[Especial] Torre Espejismo

Tema en 'Rutas' iniciado por MrJake, 25 Junio 2015.

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    MrJake

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    En esta torre hay pocos pokémon. Se aprecia una decoración minimalista, pues todas las paredes y suelos son blancos, con columnas del mismo color, puertas del mismo color... un mar blanco se alza ante vosotros.

    Dado de 14 caras:
    -1: Chespin
    -2: Quilladin
    -3: Nada
    -4: Nada
    -5: Nada
    -6: Nada
    -7: Fennekin
    -8: Braixen
    -9: Nada
    -10: Nada
    -11: Nada
    -12: Nada
    -13: Froakie
    -14: Frogadier

    No hay requisitos para abandonar la zona
     
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    Bruno TDF

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    Una vez aseguré que Liza y los suyos estuvieran dentro de la Torre, me introduje yo también. No estuve bien preparado para encontrarme ante aquella misteriosa decoración, de blanca pureza, por lo que mi expresión de desconcierto debió de ser más que notoria. Suelo, muros, puertas, todo estaba teñido de un color fantasmal. Al fondo se podían apreciar unas escaleras que ascendían hasta lo más alto.

    ¿Qué había en la cima de la Torre Dorada? Era imposible saberlo, porque desde nuestra posición era complicado distinguir algo en la altura. Sin embargo, tanto Gardevoir como Cresselia se mostraron alertadas. Mantenían sus temples calmados y elegantes, pero no despegaban los ojos de la escalera.

    —Esto recuerda bastante a Ciudad Lienzo —bromeé, para apaciguar la tensión del ambiente—. Será mejor que descansen un poco, amigas mías —dije, a lo cual saqué dos pokébolas, a cuyo interior regresé al Hada Soñadora y a la Guardiana de los sueños—. Y ustedes… Ya pueden salir.

    Hubo dos destellos. Las maracas no tardaron en espantar el inquietante silencio. Maractus, al ver a Liza y sus pokémon, los saludó bailando alrededor de ellos, muy contento de volverlos a ver. Serperior se alzó con orgullo y, rápidamente, se colocó a mi lado. Inmediatamente, sus ojos se posaron en la escalera.

    —Tranquilo… —le dije. De cierta forma, yo también me sentía inquieto— Sea lo que sea, podremos lidiar con ello —miré a Liza por sobre mi hombro— Iré a averiguar qué pasa allá arriba. Maractus, ¿podrías esperar a los demás en la entrada? Sacude tus caderas en cuantos veas a alguien.

    El pequeño nopal llevó una mano a la frente, confirmando que iba a acatar mi pedido. Sin perder tiempo, se ubicó en la entrada. Serperior y yo, por nuestra parte, nos dispusimos a avanzar.

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    Avanzamos unos cuántos metros, y fue cuando mi inicial y yo intercambiamos una mirada. Hice un movimiento afirmativo con la cabeza: yo también lo estaba sintiendo. Se encontraba a nuestras espaldas, acechante. Un poco más y nos respiraba en la nuca. Pero, cuando nos dimos la vuelta, no vimos a nadie, salvo a Liza y sus pokémon.

    —Tal vez fue nuestra imaginación… —sugerí a Serperior, quien ni se inmutó ante la ausencia de… sea quien sea.

    Avanzamos otro par de metros y, nuevamente, sentimos la presencia a nuestras espaldas. Pero fue darme la vuelta y encontrarme con que no había nadie. Fruncí el ceño y me llevé la mano al mentón, pensando…

    —O se esconde muy bien, o es un fantasma… —musité.

    Me concentré tanto en barajar posibilidades que me supieron inverosímiles, pero no imposible, que no me di cuenta que me tanteaban la espalda. Serperior miraba a aquel que estaba reclamando mi atención, pero se mostró sereno; lo cual significaba que, al menos en este punto de la Torre, no estábamos en peligro.

    Me volteé y me encontré intercambiando miradas con una Braixen bastante seria…


    Un momento… ¿Braixen? ¡Una Braixen salvaje! ¡Aquí, en Galeia! Me sentí admirado y me quedé mirándola. Entonces, la pokémon, poniendo los brazos en jarra, me miró desconfiada. Caminó alrededor mío, me olfateó. Incluso me tocó con la varita que guardaba en su cola, aunque no me lanzó ningún hechizo.

