presiones, ni molestias?

    No se en que estupidez, estaba pensando.
    Al conocer a Nessie, el kilometraje de mi vida fue reducido a "0".
    Sin experiencias.
    Sin habilidades.

    Yo había vuelto a nacer con ella.

    Entonces, ¿sería capaz de soportar su ausencia?

    Formularé mejor mi angustia...
    ¿Sobreviviría estos días sin saber de ella?

    Gemí de dolor, al conocer la respuesta.

    Gris.
    No.
    Negro.
    ¡Exacto!

    Justamente, ese parecía ser el color perfecto, para describir mi animo.

    Según el calendario pasaron... ¿cuanto?..
    ¡¿Dos semanas?!

    Como sea.
    Para qué preocuparme por algo tan insípido como el tiempo, cuando lo tenía de sobra.

    Por eso no salía de la Push, creo, que desde hace una semana y algo. La última semana la pase en la casa, y tenía tres días sin salir de mi habitación.

    ¡¿Qué más da?! ¡¿A quién le importa?!

    El sol no dejaría de alumbrar por eso.

    Si es que salía el sol.

    Pensé en mí moto nueva, tirada en algún rincón del improvisado taller que era el garaje.

    No sentí entusiasmo en montarla.

    ¿Para qué? ¿A donde iría? ¿Con qué propósito?

    — ¿Dónde está esa escoria? — escuché, para mi desgracia, desde la sala.

    Genial.
    Paul, vino a colaborar con este infierno.

    — Creo que decidió morir en su cuarto — contestaba mi padre, subiendo innecesariamente, el tono de su voz — ¿Podrías decirle que arregle su habitación antes de fallecer? Sería una vergüenza que su lecho de muerte sea tan deplorable.

    ¿Por qué no captaban la indirecta?

    A lo mejor, sería necesario colocar un letrero llamativo en la puerta con "LARGUENCE TODOS, y DEJENME EN PAZ" en letras de altorrelieve.

    — ¡POR DIOS, Jacob! – Declaró Paul, al entrar — Convertiste este lugar en un basurero.

    ¿Es que no consiguió a quién molestar, y vino sádicamente a que le partiera la nariz?

    Lástima, que ni eso me motivaba a pararme de la cama.

    — Lárgate, Paul — solté, adusto.

    La verdad, mi habitación no estaba tan mal.
    Ciertamente, llevaba un día entero sin levantarme,razón por la cual los restos de comida esparcidos por el suelo, junto con mi ropa "mal organizada", se mezclaban al estilo de un excéntrico collage.

    De todas formas, era mi habitación ¿cierto?
    O mi lecho de muerte, al paso que iba.
    No sentía fuerzas ni ánimos, para deslizar nada hacia mi estomago, y esta vez no escuchaba quejas de mi organismo por ningún lado.
    Todos marchábamos a favor de no existir sin Nessie.

    Giré mi cabeza lentamente en dirección la puerta, al notar que no se escuchaban señales de una retirada por parte de Paul.

    — Creí haberte echado — insistí.

    Probablemente, tanta estupidez le había atrofiado el cerebro.

    — Te recuerdo que no pertenezco a tu ridícula manada de rezagados — decía, consiguiéndose sitio entre los platos y vasos de hace tres días — No voy a obedecerte fielmente como el idiota de Seth.

    — ¿Tú hablas de obedecer como idiota? — Casi me hace reír — ¿Tú? ¿El admirador de Sam?
    Olvídalo, Jacob — gruñó — Vine a hacerte entrar en razón, pero será mejor para el mundo que te pudras.

    No perdí energías en replicarle nada.
    Me sorprendió no encontrar atractivas, las insinuaciones violentas de Paul.
    En otros días, fueron mi mayor entretenimiento.

    No dio signos de irse.

    ¡¿Qué esperaba?!
    Una tarjeta de "gracias por venir a verme"

    — Escucha, Jacob — repuso, controlando la ira en su voz — Se que la extrañas y todo eso, pero ¡no te eches a morir así! — me señalaba como si con eso lo dijera todo — Tienes una manada esperando que le ordenes tonterías, porque son tan mediocres que no pueden seguir sin un inútil como tú.

    — ¿Te han dicho lo especialista que eres en levantarle el ánimo a la gente? — Contesté, flemático — Deberías dedicarte a eso.

    Resopló.

    — Da igual — respondió, indiferente — Sam dice que vendrá a sacarte a la fuerza de ser necesario.

    Parecía entusiasmado con esa opción.

    — Que lo intente — bufé, regresando la mirada a la pared.

    Me pregunté si una pelea con Sam me reanimaría.

    No sonaba tan convincente.

    — Tú ganas— decía, apoyándose de la puerta — Le diré que no te levantarás. Es inútil.

    A pesar de que se despedía, no movía un solo músculo para irse.

    Lo encontré extraño, pero se me hacía fácil ignorar a Paul.

    — ¿Ni siquiera por el nuevo miembro? — soltó, fingiendo desinterés.

    No lo resistí, y piqué.

    Ladee la cabeza lentamente en su dirección frunciendo el ceño.
    Una estúpida sonrisa arrogante me daba la bienvenida.

    — ¿No te lo han dicho? —
    inquirió, con falsa incredulidad — Tu manada está creciendo.

    — ¿Podrías explicarte como una persona normal? — desafié, perdiendo la paciencia.

    — ¿No entiendes? — Continuó, disfrutando de tenerme en sus manos — Veo que el encierro te ha afectado.

    Pensé seriamente en partirle la nariz.

    — Explícate, Paul — advertí, gruñéndole.

    — Parece que hay un vampiro rondando la zona — simulaba estar contando algo poco importante — hizo que le brotara la fiebre al hijo de Elise, la prima de Emily. Adam, creo que se llama.

    Me tomó medio minuto, ver a donde quería llegar.

    Que se vaya con Sam. No lo quiero — corté su relato.

    Adoptar a Seth en un principio, me marco como cuidador de por vida.

    ¿Tenía una manada, o una guardería?

    — Ahí está el problema. Ya lo llevamos con Sam— declaró.

    — ¿Y bien?

    — No lo escucha, ni nosotros a él tampoco — hizo un mohín — Es triste decir esto pero... creemos que te pertenece.

    Me incorporé de un brinco, conmocionado por lo intolerable del asunto.

    No tanto porque tuviese que aguantar las sandeces de otro niño, reviviendo la historia de Seth, que ya era bastante malo; sino porque conocía al causante de mi nueva tortura eterna, el estúpido que hizo brotar la fiebre.

    El colmo.

    Aunque no fuese su culpa, lo era de su tía chupasangre, haciéndolo igualmente responsable por traerla.

    Me tragué el río de palabras que deseaba soltar, pero no resolverían nada.
    Empuje el calor que débilmente regresaba a mi cuerpo, al tiempo en que me levantaba a mi pesar de la cama.

    — Estúpidas leyendas — mascullé.

    Ni morirme, se me permitía en esta condena.

    ¿Quién me mandaría a dármelas de "gran líder", al crear una manada?

    En fin, ya lo había hecho. Ahora me quedaba afrontar las consecuencias, y conocer al niñato desubicado.

    — Muéstrame al mocoso — gruñí.

    Me dio la impresión de que Paul sonreía, al cerrar la puerta tras nosotros.
     
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    Gabrieluchini

    Gabrieluchini porque voy renovandome día con día...

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    Este capítulo fue inspirado en letra y música del excelente tema "One Last Breath" de CREED.

    ...

    Esto es por si son auditivas como yo... Besitos.
     
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  4.  
    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

    Libra
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    ¿que paso con Reene? me dejastes en el aire...
     
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    Moliry

    Moliry Fanático

    Tauro
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    Amiga, ya de regreso. Vaya vaya vaya ! Que capitulo. Me enantó. Tus capítulos los disfruto cada día mas.
    Wow!
    Le doy la razón a Jacob a molestarse que Ness se la quiera vivir con Nahuel y ademas dejar la escuela. Solo que hay que recordar que sabemos que Ness ama muchísimo a Jacob, lo quiere solo a él. Pero sigo diciendo que Nahuel tan cerca de ella. Élla admirándolo, conviviendo con él. No será muy complicado de sentir algo por Nahuel?
    Uy, no me gusta tal acercamiento.
    Me gustó la intervención de Paul. Brusca, molestando, como es su forma de ser, pero con la linda infusión de sacar a su amigo del basurero de su habitación. No me gustó nada que fuera Paul quien lo sacara de su depresion y no fue Ness. Parque no lo fue a buscar. Ahh, me esta empezando a caer mal.
    Otro lobo en la manada, genial! Espero que Jacob si sepa controlarlo. Anoto segura que si!
    Me encantó amiga, cada vez mas. No tardes en continuarlo.

    Kiss. Tkmmm XD
     
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  6.  
    Gabrieluchini

    Gabrieluchini porque voy renovandome día con día...

    Leo
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    Gracias por leerme.
    Al fic, quise decir...:rolleyes:

    Mientras lo sigan haciendo, seguiré subiendo.
    En definitiva, es el propósito de compartir este fanfic.

    Muchas gracias nuevamente...

    Besitos llenos de amor para ustedes.:D
     
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  7.  
    Gabrieluchini

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    Leo
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    Capitulo XVI: Descubrí ser de los capaces para soportar el dolor.
    (Jacob)

    — ¿Estás seguro? ¿No quieres volver a intentarlo? — imploré.

    Mi empeño por deshacerme del chico, no guardaba relación con él.
    No tenía idea de quién era, como para depreciarlo sin argumentos.
    Se debía más que todo, al no querer cargar nada más sobre mis hombros de alpha.

    ¡Puaj!

    Detestaba esa jerarquía, desde el comienzo.

    ¿Qué más da?
    A estas alturas no me quedaba de otra.
    Asumiría el desastre.

    Paul me había arrastrado desde mi habitación en medio de un fuerte día lluvioso –nada inusual- , para averiguar la custodia lupina de una nueva victima de las leyendas Quileute.
    Entramos en fase, al pasar los árboles grandes cerca de los caseríos.
    No paso un minuto, antes de darme cuenta que ya no estaba solo.

    ¿Jake? — pensó Quil.

    Si, ¡Es Jake! — afirmó Embry, entusiasmado.

    ¿Al fin, te soltaron la cadena? — preguntó Leah, impregnando sus palabras con sarcasmo.

    Jacob, ¿estás bien, amigo? — demandó Seth.

    ¿Quién es Jacob? ¿El alpha? — sonó otra voz, mas juvenil.

    No, Por favor ¡Por favor!

    — ¿Adam? — pensé con miedo, evocando a lo dicho anteriormente por Paul.

    Podría ser una equivocación.
    Tal vez, no lo escuchaban porque es muy joven y su voz era más débil que las demás.

    ¿A quién engaño?
    El resultado se veía tan diáfano, que ni siquiera lograba distraerme con falsas esperanzas.

    — ¿Si? ¿Tú eres mi jefe? — pensó el mocoso, atento al llamado.

    Aullé.

    Nota oficial: El chico era mío.

    — No soy tu jefe. Sólo soy el alpha — discrepé, molesto.

    — Es lo mismo, Jacob — intervino Leah — Das vergüenza ¿sabes?

    — Mi nombre es Adam Spall — comenzó sin parar el cachorro — Si quieres podría comenzar vigilando el perímetro, o lo que sea que tú quieras. Podría...

    — Ya, ya. Entendí — indiqué, al mismo tiempo en que me preguntaba cómo soportaría esta tortura en mi condena de por vida.

    ¿Sería yo el único reacio a ser un hombre lobo?

    ¿La cuestión de transformarse en un monstruo peludo, se convirtió en el último grito de la moda en la reserva?

    De locos.

    Igualmente, no me encontraba interesado.
    Gracias.

    — Es tuyo, Jacob — respondió Sam decidido, trayéndome de vuelta a mis súplicas patéticas — No hay nada que yo pueda hacer al respecto.

    Supongo que ese punto lo había pensado con tiempo.

    Esto no me podía estar pasando a mí.

    Corrección: Sí era posible.

    Mis anécdotas personales eran dignas de escribirse, colocándole por titulo "Aventuras de un pobre chico en peores circunstancias que usted."
    Sería algo así como una mezcla divertida de Drama, Comedia, Ciencia Ficción y Autoayuda.
    Aunque debía asesorarme con un profesional, sobre un título más corto.
    Algo que entrara en la portada del libro, sin restarle enfoque a mi frustración existencial.

    — ¿Miedo, Jacob? — Paul, dijo — ¿Te cansaste de jugar al Alpha?

    Ignoré su estúpido comentario.

    — Ok. Si no existe otra salida, que se quede — gruñí, hastiado de tan mala suerte.

    Me arrepentiría de esto luego.
    Eso seguro.

    Antes de dar media vuelta para regresar a mi encierro provisional, observé a aquel muchacho con lastima. La sonrisa de júbilo dibujada en su cara, no era más que el reflejo de su juventud incauta ignorante de todo lo que un licántropo tenía que perder.

