El bien o el mal

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por tedtaki, 24 Febrero 2012.

Estado del tema:
No se permiten más respuestas.
  1.  
    tedtaki

    tedtaki Iniciado

    Capricornio
    Miembro desde:
    3 Marzo 2011
    Mensajes:
    39
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    El bien o el mal
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2780
    En este capítulo me centré un poco en el acoso escolar, espero que os guste.
    Capítulo 1
    En una enorme escuela, todo parecía tranquilo, los alumnos estaban en las aulas estudiando, para algún día ser algo en el futuro. Pero, al terminar las clases, una joven de unos 17 años, bajita y normal, bajaba por las escaleras de su colegio. Ella sin darse cuenta, fue empujada contra el suelo, por culpa de un grupo de jóvenes, que empezaron a reírse de ella y de su forma de vestir, estaba a punto de llorar, cuando, el líder del grupo, empezó a darle golpes contra el suelo, estaban disfrutando de la paliza y lo estaban gravando con un móvil. Al terminar, ellos salieron corriendo y la joven, llorando, tenía el miedo en el cuerpo, pensando que podrían volver a pegarla.​
    Ella salió de la escuela, cuando se encontró de nuevo con sus acosadores. Ellos, se acercaron a ella y le pegaron un puñetazo haciendo que se cayera al suelo. Pero ellos no notaron una presencia, que estaba observando aquella paliza, era un hombre vestido de negro, acompañado de otros tres. Uno de ellos, que estaba sentado en los asientos de detrás, salió de aquel coche negro y con su pistola disparó para asustar a aquel grupo. Todos, salieron corriendo en diferentes direcciones, menos aquella chica, que seguía en el suelo quejándose del dolor. El que disparó el arma, se acercó y vio el mal estado de la muchacha, así que la cogió en brazos y la metió en el coche para poder curarle las heridas.​
    —Come hanno potuto fare questo?—dijo aquel hombre en italiano.​
    Ella escuchó aquella frase italiana, sin entender lo que había dicho. La joven, se fijó en sus trajes, sus sombreros, sus cicatrices y sobretodo, en sus armas, pero también era destacable el coche negro. Su idioma, también hacía sospechar, de que podrían ser de la mafia italiana, que pasaba por ahí, para hacer algún que otro negocio. El hombre, en su idioma, preguntó donde vivía ella. No entendía lo que estaba diciendo.​
    —No se italiano, pero vivo en la calle de al lado, puedo ir sola—comentó la joven algo dolorida.​
    —Eres sciocco, esos ragazzi, te esperan en esa esquina—señaló el mafioso a una esquina en la que estaban los chicos, esperando para vengarse.​
    Los mafiosos llevaron a la joven a su casa, ella estaba agradecida por lo que hicieron aquellos hombres, en el fondo, para ser asesinos o traficantes de armas, eran buenas personas y que no les gustaban las injusticias. Ella se despidió de ellos y pudo ver como se fueron sin decirle nada, ese era el único defecto de los mafiosos. La joven, entró en casa y volvió a escuchar, la misma discusión de siempre, entre su madre y su padre. Se oía como protestaba la mujer de las infidelidades de su marido. La joven no quería escuchar más y se encerró en su cuarto. Se puso a llorar, recordando la paliza que recibió, intentando comprender, porque le tocaba a ella sufrir el acoso escolar. Su madre, entró en la habitación para hablar con su hija de lo ocurrido y pedirle disculpas.​
    —Lo siento Adelaida, he decidido divorciarme de tu padre—decidió la madre entre lágrimas.​
    Adelaida, pudo comprender la situación de su madre, pero no se atrevía a contarle sus problemas con sus compañeros.​
    Al caer la noche, Adelaida intentó dormir, pero era imposible. La joven se despertó llorando y se sentó en su cama, estaba dolorida y pensaba en la escuela y el trato que recibía por parte de sus compañeros, pero también pensaba en aquellos mafiosos que aparecieron como ángeles.​
    Al día siguiente, en clase de Lengua, Adelaida, se escondía como siempre tras los libros, pero uno de sus compañeros, le tocó con el dedo en su espalda, para llamarla la atención y le entregó un papelito que traía: Te espero en la salida. Ella no podía más, la paciencia se le agotaba y no sabía que hacer. No quería contarle a nadie lo que le pasaba y se lo guardaba siempre para ella.​
    Al terminar las clases, lo de la notita se hizo realidad y ahí estaban los cinco muchachos, esperando para darle una paliza como siempre. De nuevo, la golpearon contra el suelo y como pasó el día anterior, otro disparo, los asustó y salieron corriendo otra vez. Ahí estaba, el mafioso de ayer, dispuesto a ayudarla en todo y otra vez, la llevó a su casa y con amabilidad, se disculpó en su idioma por no despedirse de ella.​
    —Scusa, no pude decirte adiós ayer, porque tenía que enterrar un cuerpo de un tipo que me debía dinero. Ahora, andamos tras un tal Lorenzo, no se si lo conoces, no nos dieron fotos—se disculpó el mafioso mientras se fumaba su cigarrillo.​
    —Mi padre se llama Lorenzo, ojalá no sea él—se asustó Adelaida.​
    —Lorenzos hay muchos, no te asustes, bueno, me voy, cuídate guapa—se despidió el mafioso con un guiño.​
    La joven al entrar en casa, vio a su madre llorando, ya que se enteró de otra cosa de su marido. Adelaida, se sentó junto a su madre y le preguntó que le pasaba.​
    —¿Qué pasó mamá?—​
    —Tu padre es de la mafia, me lo contó está mañana y está metido en problemas. Le debe dinero a un tal Genzo—contó la madre entre sollozos.​
    Adelaida se acordó de lo que dijo aquel mafioso y pensó que su padre, sería el tal Lorenzo del cual mencionó. Ella no podía hacer nada para poder ayudarle, así que se encerró de nuevo en su habitación y se puso a llorar.​
    El padre de Adelaida, iba en su coche, huyendo de la mafia. Tenía que salvarse de alguna forma, pero algo se interpuso en su camino. Un policía disparó al auto de los mafiosos con su metralleta, acabando con la vida de los cuatro tripulantes, incluyendo, el amigo de Adelaida. El policía se acercó a Lorenzo y fue detenido por formar parte de la mafia española.​
    —Quedas arrestado por asesinatos y tráfico de mujeres—dijo aquel hombre mientras metía a Lorenzo en el coche.​
    Cae la noche, y Adelaida, se despierta de nuevo para llorar, por miedo a volver a cruzarse con sus acosadores. Ella no entiende nada de lo que ocurre con sus compañeros, quiere seguir callada por el miedo a lo que pueda pasar.​
    Al día siguiente, al entrar en clase, intentó sonreír y hablar sin miedo, pero los compañeros seguían insultándola, sin saber el daño que le hacía. Ella solo pensaba que era mejor no haber nacido, que vivir para llorar.​
    A la hora del recreo, los acosadores la esperaban en uno de los patios, la acorralaron y la volvieron a tirar al suelo para golpearla, pero una voz masculina, interrumpió la paliza. Ellos, vieron a un muchacho, alto, fuerte, serio y con una mirada fría, pero a ellos no les importaba para nada la presencia de aquel chico, así que siguieron con lo suyo. El líder de aquella banda alzó su pierna para darle una patada a Adelaida, pero el misterioso chico, se acercó y le pegó un puñetazo al acosador. Sus compañeros se quedaron boquiabiertos y enfadados se lanzaron contra el joven, pero éste, se pudo defender bien, dándoles a los cinco una buena paliza.​
    —¿Qué haces idiota?—le insultó el líder.​
