One-shot ¿Unas palabras para ti?

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Fushimi Natsu, 27 Agosto 2017.

  1.  
    Fushimi Natsu

    Fushimi Natsu Fanático

    Leo
    Miembro desde:
    19 Diciembre 2011
    Mensajes:
    1,009
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    ¿Unas palabras para ti?
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1242
    Para la actividad ¡Rompiendo la Cuarta Pared!


    ¿Unas palabras para ti?

    Aún abrazada al caparazón de Armadillomon, con la compañía de Irina y Gomamon a su lado, la presencia confiable de los chicos mayores y sus digimon a su espalda, Miriam se permite cerrar los ojos por unos minutos. Está cansada, mas no lo suficiente como para caer rendida en mitad del Túnel Taladro; es sólo que en su cabeza continúan ebullendo pensamiento de los que prefiere ahora descansar.

    La batalla contra los Drimogemon —junto a su posterior liberación— y el rscate de los hermanos Honeybeemon, habían resultado en un completo éxito. Y Miriam se sentía muy feliz por todos ellos. Incluso Armadillomon, con su infinito deseo por protegerla, había conseguido evolucionar en el momento preciso, revirtiendo así el destino de la batalla y dándole a ella las esperanzas que estaba perdiendo. Y es que ahora sí podía sentirse parte del mismo grupo, una más de los legendarios Niños Elegidos.

    Una sonrisa se forma en sus labios al recordar las palabras de Irina, sintiéndose agradecida de haberla conocido y de ser su amiga. Sin embargo, Miriam comprendía que aceptar su misión y llegar a cumplirla eran dos asuntos completamente diferentes. Y aún cuando ella y los demás estaban tan dispuestos a luchar por el bien del Digimundo... Hasta que ellos consiguieran vencer a los verdaderos villanos, digimon pacíficos como Monochromon y Drimogemon seguirían siendo manipulados por las fuerzas del mal y otros nobles como Bee, Jijimon y Babamos continuarían sufriendo por estar a favor de unos pocos niños humanos.

    —No es justo —musita, enterrando la cabeza contra las rodillas y cubriéndose con los brazos. Pese a la felicidad que persiste por su victoria, remolinos de culpa y de miedo comienzan a cobrar mayor potencia en su interior.

    El peso de una mano se posa sobre su nuca, permaneciendo allí estática unos segundos antes de aventurarse a acariciar con cuidado sus cabellos negros. Creyendo que se trata de un gesto de la castaña, Miriam se deja mimar hasta que las ganas de llorar se desvanecen.

    —Gracias —murmura minutos después, elevando la vista hacia su amiga. Pero, en su lugar, es una joven desconocida quien le sonríe.

    —De nada —responde aquella persona, obsequiándole un par de palmaditas amistosas—. Deja de contener el aliento y respira, Miriam. Aquí no hay nada a lo que debas temerle, puedes confiar en mí.

    La pequeña inhala y se deja absorber por el ambiente donde se encuentra. El túnel había sido reemplazado por un patio de tamaño medio, flanqueado por paredes de ladrillos y con un árbol creciendo justo en el centro. El verdor del césped parece brillar a causa de las gotas de rocío que lo decoran y una brisa ligera las mece hasta que caen y se pierden. El sol, oculto tras un grupo de nubes blancas, emerge por breves instantes para luego volver a dejarse cubrir.

    No percibe rastros que indiquen la presencia de Armadillomon, Irina o los demás. Está sola allí.

    —¿Esto es un sueño? —pregunta de pronto, apoyando el mentón sobre las rodillas. Por algún motivo, no siente ni un atisbo de inquietud.

    La joven a su lado alza la mirada al nublado cielo, tomándose su tiempo para responder. Para ella también es algo difícil de entender.

    —Bueno, para mí no lo es, eso te lo aseguro. Pero puede que para ti sí que lo sea, ¿no? Es decir, sí puedes sentir la diferencia entre este mundo y el que tú conoces, ¿verdad? ¿E incluso con el Digimundo mismo?

    —Sí, sí puedo. No sabría cómo explicarlo, pero puedo... Sentirlo, de alguna manera. Como si alguien hubiera dejado una pequeña nota en mi cabeza en donde dice: No estás en casa. Y, sin embargo...

