[Long-fic] Explosión Elemental (InuXKag) (SanxMir) (SessXRin)

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Asurama, 25 Abril 2011.

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    Asurama

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    Título:
    [Long-fic] Explosión Elemental (InuXKag) (SanxMir) (SessXRin)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    9071
    La vida comienza con una explosión, para luego ir desvaneciéndose en el tiempo. A medida que pasa el tiempo, los recuerdos se desvanecen, todo se desvanece y volvemos a la nada.

    La niña de cabello castaño corría agitada por los laberínticos pasillos de aquella enorme y lóbrega mansión llena de pasadizos y trampas, conteniendo las lágrimas de terror, intentando escapar de su cruel destino. Nunca debía haber seguido a aquel extraño de rostro pálido y brillantes ojos rojos, que le había hecho promesas increíbles, nunca debía haber confiado en él, ni en el poder que había demostrado tener. Su ingenuidad le había llevado a cometer un grave error. Ahora todo estaba perdido.

    —Puedes correr cuanto quieras, pero no podrás escapar ni esconderte mi —se burló él—. Te encontraré sin importar dónde vayas.

    La pequeña tropezó y cayó junto a unas enormes escaleras de caracol, que parecían ascender hacia un destino misterioso. Miró el brillante suelo de madera, pero no vio su reflejo ¡su reflejo se había borrado! Se dio la vuelta y miró aterrada a su perseguidor, que la miraba con crueldad, casi como si pensara descuartizarla o comerla viva. Lágrimas de terror resbalaron por sus rosadas mejillas.

    —Por favor, señor —rogó rompiendo en llanto—, le suplico que no me haga nada. Yo no le dije nada a nadie, pero por favor déjeme regresar a casa.

    El la sujetó del cuello de su elegante camisa, ahora toda sucia y rota.
    —Niñita tonta, ¿acaso creíste que te salvarías sólo por ser la hermana menor de uno de los grandes magos? —le dio una bofetada para obligarla a callar—. Primero me desharé de ti y luego acabaré con toda tu familia.

    —¡Por favor, no les haga nada! —sollozó, aterrada ante la idea de que su única familia en el mundo pudiera perderse.

    Él le rodeó el cuello con una mano, con la intención de rompérselo, cuando una enorme bola de fuego lo golpeó y lo hizo caer al suelo, separándolo de la pequeña, que cayó en un rincón del pasillo, aún llorando.
    Se quitó su negro cabello ondulado del el rostro, para fijarse en aquello que lo había golpeado. No se trataba de una bola de fuego. Era un enorme unicornio hecho de fuego lo que acababa de embestirlo. Estaba suspendido en el aire, justo frente a él. El brioso animal se encabritó y cargó contra él, golpeándolo una segunda vez. El segundo golpe no lo tomó por sorpresa y logró girar en el aire, para caer de pie, sostenido por una nube de vapor rojo que había creado con sus propias manos. Las patas del unicornio de fuego pasaron por encima de él, rozándolo. La criatura se volvió a verlo por sobre el hombro, bufó y giró de manera violenta para embestirlo, pero él lo atrapó del cuerno con ambas manos como si detuviera una espada y, valiéndose de un enorme esfuerzo y una gran concentración de poder, logró arrojarlo hacia atrás. El unicornio giró en el aire, cayendo de pie.
    El mago negro bajó la guardia por un momento y una segunda bola de fuego lo empujó desde atrás, arrojándolo de cara contra una pared. Nuevamente, no se trataba de una simple bola de fuego. Era un enorme pájaro azul, con alas que resplandecían como brillantes llamas azules verdosas.
    —Naraku, eres un imprudente —murmuró el ave—. No podrás vencer al más poderoso mago de fuego.

    —¡Eso lo veremos! —le gritó él, lanzándole algo.

    El ave batió las alas y esquivó el poderoso ataque de energía, una bola de fuego violácea que derribó sin problemas una pared, dejando un enorme hueco a través del cual podía verse la noche sin luna. El ave y el unicornio miraron hacia el oscuro cielo nocturno y luego, miraron a su oponente con evidente furia.

    —Tus poderes los has obtenido de la oscuridad —le gritó el ave, antes de abrir el pico y lanzar una llama azul verdosa— ¡tus poderes jamás superarán a los nuestros!

    Él intentó poner un escudo para refrenar el ataque, pero el escudo fue dañado y él fue empujado hacia atrás. El ave aprovechó eso para volar y posicionarse en frente de la niña, para así protegerla. Batió las alas y el fuego desprendido por éstas formó dos remolinos, disipándose y revelando su verdadera forma: un apuesto muchacho de liso cabello negro y ojos azules. En su mano izquierda, resplandecía un anillo con una joya azul verdosa. Extendió las manos hacia los costados para hacer un escudo humano y miró por sobre el hombro a la niña, que tenía los ojos llenos de lágrimas.

    —¿Te encuentras bien, Sango? —murmuró con semblante de preocupación.

    —Miroku, lo siento —sollozó ella asustada y arrepentida.

    Él le sonrió.
    —No te preocupes, saldremos de ésta. Estarás bien —fijó la vista al frente y observó cómo el unicornio se preparaba para atacar.

    La criatura se encabritó, lista para ir a la carga, cuando inesperadamente, su oponente saltó al aire, tomando la forma de un enorme unicornio negro de resplandecientes ojos rojos, cuyo cuerpo destilaba oscuras llamas violáceas.

    —¡Naraku! —gritó el unicornio rojo.

    Ambas criaturas se abalanzaron la una contra la otra, chocando sus cuernos, que desprendieron chispas de fuego en todas direcciones. Ambos retrocedieron, se rodearon, acechándose y volvieron a golpearse con mayor violencia. Chocaron dos, tres veces, evitando el ataque del oponente y lanzándolo hacia atrás. El unicornio de flamas rojas chocó contra una pared y se apoyó en ella para impulsarse con violencia hacia delante, con el filoso cuerno listo. El unicornio negro se encabritó una vez más y se lanzó contra su oponente.

    Miroku frunció el ceño, apretó la mandíbula y una gota de sudor bajó por su frente.
    —Están pensando en matarse —murmuró nervioso.

    La última vez que había visto a Naraku, éste no tenía la capacidad de utilizar ataques de fuego capaces de ponerlo al nivel de los magos más fuertes. Tenía que haber vendido su alma para obtener el poder elemental más destructivo de todos.
    El unicornio negro clavó en su cuerno al otro y lo arrojó hacia atrás, se levantó sobre sus patas traseras y lanzó de la boca una enorme y oscura bola de fuego. El otro unicornio giró sobre sí mismo, recuperando el equilibrio y lanzó una bola de fuego de mayor tamaño, brillante, hermosa y llena de luz. Ambos poderes chocaron y ocasionaron una explosión que impulsó a ambos hacia atrás. Cuando la luz y el fuego se disiparon, ambos magos quedaron frente a frente y en guardia.
    Sango miró con ojos abiertos a aquella hermosa mujer de pálido rostro y largo cabello negro. Vestía de negro como siempre y la rodeaba una poderosa aura roja, como ella jamás antes había visto. No era su verdadera hermana, pero la cuidaba como si realmente lo fuera… y ella le había pagado metiéndola en este lío.

    —Miroku y la señorita Kikyou… vinieron a rescatarme —se abrazó con fuerza al muchacho que la protegía.

    Los rojos ojos de Naraku fueron hacia la mano izquierda de la mujer frente a él, allí estaba su objeto de deseo, un anillo mágico con una brillante gema roja, capaz de invocar un antiguo y peligroso poder. La miró a la cara y sonrió.

    La mujer frunció el ceño.
    —¿De qué te ríes? —no esperaba que él tuviera tales poderes y siempre había rechazado a Naraku por saber lo bajo que era capaz de llegar.
    Era probable que hubiera robado los poderes elementales de un mago de fuego y luego pactado con una criatura tan poderosa y peligrosa como era el unicornio de fuego.
    En los últimos meses, muchos habían desaparecido y ella estaba casi segura de que todo era obra de este sujeto. Por temor a sus depravaciones, había tenido que ocultar a su familia, pero un error había bastado para ponerlos en peligro.

    —Kikyou, pecas de soberbia si de verdad crees… —se movió como si estuviera desenvainando y empuñando una larga espada, pero en sus manos no había nada— que eres la más poderosa de los magos elementales. ¡Desde hace tiempo ese nombre me corresponde a mí! —se abalanzó contra ella.

    Ella unió las manos a la derecha de su cuerpo y una espada hecha de fuego apareció entre ellas.
    —Eres incapaz de aceptar tu lugar en este mundo ¡ya no sabes qué hacer! —se dispuso a detenerlo y corrió hacia él, pero en el momento en que levantó las manos para cortarlo, sintió algo ardiente.

    Su mano izquierda estaba sangrando y frente a ella, había una espada dorada de ominoso filo.
    El anillo del fuego se cortó.

    —¿La espada prohibida?

    Antes de que pudiera reaccionar, el espíritu de fuego que habitaba el anillo salió de los restos del mismo y la rodeó en forma una feroz llama roja, consumiéndola. Cuando la llama se desvaneció, sólo quedó el cuerpo inerte y ennegrecido de la mujer.

    Miroku observó paralizado y con ojos muy abiertos cómo la que una vez había sido una mujer bellísima se desplomaba hecha nada. Dos lágrimas resbalaron por sus mejillas.
    —¡Kikyou! —no daba crédito a lo que veía. ¡Un tramposo como Naraku no podía haberla derrotado! A menos que aquella espada fuera…

    Riendo, Naraku levantó de un brazo a la mujer.
    —Kikyou, ahora tus poderes son míos. ¡soy el más poderoso de todos! —comenzó a reír perversamente, pero aún había otros cerca de él. Calló y clavó la mirada en el muchacho de ojos azules—. Y tú, eres un inútil, ni siquiera has podido proteger a tu querida maestra. ¡Entonces muere! —tomando en el aire la forma del unicornio negro, saltó a la carga.

    Miroku reaccionó en el acto. Tomando a la niña en brazos y huyendo del edificio, que comenzaba a resquebrajarse a causa del inmenso poder que se había desatado entre sus paredes. La enorme criatura de fuego le seguía sobre los pasos.
    —¡Regresa, Miroku! —le pidió Sango— ¡No puedes dejar a la señorita Kikyou! —vio aterrada cómo el cuerpo de la mujer quedaba aplastado entre los escombros ¡todo era su culpa!—. ¡¡Señorita Kikyou!!

    Miroku no se detuvo en ningún momento, ni tampoco miró hacia atrás. Saltando al aire, invocó al poder de fuego y tomó la forma del ave azulada, perdiéndose en el cielo y llevándose a la pequeña con él. El furioso unicornio negro se encabritó, mientras veía desaparecer el fuego azul verdoso. Se le habían escapado.

    Debes creer en la magia para que ésta sea real.

    La campana del colegio sonó, anunciando el término de las clases y el cuerpo estudiantil, alborotado, comenzó a salir del edificio, entre murmullos y risas. La joven de cabello negro azulado recogió sus útiles, se cargó la mochila a la espalda y se preparó para dejar el salón de clases.

    —Kagome, espera —le dijo Ayumi— ¿no te gustaría hacerme un pequeño favor? —murmuró en tono de complicidad.

    —Lo siento, me encantaría ayudarte, pero ahora no puedo.

    —Aún estás buscando un empleo de medio tiempo ¿verdad? —le preguntó su compañera de clases.

    Kagome asintió.

    —Pues, si me ayudas, entonces yo te ayudaré a conseguir un buen empleo —bajó la voz—. Sólo tienes que predecir mi futuro ¿qué dices?

    Kagome rió y negó con la cabeza.
    —¿Pero qué dices, Ayumi? Yo no puedo hacer eso.

    —Por supuesto que puedes ¿De qué otra forma pudiste saber el día y la hora en que Kouga-kun tuvo aquel accidente durante la carrera?

    —Pero, Ayumi, eso fue sólo una coincidencia. Sólo estaba bromeando, que eso haya sucedido, no significa que pueda ver el futuro, ni mucho menos —se adelantó para salir, antes de que la muchacha se atreviera a cortarle el paso—. Lo siento, tengo prisa. A próxima semana te ayudaré con la limpieza del salón de clases.

    —Escucha, Kagome…

    —¡Adiós! —saludó animada y salió disparada por la puerta, sólo cuando estuvo segura de que no sería perseguida, disminuyó el paso.

    Realmente había sido una pésima idea el haber predicho el accidente de Kouga y haber intentado evitarlo, aunque no lo conociera. Él era hábil y curiosamente veloz, no sólo encima de un coche, era inaudito que hubiera sufrido ninguna clase de percance. El pobre muchacho casi se había quemado vivo al tener una falla el vehículo que estaba utilizando. Pero desde aquel incidente, su fama como adivina se había extendido por todo su colegio y también en otros. Había llamado deliberadamente la atención y era frecuente que la molestaran de esta manera y le pidieran alguna predicción, ya fuera a causa de un examen o una historia romántica. Algunos incluso tenían el descaro de ofrecerle una paga a cambio de sus servicios. A Kagome nunca le había gustado ser el centro de atención, tampoco presumir de las habilidades que ocultaba con tanto recelo.

    —Lo siento, Ayumi, pero lo mejor es que esto nunca se sepa —se alejó lentamente del colegio.

    Kagome no estaba avergonzada de sus capacidades, pero interiormente, sabía que era peligroso sacarlas a la luz. No quería ser tratada como un fenómeno, ni cambiar el orden de las cosas por el sólo hecho de conocerlas de antemano. Aunque conociera a la perfección las respuestas de un examen, jamás las copiaría y si supiera del destino de la vida de alguien, jamás se lo diría. El caso de Kouga había sido especial, había sido una cuestión de vida o muerte y sin su intervención, seguramente él habría tenido más que unas simples quemaduras de segundo grado.

    —No tienes idea del alcance de tus habilidades —le había dicho una vez su hermana mayor—. Debes mantenerlas ocultas, sólo podrás utilizarlas frente a los demás si se trata de un caso de vida o muerte.

    Ella siempre había tomado en serio todas y cada una de las palabras de su hermana… porque los recuerdos de ella eran lo único que le quedaba. Todo lo demás lo había perdido.
    —Kikyou… Sango —miró hacia el cielo— ¿a dónde se han ido? Las extraño demasiado, ya hacen ocho años…

    A veces, se sentía muy sola, fría y vacía. Su hermana mayor y también su mejor amiga, ambas habían desaparecido sin dejar rastro y ella había terminado siendo llevada a un orfanato, para luego ser adoptada por una amable familia de clase media. Había perdido su pasado y muchos de sus recuerdos eran borrosos, como si le hubieran puesto un pesado velo negro, que le impedía ver una parte de su vida.

