Long-fic Enrevesados destinos, nublado esplendor [Punch Out]

Tema en 'Fanfics abandonados de Videojuegos' iniciado por Daryan Ryan, 4 Marzo 2013.

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    Daryan Ryan

    Daryan Ryan Iniciado

    Acuario
    Miembro desde:
    2 Marzo 2013
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    4
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Enrevesados destinos, nublado esplendor [Punch Out]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1928
    ¡Y bien, aquí estoy! Puede que no sea de demasiada calidad, o me base en algo no muy famoso, pero querría compartir con ustedes este buen fanfic que llevo a mano. ¿De qué se trata? Tendrás que averiguarlo, pero prometo que no es muy importante saber del juego, sino mucho más conocer a los personajes. Uno en especial dirigirá este fanfic ~ ¡Merci!
    _______________________________________________________________________

    Capítulo 1 : Quién sabe que misterios se esconden...

    Le había matado. Simplemente, su sangre fluyendo en la anciana caoba del piso le hizo reconocer, alertarse de lo que sucedía. ¿Que...qué había hecho? Ella...ella no merecía estar postrada, mientras su piel se tornaba pálida, mientras sus rojos labios perdían el hermoso color de una bella rosa. Sostenía el arma temblando, un martillo cualquiera envuelto en la escena del crimen. Soltó el objeto con un miedo feroz, con una desesperación que le tenía paralizado. No soltaba ni una sola palabra, tal vez queriendo hacer silencio, o simplemente porque una lágrima se deslizaba por su frío rostro, una única lágrima que revelaba su error, su fuerza tan destructiva, su terrible mente, que le impulsó tan repentinamente a acabar con lo poco que sostenía en su alma.

    Cayó de rodillas, rindiéndose al impacto. Su rostro no mostraba desesperación, más simplemente una depresión y una seriedad interminables. Las gotas aún se deslizaban por sus mejillas, y cuando pudo despertar apretó sus dientes con brutal agonía. Una expresión de ira, manchada en la misma tristeza. Apretó los nudillos también, intentando liberar la fuerza retenida y tanta ansiedad que le devoraba. Lanzó un grito fuerte al abismo del hogar, un simple grito que se esfumó cuando se abrazó una pierna, y escondió su rostro mientras murmuraba en un ciclo sin fin, sin alma.
    -¿Qué...qué he hecho?

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    ¡Ahhh, la mañana no podía estar más fresca, más iluminada! Unas risas burlonas acompañaron su amanecer, y sus cabellos rojizos salieron de su escondite entre las sábanas. Aquella sonrisa levemente malévola de dientes amarillos decoró la alegría del nuevo día, mientras aún cansado por la noche anterior quitó de la cama y se hecho un vaso de agua helada al rostro, casi disfrutando el efecto que causaba. Se vistió casualmente, ¿Por qué iba a liarse en un día libre, en su propio hogar? Un gran apartamento en medio de la ciudad, una ciudad muy bonita y llena de verde todo el año. Falta destacar que las paredes combinaban muy bien con los dorados rayos del sol, y la buena patria de esas tierras. ¡De sangre, de amor a la buena suerte! Un nuevo día en las grandes calles de Dublín, Irlanda.

    Directo aquel hombre fue a su desayuno. Golpeó el refrigerador un par de veces, para acomodar sus nudillos al posible dolor de una pelea. Así mismo, sacó algo de leche y una ensalada que había quedado de ayer, evitando el cocinar por lo menos en los tiempos de pereza. Devoró distraído, mientras pensaba en la borrachera del día anterior, ¡Vaya noche! Le habían quedado todos los huesos rotos por haber caído del edificio, pero ya estaba como nuevo con unas horas de descanso. El hombre se echó a reír con ganas, mientras bebía el líquido y dejaba los platos limpios al minuto. En ese momento estaba extrañamente alegre, con su típico aire burlón de toda la vida.
    De inmediato fue el baño. Se dio una ducha rápida de mala gana, finalizando con afeitarse la barba de toda la jornada. Arregló un poco su cabello despeinado, y así sin más casi olvida por lo menos cepillarse sin galardones la dentadura.

