Long-fic Colmillo Negro Sangriento.

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Asurama, 1 Julio 2010.

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    Pan-chan

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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    Me leí los dos capitulos de golpe xD me gusta la relacion SesshomaruXRin que llevas hasta el momento y es obvio que suavisaste considerablemente las escenas a comparacion con tu cuento original, pero aún asi has narrado de manera impecable, es fácil imaginarse las cosas mentalmente.

    Sesshomaru y Rin bailando :yess: jaja ya quisieramos muchas estar en en el lugar de Rin, por un momento pensé que las cosas iban a ser más sangrientas, pero aún así fue una venganza impecable, quizá no muy violenta para no espantar a la pobre Rin.

    No puedo esperar para ver el siguiente capítulo, veo que ya apareció Kagome "Aru" así que quizás mas adelante las cosas se compliquen un poco xD suerte amiga, tu historia es genial.
     
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    Asurama

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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    Actualizando rapidín, para ver quién contesta. Todavía tengo esperanzas de que esta historia guste.



    Un día (I)

    Me sobresalté al ver el coche blanco aparcado frente a la entrada del colegio al llegar. Él asomó por la ventanilla y me hizo una seña con la cabeza, corrí hasta él y subí del lado del acompañante. No acababa de cerrar la puerta cuando él arrancó.
    —Espera, ¿a dónde me llevas?, tengo clases —me quejé.
    —Hay cosas más importantes.
    Para mí, nada era más importante en ese momento que tomar mis clases… salvo seguir con vida, y solo lo lograría obedeciéndoles. A estas alturas, tendría que comenzar a acostumbrarme a que mi vida no era mía.
    Llegamos a la sede en poco tiempo. Me arrastró hacia dentro de un brazo. Entraos por una puerta que desconocía hasta ese momento y, luego de caminar por largos, estrechos, oscuros e intrincados pasillos, llegamos a un “ascensor” que estaba enumerado en negativo, es decir 0, -1, -2… el edificio de la sede era, en realidad, una base subterránea muy bien construida y pensada… y había pasado casi dos meses sin saberlo. Así que era la típica secta que escondía secretos a los miembros nuevos. Entramos a una sala, que era una versión pequeña del auditorio, pero allí también había una estatua del dios perro. Quise aplaudir a la estatua para anunciar mi presencia, pero Sesshoumaru me arrastró nuevamente.
    —Sabe que estamos aquí.
    Allí nos esperaban los otros Primer Rango, los Maestros y algunos otros miembros. Inclinamos la cabeza. Sesshoumaru hizo una seña con la mano abierta. Más tarde, aprendería que esa era una señal que él hacía cuando cumplía bien un trabajo. El maestro más joven le dio una abultada cantidad de dinero, él contó los billetes con un movimiento muy rápido y, partiéndolo, me dio la mitad.
    —¿Y esto? —pregunté sorprendida.
    —¿No te lo dijo Sesshoumaru? —me dijo una de los Ocho—. Recibes una recompensa por cada trabajo bien hecho.
    —Pero si yo no hice…
    —Acompañaste a Sesshoumaru-sama en su trabajo —me dijo uno de los miembros que estaba en forma gratuita.
    No comprendí, pero hizce un par de reverencias profundas. Hacía mucho desde que no sostenía esa cantidad de dinero.
    —Seguiré esforzándome —les dije.
    —Es lo que esperamos —dijeron ellos simplemente.
    Sesshoumaru me llevó de regreso al colegio y me dijo que nos reuniríamos en la noche. Yo había perdido una clase, así que debí conformarme pero, considerando mi reciente lucidez mental, no me preocupé. Estudiar era algo sencillo y básico, no importaba si para eso, tenía que hacer de marioneta bien paga.
    No quería matar… pero allí, la cosa era “matar o morir”, ley de supervivencia del más fuerte. Además, el dinero que tenía entre manos y las promesas bien cumplidas de la organización, comenzaban a parecerme dulces. Sabía que no era algo bueno, pero era necesario.
    El resto del día fue normal, salvo al llegar a casa. El brazo me ardía. Al quitarme el uniforme para entrar en la ducha, vi en mi brazo una fea quemadura que no podía habérmela hecho de ningún modo. Era de donde Sesshoumaru me había arrastrado.

    Sesshoumaru no solo me llevó con él esa noche, sino varias otras. Estábamos juntos por varias horas al menos tres veces a la semana.
    Casi siempre cuando volvía a casa, encontraba algún paquete, con ropa para salir y dinero. No era ropa barata y era de lo más variada, desde atuendos entallados hasta chaquetas de cuero, como la que a veces usaba Kagome. Desde trajes sobrios hasta vestidos algo atrevidos. A veces, me daba vergüenza salir y tener que encontrarme con el rostro del muchacho, aunque él siguiera inexpresivo y no mostrara el mínimo interés.
    En el curso de un mes, aprendí rápidamente varias de las técnicas utilizadas por las mafias, desde la extorsión hasta el asesinato. Muchas veces lo había escuchado amenazar por teléfono y hasta a mí se me enchinaba la piel. Muchas veces habíamos seguido en silencio a alguna persona para averiguar sus movimientos, sus horarios, muchas veces, él había mantenido largos y complicados diálogos con el servicio de Inteligencia del Colmillo Sangriento, y fue así como descubrí de donde salía toda la información utilizada para intervenir y controlar a todos. Y descubrí que la simpática Kagome era parte de ese servicio de inteligencia. Todas las divisiones de la organización se retroalimentaban y se controlaban. Era un círculo vicioso, tal y como me había dicho Sango.
    Sesshoumaru siempre parecía tener mucho trabajo y lo más escalofriante era saber que, en ese mismo momento, otras siete personas estaban con otros siete alumnos, enseñando “el arte de la organización”. Él realmente parecía disfrutar de hacerlo, yo no podía comprender cuál era su fijación con la sangre y la muerte. El placer que le causaba no se dibujaba en su cara, pero se sentía, su peligrosa aura lo irradiaba con fuerza. Acosar y matar parecía ser una parte de su instinto. Nadie estaba a salvo. Lo admiraba tanto que olvidaba que, para el común de la gente, todo eso estaba mal.
    Mientras él casi me ignoraba, yo era un muestrario de gestos y emociones cuando nos encontrábamos. Él mantenía las distancias de un modo totalmente parco “yo hago, tú miras”. Me confundía, pero aparentemente todos eran confundidos por él. No era solo mi imaginación.

    ____________________________________________________________________
    Creo… que vale bastante la aclaración. Amano no mata sádicamente (para eso, deberías visitar al fantasma Darío del Proyecto D.E.M.O.N.I.O.), mata rápido, salvo, como él mismo dirá, cuando lo hacen enfadar. Por otra parte, las muertes sangrientas las produce cuando sale a cazar, es decir, nunca a la vista de las personas. Ahora, que gusta de jugar con las mentes de las personas, ya es algo distinto.
    Sí, hay diferencias con el cuento.
    Sí, a todas nos gustaría bailar con Se-chan (me pregunto quién quería con Amano xD). Sí, las cosas poco a poco se complicarán. Me alegra que te guste el SessXRin. Como sabes, ha sido dificilísimo xD
     
  3.  
    Asurama

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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    Bueno, sigo con el intento.


    UN DÍA (II)

    Aquella noche la recordaría, pues había sido el segundo momento crucial.
    Cuando llegué al punto acordado, en una esquina y me acerqué al auto, vi que Sesshoumaru estaba acompañado de otra persona mayor.
    —Vas atrás, Akemi —me espetó.

    Obedecí callada, aunque no me gustara nada, nada la idea de ir con dos hombres.
    —¿Qué haremos? —pregunté incómoda.

    —Robaremos un casino —me contestó él.

    —¿Cómo que un casino?

    ¿Robar un casino? ¿Qué rayos…?

    —Esta vez, las cosas no dependerán de nosotros —me dijo el otro hombre—. Confiaremos plenamente en el dios.

    No comprendí hasta que llegamos a un casino lujoso y fuimos directo hasta la mesa de la ruleta. Sesshoumaru comentó que yo solo los acompañaba y, mirando las casillas, soltó una automática apuesta.
    —Setecientos dólares al cuatro rojo.