    —Aquí el único idiota eres tú, que solo sabes hacer daño a los débiles. Como la vuelvas a tocar, recibiras otra paliza—le amenazó el joven con aquella mirada tan fría.​
    Los cinco jóvenes asustados se escaparon de aquel misterioso chico.​
    —¿Estás bien?—preguntó el joven serio, mientras le acercaba la mano para ayudarla a levantarse —¿Esto no se lo has contado a tus padres?​
    —No, porque tengo miedo a que me hagan más daño aun—dijo la joven triste.​
    —Cuéntales lo que te pasa y verás como cambia todo, confía en mi y si te hacen daño, me lo dices, porque me presentaré ante esos estúpidos y les daré una paliza—comentó el joven serio y con los brazos cruzados —toma mi número y llámame cuando estés mal. Mi nombre es Vittorio Benelli.​
    —Yo Adelaida Cantiño, es placer conocerte—se presentó ella con una sonrisa, sabiendo que se estaba haciendo un nuevo amigo.​
    Ella se fijó atentamente en aquellos ojos azules que le daban seguridad y confianza, no le tenía miedo y gracias a él, pudo sonreír sin miedo a que le temblara el cuerpo.​
    —Te esperaré a la salida de clase y si quieres, te acompaño durante los recreos. Ven, te voy a presentar a mis amigos—dijo el chico sin enseñar aun su sonrisa.​
    Vittorio, le presentó un grupo de chicos, también presenciaron lo que le hacían aquellos chicos, así que decidieron saludarla con respeto y la aceptaron en el grupo, ya que no les gustaba que estuviera sola. Adelaida, seguía mirándole a los ojos al joven y la mirada de éste, se cruzó con la de la muchacha. Ella le sonrió pero él no, se notaba que era un chico serio, pero era amable y se preocupaba por los demás.​
    Al acabar las clases, Vittorio acompañó a Adelaida a su casa, no hubo ningún cruce de palabras, pero si de miradas. Al llegar al patio, él se despidió con amabilidad.​
    —Acuérdate de lo que te dije. Nos vemos—se despidió Vittorio sin enseñar aun su sonrisa.​
    —¿Puedo preguntarte algo antes de que vayas?—interrumpió Adelaida con timidez.​
    —¿El qué?—​
    —¿Por qué no sonríes?—preguntó Adelaida con timidez.​
    —No me gusta sonreír, pero me alegra mucho haberte conocido. No me gustaba como te trataban esos idiotas. Me pareció injusto, no eres mala gente y no eres tan fea como parece—comentó Vittorio frío.​
    —Ellos se metían conmigo por que era débil, no me se defender—dijo Adelaida poniéndose triste otra vez.​
    —Lo que necesitas es ser valiente y enfrentarte a tus miedos. Acuérdate de decirle a tus padres, lo que ocurría con esos chicos—comentó Vittorio que estaba apoyado contra una farola —me tengo que ir, mi hermano mayor me espera.​
    Ella se despidió de él con una sonrisa y Vittorio con la mirada. Adelaida, se dirigió hacia su portal y giró su mirada para ver al joven, que desaparecía entre las casas. Ella, entró en su casa y vio a su madre triste otra vez.​
    —Madre, ¿qué te pasa?—preguntó Adelaida preocupada.​
    —Tu padre está en la cárcel—respondió la madre entre sollozos.​
    Adelaida se puso triste también y abrazó a su madre. Ese no era el momento para contarle lo que le ocurría con sus compañeros, así que decidió hacer ella la comida. La madre se sentía orgullosa de su hija y decidió ayudarla. Pasaron unos minutos y Adelaida vio que podía contarle lo que le estaba ocurriendo en la escuela.​
    —Mamá, tengo que contarte algo que me pasa en la escuela. Nunca me atreví a decírtelo, por que pienso que podría empeorar aun más las cosas, pero un amigo me aconsejó hablar contigo—dijo Adelaida mientras dejaba la cuchara de palo en un plato.​
    —¿A ocurrido algo que no sepa?—preguntó la madre preocupada.​
    —Si madre, nunca te lo quise decir, por que tenía miedo—dijo Adelaida apoyándose contra la mesa de la cocina.​
    —Cuéntamelo—​
