Escapando. Entré a mi habitación y me recosté posando suavemente mi craneo en la halmohada, aquella que había sentido mi dolor, había secado mis lágrimas. Miré hacia la puerta, podía escuchar todos aquellos gritos llenos de tristesa, sentimiento, celos, miedo, desilución, confusión y rencor. Sí, mamá y papá pelean de nuevo. En estos casos, no sé qué hacer, sé que son cosas de grandes, pero hay veces que ninguno tiene la razón, y por eso, nos mezclan en sus pleitos. —¿Por qué no dejas de meterte en mi vida?— Gritó mamá. Papá azotó la puerta lleno de furia o al menos, eso pude escuchar. —¡Mujer!, ten en cuenta, que ya estás casada, con tres hijas, y ahora quieres tener amantes, ¡eso es, idiota! Tapé mi rostro con la almohada y rompí en llanto. Y ahí estaba yo, escapando de problemas, que ni siquiera eran míos.