El Diario de Castolia.

El Diario de Castolia.

¡¡Hola!! Bueno, vengo con mi segundo fanfic a pesar de que no he terminado el primero. La idea surgió hace unos meses, cuando mi hermanita me pidió que le contara un cuento (xD) Espero que les guste, porque a Suz le encantó. ¡Besos!

Título: 'El Diario de Castolia'
Summary: Castolia es una chica normal; sin embargo, cuando consigue un diario, las cosas cambiarán para bien o para mal.
Clasificación: K
Advertencias: Mundo fantástico.
Género: Adventure/Romance.

Prólogo​

La vida no es como la imaginamos; hay altibajos, sí. Pero hay cosas aún más extrañas. Cosas que nunca se nos ocurrió, que pensábamos que era mentira, como aquellos cuentos que nos contaban antes de dormir. ​

Sin embargo, me dí cuenta de que hay que empezar a creer. Porque, toda leyenda tiene una base. Algo de real e irreal. Mas, las probabilidades de que fuese real eran muy pocas. Hasta que un objeto se cruzó en mi camino. ​

Capítulo 1​

Era, tal vez, el día más caluroso de todos. Sentía que mi delgado cuerpo se hacía cenizas, miles de cenizas. ¡Y es que estaba en un horno! A pesar de que mi azabache cabello se mantenía recogido, por mi nuca goteaba el sudor. ​

Leía Shakespeare sentada en el jardín, esperando que el aire libre me diese tranquilidad; odio el encierro. Mi padre seguro estaba viendo en la televisión el partido de fútbol, pues andaba gritando "¡Vamos, Barça!" Y mi hermano igual, era un fastidioso. ​

Frustrada me recosté en el césped, cerré los ojos profundamente, queriendo encontrarme con el delicioso olor a galletas recién horneadas. Pero mi mamá no cocinaría con este calor. Ni con frío, ni siquiera en Navidad... Mi mamá no cocinaba. ​

Mi madre, quién es alta y guapa —yo no me parezco mucho a ella—, sólo se preocupaba por atender a sus clientes. Ella es abogada. Y mi papá es doctor, pero él ahora no trabaja; está haciendo un post grado. O cómo se llame. ​

Yo estudio cerca de casa, tengo 12 años y soy una chica literalmente normal. Tengo el cabello corto, por los hombros, de un color negro oscuro; azabache, para ser específica. Soy mediana... Bueno, baja. Soy delgaducha y pálida —tanto que parezco enferma—; lo que más me gusta de mí son mis ojos: son grises, o algo así. ​

Sin darme cuenta, por estar pensando en mi molesta familia, no me dí cuenta de que mi madre me llamaba. Gritaba mi nombre desde su oficina. ​

—¡Castolia! Ven acá— gritó histérica, a veces mi madre se desespera. Me alegro que no haya querido ser psicóloga. ​

—¡Ya voy!— contesté, levantándome con pereza. ¡Si que era molesta!​

Caminé despacio, mientras mi perro Elvis me seguía. Es un hermoso chihuahua, muy fiel además. Es color crema... ¿O era beige? Bueno, era beige. A veces olvido el nombre del color. ​

Llegué a la habitación, tenía el presentimiento de que mamá estaba a punto de perder la cabeza. Y no me equivoqué. ​

La encontré tecleando rápidamente en su laptop, me marea que lo haga tan veloz. Yo toco cualquier aparato electrónico y se destruye; soy muy torpe con esos objetos. ​

Me acerqué más a ella, esperando que se percatara de mi presencia. Iba con el semblante fruncido levemente, tenía miedo de que se hubiese enterado de mis notas de matemática. Si era así, estaba en problemas. ​

—Siéntate, cariño— me ordenó con dulzura, y yo me asusté ya que no esperaba esa reacción. Sin embargo, acaté la orden—. ¿Cómo te va?​

—Mamá— la llamé, ella elevó las cejas prestándome atención—: Tengo mejores cosas qué hacer. ¿Puedes decirme qué quieres ahora?​

Ella dejó de teclear de súbito, mientras que una venita aparecía en su frente, como en las caricaturas. Me dio risa, pero no me reí. ​

Cerró la laptop, me miró y me sonrió. Yo le devolví la acción con una sonrisa tonta, son las únicas que sé dar. Normalmente no sonrió, soy algo arrogante, lo admito. ​

