Entrada al Viejo Bosque (Área 99)

Entrada al Bosque Viejo​

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Luego de un largo período de caminata, uno puede llegar a los lindes del bosque. Allí, en la distancia, escoltada por enormes y gruesos troncos, que actúan a su vez como una jaula, impidiendo que nadie salga de los límites de aquel ambiente de ensueño y pesadilla, parece hallarse una pequeña casa.

La visión era intrigante, y hasta esperanzadora. Porque esa casa parecía encontrarse en un estado prístino, como si, de alguna manera, el inexorable abrazo de Tenumbris no la hubiera alcanzado. Pero a medida que uno se acerca, puede ir notando extrañezas. Si uno presta atención, puede notar que el tractor (100%, 1 goma; 50%, 1 bidón de gasolina a medio llenar), junto con el carro que tienen detrás, se encuentran descuidados y rotos. Pero, por el rabillo del ojo, se ven en perfecto estado.

Extrañas voces parecen escucharse en el ambiente, si uno no presta atención y se distrae con otras cosas. Voces autoritarias, militaristas, parecen estar ordenando a otra, tal vez un ciudadano, para que abandone su casa. Esta en sí, después de un examen más minucioso, puede notarse que en realidad se halla quemada completamente.

¿Qué estaba creando esas extrañas ilusiones? ¿La casa estaba quemada, o en buenas condiciones? ¿Por qué esas voces desaparecían cuando se les prestaba atención?

Lo único que parecía consistente allí era una criatura. Parece humana, pero su piel tiene un extraño tono ceniciento, y los huesos de su columna sobresalen de manera bastante notaria sobre su espalda. Al parecer, no los ha descubierto todavía, rebuscando entre las ruinas que aparecen y luego desaparecen de esa casucha. Porta una enorme rama en su mano, y camina como si su cuerpo se hubiera acostumbrado a moverse a cuatro patas, aunque aún pudiera erguirse.

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Amane

 

La criatura pareció escuchar los pasos de La Observadora a medida que se acercaba a ella. Giró su cabeza, y la muchacha pudo notar como había sido, seguramente, una persona con anterioridad, pero algo la había cambiado por completo. Su piel era cenicienta, quebradiza, y parecía que tenía algunas raíces creciendo en ellas, aunque no podía distinguirse si era por simple suciedad o de verdad era parte vegetal. Le gruñó levemente a medida que fue acortando la distancia, como si se tratara más de una bestia salvaje que de un humano. ¿Acaso este era el resultado de la llamada Enfermedad? ¿Así quedaban las personas que habían sido infectadas por la misma? ¿Su destino sería sucumbir ante la misma, y transformarse en un ser igual de repugnante?

La Observadora apenas pudo reaccionar. La criatura se abalanzó sobre ella, sosteniendo su enorme bastón, y la golpeó tan fuerte que pudo sentir como sus sentidos se apagaban momentáneamente. Sin embargo, deseó que estos se hubieran desvanecido del todo, pues una vez en el suelo, este humanoide continuó azotándola. Cada impacto traía una nueva oleada de dolor a su cuerpo, algunos siendo tan fuertes que sentía como los huesos se fracturaban ante el ímpetu de aquel salvaje. Hasta que, al final, su atacante levantó el bastón con ambas manos, y lo bajó con ímpetu.

El sonido de su cráneo al ser partido fue lo último que la muchacha logró escuchar, antes de sucumbir a la oscuridad.

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