    Se me desorbitaron los ojos. Su fijación con la sangre y la muerte realmente era grave: apostaba por ella. El otro hombre duplicó la apuesta y le siguieron los otros que estaban alrededor de la mesa.
    Lo de las apuestas en el casino era algo arreglado, para mí era obvio que, con todo el movimiento mafioso, podían extorsionar a esas personas y ganar la misma cantidad de dinero.
    Pero no, estábamos allí para robar, para hacer daño conciso.
    Cuando el crupier arrojó la pelota de marfil, nuestros ojos se clavaron en ella. Había gente con mayor predisposición y mejores apuestas, pero el dios perro, aparentemente desconocedor de las leyes de la probabilidad, detuvo la esfera en cuatro-rojo. Estaba desconcertada.
    Él me miró.
    No me cabía duda de que ahí había una mano negra.
    Sesshoumaru y el otro siguieron haciendo las mismas apuestas o apuestas similares —y ganando, claro—. Luego pasaron a dados, con idénticos resultados. Finalmente, fueron hasta unas mesas de póker. El muchacho se sentó a jugar y cuando salió de todas las rondas con puros juegos de espadas y en pocas manos, comencé a pensar que estaba haciendo algún tipo de trampa… O realmente había allí una mano negra. Nadie podía ganar tanto, ni aun siendo el súper genio de la matemática o el peor mafioso.
    Los dos hombres habían ganado tal cantidad que, si aún yo dudaba de la existencia del dios, ahora no me quedaba ni pizca de duda. Así que por eso me habían llevado.

    —Ahora sí creo que existes —murmuré.

    Era imposible ya pasar inadvertido. Tal era el escándalo que se había generado, que fuimos sacados del lugar por peligro de bancarrota.
    Como fuera, desde que yo era partícipe de esos “trabajos”, mi economía había ascendido con la misma brusquedad con la que una vez había bajado y mis bolsillos rebosaban de dinero —robado, lamentablemente— ¿Cómo no agradecer al dios?

    …Y en la tarde del día siguiente, fui considerada “lista para pasos siguientes”, de modo tal que me ascendieron a Tercer Rango inferior. Agradecí por el designio y solo esperé. Había algo nuevo, excitante detrás de esa cortina.

    —Como Sesshoumaru nos ha contado que Rin podría aprender rápido de él —anunció uno de los maestros—, hemos tomado la decisión de que ella lo acompañe durante una jornada completa.

    Fue como si me cayera un rayo y se me erizaron los cabellos. Ambos giramos la cabeza lentamente y nos miramos el uno al otro. Él con su típica inexpresividad y yo con el rostro desencajado por la sorpresa.

    —Ya, vale —dijo Sesshoumaru poniéndose de pie y hete aquí que me sujetó por la parte trasera del cuello de la camiseta y me arrastró fuera del auditorio, ante el desconcierto general.

    —Sesshoumaru, regresa aquí —le exigió el maestro más viejo, pero él no hizo caso.

    Rápidamente, se perdió por un pasillo, abrió la puerta de un depósito de artículos de limpieza, se metió conmigo, cerró la puerta y encendió la luz.
    El cuarto era estrecho, asfixiante y hacía mucho calor, pero poco me importó. Me solté de su agarre.

    Él estaba molesto.
    —Ya, di qué les dijiste a los maestros.

    ¿Que qué? Me crispé con la clara acusación
    —Yo no les dije nada a los maestros, tú hablas con los maestros —le acusé a su vez.

    —Yo no les dije nada, nunca les pediría algo así, no puedes estar todo un día detrás de mí.

    —Pues díselo al dios, son sus designios ¿no? —dije de forma sarcástica.

    —El dios nunca daría un designio como ese, es partidario de la libertad individual y de la independencia de cada quien.

    Gran, tremenda, espantosa mentira.
    —¿Entonces, estaríamos hablando de un dios antisocial, como tú? —lancé mi propia queja.

    Estaba roja como un tomate, pero no solo por el enojo. Ni siquiera me había dado cuenta de los sentimientos encontrados que me había provocado la sola mención de la posibilidad de pasar un día con Sesshoumaru.

    Él calló por un momento.
    —Pues sí —respondió finalmente de forma enérgica aunque su rostro seguía impasible.

    —¿Pues, sabes algo? No me agrada mucho la forma de pensar del dios.

    —¿Entonces estás de acuerdo con los maestros? ¿Apoyas la moción de seguirme como parásito? —fue la primera vez que lo vi fruncir el ceño, aunque apenas.

    Me cubrí la boca, no me había dado cuenta de lo que había dicho hasta que ya había sido muy tarde.
    —Eh… este… no —intentaba seguir aparentando enojo—. Pues a mí tampoco me gustaría recibir la condena de estar siguiéndote todo un día ¡me matarás del aburrimiento con esa cara de palo que tienes!

    —Si no te gusta mi cara, no me mires —así que se había dado cuenta de que, a veces, me quedaba prendida mirándolo.

    —Lo que quería decirte es que no me gustan estos designios del dios —solté al borde de un ataque de histeria.

    —No es el dios, es manipulación de los maestros.

    —¿Así que por fin reconoces que esto es un invento?

    —Yo sé cuándo es el dios el que dicta algo y cuando no.

    —¿Ah sí? —pregunté mareada— ¿eres omnisciente?

    En ese momento, se abrió la puerta y la mujer de la limpieza se quedó viéndonos con los ojos muy abiertos y una expresión desconcertada.
    —Sesshoumaru-sama, Rin-san —dijo y se disculpó al tiempo que hacía una reverencia.

    —No es lo que parece —gritamos al tiempo que la mujer nos cerraba la puerta en la cara.

    —Esto no se va a quedar así —amenazó él.

    —No me asustas.

    —No intentes pasarte de lista conmigo, mi paciencia se agota rápido.

    —Aún así pareces temerles a los maestros —le enrostré—, no te has atrevido a plantarles cara.

    Se hizo un largo silencio y ambos nos miramos. Los ojos ámbares de Sesshoumaru parecían brillar de un modo vivo y diferente a otras veces. Su rostro aún era inexpresivo, pero ese brillo en sus ojos…

    De repente, Kagome abrió la puerta y nos encontró.
    —Sesshoumaru, Rin ¿Qué hacen acá? Vuelvan allá de inmediato, los maestros y los demás están esperando por ustedes.

    Sesshoumaru nunca escuchaba órdenes de otros y yo tenía toda la atención en él y esos brillantes ojos. Kagome estaba de adorno.
    —Rin… —dijo él suavemente.

    Se me tensaron todos los músculos y se me fue todo el aire de los pulmones.
    —¿Qué? —pregunté con un hilo de voz, expectante.

    —Piérdete —me espetó.

    Salimos del depósito ignorando por completo a Kagome, caminamos por el pasillo aún riñendo y nos fuimos de la sede en silencio, enojados.
    No había llegado a la esquina de aquella calle cuando mi móvil comenzó a sonar. Se me fue la respiración, sabía quiénes eran, sabía lo que querían y también, que no tenía otra opción que la de atender.

    —¿Diga? —intenté ocultar mis nervios.

    —Rin-san, deber regresar al auditorio ahora mismo y, de paso, si te encuentras a Sesshoumaru-sama, tráelo —era Sango, no me cabía la menor duda de que habían puesto al teléfono a alguien con quien entrara en confianza, así había sido la primera vez—. El maestro los espera a ambos, ha dado una orden y quiere verlos, inmediatamente.

    Miré al cielo nublado y tomé aire.
    —Sesshoumaru cree que le están coartando su libertad, no quiere ser partícipe y cree que los maestros no tienen derecho a decidir por sobre el dios.

    —¿Y tú qué piensas al respecto?

    Dudé un momento.
    —Estoy metida hasta el cuello ¿sabes? Haré lo que me pidan, pero con Sesshoumaru, será una tarea difícil. Hasta el propio Colmillo Sangriento le teme

    —No le tememos, pero lo respetamos, igual que tú deberías hacerlo.

    Corté la llamada y regresé sobre mis pasos antes de que a los miembros se les ocurriera hacer alguna otra locura, como atarme de pies a cabeza y cortarme la boca de oreja a oreja, o algo por el estilo.
    No entendía por qué, pero tenía la clara visión de que Sesshoumaru era el más cruel de todos los miembros. No quería saber a qué se refería con su amenaza de que aquello “no terminaría así” ¿me echaría la culpa de lo sucedido y me haría algo? Rogaba que no, no tenía forma de luchar contra un asesino profesional, ni aunque fuera la mejor arquera del mundo.