—La abuela viene mañana— oh, no. La abuela es la persona más malvada de todas, estaba frita —. Espero que te comportes, Castolia. No quiero que se repita el suceso de la última vez. ​

Mi abuela era la peor pesadilla, era malvada y siniestra. Por su culpa no pude dormir sola durante varios meses. Sus historias de miedo eran genialmente macabras. Me asustaban muchísimo.​

También recuerdo la vez que me lanzó a la piscina, ¡yo no sabía nadar! Y tuve que aprender a la fuerza para no ahogarme. Esa mujer me crispaba los nervios. ​

Es madre de mi papá, pero él es tranquilo. No como mi tío Constancio; él sí que está loco. Parece tener 10 años, y eso que es el mayor. ​

Por su parte, la madre de mi mamá sí es genial. Es dulce, tierna, nos cuenta historias de romance. ¡Cocina los mejores dulces de todos! Mi abuela Balinia, la paterna, no cocina ni un huevo frito. Si es por ella, nos morimos de hambre. ​

Suspiré y me salí de la oficina a meditar la forma de mantener la calma y la cordura durante la visita de la abuela; aunque la idea de escapar de la casa era terriblemente tentadora, no defraudaría a mis padres y me portaría bien. ​

Caminé por los pasillos de la casa y subí las escaleras; oí un estruendoso ruido, como si algo se hubiese roto en mil pedazos, y a mi padre decir que el arbitro estaba vendido. Siempre se enojaba por esos juegos. ​

Yo siempre preferí la danza, aunque mis dos pies izquierdos no me dejaron practicarla nunca. Ahora me pasaba el día leyendo, mi hermano siempre fastidiaba y yo prefería ignorarlo. ​

Entré en mi habitación, ¡era un total desastre! Miles de libros se esparcían por los alrededores de aquella que una vez fue un ático. Me deslizé por el cuarto intentando no pisar ninguno, seguro eran del colegio y no quería que me sermonearan. ​

Me tiré en mi cama, no era ni muy dura ni muy suave... Era perfecta. Aunque, si fuese un poco más grande sería más perfecta. Pero, así me gusta. ​

Cerré los ojos y me puse a pensar, en la nada pero era algo. De pronto, el rostro de Bobolio apareció en mi mente —Bobolio es el chico más lindo de mi clase—; suspiré y luego me arrepentí. Esperaba que nadie se enterase de mi admiración por ese niño. ​

Todas las chicas lo amaban... ¡Es que es tan lindo! Sus ojos verdes, su cabello castaño su... ​

—¡Castolia!— me llamó mi mamá desde abajo, y yo quería matarme. ​

—¡Ya voy, ya voy!— contesté levantándome de mi lecho, hice un gesto de molestia y me encaminé a la puerta de mi cuarto. ​

Sin embargo, la torpeza puede más que cualquier cosa... ¡Me tropezé con mi libro de biología! Pronto mi frente fue a dar en el piso, y la sangre se acomulaba en el lugar. Donde una fuerte punzada se hizo presente. ​

Ya me resigné a ser la torpeza personificada. Me levanté, para buscar una bolsa con hielo y ver que quería mi mamá, de nuevo. La suerte no estaba conmigo hoy... ​

~OoOoO~​

To be continued... ​

Contenido oculto

¡Bueno! Espero sus críticas. Principalmente la historia se tratará de la vida de una adolescente que consigue un diario mágico. Sé que suena infantil, pero es el escrito que más me ha gustado hecho por mí. ¡Besos

 

Re: El Diario de Castolia.

¡Hola, niño mosO! *_* ¿Cómo estás?

¡Me encantó tu nuevo fanfic! ¡Eso, tú y que no escribías bien! Hahaha, te amo.
Me gustó mucho la trama, y ansío que Castolia consiga ya el diario. Sé que nos vas a sorprender.
¡Eso! Se lo escribiste a tu hermanita, qué bello. Suzie es hermosa, la amo.
LOL, me encantaron los nombres xD

Creo que el acento ortográfico en el "como" no va, oiste.
Ése fue el único error que noté, lindísimo.

Parece ser que Castolia es muy torpe, me encantó cuando describiste todo lo que la abuela le hacía.
Moriría si tuviese una abuela así, lo juro.
Haha, me encantó la parte cuando escucha al paoá gritar "¡Vamos, Barça!" xD
Tú y tu equipo de fútbol. Sigo prefiriendo al Real Madrid.
No me importa lo que digas tú.
¡Aún así te amo!

