En busca del verdadero amor

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Pam, 15 Septiembre 2009.

  1.  
    Pam

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    En busca del verdadero amor
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    En busca del verdadero amor

    Bien señoras y señoras, he vuelto. Les presento una historias de mi autoría que he decidido dejarles para que la puedan leer y recibir las críticas y/o comentarios que deseen dejar al respecto. Aun no se que rumbo llevará la historia (ya veremos que deciden los personajes ;)). Otra cosa que quería decirles es que lo que esta en cursiva y entre comillas son los pensamientos de los personajes :D.



    Espero que les agrade y sin más rodeos, he aquí la historia:


    En busca del verdadero amor

    Por Pam

    Capitulo I


    Una complicada situación

    Eran las 2:00 am y el pobre anciano aún seguía despierto sin lograr siquiera descansar un segundo. Nuevamente aquella tos incontrolable volvía y con un pañuelo intentaba evitar que llegue a oídos de los demás aquel sonido tan perturbador en medio de la noche. Su cuerpo frágil comenzaba a quedarse sin fuerzas día tras día y no dejaba de pensar en su hija, a la cual debía amparar.

    Jonathan Lewis era un anciano de 82 años de edad, muy conocido en los alrededores por haber sido un excelente maestro de matemáticas en uno de los colegios más prestigiados de la ciudad.

    Tenía tres hijos. El mayor de ellos, Petter, se había dedicado a la enseñanza al igual que su padre. Se casó poco después de que le otorgaran un trabajo en el mismo colegio en el cual había recibido sus estudios secundarios. William se había dedicado a la medicina. Él también ya estaba casado y había conseguido un excelente puesto en uno de los hospitales de la ciudad de Manhattan. Su desempeño como médico era muy elogiado por sus compañeros. Por último, la difunta esposa de Jonathan había concebido a una niña llamada Kate.
    Con sus 20 años se había convertido en una jovencita muy soñadora, con grandes metas que pensaba lograr; metas que serían interrumpidas por los planes futuros que tenía su padre para ella.

    —“Necesito dejar todo en orden antes de que sea muy tarde. Mañana mismo me encargaré de resolver este asunto y ponerle fin a mi angustia” —pensaba con insistencia el anciano desde la comodidad de su cama; dejando llevar por los sueños.

    El astro rey había aparecido en el horizonte unas horas más tarde. Los rayos del sol que se calaron con rapidez por el ventanal golpearon con furia el pálido rostro del anciano, despertándolo con brusquedad esa mañana. Sintió su cuerpo entumecido, pero no se rendiría tan fácilmente ante tan minúsculo tropiezo.

    Con las pocas fuerzas que le quedaban, se colocó de pie y fue a asearse. En cuanto terminó de hacerlo, fue a su despacho con urgencia y realizó una llamada de larga distancia. La charla que había tenido fue breve y sin rodeos. Ahora era cuestión de esperar y que todo siga marchando de acuerdo a sus planes.

    Intento calmarse un poco e ir a desayunar tranquilamente, pero un estruendoso sonido que provenía de los pasillos lo obligó a volver a la realidad.

    —¡Lo siento, papá! —se escuchaba desde las escaleras las disculpas de su hija.
    —Deberías ser un poco más cuidadosa al bajar las escaleras —comentaba lo más natural posible el padre de la muchacha.
    —Lo sé, pero debo comenzar con mis clases más temprano el día de hoy. Además, tendremos una reunión aquí en casa, ¿recuerdas? —comunicaba con prisa ingresando al comedor para beber un poco de jugo que estaba sobre la mesa—. William y Petter vendrán a casa.
    —No lo he olvidado —repuso tosiendo por enésima vez.
    —Le comentaré a William que no has dejado de toser. Hace varios días que sigues así —sin dejar de ver el rostro apesumbrado de su padre—. Además, te he notado muy angustiado papá, ¿qué ocurre?
    —Nimiedades —contestó veloz—. Ya vete porque el tiempo no se detendrá.
    —Es verdad —expresó a toda prisa recogiendo sus materiales.
    —Cuídate.
    —¡Lo haré! —cerrando la puerta con impetuosidad.

    Salió por la puerta trasera de la casa y fue hasta el pequeño auto y colocó sus materiales en el asiento delantero; poniéndolo en marcha para ir a su lugar de trabajo.

    Esa mañana empezaría más temprano con las clases de piano en la pequeña escuela de artes a la cual iba a enseñar. Había empezado algunos meses atrás pero iba como voluntaria para suplir a la maestra que estaba enferma hace algún tiempo. Se sentía alegre de ser parte de aquella ‘pequeña familia’, puesto que siempre la música fue una de sus pasiones más grandes en la vida.

    Pasaba allí toda la semana enseñando 6 horas diarias con mucho entusiasmo y por las tardes se dedicaba a practicar el piano y cuidar a su padre que andaba un poco enfermo. Estaba satisfecha pese a que no era un trabajo demasiado lucrativo como el de sus hermanos, pero era lo mejor que podía hacer. Tenía mucho talento y lo había demostrado en varias ocasiones en las cuales la contrataban para animar alguna que otra celebración.

    Mientras ella comenzaba el día, el viejo Jonathan seguía con lo suyo en su hogar. Justo cuando disponía de tiempo para revisar el periódico, escuchó que alguien llamaba a la puerta con insistencia. Para no hacerlo esperar, fue a ver de quien se trataba.

    —Bienvenido —murmuró al ver a la persona que lo visitaba esa cálida mañana—. Me parece perfecto que haya llegado antes…adelante —invitándolo a que ingrese a la sala.

    Habían caminado un poco hasta llegar allí mientras el visitante admiraba la casa detalle a detalle. Una vez que ingresaron al amplio sitio, observó cuan iluminada era el interior del mismo gracias a los enormes ventanales que permitían una vista excelente del verde césped y de las flores que decoraban la entrada de la casa. Los muebles antiguos pero bien cuidados le daban un toque de calidez a la morada de la familia Lewis. El mozo de cabellos negros como el carbón y de unos llamativos ojos verdes observaba con mucha atención al anciano sabiendo el porqué de su visita tan anticipada. Era una visita que no se debía hacer esperar, por cierto; puesto que para el anciano, el tiempo valía oro.

    Lewis le señaló el sofá para que se acomode a gusto y puedan conversar con más tranquilidad. Mientras él se acomodaba, el pobre anciano tosió levemente, ayudándose con su pañuelo para ahogar ese sonido tan molesto. Una vez que pudo recobrar un poco el aliento, decidió charlar con el mancebo.

    —Lamento que todo esto haya sido de manera tan inesperada —profirió débilmente Jonathan.
    —He recibido la carta que me envió usted y he venido personalmente para que hablemos —con la mirada escrutadora posándose en el fatigado Lewis.
    —Y me parece excelente —manifestó—. Como verá, mi estado ya no es el de antes y me queda muy poco tiempo para desalojar la casa —caminando con lentitud—. Mi hija es la que más sufrirá puesto que no podrá cargar con todas las responsabilidades y gastos que hemos tenido…usted entiende.
    —Por supuesto —reflexionando al respecto—. Pero, ¿ella lo sabe?
    —Aún no —apoyándose en el marco del ventanal—. Por esa razón he reunido a mi familia el día de hoy para que hablemos.
    —Será un gran cambio en su vida —comentó con sinceridad.
    —Lo sé —soltó con preocupación—. Pero ella comprenderá que lo hago por su bien —admirando una fotografía de Kate.
    —Ciertamente.
    —Debes saber que te estoy entregando un tesoro muy valioso —declaró el anciano acercándose a él—. Esta en sus manos ahora y espero que lo sepa valorar y proteger con su vida misma —posando su mano trémula en el hombro del joven.
    —Descuide, señor Lewis —manifestó con seriedad.
    —Confío en usted, muchacho —sonriendo abiertamente con el hombre.
    —No le fallaré, tenga la seguridad de ello —mirándolo fijamente a los ojos.
    —Has sido como un hijo para mí y estoy más endeudado contigo al saber que has aceptado mi decisión —emitió—. Te debo mucho, hijo.
    —No diga eso —incorporándose con tranquilidad—. Yo tuve mis motivos para aceptar esto, de modo que no debe tomarlo como una deuda que necesite pagarse. Estoy muy complacido por ayudarlo, señor.
    —Me alegra que seas tú el que estará llevando a cabo mi ferviente deseo y no otra persona —sonriendo aliviado ante la afirmación del hombre.

    El joven tan sólo había asentido en silencio ante aquellas palabras. Sabiendo que ya estaba al tanto de los últimos detalles a tratar, decidió hablar con él de otros asuntos que aún debían resolver, de modo que pasaron a su despacho para dejar en orden todo lo demás.

    Habían estado casi toda la mañana metidos ahí dentro. Al recordar que en breve llegaría su hija, decidió marcharse el joven.
    Abandonó aquel sitio más tranquilo después de haber charlado con el anciano personalmente, dejando todo de acuerdo a lo predicho.

    ~~

    Las horas no se hicieron esperar y pronto había llegado la hora de la cena. Ya todo estaba listo para la reunión. Kate fue la más interesada en que todo este en orden esa noche ya que vería después de dos años a sus hermanos.

    Marie, la ama de llaves, había terminado de preparar la cena mientras Kate colocaba la vajilla nueva que había comprado hace algún tiempo. Una vez que terminó con lo suyo, fue con rapidez a su alcoba para arreglarse. Momentos después, el golpeteo constante de la puerta anunciaba la llegada de los invitados.

    Marie los fue a recibir mientras Jonathan seguía dándole vueltas al asunto que debía tratar con sus hijos y en especial con Kate.

    —¡Qué gusto volver a verte, papá! —exclamó alegre Petter ingresando a la sala.
    —Es bueno estar con la familia después de tanto tiempo —suspiró levemente su otro hijo, siguiendo a su hermano para luego acomodarse junto a su progenitor—. ¿Cómo te sientes? —notando lo abatido que se hallaba su padre.
    —Bien —dijo riendo suavemente.
    —¿No le adelantaste nada? —inquirió Petter desde el sofá de al lado.
    —No —rotundo.
    —Pues esperemos que todo salga bien —declaró William conociendo el carácter tan peculiar de su joven hermana.

    Mientras intentaban dejar el tema a un lado, después de unos minutos apareció la susodicha ante los presentes. Ella sonrió feliz al ver a sus hermanos junto a su padre hablando y riendo de las ocurrencias del mayor.

    —¡Creí que no los volvería a ver! —exclamó acercándose para abrazar a ambos hombres.
    —Te ves preciosa —comentó William admirando su atuendo y la sonrisa radiante que reflejaba en su rostro.
    —Bueno, creo que se pudo esmerar un poco más —dijo burlón Petter.
    —¡Hermano!
    —Tranquila. Fue sólo una broma —sonriendo burlesco ante el enfado de la muchacha.
    —Ajá —dijo enarcando una ceja.
    —Aún parecen unos críos —manifestó Jonathan.
    —Lo sé, lo sé —expresó con un mohín gracioso el mayor—. ¿Podríamos ir a cenar y después hablar de esto…? Muero de hambre.
    —No cambió —entornando los ojos William.
    —¿Tú crees…? —interpeló burlona la joven de cabellos castaños.

    Entre risas y comentarios sin importancia todos fueron hasta el comedor para disfrutar de la cena que Marie acababa de servir. El olor a pavo inundó el lugar con rapidez, logrando encantar a los invitados con tan delicioso aroma. Todos ocuparon sus puestos en la mesa y sirvieron un poco de vino para celebrar nuevamente la reunión de la familia esa noche.

    —Papá, tú no puedes beber vino —advirtió su hijo experto en la medicina.
    —No le hará mal que beba sólo una copa —profirió el otro.
    —Ha estado muy débil y eso perjudicaría su estado.
    —No seas aguafiestas, William —tomando muy a la ligera las explicaciones de su hermano—. Creo que tu trabajo te dejo así…demasiado precavido con todo.
    —¡Y dale con mi trabajo! —exclamó un poco molesto—. ¿Acaso no tienes otra cosa mejor que decir…?
    —Por supuesto —aseveró—. Tengo un motivo más para estar feliz esta noche y celebrarlo a lo grande. Aprovecharé que estoy aquí para compartirlo con ustedes.
    —Cuéntanos ya hermano —pidió ansiosa Kate.
    —Pues… —callando por unos segundos—, Samantha esta embarazada.

    Todos felicitaron con mucho entusiasmo al hombre que reía feliz esa noche. Su padre estaba alegre porque sería abuelo y de que por fin tendría los nietos que tanto deseo.

    —¡Voy a ser tía! —exclamó más que contenta su hermana.
    —Es bueno saber que pronto seré abuelo —expresó el viejo Lewis riendo.
    —No pensé que esa noticia nos darías… —admitió sorprendido William—. ¡Felicidades, hermano! —exclamó.
    —Gracias. Pues, tampoco yo esperaba esa noticia —dijo sonriente—. Me enteré de esto antes de venir para acá —comentó risueño—. Samantha me lo había ocultado durante dos meses, pero como sabía que ya no podría hacerlo; me dio la noticia justo hoy —declaró entre risas—. Me hubiera gustado celebrarlo con ella…pero ya no se pudo.
    —¿Y cuál era la urgencia de venir a casa? Qué yo sepa no hay nada nuevo que contar, a no ser la ausencia de ustedes aquí —argumentó la joven observando a los presentes detenidamente—. Te hubieras quedado con tu esposa a celebrar —notando que todos permanecían inquietos.

    Ambos hombres se veían el uno al otro sabiendo que ya era hora de que se entere de lo que estaba ocurriendo. Petter, asintiendo sin decir palabra, le dejo a William la tarea de iniciar con la charla en cuanto su hermana se deleitaba con el pavo.

    El anciano no perdía de vista la mirada desconcertante de su hija y la de sus dos hijos que la veían atentos después de largos minutos.

    —En realidad, debemos hablar contigo de algo muy serio —inició William cortando el silencio que hubo.
    —¿De qué se trata? ¿Sucedió algo malo…?
    —Ahora sabremos si es algo malo o no —soltó Petter viendo el rostro espantado de su hermana.
    —No me asusten así —pidió estremeciéndose de golpe—. Me están dejando nerviosa —bebiendo un sorbo de vino.
    —Cariño —observando la expresión de angustia plasmada en el rostro de su hija—, hace algún tiempo he realizado los trámites para vender esta vieja casa.
    —¡¿QUÉ?! —inquirió asombrada—. ¿Dónde iremos a vivir tú y yo ahora?
    —Dónde yo llegue a estar es lo de menos, Kate —adujo sin prisa—. Además de eso tuve que tomar una importante decisión —suspirando pesadamente—. Creí conveniente de que debes casarte —contemplando atentamente la expresión de su hija— y ya he escogido un buen partido para ti…tus hermanos lo conocen bien y estuvieron de acuerdo con esto.

    La castaña observó con incredulidad el rostro de todos ellos sin creer en las palabras absurdas que su padre había profesado con tanta seriedad. Intentó ignorar lo que le había dicho el canoso, pensando que era una especie de sueño alocado. Trató de todos modos ser consciente de la situación y proseguir con la charla hasta cerciorarse de que aquello no era verdad.

