Tragedia Falda

Tema en 'Relatos' iniciado por Mary Shirou, 17 Diciembre 2018.

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    Mary Shirou

    Mary Shirou Star Witch

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    Escritora
    Título:
    Falda
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3544
    Esto es para el reto 30 días de escritura, aunque me demoré harto en realizar el primero xD

    Advertencias: No tiene final feliz, puede que redunde en algunas palabras al no haber escrito hace tiempo, y que no agrade este tipo de historias a algunos, pero como hacia tiempo q no escribía, bueno... No es que me importe mucho :P

    Saludos y disfruten

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    No importaba lo que le dijeran, ella nunca usaría falda a voluntad propia.

    No importaban los comentarios de sus amigas, destacando las largas, pero carnosas piernas que lucía cada vez que usaba traje de baño. Claro, sólo con ellas, ya que no deseaba que ningún hombre se percatara de un pequeño detalle que, si se podía ver, la hacía ver más bella, al menos, a opinión de sus amigas.

    A la altura de sus nalgas, casi como si fuera un conjunto de lunares, se había tatuado una pequeña flor de lis. Era de color negro, de tamaño pequeño, pero para el que sabía observar, entre los lunares y la piel se notaba claramente que la flor de lis parecía de dos colores y eso la hacía ver más atractiva.

    Alguna vez, estando con traje de baño, más de algún hombre se le declaró, y, peor aún, el más directo le insinuó la promesa de los placeres más exquisitos si le permitía al menos una noche de pasión. Eso le hizo ponerse colorada a más no poder y, a partir de ese momento, se prometió no mostrarse abiertamente, a menos que fuera del momento de encontrarse con aquel que le moviera su corazón.

    Sólo se permitía mostrarse con traje de baño o minifalda cuando estaba rodeada de sus amigas o de su familia. Con ellos se sentía segura y acompañada. Y sabía que, con la vista de los suyos, podrían encontrar a aquel que sería el único para ella.

    Sin embargo, esa noche era diferente.

    Le habían dicho que se vistiera lo más bella posible, recordándole que era su cumpleaños y era la fecha más especial de su año, por lo que tenía prohibido cohibirse o declararse menos de lo que realmente era. Que se peinara bella, que usara el maquillaje suficiente para resaltar su mirada y sus labios. Nada más ni nada menos.

    Confundida, ella se arregló, colocándose calcetas tipo media que le quedaban más arriba de la rodilla y una minifalda negra que dejaba ver claramente sus muslos.

    Se echó un poco de perfume y salió de su departamento. Lo bueno de su círculo de protección era que los suyos la cuidaban tanto, que a la bajada de su edificio estaba su hermano con la motocicleta lista para llevarla al lugar de la celebración. Tomó el casco, se subió atrás de él y ambos emprendieron camino a su destino.

    En el trayecto, dejando la vista de sus muslos, ella tuvo que aguantar los diferentes piropos que le daban en las paradas de semáforos. Afortunadamente, el casco le impedía mostrar la vergüenza que sentía, pero si hubiera sido por ella, habría preferido ir en auto si tenía que estar pasando eso. Sin embargo, había sido la voluntad de su familia que fuera así, sin importar las razones.

    Su hermano intentaba darle el mayor consuelo, pues comprendía los motivos que había dado su familia para realizar el trayecto de esa forma, pero sabía que ese tipo de consuelo no sería suficiente.

    Mas, todo era para que el plan que había realizado su familia se cumpliera bien.

    Llegaron finalmente a su destino y ella se sorprendió al ver que habían llegado a una gran mansión en lo alto de un cerro. Estaba iluminado con luces de diferentes colores, con azul y verde como colores principales. Tenía adornos florales de lirios y flores de jacarandá, terminadas en plantas de diferentes tipos.

    Descendió de la motocicleta y comenzó a avanzar por el pasillo peatonal al interior de la mansión. En su caminar, comenzó a observar a los integrantes de su familia, numerosos como siempre, que la acogían y la saludaban como si no los hubiera visto hacía tiempo. En algunos casos era así; en otros, en tanto, los veía diariamente y eso hacía que se riera a carcajadas al escuchar los comentarios de hacía años que no te veía.

    También observó a sus amigas de la infancia y otras tantas que habían comenzado a formar parte de su vida en este primer año de universidad. A los antiguos, los saludaba de abrazos y sentidos saludos. A los nuevos, en tanto, era con saludos corteses, de mano o de beso en la mejilla a los más cercanos.