    Casi sin darse cuenta, llegó a un elegante local donde se comía bien y el cual le gustaba visitar a menudo en las tardes, porque el ambiente era ameno y la atención, muy buena. Había poca gente cuando entró y se sentó en una mesa cercana a la barra de bebidas. En seguida, la atendió una muchacha pelinegra, menuda y alegre, que traía el delantal azul y plateado de todos los empleados.

    —Kagome, has llegado temprano hoy —la saludó muy animada.

    La joven le sonrió.
    —¡Hola, Rin! Es que uno de nuestros profesores enfermó.

    —Y dime ¿Ya has conseguido un buen empleo?

    Kagome bajó la vista.
    —Emh…

    —Una de mis compañeras dejará su puesto la semana entrante debido a algunos problemas familiares —comentó la muchacha de bonitos ojos rasgados—. Si quieres, puedo hablar con el jefe e intentar que te acepte.

    Kagome fingió sorpresa, pues ya había tenido visiones sobre aquello.
    —¿En verdad harías eso por mí?

    La muchachita le sonrió.
    —Claro, me encantaría tener una compañera como tú. Además, disfruto charlando contigo —le hizo una pequeña reverencia—. Pero ahora, ¿qué vas a servirte?

    —Un café con leche está bien —juntó las manos sobre la mesa, pues a ella también le gustaba la idea de pasar tiempo con esa simpática muchachita, que tenía la mirada más transparente y pura que jamás había visto en nadie. Mirar a sus ojos era como ver a través de un lago de agua cristalina. Era como si jamás nada ni nadie la hubiera herido o mellado.

    Muchas veces había intentado ver el futuro de la jovencita, pero por alguna extraña razón nunca lo había conseguido, como si Rin tuviera alguna barrera natural que la protegía.

    —Tal vez por eso no le llegan las malas intenciones de los otros —intuyó Kagome—. Es admirable.

    Algunos minutos más tarde, Rin regresó con la cafetera y le sirvió en la taza con increíble pulcritud ¡sosteniendo la cafetera en un ángulo que era completamente inverosímil! Kagome no se sorprendió en lo más mínimo, porque estaba por demás acostumbrada a verlo. La imagen de Rin sirviéndole le recordaba siempre a una de sus cartas favoritas del Tarot, La Templanza, en cuya faz aparecía la imagen de un ángel que mezclaba los líquidos de dos jarrones, sosteniéndolos en un ángulo antinatural. Era muy semejante a lo que Rin hacía todas las tardes con su café con leche.

    La mesera suspiró.
    —La templanza…

    Kagome la miró sorprendida.
    —¿Qué has dicho? —¿acaso acababa de pensar en voz alta sin darse cuenta? ¡Qué vergüenza!

    Rin le devolvió una mirada con ojos muy abiertos.
    —N-no… nada, sólo pensaba que se necesita temperancia para trabajar aquí —sonriendo, señaló con un movimiento de cabeza hacia la cocina.

    Kagome se sobresaltó.

    —¡Apresúrate y lleva esa orden! —gritó una prepotente voz masculina desde el otro lado de la puerta y, al rato, un muchacho de la edad de Rin salió de la cocina con una orden completa de una merienda de delicioso aroma… y un chichón enorme en la cabeza.

    Kagome sudó de los nervios.
    —Si tengo que trabajar con alguien así, prefiero buscar empleo en otra parte.

    —No, no, que no te incomode —dijo Rin ante la posibilidad de perder una futura amiga—. A veces es un poco violento, pero en realidad es muy bueno cuando sabes tratarlo.

    Kagome sonrió de manera perspicaz.
    —¿Tratarlo? ¿Quién podría tratar a ese tipo de bes…? —pero se quedó boquiabierta al verlo salir por la puerta.

    Aunque había ido muchas veces al local, esta era la primera vez que lo veía. Era un muchacho fornido y bastante apuesto, de piel morena y ojos del color del ámbar. Tenía el cabello claro recogido bajo un pequeño gorro azul, por lo que no podía distinguir el verdadero color y llevaba los brazos cruzados sobre el pecho, con una expresión enojada y fría en el rostro. Parecía tener apenas unos años más que ella.

    Kagome hizo el esfuerzo de mirar en otra dirección y la mesera rió por su actitud.

    —¿No conocías a Inuyasha? —le preguntó amablemente la chica.

    —Escuché que hablaban de él en un par de ocasiones —fingió completo desinterés.

    —Es quien a menudo atrae a los clientes femeninos —sonrió ampliamente—, claro que algunos se alejan luego de ver su actitud.

    —No sé qué le ven de interesante.

    —No sólo es apuesto, dicen que cocina delicioso —Rin puso un dedo sobre los labios—, aunque eso no puedo asegurarlo, nunca he probado su comida, aunque huele muy bien.

    Sin darse cuenta, Kagome inhaló profundamente, tomando el aroma de aquella merienda. Una sonrisa se dibujó en su rostro, porque era como si de pronto recordara su niñez, ese pasado olvidado, cuando su hermana cocinaba para ella.
    —Huele realmente delicioso, me recuerda mucho a mi infancia…

    —¿En verdad? —le preguntó Rin entusiasmada— ¡a mí me pasa lo mismo!

    Sin entender por qué, Kagome se sonrojó.
    —Creo que quiero probar esa merienda.

    Rin también se sonrojó, sin poder evitarlo.
    —Creo que iré a pedírsela entonces —tomó la cafetera para llevársela—. Dicen que no hay cocineros con malas intenciones…

    —Date prisa, Rin —la regañó Inuyasha al verla—. No te pagan por estar ahí parada, ve a trabajar, de prisa.

    —Ya voy —dijo la joven sobresaltada. Con paso rápido y grácil, caminó hacia él y le susurró con voz seductora—. Una orden de merienda completa para aquella bella señorita —y señaló disimuladamente hacia la mesa de Kagome.

    El joven cocinero se giró en esa dirección y levantó una ceja.
    —Es como si la conociera de algún lado —se frotó la nuca y luego entró a la cocina, seguido de Rin.

    ***​
    En silencio, bajó del taxi y se paró en aquella acera, con los ojos puestos en aquel local que, a pesar de ser bonito, le parecía tan vulgar. Al fin acabaría con todo esto. Ya estaba harto de escuchar las quejas constantes de Naraku y su obsesión por destruir a los magos elementales destinados a convertirse en futuros Maestros. Encontrarlos era como buscar una aguja en un pajar, podían estar en cualquier parte del mundo, pero el destino había sido amable con los hechiceros negros y les había facilitado el trabajo de encontrar a la “siguiente generación”.

    Una pequeña sonrisa se dibujó en sus tersos labios.
    —Los he encontrado, Naraku. Aquí, en este lugar perdido, se encuentra la siguiente generación. El fuego, el agua y la tierra me están llamando —aguzó la clara mirada— pero ignoran completamente lo que son capaces de hacer. Los tres están en pañales, son como indefensos bebés.

    Me alegro —respondió la voz perversa de una presencia invisible, antes de desvanecerse en el aire, riendo con perversidad.

    Eran las diez de la noche cuando la campanilla que colgaba sobre la puerta, sonó anunciando la llegada de un nuevo cliente. Él entró con paso silencioso y tranquilo y fue a sentarse en un rincón, desde donde podía mirar sin ser visto. Apenas llevaba un tiempo yendo allí, pero ya conocía prácticamente todo el movimiento, las personas que acostumbraban visitar el local, la hora aproximada a la que llegaban y se marchaban, incluso lo que consumían. También conocía a los meseros.
    Rin le sirvió la cena a una pareja joven, suspiró por el cansancio y se perdió por unos instantes en sus pensamientos, de pronto, sus pensamientos se vieron interrumpidos por la incómoda sensación de estar siendo insidiosamente observada. Miró hacia una esquina y allí lo vio, se quedó mirando pasmada, pues él no bajó la vista al verla, por el contrario, se la sostuvo. Era casi como si la estuviera llamando. No era la primera vez que lo veía. Hacía un mes desde que él había empezado a venir, siempre a la misma hora y sentándose siempre en el mismo lugar. Estaba allí hasta que el local cerraba, comía poco o a veces sólo bebía. Pero observaba a todos, especialmente a ella. Era dueño de una mirada fría que no dejaba escapar nada.

    Miró hacia un lado y hacia otro y luego caminó hasta la mesa de la esquina, parándose junto a él y saludándolo de manera respetuosa.
    —Buenas noches, señor ¿desea servirse algo?

    Él la miró por unos instantes con esos ojos claros que tenía, que parecían capaces de atravesarlo todo.
    —Sólo tráeme un escocés en las rocas, eso estará bien —dijo en un tono parco, desinteresado.

    Ella asintió y fue a buscar la bebida. Se paró incómoda junto a la barra mientras esperaba a que un compañero le pasara la bandeja con el vaso. El olor del alcohol la mareó.
    Inuyasha apareció junto a la puerta entreabierta de la cocina, aprovechando que otro de los muchachos acababa de salir con una orden. Miró a Rin y luego, miró hacia la esquina.
    Ella entendió el mensaje y, después de llevarle el escocés al extraño cliente, disimuladamente se acercó hasta Inuyasha.

    —Otra vez está aquí —murmuró el cocinero por lo bajo—. No sé qué hace aquí, pero desde hace un mes no deja de venir y ya quisiera que se largara.

    —De nuevo sentí como si me estuviera llamando, aunque apenas sí dice algo —murmuró Rin—. Su presencia me incomoda.

    —A ti también, ¿eh? —frunció el ceño—, primero siento como si alguien me empujara y cuando paso por esta puerta… siempre está allí, mirándome. Es como si me estuviera esperando.

    Rin miró disimuladamente hacia la esquina. No tenía la menor idea de que Inuyasha tuviera la misma sensación que ella, sin embargo, la presencia de ese hombre no parecía molestar a nadie más.

    Inuyasha tocó el hombro de Rin.
    —Este sujeto… quiere algo de nosotros, debes tener cuidado.

    —No es necesario que me digas eso —le tranquilizó ella.

    —Es muy necesario. Este sujeto tiene algo extraño, es peligroso, puedo verlo con toda claridad.

    Ella le creyó, porque también sentía algo de peligro en su presencia.
    Aunque ella parecía poder intuir a veces lo que pensaban las demás personas, este hombre le resultaba inescrutable y son aquellas cosas que desconocemos las que nos dan más temor y nos producen rechazo.
    Se fue a un rincón donde pudiera permanecer oculta, pero aún así sintió esa mirada siguiéndola dondequiera que fuera. Comenzó a desear que otros clientes llegaran o que alguien le pidiera algo, pero era como si la puerta hubiera quedado sellada. Nadie pasaba por ella. Además, las otras personas allí presentes parecían completamente muertas, como si actuaran por mero impulso y de manera antinatural, controladas por algo.
    Volvió a mirarlo por un instante. Llevaba camisa oscura, jeans claros y el claro cabello recogido. Era alto y fornido y tenía las manos huesudas. En la mano derecha, llevaba un anillo que parecía de anticuario, con una gema blanca de brillo atrayente. Debía ser caro y él debía tener bastante dinero para darse el lujo de aparecer por allí todas las noches. Bebía del vaso que ella le había servido, pero, de pronto, lo dejó de nuevo sobre la mesa y lo miró como si fuera algo muy interesante. Puso un dedo sobre el borde del vaso y comenzó a recorrerlo en círculos una y otra vez, comenzando a producir un sonido semejante al de una bella voz femenina. A pesar de eso, nadie alrededor pareció molestarse.
    Ella se sorprendió ¿Qué se suponía que estaba haciendo? El sonido del vaso, semejante al canto de una sirena, comenzó a sumirla en una especie de trance que parecía querer privarla de su voluntad, a pesar de que intentó resistirse.
    Sin dejar de jugar con el vaso, él volvió a levantar la vista hacia donde estaba ella y le sonrió. Ella intentó ignorarlo, fingir que no se había dado cuenta, pero ese sonido dulzón no la dejaba pensar claro. De pronto, él dejó de jugar con el vaso y la llamó con el dedo. Ella quiso fingir que no lo había visto, pero él volvió a llamarla.
    Una parte de ella intentaba pensar racionalmente en los peligros de acercarse a una persona como esa, pero otra parte la empujaba a acudir a la llamada sin importar las consecuencias.
    Sin estar muy segura de lo que hacía, caminó hacia él. Él le hizo una seña de que se sentara a su lado.

    Rin tragó saliva.
    —Lo siento, estoy trabajando —se disculpó.

    —Pero tu turno acabará en breve, ¿no es así? —dijo en tono sugerente, que no concordaba en nada con la manera en que la miraba.

    Ella se sorprendió y era evidente que, si había pasado todo el último mes observándola, sabía bastante de ella y, probablemente, también de sus compañeros de trabajo.

    —Lo siento, pero no puedo acompañarlo.

    —A nadie le importará —llevó los nudillos a la boca por un momento—, tengo dinero, pagaré una cantidad acorde.

    Ella no pudo evitar poner cara de espanto por unos instantes.
    —Creo que se ha equivocado, no doy esa clase de servicios.

    —Creo que quien se está equivocando eres tú. Además, te he estado llamando desde hace unas semanas y no me has respondido sino hasta ahora.

    Ella estaba confundida, así que era verdad, la había estado llamando ¿Por qué? Se mostró reticente.
    —¿Qué quiere de mí?

    —No deberías malinterpretarme ¿Por qué mejor no te sientas conmigo y charlamos?

    Ella miró insegura al sitio vacío que había junto a él.
    —No creo que sea una buena idea.

    —Apuesto a que hay muchas cosas que quieres saber y entender, tal vez a menudo te pasan cosas extrañas que no comprendes… —miró al rostro intrigado y curioso de la chica— yo puedo explicarte. Anda, siéntate. No hay problema, nadie puede vernos, ni oírnos.

    ¿Qué tipo de truco era ese? Ella miró a las otras mesas y a sus compañeros y se dio cuenta que de verdad parecía ser invisible para los demás.
    —¡Eh, Shippou! —llamó al que estaba más cerca—, ¡Shippou, ayúdame a limpiar! —el muchachito ni siquiera la miró, sino que siguió de largo, realizando su trabajo— ¡Shippou, no te hagas el tonto, te estoy hablando! ¡Shi… —ella se quedó anonadada. ¡Era verdad!