    —¿Qué cosas dices…? —riendo ante el absurdo comentario de su padre—. Es broma, ¿verdad? —observando a los presentes sonriendo.
    —Creemos que es lo mejor —declaró Petter posando su mano en el hombro de ésta.

    Al notar lo serios que estaban sus hermanos, cayó en cuenta que no era una broma. Experimentó una sensación de pesadez en sus adentros que parecía no poder soportar. No podía creer que ella sería parte de tal injusticia.

    —¿Casarme? —masticando aquella palabra letra por letra—. Y crees que esto es… ¿lo mejor…? —alejándose del agarre de su hermano—. ¿Acaso no puedo tomar decisiones por mi misma? —replicó con la mirada insensible posándose en la tez pálida de cada uno de los hombres.
    —Ya es hora de que te cases…a fin de cuentas, ya tienes la suficiente edad para ello —comentó el anciano.
    —Soy feliz con lo que tengo —bufó molesta—. No me condenes a vivir junto a un hombre al que ni siquiera conozco…te lo suplico, papá —pidió al borde del llanto.
    —Lo siento, pero ya todo esta arreglado desde mucho antes.
    —¡Deshazlo! —gritó poniéndose de pie con brusquedad.
    —Mañana después del almuerzo conocerás a tu futuro esposo —comunicó—. Les dará tiempo de conocerse mientras los preparativos se llevan a cabo.
    —¡No quiero conocerlo! ¡¿Me oyes?! —espetó colérica.
    —¡Basta, Kate! —gruñó Petter.
    —Veo que ustedes solos pueden planear toda mi vida en un santiamén —admitió con sinceridad arrojando la servilleta en la mesa—. Si la reunión fue tan sólo para esto, me retiro —caminando a paso apresurado hasta su habitación.

    Los tres hombres vieron alejarse a la muchacha del comedor con una cara de pocos amigos. Su padre observó a sus hijos que seguían incómodos con la situación que atravesaba su hermana, sabiendo que su reacción era de lo más natural.

    —Todo salió tal y como lo esperaba —musitó el anciano.
    —Iré a hablar con ella —profirió William.
    —No. Déjala sola —ordenó—. Talvez mañana podamos hablar con más calma del asunto.

    ~~

    Todo se había arruinado en ese momento. Las cosas se habían salido del control de Kate y no podía evitarlo siquiera. Toda su familia estuvo de acuerdo en que se case y ni siquiera le dieron la oportunidad de elegir a su prometido.

    Había pasado toda la noche encerrada en su habitación sin probar bocado mientras el festín que se había preparado, a duras penas se pudo apreciar.

    —Ya no hay nada por hacer —comentó Lewis viendo el pedazo de pavo que había comido apenas—. Ya estoy cansado, iré a dormir —poniéndose de pie con cuidado—. Las habitaciones están listas para ustedes allí arriba —abandonando el comedor con lentitud.
    —Gracias —dijeron al unísono ambos.

    Jonathan se alejo a paso lento del comedor mientras William y Petter seguían preocupados con todo aquel embrollo del ‘casamiento obligado’ que se pretendía celebrar en un futuro.

    Ambos hombres guardaron silencio hasta que su padre se alejara lo suficiente de ellos. Una vez que se perdió de vista, la charla en medio de la noche había sido larga y tendida entre ambos hermanos. Sabían que su padre ya tenía edad y que no soportaría por mucho tiempo aquella situación y más aún con su estado de salud que impedía dejarlo en paz.

    ~~

    El joven de cabellos negros, tendido en su lecho, pensaba cuan incómoda sería la visita de mañana. Y no era para menos, debía ir a conocer a su futura esposa.

    “Ya me habrá maldecido mil veces esta noche —fijando su mirada verde en el techo—, pero ya veremos su reacción cuando me conozca…”

    Continuará…
     
  2.  
    kamsayu

    kamsayu Entusiasta

    Géminis
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    Re: En busca del verdadero amor

    la historia me parece muy interesante y muy bien narrada
    se nota q la la pobre Kate le va a tocar sufrir su poco x tener un matrimonio arreglado xD (yo hubiera matado a mis papas si me hubieran hecho eso! jeje), el joven d cabello negro sus buenas razones tendra, aunque para mi esta un poco loko x haber aceptado esa propuesta... pero bueeno jeje
    voy a esperar el proximo capi para ver q tal les va en su primer encuentro *-*
     
  3.  
    Pam

    Pam Usuario común

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    En busca del verdadero amor
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    Re: En busca del verdadero amor

    Agradezco mucho tu comentario. Y sí, creo que nuestro amigo de cabellos negros ha enloquecido verdaderamente pero quien sabe porque razón quiso casarse con una chiquilla como Kate xD.
    Aún no se como se iran dando las cosas, pero ya veremos que sucede con ella...aunque estoy segura que no serán cosas demasiado agradables que digamos :eek:.
    Nuevamente muchas gracias por pasarte a leer mi nueva creación (aunque ya la escribi hace varios meses atrás). Haré lo posible en actualizar el próximo cap en breve.
    Salu2.
     
  4.  
    Pan-chan

    Pan-chan Fanático

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    Re: En busca del verdadero amor

    Aquí estoy, comentando en tu hermosa historia, nunca había tenido el placer de leer tus escritos, dejame decirte que narras muy bien, tus ideas fluyen de una manera tranquila y facil de entender, nada apresurado ni atropellando las palabras, eso me gusta.

    No entiendo como no te habías decidido a escribir antes XD, la trama me gusta mucho, siento algo de lastima por esa chica que debe aceptar un matrimonio por la fuerza ._. Un solo consejo, coloca la conti pronto ;)

    Estaré muy pendiente de este fic tuyo, gracias por avisarme.
     
  5.  
    Pam

    Pam Usuario común

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    Re: En busca del verdadero amor

    Muchísimas gracias por su comentario. Agradezco que se hayan tomado la molestia de leer mi historia. Pues bien, aquí le dejo el segundo capitulo. Espero sus comentarios ansiosa.

    Ah, y Pan-chan. Gracias por pasarte a leer lo que escribí. Valoro mucho ese gesto de tu parte ToT. Me alegra saber que te ha gustado y espero que sea de tu grado la continuación :).

    Capitulo II

    El misterioso pretendiente

    Ella había despertado esa mañana pensando que todo era un horrible sueño. Oyó a sus hermanos charlando en el jardín después de que terminaron de almorzar, recordando lo sucedido la noche anterior de súbito una vez más. Dejó escapar un suspiro y se sentó frente al espejo desganada. Sabía que la nueva situación por la que debía atravesar no era nada sencilla. Iría a discutir con su padre del asunto para encontrar una salida más acorde a sus necesidades; cosa que nadie parecía respetarlas, ni entenderlas.

    Vestía unos jeans con una blusa amarilla que tenía algunos detalles al costado del mismo. Su cabello encaracolado realzaba su belleza tan particular, destacando aquellos ojos chocolates tan expresivos.

    Admiraba con desdén sus zapatillas negras como si allí estuviera plasmada aquella terrible escena. Se fijo poco después en su tez pálida que reflejaba una gran decepción, pensando en lo que sería su vida de ahora en adelante. En ese momento, había ingresado Marie a limpiar la habitación mientras ella seguía observando su reflejo en aquel antiguo espejo.

    —Es un excelente día para que pueda pasear, señorita Kate —comentó Marie admirando el firmamento desde la ventana—. Debería aprovechar la tarde.
    —Sí —afirmó suspirando—. ¿Dónde está mi padre?
    —En la sala, leyendo el periódico —adujo la señora, notando como la joven se incorporaba con lentitud, abandonando su habitación un poco indecisa.

    Fue en la sala en busca de su padre algo perturbada y con los nervios algo alterados a medida que bajaba cada escalón; su corazón latía desesperado pero no pensaba dejar esto así. No estaba conforme con lo que había hecho el canoso, pero de todos modos, fue a tratar de negociar su libertad.

    Lo halló hundido en su sillón favorito, informándose un poco de lo que ocurría en el país. Sintió que lo observaban, de modo que dejó a un lado aquellas hojas opacas y encontró a su hija viéndolo atentamente desde la entrada de la sala.

    Se acercó a él y se sentó a su lado sin decir nada, esperando a que él inicie la charla. Después de unos segundos de tensión, el hombre anciano decidió hablar:

    —Ojala comprendas mi posición —soltó de golpe, mirando en la profundidad de sus ojos.
    —Lamento haber sido grosera contigo pero yo…
    —Sé que te desagrada la idea de casarte y lamentablemente la decisión que tomé es la única que te podrá sacar de este problema.
    —¿Cuál problema…? —cuestionó sin comprender al arrugado Lewis—. Yo puedo buscar otro trabajo para ayudarte con los gastos. Sé que ahora estoy como voluntaria nada más, pero de alguna manera lograré ganar dinero con ese trabajo o con el que llegue a conseguir —comentaba optimista—. De todas maneras, no creo necesario que debas vender la casa o que yo esté casada necesariamente para solucionar los gastos que se generan con tanta rapidez.
    —Entiéndeme —tomándola de la mano—, tú nunca has trabajo porque siempre tuviste todo al igual que tus hermanos —explicaba pasivamente—. No pienso privarte de los mismos derechos que le he otorgado a ellos —dejando escapar un suspiro—. De todos modos, pronto perderemos la casa y… —callando por unos segundos.
    —Continua —pidió queriendo saber que ocultaba.
    —Ya seré una carga para ti, hija —rememorando lo que tanto le estaba mortificando.
    —¡No digas eso! —exclamó asustada.
    —El mayor motivo que tengo para que esta boda se lleve a cabo es que puedas vivir cómodamente junto a tu esposo y que él te ayude con tu trabajo para que puedas progresar rápidamente. No quiero que tengas preocupaciones de semejante magnitud a tu edad. Ambos podrán ayudarse mutuamente para salir adelante.
    —No quiero esto para mí —replicó molesta—. ¿Acaso pensaste que yo aceptaría esto así nada más…? Ni siquiera pensaste en preguntarme que pienso al respecto, o sí realmente aceptaría casarme con un perfecto desconocido —mirándolo desconcertada—. Soy libre de decidir lo que quiero —adujo con desespero—. ¿Acaso le diste a entender a este fulano que quiero su dinero?
    —No —rotundo—. Más bien comprendió mi angustia —percibiendo la molestia de ella.
    —Entonces, dime de una vez la verdad. Ya no soy una niña.

    Observó el entrecejo fruncido de su hija sabiendo que no desistiría en saber la verdadera razón por la que él la obligaba a cometer tal locura. Éste decidió aclararle la situación que atravesaban al no tener otra opción.

    —Bien —inhalando un poco de aire para proseguir—. Estoy en la ruina —comunicó con simpleza.
    —No…es cierto —profirió incrédula.
    —Esa es la verdad —manifestó en un murmullo—. Escucha, hija…esta casa esta en venta porque ya ni siquiera puedo cubrir los gastos pese a que tus hermanos me ayudaron. No podemos depender tanto de ellos, menos ahora que tendrán sus hijos —recordando al nieto que venía en camino.
    —Lo sé —musitó comprensiva.
    —Escogí al hombre adecuado para ti y que podrá darte la mano para lograr lo que desees —notando que la joven lo veía desanimada.
    —No lo creo —suspirando—. Si al menos pudiera solucionar esto —callando por unos momentos.
    —No tienes porque lamentarte por algo tan común.
    —Talvez ni tanto —sacudiendo la cabeza levemente.
    —Mejor ve a arreglarte —consultando su reloj de bolsillo—. Tu prometido llegará en cualquier momento.
    —Por favor, busquemos otra soluc…
    —Te casarás. Ya esta decidido y no hay vuelta que dar —la interrumpió secamente, sabiendo de antemano que ella buscaba la forma de cambiarlo de parecer.

    La castaña quedó inmóvil ante el comunicado de su padre, creyendo que podría disuadirlo de tales ideas. Desgraciadamente, se había equivocado. Conociendo su rigidez ante tales circunstancias, sabía que su boda era algo inamovible en los planes de él. Estaba dado por hecho.

    Bastante molesta ante la supuesta ‘solución’ que había hallado, subió nuevamente escaleras arriba. Recogió su bolso y decidió abandonar su hogar por unas horas, intentando calmar su mal genio, generado a causa de todo ese embrollo.

    Unos minutos después de que Kate desapareció de la casa, el susodicho había llegado. Marie fue a recibirlo, dirigiéndolo en donde Jonathan. Éste quedó complacido con su visita y puntualidad para venir a conocer a la joven.

    —Adelante, muchacho. Siéntate —viendo que se acomodaba en el amplio sofá—. Marie, por favor avisa a Kate que el joven Patterson esta aquí.
    —Lo lamento, señor Lewis, pero la señorita salió hace un momento —notando cierta incomodidad en el rostro del anciano.
    —Ve y búscala, por favor —viéndola asentir en silencio.

    El hombre de cabellos negros, al notar su molestia por la ausencia de su hija, se ofreció amablemente en buscarla.

    —Iré yo —comentó antes de que Marie se retire.
    —Pero, muchacho —dijo apenado el hombre—. No es necesario que haga eso. Además, ni siquiera sabes dónde esta.
    —Tan sólo dígamelo y yo iré —comentó sin problema—. Será mejor que personalmente vaya a buscarla —profesó.
    —De acuerdo —sonrió el canoso—. Esta en el lago que queda aquí cerca —rememorando su lugar favorito.

    Patterson asintió en silencio y se retiró de inmediato ni bien sabía como encontrar a la castaña.

    Admiró el cielo tratando de aclarar la mente antes de enfrentar a su futura esposa y dejando escapar una sonrisa, decidió ir a su encuentro.
    Caminó calle abajo hasta toparse con el esplendor del lago y con algunas personas recorriendo cerca de allí. Al menos ya había conocido a Kate en una ocasión —aunque ella lo ignoraba por completo—, de modo que no le sería difícil reconocerla en medio de la multitud.

    Curiosamente halló a la joven sentada en un banco vacío admirando el lago. Se acercó a ella con naturalidad y sin prisa alguna saludo a la joven desde su sitio.

    —Buenas tardes, señorita Lewis —profirió cortés.

    Una mueca de disgusto se reflejó en la faz de la joven y sin siquiera moverse de su lugar para verlo; sabía que era el ‘fulano’ que venía a conocerla esa tarde.

    —Supongo que mi padre le dijo que me hallaría aquí —sonriendo de manera irónica—. Se habrá molestado porque no estaba en la casa.
    —Ciertamente —escondiendo ambas manos en sus bolsillos.
    —Y le pidió que venga a buscarme —prosiguió ella cerrando los ojos.
    —En realidad, fui yo el que decidió venir —admirando su cabello ondeando suavemente al viento.
    —¿Con qué fin…? —abriendo los ojos con lentitud—. Si quería conocerme, después de la boda tendrá hasta el fin de sus días para saber más sobre mí persona —tratando de alejarlo de ella a como de lugar.
    —Pues, ahora ya estoy conociéndola un poco —comentó riendo por un instante, logrando molestar a Kate.

    La muchacha de ojos chocolate estaba tan enfadada con el mozuelo, que tenía ganas de mandarlo al diablo para que la dejara sola. Después de haber callado por breves segundos, él decidió acercarse un poco más hasta el banco en el cual se situaba ella. Pese a que no podía verla de frente, sabía que sus facciones tensas se podrían apreciar con mucha claridad en esos momentos.

    Una sonrisa fue lo único que se podía observar en la tez de aquel desconocido. Tenía mucho interés en saber como terminaría esa plática, de modo que decidió proseguir con la conversación:

    —Sé que no le agrado, pero si estaremos casados en breve…quisiera llevar la fiesta en paz —declaró con sinceridad.
    —Me parece bien —admitió ella analizando las cosas con más calma.
    —Entonces, creo que ya es hora de que me presente —adujo interesado en ver su reacción al verlo.
    —Es lo justo —emitió con voz cansada, poniéndose de pie para volverse a verlo.
    —Soy Bruce Patterson —notando cuan asombrada lo observaba—. Un placer conocerla, señorita Lewis —tomando con delicadeza su mano para besarla.
    —K-Kate…y el placer es mío —titubeó admirando aquellos ojos verdes con intensidad.

    Contempló a Patterson de pies a cabeza notando cuan elegante se veía. Vestía un traje de color azul marino, unos zapatos negros que brillaban de limpios, la camisa blanca y la corbata a tono que realzaban su varonil figura de una manera especial.

    Tenía 27 años de edad, un hombre de negocios; era evidente por la ropa que traía puesta esa cálida tarde. Sus cabellos negros y aquellos hermosos ojos esmeraldas le daban un aire de superioridad al hombre de tez pálida. La pobre chica se sintió un pequeño y minúsculo gusano al haber entablado una conversación así con una persona tan importante como lo era él.

    Por un momento, el enojo se apoderó de nuevo de su ser, pero él lograba intimidarla demasiado. Nunca alguien logró causar esa reacción en ella. Se sentía impotente y confundida al mismo tiempo. No supo como, pero la había hecho flaquear con su imponente presencia en ese breve lapso de tiempo.

    Se sentía tan ridícula que no pudo evitar ruborizarse de la vergüenza. Decidió avanzar a toda prisa en dirección opuesta a la que se encontraba él para evitar que la vea en ese estado.

    —¿Se encuentra bien? —interpeló siguiéndola.
    —Sí —aseveró tratando de ocultar aquel tono rosa que adornaba su rostro—. Es que recordé que tengo algo importante que comunicarle a mi hermano —caminando en dirección a su hogar.
    —Lo entiendo —comentó el hombre tratando de retenerla—, pero ese no parece ser el verdadero motivo por el que esta huyendo de mí —notando que se detenía en seco para volverse a verlo desafiante.
    —¿Y qué le hace pensar que huyo de usted? —chilló enojada admirando el rostro sereno del rapaz.
    —Sabe muy bien el motivo —notando su rostro levemente ruborizado—. No es necesario que se lo diga para que esté más alterada… ¿o sí? —viendo como esquivaba su mirada en un santiamén.
    —Ya le dije el motivo de mi prisa —declaró como si no hubiese oído aquello—. Si no le importa…mejor regrese en otra ocasión —pidió roja como la grana, sintiéndose más apenada por lo que acababa de decir.
    —Me iré —manifestó tranquilo—, pero regresaré por la noche a buscarla para ir a cenar fuera —comunicó pasivo ante la faz espantada de ella—. Espero que para esa hora entablemos una conversación más amistosa —besando su mano derecha a modo de despedida—. Que disfrute de la bella tarde, señorita Lewis —dejándola asolas en aquel sitio.

    Lo vio alejarse con lentitud sin poder decir nada u objetar su decisión. Apenada y asustada por todo lo que pasó momentos atrás, decidió ir a sentarse en uno de los bancos y ordenar sus pensamientos enredados lo que quedaba de la tarde.

    ~~

    La noche había caído y ella ya estaba lista para ir a cenar. Seguía sentada frente al espejo observando su rostro con mucha atención. Se percato que la persona que había conocido esa misma tarde, la llegaría a intimidar por mucho tiempo. Era de esperarse, le había tomado por sorpresa cuando él la tomó de la mano por primera vez y experimento esa sensación tan extraña en sus adentros. Sensación inexplicable que nunca antes había conocido.

    Se quedó pensando en aquella mirada tan impactante que tenía Bruce y su personalidad tan pacífica. Pensó que talvez nunca llegaría a tener algo en común con él, al ser una persona tan ocupada y con una vida muy agitada.

    —“Creo que debería ver el lado bueno de las cosas… —suspirando pesadamente—. ¿Qué tan malo podría ser?” —meditó poniéndose de pie para ir hasta la puerta.

    Bajo las escaleras con una incomodidad visible en su mirada oscura. Intentó disipar aquel sentir para poder pensar con la cabeza fría y oír al sujeto que la aguardaba en la sala.

    Al ingresar allí, todas las miradas se posaron en ella y el sonrojo no se hizo esperar. Observaba con mucha timidez a toda su familia —incluyendo a Bruce—, que la veían atentamente esperando a que ella dijera algo. De manera torpe y casi inaudible, saludó a todos con cortesía.

    —B-buenas noches —titubeó viendo a sus dos hermanos que inspeccionaban su vestimenta de pies a cabeza.

    Lucía una blusa blanca junto con una pollera azul marino que tenía algunos detalles en los bordes. Sus sandalias bajas y cómodas eran ideales para la ocasión, haciendo juego con su bolso. Una cadena larga y unos aretes pequeños del mismo color complementaban de manera adecuada toda su vestimenta; destacando al mismo tiempo su cabello rizado de color castaño.

    Su sencillez al vestir parecía causar un gran impacto en cada uno de ellos.

    Los nervios de ella se iban incrementando a medida que ese ambiente tenso parecía consumirla por dentro. Ni bien lo percibió el rapaz, decidió sacarla de apuros.

    —Buenas noches —saludó Patterson acercándose a ella para recibirla con la misma cortesía.
    —Lamento haber demorado en bajar —admirando esos ojos color esmeralda con alegría fingida.
    —No se preocupe por eso —murmuró desviando la mirada a los presentes segundos después—. Con su permiso, señores. Nosotros nos retiramos —anunció a los presentes sin preámbulos.
    —Vayan con cuidado —soltó el anciano—, y no se olvide de regresar por la mañana para charlar.
    —Estaré aquí a primera hora —manifestó con seriedad.

    Se habían retirado después de eso para poder marcharse al restaurante. Tardaron un poco en llegar puesto que el tráfico estaba muy complicado esa noche. Una vez allí, ocuparon la mesa que Patterson había reservado y fueron atendidos de inmediato por el camarero que les había servido vino ni bien habían ocupado su mesa. Les entrego el menú y escogieron lo que les apetecía cenar. Después de tomarle la orden, quedaron asolas y rodeados de aquella música tan dulce que se podía oír a lo lejos mientras esperaban.

    Kate trataba de concentrarse en cualquier cosa, menos en la persona que tenía delante. Observaba las mesas vacías que los rodeaban y a lo lejos, la hermosa fuente que estaba ubicado fuera del restaurante. Bruce notaba lo inquieta e incómoda que estaba y para tratar de alivianar el ambiente, decidió iniciar la conversación.

    —¿Qué tal pasó la tarde? —inquirió el mozuelo atrayendo toda la atención de la distraída jovencita.
    —Bien —emitió de manera fugaz—. En realidad…quería hablar con usted de otra cosa —armándose de valor para proseguir con su plan de evitar la boda.
    —Puede tutearme —pidió él de inmediato—. La escucho —bebiendo un sorbo de vino.
    —Gracias —emitió con suavidad, acomodando su bolso a un lado de la mesa—. Quiero saber por qué razón acepto la petición de mi padre —tratando de comprender su absurda petición de mano.
    —Ya soy un hombre que conoce lo suficiente sobre la vida y además, tengo mis propias comodidades, un trabajo estable… ¿y por qué no tener a alguien con quien compartir todo lo que poseo? —admirando sus ojos chocolate que parpadeaban confusos.
    —Eres un hombre muy distinguido, de buena cuna y muy culto. Yo ni siquiera aún poseo un trabajo lucrativo, además soy muy…
    —Joven, lo sé.
    —¿Y sólo por ese motivo accedió casarse con una extraña…? —admirando sus ojos verdes atentamente.
    —Nos iremos conociendo poco a poco.
    —¿Te das cuenta del error que estarías cometiendo al casarte conmigo?
    —¿Y por qué sería un error? —preguntó curioso—. Tú piensas que yo seguí un capricho de tu padre, ¿cierto?
    —Sí…creo que justamente por eso sería un error —afirmó casi desesperada—. Eres un hombre muy importante y no le veo mucho futuro si se casa conm…
    —Hola Bruce.

    Toda la atención se centro repentinamente en aquella extraña de cabellos dorados que interrumpió la conversación en el momento menos apropiado. La castaña no tuvo otra opción que resignarse y callar por unos instantes más al ver a aquella mujer con una sonrisa en los labios.

    Después de que Kate se fijó con más detenimiento, noto que era una mujer distinguida y de buen porte la que vino a saludar a Bruce. Su buen gusto al vestir eran dignos de una dama de la alta sociedad, como lo era ella, evidentemente. No cabía la menor duda que era adinerada, además de poseer una belleza exterior impactante a simple vista. Sus ojos grises y su piel blanca y tersa eran deslumbrantes. Hasta Kate se había sorprendido al verla más de cerca.

    La desconocida no dudo un segundo en contemplar a la nueva acompañante de Bruce Patterson esa noche. Le parecía muy extraño encontrarlo en ese restaurante, pero tampoco pensó desaprovechar la oportunidad de poder saludarlo.

    —No pensé que estarías acompañado —adujo ella deslizando sus manos finas por su hombro.
    —Hola Natalie —saludo éste poniéndose de pie—. Kate, ella es Natalie Saunders, una compañera de trabajo.
    —Un placer conocerla —sonrió amable Kate notando que ella emulaba su gesto.
    —Lo mismo digo —declaró con suavidad—. Eres muy joven —observándola mejor—. ¿Y tú eres…la sobrina de Bruce? —inquirió la desenvuelta mujer posando su mirada gris en el rostro de Patterson.
    —En realidad yo soy…yo soy —emitió torpemente la castaña sin saber como decirle que era su prometida.

    En ese instante, Natalie había desviado un poco la mirada al otro lado del salón y observó a un hombre que consultaba su reloj de pulso. Ya ni antes de que pudiera oír lo que diría Kate, ella recordó que debía marcharse.

    —¡Cuanto lo siento!, pero ya no puedo quedarme más. Olvide que me estaban esperando —observando al hombre que estaba en el vestíbulo—. Sólo pasaba a saludar. Un placer conocerte Kate. Hablaremos otro día con más calma entre los tres —despidiéndose fugazmente de Kate y de manera sutil de Bruce—. Nos vemos...Bruce —notando con cuanta agudeza observaba todo la hija de Jonathan.

    La vieron alejarse con un poco de prisa a la señorita Saunders. Kate había percibido el interés que ella tenía en Patterson y le parecía una estupenda oportunidad para que él desista de la absurda idea de casarse.

    Después de que Natalie se marchó, el camarero ya venía con el platillo principal que pensaba degustar la nueva pareja. En cuanto éste se alejo de la mesa, la muchacha observó a su acompañante, y sin pensarlo demasiado, suplicó su libertad.

    —Convenza a mi padre para que no me obligue a hacer esto, por favor Patterson.
    —Eso no es posible —dijo con toda calma.
    —¿No cree que la señorita Saunders es un mejor partido que yo…? Ella es alguien de su nivel, se muestra interesada por usted y…
    —No es la persona que estoy buscando para que sea mi esposa —profirió con seguridad.
    —Y yo tampoco soy la persona adecuada —afirmó—. No soy tan culta como usted, ni tengo mucho dinero. No estoy a su altura y ella sí posee todos los requisitos —aceptó con firmeza.
    —¿Por qué razón te desvalorizas tanto como persona? —interpeló con la mirada escrutadora.

    La joven abrió desmesuradamente sus ojos sin poder siquiera contestar. Patterson calló por un momento y antes de que ella dijera alguna cosa, prosiguió:

    —Escucha…eres una persona muy diferente a las demás mujeres que conozco y por esa razón no deberías desvalorizarte sólo porque pienses que son superiores que tú por poseer riqueza, una educación superior o por tener un carácter bastante cautivador para muchos. Tú también podrías lograr todo eso y mucho más —logrando sonrojarla—. Sé que apenas acabas de conocerme y tratas de ahuyentarme para poder librarte de esto porque crees que es una pesadilla. Pero, no lo haré porque yo he decidido casarme contigo. No fue porque tu padre me lo haya pedido, sino porque yo mismo he decido esto hace algún tiempo —explicó sin más, logrando ver el rostro pasmado de su acompañante.
    —No…le creo —murmuró contemplando su rostro sereno.
    —Sé que no me cree, pero con el tiempo lograré que opine lo contrario —dijo pasivo—. Has de odiarme, pero comprendo tu sentir…
    —No te odio a ti —analizando lo que sentía en ese instante—. Estoy molesta con mi padre por pedirle esto. ¡Seguramente cree que soy una interesada! —expresó más avergonzada que antes.

    Bruce Patterson contemplaba a la muchacha con cautela, recordando al desesperado anciano que estaba cargando con otro pesar más en su espalda.

    Veía en Kate a una persona sencilla que había sido educada de manera estricta y muy correcta desde que era una niña. Además, él sabía que Jonathan educo a su hija para ser humilde y sencilla ante todo. Eso deducía por lo avergonzada e impaciente que se hallaba en esos momentos ante él.

    —Sé que no eres así —aseveró.
    —¡Qué vergüenza! —sintiendo que se ahogaba—. ¿No cree que ese debería ser motivo suficiente para que deje de lado sus planes de casarse conmigo? —inquirió impaciente.
    —Tu padre no lo hizo con esas intenciones y sé que tampoco son las tuyas —analizando detenidamente los gestos de ella—. Él me habló de ti mucho antes de que supiera de su estado financiero —comunicó para calmarla.
    —No sé si eso es verdad —agregó deprimida—, pero veo que tampoco te haré cambiar de parecer, ¿cierto? —frunciendo el entrecejo con una gran tristeza.
    —Yo estoy dispuesto a desposarla, ya esta dado por hecho esta decisión que he tomado —sintiéndose un tirano al decirle algo así.

    Observó los ojos brillantes de ella, sabiendo que tenía unas ganas fervientes de gritarle en la cara que estaba loco.

    Kate estaba dividida entre el deber que debía cumplir como hija y el ser libre, tomando sus propias decisiones. Tenía muy presente que Jonathan estaba muy viejo y que cualquier disgusto agravaría su estado de salud. Por esa razón, tuvo que resignarse y aceptar esa proposición de matrimonio por parte de Patterson.

