¡Pobres los Ricos!

Re: ¡Pobres los Ricos!

Cantidad de palabras: 1,911.

¡Hola! Primero que nada, muchas gracias por sus comentarios, tomaré en cuenta los consejos y errores que me citaron en el primer capítulo… Que bueno que les haya gustado, me alegra saber eso, espero que éste le guste aún más.
Las cosas se pondrán… ¡Emocionantes! ;).

Gracias por comentar, y sigan comentando.
¡Los quiero!

Pobres los Ricos.​

Capítulo 2.​

—Ha de haber un error, señor—decía Kagome nerviosa, no quería perder el único empleo que tenía.

—Kagome es muy buena haciendo su trabajo—dijo Koga posando sus manos sobre los hombros de la chica—, si tiene que despedir a alguien. ¡Despídame a mí!

—No es para tanto Koga, el dueño me despidió sin ningún motivo y no podemos hacer nada.

Kagome suspiró y se sentó en una mesa desocupada de la lonchería junto con Sango y Koga, mientras que el dueño penetro en la tienda para seguir con sus actividades.

—Pero ¿por qué? ¡No entiendo!—sé quejaba Kagome mientras se tocaba la nariz, que aún estaba cubierta por una venda blanca—. Yo hago bien mi trabajo, he roto algunos que otros platos. Pero eso no es motivo para que me despidan.

—No le prestes atención, el dueño siempre ha sido un viejo verde que no sabe valorar tu trabajo. Ahora tenemos que ayudarte a encontrar otro empleo, Kagome—sugirió Sango dirigiendo su vista a un periódico que estaba sobre la mesa, donde salía en la primera página un gran aviso que decía que buscaban niñera—. ¡Perfecto!

— ¿Qué pasó Sango?—preguntó Koga aturdido por el gritó de Sango.

—Me vas a dejar sorda, amiga.

—Eso no importa, lo que importa ahora es encontrar un nuevo empleo para Kagome. Y tengo uno perfecto—la joven agarró el periódico con una gran sonrisa y se los mostro a sus dos amigos.

— ¡¿De niñera?!—exclamó Kagome levantándose de la silla, las demás personas que estaban dentro de la lonchería voltearon a ver la mesa número cinco, en donde se encontraba Kagome junto con Sango y Koga. La joven se ruborizó al sentir todas las miradas sobre ella, tragó saliva y volvió a tomar asiento con mucha vergüenza. Agachó la cabeza para leer nuevamente el avisó del periódico, donde decía claramente que buscaban una niñera capacitada para cuidar a más de cinco niños. Miró a sus amigos y éstos sonrieron. Ambos estaban totalmente de acuerdo en ese nuevo empleo para Kagome.

—Quien mejor niñera que tú. Adoras a los niños, has tenido experiencia cuidándolos, y si te fijas bien el sueldo es mucho dinero; a parte, vivirás dentro de esa mansión para cuidar mejor a los niños—decía Sango muy emocionada. Koga se rehusó cuando escuchó que se quedaría viviendo en la mansión si llegara a tener el empleo, pero un golpe en las costillas por parte de Sango hizo que cambiara de opinión.

— ¡Está bien! Iré a esa mansión a hacer el casting. Pero alguno de los dos me tiene que acompañar—indicó Kagome haciendo puchero.

—Yo me ofrezco, Kagome. Soy tu mejor amiga. ¡Ven! Vámonos de aquí en busca de tu nuevo empleo—las dos chicas se levantaron de la silla, Sango agarró el periódico y ambas se retiraron de la lonchería.

Koga miró su reloj de pulsera, suspiró y se colocó el uniforme de trabajo. Dentro de cinco minutos empezaría su turno en aquella lonchería.

Mansión Taisho.

—Joven Inuyasha—habló una mucama de cabellos rojos al entrar a la sala en donde se haría el casting—. Las candidatas han comenzado a llegar.

—Está bien Ayame. Hazlas entrar de una por una—indicó Inuyasha al mismo tiempo en que tomaba una libreta y soltaba al gato regordete en el suelo.

El joven albino dio un gran suspiró y comenzó a interrogar a la primera chica que había entrado. Ésta tenía un aspecto de nerd, su vestimenta parecía sacada de un armario de monjas, la mitad de su rostro era cubierto por el gran cristal del lente que usaba. Y el brillo labial manchaba sus mejillas.