    Ella sabía que todos estaban reunidos porque era su cumpleaños, pero en otras ocasiones le habían aceptado que fuera más recatada en su vestimenta. ¿Qué era lo que había de especial ahora?

    Mientras entraba al salón principal, pudo distinguir las luces fluorescentes que iluminaban la zona dedicada al baile y cómo la música electrónica daba sus primeros acordes, mientras que un sujeto contratado para ser el animador daba los saludos de bienvenida a esta celebración y, con un gesto de su mano, mostraba que había llegado la invitada de honor.

    Ante el gesto, automáticamente se escucharon los aplausos de los asistentes, los que ovacionaban a la recién llegada, lo que hizo se ruborizara a más no poder ya que no estaba acostumbrada a recibir halagos de otras personas que no fueran sus familiares cercanos.

    Recibió unas palmadas amistosas de los más cercanos tratando de animarla y ella comenzó a caminar hacia un escenario que estaba preparado con un trono y flores del mismo tipo que la entrada. Ella sabía que las habían escogido porque eran sus favoritas, más allá del significado que ambas tenían para otras personas.

    Ella escuchó con atención los discursos que le daban sus familiares y sus amigos, deseándole parabienes y felicidades por su cumpleaños. Otras personas, que ella apenas conocía, le deseaban lo mejor; a ellos apenas les prestó atención.

    Luego, comenzó el baile.

    Ella escogió seguir bailando con familiares, ya fuesen hermanos o primos, como prioridad. Sólo con amigos muy cercanos ella se dio el lujo de bailar, aunque no rechazó conversar con ellos en ciertos momentos, compartiendo una copa de licor o comiendo uno de los sándwiches que habían preparado para la ocasión.

    Todo en la fiesta iba bien, hasta que su, padre, ya pasada la medianoche, se acercó a ella y le susurró algo al oído. Ella asintió, sabiendo sus intenciones, pero con cierta palabra ella agrandó los ojos de la sorpresa, para luego exclamar, llena de indignación:

    — ¡No! ¡Este es el siglo XXI, no aceptaré que me comprometas con alguien que ni siquiera conozco!

    Sólo esa exclamación bastó para que se cortara la música, se apagaran las luces y todos se quedaran mirándola, asombrados y atemorizados. Nunca la habían escuchado gritar así.

    Su padre intentó hacerla entrar en razón. Le recordó que, por su estatus social, ella se veía obligada a rodearse de cierto círculo de amistades que le asegurarían una posición en la sociedad y que, aunque no era la mayor de la familia, su prioridad era mantener el buen nombre de su familia y de aquellos que la rodeaban.

    Ella se quedó mirándolo como si fuese la primera vez que lo reconocía. Retrocedió unos pasos y, al ver que tenía por donde salir, arrancó como si fuese perseguida por una horda de demonios, ante la mirada atónita de los invitados y el cejo fruncido de su padre.

    Un joven se acercó al varón y, luego de susurrarle algunas palabras, caminó con calma hacia la salida, siguiendo la ruta tomada por la cumpleañera. Mientras, el padre saludaba a los invitados y los invitaba con amabilidad a retirarse, ya que la fiesta había terminado. Algunos protestaron por lo drástico de la decisión, pero comprendían que no había mucho sentido en continuar en un lugar donde la celebración claramente había terminado.

    Ella, ajena a lo que ocurría en la mansión, seguía corriendo a más no poder, hasta que se acabaron sus fuerzas y su respiración se volvió imposible de recuperar en el momento. Se sentó en el pasto, sintiendo que sus piernas ya no daban más y comenzó a reflexionar sobre lo que había pasado momentos atrás. Se sintió ofendida, creyendo firmemente que lo vivido no era más que una farsa que tenía el objetivo de embaucarla en un compromiso que no deseaba. Siempre había pensado que terminaría su carrera — arquitectura — y que, en el momento que ella deseara, buscaría a alguien que se sintiera atraído por ella, no por su dinero, sino que por lo quien ella era en verdad… Alguien con quien pasearía de la mano sin tener que ocultar nada y que realmente le diera felicidad.

    Tan concentrada estaba en sus pensamientos, que no se dio cuenta que estaba acompañada por un joven, más o menos de su edad, un poco más alto que ella y con musculatura definida, que la miraba con intensidad, sin saber realmente qué decirle.

    — ¿De verdad crees que huir es una solución? — preguntó, con voz ronca.

    Ella se sobresaltó al escuchar la voz y se concentró en observar a su acompañante. Al notar que no era de los que ella conocía, respondió, enojada.