    Con una gran pesadez en sus adentros, decidió anunciarle su decisión:

    —Esta bien —emitió a duras penas—. Aceptaré casarme contigo —desviando la mirada a un lado.
    —Eres una joven muy sensata y admiro tu valentía al aceptar algo así —expresó impresionado—. No te arrepentirás de haberme aceptado como tu compañero —aseguró.
    —Que le quede muy claro que sólo lo hago por mi padre. No quiero causarle más disgustos —adujo de inmediato.
    —De acuerdo —manifestó calmado.

    Después de eso, ella calló y no dijo nada más. Tan sólo se limitó a observar a las demás personas que cenaban y dejo de pensar en el asunto por un instante.

    Sabiendo que la pobre muchacha seguía disconforme con todo eso, él decidió cambiar de tema.

    —Olvide preguntarte —contemplando sus ojos fijamente—, ¿qué opinas del lugar?
    —¿Eh…? —reaccionando de repente—. ¡Ah!, es muy hermoso —contestó desganada paseando la mirada por el lujoso sitio.
    —Es uno de mis restaurantes favoritos —mencionó tratando de que se sienta cómoda—. La comida es estupenda y muy sabrosa aquí.
    —Creo que sí —dijo admirando los camarones que tenía en su plato—. Se ve apetitoso —probando un bocado.

    Se quedaron charlando por unas horas mientras terminaban de cenar para luego marcharse.

    Después de volver a tomar la carretera, en breve estaban de nuevo frente al porche de la casa de Kate. Todo estaba en absoluto silencio. Ya eran las 10:30 de la noche y aún seguían de pie frente a frente.

    Kate seguía incómoda con su presencia, de modo que para no alargar más la charla, decidió despedirse.

    —Estuvo… —pensando en las palabras adecuadas que debía emitir— agradable la cena —contemplando por un instante aquellos ojos verdes tan llamativos.
    —Me alegra escuchar eso —besando su mano a modo de despedida.
    —Buenas noches —susurró roja como la grana ingresando a su casa sin más.

    Lo había dejado con la palabra en la boca, eso había hecho ella.

    Bruce quedó de pie allí sin poder decir algo más y riendo divertido ante la actitud tímida de Kate, se marchó a su hogar.

    Ella seguía pegada a la puerta principal tratando de recobrar el aliento y con prisa fue a su habitación. Se tiró en la cama en señal de cansancio, admirando el techo con apatía. Ya no sabía como iba a manejar la situación, menos ahora que le había dicho que aceptaba ser su esposa. En ese momento estaba molesta con su padre y sus hermanos, pero no sabía ni como actuar con él cuando lo veía.

    ¿Qué sería de ella después de casada?

    —“Él es tan… —recordando a Bruce por un instante—, hermoso —admitió con sinceridad—. Es el príncipe de los cuentos —desviando la mirada en dirección a la ventana—. Y pensar que se va casar conmigo” —pensó con ironía—. Solo espero que haya un lado bueno en todo esto —musito quedando profundamente dormida minutos después.

    Continuará...
     
  6.  
    SilverFangs

    SilverFangs Iniciado

    Aries
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    Re: En busca del verdadero amor

    Sobre el primer capítulo

    Intentaba establecer un tiempo en el cual se desarrollase la historia, pero hay muchos signos contradictorios. Por la manera en la que se habla entre hermanos -casi formal- diría que es una familia criada en un 1950-60, a esto se suma la aparente inapelabilidad a las decisiones del padre, que demuestra un patriarcado muchísimo más marcado por esos años. Sin embargo, la muchacha sale sola de su casa, hace una reunión en la misma y, en general, tiene una libertad impensable por esos años; lo cual nos sitúa en una sociedad más moderna, digamos 80's.
    O, quizá lo más probable, no tuviste mucho cuidado al caracterizar los personajes y sobreformalisaste las relaciones familiares que se viven en nuestra era. Por cierto, qué hardcore el padre para tener una hija a los 62, ¡Y de una esposa muerta! (Esa línea en la que mencionas a la difunta esposa fue ambigüa a más no poder, podemos interpretar que el padre es un necrófilo y que el útero de la madre sigue funcionando)
    Hay una predominancia del diálogo sobre la narración, cuando las conversaciones saturan el texto dejan poco espacio a la narración y, lo peor, a veces es usado como relleno; por ejemplo:



    Ahí, si no me equivoco, buscaste lograr un aura de secretismo que no funcionó realmente, la reiteración es buena, pero cuando se prolonga mucho se vuelve astiante, y ahí lo que logras decir es que hay "algo importante y secreto" muchas veces, pero con diferentes palabras.

    * Algo que me gustó: El personaje de Lewis. Es algo estereotípico, pero en una familia tan matriz como la que has propuesto me parece idóneo, es el vínculo que mantiene unido a los hermanos y su muerte, asumo, será la que desencadenará la verdadera historia

    * Algo que no me gustó: Los diálogos. Tontos, superfluos, no dicen mucho

    Lalalá: 6/10

    ---------

    Sobre el capítulo 2:

    Por el primer episodio me esperaba algo más complejo que una historia romántica. Umm... Con este episodio logras diosificar al personaje de Bruce, el cual es un Don Juan a más no poder. Caracterizas en cierto sentido a Kate, la muestras como una chica insegura y de baja autoestima, claro que eso ya se pudo ver en el episodio anterior cuando en vez de enfrentarse a su padre decidiendo ELLA qué hacer va a su cuarto a llorar lo whatever.
    Por favor, no conviertas esto en un melodrama romanticón, que realmente por el primer episodio daba para más.
    Asdf: 5/10
     
  7.  
    Pam

    Pam Usuario común

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    En busca del verdadero amor
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    Re: En busca del verdadero amor

    Wow. No esperaba semejante comentario al respecto. Aunque debería decir que en síntesis no es lo que esperabas *verguenza*. Intentaré tomar en cuenta tus consejos aunque aseguro que no será de tu agrado con respecto a la opinión que me has dado.
    Me dejaste sin palabras, prácticamente. Lo único que puedo decirte es que ya tenía una idea forjada de todo cuanto escribí, de modo que no se si llegaré a llenar tus expectativas pero daré mi mejor esfuerzo.
    Agradezco que te hayas tomado la molestia de leer esto de todas maneras.
    Salu2.
     
  8.  
    kamsayu

    kamsayu Entusiasta

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    Re: En busca del verdadero amor

    muy interesante el capi!
    por lo menos Kate ya se dio cuenta xq se tiene q casar con Bruce... aunque aun asi se me hace injusto >.<
    mmmm pero aunque ahorita parece injusto tal vez le resulte favorable para ella porque al parecer el en verdad la kiero *o*
    ah ver q tal evolucionan las cosas entre esos dos :p voy a estar esperando para la conti ^^
     
  9.  
    Pam

    Pam Usuario común

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    En busca del verdadero amor
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    Re: En busca del verdadero amor

    Hola.
    Pues yo de nuevo, admito que ni yo se que quise escribir pero esta es la continuación que les dejo para que no se vuelva a cerrar esto por mi culpa *verguenza*.
    Espero que les agrade (aunque lo dudo ToT). De todos modos, gracias a las personas que pasen a leerlo.

    Capitulo III

    La noche de bodas

    Ya habían pasado tres semanas desde que el compromiso se había formalizado. Ella intentó de todo para lograr zafarse de aquella especie de pesadilla que apenas acababa de iniciar. Nadie parecía oír lo que les estaba diciendo casi a gritos, pero ya era tarde. Ahora era el momento en que ellos unirían sus vidas para siempre.

    La ceremonia civil fue hecha sin pérdida de tiempo. Sin que se diera cuenta había firmado aquellos papeles en donde constaban que era esposa de Bruce Patterson ante la ley.

    Esa mañana fue muy agitada puesto que unas horas después se realizó la ceremonia religiosa, que por cierto, había sido todo un éxito. Tan sólo los hermanos de Kate con sus respectivas esposas, Marie y Jonathan eran los invitados de la pequeña fiesta. Prácticamente era una ceremonia privada en la casa del viejo Lewis; ni siquiera el padre de Bruce sabía que su hijo ya estaba casado. Él y su hermano ignoraban totalmente ese acontecimiento.

    La decoración era sencilla ya que se había realizado en el jardín trasero de la casa, con una mesa larga en la cual todos compartieron juntos el maravilloso almuerzo.

    Kate lucía preciosa con aquel vestido blanco como la nieve. Era un vestido sencillo pero muy elegante al mismo tiempo. Bruce por su parte, se veía imponente luciendo aquel traje negro. A pesar de todo, la joven de cabellos rizados trataba de disfrutar al máximo pese a que ignoraban su sentir.

    —Te ves hermosa —murmuró su esposo logrando estremecerla.
    —Gracias —dijo tímidamente.
    —¿Ya recogiste todas tus cosas? Recuerda que después de la luna de miel iremos directamente a nuestro nuevo hogar —atisbando en su mirar cierto temor que empezaba a inquietarlo.
    —Y-Ya esta todo listo, además…Marie se encargo de que no quedara nada en la casa —pasando saliva con dificultad.
    —Kate —emitió con lentitud el joven—, sólo quiero que sepas que no pienso presionarte —sonriendo comprensivo—. Sé que no fue idea tuya que ocurriera esto…recuerda que aún seguimos conociéndonos y estoy seguro que nos llevaremos muy bien con el tiempo si ambos ponemos de nuestra parte.
    —Te lo agradezco mucho —bastante aliviada por lo que había dicho.
    —Hagamos un trato —dijo éste conduciéndola a un lugar más privado.

    Una vez que se alejaron un poco de la gente, la invitó a que tome asiento en uno de los bancos del jardín y tomando su mano con ternura, decidió hablar.

    —Sólo imagina que esto es una forma de convivencia distinta a la que llevaste anteriormente y que tú y yo seremos buenos amigos viviendo bajo un mismo techo —notando su desconcierto—. No me mires así, sólo haremos esto hasta que tú te sientas segura de ser participe de este matrimonio.
    —Es una propuesta extraña —parpadeando más confusa—, pero aceptaré el trato —sonriendo tibiamente.
    —Me parece bien —consultando su reloj—. En unas horas debemos partir así que deberíamos aprovechar la fiesta.
    —Sí —asintió sintiéndose más cómoda después de haber charlado con él.

    Habían continuado bailando con tranquilidad esa cálida tarde, disfrutando un poco más de la fiesta hasta que el taxista vino a buscarlos para llevarlos al aeropuerto.

    Kate fue a cambiarse de ropa mientras su esposo iba a verificar si no faltaba nada para el viaje. Minutos más tarde, la castaña fue nuevamente junto a los invitados para despedirse, acompañada de su esposo, naturalmente.

    —Creo que es hora de irnos —sonriendo entristecida Kate—. Los voy a extrañar a todos —abrazando a su padre y hermanos.
    —Buena suerte —manifestó su anciano padre y Marie al unísono.
    —Gracias —dijeron ambos sonriendo.
    —Cuídate hermana, te estaremos vigilando de vez en cuando…así que pórtate bien —dijo burlón Petter.
    —Ya deja a tu hermana en paz —replicó Samantha, dándole un codazo a su bromista esposo—. No te preocupes, Kate…él no te molestará en tu luna miel, te lo prometo —guiñándole un ojo.
    —Yo te ayudo —dijo William mirando a su hermano con malicia.
    —¿Tú también…? ¡Eso no es justo! —cruzándose de brazos cual niño caprichoso—. Deberías defenderme, hermanita —mirándola con ojitos de borrego.
    —Ni que fueras inocente —declaró recordando todas las veces que se pasaba molestándola cuando era pequeña.

    Todos rieron ante los comentarios de los hermanos Lewis. No cabía duda que ellos nunca dejarían de ser unos críos.

    —Nos veremos un día de estos —anunció Sarah, la esposa de William.
    —Sí —aseveró sonriendo Kate—. Hasta pronto.
    —Cuídense mucho —pidió William con cierta inquietud bien disimulada.
    —Despreocúpate —tomando del talle a su tímida esposa que parecía que no asimilaba del todo que ya estaba casada—. Estaremos bien —observando el rostro inocente de Kate con una agradable sonrisa.

    Y así, sin muchos preámbulos se fueron de viaje a Hawaii para poder disfrutar del exótico y cálido paisaje de las playas.

    Habían llegado unas horas más tarde en Molakai, una isla que estaba escondida por ser la menos comercial. A Bruce le pareció un sitio estupendo y más relajado para disfrutar del paisaje natural, un lugar bastante acorde a la ocasión.

    Una vez que disponían de su habitación, decidieron recorrer un poco e ir a cenar en uno de los sitios más cercanos al sitio donde estaban hospedados. Ambos estaban maravillados por tan precioso lugar y la vista que les propiciaba aquel acogedor sitio en la noche; era como sacado de una pintura viviente.

    Todo se veía espectacular a los ojos de los dos. Se veían alegres como cualquier pareja recién casada a diferencia de que Kate seguía perturbada a la hora en que debían ir a dormir.

    Como estaban un poco cansados por el largo viaje, decidieron ir a descansar después de terminada la cena y seguir el recorrido en la mañana.

    Ella seguía disfrutando tranquilamente del viento fresco en la parte trasera de la lujosa habitación, hasta que sintió las manos firmes de Bruce posarse en sus hombros. Se había exaltado un poco con su presencia, para no decir que le aterraba compartir una habitación con él.

    —¿Te gusta? —interpeló sintiendo que ella se estremecía de repente.
    —S-Sí —afirmó con la voz trémula.
    —Me pareció que esta isla es aún más bella y más tranquila que las demás —colocándose frente a ella—. Es lo que busca una pareja que quiere disfrutar de su luna de miel, ¿no? —contemplando sus ojos misteriosos.
    —Supongo que sí —desviando la mirada de inmediato, sintiéndose cada vez más nerviosa.
    —No tengas miedo —tomándola de la barbilla con delicadeza—, no te voy hacer daño —acariciando su rostro lentamente.

    Ella no había emitido palabra alguna, sólo cerraba los ojos por unos instantes al sentir su caricia y su cercanía. Casi de inmediato abrió los ojos y visualizó los suyos. Kate lo veía maravillada por un momento, en el cual ni ella misma se entendía.

    Siempre había soñado con un amor verdadero y puro o uno que se le acercara al menos. Era como si estuviese viviendo ese sueño y que él era ese príncipe casi perfecto que estaba parado frente a sí.

    Bruce se había acercado aún más a ella y apresándola entre sus brazos la beso en la frente con dulzura. Sintió un escalofrío recorrerle el espinazo, separándose de él de inmediato. Aún se sentía insegura y nada cómoda después de cómo se llegaron a dar las cosas entre ellos en un principio. No sabía como ni cuando fue a parar allí y estar casada con él; casada con un extraño que al mismo tiempo dejaba de serlo.

    Miraba el piso sin remedio al haber actuado de esa forma, cuando de repente oyó su voz casi de fondo, logrando volver a la realidad.