— ¿De verdad creé estar capacitada para cuidar de mis hermanos?—preguntó Inuyasha incrédulo. La chica se hecho a reír tímidamente, mientras el sonido que hacía sus dientes retumbaban en los oídos de Inuyasha.

—Sí, joven. He trabajado como profesora en el jardín de infantes, pero siempre terminan despidiéndome a los dos días. Dicen que me falta aptitud—respondió limpiando la saliva que caía sobre su mentón.

—Jeje—rió con nerviosismo mientras rascaba su larga cabellera–. Gracias por su interés. La estaremos llamando.

Ayame se acercó hasta la joven nerd para acompañarla a la salida y dejar entrar a la próxima chica.

—Te falta mucha aptitud y actitud—murmuró Ayame despidiéndose de la chica. Después, dejó entrar a la siguiente chica que tenía un estilo extraño.

En la cola que sé hacía para el casting, acababa de llegar Kagome junto a Sango. Ambas chicas quedaron sorprendidas al ver el enorme jardín que pisaban. Según Kagome; parecía un palacio de cuentos de hadas.
— ¡Qué hermoso!—exclamó Sango emocionada—. Si llegas a tener éste empleo, juró que te visitaré todos los días.

—No bromees, dudo que una familia tan poderosa como ésta me de el empleo—admitió Kagome no tan emocionada como su amiga Sango.

— ¿Está no es la mansión de Naraku Taisho? Sí, sí lo es. Es la mansión del hombre más poderoso de este país—reconoció Sango admirando toda la mansión desde afuera. Donde sé podía contemplar múltiples hombres armados, un garaje enorme con más de cinco autos, y un jardín sumamente hermoso.

—Te imaginas que me quede con el puesto y, que yo; Kagome Higurashi, trabaje en la gran mansión de un político codiciado del país. Hay que emoción, ahora sí me emocioné, Sango—rió mientras abrazaba a su amiga con emoción.

Dentro de la mansión, en donde sé estaba haciendo el casting; seguía Inuyasha interrogando a las candidatas y por su mal genio no soportaría a ninguna más.
Juró que mataré a Sesshoumaru por hacerme esto pensó Inuyasha con rabia.

—Te estaremos llamando. Gracias.

Nuevamente Ayame acompaño a la chica hasta la salida para dejar entrar a la próxima. Ya había pasado media hora desde que había empezado el casting, e Inuyasha no se decidía por ninguna. La próxima en ser entrevistada era Kagome; cuando la chica fue nombrada saltó de emoción y entró junto con su amiga. Sango sé quedó sentada en un sofá a esperar, mientras que Kagome entró junto con Ayame a la sala en donde se estaba haciendo el casting.

— ¡¿Usted?!—gritaron ambos al reconocerse. Rápidamente Inuyasha se levantó del sofá alterado, mientras que Kagome lo miraba con furia.

— ¿Qué haces en mi casa mocosa?—preguntó Inuyasha.

—Vaya, vaya; con que este enorme palacio es tu casa. No me lo esperaba, pero hay algo que no entiendo. ¿Qué hace un ricachón en una lonchería que queda ubicada en un barrio de pobres?

—Eso es algo que no te importa mocosa. Y por favor, lárgate de mi casa que tu olor se me es repugnante—Inuyasha agarró a Kagome del brazo para sacarla de su casa, pero ésta se rehusó y se soltó del agarre bruscamente.

—A mí no me toques idiota. Y no me vuelvas a llamar mocosa—declaró Kagome cruzada de brazos—. Te recuerdo que por tu culpa llevo esto en la nariz—decía mientras señalaba su nariz cubierta por la venda.

—Jah. Nadie te mandó a entrometerte entre el lobo sarnoso y yo. Y es mejor que te retires porque estoy muy ocupado realizando un casting.

— ¡Pues no me pienso ir!—anunció Kagome tomando asiento en el sofá descaradamente. Inuyasha frunció el ceño mientras se acercaba hacía Kagome.

—No me digas que tú vienes a hacer el casting—rió Inuyasha detallando a la joven—. Pero recuerdo que tú trabajas en esa lonchería.

—Te informó que me acabaron de despedir sin motivo alguno.