    — No me conoces. No me has dicho tu nombre. Llegas a mi lado como si me conocieras de toda la vida y te das el permiso de juzgarme. ¿No crees que es inadecuado de tu parte meterte en lo que no te incumbe?

    Él parpadeó, sorprendido de la rudeza de la chica, pero no se olvidó del motivo por el que estaba ahí.

    — Y tú llegas, te diviertes, y cuando llega el momento de enfrentar las cosas serias, huyes como un animalito asustado — replicó, tratando de mantener la calma.

    Ella, no obstante, no estaba con el deseo de escuchar a quien no conocía y se dispuso a marcharse. Sin embargo, él la agarró firmemente del brazo y la hizo quedarse en su lugar. Ella intentó zafarse del agarre, pero él la sostuvo con aún más fuerza por lo que, frustrada, se quedó finalmente en el lugar.

    Pasaron minutos en silencio, ella, por sobre todo, resistiéndose a entablar relación con quien la estaba juzgando tan cruelmente. Él, en tanto, sabía que solo debía esperar a que se calmara para seguir su conversación.

    Ella intentó dos veces más escaparse del lugar, pero nuevamente él la retuvo usando solamente la fuerza de sus brazos. Obviamente, ella se dio cuenta que sería inútil resistir y se acomodaba nuevamente, esperando que fuera él quien se hartara de estar ahí.

    Mas, para su infortunio, él no tenía signos claros de querer alejarse.

    — Sigues como una niña pequeña. Ciertamente tu padre está decepcionado de ti — habló él, con voz cansada.
    — Honestamente, a mí ya no me importa — respondió ella, con voz cansada: — Una persona que vende a su hija para mantener su status social no merece la pena. Y tú, que haces esa declaración, definitivamente eres de esa clase de individuos que sí se vendería ya fuera por dinero o por estatus. En realidad, me daría vergüenza tener una pareja así.

    Él se quedó de piedra ante la declaración. Ella aprovechó el momento, se puso de pie y se alejó, sin intención de mirar atrás.

    Siguió su camino, ya más tranquila, claramente con la meta de llegar a su departamento y partir de allí a algún lugar donde nadie la reconozca. Caminó hasta llegar, aun cuando aparecían ya las primeras luces del alba.

    Llegando a su destino, hizo un par de llamados, un par de transferencias y luego comenzó a arreglar sus cosas para lo que parecía ser un viaje largo y extenuante, al menos de lo que alcanzó a explicar al pedir sus viajes. Escribió un par de cartas, las selló, tomó su billetera donde colocó algo de dinero que sacó de un cajero automático, sacó sus tarjetas y las rompió de tal manera que no podría nadie rastrearlas. Tomó su maleta y salió del edificio donde ya la esperaba un taxi. Dio un par de indicaciones y el taxi partió a toda velocidad, sabiendo que ya no le quedaba mucho tiempo…

    ***

    Durante días se habló de la partida de una de las herederas de la empresa más poderosa de alimentación del país, y muchos se preguntaron sobre los motivos para su partida.

    Nadie había pensado que luego de esa fiesta de cumpleaños tan catastrófica ella tomaría una decisión tan drástica, cuando lo normal era que después que las cosas se calmaran, se conversaría y se tratarían de solucionar los problemas provocados por decisiones de este tipo.

    En las cartas, se indicó claramente que la dieran por muerta, que no aspiraba a recuperar algo de la riqueza que pertenecía a su familia y que terminaría su carrera de una u otra manera, siempre y cuando no hubiera dineros de la familia de por medio. Agradeció a sus hermanos por los tiempos vividos, pero les recordaba que, aun si la llegasen a buscar, ella pretendía no reconocerlos en el momento que la vieran, mucho menos si mencionaban a su padre en el discurso.

    Ajena a sus deseos, durante meses se intentó buscarla en diferentes países donde la compañía tenía contactos, como si la subestimaran lo suficiente para para creer que ella tomaría esa clase de decisiones.

    Ella, en tanto, fue a un país ubicado en otro continente, donde había comenzado a cerrarse las fronteras a empresas que intentaban crear imperios en el país. Eso, porque se intentaba proteger a la cultura, economía y tradiciones del país, aun si eso implicaba aislarse de las macroeconomías. Se sintió a gusto, ya que conocía el idioma y podía comunicarse sin problemas con sus habitantes. Hizo los trámites para seguir estudiando arquitectura y, por lo que pudo comprobar, no tuvo grandes problemas para adaptarse a su nueva vida.

