Ella

Tema en 'Relatos' iniciado por Syel, 18 Julio 2014.

  1.  
    Syel

    Syel Extraña

    Cáncer
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    984
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Ella
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1213
    Para la actividad de Frasemanía.
    Advertencias: Contiene un poco -solo un poco- de lime. Si eres menor de 16 años por favor abstente de leerla.

    El momento en que la conocí supe que nuestra relación estaría llena de problemas.

    Ella me miró de pies a cabeza con una sonrisa en el rostro. Se detuvo un rato en mi cara, miles de veces me habían dicho que mis ojos grises atraían a más de una mujer pero nunca creí que una como ella.

    —Puedes llamarme Elisa, de ahora en adelante trabajaras como jardinero en mi casa— me dijo con tal emoción que hizo que mi cuerpo sufriera un leve estremecimiento, su voz era tan…seductora.

    —Soy Julián— fue lo único que dije extendiendo la mano para que Elisa la tomara; cuando lo hizo sonreí un poco aunque casi no lo hacía.

    Ella estaba sola, sin hijos ni esposo. Solo un pequeño gato que la acompañaba siempre en sus brazos. Es por eso que siempre me veía tras la cortina sin precaución.

    A pesar que tenía solo 16 años, mi padre –antes de que me abandonara- me había enseñado a usar todo tipo de herramientas por lo que componer las rosas no era problema para mí. Miré el cielo, estaba a punto de llover por lo que debía apurarme, cuando volteé al frente la vi a ella, con sus grandes ojos castaños mirándome y una sonrisa en sus labios.

    — ¡¿Algún problema señora?! —grité pero ella se limitó a bajar la cortina sin contestarme.

    Cuando me llevó a su cuarto y comenzó a tocarme supe que estaba metiéndome en la boca del lobo, que correríamos grave peligro pero no podía evitarlo, me encantaba como sus manos recorrían mi cuerpo.

    — ¿Qué-qué está haciendo? —pregunté desde la cama con la camisa de cuadros desabotonada a la mitad. Sus manos recorrían mi pecho poco musculoso.

    —Sé que quieres esto— respondió Elisa, sus manos subieron a mi cabello y tomando mi cabeza me beso como nunca antes lo había hecho ninguna otra mujer, ni siquiera las chicas de mi instituto con las que apenas pasaba de los roces—. ¿Te gusta? — asentí pues las palabras se quedaron congeladas en mi boca. Ella continuó hasta el final.

    Poco a poco su casa, su cuarto y principalmente su cama me empezaron a resultar familiares. Su edad no me importaba, es más me gustaba que fuera así. Incluso sus amigas me elogiaban.

    —Ese chico tiene unos impresionantes ojos— decía Rita, su mejor amiga de casi 35 años.

    —En parte lo contrate por ello— respondió Elisa mientras daba un sorbo a su café, sentada en el sillón rojo que ya había tenido el gusto de probar.

    —Pero…¿no es importante que él sea menor de edad? —hablaba como si no estuviese ahí. Ella la miró con gesto serio, hizo una mueca y miró el suelo pero no contestó. Me le acerqué y coloqué mi mano en su hombro, mostrándole que sabía las consecuencias si eso se llegase a descubrir.

    Cada vez me gustaba más. Pensaba en ella, hablaba de ella, soñaba con ella, no había nada que no tuviera su nombre en mis labios. Pronto el trabajo de jardinería no fue más que una excusa para ir a su casa pues permanecía más dentro que fuera.

    —Julián— me llamó. Salí de la cocina sin pensar y me sitúe a su lado. Coloqué mi mano en su hombro; una corriente eléctrica atravesó la yema de mis dedos.

    —¿Si?

    —Mañana cumplo 33 años, haré una fiesta y quiero que estés tu presente— me congelé un rato, ¿hablaba en serio? Nunca –a menos que fueran sus amigas- nadie me había visto, ni siquiera sabían de mi existencia. Estaba a punto de preguntar pero leyó mis pensamientos —: No malinterpretes, quiero que estés para atender a mis invitados.

    —De acuerdo— dije sin más y me acerqué a sus labios para besarla. Elisa hizo de ese beso algo más profundo.

    Solo ella me hacía sentir vivo. Cada que iba a la escuela las mujeres me parecían poca cosa a su lado, me eran insignificantes. En mi casa mi madre siempre estaba ausente por su trabajo, eso me daba oportunidad de llamarle y decirle que no podía ir, a pesar de que se molestaba y me lo hacía pagar al día siguiente con su indiferencia, me gustaba. No podía evitarlo, me encantaba todo lo que me hacía.

    Me aventó a la cama y comenzó a quitarme la camisa como siempre. Me besó furiosamente, jaló mi cabello para besar mi cuello pero se detuvo.

    —¿Qué sucede?

    —Es tu castigo— me dijo con una sonrisa burlona en sus labios. Ató los botones de su blusa y dejándome ahí abandonó la habitación. Golpeé el colchón con mis puños y me prometí que jamás (por nada) faltaría de nuevo.

    Éramos felices. Estando juntos nada a nuestro alrededor importaba. Pero mi madre comenzó a darse cuenta que llegaba más tarde que ella, que hablaba por teléfono seguido. Checó mis ropas y miró que en estás había perfume de mujer y otras cosas. Fue en ese entonces que todo se arruinó.

    Estaba a punto de quitarme el pantalón cuando la puerta del cuarto se abrió de repente. Elisa se levantó de golpe y cubrió su pecho, cuando se apartó vi a mi madre con los ojos casi fuera de sus órbitas.

    — ¡¿Qué…qué haces aquí?! —grité con furia pero no contestó; se acercó a Elisa y con su mano formada en un puño la golpeó fuertemente en el rostro. Me levanté de un salto y detuve su brazo pero me aventó lejos de sí.

    —NO HABLES— Tomó mi ropa y jalándome del brazo me arrastró fuera de aquella casa. Lo último que vi fue como Elisa limpiaba su nariz de la que escurría un líquido rojo.

    Y ahora, sentado en esta banca, me siento tan culpable como ella. No puedo dejarla ahí y aunque he dicho que fue por mi consentimiento no hay nada en su favor. Hoy dictan su sentencia y en parte siento que también es la mía, no podré estar mucho tiempo sin que ella este a mi lado.

    —De acuerdo a las pruebas presentadas por el abogado de la señora Elisa Cortés el jurado ha llegado a la decisión de que se le encuentra…culpable por estupro al menor de edad Julián Robles— Los policías llegan y la toman de los brazos, la están alejando de mi lado.

    — ¡Ayúdame! ¡Ayúdame! ¡No me dejes sola, por favor, ayúdame! —No mira a nadie pero sé que se dirige a mí. Sus lágrimas hacen que mi rabia aumente.

    — ¡Ella no es culpable, suéltenla por favor, déjenla en paz. Todo es mi culpa! —trato de llegar a ella pero no puedo ya que unos brazos me sujetan y me impiden siquiera acercarme. Miro como se aleja, sus palabras se quedan en mi mente. Los brazos a mi alrededor se aflojan poco a poco, tan pronto me sueltan salgo caminando rápidamente con el ceño fruncido. No me importa cuánto cueste y como he de sacarla pero lo haré.

    Volveré a verte Elisa, lo haré. Conseguiré sacarte y obtendré tu libertad aunque muchos me juzguen, aunque muchos me miren y me llamen demente… porque loco o no esa clase de amor nunca muere.
     
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