    -"Cuida tus dientes, a menos que quieras gastar más en la maldita factura del médico" - Repasó el irlandés, bufoneando con los ojos mientras usaba el cepillo a velocidad ultrasónica. Ya listo y preparado, salió de aquella habitación, y subió al segundo piso del apartamento (Diciendo ya que era grande). Siempre en las mañanas le daba de entrenar un poco, para no perder el ritmo en su ocio. Pues...le tenía apego a su sala de entrenamientos, totalmente pintada de verde, con sacos de arena y un cuadrilátero todo bien construido por si alguien le quería desafiar en privado. Tomó sus guantes, y calentó pegándole a uno de sus muñecos, con una imagen pegada donde se suponía que estaba un rostro. ¡Su peor enemigo, de los enemigos, de todos los enemigos! E irónicamente, uno de los que más le hacía reír incluso con moretones en el ring. ¿Estaría acaso aquel "eterno campeón" haciendo fiestas y parrandas ahora que estaba retirado? Nadie lo sabía, y a él no le importaba. De todas maneras era su vocación y disfrutaba sacándole los dientes a los novatos.

    Y lista estaba su rutina, pues ahora tenía el amanecer a su merced, todo Dublín que disfrutar. No tenía nada agendado por el momento, y aunque para un boxeador eso significara conseguir una lucha lo más pronto posible, a aquel hombre le daba igual, pues quería beber unas botellas en el bar de la plaza. Bajo los pisos, pasó de saludar al receptor y abrió la puerta hacia la calle, aún bastante animado. ¡Ja, estaba todo muy tranquilo! Gente con sus hijos dando vueltas por allí, trotando y aprovechando las horas. Ancianas tomando el té, jóvenes en sus bicicletas. Un día aparentemente perfecto por donde se le viera. ¿El bar acaso estaría tan animado, o seguiría estando para los deprimidos violentos como de costumbre? Con su sonrisa aquel hombre lo fue pensando, mientras sus pasos hacían resonar el pavimento.

    La plaza tan linda como siempre y sus árboles, y un local público a un lado muy acostumbrado. El irlandés caminó, entró y saludó al cantinero simplemente levantando su mano.
    -Bella madrugada, ¿No, Aran? -Rió aquel hombre gordo, con su típico bigote y limpiando unas copas que quedaban de la fiesta. El aire estaba decorado con el humo de un solitario fumador en una esquina, incluso no estando permitido el fumar en lugares públicos. Bah, de todas maneras a nadie le importaba en la cantina.

    -He.. ¿Todo bien, Marshel? ¡Mira que quedaste perfecto, incluso después de que te rompieran la quijada! - Se hecho a reír Aran, demandando una cerveza lo antes posible. El cantinero soltó una sonrisa mientras hacía rechinar los vasos de limpios.

    -¡Ja, lo dice el que se cayó del edificio borracho con todo y mesa! - Se burló, con una mirada desafiante, de buenos compañeros bromistas. Con el bar hecho de tres - Dos medio amigos y un tipo raro- , se volvía el club privado más animado de las AM. Se sirvieron las cervezas, y de tragos terminaron varios los dos, mientras pasaban las horas entre chistes y buenas carcajadas. Daba buena espina estar allí, en la oscuridad y oculto del mundo, de tan destructivo universo. ¡Pues destructivo!

    Finalmente pasaron unas tres horas, cuando la jornada ya parecía normal con su característico y adornado cielo azul. Aran estaba algo borracho, pero no tanto como para delirar y caerse a zancadas. Viendo que había pasado su buen rato, se despidió del cantinero y se marchó alegre a la calle, pasando por un lado, apoyándose de inmediato a muros de otro local. Estaba bastante tranquilo para ser un día cualquiera. Solo así...hasta que algo le hizo sobresaltar y casi tener un ataque de la buena sorpresa. ¿Quién lo hubiera imaginado? El tipo adicto a la nicotina había salido también, y se había puesto en frente del irlandés, desafiante.

    Tenía pintas de loco mafioso, con una bufanda blanca y una chaqueta marrón de marca. No tenía buen rostro, por unas marcadas ojeras. Tenía un cabello marrón, totalmente desordenado. Y antes de reaccionar... ¡El idiota tenía una navaja en sus zarpas! La sacó, y prácticamente amenazó al luchador con el arma blanca.

    -Tú tienes mucho dinero como para beber tanto. Dámelo - Murmuró, con una voz de desesperado reprimido.

    En cambio, Aran Ryan no parecía muy asustado por la ofensiva. Una sonrisa sarcástica, reluciendo su dentadura y su fija mirada. No tenía el más mínimo miedo, y más bien tenía la apariencia de tomárselo a la ligera.

    -¡Ja,ja! - Terminó soltando - ¡Claro, te voy a dar toda mi billetera, malnacido! - Dijo con el buen toque ebrio. Sintió como el tipo le presionaba el cuchillo al cuello, sin soltar sangre, pero a punto de hacerlo. Estaba bastante decidió aquel fumador por la paga del robo...

    -¡DÁMELO! - Gritó, sin darse cuenta de que bajaba la guardia. Un "¡Aquí lo tienes, hijo de perra! fue lo que recibió, un golpe bajo que le hizo retroceder, que le hizo soltar sangre al misterioso extraño de la bufanda. Aran aprovechó para patearle al suelo, recoger el cuchillo y tirarlo por quien sabe cuál tejado entre risotadas impresionantes. ¡Vaya lástima que nadie estuviera viendo, pero para él!
    Recogió a tipo de la camisa, y comenzó a golpearlo en la cara por diversión, por donde le cupiera el alma y haciendo galas de su entrenamiento. ¡Mala suerte meterte con tal irlandés! Pero solo hasta el rato.

    ¿Recuerdan ustedes al cantinero, ese gordo limpia vasijas? Pues ese mismo viejo de mala cara había salido, contemplando la paliza del extraño. Entró nuevamente a su local. Y sin que nadie lo supiera... volvió a salir con algo entre manos.

    Se escuchó como le quitaban el seguro a un arma de fuego. Y así, el irlandés impactado giró su rostro hacia atrás, viendo como el barman le apuntaba a la cara con una sonrisa mediocre en sus duros labios.

    -¿No seguiste el plan, verdad, Ryan? - Se echó a reír. El boxeador sin dudarlo, tuvo que dejar de golpear al tipo raro de la bufanda, mientras con una mirada acusadora le clavaba el odio al cantinero. ¡Un traidor, eso era!

    -¡Maldito imbécil, Marshel, desgraciado de...!

    -¡Cuida tu lengua, peleador de tercera! Infeliz... ¿Por qué no te dejaste robar? - Empezó a acercarse, aún con la pistola asegurada para disparar. El irlandés tuvo que retroceder, hasta tocar nuevamente las paredes del otro local. - Levántate, Fecsir. No seas una niñita, ¡Devuélvele lo que te ha dado! - Rió el cantinero. El de la bufanda, como siguiendo órdenes se levantó ignorando sus heridas y aún empapado por las heridas de tan injusta batalla. Con una mano en su estómago, se acercó a Aran quien no se movía y aun acusadoramente maldecía al pelado del barman, quitando su buena sonrisa al odio. El fumador fácilmente denotó la alegría de que se cambiaran las cosas.

    Golpeó a Aran en el rostro, haciéndolo caer a un lado, casi de plasta al suelo si no se hubiera sostenido con un brazo. El irlandés puso su mano en la boca, viendo como rápidamente sangraba, en contraste a lo sucedido anteriormente. Y sin poder detenerlo, una patada en su costado lo hizo caer de espaldas al pavimento, hacia un oscuro callejón que se formaba entre los dos locales. Empezó a recibir variados golpes en las costillas, aún más en su rostro mientras intentaba cubrirse con sus desnudos brazos. No pudo detenerlo, le tumbaron sin remedio, le tumbaron sin piedad.