    Miró a aquel hombre y él le sostuvo la mirada.

    —Eres Rin ¿verdad?

    Ella asintió.
    —Sin embargo, yo aún no sé quién es usted.

    —Soy Sesshoumaru.

    Ella abrió mucho los ojos al escuchar su nombre, pero no dijo nada. Por alguna razón, le resultaba conocido.

    Inuyasha volvió a salir por un momento de la cocina para tomar aire y entonces, frunció el ceño al ver a Rin sentada con aquel sujeto. Soltó un improperio. ¡Le había dicho que tuviera cuidado! ¿Cómo podía ser tan imprudente esa niña? Se soltó el cabello y caminó a paso rápido hasta la mesa.

    —¿Quién eres tú y qué haces aquí? —le gritó a Sesshoumaru y luego miró a la chica—. Rin, aléjate de él y acompáñame.

    —Estoy hablando con ella.

    —No creo que ella quiera hablar contigo… —intentó tomarla del brazo para llevársela, pero Sesshoumaru se lo impidió y lo miró a los ojos.

    Inuyasha se sintió incómodo y retrocedió.
    —Vete de aquí y déjala en paz, ¿quieres? —espetó con brusquedad, demostrándole que no era bienvenido.

    Sesshoumaru lo miró de lado.
    —Te he dicho que estoy hablando con ella —aguzó la mirada por unos instantes—, después hablaré contigo. Pero aún no es tu tiempo. Cuando sea tu tiempo, también te llamaré y entonces hablaré contigo. Ahora, largo.

    Irritado, Inuyasha se preparó para darle un golpe.
    —¡Un idiota como tú no me dirá lo que tengo que hacer o no, ni tampoco a ella!

    Sesshoumaru sopló una vez y fue como si el tiempo se detuviera. Por alguna razón, Inuyasha no pudo pegarle, era como si el mismo aire le hubiera puesto una barrera. De pronto, estaba imposibilitado, se sentía como un niño indefenso.
    —Maldito cabrón —gruñó—, como le hagas algo a Rin, me las pagarás.

    —Si le hago algo o no, no es asunto tuyo —le desafió Sesshoumaru.

    Inuyasha volvió a sentir deseos de golpearlo, pero nuevamente no pudo moverse.

    —Eres como un niño —lo menospreció el que estaba frente a él—. Si quieres volver a moverte, entonces lárgate, ve a trabajar como te corresponde.

    —¿Quién eres? ¿Qué eres?

    —No tienes por qué saberlo.

    Inuyasha miró de reojo a Rin.
    —Anda, Rin, no te quedes ahí callada, ¡haz algo!, ¡dí algo! —se sentía impotente y furioso.

    —Mejor ve a trabajar —le dijo ella en tono tranquilo—. Yo estoy bien, te encontraré mañana.

    —¡¿Qué?! —Inuyasha no daba crédito a lo que oía ¿Rin se había puesto del lado de este desconocido? ¿Qué había hecho él para convencerla?—. Rin, no sabía que eras esa clase de chica.

    Ella demostró suficiencia y determinación, como si no le importaran las palabras de Inuyasha.
    —Sí, soy esa clase de chica ¿Tienes alguna objeción, Inuyasha?

    El joven frunció el ceño.
    —No —murmuró, sintiéndose traicionado, engañado—, no tengo ninguna —y luego de decir eso, se marchó nuevamente hacia la cocina, sin preocuparle en lo más mínimo lo que fuera a pasar con esos dos. Era evidente que Rin ya había tomado una decisión, una tal vez bastante errada, pero era su decisión al fin y al cabo y él no tenía ningún derecho a objetárselo o interferir.

    Sesshoumaru permaneció impasible, con los brazos cruzados sobre la mesa, mirando cómo el tonto se alejaba.
    —¿De verdad pensaste lo que dijiste o sólo lo dijiste para no meterlo en problemas?

    Ella respondió también sin mirarle.
    —Lo hice para no meterlo en problemas.

    Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Sesshoumaru.
    —Desde el momento en que te vi, supe que eras inteligente —la miró a los ojos—. Lo harás muy bien.

    Ella le sonrió.
    —¿Y qué se supone que he de hacer?

    —Pronto lo sabrás.

    —Dijiste que podías explicarme muchas cosas, entonces, responde ¿cómo puedes saber que a veces me suceden cosas extrañas? Porque es verdad y…

    —Calla. Hablas demasiado.

    Ella se calló y lo miró atentamente.

    —Ahora, observa —nuevamente, su mano derecha fue hasta el vaso y comenzó a tocar el borde con un dedo—. Te enseñaré el Canto de la Sirena.

    A medida que el movimiento aumentaba, la vibración producía ese sonido semejante a una voz femenina, que comenzaba a inducirla en una especie de trance donde nada le importaba. Rin miró hacia la ventana que estaba junto a ella y pudo ver cómo algunas cosas sueltas, periódicos, bolsas, incluso cajas y algunos objetos de metal volaban por la calle. El cielo estaba negro como un manto de luto y un fuerte viento soplaba fuera. Mientras más aumentaba el sonido, mayor era el viento afuera. Sesshoumaru levantó el vaso para beber lo que restaba del contenido y en pocos minutos, el viento afuera cesó.

    La chica se volvió a mirarlo con ojos muy abiertos.
    —¿Tú hiciste eso?

    —Según las leyendas medievales, cuando las sirenas cantaban, hacían que los barcos se perdieran y encallaran, y eventualmente se hundieran —dejó el vaso vacío sobre la mesa—. Los navegantes decían que eran sus voces hermosas las que les hacían perder el sentido, pero nunca se supo si era esa la verdadera razón.

    —¿Qué fue todo eso?

    —El poder del viento. Un huracán puede ser terriblemente destructivo, todas las fuerzas naturales lo son y estas fuerzas no están hechas para ser controladas por las personas. Solo los elementales pueden hacerlo —miró a las nubes oscuras que cubrían el cielo—. Pero hay personas como yo, que han aprendido a utilizar a los elementales, controlarlos y así conseguir sus fuerzas.

    —Es muy extraño —asumió ella.

    —Son muy pocas las personas que nacen con las aptitudes para ser un mago elemental —le tocó un mechón de cabello—. Me enteré de que en esta ciudad y en este hermoso lugar había varios. Y parece que estoy frente a una.

    Con sólo esas palabras, ella comenzaba a entender unas cuantas cosas. Siempre había tenido la habilidad de conocer los pensamientos y sentimientos de los demás con facilidad, podía caminar bajo la lluvia sin mojarse en lo absoluto, provocar una nevada si se concentraba lo suficiente y a menudo podía realizar lo que otros hubieran considerado “actos de magia”, pero jamás le había dicho esas cosas a nadie por temor a ser tachada de loca o de fenómeno. Ahora, estaba frente a una persona que se lo tomaba con naturalidad y que decía ser como ella.
    Miró a la mano derecha de Sesshoumaru, que sostenía el vaso vacío. Podía ver el anillo que llevaba y la piedra blanca de alguna manera parecía estar viva.

    —¿Te agrada? —preguntó él en tono neutral—. Es una herencia de familia.

    —No es una joya común —intuyó al verla brillar.

    —Es un anillo de Viento. Con esta pequeña piedra controlo el viento a voluntad. Tus propios ojos han visto la tormenta de allá afuera.

    Ella intentó tocarlo, pero él quitó la mano.

    —No tan rápido —le pasó el brazo alrededor de los hombros y la acercó hacia él—. Si intentas quitármelo, te mataré. Caerás muerta aquí mismo.

    Ella se quedó paralizada y con los ojos muy abiertos, no sólo por la amenaza, sino por estar tan pegada a él. Jamás antes había estado tan cerca de otra persona, mucho menos con alguien que acababa de conocer.
    —No puedes matarme —se negó a creerlo.

    —Puedo matar a cualquiera ¿Quieres verlo?

    Ella tragó saliva. No parecía posible pero ¿Qué tal si de verdad podía? Ya había hecho otras cosas que parecían imposibles, como hablar mentalmente, volverse invisible, provocar una tormenta y detener un golpe sin siquiera parpadear. Rin no podría ni quería cargar con la culpa de una muerte sin sentido. Su sentido de conservación pudo más. Volvió a tragar saliva.

    —No es necesario, te creo.

    —Sabía que eras inteligente.

    —¿Pero por qué me matarías?

    —Porque puedo hacerlo —la estrechó más contra sí—. Pero eso no será necesario, ¿verdad? Porque me obedecerás.

    Rin se puso a la defensiva.
    —No tengo por qué obedecerte.

    —Quieres saber más acerca de lo que puedes hacer ¿no es así? pues ese conocimiento tiene un precio y el precio es que seas mi sirviente.

    Ella lo miró con desconfianza.
    —Si el precio es esclavitud, entonces no quiero saber nada.

    Él bajó la voz.
    —¿Pero no estás en esclavitud ya? Mira a tu alrededor, obedeces a todas esas personas y a tus superiores por una paga miserable. Vas a un colegio donde tus profesores y calificaciones deciden si eres una persona buena o mala —le susurró de forma sugestiva—, eres esclava de aquellas cosas que no puedes hacer ni decir y de las personas que te juzgan, cuando puedes terminar con todo eso con sólo saber más.

    —¿Y cómo puedo hacer eso?

    —Es simple, aprendiendo de alguien que es mago elemental, como tú —dijo de modo tentador.

    Ella lo miró intrigada.
    —¿Debo suponer que eres un mago?

    —Tal vez debes suponerlo —dijo cínicamente.

    —¿Y entonces, te crees capaz de usar trucos para hacerme ver cosas que no son? —frunció el ceño—. Porque si ese es el caso, no vas a conseguir sacar al gato de la bolsa —y se separó de él, poniéndose de pié.

    Él se remangó la camisa y le mostró la palma de la mano.
    —Tal vez carezco de la habilidad para sorprender a otros —dio vuelta la mano e hizo aparecer de la nada un As de espadas, dejándola boquiabierta—. Pero de verdad te equivocas si crees que puedes escaparte de un mago negro —le mostró el reverso del naipe y al regresarlo a la posición inicial, la figura había desaparecido, para dar lugar a la imagen de un muerto.

    Ella se cubrió la boca, corrió hacia el baño, se apoyó contra el lavabo y vomitó. Cuando su estómago se hubo calmado, se lavó el rostro y se miró al espejo.
    —Un mago negro… —murmuró—. Eso es imposible.

    De pronto, apareció en el espejo la misma imagen que había visto en el naipe. Aterrada, salió del baño y azotó la puerta. Era casi como si en su cabeza se repitiera el eco de una silenciosa risa. Cuando regresó al salón, esa persona se había marchado, pero su presencia había quedado fuertemente marcada y nadie en toda la noche volvió a sentarse en aquella esquina.

    Si el orgullo y la tentación te dominan,
    entonces caer en la oscuridad es inevitable.

    —¿Un mago negro? ¿Así que eso te dijo? —preguntó Inuyasha incrédulo, mientras preparaba con gran habilidad una orden de ramen para el almuerzo.

    Ella asintió. Rin había llegado temprano aquel día, mucho antes de que comenzara su horario de trabajo y parecía realmente atribulada, confundida. Había faltado al colegio porque no se había sentido bien de salud, pero aún así no había querido ausentarse en su trabajo. Era tan noble. Tenía deseos de abrazarla y protegerla, pues casi la consideraba como su hermana menor, debido a la cantidad de horas que pasaban juntos trabajando en aquel local.

    —Eso es completamente estúpido, esas cosas no existen —coló la sopa—, de seguro sólo intentó asustarte porque lo rechazaste, pero hiciste lo correcto. No debes preocuparte.

    —Pero si aparece hoy…

    —Si aparece hoy, le daré lo que se merece —dijo decidido—. No debe estar aquí si sólo lo hace con el propósito de molestar.

    —Pero, Inuyasha, no puedes con él. Ayer ni siquiera pudiste golpearlo, menos conseguirás sacarlo de aquí.

    Él bufó.
    —Sólo fue por el cansancio. Ayer trabajé muy duro, pero hoy no te dejaré sola —a pesar de sus palabras de aliento, ella aún parecía deprimida—. Anda Rin, no debes ponerte así.

    Un suspiro fue la respuesta.

    Inuyasha miró el plato de ramen listo y vio que le había sobrado un poco.
    —Ah, ya sé —dijo sirviéndole lo que restaba en un tazón pequeño—. Prueba un poco de mi almuerzo especial.

    Ella tomó el tazón con ambas manos.
    —Gracias, pero no creo que un almuerzo sea de mucha ayuda, además ya he almorzado… —aunque el delicioso aroma y la apariencia vistosa ya la habían invadido, despertando de a poco sus sentidos.

    —Créeme Rin, un plato de este es capaz de levantar a un muerto —le guiñó el ojo.

    —¿De verdad?

    —Anda, pruébalo —dijo algo cansado de la indecisión de la chica, poniéndole un bocado en la boca.

    Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Rin y soltó una exclamación de sorpresa y placer.
    —¡Esto sabe realmente delicioso! ¡jamás había probado algo tan bueno! —era la primera vez que probaba algo de la cocina de Inuyasha y por lo visto, los clientes no bromeaban—. ¡es como si estuviera en el paraíso! ¡Gracias, Inuyasha, ya me siento mucho mejor!

    —¿Verdad que sí? —le dijo él contento por el elogio—. Esto es porque no habemos cocineros con malas intenciones.

    Al acabar de almorzar, se sintió curiosamente “protegida” por la comida, como si aquel alimento preparado con tanto afecto fuera capaz de defenderla de la influencia de cualquier persona o situación. Se puso su delantal e inmediatamente comenzó a trabajar con todas sus energías. Ya no le importaba demasiado si Sesshoumaru aparecía o no, era como si, sencillamente, se hubiera vuelto invulnerable a aquella extraña manipulación mental.
    El resto del día transcurrió sin novedades. En la tarde, Kagome apareció como siempre para tomar su merienda, pero esta vez fue Inuyasha quien le sirvió personalmente, pues parecía entusiasmado con la idea de conocerla. Inuyasha y Kagome sólo intercambiaron algunas palabras y ella fingió apatía durante todo el tiempo.
    Cuando dieron las diez, Rin no pudo evitar mirar hacia la puerta, una pareja entró y pidió algo de cenar a uno de sus compañeros, pero Sesshoumaru no apareció, ni siquiera cuando dieron las diez y cuarto, las diez y media… aquello le resultó extraño tanto a la muchacha como a Inuyasha ya que, durante aquel mes, Sesshoumaru había demostrado ser de lo más puntual.

