The Hunger Games Fósforo [AU]

Esta historia se desarrolla en un mundo distinto al canon por lo que los sucesos y personalidades podrían variar. Es para la actividad Ruleta del destino, desarrollada por la talentosa y bella Pire.



En algún lugar de Sudamérica...


Comenzó como un falso grito de esperanza, alas ilusorias para ojos desesperados ansiosos por surcar cielos nuevos, promesas vacías como todas aquellas que emitían los de su clase. Nuestra degradación fue gradual y silenciosa, el pueblo era un adicto a la nicotina absorbiendo por si mismo lo que lo destruía, ansiando más, mientras que ellos posesionaron sus piezas para satisfacer su admisión y aunque la vaca se encontraba escuálida y apenas de pie la drenaron hasta no poder más.


Hoy este pueblo sufre aunque el resto sigue expectante, observando, tal vez reprobando cada acción, condenandola, pero simplemente expectante. Somos perseguidos, mientras que animales de carroña buscamos obtener lo necesario para vivir de las ruinas que alguna vez conocimos como hogar. Somos simples niños, pretendiendo ocupar el lugar de los que hemos perdido.


— ¡Peeta corre!— le indico al chico rubio que sigue de cerca, mientras me giro un momento sin dejar de correr.


Sus padres administraron una panadería en los tiempos en los que ya era un lujo para la mayoría este alimento, como a la mayoría de las personas más acaudaladas las consideraban simpatizantes del gobierno, pero podían estar más equivocados, él era un chico dulce con el que siempre pude contar, sus mensajes en mi celular con su exagerado optimismo por la situación y su idea de volverse ilustrador algún día me hacían creer en días mejores, me regalo muchos dibujos, todos decían que le gustaba y creo que él igual a mi, pero este sitio no daba lugar para sentimentalismos adolescentes.

— Ella esta muerta...— respondía en chico apenas con un hilo de voz sosteniendo el cuerpo inerte de una chica.

Al principio eramos 24, dos de cada sitio de la ciudad, algunos de padres con ciertas influencias que habían atrapado justo antes de salir del país una vez que las ultimas elecciones terminaron y se instauró por siempre su dictadura aun con más fuerza, otros eran de barrios bajos como yo, títeres comprados a base de comida y recursos, luego amenazados con la privación de estos, al final aniliquilados sin remordimiento.

La comadreja, que era como se le apodaba a la chica que sostenía Peeta, era de los mismos barrios bajos que yo, entre inseguridad y miseria, había aprendido a pasar desapercibida, así se había mantenido viva, más el hambre como a otros, la había vencido, pues a estos monstruos no les bastaba matarnos de inanición, pretendían darnos esperanza con alimentos ya carentes incluso para ellos y envenenarlos.

— No hay nada que podamos hacer, tenemos que mantenernos unidos— le índico desesperada a Peeta que al final la suelta.

No es que significara mucho para él, de hecho, la mayoría de nosotros apenas nos conociamos. Le tomo la mano mientras llora impotente, lo comprendo, lo mismo he sentido cuando cayó Cato ese maldito cretino rico que pereció en una lluvia de balas, lo detestaba, pero era uno de nosotros al final, un ápice familiar qu como todos, nos consolaba al haber perdido a los que amábamos.

Sujetaba ya mi mano a la mía, corríamos apenas tocando el piso, sus pisadas cada vez mas próximas, los disparos, los gritos de temor. Andábamos ya sin rumbo ni destino, aferrándonos apenas a seguir, sin embargo, un giro en nuestros pasos terminó condenándolo todo.

Dos paredes altas a los lados, un poste de luz echando chispas bloqueando el otro lado del pasillo, giramos nuestros rostros viendo como bloqueaban el otro lado, en la oscuridad nos buscamos resignados, era nuestro fin, pero al menos seria juntos. Peeta busco en su mochila, sacudió una pequeña caja mientras que los hombres armados se detenían esperando desnfundara un arma.

— ¿Fosforos?— le preguno en un susurro.

— Al menos quisiera ver tu rostro completamente una ultima vez.

El chico no tenia remedio, había estado cerca de armas, tal vez con alguna les hubiéramos hecho frente, estamos apunto de morir y a él le preocupa ver mi rostro, su preocupación casi absurda por estas nimiedades, siempre la he amado.

Enciende la luz mientras apuntan con sus armas, observo con la luz amarillenta su sonrisa y aun allí evoca la mía, parece el fin de todo y de cierta manera me consuela sea así. Entonces, por primera vez en tanto, el destino que se a burlado tanto de nuestra suerte, da una, no todas las que nos debía a nuestro favor. El fósforo resbala por sus manos, a pesar del viento su llana prevalece hasta el suelo, allí reacciona alimentando combustible que en segundos crepita en llamas hasta alcanzar el poste de luz caído detonando en una explosión, por instinto segundos antes nos hemos tirado al piso y el fuego repentino y el estruendo siguiente a enfrentado dos grupos militares, que confundidos se han disparado entre si.

Una bala le ha rozado una pierna a Peeta, a ocurrido por que me ha protegido con su cuerpo, un par de manos nos levantan y apenas comienzo a poner resistencia me indican que están de nuestro lado. Me dicen que duerma pero yo no quiero y me mantengo al lado de él. Hasta el último segundo se mantuvo firme en sus ideas y tenía razón, tal vez haya esperanza, probablemente esta no siempre fuera evidente pero se esconda en las pequeñas cosas, después de todo, unos fósforos han salvado nuestra vida.