Microrrelato Escucha mis súplicas.

Querida princesa de mil reinos, que vas regando flores rojas por tus vastos jardines, que vas engalanando el suelo con tus huellas, que vas reflejando el candor en tu mirada, por favor, escucha mis súplicas.


Altísima dama de sutil hermosura, que vas dejando tras de ti la estela de tu feminidad, que ofuscas al Sol con tu magnificencia, que eclipsas a la Luna con tu belleza, por favor, escucha mis súplicas.


Frágil doncella de tímidos modales, que vas perfumando al viento con tu respirar, que purificas el ambiente con tu limpia mirada, que iluminas los senderos con tu sonrisa, por favor, escucha mis súplicas.


Sublime palomita blanca, que extiendes tus brazos como blancas alas, que alegras a tu entorno con tu cándida presencia, que turbas a las rosas con tanta hermosura, por favor, escucha mis súplicas.


Magnífica diosa de la eternidad, que haces promesas tácitas con tu existencia, que revives la fe en la desesperanza, que cruzas por los caminos de nosotros, los desdichados, por favor, escucha mis súplicas.


Escúchalas, pequeña niña, porque el amor tiende a imperar sobre la razón, porque no hay quien entienda al corazón.
Escúchalas, preciosa, porque al hacerlo, encenderás la triste llama apagada de un desventurado, le devolverías una vida perdida y llena de odio y coraje; escúchalos porque así lo hubo de dictar el corazón con su palpitar febril.
Escúchalas, vida mía, porque somos el uno para el otro.
Por favor, escucha mis súplicas…