    —Tranquila… No vamos a hacerte daño —le dije, y levanté las manos en señal de paz.

    Braixen, sin abandonar su semblante impasible, se cruzó de brazos, nos miró a Serperior y a mí de arriba a abajo, analizando cada centímetro de nuestra apariencia. Al final pareció convencerse de que nuestra amabilidad… Y simplemente se quedó a mi lado. Tirándome de la botamanga del pantalón, señaló hacia lo alto de la escalera. Asentí.

    —Hacia allí vamos… —me miré con la pokémon— ¿Es que acaso quieres ayudarnos?

    Braixen asintió. Sin pedir permiso, me quitó una pokébola del cinturón y se introdujo en ella... Increíble: tenía un nuevo e inesperado miembro en el equipo. La verdad, me sentía contento de tener a uno de los iniciales de Kalos conmigo. Ni en mi región eran fáciles de encontrar.

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    Mi avance y el de Serperior se vieron interrumpidos por otra presencia, que esta vez se acercó de frente: ¡un Quilladin!

    ¡Increíble! En apenas unos minutos, ¡me encontré ante dos iniciales de mi región! Aunque me preguntaba por qué, de repente, se aparecían en esta versión de la Torre Dorada, y no cuando ésta se encontraba en su estado, digamos, normal

    ¿Acaso era esta una dimensión alterna de Galeia? Curioso, muy curioso…

    Pero sea como fuere, el Quilladin nos miraba con cara de pocos amigos, aunque eso lo tornaba ciertamente cómico. Claro, mi sonrisa se desdibujó un poco cuando se colocó en posición de ataque; incluso me pareció ver unas espinas afiladas en su cuerpo. Di un paso hacia atrás, con las manos en alto. Eso no lo convenció. Lancé en su dirección una pieza de comida pokémon, que ignoró olímpicamente. Serperior se ubicó frente a mí, listo para defenderme, aunque a mí no me hacía gracia la idea de estar peleando en un momento como éste.

    —¡Bra-Braixen! —exclamó una voz.

    Se trataba, precisamente, de mi reciente nueva compañera de equipo, que se plantó frente al Quilladin con los brazos cruzados. Al tipo planta, confundido en un principio, le brillaron los ojos cuando la vio. Diría que se sentía aliviado de verla bien.

    Estuvieron intercambiando unas cuántas palabras que no entendí. Al final concluí que esos dos pokémon se conocían de hace tiempo, que eran amigos de toda la vida. Me señalaban a mí, a Serperior, a la escalera. Quilladin, de ratos, hacía una especie de burda imitación, como burlándose de una mujer coqueta. Ladeé la cabeza, confundido y, para qué mentir, divertido. El tipo planta ya no se veía tan peligroso, hasta diría que era simpático.

    Braixen quitó entonces otra pokébola de mi cinturón y se la enseñó a su amigo.

    Quilladin la observó, algo indeciso. Posó sus ojos en los míos. Yo le sonreí.

    Apenas Braixen notó la sonrisa que me devolvía el tipo planta, le aventó la pokébola en la cabeza con demasiada fuerza. Antes de que la luz roja absorbiera a Quilladin, pude ver su expresión de dolor.

    Capturado…

    Pero la cosa no terminaba ahí…

    La tipo fuego volvió a arrebatar otra pokébola vacía de mi cinturón y corrió en dirección a la escalera. Se detuvo, me miró por sobre su hombro, diciéndome que la siguiera, y volvió a correr. Suspiré y fui tras ella. Tenía bastante carácter ese pokémon.

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    Estaba contento de que Braixen y Quilladin se hubieran sumado a mí equipo, pero el comportamiento de ambos me tenía intrigado. Por los general, los Quilladin son pokémon de actitud amable y confiable, pero el de aquí se había comportado bastante hostil con nosotros. Eso sólo podía ser señal de que la anormalidad de la Torre Dorada debió haber sido causada por otro ser humano, lo que generaba tal desconfianza en los dos pokémon con los que Serperior y yo nos encontramos... La pregunta era: ¿De quién se trataba, y qué fue lo que hizo? O peor... ¿Qué estaba haciendo allá arriba?

    Algunos Chespin se apartaron de nuestro camino, asustados.