    —Se dio por vencido —fue la sencilla deducción de Inuyasha.

    Los minutos siguieron pasando, llegó la hora de cerrar y aquel sujeto tan intrigante no dio señales de aparecer.
    Aquello se repitió durante el resto de la semana e Inuyasha y Rin suspiraron aliviados. Aún así, Rin acabó adoptando la costumbre de probar un poco de la comida del cocinero para “inmunizarse” ante posibles ataques mentales. Él también se había tomado aquello como un importante ritual y cada día, preparaba alguna ración especial de alguna comida para que ella la probara.

    —Eres genial —lo halagó ella un día—, tu comida es casi como una poción mágica capaz de reconfortar a cualquiera. Deberíamos promocionarte más.

    Él se frotó la nuca.
    —Por mí está bien así —reconoció.

    Sin embargo, aquellas palabras trajeron una serie de pensamientos confusos a la mente de Rin. Sesshoumaru la había llamado porque la consideraba dueña de habilidades excepcionales que ella no creía tener. Cuando Inuyasha y Sesshoumaru habían discutido aquella noche, él le había dicho que, cuando fuera “su tiempo”, también lo llamaría y hablaría con él. También le había dicho que en ese lugar había “varios como él”. Además de ella, Inuyasha había sido el único que había sentido el silencioso llamado de Sesshoumaru. ¿Significaba todo eso que Sesshoumaru consideraba también a Inuyasha dueño de alguna habilidad especial? ¿Y qué relación tenía con la curiosa capacidad de sanar mediante la comida?
    Rin no pudo evitar mirarlo a los ojos. Inuyasha ni siquiera creía en esas cosas, era imposible que alguien lo concibiera como un mago elemental. Era una idea completamente ridícula. Tan sólo cocinaba bien y ya.

    Pero la duda estaba presente.
    —Dime, Inuyasha ¿alguna vez te han sucedido cosas extrañas?

    Él parpadeó.
    —¿Cosas extrañas? ¿A qué te refieres exactamente?

    —¿Alguna vez has sentido que conoces lo que piensan las otras personas o las cosas que van a suceder o algo así?

    Él se cruzó de brazos, levantó una ceja y le dedicó una expresión desconcertada.
    —Jamás me ha pasado nada semejante.

    Rin sonrió y miró avergonzada en otra dirección.
    —Ya veo.

    —¿A qué viene esa pregunta?

    —¿Eh? Nada en especial, sólo divagaciones mías…

    —Rin.

    Ella volvió a mirarlo.

    —De verdad, acaba con esto, no creas las mentiras de ese idiota. Ni siquiera un niño de jardín de infantes caería con esa clase de truco.

    Ella sonrió y fue a trabajar de inmediato. Rin sentía que, en el local, estaba segura bajo el aura de protección creada por la bondadosa presencia de Inuyasha y Kagome, quien los visitaba a menudo. Pero al salir del local, las cosas cambiaban y se sentía vulnerable, como si cualquier cosa fuera capaz de golpearla y derribarla. En las noches le costaba conciliar el sueño y a menudo despertaba sobresaltada, después de haber tenido vívidas y tenebrosas pesadillas. “Pero de verdad te equivocas si crees que puedes escaparte de un mago negro”, susurraba una voz en su cabeza. A menudo aparecían de la nada en su cabeza espantosas imágenes de muerte y sentía que iba a enloquecer. ¿Qué le había hecho ese sujeto? ¿La estaba manipulando de alguna manera? ¿Por qué no podía quitárselo de la cabeza?

    A la semana siguiente, cuando fue a trabajar, todo parecía normal, pero al llegar la noche, sintió que algo golpeaba su corazón. Sus ojos fueron al reloj de la pared, que marcaba las diez y un minuto. Entonces, la puerta del local se abrió y el protagonista de sus pesadillas apareció y fue a sentarse en la esquina vacía. Aquello era imposible, Rin sentía deseos de desaparecerse a sí misma con la ayuda de un borrador gigante. Un pensamiento extraño cruzó por su mente: tuviste el tiempo suficiente para repensar tu situación ¿verdad, Rin? Esos pensamientos no eran propios, su mente estaba siendo atacada y deliberadamente invadida. Se puso a lavar frenéticamente la vajilla.

    —Justo cuando creí que todo había acabado, tiene el descaro de regresar —murmuró Inuyasha asomando por la puerta de la cocina—. Ahora sí le voy a romper la cara.

    Sesshomaru lo miró directo a los ojos e Inuyasha se sintió igualmente atacado. Se puso un dedo en el ojo y le sacó la lengua de forma grosera. El otro no hizo nada, tan solo sostuvo una impasible mirada.

    Rin acabó de lavar rápidamente la vajilla, como si el agua que usaba obedeciera a sus deseos para calmar sus pensamientos confusos y se interpuso frente al cocinero.
    —Espera un momento, Inuyasha, no hace falta que le golpees: hay una cosa que quiero aclarar.

    —Si algo va mal, sólo llámame.

    —No te preocupes, esto será rápido —Rin se quitó el delantal y salió rápidamente para dirigirse hacia Sesshoumaru. Tenía que poner fin a aquella tortura mental que había convertido una semana en un insufrible siglo.
    Mientras caminaba entre las mesas, se dio cuenta de que nuevamente los presentes parecían zombies que no prestaban atención a nada en concreto. Trató de convencerse de que solamente lo estaba imaginando a causa de su propia confusión.

    Cuando llegó a su lado, él levantó una mano y ni siquiera la dejó hablar.
    —Pide dos tazas de café, serénate y luego regresa.

    Ella exhaló con fuerza y fue a realizar el pedido, pero por más que lo intentó, no consiguió serenarse. Su alma parecía un mar agitado. Las manos le temblaban cuando puso las tazas sobre la mesa.
    —¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó entre enfadada y asustada.

    —Sólo usé un viejo y sencillo truco para sugestionar a tu pequeño y susceptible cerebro. Y tú caíste —giró la muñeca e hizo aparecer en su mano un mazo de naipes y se lo mostró—. Si quieres, puedo enseñártelo, es divertido.

    —Pues a mí no me lo parece —ella se sentó a su lado algo indecisa. Él seguía incomodándola, pero asimismo le atraían las cosas que hacía y decía. Al parecer, él era hábil engañando y manipulando a otros. No podía saber cuales de sus palabras eran ciertas y cuales unas viles mentiras.

    Él mezcló los naipes un par de veces.
    —Es divertido, es pacífico, vistoso y no lastima a nadie —la miró por un momento, antes de seguir—, se parece a ti.

    Ella se sonrojó sin entender bien por qué.

    Después de cortar un par de veces el mazo y volver a unirlo, separó sin mirar los cuatro ases de la baraja, dejándolos frente a Rin. Observó divertido cómo los ojos de ella brillaban con curiosidad y admiración.
    —Te gusta la magia blanca ¿eh? —tomó todos los naipes y volvió a mezclarlos, luego, separó los ases para mostrarle paso a paso cómo hacer el truco—. La quiromancia y la adivinación no son diferentes de este truco. Sólo implantas en la mente de alguien una idea y así la vuelves real Muchos empezamos así, algunos pretendemos ir más lejos. Queremos algo de… poder.

    Ella miró las blancas manos de Sesshoumaru mezclando los naipes de nuevo.
    —No entiendo ¿a esto también se le considera magia?

    —Creo que en este mundo hay dos tipos de magia: la que aparenta ser real y la que efectivamente lo es —le entregó el mazo con la mano abierta.

    —¿Cuál es la diferencia? —ella tomó los naipes, intentando repetir el truco.

    —Un mago blanco influye en las mentes de las personas para crear ilusiones —puntualizó—, pero un verdadero hechicero es capaz de influir efectivamente en los acontecimientos, saber cosas que nadie más conoce. Esa capacidad es la clave de su poder.

    Ella pareció intrigada. Conocimiento y poder eran dos palabras muy tentadoras.
    —¿Y es eso lo que quieres enseñarme?

    —Efectivamente.

    —¿Y realmente eres un mago negro o eso era también parte del truco mental? —dudó.

    Él le dedicó una sagaz mirada por toda respuesta.
    —Estudié por mucho tiempo para aumentar mis conocimientos. Con mis propias habilidades he quitado de mi camino a personas y situaciones molestas. Aplasté cabezas para obtener lo que quería —vio cómo el rostro de Rin iba mutando a una expresión desagradable, mientras paulatinamente se olvidaba de los naipes—. Tenía el poder para hacerlo, estaba en mi derecho. Si eso me hace un mago negro, con gusto acepto el mote.

    Por el tono que usaba, era evidente que él no estaba bromeando.
    Ella, al estar en una posición inferior, también se sentía tentada, también deseaba conocimiento y poder, pero no si para obtenerlos tenía que usar métodos espurios, como él.
    —No me está gustando todo esto —le devolvió los naipes y se cruzó de brazos—. Si realmente eres un mago negro, no puedes enseñarme nada bueno. No me interesa andar por ahí matando gente y causando estragos.

    Él sonrió divertido ante la confusión de la muchacha.
    —Es pequeña la diferencia entre un mago blanco y un mago negro. Un mago blanco se pone al servicio de los otros, un mago negro se pone a sí mismo por encima de los otros.

    Esa respuesta incomodó a Rin.
    —¿Cuáles son las razones que hacen que una persona se equivoque tanto? —lo aguijoneó— ¿El ego? ¿prejuicios socioculturales? ¿patologías mentales? ¿la falta de sentido común? —sonaba realmente crispada.

    Él negó con la cabeza.
    —No tengo idea, pero yo no siento que me haya equivocado. Elegirme a mí por sobre los demás no me parece un error.

    —Puedes elegirte a ti, pero no es necesario dañar a otros —lo acusó.

    Él dejó los naipes de lado y bebió un poco de su café.
    —A veces, es necesario.

    —Disiento —pensar de aquella manera era horrible, tal vez, él tuviera unos cuantos pensamientos podridos y perjudiciales, tal vez tenía la mente retorcida, tal vez tenía más veneno de lo que ella imaginaba, pero ella seguía intentando encontrar un lado bueno en él.

    —Nunca dije que pensaras como yo.

    —En el fondo, no puedes ser tan malo —acotó ella.

    —Es evidente que no conoces a la gente… o te niegas a hacerlo.

    —Tener fe en las personas es bueno —dijo completamente convencida.

    —No cuando esas personas destruyen tus ilusiones y tu mundo —Respondió él en tono parco—. Aprende de mí: si quieres sobrevivir en este mundo, debes pasar por encima de los otros, así tengas que aplastarlos, porque ellos lo harán.

    Rin se quedó callada y con la vista baja ¿Acaso él había sufrido en el pasado y por eso actuaba de esa manera? ¿Acaso creía erróneamente que dañar a otros era un modo correcto de sobrevivir? ¿Y quién era ella para cambiar su mentalidad?
    —Aún si todo eso fuera cierto, no deberías pensar de esa manera —objetó.

    Él dejó el café y la miró a los ojos.
    —Creo que debemos establecer reglas claras. Puedes pensar de una manera diferente a la mía, pero no puedes cuestionarme.

    Ella se sintió afectada por sus duras palabras e inclinó más el rostro, casi como si intentara esconderse.

    —Has lo que quieras, no me das lástima —espetó Sesshoumaru.

    Rin frunció el ceño.
    —Nunca pretendí dar lástima a nadie.

    Él guardó los naipes en su bolsillo y se levantó, dejando la taza de café por la mitad.
    —Ese es un buen comienzo. Un mago no puede dar lástima, pierde su encanto.

    —No pienso ser como tú. Y por tu mentalidad me he dado cuenta de que no sabes tanto como crees.

    —Al menos sé más que tú —dijo en tono neutral—. Vamos —la instó.

    Ella dudó por unos instantes, pero luego lo siguió, pues una parte de ella parecía necesitar hacerlo imperiosamente. Sólo debía cuidarse de no caer en sus engañosos jueguitos y se encontraría bien. Ella estaba segura de que nada era completamente malo ni bueno y quería comprobarlo por sí misma. Tal vez podía obtener de él los conocimientos y las habilidades necesarias y luego, buscar la manera de utilizarlos de forma provechosa, no sólo para ella misma, sino también para los demás.

    Él la miró por sobre el hombro.
    —Sí, así empezamos todos. Después olvidamos a los demás.

    Rin se quedó paralizada por unos instantes, pues parecía como si él le hubiera leído la mente. Sacudió la cabeza. Se consideró una tonta, debía dejar de sorprenderse exageradamente cada vez que él hacía algo fuera de lo normal. Curiosamente, las cosas extrañas comenzaban a parecer normales.
    Con una seña, le indicó a Inuyasha que la dispensara, pues se marcharía temprano. Al igual que le había hecho a Sesshoumaru, el muchacho se puso un dedo en el ojo y le sacó la lengua. De seguro, la consideraba una verdadera estúpida e imprudente por seguir el juego de este sujeto. Al principio, Rin se molestó por esa actitud grosera, pero acabó riendo abiertamente.
     
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  2.  
    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

    Escorpión
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    Hoooo, tengo el honor de leer otro de tus hermosos SesshXRin, y ahora tambien entras a otras parejitas, pensé que Sesshomaru er aNaracu, al principio, en este fic tienen personalidades iguales, me pregunto qué pasará ahora y cuando "llamará" a Inuyasha, tambien me pregunto cuándo conocerá a Kagome y cuando esta comenzará a trabajar con Inuyasha, me intriga todo y quiero saber más, espero el proximo capitulo a ver cómo avanza esto, bey.
     
  3.  
    maFFer susin

    maFFer susin Usuario común

    Escorpión
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    Hola, el titulo me llamo mucho la atención, ¿sabes? no aparenta a lo que trata la historia, pero desde el momento que comenzé a leer me quede pasamada y pegada como mosca a la miel; la verdad fue muy interesante el como manejaste a las parejas, a Miroku y Sango en el inicio, y luego a Sesshomaru y Rin pero no pusiste casi Inuyasha y Kagome, tengo una pregunta ¿quien es la pareja principal? solo curiosidad.

    En verdad me gusto tu historia, y tu forma de narrar es muy formal casi profesional, muchisimas felicidades.
    No se si seria mucha molestia que me avisaras cuando lo continuaras, ya que me encanto tu narración y quisiera seguirla lo mas posible y si me consideras como una lectora, no sabes lo felíz que me harias.

