One-shot Ensueño [BTOOOM!]

Tremendo delirio me monté.

FUCK IT.
Como nada que se matan alv en la playa, empiezo con los fics soft para que tengan algo que leer luego de que todo vuelva a ponerse cabronamente sad.

La canción me la pasó Sweet y idk, la amo.

Contenido oculto

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Ensueño​

El sol se filtraba a través de las cortinas y afuera se escuchaba el canto de las aves.
Dormía profundamente, bajo una montaña de mantas.


—¡Kat, despierta! —La puerta de la habitación se abrió de golpe, dejando ver a una muchacha pequeña, de precioso cabello rubio y ojos azules—. ¡Despierta, vamos, Kat!


Saltó a la cama, arrancándole un grito de sorpresa a la mayor, que salió de entre las mantas con el cabello rubio revuelto. En poco menos de la mitad podía verse aún cierta diferencia de color, de sus años de tinturas, a pesar de que había tratado en innumerables ocasiones de emparejar el tono.

El silencio es roto por las poderosas hélices de un helicóptero y las maldiciones de un hombre.

La jovencita abrió las cortinas de par en par.

—¡Hace un día precioso afuera, vamos, espabila! —Le reclamó mientras bajaba de la cama, dirigiéndose hacia la cocina—. ¡Papá nos llevará a la playa!

Katrina frunció el ceño, para luego enjuagarse los ojos con las manos.

Papá.

No pudo evitar reír con resignación. Desde hace años se refería a él de esa manera.
Solo era el grandulón que les alquilaba el piso, pero había terminado por encariñarse con ellas.

Si la hacía sentir mejor, estaba bien. No podía culpar a la chiquilla por querer tener un padre.

Bombas.

Cuerpos consumidos por el fuego, corroídos por el gas.

Heridas de quemadura.

Hambre, sed, perpetuo cansancio.

Humo de cigarrillo.

Se desperezó, tomó una ducha rápida y se dirigió a la cocina, donde Alexander leía el periódico sin hacer mayor alboroto.

Rachel revoloteaba a su alrededor, haciendo y deshaciendo, preparando cosas para el viaje.


—Oye, ¿te preparo café? —preguntó Katrina mientras abría la alacena para buscar el recipiente en que lo guardaba.


—Lo preparé hace como hora y media, porque eres una jodida dormilona —contestó el hombre sin alzar la vista.


Una alianza en medio del bosque. Una promesa en un edificio abandonado.

Fueron enviados a morir a esa maldita isla y ellos prácticamente lanzaron a una niña a la boca del lobo.

Bufó y regresó el recipiente a su lugar.
Se limitó a comer algo de fruta, porque notó que Rachel estaba preparando muchísima comida; pero bueno, ¿iban a la playa o a comer?

Sonrió para sí misma. No entendía cómo había terminado por tomarle tanto cariño a esa chiquilla, a pesar de lo retraída que era cuando la conoció.

Arrepentimiento.

Dolor.

Consuelo.

Juró protegerla y él… se sacrificó por ellas.

El pañuelo rojo en la muñeca, el collar de cuarzo, la promesa de no atacar.

Rachel había renacido en aquella isla maldita.

Llegaron pasado el mediodía.

Katrina y Alexander reposaban el almuerzo bajo una gran sombrilla, mirando el océano. Soplaba una brisa suave.
Rachel caminaba a la orilla del agua, mirando sus pies. Sonreía para sí misma.


—¿Cómo le está yendo últimamente? —No se volteó para ver a la mayor, solo habló sin dejar de mirar a la niña.


—¿A Rach? —El grandulón asintió—. Parece sentirse bien en la universidad. A veces en las noches se le dificulta dormir y vaga por el apartamento. He tenido que dormir con ella en algunas ocasiones, para que se quede quieta.


—¿Te ha dicho algo?


—No realmente.


Un par de gemas sobre la arena húmeda. Un abrelatas. Tres bombas.

Los ojos púrpura de Morgan O’Connor encontrándose con la mirada dispar de Katrina Akaisa sujetando con fuerza la mano de Rachel, con tal de recuperar las gemas de sus compañeros.

En el viaje de regreso, cayó rendida en el asiento trasero.
Tenía las mejillas enrojecidas por el sol. El collar de cuarzo reposaba junto a ella, sostenido alrededor de su cuello por una fina cadena de plata.

Katrina se colocó el cabello, aún ligeramente húmedo por el último chapuzón que había tomado en el mar, detrás de la oreja.


—Debiste dejar de pintarte el cabello de negro y rojo hace mucho tiempo, niña —comentó Alexander sin apartar la vista del camino.

Katrina bufó una vez más. Era un idiota.

>>Cada vez te pareces más a tu madre.

Aquel comentario le sacó una genuina sonrisa. Sabía que había visto algunas de las fotos que tenía colgadas en el apartamento aunque hablaba poco de ella.


—Gracias. —Suspiró, dirigiendo la vista la ventana—. Por preocuparte por Rach, quiero decir.


El grandulón sonrió para sí mismo.

Incluso con el pasar de los años Katrina seguía cerrándose sobre sí misma, a pesar de haber abierto su mundo al cuidado de Rachel aunque esta ya no necesitara de su constante protección.
Aun en su carácter hostil había algo de maternal.

Una última batalla para hacer valer el sacrificio de Alexander y Andrea.

Una última bomba en nombre de sus compañeras asesinadas.

Una última explosión en honor a su maldito anfitrión.

Katrina abrió los ojos, solo para ser recibida por las paredes del edificio médico.
Junto a la puerta, Rachel montaba guardia, protegiendo su sueño como ella había hecho con el suyo horas antes.

Eran solo ellas dos.

No había nada más ya. Alexander se había ido y pronto iniciaría la última batalla.

Contuvo el deseo de llorar hasta desaparecer de aquella terrible isla.