    El eco de mis pasos corriendo por los largos e intrincados pasillos resonó. Cuando entré al auditorio, todas las miradas estaban clavadas en mí.

    —¿En dónde está Sesshoumaru? —preguntó el maestro más viejo.

    —No soy responsable de él —al acto me cubrí la boca y me senté. Era la peor falta de respeto y no quería ser castigada.

    —¿Rechazarás el trabajo conjunto que les hemos dado?

    —Disculpe que le contradiga, pero los trabajos conjuntos se hacen de a dos y Sesshoumaru no está dispuesto a colaborar. En cuanto a mí, haré lo que pidan, no estoy lista para morir aún, así que no pienso desobedecer. Tampoco me haré responsable de la rebeldía de Sesshoumaru.

    Me habían contado que él nunca se quejaba, pero daba muestras de rebeldía cuando una orden no provenía del dios. De algún modo, el dios perro parecía haberle dado impunidad. ¡Sálvese quien pueda!
    No habían podido acentuarle el juicio, no parecía temerle a las amenazas de muerte y, aunque incluso llegaron a mandar matarlo, los encargados del trabajo simplemente desaparecían, como si se los hubiera tragado la tierra… nadie que se acercara a él salía vivo, yo parecía ser una excepción.

    —Te diremos todas las direcciones en las que podrás encontrarlo y en cuales horarios —me explicó el maestro—. Al acabar la jornada, nos presentarás un informe de todo lo que puedas saber de él.

    Asentí. A mi espalda, todos murmuraban. Sango y Kohaku tenían rostros de verdadera preocupación.
    Al acabar la reunión, miré el horario en mi móvil y me preparé para salir, pero sentí un repentino dolor en la espalda.
    —¿Te pasa algo? —preguntó Sango.

    —Es extraño, me duele la espalda.

    —¿Entonces te lastimó? —aludió a Sesshoumaru, que me había arrastrado fuera—. Eso le valdrá una buena reprimenda.

    —¿No lo matarán? —pregunté, ya familiarizada con los métodos.

    —Quien se atrevería a ponerle un dedo encima a Sesshoumaru-sama —comentó Sango poniendo los ojos en blanco—. Vamos al baño, a ver qué tan grave es.

    Fuimos al baño y me quitó la camiseta. Se pegó de espaldas a la pared y gritó de horror.
    Miré en el espejo y empalidecí al tiempo que contenía el grito.
    Kagome nos escuchó y llegó corriendo. Antes de poder preguntar qué había pasado, cerró la puerta con cara de espanto y gritó desde el lado de afuera.
    Tenía el hombro en carne viva, como si me hubieran prendido fuego y la herida tenía, como antes, la forma de una mano fuerte.
    ______________________________________________________________________

    Aclaraciones:
    Setecientos dólares al cuatro rojo. El cuatro, en japonés, Shi. Es el mismo sonido que para la palabra muerte. Y el rojo es históricamente el color que representa la sangre. Es por eso que Rin dice que él apuesta por la muerte y la sangre y que tiene fijación por ésta.
    En el original, Amano llama “cariñosamente” a Satsuki como “Satsu” —o Setsuko—, nombre del Kanji que significa matar o destruir (primer ideograma del nombre de Sesshoumaru). En el original, es esa la razón por la que Satsuki deduce que Amano tiene fijación por la muerte.

    “Antes de que a los miembros se les ocurriera hacer alguna otra locura, como atarme de pies a cabeza y cortarme la boca de oreja a oreja”. Es una referencia a la leyenda de la “Kuchisakeonna”, la mujer de la boca cortada. Un fantasma del folklore japonés que corta las bocas de las personas que la consideran “hermosa” y mata a los que no.
     
  4.  
    Pan-chan

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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    Me ofendes : / como crees que YO no voy a leer tu historia?? espero que te haya llegado el mensaje de perfil que te mandé(el internet está muy malo ToT) pero por si acaso te digo que tenía un primito fastidioso pegado al lado y no me gusta(ni me deja) leer los fics cuando él está.


    Estuvieron bastante interesantes los dos capitulos que subiste, por un momento pensé que Sesshomaru iba a hacerle daño a Rin (a parte de dejarla rostizada a cada rato) ¿Para que quieren que ella lo siga a todas partes? no saben el problema en que la meten xD por otra parte me dio risa cuando los encontraron encerrados en aquel cuarto, cualquiera hubiese pensado exactamente lo mismo que esa señora xD

    Buenas aclaraciones al final, buena narración y capitulos algo cortos para mi gusto, bahh pero entiendeme, me gusta leerte :P de verdad espero que continues este fic, ya que me dijiste que pensabas cerrarlo pues...me dejaste picada, creo que al menos te veras obligada a escribirme en privado o te secuestro.

    Espero con ansias otro capitulo, si te decides a publicarlo.
     
  5.  
    Asurama

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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    Bueno, ¿Qué puedo decir?
    Creo que "estamos a mano". No era mi intención ofenderte, creo que soy extremista y un tanto egoísta desde este lado. Debí haber imaginado que, para que no postearas, debía de haber alguna "razón de fuerza mayor" xD.
    En realidad, las primeras apariciones de Aru en los cuentos son mero adorno y protagonismo secundario es recién a mitad del libro en donde se la empieza a notar más y las cosas se ponen interesantes, de modo que no suele haber palabras subidas de tono en los cuentos que la tienen a ella como protagonista, claro a no ser que hable con "adultos" o "discuta" con Satsuki.
    Por otra parte, como este fic es dirigido a un público un poco menor, me ha parecido bien suavizar hechos y conversaciones. De modo que en este fic no habrá diálogos muy fuertes o escenas muy pesadas. De hecho, muchas discusiones las he suprimido y quedan solo diálogos fluctuantes. En la parte donde él le dice piérdete, el diálogo original era
    -Satsu...
    -Qué?
    -¡Vete al diablo!
    Y muchas otras cosas. De modo que lo único que impresiona aquí es el título, pero no habrá muertes lamentables, no habrá vampiros gays, ni nada que traumatice el público. Si quieres de eso, pásate por la discu original xD
    Por otra parte, en el original, Satsuki y Aru tienen una relación cortante y harto encendida debido a los celos de la primera y la diferencia (¿indiferencia?) de la segunda. En este fic, estaba pensando hacer una relación bastante diferente. Y debo decir que probablemente incluso será distinto el final.
    Bueno, esto te dejará picada lo suficiente como para que regreses...

    Sobre lo que me dices, si Sesshoumaru piensa lastimar a Rin... lo del "rostizamiento" no es a propósito. Sesshoumaru (Amano) tiene una energía demasiado fuerte que repele a algunos y acerca a otros. Esta energía es tan fuerte que puede golpear involuntariamente a los otros, recuerda que Rin (sería Satsuki) es solo una chica ordinaria, más allá de su habilidad.
    Y pues sí, a rin la han metido en un lío gordo. Me alegra que te gustara el gag del armario.
    Las explicaciones son para que se entienda a qué me refería. En la trama original, tienen más sentido y se nota que los personajes se llevan para la m**** xD
    Capis cortos para lectores pobres de tiempo, que aún no los veo postear.
    Pan-chan: lujo de lectora.
    No me secuestres.
    En cuanto a si seguiré publicando o no, dependerá mucho de mi estado de ánimo.
    Hasta el siguiente...
     
  6.  
    Pan-chan

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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    Bueno esperemos que tu estado de animo mejore, ya sabes lo que te dije de aquellos escritores que no tuvieron muy bueos comienzos...animo !!! xD espero entrar de nuevo y encontrar otro capitulo tuyo
     
  7.  
    Asurama

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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    Y, digamos que en este fic no pasa nah. Soy... soy invisible, es imposible.

    Un día (III)
    Él estaba apoyado de espaldas sobre una de las paredes del pasillo de entrada de la Facultad, de brazos cruzados cuando llegué. Vestía de azul. Tenía la mirada perdida hacia delante y masticaba algo constantemente. Droga no podía ser, puesto que en la secta estaban prohibidas.
    Cuando estuve a menos de un metro de él, Sesshoumaru volteó lentamente la cabeza hasta que nuestras miradas se cruzaron.
    —Viniste —murmuró él.

    —¿Qué te hizo pensar que no vendría? —dudé.

    —Nadie se mete conmigo, ni aquí ni en ningún sitio —entrecerró los ojos—. Tú tampoco deberías meterte, si sabes lo que te conviene.