    —Llevo recibiendo acoso escolar desde la primaria, he tenido que aguantar golpes e insultos—contó Adelaida.​
    —¿Cómo? ¿Y porqué nunca me lo has dicho?—preguntó la madre preocupada.​
    —Por miedo...—​
    —Mañana voy a la escuela y se lo diré a la directora, no tengas miedo—dijo la madre preocupada por su hija.​
    Adelaida y su madre, estaban hablando con la directora sobre el acoso que recibió su hija. Ella no sabía que estaba pasando aquello en sus aulas y decidió hacerles unas charlas con los chicos que le acosaban. Ahora el miedo que tenía Adelaida, por fin se quedaba atrás y su oscura realidad.​
    Ella no se encontraba sola, ya que tenía a su lado a Vittorio y a sus amigos. Ellos le daban la vida, y la fuerza que le quitaron aquellos compañeros que se metían con ella. Aquella fuerza, se la daba Vittorio, confiaba en él, estaba segura que encontró el amigo ideal y a cada paso que daba su corazón palpitaba tan deprisa que no podía frenarlo. Adelaida, no sabía lo que sentía él por ella, quería pensar la joven por un momento, que el corazón de Vittorio palpitaba del mismo modo. Los jóvenes que se metían con ella, sufrían en silencio todo lo que había sufrido ella y ahora, el miedo que tenía la joven se había acabado y el acoso escolar, formaba parte de su ayer.​
    Adelaida y Vittorio, salieron juntos de clase y empezaron a hablar de ellos. Ella, le habló de lo que le pasó los días anteriores después de clase y Vittorio, sabía perfectamente de que hablaba.​
    —¿La mafia? ¿Dices que ellos te defendieron?—preguntó Vittorio sorprendido con las palabras de la joven y sin quitar su mirada sus ojos negros.​
    —Si, estoy segura que era la mafia, iban de negro, tenían cicatrices, armas e incluso iban en un coche negro, pero eso no fue todo, me contaron de que enterraron un cadáver y que querían matar a un hombrer por una deuda—contó Adelaida demostrando que todo lo que contaba era cierto.​
    —Si, ultimamente la mafia anda circulando por España, no se cual es el motivo, pero andan tras algo—comentó Vittorio con seriedad.​
    Adelaida llegó a su casa y se despidió de Vittorio. El joven antes de que ella se fuera, le agarró del brazo con suavidad y le dijo que se cuidara y que no se preocupara. Ella pudo sentir el calor de sus manos y su corazón iba a mil por hora. La joven, pudo soltar la mano de Vittorio y se dirigió hacia el portal sin mirar atrás. Él, también pudo sentir que el corazón iba deprisa.​
    Ella se despertaba y se rompía a reir, no tenía miedo a enfrentarse a su nueva realidad. Adelaida, seguía sin entender, por que estuvo callada duranto mucho tiempo. Ahora, no tenía miedo y podía hablar con tranquilidad. Ella, gracias a Vittorio y los amigos, podía ya reírse, estaba conociendo por fin la paz y la alegría. Adelaida, se sentía arropada por personas que siempre la apoyarán. Sus amigos contaban chistes y ella se reía, menos Vittorio.​
    Ellos, observaron, como un grupo de hombres, miraban fijamente los movimientos de los alumnos de la escuela. Vestían de negro, igual que los que vio Adelaida. Vittorio, sabía perfectamente, que iban tras algo y no sabía que era, pero llegó a pensar, que tendría que estar más cerca de la joven, para que no la hagan daño. Él sabía, que empezaba a tener un sentimiento hacia Adelaida, que antes no había sentido, pero esos hombres seguían mirando. La muchacha, interrumpió aquel intenso momento.​
    —Ahora, pienso que hice bien en hablar y se, que nunca volveré a llorar por lo mismo—dijo Adelaida sacando las sonrisas de sus nuevos amigos, menos Vittorio, que sonreía en su interior.​
     
Estado del tema:
No se permiten más respuestas.

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso