Ensayo.

Otra vez con motivo de la actividad de situaciones entrecruzadas :) espero les guste.

Esta historia se divide en dos partes, aquí la primera, luego dejo la segunda y final.

Ensayo.

Su casa era tan bonita, a ella le hubiera gustado quedarse un poco más ahí, pero él había dicho que debían practicar un poco. La idea de una obra no le emocionaba mucho a decir verdad, aunque no sufría de pánico escénico, le daba demasiada flojera el tiempo que se debía invertir para una simple representación.

Esto no era el tipo de cosas que le apasionaban.

Llegaron rápido, sin embargo el lugar daba muchísimo eco con sus pasos, puesto que era amplio y sólo estaba la escena principal montada. Había tres personas esperando, de las cuáles uno de ellos era el otro actor.

A Miranda le daba temor actuar con él, siempre la miraba de manera extraña, además que era de lo más callado, sin embargo, era una persona agradable con el trato debía admitir.

Los vestuarios estuvieron listos rápido, y todo transcurría con fluidez. Los encargados de revisar que todo fuera bien miraban con aceptación el desempeño de los chicos. Leopoldo tenía una actitud valerosa con esa espada, mientras que el encanto misterioso de aquel chico le quedaba bien con el papel que tenía. No todos aceptaban cambiarse el color del cabello, pero él había aceptado sin chistar el nuevo tono platinado.

Dicen que las personas cuando están disfrazadas se desenvuelven mejor, y más aún con una máscara que oculta parte del rostro. Miranda se notaba desanimada, pero trataba de hacerlo lo mejor posible, después de todo, ya estaba ahí y no había marcha atrás.

La escena culminante vino pronto, todos estaban serios y emocionados a la vez. Elías, el chico de la máscara, tomó a Miranda según lo que debía hacer, sin embargo la chica notó algo diferente.



El pañuelo realmente tenía algo, al inhalarlo se sentía cada vez más mareada, y a pesar de su forcejeo y pataleo, no hizo más que emocionar a los espectadores que pensaban lo bien que lo estaba haciendo.

Una auténtica dama en apuros.

Leopoldo prosiguió con su parlamento, y cuando iba a atacar por fin con la ficticia espalda, el enmascarado tras dormir a la joven, abandonó la escena por la falsa ventana que había ahí puesta.

Todo marchaba aparentemente según el guión.

Minutos después, cuando las personas sobrantes en el escenario se preguntaban por los jóvenes, notaron pronto la ausencia del lugar dónde debían esperar. Leopoldo caminó por todo el lugar buscando a Miranda.

Pero ya no había nadie.

Al abrir una puerta, uno de los supervisores de la obra miró el cuerpo de Miranda en el piso, junto con Elías a un lado.

“Se desmayó y no supe qué hacer” afirmó el interpelado. No había pasado mucho tiempo, unos minutos solamente.

Miranda recobró la conciencia después de unas horas. Todos la miraban, y cuando observó también a Elías se sobresaltó.

Estaba en una sola pieza, no sentía algún tipo de daño. Dudó en acusarlo ya que después de oír lo ocurrido pensó que nadie le podría hacer nada malo en tan solo unos minutos. Todo fue un error, pensó, quizás el sólo quiso darle un empujón para que su actuación fuera más real.

La joven agradeció a Elías por cuidar de ella durante su estado, y Elías miró con agrado como la reacción de ella había sido la esperaba.

Miranda siempre ha sido demasiado ingenua.

 

Gracias a ambas por sus comentarios, y sus "me gusta" y a Haylie también.

La verdad estaba algo dudosa, estaba leyendo otra vez la segunda parte y bueno, espero les guste, tiene un final un tanto raro, dejemos que el personaje del chico, Elías, es un poco extraño, ya sabrán por qué digo eso. Según yo tiene el toque misterioso con el que quería probar.

Sin más, la dejo, y miren que tomo en cuenta las observaciones :) gracias.