    —No podrías matarme aquí —me aferré a esa seguridad.

    Él sacó una lapicera que tenía en una de sus manos, apoyó la punta debajo de mi mentón y me acercó hacia él, con un movimiento rápido.
    —¿Qué te hace pensar que no?

    Tragué saliva y sentí un fuerte escalofrío ascender por toda mi columna, como si me hubieran aplicado un shock eléctrico. No pude evitar temblar. ¿Era él capaz de matar allí a alguien sin que se notara? No quería ni saberlo.
    Sesshoumaru se separó de la pared y caminó hacia dentro.
    —¿A dónde vas? —dije alcanzándolo.

    —A mi clase.

    —¿Y tus cosas?

    —Están en el salón.

    —¿Puedes dejar allí tus cosas así como así? —pregunté extrañada.

    Nadie toca mis cosas. Se quedarían sin manos.

    Asentí, el Colmillo Sangriento era capaz de cortarle las manos a alguien que las metiera en donde no debía. Después de todo, sus métodos eran horribles. Pasado un tiempo, la persona ingresada se acostumbraba a esa situación y le daba el “síndrome de Estocolmo”, y así se volvían asesinos seriales, mafiosos y nigromantes. Ahora que no había vuelta atrás, temía que terminaría siendo igual que los otros, con el cerebro lavado. Temía que un día sería como él.

    Cuando llegamos al auditorio, todo el mundo estaba sentado y en silencio. Sesshoumaru fue y se sentó en su lugar y dejó un espacio para mí. Lindo detalle. Quise decírselo, pero me calló. Luego, me pasó un papel en el que explicaba que al profesor de esa clase no le agradaba que los alumnos hablasen.
    Al rato, entró un hombre de unos cincuenta años, se paró al frente, saludó y volteó hacia la pizarra, llenándola de fórmulas matemáticas que yo no entendía ni al derecho ni al revés.

    Había sido enviada en calidad de observadora, tenía que fijarme en él y así lo hice. Sesshoumaru escribía rápido y sin mirar en la hoja, su vista estaba fija al frente, copiando todo rápidamente. La mano izquierda la tenía apoyada sobre el grueso libro abierto que tenía sobre las piernas, pero en realidad, no estaba quieta, sino que se movía palpando la hoja como hacen los ciegos con el sistema Braille, salvo que aquel era un libro normal, con letras normales. Él escribía cosas que no estaban en la pizarra, ¿quizás era información del libro? no tenía tiempo de averiguarlo: él pasaba de una hoja a la siguiente de forma rápida, ni siquiera parecía darse cuenta de lo que estaba haciendo ¿Cómo rayos podía…?

    Después de hablar durante dos horas seguidas, el profesor tomó sus cosas y salió y, al instante, entró un hombre más joven que borró todo lo que el otro había escrito y siguió hablando durante otras dos horas. En ese lapso de tiempo, vi a Sesshoumaru sacar tres libros diferentes, que lo único que tenían en común, era el grosor. A esa hora, mi estómago comenzaba a protestar, me dolía la espalda y también el trasero.

    —Sesshoumaru ¿no tienes hambre? —susurré.

    —No —contestó él sin dejar de escribir.

    ¿Cómo podía meterse todos esos libros y esas palabras en la cabeza? Ya me daba jaqueca al intentar imaginarme haciendo lo mismo.
    —¿No te duele nada?

    —No

    Estaba anonadada, este muchacho tenía una resistencia y energía monstruosas.
    Habíamos entrado a las siete de la mañana y estábamos saliendo a las once. Todo el mundo parecía salir hastiado. Yo, que estaba de invitada, sentía dolores y calambres, estaba tan mareada y Sesshoumaru… salía como si nada, como si solo hubiera tenido quince minutos de clases en vez de cuatro horas.
    Al salir del salón, vi un café.
    —Mira, Sesshoumaru, ¿no quieres ir a comer algo? —en realidad, era yo quien desfallecía del hambre.

    —No.

    —¿En verdad no tienes hambre? —pregunté extrañada, mientras soportaba a mi estómago

    —No.

    Quise fingir que tampoco necesitaba comer, pero mi estómago soltó un fuerte rugido. Él volteó la cabeza lentamente.
    —¿Tienes hambre? —preguntó con la misma lentitud.

    Me puse de todos los colores.
    —¿Me llevas al café? —inquirí con miedo.

    —¿Crees que gastaré mi dinero en ti? —fue un golpe bajo.

    —Entonces espera aquí, iré a comprar algo de comer —y ya me estaba yendo.

    —Ni creas que voy a esperarte.

    Regresé sobre mis pasos.
    —Entonces, acompáñame —le rogué—. Será solo un momento.

    —Tengo clases.

    —Te prometo que comeré rápido.

    Él permaneció un rato en silencio, luego, miró hacia arriba.
    —Ve a llenar el depósito —soltó.

    Corrí.
    —Gracias —dije rápidamente, mientras me perdía dentro del café.

    Él me siguió y dejó sus cosas a un lado de una de las mesas.
    Algunas de las personas que estaban ahí lo miraron, como si fuera la primera vez que lo veían.
    Me senté frente a él, con un plato con dos enormes emparedados.
    Él solo se limitó a observarme en silencio.

    —Tengo tanta hambre que sería capaz de comerme una vaca entera —dije mientras tomaba uno de los emparedados—. Disculpa mis malos modales.

    —Sí, yo también sería capaz si tuviera hambre —comentó él mientras apoyaba la espalda en el respaldo de la blanca silla metálica.

    Comí como si fuera aquel mi último almuerzo, tragando a bocados grandes y sin apenas detenerme para tomar aire.
    Después de acabar con los emparedados, abrí la pequeña lata de soda de naranja que también había comprado y la bebí a tragos largos hasta la última gota. Al terminar, tomé aire y solté un largo suspiro. Estaba satisfecha por fin…
    —Eso me pasa por sacrificar un sábado para seguirte —me quejé.

    —Yo no te mandé.

    —Pero el Colmillo Sangriento sí —me incliné lentamente hacia delante. Tenía “el depósito” lleno, seguramente así lo vería él.

    —Al diablo con el Colmillo Sangriento —dijo él mientras apoyaba la mano derecha sobre la mesa, dejando ver su cinta dorada.

    —Pensé que se le juraba obediencia absoluta —admití confundida.

    —Yo solo obedezco cuando es el dios el que manda, a mí no me sirven los designios humanos.

    —Y no te importó que esa orden la dieran los maestros.

    Él asintió con un leve movimiento de cabeza.
    Se hizo un largo silencio y me quedé prendida, mirando en sus inusuales ojos dorados.
    —Eres raro.

    —Mírate al espejo.

    Reí, nunca había pensado que él bromeara. Aún así, su rostro permanecía impasible. Lo peor de todo, era que no parecía existir nada capaz de sacarlo de esa tranquilidad, ni de su silencio. Lo poco que sabía de él, lo sabía por la boca de otros.
    —¿Me cuentas algo de tu familia? —pregunté animada. Amaba hablar.

    —No —respondió él en su típico tono cortante, que yo ya había aprendido a interpretar como “ni lo reintentes”.

    Mis ánimos se fueron al subsuelo, se me borró la sonrisa y sentí vergüenza. Quizás, lo que estaba haciendo era demasiado vergonzoso, era muy probable que él pensara que estaba haciendo el ridículo. Quizás así era. Me acomodé el cabello detrás de la oreja, dibujé círculos con los dedos de la otra mano sobre la superficie del plato. Pensé que la mejor manera de estar bien con Sesshoumaru era formar parte de su silencio. Él parecía tener el alma en silencio, parecía un iluminado aunque tuviera el cargo de asesino, como si fuera un shinigami, uno muy corrupto. Él era muy difícil de comprender ¿Cómo se encontraba paz acabando con las vidas de otros?

    —¿Eres un dios de la muerte? —pregunté en broma.

    —No —volvió a responder cortante.

    —No te gustan las bromas, ¿verdad?

    —No.

    ¿Es que acaso no sabía decir otra palabra?

    Él se limitó a mirarme en silencio, igual a como se miraba algo asqueroso que había sido aplastado en la calle. Lentamente, hizo crujir uno por uno los nudillos de los dedos de su mano derecha.
    —Rin… —hablaba de modo hiriente. No pude evitar sentir que estaba siendo tratada con inferioridad—. Das lástima —del bolsillo trasero de su pantalón, sacó una hoja seca, verde amarillenta y la masticó—, solo por eso te voy a ayudar.