    [4/10]
     
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    Bruno TDF

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    Arribamos al pie de la escalinata. Braixen, pokébola en mano, miró hacia uno y otro lado, buscando a alguien en particular. Esperando ser de alguna utilidad, me acerqué a ella y me puse a escrudiñar la blancura. Miré detrás de algunas columnas, aunque en realidad no tenía ni idea de a quién debía encontrar.

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    Bruno TDF

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    Braixen me llamó desde su posición, justo cuando estaba por abandonar mi parte en la búsqueda. Su voz llegó desde el pie de la escalinata, donde ella se hallaba de pie, mirando hacia arriba. Me acerqué a ella con cierta preocupación, pues tuve el presentimiento de que el peligro que nos aguardaba allí arriba estaba por venir a por nosotros.

    —¿Qué ocurre? —le pregunté cuando estuve a su lado. Serperior también se acercó, para mantenernos protegidos.

    Por toda respuesta, la tipo fuego señaló hacia un escalón. Allí se encontraba, echado de espaldas, un Frogadier. Pensé que estaba desmayado, pero después me di cuenta que sólo estaba durmiendo la siesta. Braixen se acercó al inicial tipo agua de Kalos y le tocó la barriga con un dedo. Frogadier, sin decir nada, se dio la vuelta para darle la espalda: no quería ser molestado. Braixen insistió. El dormilón se fue un par de escalones más abajo.

    “Se toma las cosas con demasiada calma” pensé, porque… ¿Quién dormiría una siesta con el peligro que estaba acechando a la Torre Dorada? Lo más insólito es que Frogadier lo hacía al pie de la escalera misma.

    Braixen empezó a decirle un par de cosas, insistente. Fue entonces cuando Frogadier abrió los ojos y se sentó, para escucharla de mala gana. Se desperezó y, de pronto, reparó en mí y en Serperior. Entrecerró los ojos, como preguntándose quiénes éramos y qué hacíamos allí. Debía ser un buen amigo de Braixen y Quilladin, aunque uno bastante perezoso.

    La tipo fuego señaló hacia lo alto de la escalera, y después me señaló a mí. Frogadier apoyó el mentón sobre la palma de una mano y cerró los ojos. No pude determinar si estaba pensando… o durmiendo.

    Sin embargo, hizo un asentimiento con la cabeza. Braixen, sin abandonar su expresión seria, lo mandó al interior de mi pokébola. La puso en mi mano y permaneció a mí lado, asintiendo. Los tres amigos de la Torre Dorada ahora tenían un entrenador que los volvería fuertes. Y yo… No los decepcionaría…

    [6/10]
     
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    Nami Roronoa

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    Llegué a la bendita Torre Dorada… que tal y como me había parecido desde lejos, era todo menos dorada. Un nombre más apropiado sería Torre Blanca, porque mirara por donde mirara no hacía más que ver ese color. Suelo blanco, paredes blancas, columnas blanca, entrada blanca, escaleras blancas… y la torre en sí misma se veía ciertamente extraña, nada como la habían descripto Hubert y Mizuki cuando me contaron del lugar. No parecía un lugar normal, eran tan irreal, como si fuera un…

    —Espejismo —musité al ingresar en la torre. Aferré con fuerza la pokebola donde se encontraba descansando Thundurus en estos instantes. Sin embargo, no lo liberé, pues sabía que no era el momento… de hecho, me ocupé de regresar a Blastoise y Dragonite a la seguridad de sus pokebolas. Jolteon, por su parte, se quedó fuera para hacerme compañía un rato más.

    Un sonido musical llamó mi atención. Jolteon y yo intercambiamos miradas… ambos lo oíamos, y era un sonido para nada desconocido. Apuramos el paso…

    Pero no encontramos a Hubert, sino nada más que al origen del sonido, su leal y animado Maractus. El nopal se encontraba plantado cerca de la entrada a la torre, como si estuviera vigilando quien ingresaba… en cuanto me vio, comenzó a sacudir sus caderas animadamente. Supuse que era una señal a su entrenador de que había visto llegar a alguien.

    —¡Maractus! Eso significa que Hubert está por aquí… —comenté, a lo que Jolteon asintió.
     
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    Bruno TDF

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    Sentimos a nuestra espalda la resonancia inconfundible que provocaba el cuerpo de Maractus al moverse rítmicamente, y que ahora servía como señal de que alguien acaba de llegar. La que sintió más curiosidad por ello fue Braixen, pues se dio la vuelta en primer lugar, casi con alarma. Miró con ojos entrecerrados a la joven de cabellos rubios que en ese momento estaba ingresando a la blancura de la extraña Torre.