    Tu voluntad, libertad, la oportunidad de estar al lado de quién más te importaba en todo el mundo, sin explotar de celos como una bestia.

    — ¿Vas a echarte a morir otra vez, Jacob? — espetó Leah con malicia — ¿Es una especie de penitencia que debes pagar por las Swan?

    Apreté los dientes con furia, sin embargo, dejé pasar su actitud quejosa.

    — ¿No dirás nada? — continuó venenosa — Ya veo. Parece que esa sanguijuela logró amaestrarte ¿cierto?

    Me detuve en seco, como si se hubiese activado el freno de mano que imposibilitaba todos mis movimientos.

    ¡¿Cómo se atrevió a llamarla?!

    Casi había olvidado cómo se sentía depreciar a Leah.

    — Cállate, Leah — mascullé, sin voltear.

    Agradecí no tener el control para hacerlo, de otra manera le habría arrancado una pierna por lo que dijo.

    — ¿Te dolió? — insistió para su desgracia — ¿No es eso lo que ella es? ¿Una chupasangre?

    Comencé a sentir el calor bajando por mi columna, entre tanto me volteaba a encararla.

    Le di la bienvenida.

    Irónico ¿no crees? — colaboraba en su contra — Una chupasangre con sangre — rió con burla — Dime una cosa, Jacob ¿Por qué no se muerde ella misma?

    Sonreí de placer al sentir el calor desplegarse a cada rincón de mi cuerpo.

    Quién iba a pensar que extrañaría liberarme de tensiones, de aquella forma.

    Si no fuese por la sed de venganza que dominaba mi mente, disfrutaría aun mas volver a mi cuerpo lobuno.
    Sin embargo, ahora tenía prioridades.
    Demostrarle a Leah que Nessie era sagrada, se posicionaba delante de mis ojos como un estandarte.

    De un salto entre en fase, y como era de suponerse ella también lo hizo.

    Para mi sorpresa, no me esperó rugiendo dispuesta a clavarme sus dientes.
    En vez de eso, corrió bosque adentro como si temiera de lo que pudiese hacerle.

    — ¿Yo? ¿Temerte? — bufó — Por favor.

    De igual manera, le enseñaría a mordiscos a no profanar la imagen de Ness con su sucia lengua larga.
    Ella era un tema prohibido para todos.

    — Eso si logras atraparme — pensó con suficiencia.

    Enterré mis garras, apresurándome en todo lo posible a su paso.

    Debía admitirlo, me costaba. Leah era muy veloz.

    Escuché su risita de satisfacción a mi comentario.

    Después de un rato de perseguirla por el bosque la furia se iba apaciguando, dejándome sólo con una buena carga de adrenalina.

    — ¿Mejor? — Leah pensó.

    Le busqué una respuesta, al disfrute que comenzaba a sentir por el paseo.

    — Eso creo — coincidí — Pero no te fíes, aun tengo ganas de arrancarte el cuello.

    Me concentré en mi curso de vuelta por el sendero fangoso que llevaba a la casa de Emily, resistiendo a la desesperante felicidad de Leah por el abandono momentáneo de mi depresión.

    — Aún me quedan ánimos de pelear, si quieres — ofreció sarcástica.

    — Tal vez después — traté de disfrazar la lenta desaparición de mi vida con ironía, pero en la cercanía de nuestras mentes resultaba imposible disimular sentimientos tan poderosos como los que me embargaban.

    Corrimos en dirección al este por el paso de las montañas, con la brisa fría de la lluvia. Sin prisa, ni intenciones de convertir esto en una carrera del más veloz.
    Más bien me relajaba con el trote suave de desahogo corporal.
    Nunca lograría drenar la carga emocional que me debilitaba por su ausencia.
    Por su triste, y desolada ausencia.

    — Concéntrate en el recorrido, Jacob — se quejó — no me pagan por hacerte sentir mejor.

    Deprimente.

    Ahora, Leah pasó de ser mi amiga, a mi consejera sentimental.

    Tómalo como un bono extra por parte de tu manada — pensó.

    ¿Estaría tan desesperado así, como para depender de compañías adicionales?

    Paré en un conjunto de árboles cerca de donde nos encontrábamos. Cerré mis ojos, en un intento de concentrarme para regresar a mi forma humana, y dejar de pretender que llegaría a una calma que nunca sentiría.

    Comencé a sentir las gotas de lluvia más gruesas resbalar sobre mis hombros, mientras me vestía detrás de los arbustos que daban al final del estrecho sendero.
    Sin saber por qué, caminé hacia la casa de Emily.

    Escuché los silenciosos pasos lobunos de Leah, adentrándose de vuelta al bosque.

    Lo había olvidado.

    Solía mantenerse a distancia, cuando de Sam y Emily se trataba.

    Siempre tan delicada y sentimental.

    Aunque, pensándolo bien, no se veía tan diferente a como me sentía yo, ahora.

    Después de todo, me parecía excelente candidata, para consejos de relaciones problemáticas.

    A pesar de ser casi media noche, los chicos disfrutaban de una amistosa lunada en el recibidor improvisado que daba frente a la jardinera de Emily.

    A distancia, sonaba como sirenas de ambulancia cada risa que soltaban, sin contar el ruido espantoso que lograba hacer Paul cuando - según él - reía.

    Decidí alejarme de aquel bullicio.

    Arruinarles la noche con mi incorregible depresión, no era algún deseo morboso que quisiera hacer.

    En vez de eso, caminé derecho por un sendero angosto que llegaba al pequeño balcón hecho a mano, a un lado de la puerta azul de la entrada.

    Ah,soledad.

    No sé si sería lo necesario para mí, ahora; pero al menos parecía mejor que una ridícula conmiseración por mi patética vida arruinada.

    — No te pondrás a llorar, o algo así ¿verdad? — espetó Embry, impidiendo que me ahogara en mi ridícula nostalgia.

    No respondí.
    Me limité a sonreírle por la iniciativa de querer hacerme sentir mejor.
    Aunque la sonrisa era netamente cortés, además de fúnebre. Sin vida.

    — Oh vamos, Jake. Ella estará bien — canturreó, palmeándome la espalda — No es como si estuviese desprotegida con Charlie. No es igual que estar en un nido de chupasangres, pero sabrá defenderla como...

    — ¿Charlie? — demandé presuroso, tratando de ver en que parte me había perdido — ¿Qué quieres decir? ¿Por qué Charlie?

    — Por... ¿Renée? — reportó confundido, como si debiera saber de que demonios hablaba.

    — Espera un momento... ¡¿RENÉE?! — enfaticé, esperando haber escuchado mal.

    — Uh... si — titubeó desconcertado por mi ignorancia — Eh, es por eso que Nessie se queda con Charlie, para ocultarla de Renée.

    Sólo una cosa paso por mi cabeza, después de semejante golpe emocional...

    ¡¿QUÉ DIABLOS HACÍA YO AQUÍ, Y POR QUÉ NO ESTABA CON ELLA?!

    No escuché que más decía mi hermano.

    Mis sentidos, en sintonía con los músculos de mi cuerpo, respondían a un único estímulo, y en una sola dirección.

    Salté la barandilla que daba frente a la casa, mientras decidía si no sería demasiado tarde para una visita nocturna en Forks.
     
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  8.  
    Gabrieluchini

    Gabrieluchini porque voy renovandome día con día...

    Leo
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    Capítulo XVII: De improviso.
    (Renesmee)

    Que sensación tan incomoda es desear con muchas fuerzas poder dormir, mientras que tu cuerpo se opone rotundamente como si fuese un ente ajeno a tu voluntad.

    Abajo, Charlie escuchaba el ruido de la tv.
    Digo escuchaba, porque sus ojos soñolientos no creo que pudiesen ver nada.

    A juzgar por la hora, ya estaba próximo a caer en un delicioso sueño reparador.

    Por suerte, él si lograba dormir.

    Giré sobre la cama por... ya perdí la cuenta de cuantas veces hice esto, sin poder caer en el descanso que aliviaría mi mundo de cabeza.
    La rabieta de Edward por suspender las clases, las constantes advertencias de Bella sobre Nahuel, Renée absolutamente ignorante de mi existencia... y Jacob. La más fuerte de todas las razones.

    Refrené un llanto desesperado, como en otras ocasiones.

    Prometí que no lloraría por su ausencia. Eso sólo lo haría todo peor.

    Intenté explicarle a Jacob sobre la llegada de Renée, pero antes de que siquiera le informara que no podía acercarme más a la cabaña... ¡BUM! Explotó como un desquisiado.

    Sin ninguna otra palabra, se lanzó furioso en dirección a la casita, al tiempo en que protestaba cosas en contra de mis estudios con Nahuel, y... ¡Agh!
    Trataba de no recordar como comenzó todo aquello.

    Mis padres intentaron intervenir y así calmarlo, pero los pobres todavía no captan los imposibles a simple vista.

    Escuché como Sue apagaba la tv, entre tanto encaminaba a Charlie -al ritmo de un zombie- escaleras arriba hacia su habitación.

    Afuera... llovía.

    ¡Que novedad! — bufé, para mis adentros.

    ¿De qué te servía ser casi humana, cuando con este clima, un vampiro pasaba fácilmente por alguien como yo?

    Detuve en el acto mi monologo protesta, cuando el sonido de rasguños y golpes secos se hacían cada vez más pronunciados en la pared que daba a la habitación de Bella.

    Abandoné el estúpido intento fracasado de poder dormir, mientras salía de la cama a curiosear por la ventana.

    — ¡Maldición! — se escuchó desde afuera.
    Y con la voz, un olor sin lugar a dudas familiar me llegó desde la parte externa de la casa.

    Corté la distancia que me separaba de la ventana en microsegundos, para asomarme y apreciar a Jacob colgando de la base de donde descansaba el primer piso.

    Con una mano se sostenía de una biga del garaje que Charlie nunca terminó, en tanto se impulsaba con las piernas para llegar al borde de la ventana.
    La lluvia rasguñaba su espalda morena, empapándolo de los pies al brillante cabello de la cabeza.
    — Hazme espacio, ¿Quieres, cariño? — gruñó sin aliento.

    — Oh, lo siento — balbuceé sorprendida por el encuentro inesperado, al tiempo en que me corría para dejarle el camino libre.

    Con la agilidad de un primate, subió por la pared hasta llegar a la ventana.
    Se sentó en el borde cual trapecista, colocando una pierna a cada lado de la casa.

    — ¿No sería más sencillo entrar por la puerta? — sugerí, sin encontrar nada más que decir.
    A fin de cuentas, esta era nuestra primera plática después de aquella horrorosa palestra.

    Supongo que por la ventana es más romántico — indicó, iluminando mi vida con su perfecta sonrisa.

    ¿Cómo conseguía disipar mi enojo, solamente al poner al descubierto esa fila de dientes blanquecinos?

    Me quedé por un rato, haciéndome a la idea de que no me lo imaginaba. Jacob se encontraba conmigo, y la pesadilla se había terminado.

    Carraspeo incomodo, al confundir mi estupefacción con enojo.

    — Eh, ¿Cómo estás? — susurró, para no despertar a la pareja de la otra habitación — Era mucho mas fácil antes — suspiró — subir por la pícea resultaba ser menos...— ahogó las palabras, en cuanto vio que no tenía ni idea de lo que decía.

    Me detuve un momento a pensar, cuándo y por qué se vio en la obligación de entrar a hurtadillas por la ventana de esta habitación.

    Escuché que dijo algo más.

    — ¿Ah?

    — Te decía, que lamento no haber venido antes — dudó, en un tono de voz bajo, mirando al exterior — Soy un imbécil, nunca debí dejarte sola.

    Las facciones en su rostro se desfiguraban con tortura. Respiraba con irregularidad, en tanto cerraba las manos en dos puños tensos apoyados en cada pierna.

    — Escucha — respiró hondo, girándose a verme — Me enteré de Renée, y todo eso. No te culpo si estas molesta... — se calló por un rato — Te juro que me siento horrible por...

    — Ya. No importa — intervine, cruzándome de brazos — No tenías porque saberlo. Tienes tus propias cosas por hacer.

    Si no me autoengañaba de esa forma, seguramente rompía en llanto por la sensación espantosa de que todo se me venía encima.

    — Nessie — musitó, acariciando cada letra con dulzura.

    Bajé la mirada hasta el suelo.
    Las lágrimas se empujaban, amenazantes por salir.

    — Todas las fuerzas que me atan a vivir giran a tu alrededor, preciosa.

    Esperé a que continuara, mientras escuchaba como caminaba para acercarse a mi lado.

    — Tú eres mi mundo — sostuvo mi rostro, concentrando su mirada en mí — Nada más importa.

    Su aliento cerca de mi cara, accionó mi necesidad de él, soltando lágrima tras lágrima sin motivo aparente.

    Jacob silencio mis sollozos, con los besos que tanta falta me hizo durante los últimos días.