    Comenzó a trabajar en un café cercano a su universidad, en el cual disfrutaba conocer las diferentes historias de los estudiantes y profesores que llevaban años ahí. En sus ratos libres se dedicaba a trabajar con todas sus fuerzas en construir proyectos que podrían ayudar a mejorar las vidas de las personas que le habían permitido tener una mejor vida, fuera de los lujos que había tenido siempre y de los cuales ahora se arrepentía de haber tenido, sabiendo que todo era para luego ser vendida para mantener el nombre de la familia.

    De una u otra manera, aunque a veces extrañaba a sus amigos y hermanos, sabía que aquí era realmente feliz. Tan feliz, que ahora sentía menos vergüenza de mostrarse tal cual era y que podía vestirse de la forma más relajada posible, mostrando incluso su tatuaje del muslo… u otros tatuajes que ya había comenzado a adquirir con el paso de los años.

    En el último año de universidad conoció a un joven que había sido transferido para realizar el último año de ingeniería y que, al igual que ella, había huido de su realidad para tener una vida mejor. Con el paso del tiempo, se enamoraron y, luego que él declaró que no regresaría a su país natal para así quedarse con ella, por lo que parecía ser una eternidad y le propuso matrimonio, sabiendo que ambos deberían ser felices por siempre. Ella aceptó, feliz, pensando que eso había sido lo que realmente deseaba para su vida.

    ***

    En el día del matrimonio ella estaba tan nerviosa como en aquel cumpleaños, años atrás.

    Sentía, al igual que aquel día, que se estaba realizando demasiados preparativos para algo que pensaba que iba a ser con los cercanos y amigos que había tenido en aquellos años, y, por lo tanto, no debería haber sido tanta la tensión.

    Sus amigos se encargaron de llevarla a la Iglesia, sabiendo que no tendría nadie con quien entrar al altar, mientras que el novio acogía a las personas, tanto nuevas como algunas que parecía como si las conociera de toda la vida.

    Ella se subió al vehículo, aún nerviosa. Sabía que nada podría salir mal, pero no podía asegurarse de nada. Eso lo había aprendido de aquel cumpleaños fatal.

    Cuando salió del vehículo, casi se cayó de la sorpresa al ver que, junto al novio, se encontraban sus padres y hermanos, quienes la miraban como si no hubiera pasado nada, como si el tiempo en el cual ella se permitió declararse como muerta no hubiera pasado. Junto a ellos, el novio, sonriente, como si hubiera obtenido una victoria, la miraba como si hubiera ganado un juego, con ella como trofeo mayor.

    Ella se detuvo, entre sorprendida y enojada al ver la escena.

    — ¿Qué significa esto?
    — Te lo responderé luego que nos hayamos casado — dijo él, con una sonrisa autosuficiente y con un tono diferente, el cual ella reconoció al instante.
    — ¿Tú?

    Al ver la sonrisa amplia del otro, ella sintió flaquear sus fuerzas, como si se le hubiera caído el mundo encima.

    — Viendo que, si me mostraba tal cual, volverías a huir, no me quedó otra que ganarme tu confianza — y se acercó, confiado: — Recuerda, me viste como aquel con quien cumplirías tus sueños y no como un producto que iba a ser vendido.

    Ella sintió que lágrimas rodaban por sus mejillas, sintiéndose traicionada y abandonada.

    — No intentes huir de nuevo. Ya sabes que te encontraré, mi novia fugitiva. Y si tengo que reescribir mi historia contigo mil veces, así lo haré. Al fin y al cabo, este año de conocerte realmente me sirvió para conocer tus fuerzas y debilidades, e incluso puedo intuir a donde te irías en caso de huir otra vez — e intentó acercarse para acariciar su mejilla, pero ella lo apartó con un movimiento de su brazo.
    — No me casaré contigo, aunque fueses el último hombre que quedara en este planeta declaró, con firmeza: — Menos si me engañaste de esta forma.
    — Tú te permitiste engañar y soñar, como cualquier mujer romántica… —

    En ese momento, ella terminó de acortar la distancia entre ellos y le pegó una cachetada que le hizo retumbar la cabeza. Él no se había dado cuenta, pero pese a conocerla tan bien en ese tiempo no había caído en cuenta que ella estaba entrenando para no ser la debilucha que no pudo resistirse en aquella fiesta.