    Lo miré extrañada. ¿Él? ¿Ayudarme?
    —¿En serio?

    —Primero, nunca le confíes nada al Colmillo Sangriento, menos si se trata de algo personal. Mientras más saben de ti, más débil eres —sacó la hoja masticada y la arrojó dentro de un bote de basura que estaba en el suelo, como a cuatro metros de distancia e, inmediatamente, metió una nueva en la boca—. Segundo, nunca pidas más de lo que puedes recibir. Si no puedes sobrellevarlo, parecerás débil. Y tercero, mátate si es necesario, pero has lo posible por no arrojar tus problemas a otros. Eso te hace ver débil.

    —¿Entonces, el truco es no mostrar debilidades? —concluí.

    Él levantó la cabeza y entrecerró los ojos.
    —Exacto.

    —Ya entendí —respondí mientras volvía a bajar la mirada.

    —Ah, y me olvidaba de algo —agregó y lo miré—. No des apariencia infantil e ingenua.

    Fruncí el ceño.
    —¿Eso aparento?

    —Sí —respondió Sesshoumaru de forma cortante.

    —Eso no fue muy agradable de tu parte —dije decepcionada.

    —No me interesa ser agradable con los demás —se sacó la hoja masticada de la boca y la arrojó en el mismo bote de basura. Luego, se puso de pie, apoyándose en la mesa con la mano derecha—. Si no te importa, tengo cosas que hacer —se fue a paso largo hasta el salón de su siguiente clase y salí corriendo detrás de él.

    De todas las cosas que Sesshoumaru llevaba consigo, un delgado cuaderno de tapas recubiertas de cuero negro se le cayó al suelo. Lo levanté, era un objeto muy extraño, ni siquiera tenía una inscripción en la tapa, sentí curiosidad y lo abrí.
    Encontré reproducciones de pinturas en un papel de extraña textura. La imagen más llamativa de todas era un perro salvaje con una tupida cola y una pomposa melena, sentado de forma sublime sobre una nube.
    Volví a correr para alcanzarlo.

    —¡Sesshoumaru! —él ni siquiera volteó—. Sesshoumaru, se te cayó esto —dije acercándome a él y extendiéndole el cuaderno.

    —Quédatelo —dijo él, restándole importancia.
     
  8.  
    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    Otro capitulo dedicado completamente a Rin y Sesshomaru :shaaa: creo que estoy en el cielo.

    Me gusta como describiste ambas personalidades, cuando leí la parte donde Sesshomaru se comia las hojitas pensé "Rayos, la quiere matar...mejor dicho se la quiere comer xD" por otra parte me gusta como describes a Rin, aún conserva ese toque infantil e inocente, lo cual parece molestarle a Sesshomaru.

    Está interesante ese cuaderno que Sesshomaru le dejó, ¿Por que permitiria que alguien que da tanta lastima como Rin conservara un objeto suyo? mm quizás sus pensamientos no van de la mano con sus palabras.

    Me alegra ver otro capitulo tuyo, me da igual lo que piense el resto, a mi me gustan tus escritos.
     
  9.  
    sessxrin

    sessxrin Fanático

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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    ¡Termine! ¡Termine de leer tu fic! Ahahah ¿si ves? yo los leo, duro un dia leyendolos, pero los leo :o
    No se porque, pero antes me gustaba un poco màs Rin, tal vez porque al igual que ella, detesto esa secta y me da mal genio ver como cae en sus redes.

    Me encantò la parte cuando estan encerrados, pero me gusto màs el diàlogo original, ¡es màs divertido! admito que la razon original por la cual leo tu fic (aparte de que es un fic tuyo, y por tal razon, tengo que leerlo, porque es magnifico) es porque la idea de leer la adaptacion de colmillo sangriento a Inuyasha era demasiado para mi. Pero lo estas censurando mucho ToT ToT aun asi ¡me encanta!

    Amo los momentos Sess&Rin, todavia soy una fangirl, que chilla de alegria cuando leo fics de ellos ¿recuerdas?
    Tu fic es maravilloso, entretenido y es perfecto para mi, ya sabes porque lo digo.

    Nos vemos linda, es una lastima que creas que a nadie le gusta, pero leer en computador me pone los ojos hinchados y adoloridos :o
     
  10.  
    Asurama

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    Colmillo Negro Sangriento.
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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    UN DÍA (IV)​


    La clase siguiente era de informática. Para meterme en el salón, se las tuvo que arreglar escondiéndome. Ese era el único lugar que tenía la cantidad de equipos exactos y de asientos exactos para una concreta cantidad de alumnos. Mientras yo tenía el día libre por ser sábado, él estaba teniendo clases extras. Aunque Sesshoumaru no parecía muy preocupado por ello.
    Le dieron como tarea reproducir unos apuntes de no menos de veinte páginas. Sus manos volaban por el teclado a la misma velocidad que sobre los libros esa mañana. Las letras iban apareciendo por sí solas a una velocidad de vértigo como si él tuviera algún tipo de control sobre la máquina, pero eso era imposible ¿o no?
    Yo solo tenía al dios por una estatua erigida en el fondo del auditorio, a la que se le daban ofrendas y se le encendían velas. Pero el metal era metal, no podía intervenir. Sesshoumaru confiaba en que el dios estuviera vivo entre los humanos, pero eso no podía probarse ¿Cuál era el secreto? Sesshoumaru era un ramillete de cosas inexplicables, improbables, imposibles.
    El volteó a mirarme y mis pensamientos se congelaron. Intenté fingir que no había estado mirándolo.

    Fue mostrándome la carpeta, aún sabiendo que yo no entendía.
    De repente, él sacó una hoja en blanco y comenzó a escribir secretos de algunas de las personas que se hallaban sentadas a nuestro alrededor, cosas íntimas de las que nadie podría haber sabido, cosas que, de pronunciarse en voz alta, eran dignas de provocar la burla general.
    Lo encontré tan impasible como siempre. Quizás no reía, pero sin duda se estaba burlando de los puntos débiles de esas personas. Él parecía antisocial y ajeno a los demás.

    De repente, el jefe de cátedra se paró a nuestro lado, él escondió la hoja debajo de la carpeta y fingió estar trabajando.

    —¿Cómo lo haces? —le susurré.

    —Un poco de psicología aplicada —respondió él entre dientes.

    Al acabar la clase, salió del salón y fue hasta otra planta del edificio. Las siguientes seis horas se la pasó cambiando de salón —y de edificio— y no me hubiera parecido tan estresante de no ser porque había tenido que ver las caras de más personas que las podría ver en un día y solo por cuatro asignaturas —en cada carrera—.

    —En algo tengo que ocupar mi tiempo —explicó.

    —No he sido yo quien ha tomado las clases y sin embargo muero de cansancio —confesé.

    —Eso te pasa por haber obedecido al Colmillo Sangriento.

    —Soy muy joven para morir.

    —Hubieras desobedecido.

    —Me hubieran matado.

    —No lo hubieran hecho.

    —Claro que sí, así son los métodos.

    —Te faltan varios años para entender cómo son realmente las cosas.

    —¿Qué quieres decir? —pero él no le respondió.

    —¿También me acompañarás a casa?

    Puse cara de espanto.
    —Me dijeron “un día” no estoy muy segura de qué parte de las veinticuatro horas cuenten —repentinamente estaba muy nerviosa.

    —Ya, vale —dijo él y se adelantó unos cinco pasos.

    Lo alcancé.
    —¿Me estás evitando?

    —No.

    —Tú evitas a todo el mundo.

    Él se paró enfrente y me miró a los ojos.
    —No. Todo el mundo me evita —volvió a caminar y subió al coche que había dejado aparcado cerca de la entrada del campus de la universidad. Me apoyé en la capota— ¿A dónde quieres ir? —dijo él, inclinándose hacia delante y apoyando ambos brazos sobre el volante— ¿Quieres ver lo que hago de noche?

    Yo no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo.
    —¿En serio me llevarías a conocer tu casa?

    Él ladeó la cabeza.
    —¿Quieres?

    —Tú conoces mi casa, pero yo no conozco la tuya, no es muy justo —inquirí.

    Él se estiró hacia el costado y abrió la puerta del lado del acompañante.
    —Tu ingenuidad va a matarte un día de estos.

    Subí rápido.
    —Ojalá que no.

    Él arrancó a correr a tal velocidad que casi se me paró el corazón. Ni siquiera había tenido tiempo de abrocharme el cinturón. Edificios, casas, luces y semáforos en rojo pasaban a toda velocidad. Apoyé la cabeza contra el asiento y cerré fuertemente los ojos. Yo no creía mucho en eso de los dioses, pero me encontré elevándole plegarias al dios de la secta, a ver si salíamos enteros. Solo abrí los ojos después de haber sido impulsada hacia delante cuando él paró frente a un edificio de tres pisos. Pegué la espalda contra el asiento y tomé el aire que me faltaba.

    —¿Siempre conduces así? —pregunté escandalizada.

    —Sí —dijo mientras bajaba y se alejaba caminando, ni siquiera había tenido la gentileza de abrirme la puerta.

    Abrí y salí corriendo detrás de él. Todavía tenía el corazón en un puño y me sentía algo mareada.
    Puso la llave en la puerta de madera antigua y entró.
    Quedé anonadada al ver que prácticamente todas las paredes estaban cubiertas por estanterías de libros de todos los tamaños y tipos. Abundaban libros de todas las ciencias y todas las artes. No vi televisores ni ningún tipo de electrodomésticos, lo único que había era una PC tablet sobre una mesa baja en una esquina y un sofá blanco sin respaldo en la esquina contraria. Lo demás, era un montón de baúles y estanterías.

    —¿Es tu casa o una biblioteca?

    —Quédate ahí, no tardaré —dijo subiendo rápido por las escaleras.

    Me dediqué a mirar los títulos de algunos volúmenes que allí había. Algunos parecían tan viejos y delicados que con solo tocarlos podrían romperse, otros tenían el delicioso aroma de libros nuevos y parecían ni siquiera haber sido abiertos. Todo estaba ordenado por categoría, justo igual que en una biblioteca, tan solo faltaba el inventario. Al minuto de haber subido, Sesshoumaru volvió a bajar vestido con una polera negra sin mangas, pantalones negros y botas.

    —Deberías hacer un inventario de todo lo que tienes —comenté.

    —Nunca terminaría —dijo acortando la distancia con rápidos pasos largos.

    —¿No temes que te roben?

    —¿Quién tendría el pellejo? —fue hasta uno de los estantes y sacó un cuchillo envainado. Lo desenvainó y me lo mostró.
    Retrocedí espantada y pegué la espalda a uno de los estantes. Él volvió a envainarlo y me lo extendió.
    —Supuestamente, tienes buena puntería. Si algo te sucede en la calle, ni creas que voy a defenderte.

    Mi miedo no hizo más que aumentar mientras sostenía el arma.
    —Es broma —aclaró él—. Por supuesto que te protegería, ese es el trato.

    —¿Toda la secta se beneficia de la ayuda mutua? ¿Qué pasó con la “independencia”, la “individualidad” y todo eso?

    —No importa mucho entre nosotros.

    Y era la verdad, porque todos pasaban a ser esclavos.
    Me calcé el cuchillo en la cintura.
    ¿Y qué significaba eso del “trato”?

    Fue a abrir la puerta. No obstante, salió delante mí y solo después me permitió pasar afuera.
    —¿Te gusta caminar, Rin? Porque es lo que hago en la noche.


    Caminamos durante un buen rato en silencio. Él cortó por una calle bastante oscura. La calle era más larga de lo que parecía. Sentí miedo, meterse con él a un callejón oscuro no era una buena idea ni una garantía de nada. Apreté el cuchillo que llevaba a la cadera.
    De pronto, en una pared, vimos la pintura de un oni.
    —Nuestra deidad… ¿es un dios o un demonio? —cuestioné.

    —Depende.

    —¿De qué?

    —Del punto de vista.

    Yo veía al “dios” como el demonio que era. Sesshoumaru tenía alguna conexión con el dios, pero no comprendía por qué. Sacudí la cabeza, regañándome a mí misma, pues solo estaba pensando tonterías. Sesshoumaru parecía superficial y egocéntrico. Se creía superior a los otros solo por tener un alto rango, unas habilidades excepcionales y porque su familia había estado en la secta por generaciones.
    —¿Vives solo? —la pregunta era estúpida ¿Quién se atrevería a vivir con alguien así?
    Él no contestó.

    Me di cuenta de que él inspeccionaba cada lugar por el que pasaba, mientras seguía con su silenciosa caminata. Parecía como si estuviera buscando algo incesantemente. Pero a mí me habían enviado a observar, no a preguntar. No me atreví a preguntar cuál era el motivo de la insistente y dedicada búsqueda, sin embargo, comenzaba a sentirme cansada, me dolían las piernas de tanto caminar, me sentía sucia y quería ir a casa a cambiarme de ropa. Además, sentía un repentino ardor en la garganta, un dolor insoportable. Era como si acabara de tragar un carbón encendido.
    Llevé ambas manos al cuello, intentando parar la molesta sensación.
    Sesshoumaru se detuvo frente a un edificio de varios niveles, con una puerta de cristal. No me di cuenta y choqué contra su espalda.
    —Fíjate por donde caminas.

    —Lo… lo siento —me sentí apenada por eso. Me quedé sorprendida al ver que se trataba de una librería de atención de veinticuatro horas—. Vaya, me encantaría leer alguno.

    Su mirada me sugirió que él podría comprarme un libro. No era posible viniendo de él, pero fue mi primera y única impresión.
    Él entró y yo detrás. Sesshoumaru fue hasta una esquina en donde había libros de economía y empezó a recorrer los estantes con las manos. Su actitud sugería que lo hacía a menudo.
    No pude evitarlo y fui directo hacia el sector de los libros de ficción. A veces —muy raras veces— me gustaba abstraerse en lecturas, me gustaban las historias que leía en clases pero, antes, no había tenido mucho dinero como para comprar un libro de esos.

    —No voy a gastar mi dinero en cualquier cosa, así que lleva algo que valga la pena leer —me sobresalté porque él hubiera aparecido así de repente, habiendo estado antes a varios metros.

    Terminé llevándome tres libros de política, sabía que iba a aburrirme con ellos, pero él no iba a pagarme otra cosa. Al menos agradecía tener algo que pudiera hacerme compañía en la noche si me sentía sola. Y nada menos que un regalo de él.
    Al acabar la compra, seguimos caminando hasta llegar a un café en una esquina. Él miró.
    Comprendí rápidamente el gesto, sentí hambre, pero aún me dolía mucho la garganta, era como si el dolor hubiera empeorado en minutos. Negué con la cabeza.
    —No tengo hambre.

    Él levantó las cejas y siguió caminando. Fui detrás, viendo con melancolía cómo nos alejábamos del café.
    Poco después, pasamos junto a una máquina de soda. Sentí sed, pero no me atreví a pedir.
    La caminata siguió por un parque. Él prácticamente rodeó todo el perímetro del parque y parecía espléndido, mientras yo moría de cansancio.


    Entramos a un club muy peculiar. Un grupo cantaba acompañado de una guitarra eléctrica y la gente bailaba muy animada a su alrededor, gritaban, aplaudían y repetían coros. Era la primera vez que veía uno así.
    —Es genial —comenté alucinada.

    —¿Crees que eso es genial? —dijo él mientras descolgaba de la pared una máscara en forma de calavera y se la ponía—. Mira esto.

    Fue corriendo hacia el centro del show y toda la gente pareció moverse, abrirse como un mar para dejarlo pasar. Los jóvenes artistas pararon de tocar en seco y lo miraron. Todos comenzaron a murmurar, por lo bajo, yo no entendía nada. El muchacho de la guitarra eléctrica azul, se descolgó el instrumento y se lo pasó a Sesshoumaru. Él se lo colgó del hombro y tocó una nota muy aguda y larga, seguida de dos arpegios muy rápidos. Todo el mundo gritó conmocionado, pero eso nada más fue el comienzo. Sesshoumaru comenzó a tocar la partitura de un Heavy metal con el solo de guitarra, luego, se la descolgó y la tocó poniéndola detrás de los hombros, finalmente, acabó tocando de rodillas y acabó con una nota tan larga y aguda como la que había iniciado. Se puso de pie y comenzó a tocar un ritmo propio, inventado.
    Me impresioné al escuchar la letra de su canción. Hablaba de sobrevivir a costa de lo que sea, aún a costa de la muerte de los demás, habló de ver como monstruos a las personas ajenas a uno mismo, de que a veces la luz era más negra que la misma oscuridad, de la confusión de ser discriminado y desvalorizado y del fatídico destino que les esperaba a los culpables. Finalmente, describió como justos a los dioses con su imparcialidad, y que el mundo siempre es del más fuerte. Hablaba de la muerte como si fuera su amiga íntima, Sesshoumaru era terrible.