    -Quítale todo lo que tenga de valor - Escuchó, mientras empezaba a desvanecerse todo a su alrededor. Lo último que pudo ver antes de desfallecer, era la cara del de la bufanda, esa cara de idiota que le había tirado al suelo, sangrando. Y así, todo alrededor se volvió oscuro, como si las luces se hubieran apagado de golpe. El día, tan bello y azulado, de lejos volvería a ser el mismo.
     
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    Daryan Ryan

    Daryan Ryan Iniciado

    Acuario
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    Mensajes:
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Enrevesados destinos, nublado esplendor [Punch Out]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1576
    Capítulo 2 : Odio ir al médico

    Pssss....tksssss..... luces blancas... paredes brillantes, tremendos rayos anaranjados que atravesaban cada rincón, provenientes de un enorme farol que afuera se engalardonaba de su grandeza en las alturas. ¿Estaba acaso muerto, o algo así? Un ambiente pacífico tal santuario, un silencio mortal del que solo los insectos se salvaban en su pequeño mundo. Y un olor levemente repulsivo, mitad agradable también... un olor muy parecido a... ¿Alcohol, guantes de goma y desinfectante de marca?

    Sus ojos se abrieron como platos, con bastante dificultad por el constante dolor. Ahora que veía con detalle el calmado entorno, no podría confundirlo nuevamente con el paraíso nunca jamás, o algún efecto de drogas baratas si se ve desde ese punto. Era un hospital, la sala de un hospital que francamente era de buenas pintas, seguramente el de la capital. Entonces...sacando conclusiones, alguien llamó a la ambulancia después de aquello. Fue un alivio, porque sin dudarlo pensaba que le habían matado ya. ¡Se arrepentirían de no haberlo hecho! Euu, pero mucho después, a lo menos hasta que pudiera moverse.

    El irlandés analizó con curiosidad la camilla que le sostenía. Su brazo estaba conectado a un suministro de sangre, alertando que habría perdido bastante al menos en horas. Y como era de esperarse, tooodas sus pertenencias de valor le habían sido quitadas, y las que no pues confiscadas por los médicos o los policías que le debieron encontrar agonizante. Ahora que lo pensaba...¿Cómo el de la bufanda pudo hacerle tanto daño, si estaba medio muerto y todo? Bueno...el tipo no era nada delgado...y estaba a puño limpio...pero, ¡Pero se había metido con Aran! El maldito infeliz debía de llevar alguna manopla o algo, de seguro debía ser eso... (Oh vaya, ahora no sabía si odiar los trucos, o amarlos mucho más).

    Simplemente, decidió maldecir lo que pudo, por lo menos mientras estuviera despierto. Aún se sentía demasiado débil, y ninguna buena risa se mantenía a flote como para alegrarle y darle fuerzas. Esta vez, el dolor era punzante y agudo, le recorría la espina desde la médula. Si le hubieran preguntado, hubiera preferido que le quebraran todas las extremidades, pues ese tipo de golpes apreciaba con ganas, y le encantaban. Por ahora, solo quedaba cerrar los ojos, y descansar el tiempo necesario. Seguro que si estaba tranquilo no le quitarían muchos fondos por tratamiento.

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    - He...hehehe... - Pequeñas risas, retenidas para no hacer alarma retumbaron en los oídos del propio irlandés. Una sonrisa perversa, y en sus manos un cordel que ataba con pasión y soltura. Puso su creación en el suelo apenas terminar, a pies de la camilla, y como si nada se puso a silbar mientras colocaba sus manos por detrás de la cabeza, esa que relucía su oscuro cabello pelirojo tan cuidado. Los pasos le hicieron cada vez soltar una pequeña risotada, y así hasta que la puerta se abrió delicadamente, la puerta de la habitación donde el estaba reposando hace a lo menos unos tres días desde aquel asalto. De allí entró una enfermera, la vieja Anastasia de cuarenta y siete años que poseía la cara de los mil demonios. ¡Vaya risotadas que se ganaba hora tras hora con ella! La vieja siempre entraba desanimada, deseando dar de a palos al paciente.

