Encontré a Vixen [Relatos Navideños]

Tema en 'Literatura experimental' iniciado por Keeta, 16 Diciembre 2015.

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    Keeta

    Keeta Entusiasta

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    Escritora
    Título:
    Encontré a Vixen [Relatos Navideños]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1398
    A pesar de estar en pleno invierno, hacía calor a mediodía. Contemplaba como la gente pasaba por la calle, con los abrigos puestos y ya me estaban dando calor. Estaba siendo un día de lo más aburrido, pasando las horas con lentitud, el sol ya escondiéndose detrás de la muralla de montañas... cuando mi perro empezó a ponerse pesado conmigo. A vigilarme por la casa a pesar de que me escondía detrás de la cortina de la ducha, bajo la manta del sofá, incluso en el armario. Pero siempre acababa encontrándome y mirándome con tal intensidad que casi me atravesaba la piel.

    -Está bien -repuse, mientras él movía la cola-. Te saco.

    Abrí el armario que había bajo el fregadero mientras el chucho empezaba a ponerse feliz, a resoplar por la nariz, mover el rabo, esas cosas que hacen normalmente los perros. Esperé a que se sentase antes de ponerle el collar y la braga, después de mucho pensarlo. Hacía algo de fresco fuera, porque cuando se va el sol, es como que el mundo se enfría.

    Bajamos corriendo las escaleras, a ver si con un poco de suerte conseguía agotarle las pilas al perro y se quedaba roque al volver. No había cogido su pelota porque no me apetecía tirársela. Últimamente estaba muy perezosa para casi cualquier cosa. Debía ser el ambiente de casa, todo el día sin hacer nada... excepto leer. Eso lo hacía mucho.

    Nos dimos una vuelta por el barrio y pensaba en ir por el camino montañoso, solo hasta donde llegaba la carretera, porque después no había farolas. Al perro le encantaba esa zona, con tanto verde y matojo por los que brincar y saltar y sentirse un animal salvaje, sin dueño, libre como un pájaro... Sin perder de perspectiva el hecho de que lo quería cansar, tomé ese camino.

    Y ahí viene lo más raro...

    La carretera estaba desierta, así que podíamos ir un poco a nuestras anchas. Luego el perro se detuvo en mitad de su jolgorio. Normalmente cuando se queda tan pendiente es por un gato. Pero aquel animal no se parecía a un gato... a no ser, claro, por las cuatro patas. Era un reno. ¡Un reno! En mitad de la carretera. Me lo quedé mirando, conteniendo el aliento, temiendo que saliera asustado. Miré en todas direcciones a ver si por algún casual pertenecía a un dueño excéntrico... Pero por allí solo estábamos él, yo y el perro que ya se acercaba al reno para olerlo.

    Este hizo tres cuartos de lo mismo con mi perro. Avancé hacia él y, para mi sorpresa, no salió corriendo. Me dejó acariciarle el morro y todo. Tenía la piel muy suave. Me imaginaba que tendría que haberse escapado o algo, pero no podía hacer nada con él. Me despedí y seguí mi camino con el perro, de vuelta a casa. Mi sorpresa aumentó cuando vi que el bichejo me seguía. Casualidad, me dije.

    Seguí andando y el animal tras de mí. Probé a salir corriendo, con el perro que me seguía... y el reno también. Terminé llevándomelo a casa. Fue difícil subirlo por las escaleras sin armar mucho jaleo, que salieran los vecinos y vieran al bicho aquel. ¡La que se iba a armar en mi vecindario! No creía que en el contrato del alquiler de la casa, al poner "se permiten animales", se refiriese precisamente a un reno.

    No sabía que comían los bichos esos, así que le di un cuenco con leche y unas pocas zanahorias que había en la nevera. Estaba enfrascada acariciando al reno, que estaba tan a gusto, como si las cuatro paredes le diera un poco igual, cuando llegó Jake, mi compañero de piso.

    -¡¿Qué demonios...?!

    Me lo quedé sonriendo, como una boba. Señalaba al reno e intentaba articular alguna palabra, pero no le salía nada.

    -Es un reno -intenté ayudar.

    -¡Eso ya se ve! ¡¿Pero qué demonios hace un reno en mi casa?! ¿Saben esto los vecinos? -me susurró.

    Negué con la cabeza y añadí:

    -Me lo he encontrado fuera.

    -Vaya, pensaba que lo habías sacado del armario. Los pajaritos heridos, pase, pero esto... ¡esto ya es demasiado! Hay que llamar a la protectora de animales... ¡o algo! No podemos tener un reno en casa...

    -Ya... pero ya es muy tarde... ¿nos lo podemos quedar un día? ¡Solo un día!