Me despido, amore. ¡Te cuidas! :beso:
¡Besos!

Att: Shimari.

 

Re: El Diario de Castolia.

¡Hola! Lamento tardarme tanto en poner conti, pero estoy algo ocupado. Espero me disculpen y disfruten el nuevo capítulo.

Capítulo 2. ​

Caminé lentamente, porque me dolía bastante la cabeza. De hecho, no podía caminar en línea recta. Estaba mareada, veía doble e iba a vomitar el desayuno, porque aún no había almorzado. ​

Sin darme cuenta, mis ojos se cerraron y mi cuerpo cayó pesadamente en el piso de madera. Lo último que ví, fue que un profundo negro me absorvía y perdía de a poco la consciencia. ​

__________________​

Castolia... Castolia... ​

Abrí los ojos súbitamente, al escuchar una voz lejana que repetía mi nombre. No estaba en mi casa, ni mucho menos en un lugar que hubiese visitado antes. ​

Era hermoso, un bosque precioso. Flores de diversos colores cubrían gran parte de un prado, el sol se adentraba por pequeños espacios que dejaban vacíos las inmensas ramas de los frondosos robles. ​

Escuché también el caer del agua, que chocaba contra las rocas. Me incorporé con lentitud, viendo más claramente la espesura del bosque que me rodeaba. En el fondo del pequeño prado, se divisaba una cascada de cristalinas aguas dulces. Me pregunté si sería real aquél lugar rodeado de hermosura. ​

Mis oídos se agudizaron, sólo para escuchar un constante galope que se acercaba cada vez más. Pronto un blanco caballo se abrió paso entre los árboles. En el se encontraba el príncipe más hermoso que mis ojos hayan visto alguna vez... Aunque nunca hubiese visto un príncipe. ​

—Te he estado esperando—me susurró con voz aterciopelada y melodiosa—, Castolia. ​

______________________________​

—¡Castolia, Castolia!​

Mis ventanas del alma se abrieron lentamente, a pesar de que yo no lo quisiera. Divisé cerca de mí el semblante preocupado de mi madre, que luego suspiró de alivio. Mi ceño resultó fruncido por la decepción. ​

Todo se había visto tan real, y sólo fue un sueño. La punzada en mi frente volvió a sacarme de mis cavilaciones. Me llevé la mano a mi cabeza, sentí algo húmedo y espeso. El olor no era nada agradable. ​

Miré mi mano llena de un rojizo líquido y lo ignoré. Mi padre se acercó a mí con una botella y algodón. Dejé que limpiara mi herida, mientras yo seguía pensando en mi sueño. ​

—No es profunda—tranquilizó mi papá a mi mamá, que se veía tan pálida que parecía ella la que se hubiese golpeado—, sólo necesitará un punto. O tal vez dos, cuando mucho. ​

—Quiero dormir—dije yo en un susurro.​

—Duerme, querida—me pidió mi padre, dándome un beso en la frente. ​

Cerré los ojos y me tumbé en sus brazos acogedores. Que acunaron mi diminuto cuerpo y sus manos grandes y firmes acariciaron mi cabello con extrema dulzura. ​

—Te amo, papá—fue lo último que pensé antes de caer en los brazos de Hipnos. (*)​

__________________________​

Abrí mis ojos con evidente molestia, al sentir que los rayos del sol se infiltraban en mi habitación. Me estiré dando un sonoro bostezo, después me arrepentí de mi ruidosa acción. ​

Me levanté con calma para no marearme. No sabía qué me pasaba, últimamente estaba actuando más sutil; no como antes, que era la más torpe e hiperactiva niña. Bueno, aún era torpe, pero no tan hiperactiva. ​

Miré la hora en mi reloj de pared, había dormido bastante, sin duda. Me incorporé y me coloqué mis pantuflas de perrito, eran bastante cómodas y graciosas. ​

Bajé las escaleras, me encontré con que mi familia ya estaba en el estar... Y también alguien más. ​

Las voces de mis familiares eran suaves y serenas, comparadas con la grave y ronca voz de nuestra visitante. Seguí mi camino hasta la sala, sólo para encontrarme con mi no muy querida abuela. ​

En su inmenso bolso de viaje podía ver dos regalos y esperaba que alguno de esos dos fuese para mí. Pues la última vez que me dio un regalo fue... Esperen, ella nunca me ha dado un regalo. ​