    Intenté mostrarle con mi don algo, aunque fuese una pequeña cosa de lo que viví en su ausencia, pero no existía distracción alguna que lograra desviar mi atención del placer de la reconciliación.

    ¿Lista? Cierra los ojos — indicó Nahuel, la mañana siguiente al iniciar las clases.

    Obedecí.

    A pesar, de que toda mi concentración se desviaba al agonizante hecho de no tener a Jake conmigo.

    La noche anterior, cuando escaló hasta la habitación, le sugerí que echara las sugerencias de Nahuel a la basura, y me acompañara en mis clases de asimilación.
    Me sorprendió que se negara, alegando que sería lo mejor para mí.

    Absurdo.

    ¿No se suponía que su instinto lo llevaría a darme todo lo que yo quisiese?

    Antes me parecía una norma esclavista, casi un acto delictivo; pero a juzgar por lo vital e imprescindible de su presencia en estos momentos, no encontraba otra manera de alimentar mi desesperante necesidad.

    Algo así como "el fin justifica los medios".

    Seguramente, se debía a que todo entre Jacob y yo era improvisado.

    ¿Por qué tenía que ser ésta, una de las cosas que no funcionaran correctamente?

    — ¿Renesmee? — inquirió Nahuel, reclamando mi atención — ¿Todo en orden?

    — Si. Lo siento — contesté, manteniendo mis ojos cerrados.

    — De acuerdo — respondió, con cierta duda impregnando su voz — ¿Percibes algo diferente?

    Sabía que se refería a un olor en particular, así que inspeccioné exhaustivamente cada minucioso aroma en la inmensidad del bosque.

    Tan común. Los mismos olores.
    El mismo aroma a pino y hierba, mezclados con abeto, tierra húmeda, quina y la fragancia que secretaban sus flores.
    Diversidad de animales rondando la zona. Pequeños corazones latientes, indefensos a nuestra irrefrenable sed.

    Mas efluvios... otras sustancias emanando de diversas partes del bosque... pero ningún olor que desequilibrara mi serenidad.

    Fui abriendo los ojos poco a poco, al no encontrar nada interesante para estudiar.

    Casi me llevo un susto al ver la expresión en el rostro de Nahuel.

    — ¿Quieres decirme qué te ocurre? — demandó bruscamente, con enfado y desconcierto.

    — ¿Disculpa?

    — ¿Vas a decirme que te parece irrelevante el exquisito olor a sangre humana, escondida para ti en medio del bosque? — insistió, mirándome con asombro.

    Ahora que lo mencionaba, si me pareció recoger, entre aquellos olores, uno más potente y llamativo que los demás.

    Me hizo recordar la deliciosa sensación, de aquella sangre donada que consumía de pequeña.

    Saboree aquel divino sabor en mi boca, entre tanto mi garganta se arrugaba seca como una pasa.

    — ¿Sangre humana? — demandé, tragando saliva innecesaria mente.

    No guardaba relación alguna, con lo que clamaba a gritos el agujero en mi estomago.

    — Es solamente un señuelo — repuso, respirando hondo — algunas reservas suministradas gentilmente por Carlisle — Él esperó por un rato, mirándome a los ojos — ¿Fue algo que dije o hice?

    — No — farfullé, avergonzada — Claro que no. Yo... Lo siento, Nahuel — suspiré — Hoy no me encuentro en las mejores condiciones para hacer esto.

    No valía de nada ocultarle mi descontrol, si iba a comportarme como una autómata durante todo el día.

    — ¿Te desagrada tu residencia actual? — repuso con suavidad, con un cierto atisbo de preocupación.


    No. Pasar un tiempo con Charlie es genial — inspiré profundamente — Solía hacerlo todas las tardes luego del instituto. Me agrada quedarme en la que fue un día la habitación de mi madre— sonreí al recordar el lugar — Bella dejó muchas cosas suyas al irse. Pienso que es debido a que mi padre le daría todo.

    Literalmente — pensé.

    Así que puedo escudriñar alguna de sus cosas de humana, y de ese modo conocer un poco más de ella.

    La extrañas — afirmó serio, pero sonriendo un poco.

    La habitación conserva su olor en algunas partes — me encogí de hombros — Es como tenerla a mi lado, de alguna forma.

    Suena lógico — comentó en un ligero tono casual, entre tanto recogía sus instrumentos de enseñanza — De igual forma no es algo a lo que debas acostumbrarte — sonrió levemente — Sólo es cuestión de tiempo para que tu abuela se entere de todo.

    Y eso me hará sentir mejor ¿por...? — repliqué.

    La verdad será siempre lo mejor para todo — habló, recuperando la calma.

    Deseaba creerle, sin embargo las desastrosas experiencias que caracterizaban a mi familia, no me daban un buen pronóstico.

    — Te propongo descansar un poco — continuó, mientras caminaba a mi paso de regreso a la casa de Charlie.

    Por exigencia de mis padres, y la sobreprotección de mis abuelos, las clases las realizábamos en el bosque situado alrededor de la casa Swan.

    — No soy psicólogo, mas aún, percibo cuando estoy siendo molesto — murmuró, con expresión seria.

    Su voz fría, en conjunto con las palabras que dijo, derribaron mi estado inerte; haciéndome ver como desperdiciaba su compañía.

    — Eso es ridículo — discrepé — Dificulto conseguir un amigo mejor que tú. Ya sabes que no quiero verte ir tan pronto.

    No contestó al instante.
    Alcancé a observar como sonreía ante mi confesión.

    — No digo que vaya a irme, linda Renesmee, solamente te concedo unos días libres de lecciones — rectificó, sin poder ocultar el entusiasmo en su voz.

    Me asusté del alivio que sentí al escuchar su explicación.

    Ciertamente Nahuel se había convertido en mi amigo, y eso lo hacía un ser especial e importante para mí, pero me cuidaba de no apegarme demasiado. Estaba plenamente conciente de que algún día se iría de regreso a su país.

    Me estremecí con ese pensamiento.

    Me pareció oír desde lejos mucha gente reunida en la casa.

    Mi corazón arrancó a latir nada natural, en cuando adopté la esperanza de que aquel alboroto se debiera a una visita sorpresa de Seth — y por supuesto — Jacob, prestándose a acompañarlo, sabedor de que yo gustosamente lo recibiría.

    Supuse que Nahuel se percató de la reunión, puesto que no cuestionó mi repentina euforia, ni la velocidad a la que avancé hasta la entrada.

    El ambiente a mi alrededor se condensó en cuanto pasé el umbral, deteniéndome a inspeccionar olores y rastros de licántropos en la habitación.

    Recorrí el lugar con la mirada por encima del sofa, con mis ojos frenéticos llenos de anhelo.

    No hallé nada.

    No obstante, comencé a prestarle atención a los efluvios distribuidos por toda la casa, y al conjunto de voces que se acercaban a la sala proveniente de la cocina.

    — Te equivocas, mamá. Estoy perfectamente bien de salud — mentía con voz temblorosa mi madre.

    Nunca consiguió aprender a mentir.

    — No lo sé, Bella — dudó Renée — Aún así, me parece interesante lo que me comentó tu padre hace un rato, Edward. Nunca creí que las condiciones climáticas de este pueblo ayudarían a reparar los daños causados por el sol.

    ¿Tenía miedo o terror?
    Definitivamente era pánico.

    Las manos empezaron a sudarme, y podría jurar que si no fuese por mi nueva dieta, devolvería lo digerido anteriormente por mi estomago.

    — Estoy aquí contigo — escuché susurrar a Nahuel, muy lejano fuera de mi estado de Shock.

    ¿Estaría a tiempo de salir corriendo?

    ¿Me darían las piernas para huir?

    — ¿Les parece si no avanzamos a la puerta? — sugirió Edward, escondiendo muy bien el tono de angustia — He de prepararte algo de tomar, Renée.

    — Gracias, hijo, pero lo cierto es que deseo descansar un rato, si no les importa.


    ¡Rápido!
    Plan "b" ¡PLAN "B"! — pensé desesperada.

    Edward, a la velocidad que pudo, consiguió entrar a la sala primero que todos, para encontrarme patéticamente petrificada de horror a un lado del perchero.

    Leí en sus ojos consuelo, siendo ahogado por la angustia de no poder hacer nada a mi favor.

    No pasó un minuto entero, cuando Renée apareció con Bella a un lado suyo, seguidas de Charlie, que se detuvo en seco por encontrarme donde no debía estar.

    — ¿Quién es ella? — demandó, Renée sin nadie que contestara a esa pregunta inofensiva.

    Y yo que creía mi mundo de cabeza.

    Que ilusa fui.
     
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    Gabrieluchini

    Gabrieluchini porque voy renovandome día con día...

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    Para Ana inukk:

    A pesar del spam... Gracias por seguir la historia.
     
  10.  
    Moliry

    Moliry Fanático

    Tauro
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    Amiga, que buenos capitulos nos trajiste, muchas gracias !!! ;)
    Me gustó mucho leer que Jacob fuera a visitar a Ness, se me hizo muy indo y mas cuando los dos la estaban pasando super mega mal por no verse. Me gusta ese amor, devoción, que se tienen, es una relacion muy dulce y a la vez muy apasionada, osea, perfecta para mi !!! :)
    Como ya es ultimamente en los capitulos de la historia, sigue sin gustarme mucho tanta convivencia entre Nahuel y Ness, me preocupa, espero que esté exagerando !
    Ohhh, la parte en la que ya esta Renee, que loco ! Que pasasá ??? Diran los Cullen la verdad sobre la identidad de Ness ?? Yo creo que no, que diran que es familiar de la verdera familia de Edward, con eso que supuestamente es adoptado por la joven pareja Cullen.
    Amiga, de verdad sube YA CAPITULO, prometo comentar inmediatamente cuando lo subas, es que lo dejaste en una buenisima parte.
    Cada vez disfruto mas la historia, espero pronto leerte y puedas leer mi fanfic que ya te extraña, ehh !! jajaja Kiss
     
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  11.  
    Gabrieluchini

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    Gracias por seguir ahí, Moliry.
    Despues de las clases de verano, ¡He vuelto!
    Yo, también, amo la historia de Ness y Jake (Creo que decirlo está de más, pero bueh...)

    Aquí está la continuación. Espero que lo sigas disfrutando.:D

    Nos leemos.
     
  12.  
    Gabrieluchini

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    Capítulo XVIII: Nessie Swan.
    (Renesmee)

    Mi madre, por años, narraba para mí, innumerables historias de la increíble Renée.
    Pienso que como medio de escape para adormecer a su incansable mostruico.

    En mi mente, a manera de compensación, la comparaba con los grandes personajes que protagonizaban los libros que devoré a diario; enteramente conciente, a mi corta edad, que nunca podría conocerla.

    Menos fuerte que "El poderoso Thor", tan decidida a vivir como "Robinson Crusoe", e indudablemente igual de interesante que "El mundo de Sofía".

    La Heroína que destruía cualquier intento, de que la vida de Bella fuese rutinaria y aburrida.

    La raigambre de cada anécdota humana, vivida por mi madre en su pasado.

    Esa era Renée.

    La misma, que en estos momentos, me escrutaba a la espera de una simple respuesta.

    — ¿No deberías estar en clase? — intentó torpemente Charlie, resolver -de alguna forma- la incomoda situación.

    No paraba de secarse el sudor de la cara continuamente, entre tanto ponía gran empeño en mantener sus ojos en orbita.

    — Renée — Edward susurró — Tal vez debas sentarte.

    Cuando Nahuel anteriormente mencionó que sólo era cuestión de tiempo, no alcancé a ser tan fatalista para considerarlo tan literal.

    No logré realizar movimiento alguno.
    Me quedé parada al pie de las escaleras, esperando a que una falla en las placas tectónicas de la tierra abriera un agujero lo suficientemente grande para enterrarme de por vida.

    — ¿Quién es, Charlie? — interpeló, ahora sospechando que algo no iba bien.

    Permaneció en el mismo lugar donde se detuvo al llegar, ignorando las sugerencias de Edward.

    Charlie se preocupaba por atender a la demanda, pero de sus labios blancos del miedo, en el intento de pronunciar palabras, soltaban silbidos titubeantes de nerviosismo.

    Eché una ojeada a los rostros de mis progenitores, para darme cuenta de que ellos no la pasaban mejor.

    Cada fisonomía era diferente, sin embargo compartían las mismas caras de horror y agonía en cada línea pálida de sus rostros perfectos.

    Ellos se veían tan humanos, al hacer eso.

    Cuando regresé la mirada a los atentos ojos de Renée, pude entender la causa del mutismo que se había creado en aquella habitación.
    Ella evaluaba cada minucioso detalle de mi apariencia, en busca de no se qué cosa para mitigar sus dudas.

    Ella dio en el blanco.

    Los inconfundibles ojos de color chocolate, característicos de su hija.

    — ¿Bella? — demandó, con sus inquietos ojos sobre mí.

    Sentí como mis pulmones me obligaban a respirar de nuevo.