    Ahora bien, hay muchos misterios en ella, pero lo que mas me llamó la atención fue la historia de Kagome, por lo que mencionas que conoce a Sango y Kikyo, que ambas estan involucradas en el mundo de la magia, me supongo que Kagome es perteneciente a este pero hay algo que le impide recordarlo; en fin no lo se, pero es a mi parecer muy bueno.
    historia es muy bueno e interesante, te lo repito. Ojala y la actualizes, y, si no es mucho pedír lo mas pronto posible [:

    ahora lectora
    maFFer
    xoxo
     
  4.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

    Virgo
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    holi!!!
    me dejo bastante intrigada, es un escrito bastante enigmantico y verdaderamente vale la pena leerlo, al leer el inicio me senti tentada a dejar de leer, pero como vez lo acabe de leer y me siento bastante satisfecha, creeme de ahora en adelante cada vez que me avises de un fic tuyo no me pasara por la cabeza no leerlo, es muy bueno, bastante misterioso y me dejaste con ganas de más, me dejaste preguntandome si rin es hechicera de agua o de tierra mmm eso me dejo intrigada, que mal que sessho es asi de malo!y mas que no es hermano de mi inu precioso

    Sabes que en cuanto a redaccion, narracion, estructura, bla bla bla es genial, no tengo que decir nada sobre eso es perfecto

    Esperare pronto la continuacion amiga!!!muy buen fic!!gracias por invitarme!!
    XOXO
     
  5.  
    Yazkara

    Yazkara Entusiasta

    Cáncer
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    HOLA!!!!
    Primero que nada dejame decirte que me encanto tu manera de narrar, me facino la historia de todos los personajes; Kagome como hermana de Kikyo, Sango y Myrocu desaparesidos Inuyasha de cocinero y Rin sigiendo al malvado de Sesshomaru, pero sobre todo el tema tan distinto al que estamos acostumbrados y sin embargo es muy atrallente y enigmatico.
    Todo sobre la magia de elementos y de mas atrapa y no tedeja ir.
    Espero poder leer algo mas pronto.
    oxoxoxoxoxox
    atte YAZZZ
     
  6.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

    Cáncer
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    648
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    [Long-fic] Explosión Elemental (InuXKag) (SanxMir) (SessXRin)
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    7403
    El fuego, el dueño de la pasión y la lucha
    es un poderoso dador de vida y también un implacable destructor.

    En variadas oportunidades, ella le había visto llegar en taxi, pero ahora, ambos se encontraban de pie junto a un lujoso auto que no tenía apariencia de haber sido alquilado. Al parecer, él era más que sólo una serie de trucos y palabras.
    Siempre le habían dicho que meterse en un coche con un desconocido era peligroso y se lo pensó por un rato antes de que él la empujara para obligarla a entrar. Al principio, pensó en gritar, pero luego calló. Tal vez no le serviría de nada.

    —En efecto. Nadie te oiría ¿recuerdas que el sonido se propaga por el aire?

    —Ya, confiesa, ¿me lees la mente? —preguntó curiosa.

    —Por supuesto que no. Es sólo que tienes un rostro y unos ojos muy expresivos. Eres como un libro abierto.

    —Y tú como una caja fuerte —retrucó Rin.

    —Me lo tomo como un cumplido.

    —¿A dónde vamos? —inquirió un poco preocupada.

    —A mi casa.

    Ella tragó saliva. Ya estaban en camino, no era como si pudiera hacer mucho al respecto, sólo rogar que no le hiciera nada, ya que era probable que la estuviera engañando de nuevo.

    —Deberías ver tu rostro —se mofó él.

    —Cuéntame qué me enseñarás.

    —A presenciar cosas de las que no tienes ni idea.

    Ese comentario la entusiasmó tanto como la asustó. En efecto, el sólo presenciar la imponencia de la casa de Sesshoumaru ya era mucho. Un edificio de estilo antiguo, muy ordenado y sobrio, pero a la vez vistoso. Por un momento, creyó entrar en una especie de universo paralelo en el que ella era una princesa.
    Le agradó la sala. Había ventanales enormes, con largas cortinas blancas, una mesa toda de cristal, tres sofás forrados en terciopelo gris y una amplia estantería llena de libros. De los cuales la mitad abordaban temas de oraciones, plegarias.

    —Ya tendrás tiempo de leerlos —le aseguró él—. A un mago puede llevarle años aprendérselos todos.

    Ella se asustó.
    —¿De verdad tengo que aprenderme todo eso?

    —Sólo lo que te sea más útil —se acercó a ella por detrás y se inclinó hasta su oído para susurrarle—. Pero nunca invoques fuerzas que no seas capaz de controlar, podrían poseerte, o hasta matarte —miró de forma enigmática los libros, le acomodó un mechón de sus negros cabellos tras la oreja y luego se fue de la sala.

    —No me dejes sola —su voz hizo eco en el pasillo, las palabras de Sesshoumaru habían sonado demasiado reales y la sala estaba un tanto oscura.

    —No seas llorona —le espetó él—, así nunca llegarás a ser Maestra —al rato, regresó con una jarra con agua y le sirvió un poco en un vaso.

    Ella lo tomó y bebió, intentando tranquilizarse.
    —¿Debo empezar por leer los libros?

    —No, mejor empecemos por… —se puso a mirar los libros del estante, sacó uno de tapa negra y se lo dio—. Tendrás que acostumbrarte a esto.

    Ella lo miró. Aquel libro tenía en la tapa un extraño dibujo que parecían más símbolos satánicos que un signo mágico. Lo abrió algo asustada y vio que todas las hojas, aunque amarillentas, estaban totalmente en blanco.
    —¿Qué se supone que es esto?

    —Tu diario, tu versión personal de estos —le indicó los demás libros—. Ahí anotarás todo lo que necesites saber. Si yo doy un paso o estornudo, pues tendrás que escribirlo. Y luego me dejarás leerlo.

    —Óyeme. Si es mi diario ¿no debería ser personal?

    —Entonces, entiende que tú y yo seremos como una sola persona y dondequiera que yo vaya, tendrás que seguirme, así sea a las puertas del mismísimo infierno.

    —¿Y si no quiero?

    Él tocó los lomos de los libros.
    —Si no quieres, despertaré a todos estos espíritus para que te persigan hasta que te vuelvas loca —lo decía con completa seriedad.

    Ella abrazó su diario.
    —¿En qué me he metido?

    —En algo muy divertido, de veras.

    Él le enseñó de manera teórica rituales y oraciones muy generales para la invocación de fuerzas sobrenaturales, ya fuera para proteger o para destruir. También le explicó cuales serían las herramientas básicas que debería utilizar. Fue lo más concreto posible, para que ella no se distrajera.
    De pronto, un reloj sonó. Doce veces. Ella miró a la pared, donde éste estaba apoyado.

    —¿No te gusta la medianoche? —le preguntó él—. Es la hora más poderosa de todas. La sílfide que me protege vino a buscarme por primera vez a la media noche, se veía increíblemente sensual —le mostró su anillo, que pareció resplandecer con brillo propio—. ¿No crees que es hermosa y poderosa?

    Ella sonrió.
    —Te lo estás inventando.

    —Pronto veremos si me lo estoy inventando.

    —Quiero ir a casa.

    —Te llevo.

    Ella asintió, pues no tenía forma de regresar sola.
    En los siguientes días, aprendió a realizar diferentes trucos para impresionar a otras personas, desde ilusiones visuales y juegos, hasta las artes consideradas “adivinatorias”. Asimismo, empezó a leer e informarse sobre los espíritus a los que Sesshoumaru había hecho referencia. No estaban en los libros, pero podían ser llamados mediante los mismos. Aprendió más sobre rituales básicos y momentos propicios para realizarlos y asimismo fue aprendiendo cómo influir en la mente de otras personas de manera eficiente, del mismo modo en que él solía hacerlo. No era sencillo, pues hacía falta una gran voluntad.
    También intentó enseñarle conceptos básicos de grafología y explicarle los beneficios de usar una caligrafía prolija en su diario, el cual poco a poco se fue llenando de contenidos tan variados como recetas y citas textuales, hasta chistes.
    Al paso del tiempo, tuvo que reconocer que él sabía más de lo que ella creía. Apenas podía mantener en su cabeza toda esa información, pero lo intentaba porque de verdad era interesante. Él respondía a casi todo tipo de dudas y le aseguró que no le enseñaría a utilizar magia negra a alguien que podía morir a causa de su propia debilidad. Y la verdad era que, cada vez que oía hablar de espíritus, Rin temblaba. Ya fueran reales o no, él hacía parecer cada historia completamente real.
    Él hizo que se sintiera casi una hechicera, al menos en forma teórica, pero muchas veces reprimió el deseo de intentar esos rituales en soledad por temor a que algo saliera mal.
    Un día, ella se sintió completamente utilizada cuando su maestro le confesó que, para realizar magia elemental, aquellos conocimientos apenas le servirían. Él se refería a la magia elemental como a la más sencilla, pero a la vez, la más difícil de todas. Sencilla porque requería sólo de sus actitudes y habilidades propias… y difícil porque los elementos —y los elementales— no se dejan controlar…

    **​

    Después de un arduo día en el que había tenido que rendir exámenes, Kagome entró con aire decidido al local. Rin pudo sentir una fuerza extraña en la chica, como si la estuviera llamando sin palabras.
    —Vaya —murmuró—, casi podría jurar que está rodeada por un aura brillante y encendida de fuego. Me pregunto qué le pasa… —terminó de secar rápidamente los vasos para pasar a la tarea siguiente.

    —Buenas tardes —la saludó cuando Kagome se paró frente al mostrador—. ¿En qué puedo servirte?

    —He decidido aceptar un trabajo aquí —dijo con firmeza la joven.

    Rin le sonrió. Eso significaba que, por algún capricho del destino, no había conseguido trabajo en ninguna otra parte y por eso acabaría allí.
    —Espera un momento —fue rápidamente a la cocina y después de un rato, regresó con Inuyasha.

    Él se cruzó de brazos.
    —El jefe no está, pero yo soy su segundo ¿Qué es lo que necesitas?

    —Necesito trabajo.

    —¿Tienes alguna experiencia?

    —Como vendedora en una tienda de dulces.

    Él levantó una ceja.
    —¿Debería convencerme eso? ¿Puedes llevar dos bandejas hasta más de dos metros sin romper una sola parte de la vajilla?

    Rin le dio un codazo.

    —Por supuesto que puedo —dijo decidida.

    Inuyasha la miró a los ojos y no pudo evitar sorprenderse, casi podía jurar que ella estaba envuelta en llamas. Sí que estaba decidida. Era la clase de empleado que su padre, el jefe, admiraría.
    —¿Y qué más sabes hacer?

    —Bueno, soy excelente en la cocina. Mis compañeras de clases suelen admirar la forma en que cocino y creo que con el sector de gastronomía podría llegar a ser mucho más útil que como mesera.

    Inuyasha abrió mucho los ojos y luego frunció el ceño. Estaba bien que tuviera carácter, pero ¿qué era este tipo de afrenta personal? Ella podría hacer mucho por el local, pero en la cocina no.
    —Por la forma en que te he visto actuar, dudo que puedas ser una buena cocinera. Eres apática y ciclotímica.

    Kagome tomó una bocanada de aire.
    —¿Cómo te atreves a decirme eso?

    —Porque es la verdad, apuesto a que quemarías toda la comida.

    —Por supuesto que no, no puedes juzgarme sin ni siquiera haberme visto cocinar una vez, ni haber probado mi comida.

    Él bufó.
    —Prefiero evitar daños materiales, antes que percibir una baja en mi salario —la miró con un ojo—. O que mi hermoso café desapareciera.

    —¿Sólo porque cocinas muy bien te crees con derecho a insultar a los otros? ¿Acaso crees que la cocina te pertenece? —sin darse cuenta, cada vez levantaban más y más la voz, llamando la atención de los clientes.

    —Por supuesto que me pertenece, he estado aquí desde un principio y no necesito de la ayuda de nadie. Además, eres tú la que está siendo orgullosa y altanera, pretendiendo más de lo que puedes tener.

    —¿Por qué mejor no me pones a prueba? ¿O acaso tienes miedo de que te deje en ridículo frente a todos los clientes?

    —¿Cómo te atreves? —se exaltó él—. Mis clientes son fieles y tienen cerebro, por supuesto que me elegirán, y tú no vas a llegar de la noche a la mañana y desplazarme y todavía creer que...

    —¿Y qué tal si sucede que…

    Rin los sujetó del brazo para separarlos.
    —¡Ya! —dijo exasperada—. Está bien, no hace falta que peleen. ¿Por qué mejor no compiten de una forma limpia? La semana que viene se abre un concurso de cocina —los miró respectivamente—, pueden inscribirse y ponerse a prueba. Si ustedes se consideran los mejores cocineros, allí lo probarán, sin trucos, sin malos entendidos, sin peleas. Mientras tanto, Kagome, creo que ni a Inuyasha ni al jefe les molestará darte un lugar como mesera ¿Qué dices?

    Ella sonrió.
    —Me parece bien.

    Kagome e Inuyasha volvieron a mirarse de manera desafiante.
    —Vas a aprender a respetarme, te dejaré en ridículo frente a toda la ciudad —le dijo el joven.

    —¿Ah, sí? Pues yo te pondré en el lugar que te corresponde, te bajaré esos humos —le contestó ella.

    —Que así sea, mañana empiezas —sonrió de un modo algo perverso—. Te quedará muy bien el delantal.

    Rin le sonrió amablemente para disminuir el efecto.
    —Por supuesto que le quedará bien. Kagome es muy hermosa.

    Inuyasha se lo pensó una segunda vez y se volteó para regresar a la cocina y que así ellas no vieran que se había sonrojado.
    ¿Será verdad que no se puede unir lo que se ha roto?

    El sencillo coche rojo aparcó frente al evento, un famoso concurso de cocina.
    —Es aquí. Vi su nombre en la lista de participantes y también sentí su presencia. Jamás se me olvida una presencia —aseguró la chica y se acomodó los lentes de sol.

    El muchacho a su lado asintió.
    —Ella está aquí. Ha llegado la hora de llamarla antes de que alguien más lo haga —como todos los magos de Fuego, él tenía el don de la premonición y muchas veces había sentido que alguien estaba acechando, pensando en atrapar a la hermana de su querida maestra.

    —Entonces démonos prisa.

    Ambos bajaron rápidamente y entraron al edificio. Había demasiada gente y aquello no era bueno, pues era el sitio perfecto para que alguna amenaza se ocultara y atacara, quedando totalmente impune.