—Jah, cierto. Se me olvidó que por mi culpa te despidieron. Fue tan divertido pagarle al dueño para que te botara—admitió con una enorme sonrisa para luego captar las palabras que había pronunciado.

— ¡Con que fuiste tú!—gritó alterada mientras se levantaba furiosa del sofá—. Primero me golpeas y luego haces que me despidan. ¿Qué te traes conmigo?

Kagome tropezó con el gato y cayó encima de Inuyasha sobre el suelo. El joven se sonrojo al sentir tan pegado el cuerpo de una mujer al suyo.

— ¿Qué es lo que está pasando aquí?—preguntó una mujer de ojos rojos que entraba a la sala con un abanico.

— ¡Kagura!—musitó Inuyasha levantándose rápidamente junto con Kagome—. Yo lo puedo explicar. La joven aquí presente es…

— ¡La nueva niñera de la mansión!—informó interrumpiendo a Inuyasha. El joven albino volteó su cabeza y miró confuso a Kagome.

— ¡Oye! ¡No! ¡Espera!—balbució Inuyasha sin entender.

Kagura abrió su abanico y hecho aire sobre su rostro para luego acercarse a Kagome.

—Acompáñeme hasta el despacho. Allí está Naraku y te dará las indicaciones sobre tu empleo—la mujer se volteó y salió con elegancia de la sala.

— ¿Pero qué haces mocosa?

—Me llamó Ka-go-me, recuérdalo: Kagome—lentamente acercó sus labios al oído de Inuyasha—. Y será mejor que me des el trabajo, porque dudo que a Naraku le guste un escándalo por parte de un familiar que golpea a las pobres mujeres indefensas como yo.

— ¡Eres una arpía! ¡Todas las mujeres son iguales!

—No. Te equivocas, solamente estoy siendo justa.

— ¡Espera!—dijo mientras agarraba la mano de Kagome para que no se fuera aún—. Y, acerca de la lonchería y la banda, que sea un secreto entre nosotros dos. Es que a mi padre Naraku no le gusta que toque.

—Con más razón merezco el trabajo, Taisho…

—Inuyasha. Inuyasha Taisho.

—Mucho gustó; Kagome Higurashi—dicho eso la joven se retiró de la sala para seguir a Kagura que se dirigía al despacho.

La mujer de ojos rojizos se detuvo frente a una puerta grande de madera, cerró su abanico y miró de abajo hacía arriba a su acompañante; es decir: Kagome. Ésta se ruborizó un poco al sentir esos profundos ojos clavados en su cuerpo.

—Dentro está mi marido; Naraku, el dueño de toda está mansión—dijo con orgullo al mismo instante en que abría nuevamente su abanico y echaba aire a su escote del vestido, en la parte del pecho.

La puerta se abrió en par para dejar ver una figura musculosa que, provenía de Naraku. Éste se encontraba parado frente a ambas mujeres, con un vaso de licor en su mano. Kagome lo observó de reojo y, a simple vista; le pareció un hombre vanidoso, perverso, sádico y sobretodo, alguien muy joven, con un cabello largo y negro como el carbón. Sus ojos eran igual de rojizos como los de su esposa y con una mirada penetrante.

— ¡Mucho gusto! Soy Taisho Naraku—se presentó con su voz varonil mientras bebió un pequeño trago del vaso. Kagura se acercó a su marido y lo tomó del brazo, como si éste se tratase de un tuvo duro y fuerte.

—Ella es la nueva niñera que contrato tu hijo—comunicó Kagura sin soltar el brazo de su amado.

— ¿Cómo te llamas, pequeña?—preguntó Naraku observando el rostro de Kagome para luego darle otro trago al vaso.

— ¡Kagome Higurashi!—contestó con una sonrisa que encantaría a cualquiera.
Naraku casi se ahago al escuchar el nombre de la joven, dejando caer el vaso de cristal que al hacer contacto con el suelo, se quebró en mil pedazos.

— ¿Estás bien?—preguntó Kagura quien golpeaba con suavidad la espalda de Naraku. Éste respiró hondo y se llevó la mano al pecho, con la otra le indicó a su mujer que todo estaba bien, solo se había ahogado con el líquido fuerte del licor que bebía. Aquel nombre le había causado tanta impresión que se puso nervioso.