    — Ella es... eh...Es...

    — Soy Nessie — dije, cortando el balbuceo de mi madre.

    La voz me sonó un poco tosca, pero igual me di a entender.

    — ¿Nessie? — repitió Renée, preguntándose, quizás, por qué el nombre no le era familiar — ¿Amiga de Bella?

    Entrar tan naturalmente a la casa de Charlie, delataba mi cercanía; y estoy absolutamente segura que Renée no paso por alto mi parecido con su hija.

    Ella nos ponía a prueba.

    — No. No lo soy — me pregunté si ésta era la mejor manera de decirlo — Soy Nessie Swan. Soy hija de Charlie.

    Describir las expresiones en los rostros de de todos, parecía ser algo difícil:

    - Renée: Asombro.
    - Bella: Dolor.
    - Edward: Sospecha.
    - Charlie: Alivio.
    - Nahuel: Resignación

    No me culpo por decir lo primero que se me ocurrió, o lo único.

    ¿Qué se supone que debía decirle?

    "Oh, ¿Cómo está? Mi nombre es Renesmee. Si, escuchó bien. RENEesmee, como usted. Aunque no la conozca, ni usted a mí, tampoco”.

    Queríamos calmarla, no infartarla.

    — ¿Swan? — repitió tan bajito, que sólo mis padres y yo pudimos oírla — Charlie, ¿Tenías una doble vida?

    — ¡No! Primero fué Bella, claro — respondió el acusado, siguiendo con la historia.

    — No me tildes de estupida, Charlie. Esta niña es contemporánea con tu hija... con tu otra hija — sacudió la cabeza — ¿Cuándo pensabas decírmelo?

    — Él no lo sabía — salí en su defensa — Lo supo hace doce años.

    Al ver que tenía toda la atención, continué:

    — Mi madre murió al darme a luz. Entonces me cuidaron mis tios, hasta que...

    ¿Despertó?

    Lancé un vistazo a Nahuel, atento a cada diálogo del suceso.

    No. La verdad, ahora, no parecía ser lo más adecuado.

    —...busqué a mi padre. — concluí.

    — Él, también, se sorprendió mucho con Nessie — explicaba Bella — No le fue fácil dirigir esa información.

    Por lo menos, eso no era mentira.

    — ¿Y él? — señaló, posando sus ojos en Nahuel — ¿Él también..?

    — Solamente un compañero, Señora. — aclaró Nahuel con voz suave, esbozando una sonrisa de cortesía — De clases... particulares.

    — Entiendo — musitó Renée, algo incomoda.

    Se despertaba del embeleso, que le produjo la encantadora sonrisa.

    — Pensaré en quedarme aquí permanentemente, de seguir viendo como el clima los hace lucir tan hermosos — comentó, incauta.

    Todos reímos, por la ironía del asunto.

    — ¿Y vives en Forks? — insistió en saber más, tomando asiento en el sofá, aparentemente relajada.

    — Si, pero no con Charlie, claro. Me estoy quedando...cerca — inventé.

    Al haber superado la espantosa hazaña, que permitía demostrar nuestras habilidades como perfectos mentirosos; deseaba llegar a su lado y abrazarla, a pesar de que, resignada, sabía que no podía hacerlo.

    Me molestaba el horrible malestar de aquella sensación.

    — Bueno, creo que la familia ha crecido ¿no? — bromeó, riendo de su propio chiste.

    Si. Ella era justo como Bella la describía: Divertida, hermosa, y práctica.

    — Así parece — coincidió Charlie, suspirando después de hablar.

    Sue entró unos minutos después, con dos tasas de té para Charlie y Renée.

    Por suerte, no hubo preguntas acerca de por qué los demás no consumíamos nada.

    Me pregunté el motivo de la ausencia de Sue, durante el mal rato.

    — Te dejo — musitó Nahuel, por debajo del cuchicheo de los demás — He de ver como resolver algunas cosas.

    — ¿Qué cosas? — inquirí, en el mismo tono de voz.

    Se mantuvo callado un rato.

    Me sorprendió que no confiara en mí, para hablar a medias.

    Nunca lo hacía.

    — En serio, debo irme — eludió.

    Caí en cuenta, de que su partida, tampoco fue irrelevante para Edward.

    Busqué asiento, involuntariamente, cerca de mis padres.
    Gracias a la entretenida conversación que le ofrecía Sue a Renée, esta última no se percató del acercamiento.

    Sonó el timbre de la puerta.

    — Jacob — susurró Edward, para que sólo yo pudiese oírle

    Salté como un lince hasta la entrada, manteniendo en todo lo posible una velocidad casi humana, para encontrarme el motivo que iluminaba mi vida como un reflector.

    Cerré la puerta tras nosotros, antes de lanzarme a su cuello con hambrienta necesidad.

    — Creí que el ser tu novio, contaba para dejarme pasar — se quejó, con una resplandeciente sonrisa en su rostro hermoso, mientras me levantaba en el aire.

    Comencé a besarle el cuello y las mejillas con desesperación, al no poder zafarme del fuerte abrazo posesivo al que Jake me mantenía prisionera.

    Sentí como el cuerpo de Jacob respondía a ese estimulo.

    — ¿Cómo estás, Jacob? — escuché saludar a Edward, a mi espalda.

    Se oía molesto.

    — Vine a salvar el día — contestó Jake sonriente, poniéndome en el suelo — Sue me llamó.

    Edward se quedó mirándonos con cara de pocos amigos.

    — Es mala idea — declaró, con sospecha en su voz.

    Jacob puso los ojos en blanco.

    — Seguro, porque es la primera vez que estará sola conmigo ¿cierto? — refunfuñó.

    — De eso hablo — contraatacó Edward.

    Jacob resopló tomándome de la mano, en tanto nos alejábamos de la casa.

    — ¿Qué fue eso? — demandé, ignorante.

    — Un padre aburrido, e irritablemente controlador — protestó, al tiempo que se subía en la motocicleta.

    — Jacob — insistí.

    — Te desaparezco por un rato, para evitar un desastre con Renée — explicó dándole al pedal —. ¿Objeciones?


    — Sólo una — acepté al subir, pasando mis brazos por su cintura — No suelo salir con motociclistas de aspecto vandálico.

    Jacob rió entre dientes.

    — Soy inofensivo, ya verás — confesó pícaro, antes de arrancar.

    Mientras Jake conducía por las calles de la ciudad en dirección a la reserva, yo jugueteaba con su frágil concentración, lanzando besos a su cuello en cada oportunidad.

    Antes, no me di cuenta del atractivo de su piel nervuda, ni de los fragores de cada palpitar.

    Sin embargo, el no era mi presa, ni mis intenciones eran cazarlo - no en ese sentido-, por eso se me hacía fácil controlarme.

    Se detuvo frente al garaje de la casa de los Black, bajándose, para llevarme hasta adentro sobre su moto.

    Antes de que lograra poner un pie en tierra, paso uno de sus brazos por debajo de mis piernas, sosteniéndome la cintura con el otro, mientras me sacaba de la motocicleta.

    — ¿Cómo lo consigues? — susurré, mientras me colocaba en el suelo.

    —¿A qué te refieres? — inquirió, contemplándome con ternura.

    — Mi olor — aclaré — Debe ser insoportable tener que aguantarlo a cada momento — suspiré disfrutando el suyo — Tengo entendido que es asquerosamente dulce para ti.

    Me rodeo con sus brazos, acercándome a su musculosa figura.

    — Es cierto — confeso pensativo, encogiéndose de hombros — pero te acostumbras con el tiempo.

    Intenté separarme un poco por la impresión, pero él no me dejó.

    Comenzó a estallar en carcajadas, en tanto acariciaba mi cabello.

    — No seas tonta, Nessie, por favor — decía entre risitas — No imagino otra fragancia más exquisita que tu aroma.

    Una gigantesca sonrisa atravesó mi rostro, del entusiasmo.

    No entendí porque no la parte vampírica en mí no le molestaba, pero tampoco quise saberlo.

    Me distraje por un rato con el atractivo de sus labios.

    El rápido bombeo de su corazón, me hizo ver que el lo había notado.

    — Y ahora, ¿Dónde te quedarás? — susurró bajando la mirada, mientras me soltaba de su amarre.

    No quise pensar que seguía molesto por lo de Nahuel.

    — Mmm...Tal vez, una residencia en Seattle — presagié dando la vuelta, para sentarme sobre el asiento de la moto.

    Escuché su respiración más rápida.

    —Te quedarás en la Push — determinó.

    Lo observé con incredulidad en respuesta.

    — No dije que fuese conmigo, pero tampoco será lejos de mí — rectificó.

    Vi esta situación, como una oportunidad para arreglar las cosas.

    — Un hotel en Port Angels — negocié.

    Entrecerró los ojos con recelo, en tanto cruzaba los brazos sobre su pecho.

    — Será un hotel de Port Angels, y estarás bajo vigilancia de los chicos a diario — exigió.

    Ya empezaba a divertirme un poco.

    — ¿Vas a darme casa por cárcel? ¡Dime al menos de qué se me acusa! — protesté.

    Puso los ojos en blanco.

    — Un hotel de Port Angels... y me quedaré contigo — propuso, conla misma expresión enfurecida.

    — Hecho — acepté, esforzándome por ahogar una risa.

    Un pensamiento temeroso me hizo avanzar otra vez a su lado.

    ¿Qué guardaba esa actitud tan cauta?

    Enrede mis brazos alrededor de su cuerpo -no podía evitarlo-, para toparme nuevamente con su rechazo.

    — Escucha. Te extrañé, Ness. Mucho — habló en voz baja, tomándome de las manos — No sabes cuanto.

    Esperé en silencio a que continuara.

    — Y lo único que conseguí para no pensarte... o no tanto, ¡fue reparar autos! — se sonrojó, desviando la mirada — Ahora vuelves, yo me ilusiono. Luego te irás, y yo moriré.

    Analicé sus argumentos con objetividad.
    Yo lo había abandonado, y ahora él se hallaba dolido.

    — Entonces, ¿prefieres que me vaya? — traté de encontrarle sentido a lo que me estaba diciendo.

    Contuvo la respiración por un momento.

    — ¡No! — exhaló bruscamente, posando su mirada nuevamente en mí.

    No alcancé a reprimir la sonrisa triunfante, que se extendió por mi rostro.

    Sentí el calor que emanaba su pulso acelerado.

    — Puedo no hacer ruido, y tú puedes fingir que no estoy. Prometo sólo ver — empleé todo mi poder de convencimiento, entre tanto agitaba con coquetería las pestañas — Sólo quiero estar contigo.

    Casi pude ver como las defensas de Jacob, se resquebrajaban ante mis ojos.

    Movió sus manos hacia mis hombros, acariciando tiernamente mis brazos.

    Me deleite con el dulce sabor de la victoria.

    — Eso será difícil — susurró — Puedo sentirte a kilómetros de distancia.

    Aproveché la brecha de debilidad.

    — No estoy a kilómetros de distancia, ahora — musité, antes de besar su labio inferior.

    — Lo sé — soltó en una voz apenas audible, para buscar mis labios con premura.
     
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    Gabrieluchini

    Gabrieluchini porque voy renovandome día con día...

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    Capítulo XIX: El hibrido y su tía, el cachorro en la manada, Renée de visita, y yo muriendo. ¿Olvidé algo?
    (Jacob)

    Fue como estar enfermo durante más de dos semanas, hasta que misericordiosamente me ofrecieron la panacea que sanaría todos mis males.

    ¿Y yo pedía seguir enfermo?

    En resumen: Estaba loco.

    Horas atrás, ya que mi fama de buen mecánico se propagó por la península, aproveché para "entretenerme" (distraerme) reparando autos por encargo, sacando ventaja de la mala reputación de Dowling (el único mecánico del pueblo).

    Lo consideraba más un hobbie, que un trabajo.

    Algo con que pasar el rato, o lo que sea. Puesto que mi antigua motocicleta, a la que cambiaba, remodelaba, repotenciaba, reinstalaba cada pieza, ya no se encontraba entre nosotros.
    La "Superbike" se mantendría al margen, del mínimo roce grasoso del taller.

    Me cortaría el brazo, antes que desarmar esa hermosura.

    Como un psicópata ansioso miraba a cada segundo el reloj, imaginando qué tal la pasaba Nessie, mientras yo me hundía en la depresión.

    En ocasiones, colocaba incorrectamente las piezas, al no prestar atención a lo que hacía. Por eso decidí corear en voz alta algunos temas de Bon Jovi, saturar mis sentidos, y así mantener el cerebro ocupado.

    Por supuesto, no funcionó.
    Recordé a Nessie al llegar a “It´s my life”

    Precisamente cuando me encontraba al borde de darme cabezazos con la latonería, escuché el sonido del teléfono, y a mi padre -muy animado- contestar.

    Colgó, y luego el chillido de las ruedas sobre la tierra húmeda, se escucharon acercándose al garaje.

    Suspiré.