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Segunda parte:

Como Alicia.


Cuando Miranda piensa mucho en algo tarda demasiado en írsele la idea de la cabeza. A veces es bueno, otras no, ya que se roba un poco de su paz y concentración requerida para el día a día.

Habían pasado pocos días desde aquél ensayo en dónde había perdido la razón durante poco tiempo, y desde entonces no había parado de cavilar en su mente el porqué no dijo que el pañuelo sí tenía algo.

¿Por qué lo había ocultado? Si no había pasado nada malo ¿por qué Elías no explicó lo que hizo? Si bien era algo sospechoso, en el fondo tenía mil ideas de posibles razones para que él lo ocultase. Tres, según ella.

La primera era que quizás por ser algún truco de actuación quisiera mantenerlo en secreto, después de todo a Elías sí le gustaba lo que hacía.

La segunda suponía algo muy razonable, y es que tuviera temor de la reacción de los otros, ya que aún siendo un truco, drogar a una persona no era algo que se viera con buenos ojos.

La última era un poco más imaginativa, ya que Leopoldo tenía un carácter endemoniado y a diferencia de ella, desconfiaba de medio mundo. Quizás tanto ella como Elías callaron para evitar una reacción que sería más difícil parar de lo que la realidad suponía.
Su imaginación volaba, ya que idealizaba a Leopoldo respondiendo de una manera un tanto brusca. Hubo una obra anterior, de los típicos conflictos de escuela, en la que un hombre acorralaba a otro tomándole de la camisa en señal clara de amenaza, pero en ese caso, ambos protagonistas eran unos buscapleitos, y en la vida real el único así era Leopoldo mientras que Elías se veía más tranquilo.



Bueno, no es como si lo conociera mucho…

Miranda salió de su casa para despejar su mente de lo mismo, odiaba esa parte de su ser, pues se sentía culpable por no haber dicho algo en un momento que debía. Cuando abrió la puerta algo había salido volando aterrizando en el pavimento, al recogerlo, observó que era un papel doblado en dos con algo escrito:

“No pretendí hacerte pasar un mal rato, pero aquél día me hubiera sido difícil explicarte las cosas con tantas personas presentes.
Sé que no eres tonta, y supiste que mojé el pañuelo con algo, debo decir que mis intenciones al inicio no eran claras, pues quería experimentar el cómo se sentía tener dormida a una persona y después pensar qué hacer. Ciertamente no pensé las consecuencias, y no quería hacerte daño, pero tampoco sabía qué era lo que realmente pensaba hacer contigo así.

No te amo, pero me atrae algo de ti que no es precisamente tu cuerpo. Si miras enfrente, puedes ver más adelante los árboles del parque. Estoy detrás del que permanece junto a la banca roja.

Puedes venir, pero como en aquella ocasión, no sé qué voy a decir o hacer.

Elías.

P.D. guarda esto como un secreto”

Miranda sintió que la espalda se le erizaba, realmente estaba confundida por la carta ¿qué esperaba Elías que pensara después de todo eso? Quizás sólo quería confundirla.

Tenía la curiosidad de ir, después de todo era un lugar público ¿nada malo podría pasar verdad? Y aunque aquella pregunta parecía calmada, en su interior estaba un poco asustada ante las aparentes acciones volátiles del chico.

Ella se dio la vuelta y entró a su casa cambiando de opinión respecto al paseo, porque, no quería que le pasara lo que a Alicia, que en su curiosidad terminó en un mundo de locos…

… y los secretos, no eran algo que le gustasen; quizás se arrepentiría luego por no saber qué pasaría, pero en esta ocasión, el miedo junto con su sentido común le hicieron retroceder cual cobarde a su morada.

Elías al ver pasar las horas supo que Miranda no iría. Este era un perfecto ejemplo de cómo la sinceridad una vez más, había alejado a otra persona de su vida.

Quizás algún día, hubiera una persona arriesgada que comprendiese su extraña mente.