    Se fue acercando, para darle el desayuno de la mañana, -Más te vale que no lo aventes esta vez, o te voy a quitar el suministro- alegó mientras se acercaba a su destino. Nadie se hubiera esperado que, al pisar la pequeña cuerda, sucedería algo, ¿Verdad?
    La cuerda se agarró a pie de la asistente, la hizo tropezar cuando el irlandés tiró de ella. La vieja trastabilló, y cayó de espaldas al suelo con un grito anticuado de toda la vida, mientras el desayuno volaba por los aires, y aterrizaba en cara a la pobre enfermera, dejándole ojos de huevo frito y sonrisa de tocino a la orden.

    -Pfffff, ¡Jajajaja! - Rió sin pena el irlandés, empezando a ahogarse de la diversión mientras golpeaba la cama con los puños. La vieja Anastasia se puso roja como un tomate de la ira, y en cuanto se pudo levantar hizo una rabieta de niña a los cuatro años, se marchó apretando las manos y haciendo sonar sus tacones con todas las carcajadas de fondo. ¡Ah, la buena broma del día no pudo ser más exitosa! Pasaron los minutos antes de que callara, y cuando lo hizo existió ese común silencio funerario entre el sol del amanecer. En estos momentos era cuando en la sala de al lado, el doctor evaluaba a los pacientes. Siempre esperaba a escuchar su situación actual, pues no quería esperar hasta la noche cuando era público al mundo; pues en poco rato le dejaban ver su muy abandonado correo y más tarde tenía que aguantarse hasta que tuviera las de dormir, ¡Terrible!.

    Así mismo, atentó el oído...
    -Señor, ¿Cuál es el reporte de Sánchez, Xavier y Ryan? Es hora de registrarlos...
    -Ah...muy bien. Sánchez ha mejorado desde la extirpación del tumor. Ha perdido muchos fluidos, pero con un coma inducido de tres meses se recuperará en totalidad. Xavier aún necesita reposo, pues aquella ancla le hizo un gran corte en el costado, y tras los puntos debe descansar. Y Ryan...
    -¿Sí?
    -Deberá quedarse aquí un par de semanas. Siendo joven y fuerte, aquellos traumas no le fueron gran problema. Hemos visto que es un luchador experimentado, y por lo tanto está acostumbrado a los golpes. En cambio, la pérdida de sangre por aquella herida y tal le mantendrán bastante en la camilla. Eso es todo.
    -Oh...muy bien señor...

    Y esa fue la charla del médico. Unas semanas de sufrimiento agónico en el hospital ¿Ese era el diagnóstico? ¡Terrible por donde se le viera! Aran soltó un suspiró enfermo de aburrimiento, viendo lo que le esperaba. ¿Por qué tanto lío, si ya estaba como nuevo? ¡No era justo, les haría ver que podía estar de pie y...!

    -Señor Ryan, aquí está la computadora para que registre el correo - Vino diciendo otra enfermera de cabello rubio, trayendo un portátil - Tiene una hora.

    -Eh, sí, sí... - Murmuró recibiéndolo. Le encendió, entro y se conectó al internet para ir directo a su correo. Debía tener uno casi por ley, puesto que la WVBA le enviaba peticiones y esas cosas; aunque eso significaba de lejos que lo visitara mucho. No era demasiado digital, no era su estilo.
    De inmediato navego por la bandeja. Habían suscripciones de tiendas de lencería, tostadoras de la tía Paty, el gane un millón por nada... ¡Y un correo fresco de la Asociación! Le picó con cierta ansiedad, y vio el contenido sin muchos problemas.


    Estimado Aran Ryan, del circuito mundial.

    Hemos de informarle que recientemente ha recibido un desafío, por parte de uno de nuestros luchadores del Circuito Mayor. Viendo la distancia, se le han dado 42 horas para responder y aceptar o rechazar esta solicitud, teniendo en cuenta que se le pueden descontar puntos por ausencia, y no defender su puesto.

    Atentamente, World Videogames Boxing Association.