    —Otra amiga nuestra —le dije a la pokémon de fuego, en un tono apacible con el que esperaba tranquilizarla—. Y es una de las más fuertes que conozco. En buena hora ha llegado ¿Verdad, Serperior? —mi inicial sólo hizo un gesto sereno con la cabeza, dando a entender que yo estaba en lo correcto.

    Braixen me miró sin estar demasiado convencida. Sea lo que fuere que estaba ocurriendo aquí, le había provocado cierto recelo hacia los humanos, pero tenía fe en que eso cambiaría cuando nos fuéramos de este lugar.

    Levanté una mano.

    ¡Bienvenida! —saludé desde la distancia, con una sonrisa en los alivios. Me aliviaba mucho que llegara sana y salva— ¡Esto no se ve como te lo había contado, pero estamos por ir a averiguar el por qué! —dije, señalando con la cabeza a Serperior y a Braixen— ¿Nos acompañas?

    [7/10]
     
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    Nami Roronoa

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    "¡Bienvenida!", escuché a la distancia.

    Levanté la mirada del pokémon tipo hierba para ver a Hubert saludándome desde la lejanía, acompañado por su leal Serperior y otro pokémon que identifiqué como un Braixen, recordando que Liza tenía uno en su equipo. Asentí ante las palabras de Hubert; así que realmente había sucedido algo extraño aquí… sonaba como una gran aventura. De inmediato me encaminé hacia donde él se encontraba.

    Maractus dio un salto de alegría al ver a su entrenador y se dispuso a seguirme, pero repentinamente fue interceptado. Una sombra apareció de la nada, veloz como un rayo, y cruzó el camino del tipo hierba, hiriéndolo con un ataque que lanzó al nopal despedido por los aires. La sombra le alcanzó en medio de su vuelo y lo lanzó contra el suelo, dejándolo muy malherido. Me volteé y me puse en posición de ataque ante el misterioso enemigo, Jolteon gruñendo en respuesta, para luego sacar mi pokedex para identificarlo.

    "Frogadier, el pokémon rana burbuja. Es la forma evolucionada de Froakie. La velocidad de este pokémon no tiene comparación. Se dice que puede escalar una torre de más de 600 metros en un minuto."

    —¡Vamos a darle una lección! ¡Marowak, yo te elijo! —exclamé, liberando al tipo tierra. No teníamos ventaja de tipo, pero eso no era todo lo que importaba—. ¡Ataca con Huesomerang!

    El hueso de Marowak salió despedido y Frogadier lo evitó con facilidad, con una confiada sonrisa de lado… pero como predije, olvidó que todo lo que va, vuelve. Y el hueso boomerang le dio de lleno en la espalda, lanzándolo contra el suelo. Marowak aprovechó la distracción para lanzarse con un potente Puño Trueno, que lanzó al tipo agua por los aires. Un segundo Huesomerang directo lo dejó fuera de combate… y lancé una pokebola.

    No sabía por qué, ya tenía suficientes pokémon, pero había algo de aquel que me intrigaba… o quizás simplemente se debía a que se había visto bastante genial en batalla. En cualquier caso, la pokebola se selló y ahora Frogadier era parte de mi equipo.

    [2/10]
     
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    Bruno TDF

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    Ian

    Me había distraído en la entrada de la Torre, vaya uno a saber por qué razones. Reflexiones, conjeturas sobre las rarezas del camino, o tal vez un sinfín de fantasías sobre lo que pasaría a continuación en mi reencuentro con ella. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que peleamos, pero todavía recordaba aquello como si hubiera pasado ayer. Dejé escapar una larga bocanada de aire.

    Cuando finalmente me dispuse a entrar, lo primero que noté fue el repentino cambio en la apariencia de la Torre Dorada. Este mismo lugar donde antaño capturé al legendario Ho-oh no era lo que yo recordaba, y por un momento me pregunté si las nubes de ahí atrás no tenían algún tipo de alucinógeno.

    Más allá, casi frente a mis narices, una rana le pegaba unos buenos sopapos a un cactus musical. Sí, definitivamente eran drogas.

    Bueno… —atiné a decir, poniendo un pie en el blanco suelo— ¿Qué tenemos aquí?

