One-shot Fénix (Locke&Celes) [Final Fantasy VI]

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por Cygnus, 3 Julio 2018.

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    Cygnus

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    Escritor
    Título:
    Fénix (Locke&Celes) [Final Fantasy VI]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1329
    —Celes.

    La fase de Locke se estancaba en una profunda negación. La de Celes había perdido su congruencia desde siempre. Ella intentaba encontrar su mirada en el reflejo del río sinuoso que navegaba cristalino a sus pies.

    —Celes, mírame.

    No había respuesta. El dolor la había carcomido por dentro. Desde lo más profundo de su triste corazón, un grito ahogado quería salir arrancado de su pecho. De aquel corazón que se suponía que estaba cerrado con muros de acero y que últimamente le había recordado una y otra vez que, por alguna desdichada razón, seguía viva.

    —Sólo quiero que recuerdes mi nombre... Sólo murmúralo.

    —Eres Locke Cole. Quieres que diga eso, ¿cierto?

    Celes respondió con prisa para evitar que su garganta quebrada le jugara una mala pasada. Ya no pudo encontrar su reflejo en el río. Sus ojos comprimían las lágrimas que parecían querer manarle en torrente, luchaba contra sus instintos. “Eres Locke Cole”, respondía también en su mente. No podía entender si, en el fondo, quería complacerlo o simplemente quería evitarlo.

    —Celes...

    Locke sentía su respiración agitada. Lo había dado todo por ella. Incluso podía recordar a detalle cómo, un año atrás, había arriesgado su vida salvándola de las garras del Imperio justo antes de ser ejecutada por alta traición. Nadie se lo había pedido, y sin duda, ella parecía olvidarlo... ¿Por qué le pagaba con tan injusta moneda?

    —Y tu corazón continúa encadenado —complementó la joven, girando su rostro hacia él. Aquellos ojos hechos agua denotaban su pasión—. Y el mío, de cierta manera, también lo está. Y estamos condenados. Pero... pero no lo siento por mí. Mi congoja completa es por ti y tu eterno dolor. Por mí... no siento nada ya.

    “Eres Locke Cole”. Aquella frase era lapidaria para los oídos del aventurero. Su alma se estremecía y parecía querer romperse en pedazos dentro de aquel cuerpo frágil. ¿Por qué su antigua amada Rachel había tenido que perder la memoria por completo luego de aquella excursión en donde, por salvarlo, había caído de un precipicio? Recordaba cómo días enteros los pasó en vela al lado del lecho de su compañera, quien se hallaba en recuperación tras el golpe, esperando un milagro de la diosa. Pero Rachel no se recobró nunca de aquella triste amnesia, y cada día lo reconoció menos. “Por favor, tan sólo quiero que recuerdes mi nombre... sólo murmúralo”, le había rogado el joven Locke arrodillado en el borde de aquel destartalado colchón. Rachel, con la mirada extraviada, sólo movía los labios, indecisa, sin que el aire que emitía lograra articular aquella débil palabra.

    —No es verdad que mi corazón esté encadenado —mintió Locke y se sintió deplorable, pero continuó—. Celes, tú eres lo único que me queda en este mundo. Es un milagro poder encontrarme de nuevo contigo, después de que te creí muerta cuando el mundo quedó en ruinas por lo de Kefka...

    Pero Locke sentía una puñalada en el pecho por su propia traición. Rachel, después de su eterna convalecencia, había muerto a manos del Imperio, sin jamás haber recobrado su memoria. El peso de aquella muerte, de su inseparable compañera, lo cargaba él sobre sus hombros, con la ominosa culpabilidad. Era un tormento atroz. ¿Por qué Celes no podía entender su propio duelo?

    —Tú, Locke... tú no me amas, ¿cierto? Tú amas lo que el tiempo se ha llevado —carraspeó Celes—. Yo soy sólo una imagen vaga de tus ideales. Quisiera que lo pudieras reconocer.

    Celes pateó la orilla del río con la punta de su bota. “Yo soy sólo su frustración de que Rachel no está más aquí”. Ella nunca se había sentido nada digno de ser amado. Era despreciable. Sólo un elemento más de un imperio al que le había vuelto definitivamente el rostro por aquel hombre que le demostró, en apariencia, que podía haber un camino más allá del poder y la integró a los Replicantes. Y cuando la carcasa vacía que era el alma de Celes apenas se había llenado de esperanza, de calidez, de cariño... cuando había creído en él... el recuerdo de Rachel continuaba en el aire y la liquidaba.