    -¡Hmmm, con qué quieres quitarme mi puesto! Muy bien... ¡Saldré ahora mismo! - Se dijo a si mismo, mientras respondía el aceptar a los segundos. De ganas, quitó la sábana de la camilla y salió algo tambaleante para pisar el suelo. Desconectó el suministro de sangre como había aprendido de las enfermeras, y buscó su ropa en el pequeño clóset de la habitación. Apenas se la hubo puesto, ya se consideraba listo para salir al mundo exterior, tomar un vuelo y llegar a EE.UU lo antes posible. Abrió la puerta, llegó al pasillo... y se encontró de cara con el médico que le supervisaba, este con un rostro de sorpresa impresionante.

    -¿Señor Aran Ryan? ¿Qué hace fuera de su habitación? - Preguntó

    -¡Yo ya estoy listo para irme! Le puedo demostrar que me debe dar de alta - Se defendió, algo agresivo y esperando a que no le reprimiera. El doctor le observó curioso.

    -Si puede levantarse tan fácilmente, de seguro que puede darse de alta - asintió- acompañeme a mi oficina.

    Y así, le guió hasta allí. Era una muy bonita habitación de madera, rodeada con diplomas, una pequeña ventana y unas plantas grandes puestas a un lado del escritorio. El médico tomo asiento e invito al irlandés en frente.

    -¿Qué actividades piensa hacer? Necesita descanso absoluto, el mínimo uso de fuerza brut...-

    -Sí, sí Doc. ¡No haré eso, lo juro! - Interrumpió y mintió a la vez el irlandés, relajándose en su asiento.

    -¿Está seguro? Puede que aún no se haya recuperado...

    -¡Sé que estoy bien, déjeme marcharme ya! - Dijo molesto, intentando salir de la moral y el cuidado lo antes posible, puesto que no quería perder ni su vuelo ni su pelea. El doctor suspiró cansado, sacó unos papeles y firmó en ellos. Le ofreció a Aran, y este también lo hizo de mala gana. Así, ya estaba lista su solicitud de alta.

    -Puede marcharse. Buena suerte, señor Ryan...

    -¡Hasta nunca! - Y se cerró la puerta, mientras las luces del amanecer estaban en su apogeo. ¡Vaya energías de aquel hombre! "Ojalá que no se meta en problemas" , se preocupó levemente el médico, mientras ordenaba otros papeleos. Le deseaba lo mejor al joven luchador.
     
  3.  
    Daryan Ryan

    Daryan Ryan Iniciado

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    Miembro desde:
    2 Marzo 2013
    Mensajes:
    4
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Enrevesados destinos, nublado esplendor [Punch Out]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    1543
    Capítulo 3 : A medias contra el español

    Por mucho que aquel hospital vampiro le hubiera quitado todo el verde que le quedaba, y aquellos mequetrefes le hubieran sustraído cualquier cosa de valor que trajera consigo, algún tipo de descuento pudo conseguir por la urgencia del cometido. Y bueno... la verdad es que con ciertas amenazas, engaños capitales y cuestiones bancarias inexistentes fue que Aran Ryan pudo recoger su vuelo al país de los sueños, uno muy veloz que no le quitaba más que unas seis horas sin paradas ni interrupciones. Todo el viaje hizo relucir la ansiedad por la lucha, y todos en el avión le miraban raro por tan loco rostro que se mandaba en frente. No hubo más problemas, y del aeropuerto directo fue a un transporte privado, para llegar a uno de los grandes recintos de la WVBA, "El Circuito Mundial", lugar de grandes, de los mejores.

    Si se veía el edificio desde afuera, lo más destacado era el imponente logo dorado de la Asociación, decorado con estrellas y aquellos típicos guantes para el deporte. Había una gran puerta de vidrio enfrente, con varios posters pegados de las luchas que se celebraban en aquel sinónimo de museo, en aquel paraíso para la lucha. Con una maravillada sonrisa, Aran notó que los carteles del momento anunciaban su próxima pelea.

    Aran Ryan Vs Don Flamenco, como era de esperarse, el cuarto del circuito mundial contra el campeón del circuito mayor. Al parecer, aquel español enamorado quería escalar hacia la grandeza, quitándole el puesto al irlandés que por mucho mantuvo su territorio. ¿Sería acaso posible que lo ganara, o terminaría derrotado por el desquiciado abucheado por la multitud?

