Es una orden

Tema en 'One Piece' iniciado por SusanDMerry, 23 Enero 2014.

  1.  
    SusanDMerry

    SusanDMerry Entusiasta

    Aries
    Miembro desde:
    7 Mayo 2013
    Mensajes:
    87
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Es una orden
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Amistad
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1036
    La lluvia caía tranquila sobre aquella isla. Tan fría y agradable como una ducha en verano. Reflejada en los charcos, una figura arrodillada en el suelo se iba estremeciendo cada vez más por su ropa mojada. Sus lágrimas se perdían entre las gotas de agua y su llanto entre el ruido de la lluvia al golpear el suelo y a ella misma, como si se tratasen de balas intentando traspasarla.


    Aquella chica de pelo anaranjado que ahora parecía más bien castaño con la oscuridad de la noche, lloraba en aquella vacía calle y se agarraba al suelo intentando encontrar cobijo en él. Tan solo unos faroles lograban alumbrar parte de su rostro, dejando ver los rastros que las lágrimas dejaban sobre su piel como si estuvieran echas de ácido y le quemaran. Ojos cerrados, nariz roja, labios hinchados y una pequeña línea de sangre que se escurría entre sus labios cada vez que se los mordía fuertemente intentando aclarar el nudo que tenía ahogándola en la garganta.


    Arañaba el suelo intentando hacer un agujero para encontrarlo bajo aquellos trozos de piedra. Pero él ya no estaba. Su capitán. O por lo menos una parte de él. Su cuerpo que hasta hace unas pocas horas había dejado de funcionar, seguía en aquel enorme barco, solo, tumbado en una cama de la pequeña enfermería, mientras disfrutaba de su última estancia en lo que se había convertido su "hogar", con un rostro tan sereno y apacible que cualquiera diría que se estaba echando la mejor siesta del mundo. Claro, él siempre sonreía en los momentos difíciles.


    Su alma ya no estaba segura ni si se encontraba ya en este mundo. Su alma, que era lo que le daba vida, precisamente eso, se había ido.


    Por eso lloraba aquella maravillosa noche de verano en la que las estrellas eran las únicas acompañantes de ella. Pero se sentía sola. Aquella noche en la que se podía respirar el aire fresco y dulce. Pero ella se ahogaba. Aquella noche perfecta para estar con todos sus compañeros cenando en cubierta. Y con él. Escuchando las risas, el choque de los barriletes, la música... Pero él ya no estaba, ni ella volvería aquella noche al barco.


    Aquel barco que siempre estaba alegre e iluminaba el camino con los rayos del mascarón, ahora parecía igual de muerto que su capitán. Tan apagado y silenciosos que solo con estar allí era doloroso. Todo parecía oler a él. Todo les recordaba a él. Su asiento preferido, el suelo que siempre pisaba, la comida que siempre intentaba robar... Por eso, aquella noche nadie pisaría el barco, nadie olería, nadie vería, ni nadie comería. Pero todos recordarías y por supuesto llorarían.


    Ninguno de ellos buscaría refugio en los demás. No esa noche. Se limitarían a quedarse solos, en cualquier rincón para no ver a sus compañeros llorar. Para no sentirse peor. Porque en cada rostro de ellos se encontraba reflejado el de él. En cada rostro las lágrimas caían. En cada rostro intentaban dibujar una pequeña sonrisa como una última orden, pero la penumbra les vencía. No podían siquiera dejar de llorar. Ni si quiera moverse del sitio. Solo aferrarse a la única persona que les acompañaba. Ellos mismos.


    La noche pasó lenta, como cuando miras un copo de nieve caer. Incluso más lenta. Tan lenta y desesperante como navegar en un barco cuando no hay viento. Cuando creían que no podrían más, que la oscuridad se los tragaría por completo un primer destello apareció en horizonte iluminando todo a su alrededor, incluidos sus corazones. Eliminando la oscuridad que los encerraba. Abriéndoles una puerta al nuevo día. Invitándoles a sonreír a seguir adelante. A dejar de llorar y superarlo. Tan naranja como sus mandarinas, tan verde, azul, amarillo y violeta como sus pelos, tan rosa como parte de su gorro, tan marrón como la piel del tirador, tan blanco como sus huesos y tan rojo como la cinta de sus sombrero. Tan rojo como la sangre de la pelirroja que hervía dentro de ella de la emoción, mientras esta seguía abrazando fuertemente aquel sombrero de paja, como hizo durante toda la noche.