    — Supuse que te hallabas en tu mundo, así que no me molesté en llamarte — habló, sin importar que no estuviera viéndolo — Sue llamó — me detuve al instante — Dice que Nessie te necesita.

    No hizo falta decirle a mi padre, hacia donde me dirigí a toda velocidad en ese momento.

    En el fondo lo sabía.

    Sabía que el patético intento de fingir poder vivir sin ella, fracasaría. Sabía que en poco tiempo correría a sus brazos, y sabía que perdería el control al tenerla frente a mí.

    Lo que no tenía presente, era la fortaleza de mi recaída. La consecuencia de mi abstinencia. Lo peligroso que puede tornarse un adicto.

    — No estoy a kilómetros de distancia, ahora — susurró, antes de pulsar el botón rojo "descontrol".

    Aspiré su embriagador aliento.

    Fue un beso inocente, pero yo necesitaba de una dosis más fuerte.

    — Lo sé — dije, o algo así, despidiéndome de mi cordura.

    Viví en carne propia el proceso de transformación de Stanley Ipkiss, al colocarse "la máscara".

    Me convertí en otro hombre.

    Uno más temerario.
    Uno más salvaje.

    Con una mano sostuve su rostro, incapaz de abandonar sus labios; mientras que con la otra la acerqué mucho más a mi pecho, obsesionado con el calor de su piel.

    No puedo creer que ella pensara, que su olor fuese repulsivo para mí.

    Si algo se asemejaba a la gloria, era su exquisito aroma dulce a jazmín, emanando de todas partes de su cuerpo.

    Aturdiéndome.

    Sencillamente perfecto.

    Sentí sus manos pasar de mi cuello a enredarse con el cabello, en tanto se intensificaban los besos y saboreaba la deliciosa textura de su lengua.

    Me fui volando a la estratósfera.

    Sabía que avanzábamos a terreno peligroso.

    Lo ignoré.

    ¿Para qué proteger mi vida, si la viviría sin ella?

    Escupí sobre el tratado de Edward, mientras quebraba la cartilla, para echarlo todo a la basura.

    Comencé a perder control, sobre los movimientos que realizaba.
    Las acciones, los domínios, las palabras.

    No. Las palabras no.

    Al perder todo enlace con mi cerebro, lo único que salía de mi boca eran jadeos entrecortados, por los besos que le daba.

    No se decir con exactitud de que manera, o en que momento, me subí sobre el auto que hace rato reparaba. Lo único que supe, fué que Ness no tardó en seguirme, apoyándose de mis piernas para subir.

    — Te tengo — me mostró, entre tanto me dejaba caer sobre el parabrisas.

    Conservábamos intactas nuestras ropas, sin embargo el fuego que encendimos juntos, traspasaba hasta el hierro sólido.

    En la libertaria de mi cuerpo, fui descendiendo de su busto a la cintura, la cadera, hasta su pierna.

    Todo su cuerpo, se estremecía en respuesta.

    Hoy me mataban. Eso seguro.

    La absurda idea de que la apartaran de mí, cruzó por mi cabeza. Más que todo por instinto, y completa necesidad, giré sobre el capó, asegurándome así, de que debieran matarme antes de llegar a ella.

    Me cuidé de que no soportara mi peso, pero ella lo hacía difícil.
    Sus manos aferradas a mi espalda, me jalaban con innecesaria fuerza a su cuerpo, como si yo quisiera escaparme.

    Reí internamente, de semejante imposible.

    Supe con exactitud que el tener a Nessie -aunque fuese por primera y última vez- valía todo en el mundo.

    Inclusive, una muerte sádica y traumática por parte de los Cullen.

    No creo que Charlie llegara a tiempo, para hacerlo por él mismo.

    Me encontraba preparado para decirle adiós al mundo cruel, en cuanto escuché un trote desgraciadamente conocido, desgraciadamente inoportuno, dirigiéndose hacia el garaje.

    — ¡Jake! ¡Jacob! — retumbó la voz de Quil, por los árboles frente a la casa.

    Eso arruinó el momento, al igual que lo haría una ducha fría.

    Gemí en protesta, para no llorar.

    Nessie dio un puñetazo al carro, haciéndole una abolladura bastante profunda en la latonería.

    Tendría que reparar eso, también.

    Dejé caer mi cabeza sobre el hombro de Ness, en señal de rendición.

    — ¡Jake! — se escuchó más cerca.

    Cerré mis ojos con fuerza y frustración, entre tanto bajaba del auto para atender al llamado.

    — Voy a matarlo — murmuró Nessie, sentándose sobre el capó.

    El enojo la volvía un poco violenta.

    — No si yo lo hago primero — escupí, en tono enfurecido.

    Quil entró al poco tiempo.

    Suspiré.

    Su mirada fue a dar a nuestros cuerpos sudados, pero no mencionó nada del asunto.

    — Hola Ness — saludó sin aliento.

    Se recuperaba del trote veloz en el que venía.

    — Jake. Tienes que venir, ahora — continuó, sin hacer pausas.

    La furia se fue, cuando me alarmó su urgencia.

    Ness se encontraba conmigo, así que volví a preocuparme por mi manada.

    — ¿Qué ocurre? — demandé.

    No respondió.

    Posó sus ojos sobre Nessie, luego regresó a mirarme.

    — ¿Qué ocurre, Quil? — repetí, ignorando su antiguo comportamiento.

    — Víctimas — contestó sereno,vacilante — Las encontramos río abajo.

    Mi cara debió reflejar el nivel de mi confusión, puesto que Quil prosiguió.

    — Pertenecían a la reserva. Apenas unos chicos. Dos de ellos. Al parecer, Adam los conoció.

    Se produjo un silencio incómodo por un rato.

    — Llamaré a Charlie — musitó Ness, sacando su móvil.

    — Espera, Nessie — Quil la detuvo — Él no puede ayudarnos.

    Ness parecía tan confundida como yo.

    — Descubrimos los cuerpos en horas de la mañana — se explicaba, volteando a verme — En realidad, fue Seth quién los encontró. El chico es bueno con el rastreo. Escuchamos su aullido convocatorio, y llegamos al lugar — tomó aire, como si el hablar le cansara —. Al principio pensamos que se trataba de un accidente. Algunos tipos duros, queriéndose pasar de listos. No pensamos lo mismo, cuando notamos las marcas.

    Eso llamó mi atención.

    — ¿Qué marcas? — insistí.

    Quil se notaba extrañamente incómodo, con el relato.

    — Mordeduras... de vampiro — concluyó.

    Me quedé mirándolo con los ojos tan abiertos, que sentí como mis párpados se estiraban del esfuerzo.

    Hace mucho que no recibía noticias como ésta. Ya ni siquiera recordaba otros vampiros que no fuesen los Cullen, y sus parientes chupasangre.

    ¡¿Más vampiros en Olympic?!

    ¿Nos convertimos en un apetecible atractivo turístico, o no quedaban humanos que quisieran visitarnos?

    Posiblemente, a estas alturas todos los apestosos chupasangre, sabían que en la Push guardábamos alianza con algunos de ellos.

    Patético.

    ¿Quién diría que llegaríamos a esta decadencia moral tan baja?

    Decidí realizar mi primera tarea de alpha después de un tiempo, aclarando el asunto de los chicos muertos y así absolver a los inofensivos Cullen.

    Quil entraría en fase para informarles a los demás sobre las nuevas rondas de patrullaje, que nos ayudarían a conseguir al visitante con colmillos.

    Lo primero que haría sería llamar a Sam, para calmar su exagerado comportamiento protector por la tribu.

    Conocíamos de primera mano los "hábitos alimenticios" de la familia de Ness, pero no se podía negar lo sospechoso del asunto.

    Antes que todo, llevaría a Nessie a la cripta blanca, aprovechando la ida al lugar para informarle de todo a los Cullen.

    No sé por qué siempre terminaba siendo yo, el que intercediera por ellos en cada problema.

    Umm...

    No quise darle alas a ese pensamiento.

    Sentía a Nessie caminando a mi lado, de ida a la súper casa Cullen. Sentí sus dedos tibios, entrelazados en los míos. Aspiré su aroma. Escuchaba el maravilloso sonido de su corazón.
    Sin embargo, ella no se encontraba conmigo.
    No su mente, al menos.

    Giré mi cabeza para verla.

    Su mirada se perdía a través del bosque, confirmando su estado ausente.

    — Entonces, Nessie Swan ¿eh? — busqué cualquier cosa, que la sacara de lo que sea que la perturbara.

    Había estallado en carcajadas, cuando Sue me habló desde la puerta de atrás que se presentó con ese nombre, momentos antes de acercarme a la entrada.

    Ness sonrió por lo que dije.

    No podía apartar mis ojos de su hermoso rostro.

    — Bonito ¿no crees? — musitó aún sin estar por completo presente — Un nombre original.

    — Sí — coincidí — ¿Me pagarás, al menos, los derechos de autor?

    — Eso creo — respondió, en el mismo tono monocorde.

    Se cuidaba de no expresar su preocupación.

    — Oye, todo va a ir bien — prometí, confiado — No tienes porque temer. Cubriremos todos los perímetros, y atraparemos al huésped sangriento.

    Escuché como su respiración se volvía trabajosa.

    — No lo sé — murmuró — Temo de lo que pueda ocurrirte.

    Pasé con delicadeza un brazo por su cintura, atrayéndola a mi regazo.

    Algo en su expresión, me dejó saber que no lo decía todo.

    Nos mantuvimos en silencio, hasta llegar al prado.
    Ambos percibimos el olor de Renée dentro de la casa -entre todo el intenso hedor a vampiro-, pero ya no había de que preocuparse.
    Ella lo sabía todo.

    Por lo menos, lo que su sistema podía digerir.

    Renée nos recibió con su característica efusividad, al entrar.

    Alice y su esposo no parecían estar dentro. Emmett, tampoco. El hedor de Rosalie apestaba desde algún lugar. El Doctor y su esposa se tomaban de la mano, frente a las puertas de vidrio que daban al bosque. A Edward se le escuchaba en uno de los pisos de arriba, y Bella cuidaba de la suspicacia de su madre que al parecer estaba enferma, o algo; porque estornudó en varias ocasiones.

    — No tienen mascotas aquí ¿cierto? — habló Renée, un poco fañosa — Soy irremediablemente alérgica a todos ellos.

    — Demasiado tarde. Le permitimos la entrada al perro, desde hace mucho — murmuró la rubia, sentada en un punto ciego de la casa.

    Tal vez, no fuese un punto ciego. Sólo se debía a que la experiencia me hacía ignorarla casi por instinto.

    Por supuesto, Renée no pudo escucharla, y Ness se dispuso a asistir a su abuela en su malestar; así que decidí divertirme solo.

    Miré en dirección a la barbie asesina.
    Fingía ignorarme, mientras se acariciaba el cabello maniáticamente.

    — ¡Sorprendente! — dije, capturando su atención — Puedes peinarte y pensar al mismo tiempo. Me impacta el progreso que has tenido todos estos años.

    Resopló antes de irse, no sin antes clavarme sus ojos de odio.

    Quedé sorprendido, y un poco mal, de que no reaccionara con violencia.

    Lo esperaba.

    Me pregunté estúpidamente, si se estaba perdiendo la chispa entre nosotros.

    Dejé las tonterías, para buscar de manera desesperada a Ness.

    Cada día que pasé lejos de ella, logró incrementar mi incontrolable necesidad por estar a su lado en un cien por ciento.

    La vi sentada, semi-escondida en unos sillones sin respaldo, por el corredor misterioso entre la escalera.

    Sus ojos tiernos se opacaban con nostalgia, al tiempo en que no descuidaban un movimiento que hiciera Renée.

    Me incomodó verla tan triste.
    No soportaba, que cualquier cosa, pudiese causarle daño.
    Ella no parecía estar bien, así que yo no lo estaba, tampoco.

    Fui acercándome hasta donde se encontraba.

    Observé en dirección a la línea de su mirada, para encontrarme con la escena emotiva Madre-Hija: protagonizadas por Bella y Renée.

    Un cuadro feliz, en el que a mi Nessie se le prohibía participar.

    Supe, en ese momento, lo que podía inquietarle.
    Ella deseaba sentir el afecto de su abuela, de igual modo.

    Renée había sido siempre, su personaje favorito de niña.

    En ocasiones me preocupaba que Bella (directamente) alimentara sus fantasías, al tanto de que a Nessie, por razones obvias, no se le permitiría verla jamás.

    Ahora se cumplía mi profecía: Nessie adoraba a su abuela, y Renée ignoraba su existencia.

    Cosa de la que nunca estuve de acuerdo.

    ¿Quién no iba a amarla?
    ¿Por qué razón no lo haría?

    Grandioso.

    Una ecuación donde la única que perdía era Ness.
    Por lo tanto, yo con ella.

    Alcancé a escuchar como Carlisle hablaba por teléfono con Charlie.
    Este último le informaba sobre los cadáveres del río.