—Hola, abuela—saludé con entusiasmo, mientras que una maliciosa idea se cruzó por mi mente. ​

—¿Castolia?—preguntó sorprendida— La vida te ha dado duro, hija. ​

Ah, mi abuela es tan molesta. Seguro no se había visto en un espejo. Pero la haría sufrir, sería malvada durante el período que se quedaría en mi casa. ​

—A ti también, abue—dije con fingida pena, y mi madre me miró reprochándome. ​

—Me sentí generosa—admitió ignorando mi comentario la abuela—¿Zulibán?​

Mi hermano se acercó rápidamente a la anciana. Él se parecía más a mamá. Su cabello era castaño claro, algo cobrizo, tal vez. Era alto, también. ​

Tomó en sus manos el presente que le obsequiaba nuestra abuela. Envuelto en un papel azulado. Más azul rey que azul celeste. ​

La abuela giró su añeja mirada café hacia mí. Y en sus ojos nació un brillo bastante extraño, como si me fuese a confiar un tesoro antiguo y muy valioso. ​

—¿Castolia?—me llamó, y yo me acerqué a ella— Cuídalo, es mi mayor tesoro. ​

No me equivoqué cuando escuché aquél susurro lleno de confianza. Tomé en mis manos el pesado regalo, imaginé que serían joyas de la familia o algo así. ​

No lo abrí hasta estar a solas en mi cuarto. Me encontré con un anticuado libro de amarillentas hojas. Me pregunté por qué sería este el más preciado tesoro de mi abuela. ​

No había nada escrito, ni siquiera un número telefónico. Aunque dudaba que en la época de mi abuela existiesen los teléfonos. ​

Escuché que alguien golpeaba mi puerta. Me levanté de mi lecho y la abrí. ​

Mi abuela se alzaba frente a mí con una sonrisa en sus labios carmesíes. Me besó la frente con cariño y pasó a mí cuarto. ¿Desde cuándo se había vuelto mi abuela tan maternal?​

—Me imagino que te preguntarás por qué te regalé ese diario—admitió y yo asentí—. Castolia, este libro no es normal... es mágico. ​

Me reí ante la expresión de mi abuela. Pero más aún de su afirmación. Yo sabía que la magia no existía, ya no tenía 5 años, ni mucho menos. ​

—Abuela, es imposible—susurré con el ceño fruncido. ​

—Nada es imposible, Castolia—murmuró ella antes de marcharse. ​

Entonces un leve presentimiento se acentuó en mi pecho. Acaricié la portada con mis dedos. Y, cuidadosamente, abrí el libro que yacía ante mí. ​

_________________________​

Es todo por ahora, espero que hayan disfrutado el capítulo. ​

(*): Hipnos: Dios griego de los sueños. Padre de Morfeo.

 

Re: El Diario de Castolia.

¡Ah, mierda! *-* Ya Castolia tiene el diario, ahora qué pasará.
Esa abuela no es tan mala como parece :o No sé porqué Castolia la describe así.
La ortografía está muy bien, igual que la redacción y todo eso.
La trama cada vez me atrapa más. *-* Muero por saber qué pasará.

 

Re: El Diario de Castolia.

¡Holis! :3
Palabras: 1,694.

Capítulo 3. ​

Entonces un leve presentimiento se acentuó en mi pecho. Acaricié la portada con mis dedos. Y, cuidadosamente, abrí el libro que yacía ante mí... Mi respiración se agitaba, mi corazón quería saltar de mi pecho. Pero, entonces...

— ¡Castolia!—vociferó mi abuela desde abajo. Yo quería matarla.

Cerré con furia el libro, dejándolo reposar en mi lecho. Me levanté y caminé dando grandes zancadas, golpeando el suelo con mis pies. Iba destrozando mentalmente a mi abuela, era una anciana molesta. ¡Y no sólo ella! Todo el mundo; pareciera cómo si estuviesen conspirando contra mí. Un golpe de estado... ¡Y ni siquiera soy presidente!