    Tan solo duró unos instantes, pero fue suficiente para que los sombrero de paja realizaran su primero movimiento en muchas horas. Levantaron la mirada y observaron el cielo, los árboles, el mar, incluso el barco. Todo iluminado. Todo alegrado. Pero nada triste. Primero sonrieron fuertemente, aun con ganas de llorar, cumpliendo con la oren que les dio su capitán antes de marcharse.


    Por eso se prometieron no volver a llorar. Por eso se secaron las lágrimas y se encaminaron. Por eso, una vez en cubierta, se miraron y no pudieron evitar reír. En parte para impedir que el llanto volviese y en parte por saber que todos estaban bien después de aquello. Por saber que ninguno estaba solo.


    Por eso, dejaron caer su frágil cuerpo al mar. Observando cómo las olas se lo trababan en silencio, se despidieron de él por última vez, mientras se oía música de violín de fondo. Nadie lloró. Ni si quiere una mueca asomó en sus caras. Se mantuvieron tensos, en silencio, hasta que lo perdieron de vista.


    Por eso se separaron. Porque habían cumplido sus sueños, incluso el de él. Porque no tenían nada más que hacer allí. Nadie intentó olvidarse de aquel valiente muchacho que los guió a la mayor aventura. Aquel muchacho que aunque siempre hiciera el idiota lo adoraban con toda su alma. Aquel muchacho que los había abandonado hace unos meses.


    Nadie volvería a verlo. Nadie volvería a escuchar su risa ni su voz. Nadie... hasta que se reencontraran de nuevo. Todos volverían a ver esa sonrisa pronto. Esa risa y esa alegría y espíritu de aventura. Todos volverían a verlo correr junto a ellos de nuevo y entonces podrían permitirse llorar una vez más. Con lágrimas de alegría, por volver a ver su rostro.


    Porque la próxima vez que lo vieran... La próxima vez que la chica de cabellos anaranjados volviera a escucharlo gritar, verlo correr, sonreír de nuevo. La próxima vez que ella oyera su tono de voz, sería para llamarla "Mamá".

    "Tranquilos. Sonreír. Muy pronto volveréis a verme reír de nuevo. Es una orden".
     
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  2.  
    Portgas D Ace

    Portgas D Ace Iniciado

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    Esta muy redactado, y tambien he visto alguna que otra falta. (o eso creo XD) Despues de eso solo me queda decir.. Dios que triste! He llorado y me ha encantado el final.
     
  3.  
    Nami Roronoa

    Nami Roronoa The Gif Queen Game Master

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    Bueno, la historia esta buena, aunque me pareció bien triste y deprimente (tranqui, es algo bueno, me encantan las historias así XD). Pudiste demostrar del dolor de Nami en particular, realmente me gustaron las descripciones que realizaste en especial en los primeros párrafos.

    Si bien el Luffy/Nami no es una pareja que me guste, pude disfrutar de esta historia, y te felicito por ello, son muy pocas las historias no-ZoNa que tienen ese efecto en mí.

    Vayamos a lo técnico. El fic en sí esta bien redactado, aunque detecté algún que otro error:
    Ese "él" no se lleva tilde, porque te estas refiriendo a el suelo, no, pr ejemplo, a una persona.

    También me llamó la atención la última oración, porque noté que está entre comillas. Nose si esto significa que es un diálogo (en cuyo caso debería ir con guión) que Nami/los sombreros de paja recordaban, o pensamientos de Luffy antes de su trágico final. Eso fue lo único que no entendí en verdad, pero tampoco esto o lo anterior fueron temas tan graves, me gustó de todas formas.

    En fin, he disfrutado esta historia, y mucho. ¡Nos leemos!
    Nami.
     
  4.  
    Shayury

    Shayury Guest

    Hola!

    Gracias por invitarme a leer este relato corto tuyo sobre esta tripulación. Como siempre es muy grato leer alguna creación tuya, aunque esta vez el relato haya estado teñido de un sentimiento melancólico, gris y de soledad. Una historia que ha sido triste, pero que me ha encantado. La muerte del joven capitán como se ve ha sido un gran choque en su tripulación y cada uno se encierra mejor se esconde en un sitio para que ninguno lo vea. Me ha gustado mucho como has narrado los sentimientos de tristeza, abandono y soledad de Nami de una manera a mi parecer muy poética. Creo que mi parte favorita ha sido la ultima frase, ya que en ella el capotan les dice que vivan y ya se volverán a ver. Una buena frase. En cuanto a las faltas ortográficos no he visto ninguna, ya que estaba muy muy metida en la historia que ni me he dado cuenta de eso.

    Avísame cuando publiques algo nuevo tuyo, ya sabes que me encanta leer tus historias. Aunque sean tristes, como esta.

    Adiós!! =)
     

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