    —Miroku, estate alerta —le dijo ella—. Este es el tipo de sitios que no me agradan.

    —A mí tampoco… —de pronto, se quedó quieto, al sentirse atravesado por un enorme poder—. Sango, ¿puedes sentirlo? Un gran poder y está muy cerca —utilizó su vista sutil para intentar encontrar al dueño de semejante fuerza— …sin embargo, no puedo verlo.

    —Yo tampoco, debe estar utilizando algún truco para esconder su presencia —ella también buscaba en todas direcciones con su vista sutil, sin encontrar nada.

    Él intentó llamarlo, pero no recibió respuesta alguna. Eso sólo podía significar una cosa…
    —Un mago negro.

    —¿Naraku? —aventuró ella.

    —No, no es él, pero tiene un gran poder, quien quiera que sea debe estar muy cerca de ser un Maestro.

    Ambos observaron entre un gran grupo de personas que acababan de entrar al edificio y entonces pudieron verlo, sin embargo, eran incapaces de ver su rostro, como si lo tuviera cubierto o borroso.

    —Es él —Miroku lanzó con las manos un ataque de fuego que, a los ojos del común de la gente, era invisible.

    El objetivo de su ataque movió la mano derecha, que llevaba cubierta con un guante y el ataque se detuvo, como si hubiera chocado contra una barrera invisible.

    La pareja parpadeó y aquel mago desapareció, así como había aparecido.
    Miroku frunció el ceño, ambos habían sido víctimas de una ilusión. Cualquier buen mago era capaz de provocar una ilusión, pero ésta había sido producto de la manipulación del aire. Lo más seguro era que, debajo de aquel par de guantes, se escondiera un anillo de poder ¿Un mago de Aire?

    —Miroku, no bajes la guardia —ella se había puesto nerviosa—. Es posible que regrese, en especial si descubre lo que vinimos a hacer aquí.

    —Si intenta hacer de las suyas, pasará primero por sobre mi cadáver.

    Ambos buscaron hacerse un lugar cerca del escenario para poder encontrarse rápido con la chica. Hacían años desde que no la veían y no la reconocerían por su apariencia física, pero ambos estaban seguros de que sentirían la energía que ella irradiaba.
    El muchacho sonrió y estrechó a la chica..
    —Esto no me lo esperaba, mi estimada Sango. Parece que tendremos un premio doble. No sólo el Fuego me llama, es muy débil, pero también puedo sentir la llamada de la Tierra…

    Sango tenía mala cara y los ojos cerrados.
    —También lo percibo, ¡pero puedes decírmelo sin la necesidad de tocar mis senos! —y le dio tal cachetada que varios espectadores se voltearon a ver lo que sucedían.

    —Eres tan adorable —respondió él, mientras se frotaba el lugar en donde había percibido el golpe.

    —Y tú eres tan atrevido —murmuró ella por lo bajo, aún molesta.

    Tanto Kagome como Inuyasha vistieron sus delantales favoritos y se colocaron el número correspondiente prendido a las sencillas camisas. Cuando todos los participantes fueron llamados por los altavoces para presentarse ante el público, salieron. Ambos se encontraron en el pasillo y se dedicaron miradas desafiantes. Ambos estaban enfocados y tenían todas sus energías en alza. Podían ser amigos, pero esto era serio. Inuyasha no estaba dispuesto a quedar detrás de esta niña y perder su lugar como cocinero y asimismo, ella sabía que tenía que ganar, de lo contrario, quedaría en ridículo frente a Inuyasha y no conseguiría el tan codiciado puesto de trabajo.
    Cuando los jueces indicaron el comienzo de la competencia, ambos eligieron rápidamente varios ingredientes de los muchos que había sobre una larga mesa, haciéndose lugar entre los demás participantes. Durante una semana, los dos se habían pasado día y noche practicando y revolviendo libros de recetas para hacer algo que de verdad impresionara a los jueces.
    Ella trabajaba de manera impulsiva y rápida, dispuesta a terminar antes que los demás, segura de que la velocidad le daría puntos extra. Inuyasha no se apresuró, jamás se sentía bajo presión en la cocina, su ambiente natural, iba lento pero seguro.
    Kagome se decidió por un plato árabe bastante adornado, completamente segura de que la comida entraba primero por los ojos. Inuyasha, por el contrario, se decidió por un sencillo pastel, el cual presentaría con algún aditivo. Desde luego, la primera impresión no le importaba tanto.
    Al acabar el tiempo de la primera ronda, un alto número de participantes fue descalificado porque sus platos se habían quemado. Ellos intentaron excusarse, culpando a los hornos que habían puesto a su disposición, pero los jueces no escucharon reclamo alguno.

    Inuyasha miró de manera sospechosa a Kagome.
    —Ya, di qué fue lo que les hiciste a las comidas de los demás —dijo a modo de burla, para relajar el ambiente.

    Sin embargo, ella se enojó con el comentario y se puso en jarras.
    —¿Cómo te atreves a sugerir que les hice mal de ojo a los platos de los demás?

    Entre el público, Sango negó con la cabeza y chistó.
    —Miroku ¿no deberían descalificarla por uso ilegal de sus poderes en una competencia?

    Él suspiró.
    —¿Qué puedo decir? —le guiñó un ojo—, tal vez no fue ella.

    Ella lo miró torcido y le dio un empujón.
    —Eso también es trampa.

    —¿Es un pecado querer que gane?

    Ella tenía un tic en el ojo.
    —Por supuesto —dijo quitándose de manera brusca la mano que él había posado en su perfecto trasero.

    —Aunque ese chico… desprende excelentes energías, se puede decir que está a su nivel. Tiendo a creer que él…

    Después de analizar diferentes aspectos de las comidas de los seis que quedaron, como el aroma, textura, apariencia y sabor, se eligieron cuatro ganadores. En tercer lugar, un chef de academia que había preparado un vistoso pavo, en segundo lugar, una mujer que había preparado toda una serie de postres y en primer lugar, a Inuyasha y Kagome.
    El plato preparado de Kagome en efecto había sido mejor considerado, era vistoso y el más sabroso de todos, sin embargo, la comida de Inuyasha les había provocado a los jueces sensaciones únicas, que iban más allá del sabor o el aroma de su pastel.

    Kagome, conociendo la extraña propiedad “curativa” de las comidas de Inuyasha, lo miró como él había hecho antes y le sonrió de manera pícara.
    —Ya, di qué les hiciste a los jueces —aún con el mismo puntaje, estaba claro que ella le había superado.

    Él puso una expresión compungida y miró en otra dirección.
    —Está bien, lo acepto, es muy probable que estés a mi nivel…

    —¿Qué si es muy probable? Oye, yo…

    La muchacha fue interrumpida por el anuncio del presentador. El premio del concurso era una beca para realizar estudios superiores de gastronomía.

    Rin estaba en una de las últimas filas, presente para acompañarlos, así como lo había prometido, al escuchar el premio, juntó las manos y cerró los ojos, como pidiendo un deseo.
    —Acepten ese premio, acepten ese premio…

    Sólo Inuyasha aceptó, pues lo único que Kagome quería era convencer a sus compañeros de trabajo que merecía un lugar apropiado en la cocina. En especial al terco, engreído y lindo de Inuyasha… un momento ¿había pensado lindo?

    Ambos regresaron al salón para quitarse el delantal de cocina y volvieron a cruzarse.
    —Pelear contigo fue inútil, desde un primer momento sentí que eras capaz de hacer esto —le dijo él en tono humilde y tranquilo, ofreciéndole la mano a modo de decreto de paz.

    —¿Entonces por qué lo hiciste?

    Él le guiñó un ojo.
    —No hubiera sido tan divertido.

    Ella le tomó la mano y sintió una especie de corriente eléctrica, así que lo soltó en seguida, ruborizada.
    —Me alegro de que pienses así, sin embargo, no importa qué tan buena sea cocinando, jamás tendré esa habilidad natural tuya para ayudar a las personas —le sonrió tímidamente—. Es realmente admirable.

    —¿Sabes, Kagome? Una vez Rin me preguntó si nunca me habían sucedido cosas extrañas y la verdad, es que no. Sin embargo, muchas son las personas que me han dicho que con mi comida se sienten bien e incluso se sanan de dolencias físicas y emocionales —negó con la cabeza—. En un principio, quise creer que sólo se trataba de una especie de efecto placebo, pero mientras más pasa el tiempo, me doy cuenta de que no es así.

    Ella dejó de sonreírle y pareció despertar de un sueño.
    —Dijiste Rin ¿la has visto acaso? Dijo que iba a estar aquí presente.

    Inuyasha miró hacia la salida.
    —Seguramente estará entre el público, vamos a buscarla juntos.

    Ambos se dirigieron al auditorio y comenzaron a buscar entre la gente cuando, de repente, una pareja se les atravesó. Una mujer de piel rosada y cabello castaño, con un sencillo vestido blanco y un hombre de largo cabello negro, vestido de gris. Ambos con lentes y con sendos anillos en la mano izquierda.

    —¿Señorita Kagome? —preguntó él.

    Ella lo miró sorprendida.
    —¿Usted me conoce?

    Él se quitó los lentes, revelando unos hermosos y límpidos ojos azules.
    —Hace mucho tiempo desde que no nos vemos, señorita Kagome.

    Ella lo miró por un rato. Esos ojos le resultaban tan familiares…
    —¿Miroku? ¿Realmente tú eres Miroku? —miró a la chica—, entonces tú…

    Ella se quitó sus lentes también, revelando unos bonitos ojos rasgados.
    —Kagome, me alegra verte después de tanto tiempo.

    Kagome abrió mucho los ojos por la sorpresa.
    —¡Sango! —la tomó de la mano—. Sango, eres tú. No puedo creerlo ¿en dónde han estado todo este tiempo? —la alegría brillaba en sus ojos.

    —¿De qué me perdí? —preguntó Inuyasha algo mareado.

    Kagome volteó a verlo.
    —Ah, lo siendo, debí presentártelos. Ellos son mis mejores amigos. Miroku y Sango, nos conocemos desde la infancia.

    —Mucho gusto —dijo la pareja.

    —Igualmente —contestó él—. Mi nombre es Inuyasha.

    Sus mejores amigos… había cometido un pequeño error al creer que él y Rin eran sus únicos mejores amigos. Sin entender por qué, se sentía un poco… celoso.

    —Realmente, nos alegra conocerte —le dijo el muchacho de ojos azules—. No sabes lo especial que eres.

    —¿Especial? ¿Yo? —los miró una y otra vez, pues no recordaba haberlos visto nunca como clientes en el local. La mayoría de los comentarios que las personas referían como “especial”, era por sus habilidades como cocinero y a veces por su buen manejo de grupo, aunque costara creerlo.

    Sango le sonrió ampliamente, haciendo que se sonrojara.
    —De verdad, nos alegra mucho encontrarte junto a Kagome, ella no puede estar más segura contigo, son la pareja perfecta…

    Ambos abrieron mucho los ojos y se sonrojaron.

    —¿P-pareja? —balbució el pobre de Inuyasha—. N-no, m-me temo que aquí hay un error, nosotros no tenemos ningún tipo de relación, sólo… sólo somos compañeros de trabajo.

    Kagome asintió, riendo nerviosa.
    —Así es, sólo compañeros de trabajo.

    Miroku y Sango se miraron con complicidad.

    —Pero, dime, Sango —cuestionó Kagome, mientras buscaba con la mirada—. ¿En dónde se encuentra Kikyou?

    Miroku y Sango volvieron a intercambiar miradas, esta vez de preocupación. No creían que Kagome fuera capaz de recordar tan nítidamente a su hermana mayor.

    —Kagome, escucha, sé que esto será muy difícil, pero… la señorita Kikyou falleció hace ocho años, poco después de que nos separáramos.

    —¡¿Qué?! —Kagome sintió que el mundo se desdibujaba y la tierra se movía bajo sus pies.

    Inuyasha la sostuvo por los hombros, evitando que cayera.
    —¿Te encuentras bien?

    —No, no me encuentro bien —se sujetó la cabeza, pensando que iba a estallarle—. Pero qué le sucedió…

    Sango no pudo hablar, fue como si se quedara en blanco. Miroku le puso una mano en el hombro.
    —Tuvo un desafortunado accidente, pero este no es un lugar para hablar de eso —dijo con voz serena—. Vamos a cenar a algún sitio, yo invito. Luego, hablaremos con más calma y les explicaremos a ambos lo que tienen que hacer.

    El muchacho de cabello plateado levantó una ceja.
    —¿Lo que tenemos que hacer? ¿Acaso debemos trabajar para ustedes o algo así?

    Sango negó categóricamente.
    —No, nada de eso.

    —Está bien —aceptó Kagome con una típica sonrisa— Y cuéntame ¿estudias o trabajas? ¿en dónde están viviendo ahora? Tal vez podamos reunirnos una tarde en el café y…

    Sango estaba realmente feliz de reencontrarse con su mejor amiga y atendía a tudas sus preguntas cuando, de repente, vio a Miroku cambiar de expresión. Al principio no entendió lo que ocurría pero al instante, sintió que el mundo a su alrededor pareció desdibujarse, para concentrarse en un solo punto muy cercano a ella. Era un poder tan fuerte como el que emanaba Kikyou, pero no era ella.
    Puedo sentirlo, el Agua me está llamando. Y está justo aquí.
    Volteó de súbito y se encontró observando a una chica de cabello negro y ojos rasgados, que llevaba puesto un sencillo vestido negro.

    —Miroku, ¿has visto ya a esa joven? —murmuró Sango, acercándose a él.

    —Sí, su aura no es normal, puedo percibir claramente el poder del agua en ella —respondió él en el mismo tono—. Es como si nos estuviera llamando.

    —¿Crees que acaso sea la hija de…?

    —No podemos estar seguros, pero la fuerza que tiene es incuestionable —frunció el ceño—. Normalmente, un mago intentaría ocultar sus habilidades para no ser descubierto. Da la sensación de que alguien estuviera intentando forzar el despertar de sus poderes antes de tiempo, tal vez para poder encontrarla.

    El rostro de Sango denotó preocupación.
    —¿Crees que se trate Naraku?

    —Eso sería muy grave —miró a Kagome—, oye, Kagome ¿Tú conoces a esa chica?

    Ambos, Inuyasha y Kagome, miraron en la dirección que él les indicaba.
    —¡Es Rin! —respondieron a la vez, muy animados.

    —Es una joven muy amable, su sola presencia me hace sentir bien —afirmó Kagome.