    -¡Esto va a ser más que fácil, más que tirar a los idiotas con la cuerda! - Se burló Aran, entrando de lleno al gran coliseo frente a sus narices. Había como de costumbre un tumulto de periodistas, que aunque no fuera la pelea del siglo querían sacar una exclusiva para el empleo. El irlandés pasó de ellos, de cualquier pregunta o foto que le podrían sacar antes de entrar al ring. Fué con la recepcionista, y anunció sin preámbulos su llegada, para salvar de cualquier ausencia mal vista. Fuera de todo aquello, solo quedaba esperar entre bastidores, por aquella puerta blanca que estaba en el más recóndito pasillo, y a un lado de la enorme entrada al ring.

    Llegó, se sentó en una de las bancas y abrió su bolso para sacar los implementos. Guantes de boxeo verdes, los nuevos que había conseguido; los bóxer azules con el buen Trébol incrustado en el cinturón, y finalmente las vendas que debía colocarse en las manos. No olvidó tampoco las herraduras de caballo, y por las dudas guardó consigo el arma de la cuerda, por si se le hacía difícil el tal Flamenco famoso en Madrid. Rió con ganas ¡Divertido sería hasta la muerte! Y dicho esto, en el camerino se cambió de atuendo y vendo las manos. El irlandés, al mirarse en el espejo, se dio cuenta de un detalle bastante singular.

    -¿Mi torso está... vendado? - dijo, bastante sorprendido, mientras se palpaba la cintura. Estaba cubierto desde los pectorales hasta los oblicuos, y por alguna razón en el hospital ni se había percatado de tal detalle. Pensaba que seguramente algún moretón grave le habían hecho en el tórax, le habrían roto alguna costilla o similar... pero no quería averiguarlo ahora mismo. Además, se veían bastante bien, y pensando que no iba a ser una pelea acalorada le sería mínimo inconveniente ir con vendajes. Sonrió por última vez a su rostro, y con los guantes puestos ya tenía abierta la puerta para marcharse. La hora marcaba justo las 6:00 pm, momento en el cuál los luchadores debían presentarse en el ring. ¿Muy puntual, no?
    La tensión se respiraba, los abucheos, pifias, alabanzas y gritos reinaban en el público con la emoción de la adrenalina. El combate estaba a punto de comenzar...

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    ¡Muy bien, damas y caballeros! ¡He aquí la pelea del año dejando de lado que este año es joven , un gran debate por escalar hacia la cima! Tenemos aquí a un encantador y flamante caballero de España, el campeón del circuito Mayor... y del otro lado, ¡Al maniático Irlandés, al cuarto en el gran circuito mundial, al gran....Aran Ryan!
    Miles de saludos, carteles, fotografías al unísono se dispararon cuando el presentador terminó sus palabras. Puesto que ahora mismo entraban los luchadores desde cada lado, presentándose al público.

    Uhh, sí, allí estaba Flamenco. Con el conjunto del alma destrozada, junto a su rosa negra del intenso amor que sufría, y las pérdidas que había sentido. Cuando el español subió al cuadrilátero, dijo con toda su garganta y en su idioma madre la siguiente frase: ¡Recuperaré tu amor, Carmen! ¡Y derrotaré a estos tristes vástagos, para ser tu rey, y tú seas mi reina!
    Muchos anotaron como locos en sus libretas las palabras del luchador, mientras este saludaba con la decisión en su mirada. Mientras tanto, nuestro Irlandés subía por su lado, con su sonrisa. Como de costumbre, pego un grito de la emoción antes de comenzar la lucha.

    -¡AAAAAAAAAARRRRRGHHHH! ¡Vamos, idiota! ¡Veamos si esa Carmen viene a ayudarte cuando estés sangrando por la nariz, de seguro pelearía mejor que tú con esos brazos flacuchos! - Terminó, mientras hacía crujir su cuello a la redonda. Estaba muy, muy ansioso por recibir y dar golpes.