    Jake se me quedó mirando, como si hubiera dicho que la tierra es plana y el sol gira a su alrededor, en vez de al revés.

    -¡Solo un día y luego llamamos a quien haya que llamar!

    Jake se pasó la mano por la cara. Había vuelto de trabajar, estaba cansado y me imagino que era lo que estaba pensando. Aún así, conseguí que cediera a mi premisa, añadiendo que no lo iba a dejar más que un día en casa, después, habría que empezar a buscar una solución. Lo más importante de todo era que no se enterasen los vecinos, o se podía armar gorda.

    Después de cenar, buscamos qué comían los renos. No teníamos líquenes ni hojas de abedules o algo semejante. Así que le dimos lechuga y eso pareció gustarle. Notaba a Jake tenso pero evitaba de todas las maneras posibles sacar demasiado el tema. Se notaba en el ambiente que la presencia del reno no le estaba gustando nada... pero solo sería un día, así que tampoco sería para tanto.

    El reno se agenció la cama del perro, a quien no le importó demasiado compartirla. Se llevaban bien y aún nos resultaba extraño que el animal hubiese accedido a acompañarme hasta casa, sobre todo porque habíamos leído que los renos en cautividad no se portan... muy bien. Pero este parecía amaestrado. Bueno, ya era bastante raro ver un reno por estas regiones... así que, probablemente empezarían a aparecer carteles por todo el barrio con la foto del cuadrúpedo desaparecido.

    La noche no fue muy bien, los dos pendientes a cada momento de los pasos de un reno inquieto que parecía no lograr conciliar el sueño. El perro dormía conmigo en la cama, también él pendiente de lo que hacía y lo que no hacía el reno.

    Era más de medianoche cuando alguien llamó al timbre. El perro, por supuesto, salió disparado a la puerta para olfatear al intruso nocturno. Jake y yo nos encontramos en el pasillo y miramos alternativamente por la mirilla de la puerta. Un hombre de barbas blancas esperaba fuera. Jake se decidió a abrir la puerta, manteniendo al perro bien a la vista (grande y negro) para intimidar al visitante nocturno. Entretanto, yo había ido a la cocina a por dos cosas: el teléfono por si acaso y un cuchillo... también por si acaso.

    -Te parecerá extraña mi pregunta pero... ¿habéis visto a un reno?

    Al oír ese nombre, fui corriendo hacia la puerta.

    -¿Un reno ha dicho?

    -Sí.

    Jake me miró con cara de "no sueltes prenda, no podemos estar seguros de quién es este tío". Pero ese tío me recordaba mucho a alguien.

    -Lo hemos encontrado nosotros esta misma noche, paseando. Bueno, el perro fue quien lo encontró...

    -¿Sigue allí o lo habéis llevado a...?

    -No, no, no, está aquí, en casa.

    Fui a buscar al reno, que había asomado el hocico por la esquina, tal vez al reconocer la voz de su dueño. Tuvimos que abrir el todo la puerta para que el reno pudiera pasar.

    -Ah, Vixen, me has dado un susto de miedo. Pensaba que te habías perdido irremediablemente. Muchas gracias por cuidar de mi travieso reno. Si hay algo que pueda hacer por recompensaros...

    -No, no es necesario -se apresuró a decir Jake, algo nervioso.

    El hombre nos dio las gracias una vez más y bajó, con cierta dificultad, con el reno por las escaleras.

    -Bueno, al final el problema se ha resuelto solo, ¿eh? -le dije para animarle.

    -Tanto como solo... -repuso Jake haciendo un mohín-. La última vez que te traes animales perdidos a casa. ¡Podría haber sido un psicópata o algo peor!

    -¿Cómo qué? -respondí con sorna.

    Jake fue a contestar cuando algo nos llamó la atención. Un sonido de cascabeles. Corrimos los tres a la ventana (el perro empujado por la curiosidad de por qué sus amos estaban tan raros de repente) para ver, casi desapareciendo en el horizonte, un carruaje tirado por renos.

    -Imposible... -musitó Jake.
     
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    Ichiinou

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    La verdad, llegados al punto de que aparece ese señor con barba blanca en la puerta, yo ya me habría dado cuenta de que es Santa Claus o un imitador al menos. xD La verdad es que ha sido bastante divertido el relato, imaginarme a la chica subiendo el reno por las escaleras y el hecho de que pudiesen caber en la cama del perro el reno y el perro, pues la verdad, me causa gracia. xDDDD

    Me ha gustado. Bien escrito, sin faltas de ortografía y muy bien narrado. Una historia graciosa. Te felicito.

    ¡Un saludo! :)
     
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