    — Sí, y con esto me demostraste que estaba en lo correcto al no querer casarme contigo en aquella ocasión. No eres más que un ser para venderse al mejor postor y que sólo quiere una mejor posición en la vida. Gracias por hacérmelo mostrar antes de casarnos y no después. No te das cuenta de la posibilidad que me diste.

    Acto seguido, rompió la falda de su vestido y, sin siquiera hablar a su familia, agarró la primera motocicleta que vio a la vista, descuidadamente con llaves, y arrancó a toda velocidad, sin importar si atropellaba a alguien en el camino y se dirigió al departamento que arrendaba, donde revisó algunos papeles.

    Ahí comprobó que, efectivamente, su familia no había arreglado las cosas en la universidad, por lo que el esfuerzo alcanzado era de ella y sólo de ella. Por lo tanto, ya que parecía que él la iba a buscar siempre en lugares civilizados, se preguntaba qué podía hacer si se iba a uno que no lo era tanto.

    Porque entre eso, seguir siendo perseguida hasta el fin de sus días, dejarse morir — y no era de pensamientos suicidas —, y esa opción, pues… Era la mejor opción de todas.

    Tomó su celular y marcó un número, el cual no esperaba utilizar, pero que sabía que era su carta bajo la manga en caso de emergencia.

    — ¿Sí? ¿Director? — se escuchó una voz afirmativa del otro lado: — Sí, sé que usted sabía que hoy era en mi matrimonio, pero ocurrieron algunas cosas no muy… satisfactorias, por lo que cancelé el matrimonio — y esperó con atención la respuesta: — Sí, lo llamaba para decirle que acepto su propuesta… Que si voy a morir que sea por mis sueños y no ser muerta en vida permitiendo que otros dicten lo que voy a hacer. Lo único que le pido es si me puede alojar en otra parte… Aquí mismo ya soy una mujer perseguida.

    Se escuchó que le respondían afirmativamente y ella colgó, agradecida.

    Ahora solo quedaba arreglar una última vez su equipaje para irse de ahí, a donde él no la podría alcanzar más…

    ***

    Sólo dos años después, salía la noticia que ella había muerto cumpliendo una misión de viviendas sociales para familias sin recursos y que la habían golpeado de tal manera que lo único reconocible eran los tatuajes que había obtenido en sus años de felicidad.

    Muchos de aquel país donde trabajó la despidieron con honores y no permitieron que su familia, por mucho dinero que tuviera, repatriara sus restos, ya que también fue una gran activista contra los matrimonios de conveniencia, algo que ella estuvo a punto de vivir dos veces.

    Y él, mientras tanto, sin ser convencido de su muerte, recorrió cielo, mar y tierra para encontrarla alguna vez y declararle, sin ataduras, que todo el matrimonio de conveniencia fue para no decirle que él ya la amaba desde el momento que la conoció, antes incluso de aquel cumpleaños fatal que la convirtió en su amor fugitivo, en su musa de sueños…
     
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    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
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    Pluma de
    Escritora
    Bueno, a mí en realidad me ha gustado el relato bastante.

    Me gustó el cambio que la protagonista sufrió en cuanto se enteró del matrimonio convenido. Digo, se veía a leguas que le muchacha era más tímida y reservada por eso de que sentía vergüenza de que los hombres la piropearan por su tatuaje; eso, era alguien insegura pese a que se describe que tenía una gran vida. Pero en cuanto descubrió que su libertad y su derecho a tomar decisiones iban a serles quitados, mira, se puso ahora sí que los pantalones y no sólo rechazó la idea de un matrimonio forzado, sino que hizo todo lo que estuvo a su alcance con tal de no vivirlo y de rechazar de plano esa mentalidad de su padre y de las macroempresas.

    También me gustó el paralelo que hubo rehecho su vida hasta casi casarse. Esas mismas sensaciones de tensión, nerviosismo y hasta mal presentimiento que una vez tuvo en el día de su cumpleaños y que se repitieron cuando estaba a punto de casarse fueron muy apropiadas, sobre todo porque al final eso sí que resultó ser controlado por su ex prometido y familia.
    En general, me ha gustado mucho el relato y que mostraras a un mujer, bueno, bastante rebelde y necia, pero que al fin y al cabo fue leal a lo que ella pensaba, fiel a sus ideales hasta la muerte. Pero eso de que el tipo no dejara de buscarlo pese al anuncio de su muerte es pasarse; más que amor y tal me parecía una obsesión.
    Pues nada, espero que estés bien. Te cuidas.

    Hasta otra.
     

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