    -¡Maldito loco, ya verás te callo! - Y dicho esto por parte del español, el presentador dio anuncio al comienzo.

    ¡Que empiece el combate!, y las campanas tintinearon mientras los luchadores se reunían con ansias de sangre. No hubo piedad, y comenzaron de inmediato.
    Flamenco no alcanzó ni a provocar a su rival, puesto que este lanzó la ofensiva primero. El español lo esquivo con suerte, exclamando por la velocidad, ¡Vaya sanguinario!

    -¡Olé! - Exclamó con gracia Don, mientras se ponía en posición, y hacía vibrar su mano como si estuviera tocando unas castañas. Intentó golpearle, pero Ryan contraatacó lo más pronto posible, pues mientras soltaba la palabra de jerga española, este aprovechó para golpearle en un costado. ¡Uf, eso debía doler! Flamenco salió disparado hacia atrás, pero no cayó. Más bien, eso despertó aún más las oscuras iras que le contaminaban, y con una mueca de total odio hacia el irlandés, estaba preparado para su movimiento estrella.

    -¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco! - Y cinco golpes directos fueron de cara contra Ryan. Este alcanzo a esquivar unos dos o tres, pero se perdió en las estrellas cuando quedaban los últimos dos ganchos. Le golpeó el rostro, haciéndolo tambalear con fuerza, con una voluntad impresionante para no caer.

    -¡ME ENCANTA, sigue así! ¡Es divertido que golpees con algodón en vez de manos! - Se burló en irlandés, rodeándolo para molestarle. Flamenco estaba colérico, no podía aguantar a tal degenerado haciendo sus chistes. Y allí mismo fue cuando Aran quiso atacar.
    Lanzó un golpe de frente, que el español bloqueó sin mucha dificultad. En medio de la aparente confusión del rival, le golpeó en rostro, una y otra, y otra, y otra vez, mientras este seguía atontado con la ofensiva. Tampoco duro demasiado.
    Pues el español nuevamente bajo la guardia, y cuando se creía que no podía, Aran volvió a atacarle en un costado de improvisto. Le sacó el aire al español, le saco el aire... ¡Y su preciado peluquín voló por los aires! Pues así mismo, el semental de Europa llevaba una peluca para ocultar su no muy bella cabellera. Eso le hizo ponerse tan rojo como el vivo fuego, y al peor estilo berserker, arremetió de lleno contra el costado de Ryan, donde llevaba las vendas. Sin saberlo nadie, le había dado en su punto débil.

    Aran soltó un grito desesperanzador, que logró erizarle la piel incluso a su atacante. Allí mismo, el irlandés bajo el rostro, curvó su columna...y escupió sangre al suelo con una gravedad tremenda. En eso, tambaleó otra vez, y cayó de cara al suelo, mientras sangraba peligrosamente. Todos quedaron atónitos, y ni siquiera Don Flamenco pudo reaccionar ante la caída mortal de su rival. En cambio, el mismo fue quien gritó :

    -¡Un médico, este hombre necesita primeros auxilios! - Y en eso, la gente entró en pánico, haciendo tumulto y gritó para acercarse al derrotado irlandés. Este prácticamente había desfallecido.

    Muchos hombres y mujeres fueron a socorrerlo, muchos llamaron a la ambulancia. Cuando esta llegó, nada más verle evaluaron el terrible golpe que debió haber sufrido, lo que le dejó sin conciencia. La multitud fue evacuada, mientras llevaban al irlandés en una camilla. En el trasporte... abrieron sus vendas para percatarse de algo terrible.

    -¡Este hombre tiene una herida de bala! ¿Cómo es que ha podido luchar con esta herida? - Y en eso mismo, retumbaron las palabras. Semanas de descanso, ningún esfuerzo físico hasta que se recuperara por completo. No eran simples moretones y huesos rotos los que le atormentaban.

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    -¿Aran Ryan ha perdido, dices? ... ¡Pagamos una fortuna por su victoria, el muy malnacido no pudo haber perdido!
    ... ...
    -Ya veo, ya veo... avisen al hospital que le haremos una visita a nuestro boxeador favorito...
     
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