Yo acompañaba a mis colegas en la finca. Estábamos por abrir la cerca donde se encontraba el toro. Yo me eché para atrás porque tenía miedo. Tan pronto cayó la cerca de palos pasó lo que más temía, el toro se lanzó contra nosotros para embestirnos con todo su furia. Yo corrí a un árbol y no sé que fue de mis colegas. El árbol no era muy alto, y aquel toro se lanzó contra mí y sacudía el tronco el árbol bramando con furia, como queriendo tiralo al piso. Entre tanto yo tenía mucho miedo, pero aun así reflexionaba lo que ocurría. Esto hacemos las personas, ponemos a animales como estos encerrados en un pedacito de tierra rectangular, y les ponemos alambrada de púas, para que les duela mucho si intentan escapar. Luego desperté, todo aquello era un sueño. El toro había muerto la semana anterior, calló por un barranco. Ya habíamos bajado a verlo, sus ojos abiertos, su lengua fuera, los buitres ya se comían su carne podrida; así fue como lo encontramos.
A veces la naturaleza es despiadada y bastante cruda... pero somos nosotros los realmente crueles. Siempre me atemorizaron los toros, atacaría, eliminaría o por último intentaría ignorar a todo aquello que me da miedo... Pero creo que los animales y la naturaleza misma no merecen eso. Nuestra frialdad y sufrir por caprichos. Un relato bastante anecdótico, pero que refleja cosas interesantes del ser humano. Agradable la narración, crudo el contenido, no diré que se me hizo ameno, pero fue sencillo de comprender. Sin más que agregar, una lectura sin problemas que refleja la naturaleza y a nosotros los humanos con lo que yo llamaría sinceridad.