    —Es una excelente trabajadora y siempre está a disposición de todos, como si siempre supiera lo que necesitamos, incluso antes de que le pidamos nada —agregó Inuyasha—. Aunque es un poco ingenua a veces.

    Sango y Miroku se miraron el uno al otro. Esa era una mala combinación.

    —Oye, discúlpanos, queremos hablar un momento contigo, es algo muy importante —le dijo la muchacha castaña, acercándosele.

    —¿Importante? —Rin se aprestó.

    —Así es —le dijo seriamente el muchacho de ojos azules—. Tal vez te parezca extraño lo que voy a decirte, pero he notado que eres una persona con habilidades especiales y creo que es necesario que las desarrolles cuanto antes.

    Rin abrió mucho los ojos y luego desvió la vista. Sesshoumaru le había dicho que no era el único que había captado su “don” recién despertado y que había muchas personas peligrosas que podían querer aprovecharse de ella por eso. Tenía que buscar la manera de salir de ahí.
    —Lo siento, pero no tengo tiempo para hablar, tengo una cita con mi novio y se me hace tarde —antes de que pudieran decirle nada, se alejó a paso rápido y buscó la salida. Él le dijo que estaría cerca, observándola.

    —Es muy extraña —observó Sango.

    —¿Su novio? —preguntó Kagome muy confundida— ¿Desde cuándo Rin tiene un novio?

    —Ah, sí —dijo Inuyasha rudamente, restándole importancia al asunto—. Es un patán que suele venir aquí todas las noches e hicieron buenas migas en seguida. Siempre se van juntos cuando acaba su turno. A mí no me cae bien pero respeto los gustos de esta chica —se encogió de hombros.

    Kagome lucía realmente sorprendida.
    —No creí que Rin fuera esa clase de chica.

    —Yo tampoco —acotó Inuyasha.

    —Eso no importa —arguyó Miroku—, tenemos que encontrar la forma de hablar con ella.

    Inuyasha levantó una ceja.
    —¿Por qué es ella tan importante? —no acababa de entender.

    —Porque ella es en cierto modo como la señorita Kagome —le contestó Miroku.

    —Oye, espera un momento —dijo el joven de cabello plateado—. Sé que se parecen un poco, pero definitivamente, Rin es más adaptable y tiene un mejor carácter, no creo que ellas…

    Kagome, ofendida, tomó aire y le dio un empujón.
    —¿Cómo te atreves a decir eso?

    —Eso es lo de menos —interrumpió Miroku la pelea, poniendo una mano en el hombro de cada uno—, ahora, lo que deben hacer ambos es acompañarnos y hablaremos más detalladamente de la situación. Puede que al principio les resulte todo muy confuso, pero ambos son fuertes e inteligentes, así que lo harán bien.

    —¿Qué se supone que hemos de hacer? —preguntaron confundidos Kagome e Inuyasha a la vez.

    Sango les sonrió y les guiñó un ojo.
    —Muy pronto lo sabrán.

    Rin no era capaz de creer que les había dicho que tenía un novio y ahora se sentía avergonzada. Cuando encontró a Sesshoumaru, caminó en silencio junto a él, hasta llegar a un coche bastante lujoso. Él le abrió la puerta y le indicó que subiera. Asimismo, se ubicó en el asiento del conductor y puso el coche en marcha. Ella no soltó una sola palabra, a pesar de que siempre era por demás habladora. ¿Acaso era capaz de sentir conscientemente la llamada del Fuego y la Tierra? Aún era muy pronto.

    —¿Qué es lo que te incomoda? —preguntó.

    Ella pareció salir de su ensimismamiento y lo miró.
    —Ah, es que me encontré con unas personas que me hablaron de manera extraña, pienso que tal vez eran magos verdaderos, como lo eres tú.

    Él la miró de reojo por un momento. ¿También ella se los había encontrado?

    —Creo que intentaban llamarme, así como lo hiciste tú —razonó la joven—, al menos, fue esa la sensación que tuve, pero me alejé rápido de ellos porque recordé lo que me contaste de ciertos magos peligrosos… sin embargo, hay algo que me preocupa. Ambos estaban con mis amigos. ¿No les harían daño?

    —Tus amigos —tal vez, “sus amigos” fueran los demás, los otros magos elementales cuyos poderes permanecían aún dormidos.

    ¿Escuchaste eso, Naraku? “Son amigos”, es tan enternecedor… entonces, será muy fácil arrastrarlos hacia ti. Pensó Sesshoumaru.

    Una sonrisa perversa llegó a su mente por toda respuesta.
    Eres tan inteligente, mi estimado Sesshoumaru, has hecho un buen trabajo.

    —Rin —volvió a mirarla de reojo— ¿qué pasaría si tus amigos fueran como tú?

    Ella pareció entusiasmada.
    —¿Es eso posible? ¿Qué ellos tengan dones o algo así? —al instante, pareció asustada—. Tienes que regresar, si eso es cierto, esas dos personas que estaban con ellos podrían…

    —Eso no será necesario —le dijo antes de pisar el acelerador.

    Rin miró asustada cómo se alejaban cada vez más y más del centro de la ciudad y era evidente que no estaban yendo a la casa de él, ni a la suya. ¿A dónde pensaba llevarla? ¿Y para qué? ¿Y qué pasaría con Kagome e Inuyasha?

    —Estoy asustada.

    —No importa quién esté intentando llamarlos. Podrás ayudarlos cuando domines tus poderes.

    —¿Cuáles poderes?

    —Aquellos que permanecen dormidos en ti. Toca tus manos —ella lo hizo y sintió que sus manos estaban realmente calientes—. Tus poderes están ansiosos por salir.

    —¿Qué dicen? ¿Que Kagome es una hechicera elemental? ¿Y yo también? —cuestionó Inuyasha, mientras se sentaba en el asiento trasero de aquel coche—. Eso es fantástico y absolutamente ridículo. Yo me bajo, no quiero viajar con retrasados mentales.

    Kagome lo agarró por la manga de la camisa.
    —Espera un momento, no te permitiré que llames retrasados mentales a mis amigos.

    Él pareció exasperado.
    —Hasta hace unos minutos, no sabía que tenías unos amigos como ellos, que creen en cosas que no existen.

    Miroku miró a los pasajeros del asiento trasero a través del espejo retrovisor.
    —No espero que me creas de buenas a primeras, pero tienes que saber que lo que te digo es verdad.

    Inuyasha lo miró desafiante.
    —Si lo que dices es verdad. Quiero pruebas contundentes.

    —Te daré las pruebas contundentes —Miroku dejó el volante, se dio la vuelta en el asiento y, juntando tres dedos, hizo aparecer de la nada una pequeña llama azulada.

    Kagome e Inuyasha miraron anonadados.

    —No… puede… ser… —balbució Inuyasha, sin poder quitar los ojos de la llama, que bailaba asumiendo formas extrañas y antinaturales—. ¿Qué tipo de truco es ese?

    —No es ningún truco —dijo el muchacho de forma altiva.

    —Miroku es un mago elemental de fuego, como tú, Kagome —aclaró Sango—. Puede controlar el fuego a voluntad y tú puedes aprender mucho de él.

    —¿Es posible que yo pueda hacer lo mismo? —se cuestionó la muchacha de cabello negro azulado.

    —No sólo es posible —le dijo Miroku haciendo desaparecer la llama—. Lo harás.

    Inuyasha frunció el ceño, realmente muy mareado.
    —¿Y tú esperas que también haga eso?

    —No —le dijo Sango—. Tus energías son diferentes a las de Kagome, por eso es probable que seas capaz de hacer algo diferente.

    El muchacho de cabello plateado bufó.
    —Ya, dejen de vacilarme.

    Miroku lo miró a los ojos.
    —Seré lo más claro que pueda. Ustedes dos nacieron para ser Maestros Elementales y no pueden rechazar su destino. Yo fui instruido por la señorita Kikyou y es mi deber ser el maestro de Kagome, quien tomará su lugar algún día como Maestra de Fuego.

    Los ojos de Kagome se abrieron cuan grandes eran. Ella no se imaginaba siendo hechicera elemental y mucho menos Maestra.

    —Según la alquimia, los elementos que conforman el mundo físico son el Agua, el Fuego, el Aire y la Tierra —les explicó Sango, mientras el coche se movía veloz por las calles—. Esos son los elementos que un mago puede controlar con la ayuda de los elementales.

    —Entonces, si mi hermana era una maestra de Fuego —razonó Kagome— ¿había otros tres maestros elementales?

    —En efecto —afirmó Miroku— y todos ellos tuvieron descendencia destinada a convertirse en sus sucesores.

    Kagome parpadeó, intentando asimilar la información.
    —¿Entonces Inuyasha y yo somos esos herederos? ¿en dónde están los otros dos?

    —No lo sabemos —respondió Sango—. Hace algunos años, se produjo una cacería de magos. Muchas familias se destruyeron a causa de eso. Muchos dejaron a sus hijos al cuidado de otras personas para protegerlos. Yo caí en manos de la señorita Kikyou cuando tenías dos años, querida Kagome —le sonrió dulcemente.

    Kagome entendió que a ella también le había sucedido lo mismo. Miró a Inuyasha.
    —¿Y qué hay de ti y de tu familia? ¿Quiénes son tus padres?

    Él pareció incómodo ante la curiosidad de la chica.
    —Nunca lo supe. Fui criado en el seno de una familia de clase media alta. Soy adoptado. Siempre me apoyaron en todo, especialmente desde que descubrieron mis dotes para la cocina —entrecerró los ojos—. Siempre pensé que abandonar un hijo es una locura, por eso no estoy interesado en conocer a mis padres biológicos.

    —Es probable que tus padres no estén vivos si eran como la señorita Kikyou —le advirtió Miroku—. Ellos no querían lastimarte, sólo pensaron en tu seguridad.

    Inuyasha bufó y miró por la ventanilla.

    —Es posible que haya muchos niños “huérfanos” que nunca sabrán que son dueños de grandes poderes —el muchacho entrecerró los ojos—, pero, Kagome, Inuyasha, la cacería aún no ha terminado, por eso deben volverse fuertes para continuar viviendo.

    Inuyasha bostezó.
    —Está bien, está bien. Te seguiré el fuego, yo también quiero ver explosiones de fuego —dijo de manera cínica.

    Miroku le sonrió burlonamente y lo miró de reojo.
    —Si juegas con fuego sin saber controlarlo, te puedes quemar.

    Sesshoumaru entró primero y encendió la luz. Rin le siguió con paso dudoso y no pudo evitar sobresaltarse cuando la puerta se cerró. Lo que parecía en principio un galpón oscuro y abandonado, resultó ser un muy ordenado taller. En una esquina, había un par de coches lujosos y tres cajas de herramientas de precisión a su lado. En la pared contraria, había dos escritorios con varios ficheros, papeles ordenados y cuadernos de anotaciones, en uno de los escritorios había un ordenador portátil de apariencia cara pero sencilla. En una de las esquinas cercana a la puerta, había una especie de armario pequeño, hecho de madera, que no entonaba con el resto de las cosas que había allí.
    Él hizo un lugar en uno de los escritorios y fue sacando del armario varios recipientes y objetos, para luego apoyarlos en la limpia superficie del escritorio.

    —Es hora de comenzar con las pruebas verdaderas —le dijo sin mirarla.

    Ella llevó una mano al pecho y tragó saliva ¿Qué se suponía que iba a hacer él?

    De uno de los recipientes, él sacó un puñado de algo y, tomándola del brazo, la paró en el centro del taller.
    —Quédate aquí y enfócate.

    Con la mano derecha, dibujó un círculo en el aire y una leve brisa apareció de la nada. Rin se encontró de pie en medio de un perfecto círculo de sal dibujado en el suelo.
    Acto seguido, él trajo una vela y la encendió, apoyándola junto al círculo, luego, llenó un recipiente de cristal con el agua del grifo que había en el taller y lo colocó en el lado opuesto del círculo. Sacó otro puñado de sal y, poniéndolo en un plato, lo dejó en el suelo en uno de los lados y en el lado restante, encendió una vara de incienso.

    —Vamos a ver qué tan buena eres para esto. Un buen hechicero elemental debe ser capaz de ejercer control al menos sobre uno de los elementos considerados principales por el antiguo arte de la alquimia.

    Ella se sentó en el suelo, dentro del círculo y miró a su alrededor.

    —La vela es la representación sencilla de todos los elementos, en especial al fuego —comenzó a explicarle él—, el aroma del incienso representa la sutilidad del aire y la sal representa a la tierra de la que fue sacada.

    La hizo sentarse mirando de frente al incienso.
    —No estoy acostumbrado a cometer errores, así que empezaremos con lo más sencillo. Intenta apagar el incienso, dándole una orden y no se vale soplar.

    —¿Y cómo se supone que he de hacer eso? —preguntó un poco confundida.

    —Debes sentir que eres capaz de hacerlo. Empieza.

    Ella puso las manos frente al humo del incienso y se enfocó en el mismo. No podía hacer ninguna clase de trampa porque Sesshoumaru estaba de brazos cruzados frente a ella, sin quitarle los ojos de encima. Trató de abstraerse de todo, pero al cabo de treinta minutos, seguía en la misma posición, y nada.

    Sesshoumaru miró hacia arriba, hizo una negativa con la cabeza y soltó un suspiro. Acercó su rostro al de ella, con cierto aire de burla en su expresión.
    —Si ni siquiera eres capaz de controlar el viento ¿Cómo crees que podrás dominar los demás elementos?

    —Tal vez te haz equivocado y no soy una hechicera elemental —se excusó ella.

    —Yo no cometo esa clase de equivocaciones —se impuso él. Miró hacia la vela y luego, negó con la cabeza—. Es inútil que te pida intentar eso. Ahora, ven —rodeó el círculo y se sentó frente al recipiente de agua—. Pasemos a lo siguiente. Intenta levantar el agua de este recipiente con la mano. No dejes caer una sola gota.

    Ella se sentó frente al recipiente, pero no hizo nada. Le preocupaba que él se enojara si no lo lograba, además, le faltaban otros dos elementos todavía. Tenía que lograrlo como fuera. Metió la mano hasta el fondo y, ante su sorpresa, se encontró sosteniendo en su palma una perfecta esfera de agua. Su asombro fue tanto que perdió la concentración y el globo de agua le explotó en la cara, mojándola completamente. Y ella que llevaba puesta una camisa blanca. Se cubrió con los brazos, mas su expresión de asombro no desapareció. Miró confundida a Sesshoumaru.