    Sabía que debería estar encargándome de eso, pero mi prioridad principal se enfocaba en cuidar de Nessie.

    Finalmente llegué a su lado.
    Me senté en otro de los pequeños sillones, pasando un brazo por su espalda, en tanto me apoyaba de la pared.

    Miré, de nuevo, su rostro muy cerca del mío.

    Me sentí satisfecho de que sus ojos, brillaran hermosos como antes.

    — ¿Jacob? — llamó Carlisle, en su clásico tono paternal.

    Suspiré profundamente.

    Estaba seguro de que, por desgracia, lo que sea que me pusiera a hacer Carlisle, yo respetuoso lo ejecutaría.

    Nunca entendí, como conseguía verse tan no-vampiro.

    — Procuraremos ser breves — agregó Edward, que ya se encontraba frente a nosotros.

    Giré la cabeza, en cuanto escuché su tono serio.

    Los ojos de Edward llameaban de rabia, detrás del dorado.

    — De todas formas, tendrán mucho tiempo para estar juntos, en adelante — masculló.

    Eso despertó mi instinto alerta.

    ¿A qué se refería, y por qué parecía tan molesto?
     
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    Gabrieluchini

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    Jajaja. I so Sorry!

    Es que pensé que me habían abandonado. Aunque de todas formas subí uno y..¡AHÍ ESTABAS!
    Gracias.
    Hasta que paren de leer, seguiré subiendo.

    Besos.
     
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    Gabrieluchini

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    Capítulo XX: Tengo permiso de matar al híbrido.
    (Jacob)

    Emmett y Jasper pueden ir por los cuerpos. Los llevaré a mi consultorio, y disimularé las cicatrices — murmuraba Carlisle, en continuidad con el plan que preparaban.

    — Reclamarán los cadáveres al amanecer — intervino Edward, con sus ojos sobre mí — Necesitamos darle tiempo para disfrazar las mordidas.

    Me quedé parado en silencio, sin producir ningún movimiento.

    ¿Pedían mi permiso para engañar a la reserva, o me involucraban en sus planes maquiavélicos?

    — No se trata de eso — respondió Edward, rolando los ojos.

    Luego inclinó levemente la cabeza, pienso que escuchando algún pensamiento del Doc.

    En definitiva, nunca lograbas acostumbrarte a este tipo de cosas.

    Caminé sin vacilar, hasta tumbarme en el sofá del estudio.
    Esto tenía pinta de ser bastante largo, si incluíamos, además, las pausas mentales.

    — Sí. Es necesario — musitó Edward para Carlisle, puesto que yo no tenía idea de lo que hablaban — Esto compromete a Nessie, y no dejaré a mi hija en peligro.

    Volteé a verlos, con la expresión de shock en mi cara.

    — Espera, ¿QUÉ? — demandé.

    — Tenemos razones para pensar, que Nahuel asesinó a las víctimas — indicó Carlisle.

    No caí en cuenta de cuándo, pero ya me encontraba de pie, con mis manos formando dos puños.

    No hubo chance para decir más. En ese instante, la puerta del estudio se abrió dando paso a Emmett y Jasper, que instantáneamente intervinieronen la conversación como si hubiesen estado allí desde el principio.

    — No lo encontramos — empezó diciendo el grandote.

    — El rastro nos lleva a las reservas, pero se pierde entre las montañas— continuó Jasper.

    ¿Qué fue lo que dijo?
    ¡¿Las reservas?!

    No estaba entendiendo nada en absoluto.

    — Tal vez si lográramos localizar a Huilen — meditó Carlisle, para si mismo.

    — No supone ninguna diferencia — Edward dijo — Los lazos entre ellos son tan fuertes como los nuestros. La prioridad de Huilen irá siempre enfocada en proteger a Nahuel.

    ¿Es que no pensaban explicarme nunca, que demonios pasaba?

    Me cansé de que me trataran como a otro chupasangre lector de mentes.

    — ¡Ey! — bramé — ¡¿Alguien quisiera hablar en inglés?!

    — Lo siento, Jacob — fué Carlisle quien respondió — Emmett y Jasper salieron a buscar a Nahuel. Pensamos que al poder escuchar su versión, dejaríamos de especular.

    Entonces, ¿el híbrido fue quién mató a los chicos del río?

    Esto se ponía cada vez más interesante.

    — Eso pensamos, aunque no estamos seguros del todo — repuso Edward.

    — Suponemos que ha sido él, puesto que Huilen se fue hace días a una residencia en Baltimore — apoyó Carlisle — Desde entonces... Nahuel se ha comportado de una manera extraña.

    Reí sobriamente de que, al final de todo, si debíamos cuidarnos del hediondo híbrido.

    Me hubiese encantado gritarles a todo pulmón: ¡Se los dije!, ¡SE LOS DIJE!
    Pero me abstuve gracias al escalofrío que recorrió mi cuerpo, cuando analicé lo peligrosamente cerca que el proyecto de gente estuvo de Nessie.

    Quedé de pie frente a los cuatro vampiros, tragándome la bilis alojada en mi garganta.

    — Silencio. Ahí vienen — advirtió Edward.

    Todos volteamos hacia la puerta en cuanto nuestros olfatos nos ratificaron lo que había dicho.

    — Creo imaginar lo que están pensando, y la respuesta es "no" — espetó Ness furiosa, gruñendo desde antes de abrir la puerta.

    Tuve que controlar mis temblores, para no alterar más el genio de Nessie.

    Renesmee... — comenzó Bella, entrando a su lado.

    Podrían usar como excusa nuestra monstruosa naturaleza — prosiguió, haciendo caso omiso a su madre — No los culpo. La manera en que llegamos a este mundo, no es precisamente la mejor.

    ¿Me fallaba el audio, o Ness se comparaba con el híbrido?

    Ella pausó un rato, para examinar los rostros de todos.

    — En mi caso, estuve a punto de asesinar a mi madre. De ser ustedes, lo más probable es que también hubiese sugerido el aborto.

    Abrí la boca de par en par.

    — Sue me lo contó hace años — musitó.

    ¡¿Ella lo sabía?!
    ¿CÓMO?
    ¡¿Sue no pudo advertirme, evitando que en este momento me viera como un idiota?!

    Conseguí - con mucho esfuerzo - no proferir un gritito de horror.

    Casi me sentí sucio al verme al descubierto.

    Sólo les pido que dejen de dar por hecho tonterías, y escuchen lo que él tenga que decirles — exigió, con más calma.

    — Eso queremos, cielo — aseguró Carlisle, con voz firme.

    Todos guardamos silencio, aproximadamente durante el minuto en que nos recobrábamos de la confesión.
    Inexpresivos.

    Excepto yo, que permanecí con la boca abierta, y Edward que no pronunció ninguna otra palabra.

    No parecía necesario.

    La postura tensa, y la mirada severa, nos hacía saber que no compartía las opiniones del doc.

    — Bueno... Eso está bien — aceptó Nessie.

    Me incomodó ver como lo protegía; sin embargo, era muy difícil enojarme después de un lapso de alelamiento.

    Sin poder controlar mis acciones, fui a parar a un lado suyo; como si el reciente peligro al que fue expuesta, sumado al remordimiento, hubiese despertado mi sentimiento de protección hacia ella.

    Sentí miedo de algún rechazo de su parte.

    Para mi completo alivio, no lo hizo.

    — No veo por que tengamos que discutir sobre esto, ahora — se quejó Alice, mientras tomaba a Ness de un brazo.

    Me hallaba tan sumergido en mi mísera culpa, que no supe en que momento Alice entró al estudio.

    — Bella llevará pronto a Renée a la cabaña — nadie más que Alice hablaba — Aprovechemos ahora, para recoger lo que te haga falta.

    El recordatorio de la mudanza de Nessie, logró que Edward se estremeciera haciendo un gesto de dolor, al tiempo en que Bella cerraba los ojos para ocultar su angustia.

    Se esforzaban por no demostrar cuanto les dolía el cambio de residencia.

    Por suerte, desconocían las cláusulas del acuerdo al que había llegado con Nessie.

    Edward gimió en protesta.

    Ok. Pudo haber sido peor.

    — Nos vemos luego — soltó Ness, antes de desmaterializarse junto a Alice de la habitación.

    Solté de golpe el aire que contuve durante todo el espantoso tormento.

    Las palabras de Nessie -sin intenciones de su parte- me habían acuchillado sin piedad, CON EL MÁS GRANDE CUCHILLO DE CARNICERÍA, el alma.

    Esto es muy incómodo — declaró Jasper, antes de salir disparado del recinto.

    Conseguí sentarme, de nuevo, en el sofá; esta vez, para reordenar las ideas en mi cabeza.

    Ella lo sabía.
    ¡Santo Dios! ¡ELLA LO SABÍA!

    — Esto... Los dejaremos solos — sugirió Carlisle, abandonando el lugar con Emmett.

    "Arrójalo por la ventana" escupí iracundo, cuando Edward me acercó a Nessie por primera vez.

    Sacudí mi cabeza intentando desaparecer la sensación desagradable, que se propagó por mi sistema.

    No acusaría a Sue, por lo que hizo.
    Me transformaría en un hipócrita, si lo hiciera.

    Hablar con Ness nos correspondía a nosostros, no a otra persona. Pero fuimos lo suficientemente cobardes como para no hacerlo nunca.

    Ahora, pagaríamos la condena.

    — Edward — susurró Bella, cortando el silencio — Dime la verdad, ella...

    — Lo tomó con normalidad — contestó sereno — No lo ve como un oprobio. Ella no se molestó con nosotros.

    Alcé el rostro abruptamente.
    Mis ojos se abrieron con horror.

    ¿Cómo podía ser tan cínico?

    ¿Qué vendrían siendo los sentimientos de Nessie?
    ¡¿Un daño colateral?!

    Las punzadas de dolor, accionaron mi ira.

    — ¿Y? — insistí.

    Ellos esperaron.

    — Por favor, Edward. No eres tan tonto como para no ver lo que acaba de pasar — mascullé — Necesitamos contarle... ya saben... eso.

    Se me dificultaba hablar del tema.
    Me parecía extraño ver a Bella siendo más que mi amiga.

    — Olvidalo — ordenó molesto.

    Bella se estremeció a su lado, sin apartar los ojos de su esposo.

    — Oh, claro — bramé, poniéndome de pie — Esperemos a que alguien más se lo diga, mientras vemos una película.
    ¿Prefieres eso, Edward?

    La reconocida presión a ambos lados de mi pecho, me incitaba a estallar ante sus ridículos argumentos.

    — Nadie dirá nada — podía notar como Edward se controlaba por Bella — Y en todo caso, sabremos como manejar lo que venga.

    Cerré los ojos, tratando de conservar la compostura.

    — La próxima vez podría ser Seth, o Sam. Una inocente visita a la casa de Charlie — todo mi cuerpo se estremeció, por la hipótesis — No digo que será fácil, pero tiene que saberlo.

    — No — sentenció rígido.

    Pase por alto, su voz forzada.

    Él sabía que yo tenía razón.

    — Cálmate, Jacob. Tranquilo — suplicó, Bella.

    Todo mi cuerpo se encendió. Ya no eran mis manos las únicas que temblaban.

    Abrí los ojos, para ver como me observaba furioso.

    ¡Esto que pasó fue una advertencia! — insistí, perdiendo el control — Sólo conseguirán que la pierda para siempre.

    La idea me puso los vellos de punta.

    — Yo... Bueno...No estoy segura de si quiera hacer eso — musitó Bella, aterrada.

    Edward se giró a verla, en cuanto escuchó su tono de voz angustioso.

    No pasa nada, Bella — canturreó, acariciándole el rostro — Jacob hablará con su manada, y le pedirá a Sam que de instrucciones a la suya, también. Tú y yo nos encargaremos de Charlie.

    Como si yo fuese a obedecerle.

    Edward gruñó.

    — Es posible que estés en lo correcto — se dirigía a mí, nuevamente — Sin embargo, te prohíbo que hables una palabra de esto con MI hija. A menos que quieras restricciones en su relación.

    Entrecerré los ojos, mientras pensaba los peores insultos para el sucio vampiro tramposo que tenía en frente.

    ¡¡¡Traición!!!

    ¿Qué pasaba conmigo, y por qué siempre terminaba confiando en ellos?

    — Disculpen — Carlisle habló desde la puerta — No quisiera interrumpir, pero... Jacob, ¿podemos contar con tu ayuda? Sobre los chicos del río. Apreciaría mucho que así fuera. No queremos causar problemas en la reserva.

    Me tomó por sorpresa remontarme a la conversación anterior.

    — Eh... Sí — fue todo lo dije.

    Al menos, sirvió para controlar mis espasmos.

    — Gracias — sonrió gentilmente — Ah, Esme me pidió que te dijera que bajes a comer.

    Había pasado mucho desde el mediodía, pero el día difícil logró descoordinar mis horarios alimenticios.

    — Claro, claro. Bajaré.