    [1/10]

    Hago esto con el expreso beneplácito de @juanjomaster :D
     
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    Nami Roronoa

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    —¡Maractus! —exclamé, apurándome a colocarme junto al pokémon tipo hierba. Había resultado muy malherido por aquel pokémon salvaje y se encontraba tirado sobre el blanco suelo de la torre, sus ojos girando como si fueran espirales, totalmente fuera de combate—. No te preocupes, enseguida te curaré… ¡Blissey, yo te elijo!

    La gentil y voluminosa tipo normal emergió de la pokebola que lancé por los aires con una amplia sonrisa y un alegre "¡Blis!". Sin embargo, una rápida mirada al tipo hierba le hizo darse cuenta que era momento de poner manos a la obra. Su cuerpo entero comenzó a brillar… luego dio un pequeño brinco y agitó sus manos, apuntando al otro pokémon. La energía brillante que rodeaba su cuerpo fue a posarse sobre el débil cuerpo de Maractus, que enseguida comenzó a brillar con los colores del arcoiris…

    Para cuando la luz disminuyó y logré ver, Maractus se encontaba ya completamente recuperado, dando volteretas de alegría por los aires. El tipo hierba había visto toda su vitalidad restaurada gracias al último movimiento que Blissey había aprendido, Sanación, mientras que la tipo normal había regresado en relevo a su pokebola, obteniendo así su bien merecido descanso. Vi al enérgico Maractus realizar sus acrobacias divertida por unos momentos, luego decidí que era momento de alcanzar a Hubert.

    Logré convencer al tipo hierba de que me siguiera de regreso a su entrenador, pues no era seguro dejarlo allí solo luego de ver que había pokémon salvajes rondando por ahí. Mientras nos dirigíamos hacia Hubert, notamos a otro entrenador cerca de la entrada de la torre; se trataba nada más ni nada menos que de Ian. Alcé una mano a modo de saludo.

    —¡Ian! ¡Las escaleras para subir la torre está un poco más adelante, allí donde está parado Hubert! ¡Nos vemos allí! —exclamé antes de apurarme hacia donde se encontraba el mencionado entrenador.

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    Entramos a la torre a paso lento. Yo seguía en el lomo de Tyranitar con los audífonos puestos, así que no le prestaba mucha atención a mi alrededor. Hasta que la pokéball de Flare saltó de mi cinturón y la pequeña Fennekin se materializó en mi regazo. Me saqué los audífonos y acaricié la cabeza de la pokémon mirando el lugar donde me encontraba.

    —¿Qué pasa, Flare? ¿por qué saliste?—murmuraba curioseando la torre. Debo decir que no era como me la imaginaba, y distaba mucho de la descripción que Hubert me había dado tiempo atrás. ¿Me habré equivocado de camino? Un escalofrío recorrió mi nuca de sólo pensarlo.

    El interior de la torre dorada recordaba mucho a Ciudad Lienzo, con sus edificios y estructuras de color blanco. No habían muchas otras cosas que resaltasen o que valieran la pena señalar. El diseño del lugar era muy simple: paredes, piso, puertas y columnas del mismo tono frío. Daban una sensación de enormidad, como si el lugar fuese más grande de lo que era.

    —¡Kin, fenne-kin!—exclamó la pokémon de Kalos bajando al suelo y corriendo en una dirección.

    —¡Flare, no te alejes!—apuré saltando del lomo de Tyranitar para aterrizar con una mano en el suelo—¡Fósforo, acompáñame; Floatzel, quédate con Tyranitar y esperen aquí, ya vuelvo!—ordené antes de ir tras Flare, acompañado de mi inicial.

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    —¿A dónde se metió tan de repente?—exclamé cuando Flare se nos perdió de vista.

    Fósforo me estiró de la chaqueta y me hizo un gesto con la cabeza señalando en una dirección, "¡Flare!" llamé corriendo junto a ella. Pero una vez que llegamos noté algo raro.

    —¿Flare?—me agaché para verla y ésta me devolvió una mirada de extrañeza, alejándose lentamente.

    —Bla-ziken...—dijo el inicial de Hoenn llamando mi atención por segunda vez. Cuando alcé la vista estuve más confundido que antes— Uhm... esto es extraño...