    Él golpeó el suelo con el zapato, unos segundos le bastaron para comprender.
    —Así que un mago de agua —aguzó la mirada. Qué bien. Ella le sería muy útil para capturar al dueño del Fuego. Si la entrenaba lo suficiente, además, ella sería capaz de controlar y asesinar sin ayuda a un mago de Tierra—. Es mejor que empecemos pronto con tu entrenamiento.

    Cuando Naraku se enterara, se pondría muy contento. Si se enteraba.

    —¿Qué se supone que haces? ¿Quién te crees que eres? —despotricó Inuyasha—, primero me dejas dentro de este círculo como si fuera una bestia de corral ¿y ahora me pides que haga magia? —al instante, tenía un golpe en la cabeza, propiciado por Miroku con una vara.

    —Calma, un hechicero elemental debe tener la templanza suficiente como para ser respetado por su elemento.

    —¡No vuelvas a golpearme con eso! —le gritó Inuyasha.

    —Tranquilo, y agradece que no fue con el bastón —le dijo Sango.

    Inuyasha miró hacia una esquina del cuarto y vio el dichoso bastón de metal al que la chica hacía referencia. Un escalofrío le recorrió la espalda.

    —Además, lo que tienes que hacer será sencillo —dijo ella poniendo en el borde del círculo un plato con sal—. Tienes que cambiar las propiedades de la sal.

    Él se cruzó de brazos.
    —Mis principios como cocinero me lo impiden.

    Miroku lo empujó para que se sentara en el suelo.
    —Olvídate de tus principios por un momento. Aún no lo entiendes, pero tu vida depende de esto.

    Inuyasha bufó.
    —No veo el como —sin darse cuenta, miró por sobre el hombro, pues sentada a sus espaldas dentro del círculo, estaba Kagome. Confundido y como, cerró los ojos y apoyó una mano en el plato con sal

    Miroku se olvidó por un momento de Inuyasha y, ubicándose frente a ella, encendió una vela.
    —Eres hermana de la poderosa señorita Kikyou, así que esto será sencillo para ti. Tienes que intentar cambiar la forma de la llama de esta vela.

    El mago de Fuego no quería asustar a la muchacha, diciéndole de buenas a primeras que controlar el fuego era la tarea más difícil de todas, incluso para un experimentado maestro de Fuego. Tampoco quiso decirle que él había sufrido horrores cuando había realizado esa prueba por primera vez, pues había estado enfocado durante una hora hasta que le dolieron los ojos y la espalda, sólo para producir una pequeña ondulación en la llama.

    —Concéntrate, Kagome —le dijo con semblante serio.

    Ella se puso nerviosa al ver que Sango había traído el extintor de incendios.
    —Es sólo por si acaso —informó.

    La muchacha de cabello castaño observó a Inuyasha, que permaneció con la mano en la sal, sin apenas moverse, con los ojos cerrados y el entrecejo fruncido. También había empezado a sudar, como muestra del esfuerzo que esa “simple” tarea le estaba demandando. Sin embargo, él no acostumbraba a dudar y siempre estaba dispuesto a llegar hasta el final en todo lo que hacía.

    —Ya está —informó el muchacho, casi una hora después.

    —Ya lo veremos —dijo la muchacha levantando el plato y tomó una probada de la sal. Confundida, la probó una segunda vez— ¿Soy yo o esta sal ha perdido completamente su sabor?

    —Haz una prueba electrolítica, por favor —le dijo Miroku.

    Sango asintió y llevó la sal a una cuba electrolítica que estaba sobre una mesada del laboratorio en el que se encontraban.
    —Es un hecho, Miroku —dijo más tarde la muchacha—. Esta sal ha perdido sabor, propiedades eléctricas y pH —miró a Inuyasha con una sonrisa—. No sólo es un excelente cocinero, también es un mago de Tierra.

    Inuyasha sonrió ampliamente, orgulloso de haber pasado la prueba.
    De pronto, todos se sobresaltaron al oír una explosión y Kagome cayó asustada en el regazo de Inuyasha. La vela había explotado.
    —¡Lo siento! —se disculpó Kagome, sudando y riendo nerviosamente.

    —¡Quítate! —le dijo Inuyasha nervioso y más rojo que un tomate, empujándola para separarla de sí.

    Miroku se agarró de la cabeza y negó.
    —Por lo visto, la señorita tiene la capacidad para influir sobre el fuego, pero no puede controlarlo.

    —E Inuyasha hizo un excelente trabajo —agregó Sango—, pero tarda demasiado tiempo y le cuesta concentrarse.

    Miroku negó con la cabeza y se cruzó de brazos, mirando a los avergonzados chicos.
    —Parece que tendremos que trabajar muy duro aquí.

    Kagome salió del círculo y miró a su alrededor, al pequeño laboratorio de alquimia que su maestro había construido, mas no con el propósito de hallar la piedra filosofal, como los alquimistas de antaño, sino para enseñarle adecuadamente a ella, como muchas veces su hermana mayor había expresado. Antes de llegar, Miroku le contó todo eso, ella recordó sus palabras y sus ojos cafés se llenaron de lágrimas.

    —¿Te sucede algo? —le preguntó Inuyasha confundido—, no te preocupes, es como la cocina, lo intentaremos otra vez…

    Ella negó con la cabeza y luego se secó las lágrimas.
    —Todo estará bien, me esforzaré, haré que mi hermana se sienta orgullosa.

    Sango la tomó de la mano.
    —Así se habla.
     
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    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Me alegra mucho saber que decidiste empezar otra historia, no tengo palabras para describirlo (bueno en realidad si, pero no quiero hacer un post kilometrico XD)

    Primero que nada, me encanta el tema que presentas en esta ocasión, no se por qué diablos pense en Harry Potter cuando comencé a leerlo (quizas porque hace poco vi una de las peliculas en tv, pero en fin) tu fic obviamente no tiene nada que ver, solo tuve un momento de estupidez transitorio...

    Me gusta tu estilo para narrar, creo que es un poco más alegre que en otras ocasiones, me agrada la personalidad que le diste a Sesshomaru en este fic y las pequeñas situaciones graciosas que se han visto en los dos capitulos. El tema de los magos me gusta y todo eso de los elementos, te confieso que los capitulos se me hicieron cortos, tal vez porque casi me infarto al ver un escrito tuyo, no deje de reir como tonta mientras leia.

    No tengo ninguna critica, no recuerdo haber visto errores en estos cap :) solo espero que no te tardes mucho con el proximo capitulo, es bueno verte de vuelta y se nota que tu nueva historia tiene mucho potencial.
     
  8.  
    Asurama

    Asurama Usuario popular

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    Aquí donde yo vivo, es un clásico que los niños (de once o doce años) y los no tan niños se reunan en las tardes y, a veces, en la noche a mirar Inuyasha. Inuyasha tiene realmente mucha fama y muchos se enganchan en seguida si están bien predispuestos. Generalmente, cuando empiezo una historia de Inuyasha, sea canon o no, me cuesta desprenderme y se me amontonan las ideas. Este capítulo tenía que ser mucho más largo, algo así como una revisión de una serie de sucesos paralelos, e iba a ser mucho más interesante, pero no deseaba hacer esperar a nadie. Mi publicación se retrasó porque, como verán, fui víctima de un ataque de gripe que no me dejaba hacer absolutamente nada de nada, pero ahora ya estoy mucho mejor.
    Me alegra saber que escribo lo suficientemente bien como para que los errores pasan desapercibidos, me come la cabeza cometer errores y hacer el ridículo.
    La verdad, no sé con lo que esperaban encontrarse cuando llegaron a quí y con qué se encontraron a cambio, me gusta dejar la interpretación libre en cada escrito, sólo limitándome a la transmisión clara de las ideas.

    Ahora, veamos. Suri, creo que aquí he respondido la mayoría de tus intrigas, aunque sin dudas, si el capítulo hubiera tenido la longitud esperada, hubiera podido aclarar todas esas pequeñas lagunas mentales que, por suerte, te atraparon por aquí. Como te darás cuenta, mi especialidad es, por supuesto, el SessXRin, porque soy aficionada a la pareja y la mayoría de mis fics se centran en ellos. Es de esperarse, entonces, que sean los que mejor desarrollo en cualquier fic, sin olvidarme, claro, de los demás personajes. Ellos son especiales, no sé si me entiendes, el ponerlos delante de los demás es como una cosa que ya hago de manera inconsciente.


    maFFer! Bienvenida, creo que es la primera vez que te veo por alguno de mis fics, de verdad, no sé qué es lo que puede sugerir el título de buenas a primeras, no me puse a pensar en eso, sólo fue lo primero que se me vino a la mente, hay mucho de escritura automática por aquí, jejeje. He puesto aquí algo más de cada pareja y debo aclararte que en mi historia no hay pareja principal, porque todos son igualmente importantes, como dije antes, yo me especializo en escritura y desarrollo del "género" SessxRin y tengo un manejo bastante aceptable de personajes.

    Whitemiko. hey, hey, óyeme, que no se juzga al libro por su tapa, aún cuando te dije que le dieras una oportunidad (y me alegra que lo hayas hecho) Yo al principio tampoco le tenía mucha fe a este invento que, al igual que Amarok y otros, nació de un simple sueño, pero, como al final conseguí atraparte, aquí te dejo pronto con más...

    Yazkara, bienvenida y me alegro de que estés disfrutando de esta experiencia. En esta historia habrá muchos cruces raros de trama de los que podrás disfrutar. Si aguna vez te pasaste por otros de mis escritos, entenderás a lo que me refiero, sino, espera para sorprenderte. La verdad, yo no sé cuál es el tema "al que están todos acostumbrados", yo he leído de todo: yaoi, yuri, lolicon, compañeros de cuarto/edificio/colegio/universidad, relaciones jefe/secretaria, organizaciones secretas, magical girl, fantasía alta (al estilo original de Inuyasha) y fantasía baja (como este fic).
    Pero por otro lado, siempre busco con mis fics salirme de lo común, así que las sorpresas nunca faltarán, espero desees seguir aquí.

    Pan-chan, querida hermana mía. Haber leído Colmillo Sangriento te traumatiza, creo. Colmillo Sangriento es una sátira cruel que se caracteriza por su humor negro y por sus escenar fuertes, pero no es ese mi estilo básico, ya que más bien tiendo a un estilo moralizante-reflexivo y a los géneros románticos fantasticos, de finales agradables y por lo general, con trama madura.
    Debo confesar que yo también pensé en Harry Potter cuando comencé a escribir y pensé que algunos quizás podrían rehusar leer si lo encontraban de ese modo, pero a pesar de ser fantástico, he tratado de apegarme lo más posible a los rituales de nuestra tradición, los cuales no los describo completa y detalladamente porque serían difíciles de comprender.
    La personalidad de Sesshoumaru es un tanto más abierta aquí, pero como has de suponer, todo en esta vida tiene un motivo. Si empiezo a estirarme hacia el OoC, por favor, denme un buen tirón de orejas.

    Luchy las saluda
     
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  9.  
    surisesshy

    surisesshy Usuario popular

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    Wo wo wo, para el coche ¡¿Sesshomaru sama es malo?! No me lo creo, aunque se ve a leguas que quiere traicionar a Narcu, eso no cambia el hecho de que sea malo. Ni en tus historias existe un mirocu serio XD, eso no se le quitara jamas, suerte y no ha querido propasarse con kagome, que ahí si que se lleva una tremenda.

    Inuyasha Tierra, kagome fuego y Rin agua ¿quién será el viento? ¿Kohaku? Eso lo veremos muy pronto, tu capitulo me ha encantado, ya queiro leer el próximo y saber cómo avanzan estos aprendices, hasta la proxima, bey.

    PD: espero y termines de mejorarte pronto n.n
     
  10.  
    Yazkara

    Yazkara Entusiasta

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    HI!!!!!!
    Gracias por todo, la vardad no he tenido la oportunidad de leer antes algo tuyo, pero si todos tus trabajos son como este creme que los buscare y leere.
    El capitulo me encanto, la parte de Sesshomaru tratando de sacar los poderes de Rin para que se vuelva en contra y destrulla a Kagome me parese maldado por ser amigas pero tambien es emosionante el tratar de imaginarme como lo tomaran. Creo que Inuyasha se tomo muy bien y rapido la historia de Sango y Myroku, espero que puedan dominar sus poderes rapido.
    Por favor no tardes con el proximo capitulo, no puedo esperar.
    oxoxoxoxoxoxox
    atte YAZZZZ
     
  11.  
    Freya Scarlet

    Freya Scarlet Usuario popular

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    HOLAAAAA¡¡¡¡¡ amiga soy nueva en tu fic y dejame decirte que es....FENOMENAL¡¡¡ :eek:me gusto
    muchisimo ya que tiene una trama bastante interesante y hermosamente magica
    eso fue lo que mas me gusto tambien eso de que inuyasha tenga dotes para la
    cocina y sea un mago elemental de la tierra es genial al igual que kagome sea
    una hechicera de fuego me parece tambien muy padre siempre me ha gustado el tema
    de la magia me parece increible y que lo hayas mezclado con el mundo
    de inuyasha ( que es uno de mis animes favoritos) lo hace mas padre y genial
    espero que muy pronto lo continues me gusto muchisimo yme puedas
    avisar de las contis

    Saludos y sayonara¡¡¡¡;)
    0 (1).jpg ABRÁZAME MUY FUERTE "AOMEEUNI"
     
  12.  
    Whitemiko

    Whitemiko Usuario común

    Virgo
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    WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
    sesshomaru es malo!!!!quiere convertir a rin en una asesina!!!!
    D: no puede hacer eso!!el se enamorara de ella no???DI QUE SI DI QUE SI!!!
    ayyy ese inuyasha haciendose como el que no quiere la cosa, pero bien que le gustó!!!!
    wow!!!eso es lo que inu logra al concentrarse???jajajaja con razon es tan dificil!!!waaa pero lo que dijo sesshomaru acerca de poder
    neutralizar por completo a un mago tierra me dio miedo, eso quiere decir que piensa hacer que inu y rin se enfrenten???
    SERIA MUY PERRO POR HACER ESO!!!digan lo que digan rin tiene afecto hacia inu y ella no es capaz de asesinar!!!!
    O////O siento haber dicho eso, pero es que realmente intento ser sincera con mis comentarios, jejeje pero aqui me tienes hiper enganchada!!
    quizas tarde un poco en comentar pero...mas vale tarde que nunca no??T.T eres mala, no has continuado tus otras obras!!!
    y me dejaste O.O esperando la conti!!!
    apiadate de esta lectora empedernida please!!!

    XOXO
     
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