    Volvió a sonreírnos. Esta vez parecía apenado.

    Olvidé que nos encontrábamos rodeados de súper oídos.

    ¿Qué más da?

    Todos aquí fueron testigos presenciales de la catastrófica novela, en la que un día participé.

    — Ah, sí ¿Bella? — Edward, también, se veía más calmado — Con respecto a eso, ¿piensas que Charlie quisiera ayudarnos?

    Puede ser — Bella dudó, formándosele una línea entre los ojos — Hablaré con él mañana.

    Fría.
    Diplomática.

    Se te hacía extraño ver lo fácil que Bella encajaba en la vida de los Cullen.
    Sin necesidad de moldearla.
    Como si hubiese nacido para ser una de ellos, siempre.

    Me quedé mirándolos, enfocado en calmarme.

    Detuve las protestas ya que, por ahora, no llegaríamos a nada sano.

    A pesar de que hablábamos de un supuesto -espero- el miedo me congelaba los huesos.

    No importaba cuanto me torturara lo que una vez viví con Bella, y lo que Ness pensara de eso.

    Sería "yo" quien se lo contara.
    De la mejor manera posible, sin que sonara perverso, ni enfermizo.

    Un día.
    Cualquier otro día.
    Uno muy lejano.
    El día perfecto para contar ese tipo de cosas.
    Después de muchos años de casados, y con la absoluta certeza de que nadie nos separaría.

    Suspiré, presagiando ese día.
     
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  16.  
    Moliry

    Moliry Fanático

    Tauro
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    Amiga, ya estoy de regreso en el foro y comencé con tu historia.
    WOOOW !!! Estos capitulos estuvieron lo que le siguen de genial, como los disfrute ªªª
    La llegada ahora si de Rene, me sorprendiste de eso que creyera que es hija de su ex marido, eso estuvo excelente pues de que otra manera justificar tanto parecido esntre Charlie y Ness, es una idea que yo ya habia pensado y que tu la pusieras, me encantó !! Pues hizo que me soprendiera mas !! jajaja
    Jacob, chin !! Yo pense que Ness ya sabia que todos querian su muerte apenas supieron de su existencia. Espero de verdad que lo tome como es: Desesperacion por el bien de Bella ante lo desconocido. ojala que si, y que no se entere de manera incorrecta.
    No creo que Nahuel haya sido el asesino, no puede ser !! Dime que no !! Nahuel no me cae bien, pero no me lo imagino un asesino y mas por ser tambien parte humano y tener mas control. Sera cosa de los Vulturi ??? O son vampiros nuevos ???

    Amiga, por fis tienes que continuarla yaaaaa la historia ! Te quiero

    Kiss
     
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  17.  
    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

    Libra
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    YO|NO LO ABADoNARE debes tener presente eso (si eso merece unaa recompenza como otro cap pronto, la recibire con gusto)me gustaria un capi pronte dedicado enteramente a la pareja (narrado por jacob) sin problemas ni discuciones solo romance puro- comedia no estaria mal -o un enfrentamieto con Nahuel.

    Un Beso...
     
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  18.  
    Gabrieluchini

    Gabrieluchini porque voy renovandome día con día...

    Leo
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    ¡Moliry!
    JAJAJA, es natural que ya lo pensaras (escribimos sobre la misma historia)
    ¿Nahuel un asesino? Eso parece, auque.. ¿Beber sangre humana para un vampiro, realmente lo vuelve un asesino? Umm...
    Bueno, la desesperación de Jake es válida (y con razón) ya está que se destapa la olla.

    Gracias por seguir, amiga. Nos leemos.


    Gracias, Ana.

    POR SUPUESTO, que lo tendré presente.
    Tu recompensa vendrá, créeme, la escribí mucho antes de que la pidieras, y estoy segurísima de que quedarás satisfactoriamente complacida.
    Espero seguir leyéndote.
     
  19.  
    Gabrieluchini

    Gabrieluchini porque voy renovandome día con día...

    Leo
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    Escritora
    Título:
    Fuerza de atracción
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    3726
    Capítulo XXI: Rehubicada.
    (Renesmee)

    — Tenemos veinte minutos, antes de que llegue Renée — me informaba Alice — Espero que sea suficiente, para hacerte una maleta decente.

    Comencé a sospechar que la verdadera intención en acompañarme a empacar, guardara un enfermizo comportamiento compulsivo por controlar mi vestuario.

    Eché una ojeada, a las cuatro enormes maletas puestas a un lado de mi cama, más la que Alice organizaba.

    Sí.
    En definitiva, fue por eso.

    Ella ordenaría todo mi equipaje, pasando por alto mi opinión; así que me dispuse a recorrer la casa, confiando en el su buen gusto.

    Fui bajando las escaleras lentamente.
    Acariciando los mosaicos de piedra que embellecían las paredes, mientras escuchaba el silencioso rechinar de la madera a cada paso.

    En raras ocasiones me comportaba tan sentimental.

    Estaba haciendo del recorrido, un "hasta luego" emotivo e innecesario.

    Me detuve al llegar al último escalón, pensando en llevar a cabo una niñería loca.

    Reí tontamente, por exagerar las cosas.

    Aún así, lo hice.

    Con un movimiento rápido me deshice de los mocasines, exponiendo mis pies desnudos a la rugosa textura pedregosa del suelo.

    Caminar descalza por la casa, formaba parte de mis deseos favoritos.

    Por suerte, Alice no estaba viéndome.

    Continué con el recorrido pasando por la habitación de mis padres, hasta dar con la puerta del que un día fue mi cuarto y ahora era el salón del piano.

    Al verlo, caí en cuenta que no disfrutaría de su música por un tiempo.

    El necesario para que se marchara Renée, o por lo menos, mientras dejaba de ser una casi-extraña.

    Me senté frente a al hermoso instrumento, presionando delicadamente las teclas que conocía mejor que a mí misma.

    Maravillosa experiencia.

    Sintiéndome transportada en la obra que interpretaba, como si la música me llevara y yo sólo me dejara ir.

    Tan absorta quedé en su sublime melodía, que no me enteré desde cuándo Renée me observaba escudada por la puerta.

    Pegué un brinquito de susto, al percibir su olor.

    — Por favor, no dejes de tocar — pidió, mientras se acercaba — Lo siento, no quise asustarte.

    ¿De verdad, no le parecía extraño verme en casa de su hija?

    Al ser esto lo único que podía hacer por ella dada las circunstancias, además de no estar haciendo nada que me pusiera al descubierto, decidí complacerla con una o dos melodías.

    El brillo de sus grandes ojos azules admirándome, fueron la mejor remuneración de mi vida.

    — Tú lo haces maravillosamente bien — susurró — ¿Dónde tomaste clases?

    Pensé en Edward.

    Estudios... privados — esto de mentir en todo, empezaba a cansarme — Tuve el mejor maestro.

    En eso no había nada falso.

    — Tu nombre es... ¿Nessie? Como el...

    Asentí sin dejarla terminar, al tanto de que se refería al monstruo marino de Escocia.

    — Fue idea de un amigo de la familia — solté una risotada — Es muy inmaduro en algunos aspectos. A nadie parece molestarle, así que a mí tampoco — suspiré relajada — Excepto mi madre. Ella lo odiaba.

    Lo odia — pensé.

    Me dedicó una cálida y agradable sonrisa, antes de sentarse a un lado del banco.

    — Ella debió ser muy hermosa — susurró, observándome con ternura.

    — Lo es. Quiero decir, donde quiera que esté — corregí.

    Me adelanté a los acontecimientos, colocándome de pie antes de que se me escapara algo peligroso.

    Ahí estaba el problema de quedarme a solas con Renée. Su dulzura, hacía que perdiera el hilo de la enorme maraña de mentiras que tejíamos para ella.

    — Debo irme — le indiqué nerviosa, caminando hacia la puerta.

    No hizo preguntas sobre "qué hacía aquí" o "qué buscaba".

    Suspiré de alivio.

    Es posible que todo se diera, en este día, a mi favor.

    De pronto, ya no me encontraba afuera del salón.

    Alice me había arrastrado de un brazo, hasta el arco bajo la escalera.

    Parpadeé innecesariamente, confundida por su reacción.

    — ¿Qué?

    — Procuremos mantenernos al margen de los problemas ¿quieres? — refunfuñaba — Fallé en mi visión gracias a Jacob.

    — ¿Jacob?

    Asintió quejumbrosa, como si le molestara aquello.

    — Está guardando las maletas en tu camioneta — prosiguió — Odio cuando altera la exactitud de mis visiones — hizo una mueca — ¿Es que no se da cuenta, de lo cerca que estuvo Renée de sorprendernos?

    Se me hizo verdaderamente difícil no girarme en dirección a la salida, para buscarlo con la mirada.

    — No puedo ver nada de lo que harán, así que mantenme al tanto ¿ok? — exigió.

    — Ok — accedí.

    No tuve necesidad de llamarlo para saber donde estaría. Tampoco tuve que seguir su olor.
    Algo más fuerte, mucho más poderoso e infalible, tiraba de mi cuerpo hacia él.

    Como corrientes de agua.
    Tan natural y potente a la vez.

    Sin darme cuenta, me detuve a mirarlo al salir de la casa.

    Bajaba el capó de la camioneta, seguramente fijándose que todo funcionara correctamente.

    Gracias a él, mis autos seguían en pie.

    En lo que a mí respecta, saber que la camioneta se movía sobre cuatro neumáticos, era decir bastante.

    Me sorprendió mirándolo.

    Sus ojos recorrían con miedo los cambios de mi rostro, a la espera de una reacción.

    No estaba segura de haber hecho bien contándoles lo que Sue me confesó.
    Conseguí poner de los nervios a todos.

    Esbocé una sonrisa, inspirándole confianza.
    Él me regresó el gesto por un rato, antes de que su rostro se opacara nuevamente.

    — ¿No crees que es demasiado? — miró hacia donde se encontraban las enormes maletas.

    — ¿Estás loco? Todas y cada una de las cosas que van ahí son indispensables para mi supervivencia.

    Jacob rió entre dientes.

    Avanzó unos cuantos pasos. Luego vaciló, quedándose clavado a un lado de la puerta del copiloto.

    Esperé a que dijera algo más.

    No lo hizo.

    — ¿Qué pasa? — quise saber.

    — No lo sé — meditó — ¿De verdad llevas todas estas cosas al hotel, o construyes un refugio para el Apocalipsis?

    Reí acercándome a su posición.

    — ¿Te parece que exagero? — inquirí.

    ¿Se lo preguntas al hombre que lleva una sola prenda atada a su pantorrilla?

    — Cierto — me carcajeé.

    Él rió conmigo.

    Nos miramos durante un rato sin decir nada.

    Me miraba con sus ojos suplicantes, llenos de anhelo.

    Tomó mi rostro con ambas manos, y comenzó a acariciar las mejillas con sus dedos cálidos.

    Demasiado tierno para resistirme.

    Deslicé mis manos por su cuello, en tanto me acercaba a sus labios, tan míos.

    Míos.

    Casi río de satisfacción al dar con ese hecho irrebatible.

    Le mostré un recuerdo.
    Uno de mis favoritos.

    La noche cuando me confesó que me amaba.
    Su desesperada declaración en el bosque.

    — Te amo, Lobo tonto — agregué a la imagen, sin parar de besarlo.

    Sentí como sonreía mucho más relajado, culminando el beso con dulzura y un suspiro esperanzador.

    Abrí los ojos para estudiar su rostro.
    Él mantenía los suyos cerrados.

    Tomé con delicadeza un mechón de su cabello oscuro. Acariciándolo. Uno que cubría la piel de la parte superior de su rostro.

    Las comisuras de sus labios se alzaron en una pequeña sonrisa.

    Pasé mis dedos por su frente. Casi tan suave, que dudo sintiera mi roce.
    Luego presioné mis labios sobre su piel caliente. Justo donde antes juguetearon mis dedos.

    Un seductor ronroneo gutural salió de su boca, provocando el estremecimiento de todo mi cuerpo.

    — ¿Qué quieres? — demandé atisbando necesidad, en su cuerpo tenso.

    Le daría la cabeza de quién fuese en bandeja de plata.

    A ti — susurró.

    — Aquí estoy. Para siempre — prometí — Soy inmortal, ¿recuerdas?

    Sonrió, de nuevo, satisfecho por mi respuesta.

    — Cásate conmigo — susurró.

    Me encontraba preparada para este momento.

    — ¿Por qué deseas eso? — repuse, en el mismo susurro.

    Sus ojos se abrieron de golpe, evaluando mi cara con sorpresa.

    — Por...porque te amo — respondió de inmediato, un poco confundido.

    No pensé que este día llegaría tan pronto.
    Quizá me refugié en todas las décadas eternas, que tendríamos para discutir el caso.

    Me zafé un poco de la presa de sus brazos, para explicarle mejor con la seriedad que la situación ameritaba; sin perder el control por su maravillosa cercanía.