    —¿Vienes…? —tomándola de la mano.
    —¿A dónde nos vamos? —interpeló más confusa que nunca, dejándose conducir por él.
    —A dormir —dijo riendo ante la distraída esposa que tenía delante.
    —¿Tan pronto? —cuestionó ya sentada en la cama junto a él.
    —¿Tenías planeado hacer algo?
    —No —negaba tratando de ocultar su incomodidad—, es sólo que aún no tengo sueño.
    —Dime la verdad —pidió mirándola fijamente a los ojos— no quieres dormir conmigo, ¿cierto?

    Su rostro la delataba una vez más mientras se maldecía a sí misma mentalmente. Ya sin saber como abordar el tema, decidió decirle lo que pensaba y sentía al respecto.

    —Es que…bueno —sin saber como explicarle a causa de la vergüenza—, no podría...no puedo —dijo esto último en un murmullo.

    Bruce tan sólo la veía con tanta ternura y admiración puesto que nunca había encontrado una criatura semejante en su mundo. Kate era dulce e inocente como una niña de 4 años a pesar de que ya había conocido un lado distinto la primera vez que se conocieron frente a frente. De todas maneras, eso no le quitaba la belleza tan extraña y exquisita que poseía.

    La joven de ojos chocolate —un poco turbada por su comentario—, observó a ese extraño vacilante y con algo de recelo al recordar a Jonathan y sus hermanos; que al parecer, seguían ocultándole algo importante.

    —¿Qué sucede? ¿Por qué me miras así? —cuestionó al notar que la veía de manera extraña.
    —Bueno, yo…lo siento —se disculpó al saber que no lograría nada con pelear con él—. Perdónam…
    —No digas eso —posando su dedo sobre sus labios—, no hiciste nada malo. Al contrario, has actuado de manera madura al haber manejado con tanta naturalidad todo esto. Eso es digno de admirarse en una joven como tú —incorporándose con lentitud—. Creo que deberías descansar, hoy tuviste un día muy agitado —adujo comprensivo para ir a acomodarse en el sofá.
    —¿Qué haces? —notando que iba a recostarse ya allí dispuesto a dormir.
    —Pienso dormir aquí el día de hoy —acomodándose lo mejor que podía.
    —¡No es necesario que hagas eso! —exclamó acercándose a él apenada—. Lo más justo es que tú te duermas en la cama y yo aquí —tomándolo de la mano para conducirlo hasta su lecho—. Me da más pena que duermas incómodo en ese pequeño sofá.

    Cómo ya no había más opciones para ella esa noche, decidió dormir en el sofá que había al costado de la cama, pero antes de que lograra avanzar lo suficiente, las manos firmes de él la obligaron a retroceder, quedando ésta pegada al cuerpo de Patterson.

    —¿Sabías que luces adorable cuando actúas así…? —musitó.
    —Deberíamos dormir —dijo con prisa y con los nervios a flor de piel.
    —Entonces, ¿quiere decir que estás aceptando dormir conmigo…? —tomándola por los hombros.
    —Es que yo…
    —Creo que lo tomaré como un sí —susurró en su oído tranquilamente, sin permitirle que termine con su argumento.

    Ella giró para verlo de frente y decirle que no pensaba hacer tal cosa pero, sin que ella pudiera objetar, aquellos ojos verdes tan penetrantes lograron intimidarla de nuevo.

    —¿No te parece una buena idea? —interpeló seductor.
    —Creo…creo que no es…un buen momento —dijo aterrada retrocediendo unos pasos, deteniéndose repentinamente al notar una expresión distinta en su faz—. ¿Qué sucede? —preguntaba temerosa aún.
    —Puedes quedarte tranquila, yo iré a pedir otra habitación para mí porque no creo que pueda dormir en un sofá tan pequeño —admitió sonriendo—. Sólo estaba bromeando…no creas que olvide nuestro trato —caminando en dirección a la puerta principal—. Nos vemos mañana, buenas noches —se despidió guiñándole un ojo, sonriendo divertido ante la cara de espanto que tenía.

    Al oír que la puerta se cerraba, su corazón en ese momento se quedó un poco menos agitado después de que Bruce la dejo a solas. Suspiro tan aliviada, como si le hubieran quitado un enorme peso de encima. Cayó rendida en la cama al saber que podía dormir sola esa noche.

    —Es muy considerado de su parte —se dijo para sí al analizar la actitud de su consorte.

    Patterson por su parte había conseguido una habitación junto a la de su esposa, o si es que le podría llamar esposa a una joven que parecía que aún no caía en cuenta de que estaba realmente casada con él. Rió una vez más luego de encerrarse en su alcoba. Pensó en la cara de susto que tenía la jovencita en el instante que la atrajo hacia él.

    Se despojó de su ropa para dormir más cómodo y fue a la cama sintiéndose muy agotado después de haber tenido un día tan agitado como ese. Ya cuando estaba casi a punto de dormir, recordó repentinamente en lo que sería su vida ahora que se encontraba casado.

    Recordó a Jonathan, a ese hombre quien le había suplicado tanto esos últimos días para que cuide mucho de su hija; su tesoro más preciado.

    “¿Por cuánto tiempo he de soportar esta situación…?” —pensó admirando la enorme lámpara que adornaba la habitación, quedando dormido segundos después.

    A la mañana siguiente, Bruce despertó tan temprano como de costumbre. Se lavó la cara y casi de inmediato fue en busca de sus cosas, recordando que su equipaje quedó en el cuarto de Kate. Ya sin remedio abandonó la alcoba por unos momentos y fue a llamarla para que le abriera la puerta.

    —¿Kate? —golpeando la puerta unas cuantas veces—. ¿Estas ahí?

    Como no obtuvo respuesta decidió entrar de todos modos. Tuvo suerte de que la puerta no estuviera cerrada con llave, cosa que debería tenerlo en cuenta al haberse quedado sola.

    Al entrar, todo seguía igual y no había cambio alguno, excepto por el desorden en la cama. Fue a asearse aprovechando que no estaba nadie. En cuanto terminó de arreglarse, llamó a los de servicio al cuarto y pidió el desayuno. Cuando colgó el teléfono, oyó un ruido extraño que provenía de alguna parte de la habitación.
    Miró en todas las direcciones pero sólo veía las maletas en la habitación y no veía a Kate por ninguna parte tampoco.

    —¿Kate…? ¿Eres tú? —caminando en dirección al ventanal de la parte trasera de la habitación. Ni bien llegó allí, oyó un leve gruñido que provenía en dirección opuesta.

    Se acercó lentamente hasta la cama y jalando un poco las sábanas que estaban todas enredadas, logró visualizar a Kate que dormía plácidamente bajo aquella especie de bulto.

    Estaba soñando quien sabe que cosas mientras Bruce aprovechaba y se acomodaba a su lado tratando de no despertarla. La veía fijamente, acomodando los mechones de cabello que le caían en la cara. El sonrió ante la expresión de su rostro que denotaba que estaba peleando con alguien más en sueños.

    —Petter… —susurró aún dormida.

    Acarició su rostro suavemente, logrando así que ella abriera los ojos con pereza. Notó una sombra frente a sí pero como no percibía de quien se trataba, se fregó los ojos hasta que logró visualizar a su consorte sentado a su lado.

    —Buenos días —saludó él, logrando asustarla de la peor manera.

    Se había levantado de un salto al verlo. Fue al otro lado de la cama para ayudarla con las sábanas que se habían enredado más de la cuenta alrededor de su cuerpo. Ni bien quiso dar unos pasos, Kate cayó logrando también dejar a Bruce tendido en el suelo al querer sujetarla. La diferencia era que él se llevó la peor parte.

    —¿Estás bien…? —pregunto quejumbroso—. No quise…asustarte —admitió al verla sobre él con el rostro espantado.
    —Sí, pero… ¿qué haces aquí tan temprano? —preguntó sin moverse de su sitio.
    —Te venía a buscar para desayunar…e ir a dar un paseo —explicó acomodándola a su lado—. ¿Te sucede esto a menudo? —preguntó curioso observándola atentamente.
    —Es la primera vez en años —admitió apenada y un poco quejumbrosa—. Sólo trata de no asustarme de nuevo —pidió con honestidad.
    —Eso tenlo por seguro… —manifestó acomodándose mejor para verla, pese a que no se había recuperado del todo.

    Ambos rieron por unos segundos ante lo ocurrido, hasta que después de quedar nuevamente en silencio, se veían fijamente. Kate casi se perdía en aquella mirada verde clara, sintiendo una extraña sensación que le recorría el cuerpo entero.
    Bruce admiraba detalle a detalle sus ojos, sus pestañas bien arqueadas, su tez clara que tenía un leve tono rosa en las mejillas; su nariz y aquellos labios bien delineados de manera natural, de un color rosa intenso. Era casi imposible no querer llegar a ellos.

    La castaña se sentía hechizada por él a medida que el pelinegro acortaba la distancia. Se iba acercando cada vez más y más a su rostro, tratando de alcanzar esos labios que ni siquiera cuando dio el sí pudo rozarlos.

    Cuando estaba a punto de lograrlo, llamaron a la puerta de golpe, logrando romper el encanto de inmediato.

    “No puede ser” —pensó el hombre reincorporándose un poco molesto.
    “¡Eso estuvo cerca!” —caviló la castaña dejando escapar un suspiro—. ¿Quién será? —se dijo a sí misma levantándose un poco desganada.
    —Pedí que trajeran el desayuno —contestó.
    —Aprovecharé para ir a asearme entonces —comentó perdiéndose de vista en dirección al baño.
    —Me parece bien.

    Unos minutos más tarde, Kate ya estaba lista para comenzar el día. Desayuno con Bruce en la habitación y después de eso fueron directamente a la playa para aprovechar el espléndido clima tropical.

    ~~

    Los días habían pasado tranquilos y muy amenos allí en la isla, de modo que Bruce y Kate iban de apoco conociéndose más y más. Todo se veía espléndido a los ojos de los dos, hasta que Kate llamó a la casa de su padre.

    —¡¿QUÉ?! —gritó una muy petrificada Kate dejando caer el teléfono al mismo tiempo que ella se quedaba sentada de golpe en el pequeño sillón.

    Continuará...
     
  10.  
    alma

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    Re: En busca del verdadero amor

    yo acabo de leer tu finc y me quede muy emocionada por saber que paso que hizo que kate dejara caer el telefono que habra pasado en su casa y que pasara con kate y su nuevo esposo, por favor continualo por que si esta muy emocionante esta historia estare esperando la otra parte
     
  11.  
    Pam

    Pam Usuario común

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    Re: En busca del verdadero amor

    Agradezco mucho tu comentario alma, en verdad gracias ToT. Con respecto a la continuación talvez me tarde más de la cuenta en colocarla pero espero que no lleguen a cerrar la discu por este motivo. Sólo les dejo avisado que me tardaré un buen en volver por aquí. Y ya pido disculpas de antemano a las que leen mi escrito...y se los agradezco inmensamente por las críticas y opiniones que recibo por parte de todos.
    Salu2.
     
  12.  
    alma

    alma Entusiasta

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    Re: En busca del verdadero amor

    Pam

    que malo qeu tardaras en ponerlo pero lo esperare aun con ansias ya que me quede con la intriga e interrogante de que mas sucedera con este finc bueno espero qeu aunque tarde pongas la continuacion hasta el final
     
  13.  
    kamsayu

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    Re: En busca del verdadero amor

    me fascino el capi!! aww q bello q se casaran y mas como "juega" con ella Bruce XD
    ya me imagino la reaccion de kate cuando la agarro jajajaja
    q lastima q no lo vas a poder seguir tan raoido pero lo importante esq lo sigas ^^
     
  14.  
    Pam

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    Re: En busca del verdadero amor

    Perdonen por no venir a actualizar esto. Los exámenes y el mal clima me lo han impedido por desgracia ToT. Sin más rodeos, les dejo el siguiente capitulo.
    Que tengan una feliz navidad anticipado.
    Salu2.

    Capitulo IV

    Sorpresas


    —¿Qué sucede? —preguntó asustado Bruce corriendo para ir a verla.
    —Señorita, ¿está usted ahí? —se podía escuchar a duras penas por el auricular del teléfono la voz desesperada de Marie—. ¿Hola…?
    —Kate, ¿qué sucede? —pidiendo una explicación que parecía no tener respuesta—. ¿Hola? —dijo Bruce colocando el auricular cerca de su oído.
    —¡Señor Patterson! ¿La señorita se encuentra bien…? —preguntó impaciente.
    —¿Qué esta ocurriendo? Explíqueme, porque ella sigue inmóvil y sin decir palabra alguna.
    —El señor Jonathan esta internado en el hospital —comunicó asustada—, no quería decírselo pero insistió tanto…además, su hermano me encargo mucho que no se enterara de este incidente y…
    —No se preocupe, iremos para allá ahora mismo —interrumpió sin más.
    —Lamento arruinarles su luna de miel, pero iba a ser peor si seguía ocultándole, señor —dijo entre sollozos.
    —Despreocúpese, estaremos allí en un par de horas —adujo comprensivo cortando la comunicación para hablar con la castaña.

    Tenía la mirada fija en la pared blanca y casi de inmediato sus lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Bruce sólo la abrazo sabiendo que para ella todo eso era un golpe muy duro.

    —¿Tú sabías todo esto? —dijo sin moverse siquiera.
    —No —separándose un poco de su lado para verla a los ojos—. Me acabo de enterar.
    —No quiero que le pase nada malo —emitió sin dejar de llorar.
    —Tranquilízate —acercándose al teléfono—, pediré un té para ti mientras yo voy a buscar los pasajes de avión —tomando la orden lo más a prisa que pudo.

    Kate no podía creer que su padre estaba en el hospital. Deseaba con todas sus fuerzas que eso fuera tan sólo un mal sueño y que pudiera despertar en breve. Bruce se acercó a su esposa en cuanto termino de hablar por teléfono. Había palidecido ante aquella noticia y su tristeza iba en aumento a medida que pasaba el tiempo.

    —Todo estará bien —susurró—. No olvides que tu hermano lo esta cuidando y seguramente ya esta mejor —enjugando sus lágrimas.
    —Sí, seguro que sí —adujo de inmediato—. Iré a empacar —reincorporándose mecánicamente para intentar pensar con claridad las cosas.
    —Me parece bien. Volveré en cuanto consiga los boletos…mientras tanto, trata de calmarte un poco —abandonando la habitación segundos después.

    Todo el viaje fue una cosa de locos. La hija de Jonathan Lewis seguía tan sumida en sus pensamientos que ni siquiera sabía si seguía en el hotel o si estaba en el avión.

    Unas horas mas tarde, estaban recogiendo sus equipajes del aeropuerto para ir lo más rápido que podían al hospital. Sólo Kate se había quedado allí mientras Bruce aprovechaba para dejar el equipaje en algún hotel cercano.

    La castaña recorría casi desorientada por los pasillos del hospital hasta que chocó de frente con uno de los colegas de William.

