Microrrelato Entre el abismo y las paredes.

Entre el abismo y las paredes.​

Abrí los ojos con pesar, escuché al guardia gritar que ya era hora de levantarnos. Siempre el mismo horario, a las siete de la mañana nos teníamos que despertar, a las nueve quince comenzábamos nuestra jornada educativa hasta las tres quince de la tarde.

Por la tarde permanecemos encerrados en la celda, hasta las diez de la noche cuando las luces se apagaban. Los fines de semana teníamos permiso para quedarnos en nuestras camas hasta las once de la mañana.

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Un nuevo día en el mismo lugar de siempre; en donde se podía apreciar una sala de contención física algo siniestra, sin ventanas, recubierta con una goma negra que desprendía un olor muy fuerte y desagradable, casi irrespirable.

Cuando te procesaban te hacían pasar por desnudos integrales para así poder registrarnos, había dormitorios con puertas que no se podían abrir desde adentro y menores que hablan de sanciones degradantes.

También estaban chicos de diecisiete y dieciocho años, aunque la mayoría de nosotros eramos menores de quince años.

Los guardias nos metían a cada uno en una habitación, en un cuarto con muy malas condiciones, con grietas y una ventanita, ¡eran fatales! Sin calefacción. El agua caliente a veces funcionaba, pero casi nunca. Tocaba ducharse con agua fría. Y desde el principio los educadores te dejan las cosas claras:

—Si yo te digo que es de noche, aunque sea de día, para ti es de noche —nos repetían cada vez que uno intentaba revelarse o no obedecía a las indicaciones.


Siempre era igual. Contenciones físicas en las que te tiraban al suelo y te retorcían los brazos y las piernas hasta hacerte moretones. Los educadores nos decían que no podíamos quejarnos porque ellos tenían abogados para defenderse y nosotros no.

Nunca nos dejaban hablar por teléfono. A mí me llegaron a sancionar de una manera inimaginable cuando no accedía y llamaba a escondidas a mi madre. Ni siquiera me dejaron ir al entierro de mi abuelo porque decían que lo más probable fuera que me fugara.

Llegaron a insultarme en más de una ocasión, me decían que mi familia no me quería. Todo era abusos.

Un horror es lo que se vive en este lugar, es un sufrimiento diario indescriptible. Tienes la sensación de querer morirte cada día.