One-shot Estrellas rotas [Rengo&Mao|SamuraiSensou]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Kaisa Morinachi, 16 Enero 2021.

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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Escritora
    Título:
    Estrellas rotas [Rengo&Mao|SamuraiSensou]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1023
    Amelie y Insane , a la última por sí le interesa.

    Estrellas rotas
    Esperanzas desperdigadas


    Decir que estaba nervioso era poco, su corazón latía con demasiada fuerza y con eso creía que Masuyo sería capaz de escucharlo sin problemas, más teniendo en cuenta esa habilidad de responder a cada estimulo que fuera posible sí se lo proponía. Tragó grueso, con dificultad, tratando de eliminar el nudo generado por un mal trato tras otro.

    —Tomate tu tiempo, Rengo —soltó con suavidad, aun así parecía que el estoicismo no la iba a abandonar de momento.

    El joven soltó un suspiro pesado, cansado, que por poco le traen las ganas de llorar de vuelta; de huir, de esconderse ante la opresión constante de un mundo cruel e injusto.

    >>¿Necesitas ayuda? —prosiguió la menor, pero parecía que había agregado más frialdad y apatía. El chico se abrazó más así mismo, aún de espaldas a Mao, quien preparaba los ingredientes y utensilios cerca del bracero.

    —N-no...— Negó con la cabeza, con los nervios aún a flor de piel, Mao lo observó desde su posición, la imagen logró sacarle un suspiro suave. Igual de cansado, igual de pesado que el de Rengo. Solo que ella sí parecía poder controlar mejor esas cosas.

    Aunque en el fondo la situación tan solo fuera por los velos y telas que llevaban encima, capaz de mantenerse firmes tras una fachada; Mao cada día la dominaba más, Rengo cada noche sentía que perdía más su centro.

    La chica de ahora cortos cabellos se acercó con cuidado, silenciosa, hasta posicionarse tras la espalda del chico. Le sostuvo los hombros con firmeza, pero solo posando las manos superficialmente. No pudo aguantarse mucho más, así que apoyó su frente en la nuca ajena.

    —Rengo... sí no les muestras tus heridas a nadie...— Silencio, pestañeó dos veces, tragándose las lágrimas que querían salir. Recordar a Chikusa a veces le daba fuerzas, alegrías, energías; otras veces simplemente le drenaban lo bueno, como ahora—. Sí no le muestras tus heridas a nadie, nadie podrá ayudarte a curarlas; uno estando solo no puede curar todas sus heridas...

    Silencio. Ni siquiera la noche hacía mayor ruido; Rengo sentía el agua amenazar salir de sus ojos, Masuyo se aferró con algo más de fuerza a los hombros del joven. Ahora era ella quien sentía, se largaría a llorar como no hiciera algo al respecto. No quería eso, no frente a Rengo... pero, ¿quién sabe? En una de esas podía ser lo mejor.

    >>Tampoco extirparás tus males estando solo —continuó, y a pesar de que la seriedad se mantenía, poco a poco los otros sentimientos se empezaban a filtrar de a poco: La pena, la impotencia, la leve rabia, la apatía del mundo hacia ella.

    Soltó otro suspiro pesado, Rengo le siguió aquella melodía melancólica, su cuerpo se removió un poco en el proceso.

    —No es fácil... nunca será fácil...— El chico seguía escuchándola, atento, pero a veces simplemente no se sentía en el lugar. Se le hacía ajeno, pero a la vez cercano. Ni muy lejos, ni muy apegado; en confianza, pero aún existían los miedos e inseguridades.

    Aunque Mao de a poco se volvía menos expresiva con estas... ¿o sí estaba cada día más honesta?

    >>¿Quieres ver las mías? —murmuró, con mucha duda, tímida. Rengo se volteó con algo de brusquedad, sin pararse de su sitio, solo moviendo su torso. Masuyo se quedó cabizbaja, con las manos sobre su propio regazo, el cabello que solía llevar antes en dos buñuelos negros ahora estaba desatado.


    Negros.
    Corto,​
    preciso.​

    Le quiso decir que no, que no quería ver sus cicatrices. ¿Miedo, inseguridad, vergüenza, desagrado? La cosa es que no pudo decir ninguna palabra hasta después de unos momentos de silencio. Trató de relajarse antes, más teniendo en cuenta la enorme tensión que había empezado a tener la menor, cosa no tan común. O puede que sí, pero sabía expulsar sus emociones de manera tan diversa que a veces solo parecía una loca más.

    Igual que él.


    Con un gran esfuerzo, se atrevió a posar una de sus manos en la de Masuyo, mirándola con más preocupación que otra cosa, era imposible para él no preocuparse por ella. A veces temía cómo terminaría, tan contrastante con él, lo ponía nervioso de diferentes maneras y por motivos variados.

    —¿Estas segura de eso, Masuyo?— La chica se encogió de hombros, ambivalente, sin alzar la vista; con los ojos sobre la mano de Rengo sobre la propia.

    —Nunca lo sabré hasta que lo intente—. Ya lo había intentado, sí no fuera por haber sido Taiyo la víctima, tal vez hubiera salido con un tajo emocional mucho más profundo, que no hubiera dejado de sangrar en un buen rato—... yo...

    Tomó las dos manos de Rengo con suavidad, envolviéndolas con cuidado, con fuerza. Su expresión se tensó, aumentando la preocupación en el rostro del chico a pesar que poco veía con los cabellos de ella cubriéndole la cara. Con sutileza llevó la mano del niño hasta su pecho, un poco a la izquierda, y la cubrió con las propias que eran más pequeñas.

    >>Confió en ti, Rengo—. Casi se rompe su voz en aquel murmullo ahogado, pero él notó el par de lagrimas correr con velocidad sus mejillas.

    De repente, sentía que los nervios se habían apaciguado bastante; seguían ahí, seguirían ahí como también seguirían sus órganos. Porque no importara cuanto aparentaran, Masuyo sufría el dolor de la carne, Rengo entendía la compasión ajena.

    —Esta bien —respondió con más convicción, en un murmuró que Mao habría calificado como "varonil". Sin despegar la mano del corazón de la chica, teniendo controlados así al menos los nervios ajenos, Rengo se inclinó hasta poder darle un beso en la frente.

    Y fluyeron, como la luna ocultándose en el horizonte, para que el sol pudiera alumbrar sus días, en aquella noche fría.

     
    Última edición: 16 Enero 2021
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