    —¿Kate? —mirándola de arriba abajo—. ¿Te sientes bien? —tomándola por los hombros el joven doctor.
    —Harry, ¿dónde…? ¿dónde esta mi padre? —preguntó aturdida.
    —Te llevaré con él —guiándola hasta la habitación donde estaba Jonathan.

    Habían caminado un largo trecho en medio de la gente que deambulaba por allí. Una vez dentro de la amplia habitación, halló a su padre desfallecido en la cama del hospital. Kate ahogo sus sollozos como pudo mientras sus lágrimas se deslizaban sin parar por sus mejillas pálidas. No pudo evitar aferrarse a Harry pidiéndole con aquel llanto que le dijera que ese no era su padre.

    —Lamento mucho lo que ha ocurrido —tratando de consolarla—. Jonathan tuvo un ataque cardíaco y tuvimos que operarlo para evitar otro incidente como este —comentaba apenado al verla tan mal.
    —¿Estará bien? —intentando cerciorarse de que con eso ya acabarían los problemas.
    —Sí, no te preocupes. La operación fue un éxito, es sólo cuestión de que se recupere. Ahora sólo necesita un buen reposo y una buena alimentación. Además, debe dejar de fumar —explicó con calma.
    —Que buena noticia —esbozando una sonrisa a duras penas—. ¿Dónde están mis hermanos?
    —William sigue atendiendo a un paciente en estado de gravedad y Petter fue a la cafetería —tomándola del brazo—. Es mejor que esperes afuera, no te hará bien que sigas aquí —conduciéndola al exterior hasta uno de los sofás que había al final del pasillo—. En breve llegarán tus hermanos y por cierto… ¿has venido sola? —preguntó angustiado.
    —Bruce, mi… —calló por un segundo al recordar a ese hombre y lo que representaba en su vida—, mi esposo me acompañó —notando la sorpresa del joven al oír esa noticia—. Vendrá en breve. Como teníamos mucho equipaje decidió deshacerse de todo eso —explicó dejándose caer en el sofá—. Deberías continuar con lo tuyo, yo esperaré a Petter mientras tanto —secándose el rostro con el pañuelo que traía en manos.
    —Es mi horario de descanso —manifestó sentándose junto a ella— además, no pienso dejarte sola —observando sus párpados hinchados de tanto llorar.
    —Gracias —manifestó abrazándolo cariñosamente.

    Justo en ese momento apareció Bruce, logrando visualizar con toda claridad la escena de aquel abrazo que le daba su esposa al joven galeno. No pudo evitar sentirse un poco incómodo y algo extrañado ante tales demostraciones de afecto con aquel sujeto.

    Una vez que se separó de él, noto la mirada inexpresiva de Bruce sobre ellos y de inmediato el galeno percibió que se trataba del consorte de la muchacha. Sus ojos verdes delataban claramente su leve curiosidad por conocer al doctor que acompañaba a su esposa.

    Se acercó a ellos con naturalidad mientras el galeno inspeccionaba detalladamente al recién llegado.

    —Bruce —susurró la joven poniéndose de pie frente a él.
    —Supongo que usted es el esposo de Kate —incorporándose tranquilo para saludar con propiedad al joven—. Soy Harry Dikingson, médico a cargo del señor Jonathan y amigo cercano de la familia —explicó de inmediato al ver que le extendía la mano para saludarlo.
    —Gracias por cuidarla —expresó el pelinegro para evitar la tensión que sintió el hombre al verlo.
    —Descuide —declaró presuroso.
    —Volviste pronto —se dejo oír la voz de Kate en medio de ambos hombres.
    —El hotel no queda muy lejos de aquí —explicó tomándola del talle con delicadeza—. Además, no quería dejarte mucho tiempo sola —notando que el doctor lo veía un poco tenso.
    —Bien. Debo irme —comunicó impaciente el hombre—. Iré a buscar a William y le diré que han llegado —dejando a la pareja a solas en los pasillos.
    —Gracias por todo, Harry —manifestó agradecida la joven.
    —Es un placer poder ayudarlos —emitió cortes—. Permiso.

    Camino a paso lento tratando de olvidar el rostro de Bruce al verlo cerca de Kate. En verdad no se pudo imaginar que siendo tan joven ya se había casado tan pronto. Le parecía algo extraño ese casamiento puesto que ni siquiera sus hermanos lo habían comentado.
    Decidió centrarse en lo que importaba y fue a buscar a William en la sala de emergencias. Aunque no lo vio por ninguna parte, logró dar con su hermano camino a la recepción, trayendo consigo su café.

    —Que bueno que te encuentro —dijo el galeno—. ¿Has visto a tu hermano?
    —No. ¿Sucedió algo malo?
    —No, no. Es sólo que se me hace extraño no verlo en la habitación de su paciente —comentaba angustiado.
    —Tal vez fue a la habitación de mi padre.
    —Acabo de venir de allí, sólo esta Kate con su esposo —adujo un poco incómodo.
    —Pero, ¿cómo se enteró…? —preguntó algo sorprendido el joven.
    —Pensé que ustedes le comunicaron al respecto.
    —Supongo que Marie le habrá dicho —posando su mano sobre su nuca—. Iré a ver a mi hermana y si encuentro a William le diré que lo buscas.
    —De acuerdo —dejando a solas en medio del pasillo.

    ~~

    Patterson no parecía nada feliz cuando vio a Kate abrazada de aquel hombre. No era para menos. Siendo la castaña su esposa, era natural que se sintiera así. La muchacha jugueteaba con su pañuelo impacientándose a causa de no ver a sus hermanos. Trato de calmarse un poco pero ni siquiera se imaginaba lo que pasaba por la mente de su compañero.

    Ignorante a los pensamientos de él, ella sólo se ponía a orar mentalmente de tanta angustia que sentía por su padre que estaba recuperándose lentamente y que esperaba que saliera de este hospital en breve.

    Pese a que aún no conocía lo suficiente a Bruce, sabía que necesitaba de su apoyo y su compañía en un momento así y por un impulso, tomo la mano del joven con timidez. El pelinegro se sorprendió ante aquella reacción tan inesperada.

    —Gracias por estar aquí —profirió con suavidad dejando salir su lado más sentimental por primera vez.

    Parecía que esas palabras lograron calar hondo en el joven, puesto que su compañera nunca había mostrado ese lado suyo antes. Por un instante olvido la escena que presenció y dedico toda su atención en la castaña. Sabía que necesitaba mucho apoyo ahora que estaba atravesando por algo tan difícil.

    —No te dejaré en ningún momento —sonriendo cálidamente.
    —Gracias —dejando escapar un suspiro—. Bruce… —levantando la vista para ver aquellos ojos verdes tan misteriosos.
    —¿Mmm…?
    —¿Cómo conociste a mi padre…? —notando el entrecejo fruncido de éste.
    —¿A qué viene esa pregunta ahora? —enarcando una ceja a causa de su curiosidad.
    —Sé que suena extraño que te lo pregunte, pero me he dado cuenta que mi padre te tiene mucha confianza y en muy alta estima, debo decir… —recordando las conversaciones frustradas que había tenido con él.
    —Sé a dónde quieres llegar —posando su vista en uno de los cuadros—. Jonathan ha sido siempre un buen amigo, uno de los que aparecen cuando más lo necesitas —recordando el día en que se conocieron—. Tú padre fue a visitar a mi abuelo en su casa cierto día y ahí fue la primera vez que lo ví. Yo tenía 16 años y en esa época iba a menudo a ayudarlo puesto que se había caído y se rompió un brazo. Prácticamente vivía con mi abuelo ya que había enviudado. Se sentía solo en ocasiones y yo era su única compañía —quedando serio repentinamente—. Ni siquiera mi padre lo iba a visitar debido a su trabajo —bufó con amargura.
    —¿Lo extrañas? —notando su semblante sombrío.
    —Bastante —sonriendo entristecido—. Jonathan venía de vez en cuando a hablar con él. Lo conocía hace tiempo y charlaban por horas cada vez que iba a verlo. Casi no participaba de sus conversaciones ya que solamente me interesaba ir a pasear por los alrededores.
    —Creo que fueron muy buenos amigos —analizando todo con cuidado—. Mi padre muy raras veces salía de casa y después de que dejó de enseñar, ya ni siquiera se tomaba la molestia de dar un paseo. Sólo abandonaba la casa para ir a visitar a mis hermanos —recordando su rutina—. Pero, continúa… ¿qué sucedió después?
    —Cierto día mi abuelo había enfermado de gravedad y lo habían internado. Unos días después, murió —suspirando profundamente—. Después de su muerte, yo no quise regresar a la casa de mis padres. Me quedé ahí custodiado por la ama de llaves junto con mi hermano que también se quedó a vivir conmigo. Me hacía compañía en cuanto mi padre trabajaba fuera. Jonathan asistió al funeral y me visitaba seguido después de aquel suceso. Sabía que la pérdida de mi abuelo fue un golpe muy duro y pues...nos volvimos buenos amigos al mismo tiempo que él se convertía en un padre para mí.
    —Ya veo —emitió notando su mirada melancólica al recordar todo lo que había pasado años atrás—. Lamento haber removido un recuerdo doloroso para ti —musito apenada.
    —No te preocupes, eso pasó hace muchos años —fijando la vista en el suelo.
    —¿Y qué hay de tu hermano? —preguntó con cautela—. Te lo pregunto porque es la primera vez que mencionas que tienes uno. ¿Acaso no se ven a menudo?
    —No —rotundo—. Pese a ser mi único hermano no nos hemos visto hace 3 años. Esta en el extranjero ahora y pues…no nos hemos hablado desde entonces.
    —¿Acaso pelearon…?
    —Él y yo somos muy diferentes. Cada uno tomo un rumbo distinto y desde entonces no nos hemos vuelto a ver ni hablar —recordando a su hermano por un instante.
    —En verdad lo lamento —emitió por lo bajo—. Agradezco que me hayas contado algo tan íntimo —sonriendo tibiamente.
    —Eres mi esposa, tienes derecho a conocer sobre mí pasado —contemplando sus ojos chocolate fijamente—. ¿Te sientes mejor ahora?
    —Sí, gracias —bajando la mirada—. Sólo espero que mi padre se recupere en breve.
    —Pronto ya estará de nuevo en su casa, ya lo verás —estrechándola entre sus brazos al ver las lágrimas que amenazaban con aparecer.
    —Sí —asintiendo un poco más animada.

    En tanto Patterson intentaba animar a la joven, William había notado a su hermana que estaba entre los brazos de su consorte y ni siquiera sabía como se había enterado de la situación de Jonathan.

    —¿Kate…? ¿Qué haces aquí? —manifestó asombrado.
    —¡William! —incorporándose de un salto al oír su voz autoritaria. Su esposo había hecho lo mismo al ver a su cuñado un tanto asombrado mientras su esposa trataba de reponerse—. Creí que seguías ocupado —declaró algo cohibida—. Vine a ver a nuestro padre. Me enteré hace unas horas de lo ocurrido. Llamé a casa por casualidad y Marie me comento lo que había pasado. Le había insistido mucho para que me cuente esto —callando repentinamente al ver que su hermano se acercaba a ella.
    —¿Ya lo has visto?
    —Sí…Harry me llevó con él.
    —Seguramente ya te dijo su estado —abrazándola tiernamente—. Ya en breve estará mejor —besando su frente.
    —Sí, gracias a Dios ya esta fuera de peligro —separándose un poco de él—. Menos mal Bruce logró conseguir un buen boleto de avión para llegar rápido —observándolo atentamente.
    —Perdona no saludarte amigo. ¿Cómo estas?
    —Estoy bien —extendiéndole la mano—. ¿Y Petter…?
    —En breve llegará. Había ido a la cafetería por un café y unos dulces —sacudiendo levemente su cabeza en forma negativa—. Ya sabes…hasta en las peores situaciones su estomago nunca puede quedar satisfecho —riendo levemente.
    —Eso nunca cambiará —expresó con calma el nuevo integrante de la familia.
    —Siempre hablando a mis espaldas —prorrumpió la voz profunda del profesor entregando de inmediato el café a su hermano—. Al menos esta vez Kate parece apoyarme —desarreglando el cabello de su hermana—. ¿Te encuentras bien…?
    —Sí, más aliviada —aseveró tranquila—. Estoy contenta de que papá ya esta mejor pero aún me sigue preocupando su estado —tomándolo del brazo de inmediato.
    —Descuida, estará bien muy pronto.
    —Ahora te quiero pedir algo…
    —Lo que quieras.
    —No intentes empeorar el estado de mi cabello —señalando su cabello rizado desordenado.
    —Aún sigues siendo una niña caprichuda, peque, de modo que no podré complacerte —sonriendo a sus anchas ante la expresión enfadada de la jovencita.
    —¿Por qué siempre me haces esto…? —replicó frustrada.
    —Porque amo hacerte enfadar —posando su dedo sobre su nariz ante la risa de los hombres que presenciaban la escena—. Debo llamar a mi esposa, nos vemos luego… —dejándolos a solas.

    El ambiente se había relajado más después de que Petter había aparecido. Él siempre lograba animar a sus hermanos de alguna u otra manera pese a los problemas que se presentaban.

    Unas horas más tarde, Jonathan había despertado y lograron verlo todos sus hijos. Estaban contentos de verlo de nuevo.
    La estadía del canoso Lewis fueron tan sólo de unos cuantos días y ya en breve había vuelto a su hogar. Kate estaba contenta de verlo más aliviado de nuevo y con más ánimo, aunque no le gustaba el menú que le preparaban todos los días, al menos obedecía y se adecuaba a la situación.

    Mientras Kate se ocupaba de su padre, Bruce había vuelto al trabajo. Ya que la luna de miel había terminado antes de lo previsto, decidió seguir con sus labores en tanto su esposa permanecía en la casa de su padre.

    Kate se había quedado sola en la cocina en tanto terminaba de beber su café y trataba de buscar la forma de solucionar las cosas. Ella ni siquiera estaba trabajando y ahora vino a ocurrirle esto a su padre. Repentinamente la desesperación se empezaba a apoderar de su abatido corazón. Intentó analizar más de cerca las cosas y buscar otra salida a ese problema en cuanto su padre se reponía.