 

Re: ¡Pobres los Ricos!

Cantidad de palabras: 1,904.
Hola chicas, muchas gracias por las críticas. Veo que fallo más en las tildes; malditas tildes.
Que bueno que les guste la historia. Espero que éste capítulo también sea de vuestro agrado.

¡Pobres los Ricos!​

Capítulo 3.​

​

—Así que tú serás la nueva niñera. ¡Vaya! Qué sorpresa, espero que te acostumbres a mis hijos—habló Naraku con una sonrisa fingida. Sus ojos rojos no paraban de observar y detallar a Kagome, sobretodo los rasgos de su rostro.

—Te daremos el día de hoy para que vayas a buscar tus cosas y te traslades a la mansión—comunicó Kagura abriendo su abanico; Kagome asintió con la cabeza. De pronto, llegó corriendo una niña de unos diez años, quien se abrazó de la pierna de Naraku.

— ¿Qué pasa Rin?—preguntó el hombre viendo a la pequeña niña abrazar su pierna; luego llegó otro niño de igual o más edad, que parecía perseguir a la niña—. ¿Qué le has hecho Hakudoshi?

El niño recién nombrado miró a su padre y luego a la niña; después, se volteó, y vio a Kagome con una sonrisa traviesa.

—Tú serás la nueva niñera—más que una pregunta, aquello había sido una afirmación por parte del pequeño albino—. Rin y yo veníamos a conocer a la nueva niñera; no es así, ¿Rin?

La pequeña se soltó del agarre y asintió con la cabeza para luego detallar a Kagome.

— ¡Qué linda eres!—exclamó la niña acercándose a Kagome.

— ¡Muchas gracias!

—Vaya, no se han dado cuenta que ustedes dos tienen un parecido—comentó Hakudoshi viendo a Rin y luego a Kagome. Naraku tragó saliva y alejo a la pequeña niña de la nueva niñera.

—Bueno, bueno; será mejor que entres a mi despacho, Kagome. Allí te explicaré todo—indicó Naraku dando espacio para que la joven entrara. Kagura cerró su abanico y se llevó a los dos niños del pasillo.

Miroku; quien había salido horas antes, volvió a la mansión en busca de una pertenencia que se le había olvidado y nunca salía sin ella. Al penetrar en la mansión, vio sentada en el sofá a Sango, que aún esperaba a su amiga. Rápidamente el joven de ojos azules se acercó hacía Sango y tomó su mano.

— ¿Con quién tengo el gusto?—preguntó con tono coqueto—. Oh, no me respondas; sé que es con una bella dama.

—Mucho gusto, soy Sango Kinomoto—se presentó la joven con un rubor en sus mejillas.

— ¿Y qué hace un ángel tan lindo, aquí solita?—piropeó Miroku tomando asiento al lado derecho de Sango.

—Lo que pasa es que mi amiga viene por el empleo de niñera, pero se ha tardado mucho; por cierto, ¿cómo te llamas?

—Miroku Taisho, a tus órdenes, muñeca—el joven se iba acercando cada vez más a la muchacha. Ésta por su parte se intimidaba y trataba de esconder el sonrojo.
De pronto llegó Kikyo e interrumpió los planes perversos de Miroku.

—Pasen al comedor. Darán la bienvenida a la nueva niñera—habló observando la vestimenta de Sango—. Usted ha de ser su amiga; también esta invitada a la comida.

— ¡No puede ser! Eso quiere decir que Kagome si obtuvo el empleo—exclamó Sango llevándose las manos a la cara.

—Tal parece que sí—comentó Miroku—, espero que ella sea tan linda como tú.

Ambos se levantaron del sofá y siguieron a Kikyo, que iba rumbo al comedor. Allí estaban la gran mayoría de los habitantes de ese enorme palacio; todos se encontraban en filas uno al lado del otro. Los pequeños iban de primeros, en donde comenzaban por Rin, Souta, Kohaku, Kanna, Hakudoshi, Inuyasha, Miroku quien se había incorporado al llegar y, por último; las brujas. Sango se quedó en una esquina sin saber que hacer, mientras los nervios la consumían. Luego llegó Naraku junto a Kagome. El primero camino con pasos firmes alrededor de todos.