    No era capaz de seguir soportando aquello y me abrí paso dificultosamente entre la gente para conocer el lugar. Todos estaban enloquecidos como si él les hubiera lanzado algún hechizo para ordenarles parecer energúmenos. Había chicas de mi misma edad que estaban actuando de forma desvergonzada. También tuve el impulso, en algún momento, de hacer una locura al escuchar su voz, pero me resistí por todos los medios que tenía. El muchacho tenía algo de maldad, le gustaba manipular a los demás y asustarlos. Además, yo conocía lo que nadie más dentro de ese recinto: que era un asesino.
    De repente, tres muchachos enloquecidos que venían en la dirección contraria a mí, me agarraron de los brazos y me empujaron hasta el centro de toda la acción, donde Sesshoumaru seguía tocando la guitarra y cantando una estrofa en la que sugería: “…nadie escapa a mi poder…” Yo no comprendía lo que él quería decir, si es que realmente estaba tratando de comunicar algo. Lo único que sabía era que esos muchachos no me soltaban y saltaban y gritaban como locos. Comencé a entrar en un trance hipnótico, no sabía de dónde venía, pero intenté resistirme a los efectos.

    —Canta lo que quieras, pero no te quites la máscara —rogaba a modo de letanía, pero no era escuchada por nadie en medio de ese barullo. Él no era precisamente un monstruo de grotesca apariencia, todo lo contrario, pero aún así me provocaba terror el pensamiento de verle el rostro cuando se lo descubriera.

    Allí, atrapada en la muchedumbre, que parecía sujetarme a la fuerza y estirarme la ropa para romperla, comprendí qué le sucedía al Colmillo Sangriento: Sesshoumaru daba miedo solo porque sí, no necesitaba hacer o decir algo específico, con solo clavar esos ojos dorados podía matar de un infarto a cualquiera. Sesshoumaru no tenía la apariencia de un monstruo, pero actuaba como si fuera uno ¿por qué? Al parecer, el muchacho no necesitaba una razón.

    Me sentía como un ratón atrapado en una ratonera.

    De pronto, él dejó de tocar y sujetó la esquelética máscara.

    Mi corazón podía saltar de mi pecho y salir corriendo en cualquier instante.
    El bajo que sonaba constantemente, siendo tocado por uno de los muchachos del grupo, le aportaba a un aire tétrico. Quería cerrar los ojos, pero me hallé incapaz. Cuando él se quitó la máscara, grité a todo pulmón. Todos en el recinto hicieron lo mismo. Mi mente fue bombardeada de imágenes de muertos con las caras quemadas, animales inexistentes, monstruosidades, explosiones, incendios… una película de terror en mi cabeza.

    ¿De dónde diablos había salido todo eso?

    No había modo de explicar la sensación de terror que me había invadido, como si fuera una parte misma de mi esencia.
    La gente comenzó a correr en todas direcciones. De pronto, se desató una batalla campal en la que todos se golpeaban y también se herían con cuchillos. No faltó quien sacara un revólver y disparara. Todo el ambiente a mi alrededor era amenazante, atacaban a quien se le pusiera delante, gritaban, lloraban, corrían, golpeaban. Aquello se había convertido en un tenebroso infierno.
    Me escondí en un rincón. Repentinamente estaba rodeada por cinco sujetos que se acercaban corriendo con cuchillos en la mano. De pronto, los cinco se clavaron los cuchillos en el estómago y cayeron a mi alrededor.
    Yo no terminaba de comprender. Se habían asustado tanto que se habían suicidado, y los demás huían de los otros al tiempo que atacaban.
    No quería ni imaginarme que Sesshoumaru hiciera eso un día en la sede del Colmillo Sangriento, sería horrible.


    Cuando salí del estado de shock, me di cuenta de que estaba fuera del club. Al parecer, Sesshoumaru me había sacado a las rastras y ahora estábamos sentados en un banco en algún parque.
    —No te hicieron nada —dije sorprendida. Era factible que no saliéramos con vida de ese mar de gente loca.

    —Y a ti tampoco —respondió él—. Es la protección del dios, no tienes otro argumento para explicarlo.

    —¿Por qué, de repente, asustaste tanto? —pregunté anonadada—. Tuve la impresión de estar viendo a un monstruo peligroso en lugar de ti. Eso mismo les pasó a todas esas pobres personas.

    —Pobres personas… Esas no eran pobres personas, hay muchas formas de lacras en la sociedad.

    —Es cruel decir eso —le recriminé contrariada.

    Y además, había muchos de esos en el Colmillo Sangriento.
    —La verdad siempre suele ser cruel —inclinó la cabeza—. La vida es cruel, no nos da lo que queremos y nos deja lo que detestamos. Con el Colmillo Sangriento es diferente.

    —¿Cómo diferente?

    —Podrás ganar siempre.

    ¿Qué era ganar para él? Yo recibía dinero, pero seguía perdiendo.
    —Ganar no es sinónimo de vivir feliz.

    —La felicidad es un estado, no un objeto —sacó una hoja seca del bolsillo de su pantalón y la masticó— ¿Por qué tú no te asustaste? —preguntó.

    Permanecí en silencio por un rato.
    —Me asusté mucho, pero me resistí.

    —¿Te resististe?

    —Sí, para no actuar como una loca.

    Él sacó y metió la lengua, acomodando la hojita.
    —Ya veo ¿No crees que es hora de volver a casa? O… —escupió la hoja— ¿prefieres acompañarme a la mía…

    …Y yo ya no escuchaba nada más, mi cerebro se quedó en blanco…

    ¿ir a casa de Sesshoumaru? ¡Ni aunque fuera el último ser vivo de la tierra! No era suicida, quería vivir un día más, no quería dormir en la casa de un asesino.
    Dije que sí. Y sólo después de haberlo hecho, reaccioné.
    —No, espera, mejor no —intenté corregir sobre la marcha, pero no sirvió de nada…

    —Entonces, vamos a casa —dijo él, poniéndose de pie.

    —¿Y mis libros? —pregunté, recordando repentinamente lo que había comprado antes de la locura.
    Él indicó al suelo con un movimiento de cabeza. Allí, junto al banco, descansaban ordenadamente todos los libros, incluso el libro de pinturas con tapa de cuero negro. Me apresuré a levantarlos.
    Caminamos en silencio hasta la enorme casa de Sesshoumaru. Intenté concentrarme en el peso de la carga y en lo fría que se había vuelto la noche. Era la primera vez que le temía en serio.
    Varias veces había escuchado comentarios entre los Colmillo Sangriento, más de una vez había oído hablar de “lo aterrador que era Sesshoumaru-sama”. Por el contrario, en aquel club, nadie había demostrado temerle a pesar de estar teniendo un contacto “personal” con él y el susto les sobrevino de repente, causándoles la muerte a muchos y graves heridas a otros.
    Comprendí que si quería que Sesshoumaru me respetara, tenía que demostrar que le temía, como todos.

    Al llegar, yo estaba completamente cansada, había perdido la noción del tiempo y el espacio y me hallaba muy adolorida, además de asustada. ¿Y si nunca volvía a salir?
    Había ido muchas veces a campamentos y cosas así en la escuela primaria. Además, tenía buen estado físico y sabía sobre métodos de defensa aprendidos en entrenamientos extra, pero aún no se había inventado un manual de “cómo sobrevivir a una noche en la casa de un asesino”.
    Sentía como si algo estuviera hurgando en mis pensamientos, sentía una mirada insidiosa sobre mí a pesar de que Sesshoumaru caminaba varios pasos adelante y no volteaba. Él se paró junto a una estantería, sacó un libro viejo y ajado, lo abrió y pareció abstraerse en la lectura de lo que fuera que las páginas dijesen.

    Me senté en el sofá del rincón.
    —Aquí me quedo, ya he visto mucho por hoy —suspiré—. Creo que le presentaré un informe muy interesante a la organización.