    Ante mi se encontraban otras Fennekin, las cuáles me observaban con una mezcla de miedo y de curiosidad. Cuando me fijé mejor, una Braixen me observaba en silencio desde lejos. Más pokémon aparecieron: Chespin, Quilladin, Froakie y Frogadier.

    —¿Qué hacen estos pokémon en este lugar? ¿No son iniciales de Kalos?—pregunté mirando a Fósforo, que se encogió de hombros.

    —¡Fennekin, fennekin!

    —¿Aquella no es Flare?—señalé a una Fennekin que parecía estar hablando con un grupo de pokémon. No cabía duda de que era ella, pues cuando me acerqué no se alejó.

    —¿Qué tienes, pequeña?—le dije arrodillándome a su lado—¿Qué pasa con estos pokémon?

    Miré a las diferentes fases evolutivas de Fennekin, Chespin y Froakie. Me miraban desconfiadamente, un par de ellos retrocedió un poco. Flare empezó a gesticular, haciendo muecas explicando algo. Fósforo asentía de vez en cuando, y cuando terminó se volvió hacia mi, con determinación en su mirar.

    —¿Quieres que los ayudemos?

    —¡Fe-fenne-kin!—saltó moviendo la cola. Debo empezar ese diccionario Pokémon-Español.

    Evalué al grupo de pokémon reunidos, en serio tenían miedo. Algunos parecían confundidos, los más grandes me observaban con recelo. Volví a mirar a Flare y asentí. La pokémon volvió a intercambiar "palabras" con los iniciales. De vez en cuando me miraban y luego se miraban entre ellos. Flare terminó de hablar. Hubo un silencio y el grupo se dispersó, quedando solamente un Frogadier, un Chespin y un Quilladin.

    Flare se volvió a mi con una sonrisa e hizo una seña a los pokémon, los cuales se acercaron. El Frogadier sacaba pecho y tenía una mirada desafiante, parecía lleno de energía. Quilladin se acercó con el Chespin escondido detrás de él, parecían ser amigos cercanos. El Quilladin se mostraba protector con el más pequeño.

    —No sé muy bien lo que pasa, pero los vamos a ayudar. Otro grupo de entrenadores viene con nosotros, y vale decir que son muy fuertes—aseguré con una sonrisa—. Sea quien sea el tipo malo detrás de esto, estamos aquí para patearle el trasero.

    Chespin y Quilladin intercambiaron una mirada y rieron. Frogadier pareció envalentonarse con mis palabras, pues exclamó "¡FROGADIER!" con entusiasmo y se acercó a mi con una expresión de seguridad.

    —¡Fro-fro!—dijo señalando mi cinturón. Miré a Flare confundido y ésta asintió repetidas veces. Entonces saqué una pokéball y la sostuve frente a la rana. Una luz roja lo envolvió y lo desmaterializó dentro de la ball. Parpadeó un par de veces y quedó sellada.

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    Me puse de pie y guardé la pokéball minimizada en mi cinturón. Flare intercambió algunas palabras con el Quilladin y el Chespin, los cuales me miraban a mi y a Fósforo entre frase y frase. Por lo que me pude dar cuenta con un examen más detenido, el Quilladin tenía ganas de ayudar, pero no quería dejar a su pequeño amigo.

    —No te preocupes, cuando esto acabe todo volverá a la normalidad y no tendrán que esconderse más o tener miedo—aseguré sin mirarlos, como pensando en voz alta y dirigiéndome a ellos al mismo tiempo. Quilladin miró a Chespin con una mirada decidida.

    El pequeño asintió finalmente, con una sonrisa tímida. Quilladin le dijo un par de cosas, las cuales interpreté como una manera de animarlo a ser más fuerte. Estuve bastante seguro que llegaría ser un gran Chesnaught en el futuro.

    —¡Quilladin, Quilladin!—dijo mirándome con seguridad, entonces saqué una pokéball.

    —Bienvenido al equipo—sonreí cuando la luz dejó de parpadear. El Chespin se quedó callado por varios segundos, hasta que me dirigí a él mientras caminaba de vuelta a la entrada—. Hazte fuerte, demuéstrale que puedes cuidarte sólo. Algún día nos volveremos a ver, asegúrate de hacerte fuerte para cuando ese momento llegue.

    Cuando me alejé lo suficiente, un grupo de Quilladin y Chespin se acercó al pequeño, seguramente con curiosidad respecto al encuentro que habíamos tenido y a la incorporación de Quilladin al bando del extraño humano.