—Inuyasha se encargó de encontrar una nueva niñera que cuide a los niños, y eligió una, con mi aprobación. Ella es Kagome…—levantó el brazo, e indicó a la nombrada. Kagome se sonrojo y comenzó a jugar con un mechón de su cabello—. Tengo fe en que ella podrá con ustedes y que no terminará como las anteriores. Está capacitada, es noble y gusta de los niños. Así que le pido por favor, que le den la bienvenida y la traten bien.

Todos miraron con fastidio y aplaudieron. Inuyasha estaba nervioso por la presencia de Kagome, tenía que vigilarla para que no abriera la boca. Sango se acercó a su amiga, la abrazo y la felicito por el empleo. Naraku ordenó tomar asiento en aquel comedor grande; él se sentó en la cabecera de la mesa, como todo dueño de una casa. Los demás se sentaron a su alrededor, los niños del lado izquiero y los adultos del lado derecho, donde estaban conformado por Inuyasha, Miroku, Kikyo, Abi y Kagura; ésta última diagonal al puesto de su esposo. Junto a los niños se sentó Kagome y Sango. Luego de que todos se acomodaran en el comedor, hablaran, susurraran y demás cosas ruidosas; llegó una anciana sostenida de un bastón, con cabello largo y canoso, y un ojo tapado por un parche negro.

— ¡Hola mis niños!—saludó la anciana dirigida a los pequeños.

—Hola abuela Kaede—respondieron todos al unisonó.
La anciana sonrió y tomó asiento en la otra cabecera de la mesa.

— ¿Quién es esta niña?—preguntó curiosa al ver a su lado derecho a Kagome.

—Madre, ella es la nueva niñera de la casa—respondió Naraku con los codos sobre la mesa.

—Es una buena noticia, así me ayudarás a cuidar a estos “angelitos” —le giñó el ojo que tenía visible a Kagome, la chica solo respondió con una sonrisa.

—Discúlpeme por la pregunta, Higurashi—habló Kikyo con seriedad mientras tomaba la mano de Inuyasha—. ¿Qué le ha pasado a su nariz?

—Bueno, lo que paso es que… ¡Auch!—no pudo terminar de hablar cuando recibió debajo de la mesa una patada, miró al culpable y era Inuyasha quien sonreía nervioso.

— ¿Te ha pasado algo?—preguntó Kaede preocupada.

—No se preocupe, solo sentí algo debajo y me asusto—contestó con una sonrisa fingida.

—Seguro que es Kirara ó Buyo, los gatos de los niños—comentó Miroku para luego dirigir la vista al escote corto de Sango, quien hablaba en esos momentos con su acompañante de mesa, que era Kohaku.

—Esos gatos—dijo Kagura con arrogancia mientras guardaba su abanico y se acomodaba el vestido.

—Basta de hablar y será mejor que comamos de una vez por todas; me estoy aburriendo—pidió Inuyasha cruzándose de brazos y recostándose en su asiento.

Naraku llamó a Ayame y la peli roja trajo consigo los platos de comida, junto con la ayuda de dos sirvientas más. Las tres jóvenes desocuparon las bandejas grandes encima de la mesa y luego se retiraron.

— ¡Buen provecho!—musitó Kagome con timidez. Todos asintieron, Rin hizo la oración y luego comenzaron a comer.

Sango y Kagome se miraban entre sí y luego sus platos de comida, no entendía que era aquello. Ambas trataron de no hacer el ridículo mientras comían. Cuando el almuerzo había terminado, todos se levantaron y se retiraron del comedor; Kagome fue junto a Sango a la sala, en donde estaba Naruku, Kagura y Kikyo.

— ¿Qué tal la comida?—preguntó Naraku con una sonrisa mientras tomaba asiento y cruzaba las piernas.

—Bien, muy rica.

—El viejo Miouga siempre se luce con la comida. Él es nuestro chef—contó Kagura sentada al lado de Naraku, mientras que al otro lado estaba Kikyo, su hija.

—Será mejor que vayas a tu casa y traigas tus cosas—comentó Naraku—, tu cuarto ya está listo.