    —¿Qué hace aquí tan sola, mi niña? —profirió con dulzura Marie.
    —Estoy buscando la manera de recuperar de nuevo mi trabajo…bueno, más bien, buscar la forma de que me den un trabajo —inflando los cachetes con fastidio.
    —Me parece una buena idea pero, ¿su esposo estará de acuerdo?
    —¿A qué te refieres con eso? —frunciendo el entrecejo confusa.
    —Bueno, él tiene dinero y usted es ahora su compañera, de modo que tal vez al señor no le guste la idea de que trabaje —notando el cambio drástico de humor en la joven.
    —No pienso dejar mi trabajo —replicó sin más—. Yo necesito ayudar a mi padre ya que mis hermanos no pueden hacerlo. Bueno, si lo ayudan, pero yo también debo ayudarlo y me gustaría buscar la forma de pagar los gastos. Creo que hace tiempo, o sea, desde que papá había enfermado la última vez, ni siquiera llegamos a pagar los impuestos que por cierto, han aumentado bastante con los años.
    —Con lo que su padre obtiene de su jubilación pues, no es suficiente —analizando las cosas la señorona.
    —Me siento una inútil, Marie. Ahora creo que debo buscarle una nueva casa —poniéndose de pie con cansancio—, pero no quiero que esta casa se venda…es parte de mi vida, de la vida de toda mi familia —tapándose la boca con la mano derecha—. No puedo creer que tengamos que llegar a este punto ahora…
    —Sé que no quiere venderla, pero si no hay forma de cubrir las cuentas tal vez sea mejor recurrir a alguien que pueda ayudarlos.
    —Es cierto pero, ¿a quién debería acudir?
    —A su esposo —sonriendo ampliamente al darle la respuesta a sus problemas.
    —¡NO! —exclamó despavorida—. ¿Cómo se te ocurre que le pida dinero a él? —recriminándola con la mirada ante aquella idea descabellada.
    —Mi niña, su esposo la ayudará con gusto. Es adinerado y no le costará nada tenderte la mano. No rechaces esta oportunidad que tienes para pedirle a alguien que no te cobrará con intereses las cosas y menos tratándose de su esposa —observando la mirada de indignación que traía plasmada la joven Lewis.
    —No quiero pedirle nada a él. Aún ni siquiera me acostumbro a verlo todos los días en el desayuno, almuerzo y cena —caminando de un lado a otro como un animal enjaulado—. Creo que ya debo irme, se me hace tarde para ir a ver a William —recogiendo su bolso.
    —Piense lo que le dije, niña. Será la solución a sus problemas, se lo aseguro —sonriendo amable—. Por cierto, ¿acaso no debería regresar a su casa primero? —recordando lo dicho antes por el canoso Jonathan—. Tengo entendido que el señor Bruce la esperaría allí para almorzar según comunico su padre.
    —Es cierto —inspeccionando su reloj de pulso—. Iré pero volveré más tarde a…
    —No será necesario —interrumpiéndola de inmediato—. Yo me encargo de su padre. Tranquila, niña —dándole unas palmaditas en la espalda.
    —Pero yo quisiera…
    —Su padre me dijo que una enfermera venía a cuidarlo. El joven William la contrato para que se encargara de él en tanto se recupera —sonriendo tranquilamente—. Además, esta casada ahora y debería pasar más tiempo en su nueva casa con su…
    —Ni se te ocurra decirlo —emitió desesperada—. Aún no puedo lidiar con su presencia, no puedo con esto.
    —¿Acaso ya no se llevaban mejor? —mirándola fijamente.
    —Bueno, sí. Hice una tregua desde un principio pero aún así…por favor entiéndeme. ¿Acaso debo soportar ser una mujer casada siendo tan joven…? —ocultando su rostro con sus manos—. Ni siquiera soy una esposa de verdad —expresó moviendo la cabeza de un lado a otro negativamente.
    —Aceptó ser una mujer casada y debe cumplir con su deber —acercándose más a ella—. Sé que no planeó esto pero ya esta hecho el deseo de su padre. Depende de usted que esto llegue a ser algo bueno o no en su vida.
    —No sé que opinar al respecto —carraspeando confusa—. Ya debo irme, ya se me hace tarde —abrazándola cariñosamente—. Vendré en otra ocasión a visitarte.
    —Me parece bien. Cuídese, niña —viéndola marcharse desanimada.

    Se había despedido de su padre y abandono la casa minutos más tarde. La cara de congoja que reflejaba el rostro de Kate era deprimente. Se había subido al auto que Bruce había comprado para que ella pudiera manejarse con el a todas partes, junto con el chofer de confianza que la llevaría a donde ella deseara.

    Una hora más tarde llegaron a la mansión. Kate salió del auto con cierta prisa sin esperar a que el chofer le abriera la puerta. Entro en la mansión velozmente, subió las escaleras y se metió a una de las tantas habitaciones situadas en el piso superior. Lo único que deseaba en ese momento era despejarse un poco y dejar de pensar en todas las cosas que estaban pasando. Caminó desganada hasta la cama y se sentó por un instante allí. Cerró los ojos por un momento y recordó todo lo que le había dicho Marie esa mañana.

    —No puedo creer que ella tenga razón —se dijo a sí misma—. “¿Qué se supone que debo hacer ahora?” —pensaba desconcertada—. Primero debo conseguir un trabajo y luego ver lo del préstamo…
    —¿Pensando en voz alta? —inquirió una voz profunda a espaldas de la joven.

    El susto que se llevó fue tan grande que prácticamente brincó de la cama. Se volvió a ver al hombre que emitió aquella pregunta, notando una sonrisa encantadora reflejada en ese rostro de alabastro. Le había causado mucha gracia lo que había sucedido; era inevitable sonreír en un momento así.

    —No pensé que estarías en esta habitación —emitió como pudo una vez que recobró el aliento la joven de ojos chocolate.
    —Esta es mi habitación —notando la castaña sus cosas personales que estaban casi en todas partes de la amplia alcoba.
    —Bueno, yo…justamente venía a buscarte —manifestó con prisa la mejor excusa que se le pudo ocurrir.
    —Me parece algo extraño el que hayas entrado a mi habitación así nada más —calculando las cosas con sumo cuidado—. Más parecía ser que deseaba arreglar sus ideas por lo que llegué a oír.
    —¿Qué oíste? —dijo incómoda sin evitar sonrojarse levemente.
    —Que hablabas contigo misma sin necesidad de que alguien más fuera testigo de tus planes —escondiendo las manos en sus bolsillos—. Al parecer querías estar sola y ordenar tus ideas —notando que la joven le daba la espalda por unos instantes.
    —¿Ya podemos ir a almorzar? —cambiando de tema de manera rápida—. En verdad estoy famélica —volviéndose a verlo con una sonrisa algo forzada dibujándose en su tez blanca.
    —Esta bien. Como gustes.
    —Te espero abajo —abriendo la puerta con algo de torpeza.

    Ni bien cerró la puerta tras de sí, quedo pegada a ella para intentar recuperarse del susto que le dio ver a Patterson allí dentro. Ese era el castigo que debía pagar por haberse metido a una de las habitaciones sin fijarse a quien le pertenecía.

    Justo antes de que pudiera avanzar, el pelinegro abrió la puerta de golpe, obteniendo por resultado la estruendosa caída de la joven al suelo. Parecía ser que ese era el peor día de su vida y que nada le podía salir como ella realmente lo esperaba.

    Su esposo se apresuró a ayudarla, tomándola en brazos para inspeccionarla de cerca.

    —Kate, ¿estas bien? —notando lo aturdida que se hallaba al verlo tan cerca de ella—. ¿Te duele algo?
    —No —musito mirándolo fijamente por un instante—. No paso nada grave, estoy bien —fijando la vista a un lado para huir de su mirada.

    Seguían aún en el suelo, pero Kate no hacía nada por intentar ponerse de pie. Sentía que todas sus fuerzas se le habían ido. Su compañero la obligo a que lo vea a los ojos al notar que ni siquiera se movía o decía algo más.

    —Luces extraña hoy —notando en sus ojos oscuros cierta preocupación—. ¿Hay algo que quieras decir? —notando que se incorporaba con algo de torpeza al oírlo hablar de nuevo.

    No le quedaba de otra más que comunicarle que pretendía hacer, además, en parte, el tenía todo el derecho de enterarse de sus planes. Cogió valor intentando hablar de manera sensata por una vez en su vida y dejo salir la verdad que quería ocultar.

    —Sólo quería decirte que…voy a buscar un trabajo —notando que su esposo se incorporaba para estar a su altura—. En realidad quiero recuperar el antiguo trabajo que tenía y si no lo consigo, buscaré otro —atisbando en sus ojos una cierta incomodidad.
    —Vaya. Esto sí me tomó por sorpresa —dijo pasivo—. Aunque debo admitir que no estoy de acuerdo, ya que yo tengo dinero suficiente como para que no te falte nada…
    —No quiero depender de nadie —emitió de golpe la castaña—. En verdad te lo agradezco, pero yo quiero y debo ayudar a mi padre a salir de apuros y cubrir los gastos regados por la casa —sintiendo que su corazón estaba a punto de salir de su pecho—. Eres muy amable al querer darme todo pero yo no puedo permitir que mi padre se quede sin una casa.
    —Comprendo y admiro lo que piensas hacer. No voy a obligarte a hacer algo que no quieres y te he prometido que seres amigos, que nos iremos conociendo de apoco —empujándola blandamente para ir al comedor—. Respeto tu decisión. Tienes todo el derecho de querer trabajar y ayudar a tu padre —notando que lo veía con una expresión de confusión en el rostro—. Por ahora vayamos a comer y luego seguiremos hablando de esto.
    —De acuerdo.

    Ambos fueron a almorzar en el lujoso comedor con total tranquilidad. Nadie había hecho comentario alguno respecto a las decisiones de la nueva dueña de la casa. Parecía ser que sólo se limitaban a comer en silencio intentando cada uno asimilar todas las cosas que habían sucedido en los últimos días.

    Así pasaron las horas y llegó la noche inadvertidamente como cada día. Kate estaba en el sofá leyendo un libro, era lo que más le gustaba de su habitación además de su cómoda cama. Pero algo parecía dejarla intranquila, más aún al oír que golpeaban la puerta con firmeza. Sentía que esos golpeteos le taladraban el cerebro por un instante, como si detrás de ella estuviera aguardándola un ser que la perturbaría esa silenciosa noche.
    Nadie más vivía allí, sólo Patterson y ella. Era obvio que era su esposo, esperando su aprobación para que lo deje pasar.

    No tuvo más remedio que ir a abrir la puerta, aunque en realidad era alguien más quien venía a verla.

    —Señora le han traído esto —entregándole una carta la señora del servicio.
    —¿Quién le dio esto? —al notar que no tenía remitente.
    —Un joven que dijo ser el chofer de la familia Wyler —comunicó.
    —Se lo agradezco —dijo casi en un susurro.
    —Permiso —viéndola marcharse en silencio.

    Kate palideció al saber quien le enviaba la dichosa carta. Parecía ser que ese día era como una caja de sorpresas. Cada vez las sorpresas la sorprendían más y más.

    —Alex —susurró al viento recordando viejos recuerdos que volvían una vez más a su vida.

    Continuará…
     
  15.  
    Pam

    Pam Usuario común

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    En busca del verdadero amor
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    Re: En busca del verdadero amor

    Perdonen por no venir a actualizar esto. La falta de tiempo me han impedido por desgracia venir con anticipación a colocar la conti ToT. Si es que tiene errores perdonen mis fallas, es que lo escribi así nada más sin verificarlo demasiado. Sin más preámbulos, les dejo el siguiente capitulo.
    Salu2.

    Capitulo V

    Situaciones incómodas

    Su mirada fija en aquel sobre blanco impedía completamente que pudiera pensar con claridad. La carta que estaba oculta dentro de ese insignificante sobre implicaba recuerdos que parecían que jamás volverían a aparecer.

    Toda su vida estuvo pensando que había sucedido con aquel chico que había conocido desde que era niña y estuvo con ella hasta que cumplió los 12 años. Compartieron tantos paseos todas las tardes cerca del lago y tantas cosas que eran imposibles de dejarlas atrás. Al quedar tanto tiempo separados por la distancia, sus emociones parecían despertarse de un largo sueño. Sus manos temblorosas no podían ni siquiera seguir sosteniendo aquella carta, de modo que tuvo que ir a colocarlo sobre la cama para después proceder a abrirlo.

    Lo abrió con calma tratando de no arruinarla a causa de su torpeza al sentirse tan emocionada. Procedió a leerla en cuanto hubo recuperado el aliento sin poder evitar sonreír de una manera tan genuina, que expresaba con mucha claridad la alegría de volver a tener noticias de su mejor amigo de infancia.

    —Me alegra tanto saber de ti —musito para sí llevando la carta a su pecho.

    Repentinamente rememoró muchas cosas de las que le hubiera gustado compartir con él. Tanto tiempo estando lejos y apenas comunicándose de esa manera unas cuantas veces al año.

    Parecía mentira que él regresaría nuevamente a su ciudad natal.

    El corazón le latía con fuerza de tanta alegría por saber que Alex Wyler estaba bien, trabajando duro y recorriendo el mundo sin ataduras. La libertad le caracterizaba y era lo que ambos tenían en común. Tal vez por eso y otros motivos más ellos pudieron llevarse bien pese a que ella era una niña cuando lo había conocido, siendo él unos años mayor. Sus hermanos siempre vigilaban de cerca a su hermana cada vez que paseaba con ese sujeto. Eran los guardaespaldas personales de ella y no perderían de vista su tesoro más preciado así como así.

    Aunque Alex haya tenido al principio serios problemas con ellos, después lograron llevarse bien y comprendieron que apreciaba a Kate como la hermana que nunca tuvo. No cabía duda que la amistad que los unía era un lazo fuerte ya que pese a los años, él jamás la había olvidado.

    Guardo la carta en el cajón de su mesita de noche tratando de evitar que alguien más lo viera. Aunque estaba segura que nadie hurgaría allí puesto que dormía sola y nadie más entraba, a excepción de las muchachas del servicio.

    “Sólo espero que mi nueva vida no me impida estar cerca de él” —pensó sonriendo melancólica.

    Sacudió la cabeza levemente y sonrió animada, esperanzada de que el hecho de estar casada no interfiriera la amistad que tuvo con él durante tantos años.
    Se incorporó con lentitud y salió al balcón a admirar la resplandeciente luna que brillaba de un modo especial esa noche. Era su testigo fiel de que siempre esperaba volverlo a ver pese a que hayan cambiado muchas cosas pero al fin y al cabo ellos, muy en el fondo, seguían siendo los mismos.

    No había motivos por el cual preocuparse.

    ~~

    —¿Qué esperas, Bruce? —inquirió con prisa el hombre que estaba a unos pasos de él—. Ya es tarde, vámonos.
    —Sí, ya voy —emitió recogiendo unos papeles del escritorio para luego abandonar su oficina—. Debería ordenar más seguido mi escritorio —adujo al recordar el desorden que dejaba a diario.
    —Ya olvida eso y vámonos de aquí —replicó su amigo—. Trabajamos demasiado hoy.

    Bruce tan sólo asintió en silencio y recorrió con tranquilidad los pasillos de la oficina. Aún no tenía muy en claro porque razón su padre se había empeñado en dejarlo a cargo de todo estando él a kilómetros de distancia.

    Suspiró.

    Era bien sabido que Morrison Patterson nunca dejaría que su empresa estuviera en manos de desconocidos que pudieran aprovecharse de su cargo. Al menos era considerado en aceptar las decisiones que Bruce debía tomar para que todo vaya a flote. Después de todo, la empresa le pertenecía por derecho.

    Casi de súbito recordó que su esposa la esperaba para la cena cuando estuvo de camino a su hogar. Aún no se acostumbraba a sus silenciosos desayunos, almuerzos y cenas junto a ella. Comprendía que la castaña hacía un enorme esfuerzo por habituarse a los cambios en su nueva vida ‘juntos’, aunque verdaderamente fuera más separados que nunca.