    Tenía dos nuevos aliados, que se habían unido para resolver el misterio que se escondía en la cima de la torre.

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    Quilladin, déjese atrapar v':<

    De camino a la entrada, ya con Flare en brazos y Fósforo a mi lado, trataba de imaginar la causa de la anomalía en la torre. Todos estos pokémon no eran de Galeia y sin embargo se encontraban ahí contra de todo pronóstico. Tampoco sabía la naturaleza del problema ni la gravedad del asunto, todo era muy extraño.

    —¿Tú qué piensas, Fósforo?—el inicial se encogió de hombros y miró hacia otro lado.

    —Tú sólo sabes cabrearte, hubiera venido con Floatzel.

    —¡¿Blaziken!?—bramó el inicial encendiendo un puño ardiente.

    Corrí hacia una de las múltiples puertas que habían por el lugar, cuando llegué giré el pomo y me dispuse a entrar disparado, pero hubo algo que me detuvo en seco.

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    —¿Qué es... —Fósforo choca contra mi por haber frenado tan de repente y ambos caemos al otro lado de la puerta. El inicial de Hoenn se dispone a darme un buen derechazo en llamas cuando se da cuenta de lo extraño de la situación.

    El otro lado de la puerta, llevaba a la entrada misma de la puerta. Era un fenómeno difícil de explicar: estando "dentro" podía ver a Flare al otro lado, pues esta había saltado al suelo cuando se dio cuenta de que iba a correr. Volteando, podía ver a la misma Fennekin detrás de mi. Me puse de pie y me sacudí el polvo.

    —Esto haría que muchos físicos se revolcaran en su tumba—dije avanzando con un brazo extendido al frente. Una vez "fuera" me encontraba cara a cara con el Fósforo que había quedado atrás cuando entré—. Creo que me golpeé muy fuerte.

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    Sentí cómo ahogaba un grito cuando vi a Maractus volando por los aires, por obra de una sombra azul casi imperceptible para cualquier ojo humano. Serperior y yo guardamos un mudo silencio al ver cómo nuestro pobre compañero quedaba tendido en suelo, inconsciente por los violentos golpes recibidos. Effy, sin perder un segundo (como le gustaba), actuó en consecuencia: debilitó al responsable de la agresión, un Frogadier desconfiado, y con Blissey curó a Maractus, quien se puso a dar vueltas a lo largo y ancho de la blancura, feliz de poder moverse otra vez.

    Más atrás, apareció el que nos trajo a este lío: Ian.

    Effy los invitó a él y a Maractus a adentrarnos en la Torre, ante la mirada atónita de los pokémon salvajes. Maractus se entusiasmó tanto, que fue el primero en llegar hasta nosotros.

    —¿Estás bien? —le pregunté con preocupación, poniéndome de cuclillas.

    —¡Marrrrrrrractus! —respondió el nopal. Sacó las maracas de la nada y se puso a toca una melodía tan alegre, que relajaba cualquier tensión.

    Yo sonreí y le acaricié sus flores. No mostró señales de dolor. Blissey había hecho muy bien su trabajo.

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    Bruno TDF

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    Ian

    El cactus fue curado por un pokémon enorme y gordo, para después saltar como poseído en dirección a una persona que se encontraba en los peldaños de una extensa escalera blanca. Al alzar la mirada, vi que se trataba de Juvert y su pokémon inicial. El chico, con evidente preocupación marcando su semblante, se inclinó para verificar si había rastros de sus anteriores heridas. Su gesto de alivió indicó que todo estaba bien… Aunque a mí me daba lo mismo.

    Al mismo tiempo, Effy me llamó para que los siguiera, al tiempo que Chad luchaba contra la ira contenida de los pokémon salvajes. Algo los mantenía desconfiados… La pregunta era… ¿Qué? Me daba lo mismo: yo sólo quería verla a ella.

    Me dirigí a la escalera, ignorando a todos por igual.

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    Hubert

    Por temor a que lo siguieran lastimando, regresé a Maractus a su pokébola con la promesa de que le daría galletas dulces a nuestro regreso. A Serperior lo dejé fuera porque se podría defender con su tamaño y su alta velocidad.

    Seguimos ascendiendo. Los últimos peldaños superiores aguardaban el peso de nuestros cuerpos...

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