Kagome asintió con la cabeza y se levanto del sofá junto con Sango. Ambas salieron de aquella mansión y se dirigieron al barrio en busca de las pertenencias de Kagome; allí las esperaba Koga desde hace un buen rato, su turno había acabado hace dos horas y fue a la casa de la madre de Sango a esperar a sus amigas. Cuando llegaron las dos chicas, le contaron lo sucedido a Koga y a la señora Kinomoto, quien había cuidado de Kagome desde que era una niña.

—Promete que vendrás todos los días, o al menos cuando puedas.

—Lo prometo señora Kinomoto.

—Y yo trataré de ir a visitarte en esa enorme mansión—habló Sango abrazando a su amiga.

—Yo también iré a visitarte, Kagome—dijo Koga tomando las manos de Kagome—. Si algún patán de aquella casa de ricos te llega hacer daño, no dudes en decírmelo.

—Está bien—rió nerviosa—. Será mejor que me vaya, ya es de noche y el chofer de la mansión me está esperando.

Todos se despidieron de Kagome mientras la joven decía adiós, desde el auto en donde estaba montada. El chofer arrancó a la señal de Kagome y fueron rumbo a la mansión Taisho; al llegar, la joven se bajo y con la ayuda del chofer, llevo sus cosas —que no eran muchas—, hasta la sala de la casa.

—Al fin llegas, mocosa.

—Inuyasha, que no me digas así; no entiendes.

—Feh, como sea. Tu cuarto queda en el segundo piso, pisando el fondo—comunicó el joven cruzado de brazos—. No es tan grande como los demás, pero para ser de la servidumbre…—se quedó en silencio y miró a Kagome—, ¿Ya no te duele la nariz?

—Un poco, solamente. Mañana me puedo quitar la venda, no te preocupes—contestó tímidamente, brindándole una sonrisa angelical al joven Inuyasha; éste se ruborizo un poco y desvió su mirada.

—Mañana podrás decorar tu cuarto a tu gusto —dijo frotando su brazo y mirando el suelo—. Cuando lleves tus cosas arriba, ve a la cocina y ayuda a Ayame con la cena.

Kagome asintió y cogió la pequeña maleta que estaba sobre el suelo. Subió las escaleras de mármol hasta llegar al segundo piso; allí se detuvo para ver que pasillo coger, si el derecho o el izquierdo. El idiota de Inuyasha no le había dicho con exactitud la ubicación de la recamara. Optó por tomar el pasillo derecho; era largo y sus paredes estaban decoradas por cuadros grandes que colgaban. Se detuvo frente a una puerta de madera muy llamativa y lujosa, la abrió con cuidado y penetro en la recamara que “supuestamente” creía que era de ella.

Era un cuarto sumamente grande, y su decoración estaba entre azul, negro y blanco; que le daba un toque de glamur. Las lámparas estaban encendidas por la oscuridad que penetraba por la enorme ventana que daba vista a la alberca. La cama era enorme y estaba bien extendida; sin ninguna arruga. Siguió observando el cuarto hasta que escucho el ruido del agua de la regadera.
Alguien la ha dejado abierta; será mejor cerrarla; pensó Kagome terminando de abrir la puerta negra del baño.

— ¡Oh, por Dios!—exclamó llevándose las manos a la boca y abriendo los ojos como platos, mientras sus mejillas tornaban otro color. Seguro los tomates de la mansión estarían en huelga por haber algo más rojo que ellos.

Allí, parado, se encontraba un hombre muy atractivo de cabellera larga, con pectorales bien definidos, un abdomen marcado; brazos largos que se delineaban al ser presión. De piernas fuertes que sostenían un buen trasero. Cuando los ojos de Kagome dieron con la parte íntima de Sesshomaru; la joven dejo una mano en la boca y la otra la subió hacía sus ojos para dejar de ver el cuerpo de ese hombre, que a simple vista era muy guapo, era casi perfecto, un ángel caído del cielo. Continuara…

Dejo una foto del comedor de la mansión, para que sepan como es; ya que tal vez, a futuro, haya varias escenas en el comedor.
También dejo el cuarto de Sesshomaru y, el baño del mismo cuarto. Como podrán darse cuenta, donde queda la regadera, lo único que cubre es un vidrio trasparente. Así que cualquier persona que se bañe allí podrá ser visible a cualquiera que entre; en este caso, le paso a Kagome, que entro y vio a Sesshomaru desnudo, y bañándose.