    Ella nunca podría ser como la difunta amada de Locke. La aventurera perfecta. El verdadero amor. Ella era un reemplazo para saciar el dolor de haberla perdido.

    —He pasado un largo luto por ella, es verdad —respondió el ladrón después de una amplia pausa—. ¿De qué manera puedo demostrarte que ahora eres tú lo que representa el verdadero cambio en mí?

    —Haber arriesgado tu vida por conseguir ese Fénix para revivir a Rachel unos segundos no ayuda a creerlo... —dijo en voz muy baja Celes.

    —Celes, ella era Rachel...

    Era verdad. Era egoísta. ¿Acaso ella no hubiera dado todo de sí por revivir, aunque fuese unos segundos, a su querido Cid, que había perecido porque ella involuntariamente lo envenenó? Pero quizás sería esa ausencia de aire, ese desprecio por el mundo. Y ese brillo que le representaba Locke, su última esperanza, su único motivo para continuar aferrada a no quitarse la vida, tal como lo había intentado apenas unos días atrás.

    Pero ante Locke ella era poco menos que un estorbo al que engañaban continuamente para tenerle ahí, fiel como el más leal de los Chocobos.

    “Él haría lo que fuera porque yo actuara y luciera como Rachel. Le di la respuesta correcta, pero eso sólo lo llenó de angustia y pesadumbre. Ella lo era todo. Yo no soy nada. Pero, ¿es que acaso no he sabido eso durante toda mi vida?”

    Celes tomó la mano de Locke. Estaba aún cálida, pese a hallarse a plenilunio, entre la brisa del río y el tiritar de las estrellas.

    —De acuerdo. Vamos a Kohlingen. Yo te acompañaré. Encontraremos a Rachel.

    Después de todo, la luz de la esperanza la había guiado hasta él. Haber recorrido en soledad aquellos parajes desolados del mundo en ruinas, hasta el corazón de aquella cueva donde había encontrado a su amigo perdido... debía tener algún motivo. Y si no lo era el de encontrar una razón para ella misma, lo era para ayudarlo a él a buscar la paz espiritual.

    Locke apretó fuerte aquella mano, pero no se atrevió a mirarla. Se sentía avergonzado de tener el corazón profundamente dividido. ¿Era posible? Amaba a Rachel... y amaba a Celes.

    —Tal vez no funcione —dijo él, incrédulo con esa actitud.

    —Tenemos que intentarlo. Hacer que recuerde tu nombre en esos segundos que el Fénix es capaz de revivirla.

    Locke dudó de aquellas palabras. Pero ya era suficiente de dudar de la lealtad de Celes. Una vez más no caería en dubitaciones. Además, el calor que desprendía aquella mano suave lo llenaba de seguridad.

    Cuando volteó a verla, encontró un rostro ahora sereno.

    —El destino no tira sus dados en vano, Locke.

    Él se le acercó y la abrazó con una profunda adoración.

    —No tienes que hacer esto. Pero te lo agradezco. Gracias por entenderme.

    —Empezamos juntos en esto, y así lo terminaremos. Tú me ayudaste una vez a salir de las garras de la muerte. Me diste una luz personal. No quiero que la tuya se apague nunca.

    Locke se dio media vuelta, satisfecho con aquellas palabras. Sin duda, Celes era una amiga incondicional.

    Celes solía pensar que su corazón era de piedra. Pero por alguna razón, después de verlo correr hacia la posada con el alma llena de felicidad por poder revivir a su antiguo amor, sintió que, una vez más, su corazón se quebraba en mil pedazos.


    Ah, hacía mucho tiempo que no escribía algo sin exigirme demasiado, sólo por diversión, y me salió esto en veinte minutos. Y no, no es micro-bashing contra Celes, quien es mi personaje favorito del juego. Sólo quería rescatar ese atroz triángulo que nos presenta FFVI y que está bastante opacado por otros dramas de igual calidad que contiene el juego. En fin, un escrito random de baja calidad que hice sin ninguna pretensión, sólo porque no podía conciliar el sueño.
     
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