    — El matrimonio, Jake, es para las parejas comunes que se ingenian un modo de atarse. Por eso le llaman "compromiso". Es como un pacto — sonreí — No imagino otros seres más atados que nosotros.

    Jacob frunció los labios.
    Después, se estiraron poco a poco dibujando una traviesa sonrisa en su cara.
    Cautelosa.

    Estaba segura de que planeaba algo loco, en su mente malvada.

    — Quiero presumirte — apuntó.

    — Nos espera un tiempo ilimitado para eso — expuse.

    — Quiero presumirte, ahora — replicó insistente.

    — ¿Ahora? Jacob Black, ¿propones que nos fuguemos a Las Vegas? — pregunté, en un falso tono inocente.

    Puso los ojos en blanco.

    Reí tontamente de su obstinación.

    El me sonrió en complicidad con mi juego.

    Echó una ojeada a la camioneta.

    — Bueno, las maletas ya están listas — concedió.

    Ensanché la sonrisa en mi cara.
    Él respondió con otra más hermosa.

    — Analicemos las variables. Tú ganas una esposa que te molestará por toda la eternidad. "La mayor fantasía de cualquier hombre" ¿Cuál sería mi ganancia?

    Hizo una mueca, al mismo tiempo en que clavaba la mirada en el suelo.

    Recapitulé sobre lo que dije, tratando de llegar a ver con qué lo había ofendido.

    No encontré nada.

    — Prometo no hacerte daño — murmuró — Jamás. Te juro que estoy dispuesto a morir cien veces, que ponerte en peligro... otra vez. Te imploro... Te suplico que me perdones, Nessie.

    Entonces, eso era.
    Continuaba torturándose con el pasado.

    Le demostraría que no existían razones para perdonarlo.

    Sabía a lo que se refería, sin embargo; no recordaba en toda mi vida, ni siquiera un pequeño lapso de tiempo en el que no estuviese absolutamente protegida por él.

    No tenía que perdonarlo. Muy por el contrario, me sobraban cosas por agradecerle.

    Sostuve su rostro en mis manos, acercándolo con decisión hacia mí.
    Para mi sorpresa, se apartó de mi tacto, retrocediendo mientras negaba con la cabeza.

    — Quiero oírlo — pidió, correspondiendo a mi mirada. Sopesando mi expresión — Perdóname. Necesito escuchar que me perdonas. No soy capaz de vivir sin ti. Desearía no haber sugerido semejante idiotez...

    — No estoy molesta, Jake — aclaré, regresando mis manos a su cara — Ya se los dije, ¡La destrozaba! Suena razonable que por dolor hubiesen querido matarm...

    — Dios… ¡NESS! — suplicó incomodo cerrando los ojos, mientras se llevaba las manos a los oídos — ¡No digas eso! ¡No quiero imaginarme siquiera que hubiese pasado si yo… si tú no…

    — ¡Respondo a tu petición! — lo acusé.

    — ¡Sólo Dímelo, por favor! — protestó, airado.

    — Ok. Te perdono, Jacob — hablé muy despacio — ¿Satisfecho?

    — Gracias — suspiró, mientras abría los ojos — Eso era todo.

    — Prueba superada — repuse, en plan de juego.

    Asintió entusiasmado, y pude notar como sus ojos brillaban de emoción, nuevamente.

    Nos tardamos un poco en salir, en parte gracias a la despedida emotiva, bastante extensa y llena de muchos abrazos, que Bella me dio, aprovechando que Renée tomaba una siesta en su dormitorio provisional.

    — Es temporal, mamá — ahogué las palabras con mi rostro enterrado en su perfumado cabello.

    La fragancia de mi madre, era sencillamente exquisita.

    — No me importa. Eres mía ¿Por qué debería dejarte? — declaró, apretándome con fuerza a su pecho.

    La risa de Jacob retumbó a mi espalda.

    — Te amo, mi vida — musitó, para dejarme ir.

    Nos despedimos con la mano cuando Edward, habiendo llegado en el momento justo para irnos, arrancó la camioneta, ofreciéndose a escoltarme (sin derecho a réplica) hasta el hotel que escogería para quedarme.

    Condujo a toda velocidad por el camino que llevaba a los límites de Forks, ignorando el refunfuño de Jacob cuando insinuó que me sentara de copiloto, al captar mis intensiones de viajar en el asiento trasero junto a Jake.

    Nos bastó observar la expresión acusadora en la mirada de mi padre en el instante en que abrió la puerta de adelante, para saber que éste sería un tema irrefutable.

    Teniendo en cuenta el modo de conducción de Edward, no tardaríamos mucho en llegar al sitio adecuado para instalarme, y eso significaba despedirme de uno de los hombres que gobernaban mi vida.

    Al corriente de mis emociones y deseos, Jacob se acercó desde atrás apoyando su cara de mi asiento, para luego extender el brazo y entrelazar nuestras manos.

    Me giré al sentir su respiracion en mi oreja.

    Sonrei ante la calidez que irradiaban sus ojos, llenos de confianza.
    Pacífico. Anhelante.

    — Para ya, Jacob. No pasará — habló Edward sin preámbulos, con voz tranquila.

    Jacob volteó a mirarlo con expresión furiosa.

    Me quedé viéndolos de uno al otro sin comprender.

    La mano de Jacob se tensó sobre la mía, sin apartar la mirada de mi padre.

    — Es mi hija. Yo decido que es mejor para ella — contestaba, riendo con amargura.

    Eso llamó mi atención.

    — ¿Qué es lo que he hecho, ahora? — me quejé.

    Edward mantuvo la mirada fija en la autopista.

    — No logro entender que te hizo creer que los dejaría solos en ese hotel — soltó petulante.

    No pude evitar chillar con malcriadez.

    — ¡¡¿Por qué no?!!

    Había doblado el torso para encararlo de frente, de espaldas a la puerta.

    La mano de Jacob se cerró con más presión sobre la mía.

    — ¿"Por qué no"? — repitió molesto — ¿Es eso todo lo que tienes que decirme?

    — Pero, papá...

    — ¿Podrías moderar tu vocabulario, Jacob? — repuso apático — Tus insultos no dejan de taladrarme la cabeza.

    Apreté los labios con furia, para no decir cosas de las que podría arrepentirme después.
    Me enderecé rígida en mi asiento, desviando la mirada a la ventana.

    Supongo que ver como Edward sonreía triunfante, no mejoraría las cosas.

    — Interesante — murmuró al rato — Sus frustraciones van en perfecta sincronía.

    Jacob resopló en el asiento trasero.

    Port Angeles se encontraba abarrotada de la urbe, marchando de un lado a otro.
    Turistas, en su mayoría.

    En tanto, los que ocupábamos la Toyota permanecíamos inexpresivos, y en un sepulcral silencio.

    Le dirigí una mirada rápida a mi padre.
    Éste sonreía dichoso, a sabiendas de que mi enojo siempre se dilucidaba con facilidad.
    Además de que, por supuesto, estuvo atento del perdón que se formó en mi cabeza, mucho antes de que siquiera tomara esa decisión.

    No se detuvo a buscar habitaciones en los diferentes hoteles que alcanzamos a ver en el trayecto; en vez de eso, llegó directamente al que, según Alice, sería el más apropiado para mi estadía.

    Al llegar al hotel, Jacob pasó un brazo por mi cintura acercándome asu costado.

    Casi confundía su palpitar con el mío debido a la cercanía, sino fuese porque mis latidos repiqueteaban por detrás de mis oídos, y los suyosgolpeaban mi pecho con violencia.

    Edward cancelaba en el lobby, mientras esperábamos.

    Simulé indiferencia por el hecho de quedarme sin compañía, siendo la soledad mi peor enemiga.

    — Por favor, ¿Realmente, tienen que hacer eso con tanta frecuencia? — protestó incómodo Edward, rompiendo con el romanticismo de la despedida.

    Jake y yo nos besábamos despreocupadamente, después de que uno de los trabajadores del hotel nos escoltara hasta la habitación.

    — Este lugar no es apropiado para hacer eso — mascullaba — .La verdad, ningún lugar es apropiado para lo que estaban haciendo.

    Quise apartarme en cuanto escuché la voz de mi padre; pero Jacob hizo más fuerte su abrazo, besando la comisura de mis labios hasta la mandíbula.

    — No me importa — Jacob desafió — Llévate tus buenos modales al...

    — Era exactamente lo que podía esperar de ti — replicó Edward, en un peligroso tono casual.

    — Jake... — amonesté.

    — ¿Qué? Lo viste. Fue el quien empezó — acusaba Jacob de forma infantil, deshaciendo su abrazo.

    Los tres nos miramos a las caras en silencio.

    Edward inhaló profundamente, mientras que Jacob cruzaba los brazos sobre su pecho, como si de pronto sintiera frío.

    Ambos me observaron con una mezcla de diferentes expresiones torturadas en sus rostros, conciliando la realidad de abandonarme por tiempo indefinido.

    — No es indefinido — discrepó Edward, con la vista fija en el sofa-cama del salón de la suite, mientras hablaba — Será sólo hasta que encontremos otra salida. Aunque podría llamar a Bella, para quedarme esta noche.

    Su voz sonaba baja, serena; sin embargo sus ojos color oro se derretían de angustia por la hipótesis de abandonar a su esposa durante la noche.

    — Espera, espera, espera — farfulló Jake — Creí que ninguno de los dos se quedaría.

    — Soy su padre. Tengo todo el derecho.

    — ¿Y yo qué? ¿El vecino recién mudado? Soy su novio.

    — No hace falta explicarte que esa, precisamente, es la razón por la que no te quedarás.

    — ¿Van a parar algún día? — me quejé — Llamaré a Nahuel, y así no estaré sola.

    Se giraron a la vez, para clavarme sendas miradas de advertencia en sus rostros enfadados.

    — Una broma — repuse en el acto — ¿Es que no tienen sentido del humor?

    Edward roló los ojos, al mismo tiempo que Jacob resoplaba.

    Reí divertida de su coordinación innata.

    Ambos me sonrieron, vencidos por mi locura sin remedio.

    — Todo ya fue cancelado, cielo — susurró Edward, procurando no sonar angustiado — De todos modos, no dudes en llamarme si necesitas algo. He dejado una Black Centurion en tu bolso, por si...

    — Todo ira bien, papá — aseguré.

    Edward asintió con gesto abatido.

    — Te veré mañana — murmuró al oido, antes de besar mi coronilla y desaparecer.

    La forma en como lo dijo, sonó como si "mañana" fuese dentro de 15 o 17 años.

    Jacob se veía triste, desolado.
    Me miró afligido, mordiéndose el labio que le sobresalía en un puchero.

    — No te preocupes por mí — musité.

    Arrugó el entrecejo, en tanto me tomaba de los hombros para acercarme a su pecho.

    — Me escaparé — murmuró contra mi cuello — Vendré a verte cuando él se vaya.

    No me hice ilusiones.

    — Lo conoces. No te dejará — le hice ver.

    — Evitaré pensar en eso — prometió.

    Nos escucha, justo ahora.

    — Esto es injusto — gruñó.

    Acaricié el cabello de su nuca, consolándome. Consintiéndolo.

    — Te amo — susurré — No hagas nada estúpido ¿ok?

    No contestó.
    Presionó sus labios de manera tierna contra los míos.
    Dulces. Delicados. Deliciosos.

    — Jacob... — gruñó Edward, desde el pasillo.

    Él advertido se apartó.

    — Te amo — repetí.

    Cerro los ojos, respiró profundo; y sin volver verme, se fue.
     
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    Moliry

    Moliry Fanático

    Tauro
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    Escritora
    Amiga, de nuevo disfruto de tus escritos, me gustó mucho !!
    No se me ocurrió que Ness tenia que dejar unos dias su casa por la llegada de Renee. Yo siento que será genial disfrutar de un poco mas de su espacio, espero que Edward y Bella le quieran dar ese espacio, y asi Ness y Jacob disfrutar de su relacion... que vaya, si que necesitan convivir mas, espero que ahora si puedan, se unan mas, pero eso si, que se comporten, jajaja. Si no Edward lo mataria !!!
    Woooow !!! Fue en serio esa proposicion ????????? Se van a casar ??? O solo Jake lo dijo por decir, no vi que Nessie le diera mucho importancia, yo creo que Jacob solo lo dijo para que viera cuanto la ama, pero no iba muy en serio... o SIIII ???Ojala que asi sea, seria super mega genial !
    Que bueno que Reneesme no tomó a mal que Jacob en su momento deseara su muerte, se comportó como debió, me dió mucho gusto ver que lo comprendiera.xD
    Me gusta como trata Renee a Ness, no sabe ella, pero su nieta la adora. Ojala de una u otra manera se puedan relacionar mas, pues asi lo que quiere Ness, se nota !
    Amiga, me gusta que no tardas (como otras personitas) en subir capitulos, eso me encanta. Muchas gracias !!!
    Espero pronto subas cap, te quiero mucho !!!
    Kiss
     
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