Bajé las escaleras refunfuñado, preguntándome qué querría ahora mi abuela. Fulminé con la mirada a Zulibán —mi molesto hermano—, pues tenía en su rostro una sonrisa de arrogancia. Sabía que seguramente había delatado alguna de mis travesuras; el muy tonto siempre me molestaba con eso.
Seguí mi camino y me dirigí al lugar donde provenían los susurros. Me detuve cuando llegué al umbral de la puerta, carraspeé la garganta para llamar la atención de mi abuela y mi padre. La primera me hizo un gesto para que me acercara, mientras que mi papá tenía cierta culpabilidad en sus ojos.
Me senté frente a ambos, callada cómo llegué. La abuela frunció el ceño; luego abrió la boca para decir algo, pero yo la interrumpí...

— ¡Zulibán fue el culpable! Yo no hice nada—delaté tratando de zafarme del problema, aunque no sabía de qué problema estaba hablando.

— ¡No es cierto, mentirosa!—desmintió el susodicho entrando cómo un tornado.

— ¡Cállense ambos!—silenció la anciana cuando vió venir la discusión, que seguramente acabaría en golpes.

Hicimos lo propio, no sin antes acribillarnos con las miradas. El ambiente estaba tenso, la verdad no sabía el porqué de ello. Mi papá cruzaba miradas fugaces con su madre, tal vez estuvieran buscando la forma de darnos una terrible noticia. Quizá fuera que nos mudaríamos...Esperen, eso no sería una mala noticia, ya que así me libraría de Arrancia, esa mocosa molesta.

Una sonrisa maliciosa se curvó en mis labios, ya que la idea de alejarme de esa niña me gustaba mucho. Sin darme cuenta, de mi boca surgió una malévola risa, que duró a penas unos instantes antes de darme cuenta de que todo el mundo me veía con extrañeza. Mis mejillas se ruborizaron cuando escuché la risa burlesca de mi hermano y mi abuela; bufé molesta y giré mi rostro.

—Chicos...—comenzó mi padre balbuceando—, su madre y yo tenemos que irnos del país...

— ¡¿Qué?!—exclamamos Zulibán y yo al unísono.

—Ha surgido un nuevo trabajo para ambos—aclaró algo nervioso—; se quedarán con la abuela un tiempo, hasta que nos establezcamos en aquel país.

Bueno, sí nos mudaríamos. Pero lo que me shokeó fue que mi padre dijera que nos quedaríamos con esa vieja, ¡esa vieja! Que seguro nos mataría, descuartizaría y tiraría nuestros retos en el basurero municipal. Sí, estábamos muertos.

Mi abuela abrazó a Zulibán, y éste le correspondió con falsa alegría... Hipócrita. Pensé. Lo admitía: a veces mi abuela daba miedo. Bueno, la mayoría del tiempo. Debería ir a un psiquiatra, que le ayudara con su doble personalidad. Agité la cabeza antes de salir corriendo en dirección a mi habitación. Entré y me encerré.

Tomé el cuaderno y lo abrí rápidamente. Páginas en blanco. Aunque, técnicamente, no eran blancas sino amarillentas. Pero, cuando hablo de blanco, es que no tenían nada escrito. Fui pasando lentamente cada hoja, buscando alguna letra, algún rayón... algo. Pero no había nada.