    —Eres más receptiva de lo que yo esperaba. Si al menos los otros dos se te parecieran en eso —interrumpe la mayor, suspirando con cansancio—. Disculpa, ¿qué me decías?

    La niña cierra los brazos en torno a sus piernas y frunce los labios. Las mejillas se le enrojecen mientras observa cualquier cosa a su alrededor.

    —¿Cómo te llamas?

    —Gabby —contesta tras unos segundos, alerta.

    Habían alcanzado un punto clave en su conversación y sólo la suerte la libraría de una repetición vergonzosa. Ahora es ella quien aguanta la respiración, esperando por unas preguntas que comenzaban a tardar. Inquieta, Gabby decide entretenerse buscando formas en las nubes, fallando con cada intento.

    —No eres un digimon disfrazado, ¿verdad?

    —¿Có-cómo dices? Yo... ¿Yo un digimon? ¿Pero qué...? —A duras penas farfulla, demasiado impactada para terminar cada oración. Y son las risas incontenibles de Miriam las que apagan sus incompletas protestas, aunque el bochorno le perdura más—. Muy graciosa, ¿eh?

    Sentada una junto a la otra, contemplan cómo su entorno empieza a cambiar. El cielo se tiñe de gris y el viento se instala como un nuevo compañero, despeinándolas y erizándoles la piel. Dentro de poco tendrían que renunciar a su cómoda estancia y refugiarse de la llegada del frío.

    —Incluso si no comprendo quién eres o lo que haces, sé que puedo confiar en ti, Gabby.

    —Lo... ¿Lo dices en serio? Ay, Miriam, ¡gracias! —exclama la joven antes de estrecharla contra su cuerpo—. Me siento un poquitín culpable por no haberte llamado antes, pero es que tampoco tenía mucho que decirte, ¿sabes? A pesar de los problemas que les han surgido, tú lo estás haciendo muy, pero que muy bien en el Digimundo. Y ahora tienes tantos amigos en los que confiar y a los que proteger.

    Deseando jamás soltarla, Gabby pone unos centímetros de distancia entre ambas para mirarla con cariño. Al contrario de los otros dos, los sentimientos que Miriam Dent despierta en ella son los mismos que se manifiestan cada vez que ve a sus hermanos pequeños.

    —¿Ha-hay algo más?

    —Sip, una última cosa. Ya es hora de que dejes de lado esa manía tuya. Está bien que te preocupes por tus amigos digimon y que por ellos quieras pelear, mas no debes de perder el eje de la situación. Lanzarse de cabeza contra el problema no hará que éste se resuelva antes.

    —Pero quiero que los digimon dejen de sufrir por nuestra culpa.

    —Y lo harán, Miriam. Si existe alguien que puede ponerle un freno a la maldad, esos son los Niños Elegidos. Pero todo debe ir a su tiempo, ¿sí? —insiste la mayor, aguardando con paciencia—. Mira, ya sé que no te gusta lo que digo, pero es todo lo que puedo ofrecerte. No fui yo quien puso las reglas del juego. Eso fue obra de una fuerza muy superior a la mía.

    Ambas guardan silencio, reticentes a iniciar una discusión que defendiera sus posturas. Sólo el transcurso del tiempo podría señalar cuál de las dos llevaba la razón.

    —Bueno, quizás ya vaya siendo hora de que regreses. En realidad me encantaría tenerte conmigo por unos días, Miriam, pero aún tienen asuntos que resolver en el túnel.

    —¿Asuntos que resolver? ¿A qué te refieres? —inquiere curiosa mientras acepta la ayuda de la mayor para incorporarse.

    —Muy pronto lo descubrirás, créeme. Y espero que al menos medites mis palabras, ¿sí?

    —Lo haré, pero no puedo prometerte nada más.

    —Supongo que eso será suficiente para mí.

    Llegan a compartir una última sonrisa antes de que Miriam abandonara esa realidad y retornara a la suya. Justo a tiempo para atender a la intervención de Jake y verse envuelta en un nuevo problema.
     
    • Adorable Adorable x 2
    • Me gusta Me gusta x 1

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso