Drabble de Inuyasha - Esperanza (Kagura)

Me encontraba encerrada en el calabozo, condenada a ser la eterna prisionera de Naraku. No contaba con nada más que este manoseado anhelo de libertad y está imperiosa necesidad de verlo otra vez. Y mientras pensaba en él fue inevitable detener el traicionero suspiro que de manera casi imperceptible escapó de mis labios. Tenía tantos deseos, tantas ganas de vivir y tan poco que me hiciera sonreír…

A veces era deprimente ser consciente del propósito de mi existencia, de esa sombra de muerte que me perseguía, y de ese dolor lacerante que iniciaba en el hueco de mi pecho y se expandía por todo mi cuerpo. No poseía el preciado regalo del libre albedrío. Y era esa mi mayor condena. Ser una extensión, una marioneta, únicamente una herramienta para sus oscuros propósitos y un medio utilizado por sus enemigos para llegar a él.

Muy a menudo encontraba difícil deshacerme de esa frustración y ese odio que me quemaba por dentro al ver como Naraku se convertía en el titiritero y manejaba los hilos de mi existencia. Era cruel tener una consciencia y posiblemente por eso él me la otorgó junto con ese don de volar y de los vientos manipular. Él tejía su telaraña y como uno más había terminado atrapada. Ni siquiera tenía la elección de morir ya que Naraku poseía mi corazón. Incluso de esa manera me imposibilitaba de escapar…

Cerré los ojos sintiendo que todo a mi alrededor se derrumbaba. ¿Qué objetivo tenía seguir luchando?, ¿Por qué no morir y terminar de una vez con todo esto? Las lágrimas quemaban por salir y encontrar una salida a este dolor pero no lo permití. No podía llorar. No debía dejarle ver a Naraku que me había roto.

Y justo cuando pensé que estaba completamente destrozada, la imagen de Sesshomaru apareció en mi mente. La sorpresa me hizo abrir los ojos pues desde el principio él fue mi esperanza. Sonreí con sarcasmo: La esperanza es lo último que muere. ¿Pero era sólo la esperanza lo que sus ojos ambarinos me ofrecían? Había algo más, algo dulce que hacía que mi cuerpo se sacudiera. Cuando lo pensaba era imposible negar que me invadiera un nuevo anhelo.

Amor.

Asustada me sacudí de mis cadenas. Yo era un ser despreciable, alguien que no se tentaba el corazón para matar… Y aún así, no podía negar que amaba a ese frío Daiyoukai. Él representaba todo lo que necesitaba, esa seguridad, la llave para alcanzar ese deslustrado concepto de libertad y esa última chispa de vida que me mantenía con vida.

Una risa histérica nació de mis labios. Existía algo terrorífico en ese descubrimiento, algo que me dejaría aún más expuesta e indefensa ante el titiritero. Por ello éste sentimiento debería permanecer en secreto, enterrado en lo profundo de mi pecho, escondido ante sus múltiples ojos de araña. Mi amor permanecería prisionero igual que yo en lo profundo del calabozo condenado a perecer sin nada que pueda hacer...