    Él levantó nada más que los ojos y me clavó esa mirada tan intimidante.
    —Tú no vas a presentar nada a nadie.

    —Van a matarme.

    Él entrecerró los ojos.
    —¿Tienes miedo, Rin? —su tono no tenía ninguna emoción, pero parecía como si intentara burlarse.

    Bajé la vista, me saqué el cuchillo envainado de la cadera y fijé la vista en el detalle de la vaina. Parecía una pieza de colección que nunca había sido usada.
    —¿Coleccionas armas? —sabía que cambiarle el tema no iba a solucionar el problema.

    —Debajo de este piso hay un dojo de entrenamiento.

    Sesshoumaru nunca le tomaba el pelo a nadie, así que lo di por cierto.
    Me estaba incitando a desobedecer a la secta. Él parecía tener algún tipo de libertad sobre ésta, un privilegio… rompía reglas con gran facilidad ¿acaso incitaba así a todo mundo? Pues no ¿por qué quería que yo fuera rebelde? ¿Estaba buscando una excusa para matarme? Eso debía ser, sí. Temblé de solo pensarlo.

    Levanté la vista y lo vi leer.

    Él era insensible, no creía que fuera a perdonar a alguien solo porque demostrara miedo. Entonces, mataba por costumbre, por diversión, por antojo, no le importaba el lugar, la persona o el motivo, cazaba como un animal. Independientemente de eso, parecía gustarle sentirse superior, sentirse capaz de intimidar a los demás, como si obligara a los otros a temer y obedecer. Como si se sintiera amo y señor de las personas, amo y señor del Colmillo Sangriento.

    ¿Por qué?

    Era el mejor en las clases, el mejor en la secta, el mejor asesino, el mejor en todo… y sin embargo, era la peor persona que había conocido en su vida.
    —¿Quieres que desobedezca a la secta para tener una excusa para matarme? —pregunté finalmente.

    —Has tenido la pregunta en la cabeza todo el día ¿no? —ni siquiera me miró.

    ¿Cómo lo sabía?

    —Solo no me interesa que ellos sepan las cosas que hago y cómo las hago. Poco me importa tu vida y la de los otros. Poco me importa lo que hagan, sientan o piensen, mientras no se metan conmigo.

    —¿La única opción de llevarse bien contigo es, entonces, estar lejos de ti?

    Por eso le gustaba asustar. Deseaba seguir siendo un misterio para los otros.

    ¿Acaso los maestros querían aprovechar mi cercanía de Sesshoumaru para averiguar cosas de él?

    Él levantó la vista, como si hubiera leído mis pensamientos, como si yo hubiera descubierto algo importante y útil.
    —El dios no tolerará esa falta de respeto —se limitó a decir antes de volver a la lectura.

    —¿No soportará que sobrepasen su autoridad por conveniencia propia? —pregunté intrigada.

    —Demasiado generoso ha sido en darle sus poderes ¿no lo crees, Rin? Creen que pueden tomarle del pie. Ilusos.

    ______________________________________
    Pan-chan
    Un capi dedicado completamente al SessXRin para las fans —ya habrá tiempo para las complicaciones, por el momento, no hacen falta—. ¿Que crees que estás en el Cielo? ¿Es decir que estás con Amano? xD
    Me alegra que te haya gustado cómo describí ambas personalidades. Traté de ser lo más fiel posible. Jejeje, el tic de Sesshoumaru. Algún resquicio tenía que conservar de Amano, para que no se perdiera del todo la esencia de la historia. Y sí, ya desde buen principio se la quiere comer —literalmente, no piensen mal—. Conservar lo infantil e inocente en Rin, es la cosa más dura que se puede hacer en este fic. Me cuesta cuidarme para que no le salga alguna palabrota o algo por el estilo xD
    Sesshoumaru nunca hace lo que piensa, siempre hace lo contrario. Yo creo que el cuaderno se lo dejó porque, aunque le dé lástima, hay cosas que van más allá de eso.
    Aunque el original, era más contundente.
    -Amano, se te cayó esto.
    -Quédatelo, ya lo tocaste con tus manos

    Te diré la verdad. Estaba entrando al foro completamente dispuesta a cerrar el fic. Pero cuando leí tu crítica, el plan armado se me vino abajo, para contento de ustedes.
    Claro que haberlo cerrado y no continuar escribiendo, era exponerme a que :amano: personificado como Pan-chan, se apareciera en mi casa a la noche y me secuestrara.



    sessxrin
    Uy, uy, uy. Por fin has terminado ¿Que qué? ¿Qué te tardas un día?
    ¿Ven? Por eso pongo capítulos cortos. Si los pusiera largos, como antes, imagínense xD.
    No todos tienen la privilegiada velocidad de Pan-chan.
    ¿Qué ya no te cae Rin? Es que la secta es, en verdad, detestable. Y el personaje va cambiando poco a poco. No te digo que va a ser una loca como Satsuki, pero deparará sorpresas.
    Sí, estuvo muy bueno el gag del armario, yo lo amo. Al igual que esta escena del café.
    Me alegra que te esté gustando el fic ¿Así que la idea de leer la adaptación de Colmillo Sangriento a Inuyasha era demasiado para ti? Eso es bueno.
    Y sé que los diálogos originales son mucho más divertidos y encendidos. Y lamento estar censurándolo demasiado, pero es por las razones que ya conocen:
    1- Como es un Inuyasha fic, tiene que ser una trama un poco más adolescente.
    2- Amano y Satsuki se llevan a las patadas. Literalmente. Y la relación de Sesshoumaru y Rin no es para nada así. Poner las escenas y diálogos completos implicaría caer en un terrible OoC y que ustedes empezaran: “¡No, ese Sesshoumaru es un reverendo desgraciado! ¿por qué lo pones así?” “¡Esa Rin es una engreída y seca, no la soporto, la odio!”
    Para evitarnos estos inconvenientes, me veo obligada a ejercer la —tan odiada—censura y sacrificar ciertos componentes. Por eso mismo, esto es una ADAPTACIÓN. (es decir, valga la redundancia, que tuve que adaptarme)
    Me alegra que aún ames los momentos SessXRin. Claro que eres una fangirl. ¡Yo también lo soy!
    No es que piense que a nadie le gusta, sino que muy pocos tienen la buena acción de entrar y echar aunque sea un pobre comentario.
    ¡Pero los comentarios de ustedes me alegran la vida! ¡Siempre es maravilloso leerlas!
    sessxrin y Pan-chan. Lectoras de lujo.

    Luchy las saluda.
     
  11.  
    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    Privilegiada velocidad?? me halagas xD pero lo hago sin querer jeje creo que siempre he leido asi.(trauma de aquellos años de dictado veloz con mi padre xDxDxD)


    Ahora con el fic, bueno como siempre ha gustado tu forma de escribir, las escenas de sesshomaru y rin me gustaron mucho, como siempre Sesshomaru es indiferente hasta cierto punto, pero sin salirse de su personalidad. Siempre lo he considerado mas serio e indiferente que "cruel"...al menos con Rin.

    Respecto a la personalidad de Rin, bueno...ya sabemos de atemano que en esta historia ella no se va a quedar inocente y alegre como estamos acostumbrados,pero tampoco mostraras el cambio de golpe, creo que has manejado bien su personalidad, en algunas partes (como cuando chocó con la espalda de Sesshomar) casi pude imaginarmela como en el anime, tonta y distraida sin darse cuenta por donde va.

    Bueno, por ultimo me queda decirte que me alegra que continues escribiendo tu fic, te noto mas animada y eso es bueno. Estareesperando el siguiente capitulo ok?? ^^ bye!!
     
  12.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

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    Pluma de
    Escritora
    Re: Colmillo Negro Sangriento.

    CS es una historia fantástica en todos los sentidos, movida, divertida... CS es una de las mejores historias que he tenido la oportunidad de escribir.
    Amo CS con todo mi corazón y escribirla es mi placer y sé que también la aman aquellos que han tenido oportunidad de leerla y apreciarla como se merece.
    Sin embargo, con el dolor en el alma, lamento decirles que no podré seguir publicándola. CS, antes de ser un fic, fue un libro de cuentos para adultos y no encajará en el nuevo foro, aún si puede ser adaptada. Así que no podré seguir publicándola. Lo siento Alex, Lo siento Gris, lo siento Clau.
    Luchy las saluda.
     
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