    En cuanto llegó frente a la puerta principal, bajo del auto y se encamino en su alcoba. Tenía ganas de descansar un poco antes de la cena.

    Había atravesado el pasillo algo desganado cuando notó una de las puertas ligeramente abierta, dejándose ver el interior de la habitación. Sabía a la perfección que esa era la alcoba de su esposa. Le pareció extraño verla abierta a esas horas de la noche.

    Ingresó con lentitud y notó su figura que admiraba soñadora el cielo cubierto de estrellas. La habitación estaba casi a oscuras, solamente una de las lámparas había permanecido encendida. Como Kate tenía pensado dormir temprano, las había apagado todas y sólo dejo una de las lámparas encendida para que pudiera iluminarse un poco la habitación.

    Caminó con sigilo hasta ella y ni bien estuvo a su lado, la rodeo con sus brazos firmes de la cintura; ciñéndola lentamente contra su cuerpo.

    —Buenas noches —susurró al sentir que temblaba bajo aquellas ropas que traía puesta—. ¿Acaso me esperabas? —susurró seductor a su oído sintiendo que se alejaba de prisa de su lado.
    —B-Bueno yo sólo vine a…
    —¿No piensas saludarme? —preguntó acorralándola en un rincón, notando su nerviosismo a flor de piel.
    —Perdona mis modales —emitió apenada y sonrojada a más no poder—. Hola…Bruce —sonriendo de manera forzada al sentirse tan sofocada.
    —Creo que ese no es el saludo que yo esperaba —emitió tomándola de la barbilla con lentitud.

    Se había acercado lo suficiente a sus labios como para besarla cuando notó que cerraba los ojos con fuerza, como si el miedo la invadiera por completo. Intentó contenerse ante lo que deseaba hacer ya que sabía la promesa que le había hecho, pero no podía evitar intentar acercarse a ella y ver si al menos lograba tener un acercamiento más intimo con su esposa. Beso su frente con ternura y noto que de inmediato volvía a abrir los ojos, con una cara de ‘¿ese era el saludo que esperabas?’

    —Lamento haberte asustado —dijo sonriendo al ver la expresión algo extraña dibujada en su rostro.

    Ella sólo se limito a reír por lo bajo, sintiéndose ridícula cada vez que estaba junto a él.

    Bruce tenía una esposa que ni siquiera había besado a ningún hombre ni una sola vez, una esposa que se comportaba como una extraña y que era como un ente ausente que habitaba bajo su mismo techo. Aún así había algo que lo incitaba a querer acercarse a esa joven, tenerla cerca y buscar la forma de ganar un poco de su confianza.

    —¿Ya cenaste? —interpeló mirándola ruborizarse una vez más.
    —Aún no —dijo casi en un murmullo al notar que se alejaba de su lado—. No tengo hambre —contemplando sus movimientos detenidamente.
    —Comprensible —adujo—. Luces muy extraña esta noche —notando que se estremecía levemente—. Iré a descansar. Buenas noches —abandonando la habitación casi de inmediato.

    La joven miraba la puerta por donde había salido aquel hombre. No le sería nada fácil a Bruce intentar conquistar a Kate aún siendo la susodicha su esposa legal ante todos.

    —¿Acaso se habrá dado cuenta de algo? —se dijo para sí al rememorar la carta que había leído hacía algunas horas atrás.

    ~~

    Estaba solo sentado frente a su escritorio, contemplando los múltiples papeles que le entregaron esa mañana. Cada uno de los trabajos hechos por sus alumnos estaban regados por todos lados. Aún no sabía por cual empezar. Se sentía agotado y al mismo tiempo angustiado. Pensaba en su hermana y de lo mal que pasaba al lado de ese sujeto. Estaba casi seguro que era una horrible pesadilla su nueva casa, rodeado de muchos ‘pingüinos’ que estaban dispuestos a ofrecerle todo sin necesidad de que hiciera ningún esfuerzo.

    No la imaginaba metida en esa casa tan lujosa y rodeada de cosas que según ella no le pertenecen. Aún siendo así, tenía el derecho de disfrutar de todos los lujos que le proporcionaba Patterson, además, ya no le quedaba de otra más que aceptar su destino. Un destino infeliz que él y su hermano habían predestinado con antelación por órdenes de su padre.

    —Espero que logre hacer feliz a mi hermana —murmuró pensativo observando una fotografía suya que reposaba en uno de sus muebles.

    ~~

    —¿Qué opinas si salimos a cenar? —preguntó la hermosa joven sentada delante de Steve.
    —Hoy no tengo muchas ganas de salir, trabajamos duro todo el día —llevándose la mano a la nuca—. ¿Acaso tú no estas cansada?
    —No, a pesar de todo tengo ganas de salir a dar un paseo, pero como tú no quieres ir creo que iré a visitar a alguien —comentó sonriendo con picardía.
    —¿No estarás pensando…? —captando de inmediato lo que pensaba hacer.
    —Sí, y me iré ahora mismo —sacando de su bolso un labial para retocar sus labios—. ¿Cómo me veo? —posando de manera seductora ante el joven.
    —No deberías…
    —No digas nada —posando su dedo sobre sus labios—. Esta vez no se me escapa —guiñándole el ojo entre risitas mientras se incorporaba del sofá con entusiasmo.
    —Espera, Natalie —manifestó intentando alertarla de que cometería un grave error.

    Ella ni siquiera se tomó la molestia de escucharlo. Se había marchado de su departamento rápidamente. Era imposible detenerla cuando algo se proponía. Siempre estuvo interesada en un solo hombre desde que lo había conocido y ese hombre era Bruce Patterson.

    Ignorante a lo que le esperaba en la mansión de aquel hombre, decidió ir a verlo como de costumbre. No lo veía hacía algún tiempo y después de que regreso al trabajo ni siquiera se cruzaban. Le pareció extraño que no la iba a buscar para salir o para verla al menos. Pero esta vez no perdería su oportunidad y le daría una grata sorpresa.

    Después de varios minutos había llegado a la mansión. Uno de los sirvientes le permitió la entrada sin demasiados problemas. En cuestión de segundos, ella ya estaba dentro de la casa, admirando los mismos muebles que conocía a la perfección. Espero que la anunciaran, pero para su sorpresa, fue recibida por un rostro familiar.

    —Buenas noches, señorita Saunders —saludo sorprendida Kate al verla a esas horas por allí.
    —Buenas noches —saludo algo confundida al ser recibida por ella—. Perdona la pregunta pero, ¿que haces tú aquí? —sin comprender lo que estaba ocurriendo.

    La castaña no supo que decir, calló por unos minutos sin saber que contestar. No tuvo más opción que enfrentar la realidad de las cosas. Al fin y al cabo, algún día todos se enterarían de que ella estaba casada con Bruce.

    —Bueno, yo vivo aquí —dijo casi en un susurro.
    —Vaya, no sabia que Bruce tenía alojada aquí a su sobrina —notando la incomodidad de la joven—, porque eres su sobrina, ¿cierto?
    —En realidad…
    —Natalie —manifestó Bruce interrumpiendo la conversación de ambas mujeres.

    No sabía que estaba sucediendo porque la expresión de Kate era más de espanto que de sorpresa. El pelinegro sabía el motivo de la visita de Natalie pero al parecer su consorte no comprendía porque ella venía a esas horas de la noche en la casa.

    En momentos así, agradecía inmensamente de que Kate fuera distraída y no prestara mucha atención cuando era necesario hacerlo.

    —Bruce, querido —dijo saludándolo coqueta la bella mujer—. ¿Por qué no me habías dicho que esta jovencita vive contigo? —inquirió al notar su semblante serio.
    “¿Por qué vino a estas horas?” —pensó la muchacha sin quitarle los ojos de encima a Natalie.
    —Porque hace poco tiempo que vino a vivir aquí —notando que a la castaña no le gustaba el rumbo que iba tomando la conversación.
    —Bueno, los dejaré a solas —interrumpió de súbito ella—. Me alegra verla nuevamente. Buenas noches —caminando con un poco de prisa en dirección a la cocina.
    —Buenas noches, Kate —profirió la coqueta mujer siguiéndole los pasos con la mirada—. Es muy joven, ¿cuántos años tiene? ¿16? —notando que él tampoco dejaba de mirar en dirección a la cocina—. ¿Bruce?
    —En realidad tiene 20, en breve será su cumpleaños —contestó sin despegar los ojos del pasillo. Estaba preocupado por lo que llegará a pensar de la visita inesperada de Natalie—. ¿Acaso no deberías estar en tu casa a estas horas? —interpeló sin rodeos.
    —Vine a verte, amor mío —tomándolo por sorpresa con aquel beso que le había dado—. Ni siquiera me has ido a ver desde que regresaste de tu viaje —replicó abrazándolo.

    A Patterson no le gustaba nada lo que ella tenía en mente. La conocía muy bien y no hacía falta que le dijera lo que pensaba, era más que suficiente con verla a los ojos. Se separó de su lado pese a las réplicas de ella, además, estaba más preocupado por Kate que por alguien más.

    —¿Qué te ocurre? ¿Por qué te alejas? —sin comprender su reacción.
    —Escucha, será mejor que hablemos mañana en la oficina. Ahora no tengo tiempo para explicaciones —expresó ante la faz molesta de la bella mujer.
    —Ya te extrañaba, Bruce. Vine a verte, ¿acaso no te gusto la sorpresa? —con el entrecejo fruncido.
    —Al decir verdad, no has venido en un buen momento —manteniendo distancia para que no se acerca más a él.
    —Algo raro esta pasando y eso lo puedo ver en tus ojos —adujo—. Dime, ¿qué sucede?
    —Te lo explicaré cuando estés más calmada. Además, tengo que decirte algo muy importante mañana —sosteniéndole la mirada por unos minutos—. Estoy cansado, entiéndeme, ¿quieres?
    —De acuerdo. Pero más vale que mañana vayas a verme. No me mientas de nuevo —percatándose de que ocultaba algo.
    —Mañana a primera hora iré a hablar contigo —tomándola por los hombros—, te lo prometo —dijo más tranquilo al saber que ya se marcharía.
    —Eso espero —tomándolo por sorpresa nuevamente con aquel beso—. Nos vemos —sonriendo coqueta mientras se encaminaba a la puerta principal una vez más.

    Se quedó de pie mirando la entrada, pensando en cómo llegaría a reaccionar esa mujer al saber que lo que hubo algún día entre ellos, se había acabado definitivamente. Cabe mencionar que también estaba dispuesto a confesar su nuevo estado civil y que la ‘jovencita’ —como ella había dicho anteriormente—, es nada más y nada menos que su flamante esposa.

    Esposa.

    ¿De qué manera podía definir esa palabra? ¿Extraña? ¿Ausente…?

    —¿Ya se ha marchado? —emitió Kate interrumpiendo de súbito sus pensamientos.

    Se fijo en su tez por unos instantes, como si buscara alguna señal de molestia o disgusto pero no había hallado nada.
    Se sentía un verdadero estúpido al pensar que ella podría molestarse con algo así siendo que ni siquiera comprendía los verdaderos motivos de esa visita.

    —Sí, ya se ha ido —expresó sereno—. Lamento que te haya incomodado con todas esas preguntas.
    —Descuida. De todos modos en breve todos tus compañeros de trabajo sabrán que estas casado conmigo, ¿no? —sonriendo levemente.
    —Sí —aseveró al verla con la cabeza gacha—. ¿Te molesta que lo sepan…?

    Ella no había dicho nada. Se quedó en silencio como si no supiera en verdad si le molestaba o no tal situación. Bruce se acercó a ella y buscó sus ojos, como si ahí estuviera plasmada la respuesta a su pregunta. Lo único que había hallado al verlos era una gran confusión.

    —¿Aún quieres ocultar esto? —preguntó al ver que desviaba la mirada.
    —No te voy a negar que me siento incómoda con muchas cosas, para no decir con todo —explicaba a duras penas—. Pero es imposible ocultar esto por mucho tiempo. Tú estas casado conmigo, soy parte de tu vida ahora y aunque trate de engañarme a mi misma, la verdad siempre sale a la luz tarde o temprano —contemplando sus ojos verdes que la veían impertérritos.

    Un silencio incómodo se podía sentir en la casa, sólo el sonido de los grillos que canturreaban en el jardín eran los que daban un poco de vida a aquel sitio. Kate no sabía que decir y se arrepentía de haberle confesado su sentir a él que ni siquiera se había tomado la molestia de decir algo. La culpabilidad la atormentaba por segundos. Ella era la principal responsable de todo, especialmente de haber dicho todo eso sin miramientos.

    —Perdóname —dijo mirándolo fijamente a los ojos—. Lamento que tu nueva vida a mi lado no sea la que esperabas, pero es que yo no estuve de acuerdo con este casamiento arreglado y tú lo sabías desde un principio. Sabes porqué razón acepte esto —dándole la espalda avergonzada—. Ya es tarde, me iré a dormir —encaminándose a su alcoba nuevamente.

    Patterson había quedado a solas en medio de la sala por varios minutos meditando acerca de la conversación que tuvieron. Prácticamente su mente se había quedado en blanco, por desgracia.

    Subió a su habitación, se despojo de la corbata y la camisa que traía puesta y se encamino hasta uno de las muebles que tenía delante. Cogió la botella de whisky y la abrió con rapidez, coloco un poco en la copa y se sentó al borde de la cama. Cuando estaba a punto de beber aquel líquido parduzco, oyó unos golpes que provenían de la puerta.

    —Adelante.

    El seguía observando aquel líquido sin interesarle en lo más mínimo quien venía a verlo a tales horas.

    —Señor, olvide darle la correspondencia esta mañana —dijo apenado uno de los sirvientes ingresando en la alcoba—. Ruego me disculpe por interrumpirlo.
    —Descuide, Charles —haciendo un gesto con la mano para que se acerque—. ¿Me acompaña? —preguntó extendiéndole la copa que traía en manos.
    —No es correcto que beba, señor.
    —No le obligaré pero quiero pedirle un favor muy especial —bebiendo un sorbo del whisky.
    —¿En qué puedo servirlo?
    —Necesito que este muy al pendiente de las personas que vienen a esta casa. Si viene la señorita Saunders no la deje pasar sin mi autorización nuevamente.
    —De acuerdo. Si no se le ofrece nada más, me retiro.
    —Eso es todo. Gracias por todo, Charles —sonriendo con melancolía.
    —Es un placer ayudarlo…señor. Buenas noches —abandonando la habitación en silencio.

    Dejo la botella y la copa a un lado intentando aclarar su mente. No sabía realmente que rumbo iban tomando las cosas pero al parecer no iba por buen camino. Era cuestión de que tomara cartas en el asunto para resolver los grandes percances que le impedían vivir tranquilo. No podía negar que estaba interesado en que las cosas cambien pero lo que realmente le dejaba frustrado era que todo lo que hacía para que su vida cambie le saliera mal.

    —Sólo espero que las cosas no empeoren —susurró dejándose caer en su lecho.

    Continuará…
     

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