Cerré los ojos, mientras que dejaba el libro abierto en mi pecho. El viento rozaba la ventana de mi habitación, un silbido provocaba el vaivén del aire; me relajaba, en cierta forma, lo hacía. Y de nuevo, caí presa de los sueños...

~~~~​

Desperté cuando un frío viento azotó mi rostro. Me encontré con dos hermosos ojos azules que me miraban impacientes, su cabello cobrizo caía en picada por su rostro —el cual era el más perfecto que yo hubiese visto jamás—; sus manos dulces acariciaban mi rostro. Y yo sentía que la sangre acudía a mis mejillas, la cercanía me incomodaba un poco. O tal vez era el hecho de aquella sonrisa de boba que se curvaba en mi rostro al ver a tan bello príncipe. ​

—Castolia, mi amor, te estuve esperando—me susurró con la euforia contenida. Yo no podía respirar, estaba estática en sus brazos. ​

— ¿Quién.. eres?—logré balbucear embelesada. ​

—Pándaro, hijo del soberano de Zelea—se presentó con orgullo, entonces sí era un príncipe. ​

—¿Y cómo es que sabes mi nombre?—inquirí nuevamente con curiosidad, incorporándome.

—Todos aquí te conocen, Castolia, estuvimos esperando tu llegada desde hace muchísimo tiempo. Desde que Pacnolia nos abandonó...

El nombre de mi madre me dejó estupefacta. ¿Ella había estado aquí? ¿Me estaban esperando? Mi entrecejo se frunció, con confusión y desconcierto. Estaba segura de que él podía leer la sorpresa en mi gesto, y luego una sonrisa adornó su rostro, dándole más belleza que la que de por sí ya tenía.

—Ecalia no te contó la historia, ¿verdad?—afirmó con seguridad. Yo respondí con una negativa, para que después él suspirara— Desde hace muchísimos años, el diario que posees ha estado en manos de tu familia. Todas las portadoras del libro venían a esta mágica tierra, donde ellas hacían lo que querían: eran reinas, ninfas, hadas... Cualquier cosa.

Posé toda mi atención en cada una de las palabras de Pándaro, pues mi abuela tenía razón en lo que me dijo. Fui una tonta al no creerle, pero con lo malintencionada que es ella podía esperar cualquier cosa. El príncipe de Zelea se sentó a mi lado, justo en frente de aquella cascada que había visto una vez en mis sueños.

—Todas aquí eran muy felices; sus sueños se hacían realidad...—prosiguió, mientras que yo le escuchaba muy atenta—, a medias. Todo ésto es falso, es ajeno a la realidad de alguna manera. Está en el subconsciente de cada una de las portadoras del diario. Son lo que quieren ser, se ven como se quieren ver, tienen lo que desean tener. Cada generación transcurrió en armonía, las dueñas del libro iban y venían cuando querían. Mas, cuando el libro llegó a tu madre, las cosas cambiaron repentinamente. El bosque cayó en la oscuridad, llovía constantemente en el paraíso que alguna vez fue alegre. Pacnolia no soñaba...

Pude notar aquel deje de tristeza en sus palabras. Miraba a la nada, el horizonte, tal vez. Nunca pensé que mi madre tuviese un diario mágico, que ahora me pertenecía a mí. Pándaro hizo silencio durante unos segundos, mientras yo asimilaba en silencio lo que él me decía. Me miró, aunque yo a él no le veía, podía sentir su mirada azulina clavada en mi nuca.

—Cuando alguna de las portadoras no sueña y no anhela nada, nuestro mundo cae en la miseria. Nos alimentamos de los sueños, vivimos de ello. Pacnolia casi acaba con nuestro mundo. Sin embargo, tu presencia nos ha llevado nuevamente a la vida, porque eres diferente a tu madre. ¡Castolia, bienvenida al paraíso de los sueños!

Me sobresalté cuando brincó sobre sus pies. Extendió sus manos hacia mí, yo las tomé. Rápidamente llegó su corcél con un suave galope; Pándaro me ayudó a subir a su caballo blanco, luego él hizo lo propio. Nos alejamos del hermoso prado con el trote grácil del fiel animal, quién nos llevaba a ambos a un lugar desconocido para mí.

Iba embelesada viendo las diversas flores de distintos colores que se amontonaban en el sendero. Los árboles tan grandes y tan hermosos, cuyas ramas estaban cubiertas de infinitas hojas multicolores. Mis ojos jamás habían visto algo similar.

Un estruendoso relámpago me sacó de mis cavilaciones. Giré mi rostro para encontrarme con una alta montaña sin vegetación, cubierta de fría y blanca nieve. En cuya punta se alzaba un oscuro castillo; sus murallas de piedra carecían de belleza, era una funesta construcción en comparación al resto de aquel paraíso.

El caballo chilló y aumentó la velocidad.

— ¿Qué es ese lugar?—pregunté señalando el palacio.

—Es el hogar de la bruja Aulide—contestó con cierto rencor en sus palabras fugaces. Arrastró también un miedo casi imperceptible, habló como si aquel nombre no fuese digno de mencionar.

Dejé de mirar el castillo, el cual me infundía un temor irracional. Seguimos el camino, donde volvían a predominar las flores y los animales que jugaban de un lado a otro. Era simplemente, el mejor lugar donde jamás haya estado.

Nuevamente miré un palacio que se alzaba magnífico frente a nosotros. Pero todo lo contrario al anterior. Éste gozaba de belleza, podía notarse en sus paredes la alegría. En sus murallas se hallaban miles de flores y plantas; en las puntas de las torres se mecían al viento banderas azules y rojas.

—Bienvenida a tu castillo, Castolia—me dijo. Yo simplemente no podía creerlo.

¿Yo? ¿Una reina? ¿Era eso lo que siempre había soñado? Sí, tal vez sí era eso.